Viaja atrás en tu memoria, al instante en que despertaste por primera vez, aquel momento exquisito de tu infancia en que conociste la vida. El ímpetu inmediato de la luz y el sonido, como si se hubiese encendido un televisor que fuera a traer noticias de gran importancia. A mí me parece recordar la luz del sol y el aire fresco y suave; entonces, de pronto comprendí quién era y lo bueno que era estar vivo.
Como
niño yo reconocí la vida de manera intuitiva. Como adulto que se
pregunta acerca de la extraña atmósfera de la Tierra una mezcla de
gases incompatibles, tales como el oxígeno y el metano coexistiendo
como zorros y conejos en la misma madriguera-, me sentía obligado a
reconocer la existencia de Gaia, a intuir su existencia, mucho antes
de que pudiera describirla en términos científicos adecuados.
Todos saben lo que es, tal como todos lo sabemos desde la infancia, pero desde mi punto de vista no ha habido ninguno capaz de definir lo que es la vida. La idea de vida, el sentido de estar vivo, es uno de los concentos más familiares y más difíciles de entender que podemos encontrar. Durante mucho tiempo he llegado a pensar que la respuesta a la pregunta «¿qué es la vida?» se juzgó tan importante para nuestra supervivencia que fue clasificada top secret y encerrada, en forma de instinto, en los niveles inconscientes de la mente.
A lo largo de la evolución existía una gran presión evolutiva para la acción inmediata: el aspecto crucial de nuestra supervivencia consistía en la distinción instantánea entre un predador y una presa, un familiar y un enemigo, y el reconocimiento de una pareja potencial. No podíamos permitirnos retraso en el pensamiento consciente o debates en los comités de la mente. Debíamos computar los imperativos del reconocimiento a la velocidad más rápida y, por tanto, en los rincones primariamente evolucionados y más inconscientes de la mente.
Esta es la razón por
la que conocemos de manera intuitiva lo que es la vida. Es
comestible, simpática y mortal.
En el Dictionary of Biology elaborado por M. Abercrombie, C. Hickman y M.L. Johnson, estos tres distinguidos biólogos definen de manera sucinta todo tipo de palabras, como ontogenia (desarrollo), pteridofita (helechos) y ecdisis (una etapa en el desarrollo de los insectos).
Bajo la letra L se encuentra
leptoteno (el primer signo
del acoplamiento de cromosomas en la meiosis) y limnología (el
estudio de los lagos), pero no se menciona la vida (life) en ningún
sitio. Cuando aparece la palabra vida en biología se define por
negación, tal como publicó en 1937 el biólogo amante de la
filosofía N.W. Pirie; en un artículo titulado «The Meaninglessness
of the Terms "Life" and "Living"» [La falta de sentido de los
términos «vida» y «vivo»].
El diccionario Oxford dice algo parecido:
Si estas definiciones claramente inadecuadas del concepto vida son todo lo que disponemos para trabajar, ¿podré hacerlo mejor para definir el organismo vivo Gaia? Me ha resultado muy dificultoso, pero si tengo que hablar de ello debo intentarlo.
Puedo empezar por algunas definiciones y clasificaciones simples. Los seres vivos, como los árboles y los caballos e incluso las bacterias, pueden ser identificados fácilmente porque están ligados por paredes, membranas, piel o cubiertas céricas. Utilizando energía, directamente del Sol e indirectamente de los alimentos, los sistemas vivos actúan incesantemente para mantener su identidad, su integridad. Incluso cuando crecen y cambian y se reproducen, no dejamos de reconocerlos como entidades visibles y reconocibles.
Aunque existen incontables millones de organismos individuales,
todos viviendo y cambiando, sus rasgos comunes nos permiten
agruparlos y reconocer que pertenecen a especies tales como pavos
reales, perros o trigo. Se estima que existen unos diez millones de
especies. Cuando cualquier individuo falla en obtener energía y
alimento, falla en mantener su identidad, nos damos cuenta que está
agonizando o muerto.
Los mismos órganos están
constituidos por miles de millones de células vivas, cada una de las
cuales también puede vivir de forma independiente. Incluso las
mismas células, como demostró Lynn Margulis, son comunidades de
microorganismos que una vez vivieron libremente. Las entidades de
transformación de energía de las células animales (las mitocondrias)
y de las plantas (las mitocondrias y los cloroptastos) una vez
fueron bacterias que vivían independientemente.
