4 - OLAS, RÍOS Y CAMINOS
La física del tiempo y de la profecía


En el umbral de un nuevo milenio, han surgido dos líneas de pensamiento respecto al significado de este peculiar momento en la historia. Están los que creen que corremos peligro, que vivimos en un peligroso tiempo de incertidumbre. Se han ocupado de preparar su supervivencia física para los días en que creen que comenzará el «final de los tiempos». Para estas personas, que utilizan las antiguas profecías, los problemas de la sociedad y la potencial amenaza de los desastres del mundo como refuerzo de sus creencias, cada nuevo conflicto global, nueva enfermedad o fracaso de la economía mundial se convierte en una prueba más. Al mismo tiempo, otras personas citan las mismas pruebas, pero ven el cambio de una forma muy distinta.


Los que tienden por la segunda interpretación, ante las mismas enfermedades, conflictos militares y azotes de la naturaleza, aun haciendo referencia a las mismas profecías, sienten que se está produciendo un extraño nacimiento, un elemento integral que está originando cambios igualmente extraordinarios en la raza humana. En último término esta visión sugiere que estamos entrando en una época de felicidad, paz y cooperación sin precedentes entre los pueblos y naciones del mundo. ¿Cómo pueden producir las interpretaciones de las mismas pruebas semejantes puntos de vista tan variados y diversos? Pero quizá la cuestión sea: ¿está nuestro futuro cerrado como producto de un antiguo plan, o hay una ciencia que nos permite escoger qué futuro vamos a experimentar?

 


EL TIEMPO Y LA VOLUNTAD DE GRUPO
Me agaché rápidamente para recoger mi riñonera y objetos personales de debajo del asiento. Podía oler el inconfundible olor de las pastillas de freno calientes, mientras el conductor detenía nuestro autocar turístico construido en Alemania. Las dos últimas horas habíamos atravesado una carretera de montaña, que en algunos sitios era poco más que un camino para un todo terreno.

 

Debido a los desprendimientos de rocas, el viento que levantaba arena y el casi inexistente mantenimiento de la carretera, esta en varias ocasiones se estrechaba hasta convertirse en una fracción de un solo carril. Cada vez el conductor nos había conducido magistralmente por los pasos difíciles, a veces eligiendo dar rodeos que siempre nos devolvían a la seguridad de la carretera principal. Descendíamos del pueblo de Santa Catalina a 1.310 metros sobre el nivel del desierto egipcio; sabía que el puesto de control en la carretera que teníamos enfrente estaba cerca del nivel del mar.


El motor, el aseo y atestados compartimientos de equipaje substituían a las ventanas que normalmente están situadas en la parte posterior de un autocar turístico. Me cambié a un asiento al: lado de una ventana, desde la cual podía ver por los retrovisores. El camión militar que nos había escoltado por las montañas todavía nos seguía, quizás a una distancia de dos coches. Mirando por encima de la cabeza del conductor pude ver que un vehículo de similares características al que nos escoltaba estaba fuera de la carretera, cerca de un puesto de guardia hecho de hormigón. El camión camuflado transportaba tropas, su parte posterior estaba cubierta por una tela oscura de color arena, que se extendía sobre una serie de aros de metal y se sujetaba a la base del vehículo:;` Recuerdo haber pensado en las similitudes entre los camiones militares de los desiertos de Egipto y los carromatos cubiertos del oeste estadounidense que había visto en los museos cuando era pequeño.


La luz matinal que asomaba desde detrás de las montañas de pronto dio vida a la realidad de estos camiones. Con los primeros rayos del sol del desierto, pude ver los rostros de los soldados, jóvenes egipcios que nos miraban con curiosidad desde sus bancos detrás de la lona. Con quizá cinco hombres sentados a cada lado, la misión del camión era escoltarnos a través del desierto del Sinaí hasta la enorme ciudad de El Cairo. Casi con la misma rapidez con la que cambia el clima, la situación política había variado inesperadamente durante el tiempo que habíamos estado en las montañas. Ahora en nuestra ruta por tierra de regreso al hotel, se había instaurado un sistema de puestos de control para nuestra seguridad y para tenernos siempre localizados. Sabía que en cuestión de segundos un guardia entraría en el autocar, aprobaría nuestros documentos de viaje y reemprenderíamos la ruta.


