tienen una experiencia espiritual, somos seres espirituales que tienen una experiencia humana."
Teilhard de Chardin
Dentro de cada niña, de cada niño, palpita una semilla de Sabiduría Antigua, una chispa del Ser Universal que da vida a todo cuanto existe y nos recuerda que formamos parte de una misma familia:
Sin embargo, hemos confundido 'aprender' con 'acumular'.
Nos hemos extraviado en un océano de datos, creyendo que educar es llenar la mente, cuando en realidad debería ser una invitación a despertar el alma.
Hay una inteligencia más profunda que la lógica, más real que cualquier teoría:
No reside en los libros ni en los algoritmos,
sino en la tierra, en las manos, en el silencio que brota de una
mirada atenta o del murmullo del bosque.
¿Cómo hemos podido olvidar que enseñar no es imponer, sino acompañar...?
Un verdadero educador no impone su visión del
mundo, sino que ayuda a que cada ser humano descubra su propia luz.
Toca con ternura la semilla dormida, para que florezca en su propio
tiempo.
La flor ya está contenida en la semilla, como la Sabiduría está contenida en el alma de cada niño.
Nuestra labor no es dictar rutas, sino caminar junto a ellos, como quien custodia un fuego sagrado:
Ser niña, ser niño, es creer en lo invisible.
Es ver castillos en las nubes y escuchar a las hormigas.
Porque cada niña lleva una pequeña hada en su alma.
Como escribió el poeta Blake:
El aprendizaje profundo nace en la contemplación, cuando la mente se silencia y el alma susurra.
Allí, entre lo visible y lo invisible, florece la Sabiduría:
Y desde ese lugar, amar.
Porque no hay mayor ofrenda a la humanidad que
una niña, un niño que ha ¡despertado a su Ser...!
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