Todos los conjuntos de cosas vivas presentan propiedades no esperadas desde el punto de vista de un solo elemento vivo. Nosotros, y algunos otros animales, mantenemos una temperatura constante cualquiera que sea la temperatura de nuestro alrededor. Este hecho nunca hubiera podido ser observado a partir de la consideración de una sola célula de un cuerpo humano. La tendencia a la constancia fue observada por primera vez por el fisiólogo francés Claude Bernard en el siglo XIX. Su sucesor americano de este siglo, Walter Cannon, la llamó homeostasis, o sabiduría del cuerpo.
La homeostasis es una propiedad coligativa de la vida.
Así como el caparazón es parte del caracol, las rocas, el aire y los océanos son parte de Gaia. Tal como veremos, Gaia tiene una continuidad que se remonta en el pasado hasta los orígenes de la vida y que se extiende en el futuro en la medida en que la vida persista. Gaia, como ser planetario total, tiene propiedades que no son necesariamente discernibles a partir del único conocimiento de las especies individuales o de las poblaciones de organismos que viven juntos.
En este sueño, los biólogos son como competentes bibliotecarios que establecen la clasificación más intrincada de cada nueva biblioteca que descubren, pero que nunca leen los libros. Sienten que les falta algo en sus vidas, y este sentimiento se intensifica en la medida que es más difícil encontrar nuevas colecciones de libros. Entiendo a los biólogos expresando un palpable sentimiento de alivio cuando junto a los biólogos moleculares se atreven incluso a clasificar las palabras que contienen los libros. Eso significa que la búsqueda de la respuesta para la terrible pregunta de cuál es el contenido de los libros puede ser pospuesta hasta que la nueva e infinitamente detallada clasificación molecular sea completada.
por ejemplo quemándolos en un calorímetro y
midiendo de manera precisa el calor desprendido. Mi sentimiento de
frustración no habría disminuido cuando hubiera descubierto que las
páginas densamente empaquetadas de una enciclopedia no dan más calor
que la misma masa de papel en blanco. Al igual que la clasificación
de los biólogos, este experimento físico hubiera sido profundamente
insatisfactorio porque hubiera planteado la pregunta equivocada a la
naturaleza.
Existen tres puntos de vista igualmente consistentes: la biología molecular, el estudio de las moléculas químicas que contienen la información correspondiente a la genética básica de toda la vida de la Tierra; la fisiología, la ciencia que trata de los sistemas vivos contemplados desde una perspectiva holística; y la termodinámica, la rama de la física que trata del tiempo y de la energía, y que conecta los procesos vitales con las leyes fundamentales del universo.
Uno de estos puntos de vista, el último, es el que permite ir más lejos en las investigaciones para 'definir la vida, .aunque de momento los progresos realizados han sido mínimos. La termodinámica creció desde unos orígenes básicos, a partir del esfuerzo de los ingenieros por fabricar máquinas de vapor más eficientes, y floreció durante el último siglo, poniendo a prueba y ocupando las mentes de los mejores científicos.
Puede parecer que se rompe la
ley cuando se golpea alguna forma de energía metaestable almacenada,
como cuando se enciende una cerilla, o un trozo de plutonio sufre
una fisión. Sin embargo, la energía ya no puede recuperarse una vez
usada. La ley no ha sido rota, sólo se ha redistribuido la energía y
se ha mantenido el camino cuesta abajo. El agua no fluye río arriba
desde el mar a las montañas. Los procesos naturales siempre se
mueven hacia un incremento del desorden que se mide por la entropía,
cantidad que siempre e inexorablemente aumenta.
El describe su objetivo en la primera página:
Continúa escribiendo:
En aquellos tiempos los físicos estaban acostumbrados a estudiar lo inerte, el mundo cercano al equilibrio de los «cristales periódicos» (cristales de regularidad predecible, un átomo de un tipo siguiendo siempre a otro de tipo diferente en un modelo recurrente). Incluso estas estructuras comparativamente simples eran suficientemente complejas como para llevar hasta el límite las capacidades de la instrumentación entonces disponible.