Tras cruzar los primeros puestos de control, pronto nos encontramos en la ruta de las brillantes playas del mar Rojo en dirección al canal de Suez. Cerré los ojos e imaginé la misma escena hace tres mil años, cuando los habitantes de Egipto viajaban por una ruta similar en dirección a la montaña de donde ahora regresábamos. Salvo por el transporte y las carreteras, ¿cuánto había cambiado realmente? Al calor del sol del final de la mañana, me puse a hablar con los miembros de nuestro grupo y a explicarles que esa tarde entraríamos en las antiguas cámaras de la Gran Pirámide.


De pronto, levanté la mirada cuando nuestro autocar se detenía en un transitado boulevard. Miré por la ventana para ver si encontraba alguna señal que me orientara. A nuestra izquierda había una vista familiar, que había contemplado muchas veces en las revistas, así como en persona. Para confirmar nuestra localización, miré a la derecha. Nos detuvimos delante de un monumento que es uno de los símbolos más poderosos para todos los egipcios, quizá más significativo que las propias pirámides: la tumba de su ex presidente Anwar al-Sadat.


Mientras me desplazaba hacia la parte frontal del vehículo, pude ver las escoltas delante de nosotros. Los soldados habían saltado de debajo de las lonas y estaban arremolinándose por delante del autocar con nuestro conductor. Bajé a la calle desde el último escalón del autobús y observé algo muy especial. La escolta, nuestro conductor y nuestro guía egipcio Mohammed, tenían todos expresiones de asombro en sus rostros. Algunos señalaban sus relojes. Otros hablaban nerviosamente entre ellos intercalando su idioma egipcio.

-¿Qué pasa? -le pregunté a nuestro guía-. ¿Por qué nos hemos detenido aquí en vez de hacerlo en nuestro hotel, que todavía está a una hora de camino?
Mohammed me miró asombrado.
-Algo no va bien -contestó, con una rara intensidad para su habitual tono distendido-. ¡No deberíamos haber llegado tan pronto!
-¿Qué dices? -le pregunté-. Aquí es precisamente donde debíamos estar, de camino a nuestro hotel en Gizeh.
-No -dijo él-. Tú no lo entiendes. Es imposible que estemos aquí. ¡Todavía no ha pasado el suficiente tiempo desde que salimos de Santa Catalina para que ya hayamos llegado a El Cairo! Tardamos al menos siete horas en cruzar por debajo del Canal de Suez, atravesar el desierto y llegar hasta las montañas. Al menos siete horas. Con las paradas en los puestos de control, aún deberíamos haber llegado más tarde. Mira a los guardias ¡No creen lo que ven sus ojos! Han pasado sólo cuatro horas. Es un milagro que estemos aquí.

Al observar a esos hombres delante de mí, una extraña sensación recorrió todo mi cuerpo. Aunque había tenido experiencias similares solo, nunca me había pasado en un grupo. Siguiendo las señales de limitación de velocidad, más las paradas adicionales en los puestos, ¿cómo podíamos haber reducido el tiempo de viaje casi a la mitad?


Aunque la distancia entre el monte Sinaí y El Cairo no había cambiado, nuestra experiencia de recorrer la distancia sí. ¡Estaba registrado en todos los relojes de los militares, guardias armados y pasajeros del autocar! Era como si nuestros recuerdos del día, en nuestra mutua presencia, se hubieran prensado de algún modo en una experiencia de una fracción del tiempo que se suponía que íbamos a tardar. ¿Dónde estaba el resto de nuestro tiempo? No fuimos conscientes del fenómeno mientras ocurría. La cuestión es: ¿cómo sucedió y por qué?


