por Guillem Ferrer
26 Junio 2025
del Sitio Web BrownstoneEsp









"No somos seres humanos que

tienen una experiencia espiritual,

somos seres espirituales

que tienen una experiencia humana."

Teilhard de Chardin
 

 


Todos los seres humanos, sin excepción, somos peregrinos del alma, caminantes de una experiencia que va mucho más allá de lo tangible.

 

Dentro de cada niña, de cada niño, palpita una semilla de Sabiduría Antigua, una chispa del Ser Universal que da vida a todo cuanto existe y nos recuerda que formamos parte de una misma familia:

la Comunidad de la Tierra.

Sin embargo, hemos confundido 'aprender' con 'acumular'.

 

Nos hemos extraviado en un océano de datos, creyendo que educar es llenar la mente, cuando en realidad debería ser una invitación a despertar el alma.

 

Hay una inteligencia más profunda que la lógica, más real que cualquier teoría:

es la inteligencia del corazón.

No reside en los libros ni en los algoritmos, sino en la tierra, en las manos, en el silencio que brota de una mirada atenta o del murmullo del bosque.

Cada niña, nace con su maestra interior. Lo mismo que impulsa al pájaro a construir su nido perfecto, habita también en el niño que observa, que imagina, que ama.

 

¿Cómo hemos podido olvidar que enseñar no es imponer, sino acompañar...?

 

Un verdadero educador no impone su visión del mundo, sino que ayuda a que cada ser humano descubra su propia luz. Toca con ternura la semilla dormida, para que florezca en su propio tiempo.

San Agustín lo expresó con claridad:

no busques fuera, porque la Verdad habita en ti.

La flor ya está contenida en la semilla, como la Sabiduría está contenida en el alma de cada niño.

 

Nuestra labor no es dictar rutas, sino caminar junto a ellos, como quien custodia un fuego sagrado:

con respeto, presencia y amor creativo.

Ser niña, ser niño, es creer en lo invisible.

 

Es ver castillos en las nubes y escuchar a las hormigas.

Es ser tan humilde como la tierra y tan inocente como una mariposa.

 

Es transformar calabazas en carruajes y ratones en caballos.

 

Es vivir en una cáscara de almendra y sentirse reina del espacio infinito.

Porque cada niña lleva una pequeña hada en su alma.

 

Como escribió el poeta Blake:
 


Para ver el mundo en un grano de arena
y un cielo en una flor silvestre,
sostén el infinito en la palma de tu mano
y la eternidad en una hora.
 


La educación espiritual no es una asignatura más:

es la raíz de toda enseñanza verdadera.

 

Es recordar que antes de ser estudiantes, somos seres.

 

Que antes de aprender a nombrar el mundo, debemos aprender a habitarlo.

 

A escucharlo. A escucharnos...

El aprendizaje profundo nace en la contemplación, cuando la mente se silencia y el alma susurra.

 

Allí, entre lo visible y lo invisible, florece la Sabiduría:

saber quién soy...

Y desde ese lugar, amar.

Porque educar el alma es, ante todo, un acto de amor.

 

Y amar es permitir que cada ser sea, con todo su misterio, con toda su luz.

Porque no hay mayor ofrenda a la humanidad que una niña, un niño que ha ¡despertado a su Ser...!