Los químicos orgánicos estaban descubriendo las estructuras intrincadas de los «cristales aperiódicos» de la materia viva, tales como las proteínas, polisacáridos y ácidos nucleicos. Todavía se encontraban lejos del nivel de conocimiento actual de la naturaleza química del material genético. Schródinger concluyó que, de forma metafórica, la propiedad más sorprendente de la vida es su capacidad de desplazarse hacia arriba contra el flujo del tiempo. La vida es una contradicción paradójica a la segunda ley, que establece que todo está, ha estado y estará moviéndose hacia abajo, hacia el equilibrio y la muerte. Sin embargo, la vida evoluciona hacia una mayor complejidad y se caracteriza por una improbabilidad omnipresente que, por comparación, hace que parezca trivial ganar la lotería año tras año.
Todavía resulta más sorprendente el hecho de que este estado aparentemente inestable e ilegal ha persistido en la Tierra durante una fracción notoria de la edad del Universo. La vida no tiene manera de violar la segunda ley, ha evolucionado con la Tierra como un sistema estrechamente acoplado para asegurarse la supervivencia. Es como un contribuyente experto, nunca evade el pago de un impuesto, pero tampoco pierde nunca una desgravación. Una parte importante del libro de Schródinger es una predicción optimista de cómo se puede llegar a comprender la vida.
El eminente
biólogo molecular Max Perutz ha comentado recientemente que pocas
cosas son originales en el libro de Schródinger, y que lo que es
original a menudo está equivocado. Puede ser verdad, pero yo, como
muchos de mis colegas, todavía agradecemos a Schródinger el habernos
hecho pensar de un modo productivo.
Quiere decir lo que dice: cuanto menos probable es una cosa menor es su entropía.
Por tanto, la cosa más improbable de todas, la vida, tiene asociada la entropía más baja. Schrddinger no estaba contento con la asociación de algo tan importante como la vida con una magnitud disminuida, la entropía. En lugar de ello propuso el término “negentropía”, el recíproco de la entropía, es decir, 1 dividido por la entropía o 1/S. Por supuesto, la negentropía es grande para las cosas improbables tales como los organismos vivos. Describir la activa vida de nuestro planeta como algo improbable puede parecer raro.
Shannon, en los laboratorios Bell Telephone, estaba desarrollando la teoría de la información. Empezó como una simple investigación de un ingeniero acerca de los factores físicos que determinan que un mensaje enviado por cable pierda información cuando viaja del remitente al destinatario. Shannon pronto descubrió una cantidad que tiende a aumentar siempre; la magnitud del incremento era una medida de la pérdida de información. En ningún experimento se observó que el tamaño de esta cantidad disminuyese.
Siguiendo los consejos de John von Neumann, un físico matemático, Shannon nombró a esta cantidad entropía, porque se parecía extraordinariamente al concepto de entropía de los ingenieros. El recíproco de la entropía de Shannon es la cantidad llamada información. Si asumimos que la entropía que descubrió Shannon es la misma que la entropía de los ingenieros, entonces la magnitud elusiva que Schródinger asoció con la improbabilidad de la vida -la negentropía- es comparable con la información de Shannon.
En términos matemáticos, si
S es la entropía, tanto la negentropía
como la información son 1/S.
En 1951 escribió con una terminología críptica:
Muchos otros científicos han expresado estas palabras en forma de ecuación matemática. Entre las más claras y fáciles de entender están las expresiones de un libro pequeño, The Thermodynamics of the Stedy State [La termodinámica del estado estacionario], escrito por el físico-químico K.G. Denbigh.
Estas pueden ser reescritas de una manera rigurosa pero más comprensible tal como sigue. Por el hecho de vivir, un organismo genera entropía continuamente, y provoca un flujo de entropía hacia fuera a través de sus límites. Tú mismo, lector, en el momento en que lees estas palabras, estás creando entropía al consumir oxígeno, además de las grasas y los azúcares almacenados en tu cuerpo. Cuando respiras, excretas desechos con alto contenido en entropía al aire, tales como el dióxido de carbono, y tu cuerpo cálido emite radiación infrarroja rica en entropía a tu alrededor.
Si tu disipación de entropía es igual o superior a tu generación interna de entropía, continuarás viviendo y serás capaz de evitar de manera milagrosa e improbable, pero lícita, la segunda ley del universo. «Disipación de entropía» fundamentalmente es una forma elegante de expresar palabras sucias tales como excremento y polución. A pesar del riesgo de que me retiren mi carné de afiliado a la Asociación de Amigos de la Tierra, tengo que decir que sólo sobrevivimos gracias a la polución.