Quizás aquí encontraremos la clave. En nuestra inocencia de anticipar las experiencias dentro de las pirámides y de hablar de ellas como si ya estuviéramos dentro de las antiguas cámaras, nuestra impresión de lo largo que nos parecía el viaje se había transmutado en cómo nos sentiríamos al estar allí dentro.

 


MILAGRO SIN MEDICINAS
Las luces se atenuaban a medida que nos acercábamos a las sillas de la parte posterior de la habitación. Al haber llegado más tarde de lo que esperábamos, mi esposa y yo no encontramos muchas opciones para sentamos juntos. Las sillas de acero inoxidable, generalmente orientadas hacia una mesa que se hallaba al otro lado del salón de baile, parecían haber sido ordenadas al azar por el personal del hotel. A los pocos momentos de haber encontrado asiento, la clase comenzó con las formalidades y presentaciones habituales.


Mientras estudiaba en una clínica a las afueras de Pekín, el instructor había grabado en vídeo los efectos de un antiguo arte de sanación basado en técnicas del movimiento, la respiración, el pensamiento y el sentimiento. Empezó a preparamos para lo que íbamos a ver. El vídeo nos mostraría un fenómeno de las tradiciones asiáticas que la ciencia occidental no podía explicar. Las experiencias anómalas de esta clase suelen clasificarse como milagros. Para las personas que habían acudido a esta clínica como último recurso, elegir el amor, el movimiento especializado y el desarrollo de la fuerza vital (chi) por encima de la medicina y la cirugía era la respuesta a sus plegarias. Justo cuando la luz de la habitación se apagaba, la televisión que estaba cerca del instructor se encendió.

 

Mi esposa y yo agarramos las patas de las sillas para moverlas rápidamente un poco más hacia delante y ver mejor la pantalla. El vídeo que estábamos viendo había sido grabado en la Clínica y Centro de Formación Huaxia Zhineng Qigong, el «hospital sin medicinas» de la ciudad china de Qinhuangdao. La cinta empezaba mostrando a una paciente estirada en una camilla de un centro sanitario. Parecía estar totalmente despierta y consciente, no estaba anestesiada ni había señales de que se usara ningún tipo de anestesia.

 

La mujer llevaba poca ropa y su camisa había sido modestamente retirada hacia arriba para dejar al descubierto su abdomen inferior. A la luz del vídeo y de la sala de hospital, su estómago brillaba con un gel preparatorio que parecía mojado y resplandecía. Sentada al lado de la paciente había una enfermera que movía un transductor de ultrasonidos a través de la tensa y suave superficie del vientre de la mujer.


Justo detrás de la paciente había tres médicos. Iban vestidos de blanco y estaban sólo a unos centímetros de ella. Los hombres parecían estar muy concentrados, mientras permanecían de pie cerca de la parte superior de su cuerpo. Uno de los hombres inició un movimiento con sus manos, las movía silenciosamente por e aire encima de la cara y el pecho de la mujer.


Luego, el vídeo transmitió la imagen ecográfica, que nos mostró la vejiga de la paciente durante el proceso. Las paredes y la curvatura se veían con claridad.' En esta imagen empezó a aparecer algo más, algo que se suponía que no debía estar allí.

-Están viendo un cáncer de vejiga -nos explicó el instructor-, un tumor de aproximadamente 7,5 centímetros de diámetro.

Estábamos viendo el tumor tal como era en ese momento según lo captaba la ecografía. La cámara se acercó a la pantalla, mientras éramos testigos de un acontecimiento para lo que no había explicación en la ciencia occidental. Todo el mundo se quedó en silencio al prever lo que iba a suceder. Incluso las viejas sillas plegables dejaron de chirriar mientras el grupo observaba asombrado el desarrollo del milagro ante sus propios ojos.


Mientras el asistente sanitario continuaba monitorizando el acontecimiento mediante los ultrasonidos, los tres hombres que estaban de pie detrás de la paciente estaban trabajando juntos. Participaban al unísono en un modo de sanación que se conoce desde hace siglos. El único sonido que irrumpía en el proceso procedía de los propios hombres. Repetían una palabra una y otra vez, una palabra que aumentaba en sonido e intensidad a medida que avanzaba la sanación. Traducido libremente al inglés estaban diciendo «ya se ha ido», «ya se ha conseguido».
 

