como experiencia dadora de sentido en la modernidad desencantada
Se trata de una posible teoría integral con la que se puede explicar la relación entre la conciencia (o el espíritu) y la materia desde una perspectiva que trasciende el pensamiento dualista y el reduccionismo cientificista.
Como sabemos, la física quántica ha debido lidiar con el problema de la observación o el hecho de que los fenómenos materiales a nivel subatómico no parecen existir de manera independiente de su medición u observación.
Por ello se han producido interpretaciones que sugieren una interdependencia entre el acto psíquico de observar y la materia.
De aquí que Jung sugiriera la posibilidad de que los psíquico y lo material fueran manifestaciones de una misma realidad subyacente:
Esta unidad psicofísica fue llamada por Jung, usando el término del alquimista Gerhard Dorn, el unus mundus.
Estos factores trascendentes e irrepresentables son el inconsciente con sus arquetipos y el átomo o las partícula subatómicas (en el sentido de que estas partículas son indeterminadas, como dijera Heisenberg), no son cosas, son probabilidades o potenciales.
Vivimos en un mundo paradójico, donde nuestros constituyentes básicos yacen más allá de nuestro alcance y sin embargo los podemos conocer indirectamente a través de sus efectos:
Otra colaboración entre un físico y un hombre ligado a la espiritualidad, entre David Bohm y Jiddu Krishnamurti, consolidaría el concepto similar de la totalidad implicada o el holo-movimiento.
De nuevo, un substrato
trascendente unitario del cual emerge el mundo de la realidad
manifiesta diferenciada.
Esto es, la noción de que el mundo tiene sentido y que nuestros pensamientos y estados mentales no están separados del mundo exterior físico e incluso llegan a resonar y a aparecer como eventos externos.
La fantasía de que en nosotros existe cierta creatividad luminosa, no del todo lejana a lo divino. Podemos decir que de no haberse creado por Jung, hubiera sido necesario inventar el concepto de sincronicidad.
Aunque éste sea en varios aspectos sólo una versión más moderna - formulada en un lenguaje preciso que se acerca a la ciencia - del pensamiento analógico de la antigüedad, de la doctrina de la signaturas y las correspondencias.
Como expresa el adagio hermético:
...la sincronicidad parece expresar:
O al menos ciertos momentos de alto significado e intensidad logran irrumpir con fuerza numinosa y disuelven la frontera que separa lo interno de lo externo, lo psíquico de lo material.
Por supuesto, la ciencia no toma las sincronicidades - coincidencias significativas acausales - como fenómenos objetivamente reales, los descarta como sugestiones psicológicas, confusiones y proyecciones de sentido, como la llamada pareidolia.
Pero estas explicaciones no quitan la sensación de significado, propósito y numinosidad que dicha experiencia provee en el individuo.
Sea invalida para la ciencia su experiencia o no, el individuo se alimenta del carácter subjetivo y esto es lo que moldea su vida y le permite encontrar propósito y motivación.
La racionalidad moderna no ha podido despojar al universo de la necesidad de experimentar el mundo con una cierta dosis de magia, y esto no necesariamente está limitado a lo paranormal o a lo religioso, las personas suelen creer que sucesos como encuentros amorosos, oportunidades de trabajo y demás ocurren bajo misteriosos principios de atracción, predestinación o intención.
Joseph Conrad expresó esta noción demasiado humana cuando dijo,
La racionalidad moderna no es capaz de tapar estos intersticios por donde las fuerzas mágicas y caóticas invaden la psique.
Y es que la misma microfísica da cabida para la acausalidad y el indeterminismo en sus teorías.
Esta hendidura de lo acausal, de lo indeterminado, es de alguna manera también el espacio para lo mágico y misterioso, el conducto numinoso por el cual el constructo inexorable de la realidad mecanicista se ve invadida y subvertida por un demonio o un dios.
Es esta la
"fantasmagórica acción a distancia" que Einstein aborrecía
pero que nadie ha logrado exorcizar del impoluto edificio de la
ciencia.
La sincronicidad da sentido, como mencionamos ya, pues sugiere que lo que estamos pensando y viviendo en nuestra psique no es un insignificante y estéril soliloquio:
Existe articulación, conexión verdadera, ecos íntimos entre los hombres y las piedras y las plantas...
Y esto revela, entonces, que el cielo y la ciudad en la que se representan los signos de nuestros pensamientos y deseos, deben también de estar dentro de nosotros.
Un firmamento interno, como dijo bellamente el alquimista suizo Paracelso, y un mundo afuera capaz de acomodar a los arquetipos, de recibir la encarnación del pensamiento.
El gran maestro neoplatónico Plotino en sus visiones experimentó la sincronicidad como una gran sinfonía:
El profesor Stephan Hoeller, relatando el famoso evento en el que un escarabajo dorado apareció en la ventana al momento en el que un paciente le relataba a Jung su sueño con un escarabajo dorado, dice lo siguiente:
La sincronicidad parece decirnos que nuestros sueños e imaginaciones son reales, que pueden brotar al mundo externo y así legitimarse y vitalizarse más allá de la mera elucubración.
En una época en la que la fantasía y la subjetividad son vilipendiadas, necesitamos una confirmación externa de que hay cierta potencia y eficacia en nuestras imágenes y deseos profundos.
La sincronicidad nos parece decir que realmente tenemos en el fondo de nuestra psique un tesoro enterrado, lleno de gemas preciosas que pueden salir a la superficie y brillar a la luz del sol (que es la conciencia).
Finalmente, el sentido de la sincronicidad, que Jung entiende como la manifestación visible de un arquetipo - y por lo tanto como la posibilidad de hacer consciente dicho arquetipo - es una constelación de la mente consciente o ego con el inconsciente y ese arquetipo central que es el Sí mismo (Self, Atman).
En otras palabras, al borrar por un momento la barrera entre materia y espíritu, entre afuera y adentro, la sincronicidad nos da un atisbo de la totalidad dinámica del ser (wholeness).
El sentido lo es tal, en su más alta acepción, porque elimina la conciencia de alienación; el sentido es integración, es entre-tejernos en una alfombra de símbolos vivientes, en el (psíquico) continuo espacio-temporal .
Richard Wilhelm, el erudito traductor de textos chinos, gran amigo de Jung, tradujo el Tao como "el sentido" (Sinn, en alemán).
Herbert Guenther, traductor de textos budistas, ha traducido "dharma" como "meaning", también "sentido".
Es posible que aquello irrepresentable y trascendente,
...aparezca y se haga conocido en el ser humano meramente en el sentido.
Dios no sólo geometriza, como dijo Platón, Dios se simboliza en el hombre.
Sentido y significado, tanto una sensación vital de propósito, de sendero y misterio por recorrer y pertenencia en el misterio, como una profusión simbólica, un vínculo con algo más allá de lo aparente que se expresa través de la belleza y el secreto, engranajes del axis antropocósmico y teándrico, gran máquina epifánica que rasga el velo de Maya (ilusión) y muestra el vórtice donde se celebra la eterna unión,
...y todos los pares de opuestos cuya unión simboliza la integración del todo en la conciencia.
La experiencia de sentido es la unidad de Eros y Logos:
En la sincronicidad se revela una harmonia mundi.
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