Nosotros, los animales, contaminamos el aire con dióxido de carbono, y la vegetación contamina con oxígeno. La contaminación de uno es el alimento del otro. Gaia es más sutil y, por lo menos hasta que aparecieron los seres humanos, sólo contaminó esta región del sistema solar con un suave calentamiento consistente en radiación infrarroja.
Tienen la estructura, pero no la estabilidad de los sólidos. Se disipan cuando el suministro de energía se acaba. Entre estas estructuras figuran muchos artefactos, como los refrigeradores, y fenómenos naturales como las llamas, torbellinos, huracanes y algunas reacciones químicas peculiares. Los organismos vivos incluyen estructuras disipativas en su interior, de tipo muy diverso.
Sin embargo, las cosas vivas son tan infinitamente complejas en comparación con las estructuras disipativas fluidas que muchos creen que la termodinámica actual, aunque se encuentra en el buen camino, todavía tiene mucho camino que recorrer para poder definir la vida.
Cuando nos dirigimos hacia la Tierra desde el espacio, lo primero que apreciamos es el límite atmosférico que engloba a Gaia, luego los límites de un ecosistema, como por ejemplo los bosques, después la piel o la corteza de los animales vivos y plantas, más allá están las membranas celulares y, finalmente, los núcleos de las células y su ADN. Si se define la vida como un sistema autoorganizado que mantiene activamente una entropía baja, entonces, visto desde el exterior de cada uno de estos límites, lo que hay dentro está vivo.
Tal como vimos en el capítulo primero, las cuestiones que originaron el programa espacial estuvieron centradas al principio en una cuestión práctica:
La parte menos compleja y más fácilmente accesible de un planeta es su atmósfera. Antes de que la nave espacial Viking aterrizase en Marte, o la rusa Venera aterrizase en Venus, ya sabíamos la composición de sus atmósferas. A mediados de los años sesenta, se utilizaron telescopios para captar la luz infrarroja reflejada por los gases atmosféricos de Marte y Venus.
Estas observaciones revelaron la identidad y proporción de los gases con bastante exactitud. Marte y Venus tienen atmósferas dominadas por el dióxido de carbono, con sólo proporciones pequeñas de oxígeno y nitrógeno. Más importante todavía, ambos poseen atmósferas que se encuentran cercanas al estado de equilibrio químico. Si tomáramos un volumen de aire de alguno de estos planetas y lo calentáramos hasta la incandescencia en presencia de una muestra representativa de las rocas de la superficie para luego dejarlo enfriar suavemente, prácticamente no se produciría ningún cambio después del experimento. Por el contrario, la Tierra tiene una atmósfera dominada por nitrógeno y oxígeno.
Sólo se encuentran algunas trazas de dióxido de carbono, muy por debajo de las expectativas de la química planetaria. También hay gases inestables, como el óxido nitroso, y gases como el metano que reaccionan rápidamente con el abundante oxígeno. Si se intentara el mismo experimento de calentamiento y enfriamiento con una muestra del aire que ahora respiramos, ésta cambiaría.
Se convertiría en algo semejante a las
atmósferas de Marte y Venus: predominio de dióxido de carbono,
disminución de oxígeno y nitrógeno y ausencia de gases como el óxido
nitroso y metano. No es demasiado inverosímil considerar el aire
como una mezcla de gases que entra en el interior de una máquina de
combustión interna: contiene una mezcla de gases combustibles,
hidrocarburos y oxígeno. Las atmósferas de Marte y Venus son como
los gases de un tubo de escape; toda la energía ya ha sido agotada.
Ello implica que cerca de 1.000 millones de toneladas de metano se
introducen anualmente en la atmósfera para mantenerlo a un nivel
constante. Además, el oxígeno utilizado en la oxidación del metano
debe ser reemplazado - eso significa, por lo menos, 2.000 millones de
toneladas anuales. La única explicación posible para la
persistencia de esta atmósfera inestable, pero de composición
constante, durante períodos mucho más extensos que el tiempo de
reacción de sus gases es la influencia de un sistema de control,
Gaia.
Los conocimientos convencionales de la biología siempre se habían
visto obligados a seguir un planteamiento de abajo arriba debido al
simple tamaño de la Tierra en comparación con nosotros o con
cualquier cosa viva que conozcamos. Los dos planteamientos son
complementarios. Cuando se estudia un microbio, un animal o una
planta, el punto de vista fisiológico de arriba abajo muestra la
vida como un sistema armónico que se funde con el punto de vista de
abajo arriba proveniente de la biología molecular: que la vida es
una colectividad constituida por un vasto conjunto de partes
ultramicroscópicas.