El cambio empezó lentamente, casi de modo imperceptible. La forma cancerosa empezó a temblar, como si estuviera respondiendo a alguna fuerza invisible. Mientras continuaba el movimiento con el resto de la imagen perfectamente enfocada, toda la masa empezó a desaparecer. En cuestión de segundos, el tumor se disolvió ante nuestros ojos. En sólo dos minutos y cuarenta segundos el tumor había desaparecido. ¡Sencillamente había desaparecido! Se había producido una sanación, tan completa que la ecografía ni siquiera indicaba una cicatriz en el tejido que el tumor había invadido.

 

A medida que la cámara se apartaba de la pantalla del ordenador, la paciente, todavía despierta y consciente, parecía sentirse aliviada por lo que oía en la habitación. La enfermera y los tres hombres consultaron entre ellos y luego asintieron con la cabeza; su curación había tenido éxito. Se saludaron educadamente inclinándose desde la cintura y aplaudieron suavemente, en señal de reconocimiento de su logro.


Al principio reinaba el silencio en la sala. Luego se escucharon suspiros que dieron paso a sonidos de admiración y felicitaciones por lo que habíamos presenciado. ¿Qué había sucedido? ¿Por qué la ciencia no tiene ningún mecanismo que explique este hecho?


Las dos historias anteriores son importantes por dos razones. En Primer lugar, cada una ilustra una experiencia compartida en presencia de un grupo, en lugar de ser una experiencia única de un solo individuo. Fuera lo que fuera lo que sucedió con nuestra percepción del tiempo ese día en el desierto del Sinaí en Egipto, le sucedió a muchas personas de muy distintas procedencias, creencias y religiones. En el grupo de personas que realizamos el viaje a través de la península del Sinaí había guardias musulmanes y cristianos, así corno viajeros musulmanes, budistas, judíos y cristianos. Todos teníamos nuestras propias creencias respecto a nuestra relación con este mundo y nuestras razones para estar en el desierto esa mañana.


Asimismo, la desaparición del cáncer fue presenciada por cuatro personas sin contar a la paciente. Además, fue grabada por un cámara, lo que ya suman cinco testigos. Eso también era una experiencia de grupo.


Para nuestro grupo del autocar, la llegada con antelación a El Cairo, tras haber estado encerrados en la Gran Pirámide durante cuatro horas con un acceso privado, fue el tema del día. Para muchos amigos de nuestro círculo, eso era la culminación de un sueño que había comenzado en la infancia y se había hecho realidad gracias a trabajar mucho y a pasar meses planificándolo. La clave de esta historia y la sanación de la mujer con cáncer es que el grupo estaba concentrado en sentir el resultado más que en sentir cuánto tiempo tardarían en conseguirlo. Esta es una distinción sutil y poderosa a la vez, que será todavía más significativa en discusiones posteriores.


La segunda razón por la que he compartido estas historias es que, en cada caso, los acontecimientos no tienen explicación para la ciencia occidental actual. ¿Cómo explicamos un hecho que hemos experimentado personalmente, como la compresión del tiempo y una sanación física instantánea, sin un sistema de creencias que nos permita concebir semejante cosa? Quizá la forma de responder a estas preguntas sea indagar en la naturaleza del tiempo - a través de los ojos de nuestros antepasados, así como con la visión de la ciencia moderna.

 


EL MISTERIO DEL TIEMPO
Desde que la humanidad empezó a registrar los relatos de su experiencia en este mundo, el tiempo se ha presentado como un concepto que nos intriga. Nuestro único método para explorar la misteriosa cualidad que experimentamos como tiempo ha sido especular sobre su naturaleza. Al no poder atrapar, fotografiar o registrar el tiempo, nos quedamos con las mediciones relativas de los acontecimientos que ocurren dentro del mismo.

