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LaBrujulaVerde
cargando con sus maridos a cuestas en una ilustración del siglo XVI
(Imagen:
dominio público en Wikimedia Commons
Independientemente de que
se trate de un hecho real o una leyenda, las mujeres de Weinsberg
han pasado por ello a la posteridad.
La región estuvo habitada desde tiempos prehistóricos, como demuestra un vecino campo de túmulos de la cultura Hallstatt, siendo más tarde el lugar de residencia de los celtas volcas y, posteriormente, los romanos, quienes construyeron una calzada y una villa con termas y todo en el siglo II.
En el siglo VI llegaron los francos desplazando a los alamanes, de ahí que el territorio quedara luego integrado en el imperio de Carlomagno.
coronando la colina que domina Weinsberg
Imagen:
Rosenzweig en Wikimedia Commons
Hoy en día apenas se lo recuerda como un edificio hechizado en el que se han registrado supuestos sucesos paranormales, quizá debido a que en la Segunda Guerra Mundial se instaló allí el Oflag Va, un campo de prisioneros para oficiales Aliados hasta que en 1945 los bombardeos lo redujeron casi todo a ruinas.
En cualquier caso, genera
una corriente de turismo esotérico que le viene de perlas a la
economía local de una población que apenas pasa de once mil
habitantes.
Esas palabras son una
italianización de las germanas welfen y waibinglen, que en la
península mediterránea se usaban para distinguir a los partidarios
del Papa y del Emperador en sus respectivas aspiraciones de
controlar sus ciudades pero que en tierra alemana aludían a los dos
partidos enfrentados por el trono del
Sacro imperio Romano
Germánico.
Corona del Sacro Imperio
Imagen: David Monniaux en Wikimedia Commons
En el año 1125 falleció el emperador Enrique V, cuyo mandato fue un enfrentamiento continuo con los príncipes sajones y turingios aliados del Papa porque, entre otras cosas relacionadas con dirimir derechos, el prelado le había excomulgado.
Aunque se casó con la
princesa Matilde, hija de Enrique I de Inglaterra, no tuvieron
hijos, por lo que se convirtió en el último de su dinastía, la
salia o francona, dejando abierto el problema sucesorio.
Al no alcanzar un acuerdo, cada facción nombró su propio emperador:
Las hostilidades
terminaron en 1135 con el triunfo del primero pero su gobierno fue
efímero porque murió dos años después y, aunque nombró heredero a
Enrique el Orgulloso, los electores optaron por Conrado,
inaugurándose así la dinastía Hohenstaufen.
La tumba de Lotario II
Imagen: Rabanus Favus en Wikimedia Commons
Las tropas imperiales sitiaron el castillo en 1140 y ahí empieza la anécdota que bascula entre leyenda y realidad, la que rebautizó popularmente la fortaleza con el nombre de Weibertreu, que significa "Fe de la mujer".
Y es que, según cuenta la tradición, los sitiados se defendían tan numantinamente que Conrado resolvió desviar el río Sulm para privarles de agua e incluso impedir que las aves sobrevolasen el lugar para impedirles cazarlas.
Pero tampoco fue
suficiente para doblegar su espíritu, por lo que el emperador tuvo
que recurrir a medidas drásticas.
Conrado aceptó y también cedió en la petición de ellas de llevarse sus bienes más preciados siempre que los transportaran ellas mismas, sin ayuda de animales o carros.
A la mañana siguiente se
abrieron las puertas y los soldados atacantes se quedaron
estupefactos al ver a las mujeres salir cargando a hombros con los
hombres, ya fueran maridos, padres, hijos, hermanos…
Conrado III en la Chronica Regia Coloniensis
Imagen: dominio público en Wikimedia Commons
Por otra parte, él también había conseguido su objetivo:
Estuvo en el trono hasta su muerte en 1152, sucediéndole su sobrino Federico I Barbarroja, que sería quien llevase el enfrentamiento güelfos-gibelinos a Italia dos años más tarde al querer incorporar varios territorios septentrionales al Sacro Imperio.
Sería derrotado en 1176 por la
Liga Lombarda...
Por ejemplo, en el de Gelsterburg, que está situado en el estado de Hesse y es del siglo XI (y del que hoy únicamente quedan una torre, el foso y un terraplén), se cuenta que la mujer del señor solicitó misericordia a las mesnadas que lo asediaban y le concedieron salir con lo que pudiera llevar en el delantal.
Ella se puso una sábana a la cintura y metió dentro a su marido; una roca marca el sitio exacto hasta donde llegó con su carga.
Imagen:
Michael Weiß en Wikimedia Commons
Allí vivía el caballero Reinhard von Dalwigk, que por sus correrías guerreras se enemistó con el conde Ludwig el Pacífico.
Éste le declaró la guerra y cercó el castillo durante mucho tiempo hasta que Agnes, la esposa de Reinhard, salió a parlamentar y pactó la autorización para su marcha y la de sus criadas siempre que fuera llevando cada una sólo lo más preciado.
Al igual que en los casos
anteriores, cargaron con el marido...
Por tanto, se deduce que no se trataría más que de un relato legendario concebido seguramente para exaltar la abnegación y la fidelidad femeninas.
Algo muy frecuente en la
Edad Media - otro ejemplo célebre es el de
Lady Godiva - y eso sí,
muy conocido para ser incorporado al anecdotario histórico.
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