Tal como dejó bien sentado un ruso, M.M. Yermolaev, en An Introduction to Physical Geography [Una introducción a la geografía física]:
Los miembros más recientes de esta oposición científica son, entre otros:
Todos destacan la importancia de la vida en la evolución del
medio ambiente. Sin embargo, muchos geólogos han ignorado la
presencia de organismos vivos, como participantes activos, en sus
teorías de la evolución de la Tierra.
Por ejemplo, en 1982 apareció un libro, Evolution Now: A Century after Darwin [Evolución ahora: un siglo después de Darwin], editado por John Maynard Smith, que consistió en un conjunto de ensayos de biólogos ilustres acerca de los aspectos más controvertidos de la biología evolutiva.
En este conjunto, la única (y enigmática) referencia al medio ambiente está en un ensayo de Stephen Jay Gould:
Debemos reintroducir este concepto en la biología
evolutiva.
Según sus propias palabras,
El punto de vista de J.Z. Young sirve de enlace entre la teoría de Gaia y el consenso científico. A través de la teoría de Gaia entiendo la Tierra y la vida en ella como un sistema, un sistema que tiene la capacidad de regular la temperatura y la composición de la superficie de la Tierra, y de mantenerla idónea para los organismos vivos.
La autorregulacíón del sistema es un
proceso activo impulsado por la energía libre proporcionada por el
Sol. La primera reacción observada después de la presentación de la
teoría de Gaia a principios de los años setenta fue de ignorancia en
el sentido más literal. La mayor parte de la hipótesis de Gaia fue
ignorada por los científicos profesionales. Y sólo a finales de los
setenta empezó a ser criticada.
El
artículo estaba espléndidamente estructurado y muy bien escrito, lo
que no disminuyó su frigidez. Las aguas heladas pueden ser hermosas,
pero esto no las hace más cálidas. Sin embargo, después de una
inmersión en aguas heladas viene la relajación cuando se toma el sol
en la playa. Después de un rato me di cuenta de que las críticas de
Ford Doolittle debían ser tomadas no tanto como un ataque a Gaia
sino a la manera inadecuada de su presentación.
Para Ford Doolittle, desde sus conocimientos de la biología molecular, también era obvio que la evolución mediante la selección natural nunca hubiera podido dar lugar a un «altruismo» a escala global. Su idea estaba basada en los sólidos y efectivos textos de Richard Dawkins en su libro The Extended Phenotype [El fenotipo extendido] (1982).
A partir de su
mundo de microscopios, ¿cómo era posible que los intereses
«egoístas» de las células se manifestaran a escalas planetarias?
En su libro The Chemical Evolution of the Atmosphere and the Oceans [La evolución química de la atmósfera y de los océanos], Holland escribió:
Los reparos de Stephen Schneider - expuestos en su libro escrito junto con Randi Londer, The Coevolution of Climate and Life [La coevolución del clima y la vida] - se refieren a los planteamientos de los primeros trabajos acerca de Gaia, donde se exponía que la homeostasis es la única forma de regulación climática.
Estoy en
deuda con estos autores porque demostraron que dábamos por sentadas
demasiadas cosas y que a Gaia le faltaba una base teórica firme. Mi
gratitud es todavía mayor hacia Stephen Schneider, que se aseguró de
que el tema de Gaia fuese debatido de forma adecuada por la
comunidad internacional convocando una Chapman Conference de la
Unión Americana de Geofísica en marzo de 1988.
Tengamos en cuenta que el oxígeno y el nitrógeno del aire provienen directamente de las plantas y microorganismos y que la creta y las calizas son las conchas de cosas vivas que una vez flotaron en el mar. La vida no se ha adaptado a un mundo inerte determinado por la mano muerta de la física y la química. Vivimos en un mundo que ha sido edificado por nuestros antecesores, antiguos y modernos, y que es mantenido cuidadosamente por todos los seres vivos que existen en la actualidad. Los organismos se adaptan a un mundo en que el estado material viene determinado por las actividades de sus vecinos; ello significa que la transformación del medio ambiente es parte del juego.
Pensar de otra manera implica creer que la evolución era un juego con reglas parecidas a las del cricket o el béisbol juegos en que las reglas prohíben el cambio ambiental. En el mundo real, si la actividad de un organismo cambia su medio ambiente material a un estado más favorable y, como consecuencia de ello, deja más progenie, entonces tanto la especie como el cambio aumentarán hasta que se llegue a un nuevo estado estacionario.