 

Estas mediciones son descritas con frecuencia como «ahora» y «entonces», o como «antes» y «después» del acontecimiento. Las tradiciones indígenas a veces ven el tiempo como un río que fluye en una sola dirección, con las experiencias de la raza humana inextricablemente vinculadas de algún modo a la vida de ese fluir. Otras tradiciones consideran el tiempo como una senda, que trasciende las membranas del espacio y que se puede recorrer en dos direcciones. Esta perspectiva sugiere que el tiempo se origina en alguna parte y termina en otra, y nos deja que viajemos y experimentemos los puntos que hay entre medio.


Independientemente de cómo percibamos el espacio que hay entre «entonces» y «ahora», el tiempo se ha convertido en el factor dominante en nuestra forma de ver nuestras vidas. Nuestros días consisten en prepararnos para el futuro, mientras planificamos lo que vamos a hacer al momento, al día siguiente o el próximo año. Desde los hechos aparentemente insignificantes, como dónde comeremos dentro de veinte minutos, hasta los acontecimientos históricos, como el encuentro de dos naves de distintas naciones en el espacio, el tiempo es un hilo común que nos une mediante la sincronización de las experiencias en nuestro mundo.


A la luz de las profecías en lo que respecta a nuestras posibilidades para el futuro, nuestra comprensión del tiempo puede tener más importancia ahora que en ningún otro momento de la historia de la humanidad. Hay una antigua escuela de pensamiento, una creencia que ha perdurado durante al menos cinco mil años, que sugiere que el tiempo y los acontecimientos del futuro no sólo están inextricablemente relacionados, sino que también son coherentes y se pueden conocer.

 

Además, esta línea de pensamiento sugiere que los acontecimientos catastróficos de las profecías, los que tienen el potencial de amenazar la existencia de nuestra especie, pueden ser conocidos y evita dos, o al menos, podemos prepararnos para ellos. Un renovado equipo de investigación, dirigido por destacados físicos y matemáticos de nuestros días, ahora da credibilidad a esta línea de pensamiento. Una cosa parece ser cierta: para comprender la profecía como acontecimientos que suceden en el tiempo, primero hemos de comprender la naturaleza del tiempo.

 


CIENCIA CONFLICTIVA
Sorprendentemente, gran parte de la misma ciencia que se ríe de los milagros y de las profecías todavía ha de llegar a un consenso sobre la naturaleza básica del mundo. Aunque nuestra tecnología haya colocado sensores automáticos en la superficie de otros mundos y haya extendido nuestros sentidos hasta los confines de este universo conocido, todavía no está segura acerca de quién estaba antes que nosotros, ni siquiera respecto a la edad de la propia Tierra.


Durante casi cien años, por ejemplo, la física ha estado intentando definir las fuerzas causantes de nuestro mundo actual, las mismas fuerzas que cambiaron el aspecto del tumor de la mujer y comprimieron nuestro sentido del tiempo en Egipto. Se cree que, una vez descubierto, el mecanismo responsable de los acontecimientos de nuestras vidas cotidianas nos describirá el funcionamiento del cosmos. Las teorías de la física clásica y la física cuántica, divididas en dos líneas de pensamiento, forman el escenario para estas dos posibilidades.


La física clásica es el conjunto de leyes que se utilizaron para explicar nuestro mundo hasta aproximadamente la década de 1920. Las leyes del movimiento de Isaac Newton, las teorías de la electricidad y el magnetismo de Maxwell y la teoría de la relatividad de Einstein, por ejemplo, fueron útiles para explicarnos los acontecimientos cotidianos hasta esa época. No obstante, las tecnologías que se están desarrollando, han permitido a los científico ver más allá de los hechos cotidianos, y han visto expresiones de la naturaleza que no podían ser explicadas por la física clásica. Desde el mundo de las partículas subatómicas y las galaxias distantes, empezó a emerger una física rectificada para explicar los nuevos fenómenos observados. Al proponer teorías de ciencia ficción de viajar por el tiempo y de universos paralelos, las matemáticas de dichas posibilidades se convirtieron en la ciencia de la física cuántica.


