Un gran castigo caerá sobre todo el género humano. No hoy, ni mañana,
sino en la segunda mitad del siglo XX. Ya lo había revelado a los
niños Melania y Massimino, en La Salette, y hoy lo repito a ti,
porque el género humano ha pecado y pisoteado el Don que había
hecho.
En ningún lugar del mundo hay orden y el mal reina sobre los
más altos puestos, determinando la marcha de las cosas. Él,
efectivamente, logrará introducirse hasta la cumbre de la iglesia.
Él logrará seducir los espíritus de los grandes científicos que
inventan las armas, con las cuales será posible destruir en pocos
minutos gran parte de la humanidad.
Tendrá en su poder a los
potentes que gobiernan a los pueblos y los incitará a fabricar
enormes cantidades de estas armas. Y si la humanidad no se opusiera
a esto, estaré obligada a dejar libre el brazo de Mi Hijo. Entonces
se verá que Dios castigará a los hombres con mayor severidad, tal
como lo hizo con el diluvio.
Llegará el tiempo de los tiempos y el fin de los fines, si la
humanidad no se convirtiera; y si todo continúa como ahora, o peor,
se agraviase mucho más, los grandes y los potentes perecerán junto a
los pequeños y a los débiles.
También para la iglesia llegará el tiempo de sus más grandes pruebas.
Cardenales se opondrán a Cardenales, los Obispos a Obispos. El mal
caminará por entremedio de sus filas y en Roma habrá cambios. Lo que
está podrido caerá y lo que caiga ya no se levantará más.
La iglesia
será ofuscada y el mundo trastornado por el terror. Tiempo llegará
en que ningún Rey, Emperador, Cardenal u Obispo, esperará a Aquél
que sin embargo vendrá, pero para castigar según los designios de Mi
Padre. Una gran guerra se desencadenará en la segunda mitad del
siglo XX.
Fuego y humo caerán del cielo; las aguas de los océanos se volverán
vapores y la espuma se elevará revolviendo y hundiéndolo todo.
Millones y millones de hombres perecerán de hora en hora, y aquéllos
que queden con vida envidiarán a los muertos. Por cualquier sitio
por donde se dirija la mirada habrá angustia, miseria, ruinas en
todos los países.
¿Ves? El tiempo se acerca siempre más y el abismo crece sin
esperanza. Los buenos perecerán junto a los malos, los grandes con
los pequeños, los príncipes de la iglesia con sus fieles y los
gobernantes con sus pueblos.
Habrá muerte por todas partes por causa
de los errores cometidos por los insensatos y por los partidarios
del mal, el cual entonces y sólo entonces, reinará sobre el mundo.
Por último, cuando aquéllos que sobrevivirán a todo evento estén aún
con vida, proclamarán nuevamente a Dios y a Su Gloria y le servirán
como en un tiempo, cuando el mundo no era tan pervertido.