A escala local, la adaptación es un mecanismo mediante el que los organismos pueden superar ambientes desfavorables, pero a escala planetaria el acoplamiento entre la vida y su ambiente es tan estrecho que el concepto tautológico de «adaptación» se deriva de la misma existencia. La evolución de las rocas y del aire y la evolución del biota no pueden estar separados.
Existen dos reparos
principales a Gaia; el primero es que se trata de un concepto
teleológico y que para la regulación del clima y de la composición
química a escala planetaria hace falta una especie de capacidad de
predicción, de clarividencia. El segundo reparo, expresado de forma
muy clara por Stephen Schneider, se refiere a que la regulación
biológica sólo es parcial, y que el mundo real es el resultado de
una «coevolución» de lo vivo y lo inorgánico. Este segundo reparo es
más complicado, y en gran medida el propósito de este libro es un
intento de rebatirlo. El primero, el reparo teleológico, creo que
está equivocado y ahora voy a intentar demostrar por qué.
El reflejo de la luz solar por la capa de nieve proporciona un efecto poderoso de realimentación durante el enfriamiento, y un sistema de regulación del clima podría estar basado en la fusión o formación de nieve. Pero no es posible que el punto de fusión de la nieve, que es una característica del hielo como sustancia, pueda trasladarse a una temperatura más idónea de, digamos, 20 °C. Por el contrario, los rasgos operacionales de un organismo siempre se encuentran fijados a niveles favorables.
La dificultad de contestar a estas preguntas proviene de la mera complejidad del biota y del medio ambiente, porque ambos se encuentran interconectados de múltiples maneras. Difícilmente encontraremos un sólo aspecto de su interacción que pueda ser descrito de manera razonable por un ecuación matemática. Se necesitaba una simplificación drástica. Luché con el problema de reducir la complejidad de la vida y el medio ambiente a un esquema simple que pudiera iluminar sin distorsionar. El mundo de las margaritas era la respuesta.
Describí este mundo por primera vez en 1982, en una conferencia sobre biomineralización en Amsterdam, y publiqué un trabajo, «The Parable of Daisyworld» [La parábola del mundo de las margaritas] en Tellus, en 1983, junto con mi colega Andrew Watson. Estoy en deuda con Andrew por la manera clara y gráfica de expresarlo en este trabajo mediante términos matemáticos formales.
Este es el planeta del mundo de las margaritas de diferente tono de color: algunas oscuras, algunas claras y algunas de colores neutros. La estrella que calienta e ilumina el mundo de las margaritas comparte con nuestro Sol la propiedad de aumentar su emisión de energía a medida que envejece. Cuando empezó la vida en la Tierra hace unos 3.800 millones de años, el Sol era alrededor de un 30 por ciento menos luminoso que ahora. En unos cuantos miles de millones de años más, será tan terriblemente caliente que toda la vida que conocemos ahora morirá o deberá encontrar otro planeta que le sirva de hogar.
El aumento del brillo del Sol según envejece es una propiedad general no cuestionada de todas las estrellas. La combustión de hidrógeno (su combustible nuclear) da lugar a la acumulación de helio. El helio, en forma de ceniza gaseosa, es más opaco a la energía radiante que el hidrógeno, lo que dificulta la radiación de calor desde el horno nuclear en el centro de la estrella.
La temperatura media del planeta resulta del sencillo balance entre el calor recibido de la estrella y el calor perdido en las frías profundidades del espacio en forma de radiación infrarroja de onda larga. En la Tierra este balance de calor se complica por el efecto de las nubes y los gases como el dióxido de carbono. La luz solar puede ser reflejada hacia el espacio por las nubes antes de que pueda alcanzar y calentar la superficie.
Por otra parte, la cantidad de calor perdida por la
superficie templada puede ser minimizada porque las nubes y las
moléculas de dióxido de carbono lo reflejan de nuevo hacia ella
misma. Asumimos que el mundo de las margaritas tiene una cantidad
constante de dióxido de carbono, la suficiente para que las
margaritas crezcan, pero no excesiva como para que interfiera en el
clima. De manera semejante no hay nubes durante el día. Para no
estropear la sencillez del modelo siempre llueve de noche.
Consideramos que el suelo desnudo del mundo de las margaritas presenta habitualmente un albedo de 0,4 de manera que absorbe el 40 por ciento de la luz solar que recibe. Las margaritas comprenden un intervalo de colores desde el oscuro (con un albedo de 0,2) al claro (con un albedo de 0,7).
La figura 2.1 muestra, de acuerdo con los conocimientos convencionales de la física y la biología, además de la geofisiología, la evolución de la temperatura y el crecimiento de las margaritas durante el progresivo incremento del flujo de calor procedente de su estrella.
Los cuadros superiores ilustran las poblaciones de margaritas en unidades arbitrarias y los inferiores muestran las temperaturas en grados Celsius. De izquierda a derecha, a lo largo del eje horizontal, la luminosidad de la estrella crece desde un 60 a un 140 por ciento respecto a la luminosidad de nuestro Sol. (A) ilustra cómo los físicos y los biólogos en completo aislamiento calculan la evolución de nuestro planeta desde su perspectiva.
De acuerdo con
estos conocimientos tradicionales, las margaritas sólo pueden
responder adaptándose a los cambios de temperatura. Cuando el
planeta esté demasiado caliente para un desarrollo idóneo, morirán.
Pero en el universo gaiano (B), el ecosistema puede responder
mediante el crecimiento competitivo de margaritas oscuras y claras,
y regular la temperatura en un amplio margen de luminosidad. El
trazo discontinuo en el cuadro inferior de B muestra cómo aumentaría
la temperatura en ausencia de vida en el mundo de las margaritas.
En
el mundo de las margaritas se muestra que a propiedad del medio
ambiente global, la temperatura, es regulada de manera efectiva en
un intervalo amplio de luminosidad por un biota planetario
imaginario, sin necesidad de suponer ninguna capacidad de predicción
o planificación. Ello representa una refutación definitiva de la
acusación de que 1a hipótesis de Gaia es teleológica, y dicha
refutación es, hasta el momento presente, incontrovertible.
La estrecha interrelación entre la vida y su medio ambiente, Gaia, incluye:
Pocos científicos pondrían objeciones a alguna de estas cuatro condiciones, contempladas tanto individualmente como en grupo.
Entonces la frontera planetaria circunscribe un organismo vivo, Gaia, un sistema constituido por todos los organismos vivos y el medio ambiente. No hay en ningún sitio de la Tierra una distinción clara entre materia viva y no viva. Sólo hay una jerarquía de intensidad desde el medio ambiente «material» de las rocas y de la atmósfera a las células vivas.
Sin embargo, a grandes profundidades debajo de la superficie, los efectos de la presencia de vida se desvanecen. Es posible que el centro de nuestro planeta no haya sido modificado como consecuencia de la vida, pero no sería juicioso darlo por sentado.
En algún tiempo de la historia de la Tierra, antes de que existiera la vida, la Tierra sólida, la atmósfera y los océanos todavía estaban evolucionando únicamente con las leyes de la física y la química. Estaban corriendo pendiente abajo hacia el estado estacionario e inerte de un planeta casi en equilibrio. Por un tiempo breve, en su vuelo precipitado entre los intervalos de los estados químicos y físicos, entró en un estado favorable para la vida. En un momento determinado, las células vivas recientemente aparecidas crecieron y su presencia afectó al medio ambiente de la Tierra hasta el punto Se detener la inmersión precipitada hacia el equilibrio.
En este instante, las cosas vivas, las rocas, el aire y los océanos emergieron para formar una entidad nueva, Gaia. Del mismo modo que cuando el espermatozoide se funde con el óvulo se concibe una nueva vida.
Las personas expertas en la resolución de rompecabezas saben que una etapa fundamental consiste en encontrar y conectar las piezas que tienen un lado recto correspondiente a los bordes, los límites de la escena. El descubrimiento de que los límites exteriores de la atmósfera son una parte de la vida planetaria ha definido de un modo parecido los bordes del rompecabezas de nuestro dibujo de la vida en la Tierra.
Una vez que el borde está totalmente ensamblado, por lo menos se conoce el tamaño del dibujo y es más fácil la colocación de los grupos interiores. Gaia no es un dibujo estático. Cambia permanentemente, así como la vida y la Tierra evolucionan conjuntamente.
Sin embargo en nuestro breve lapso de vida se mantiene estable el tiempo necesario para que empecemos a entenderla y ver lo hermosa que es.
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