En algunos casos, las dos escuelas de pensamiento no estaban de acuerdo. Una de las claves de la controversia fue si lo que experimentamos en el mundo era producido por una secuencia predeterminada de acontecimientos que podían ser conocidos, o si en el proceso de la vida había un grado inherente de casualidad. En otras palabras, si pudiéramos identificar todos los acontecimientos que conducen a un momento dado, ¿tendríamos la información necesaria para predecir el resultado de un momento, o habría otro agente de cambio que no se podría explicar en dicho conocimiento? Formulada en tiempo presente, ¿puede un acontecimiento, que ya se ha puesto en movimiento, cambiar sin una razón física evidente, sin una fuerza que aparentemente actúe sobre él mismo?


La idea de que un resultado específico ocurre debido a acontecimientos anteriores se denomina determinismo. El determinismo, atribuido al filósofo alemán Gottfried Leibniz, afirma que todo lo que presenciamos o experimentamos en nuestro mundo, independientemente de su aspecto fortuito, sucede debido a los acontecimientos que lo han precedido. La teoría está mejor descrita con las palabras del propio Leibniz:

«Nada tiene lugar sin una razón suficiente; es decir, si alguien tiene suficiente conocimiento, siempre puede explicar por qué las cosas pasan de ese modo ».1

Últimamente, el determinismo ha sido mejor aclarado por cualificados científicos como Jacques Monod, premio Nobel de Biología en 1965. Monod describe su punto de vista declarando que «cualquier cosa puede ser reducida a simples y obvias interacciones Mecánicas».' Desde esta perspectiva del determinismo, la aparente curación del tumor cancerígeno tuvo lugar debido a hechos que condujeron a ese momento de sanación. Si conociéramos cada uno de esos hechos, el concepto que tenemos de los milagros desaparecería y veríamos la sanación como un resultado lógico de una secuencia de acontecimientos.


En el mundo de la mecánica cuántica, sin embargo, un evento como la compresión del tiempo o la sanación de un tumor ofrece una perspectiva muy diferente. El agente adicional ha sido identificado como «libre albedrío».
 

 

UNA NUEVA FÍSICA
La clave de la física cuántica puede hallarse en el propio nombre de la ciencia. Cuanto se define como «una cantidad discreta de radiación electromagnética». Los físicos hablan ahora de la creación como algo no sólido y discontinuo. La ciencia de la física cuántica ha demostrado que nuestro mundo en realidad se produce en brevísimos y rápidos estallidos de luz. Lo que creemos ver como el balanceo del bateador en el «home plate», por ejemplo, en términos cuánticos es una serie de acontecimientos individuales que tienen lugar muy deprisa y con muy poca distancia entre ellos. Al igual que las múltiples imágenes que forman una película, estos acontecimientos son en realidad minúsculos impulsos de luz denominados cuantos.

 

Los cuantos de nuestro mundo suceden con tanta rapidez que aunque nuestros ojos sean capaces de percibirlos, nuestra mente no diferencia los pequeños estallidos de luz. En su lugar, las pulsaciones son vistas en conjunto como un acontecimiento continuado; en el ejemplo que hemos dado, el balanceo del bateador. La física cuántica es el estudio de estas diminutas unidades de ondas radiantes, fuerzas no físicas cuyo movimiento crea nuestro mundo físico.


En los últimos años, los científicos han recurrido a sus observaciones del mundo cuántico del átomo para explicar los misterios que se han presenciado en los confines del cosmos. Se cree que si un acontecimiento es observado a pequeña escala, quizá se pueda aplicar el mismo mecanismo para comprender los acontecimientos a gran escala. La física cuántica nos permite ahora «milagros» como la desaparición de un tumor y nuestra experiencia del tiempo perdido, posibilidades que antes se consideraban imposibles.

 

Por ejemplo, ¿nuestros vehículos y nuestro grupo sencillamente cambiaron su percepción del tiempo, o sucedió algo todavía más sorprendente? ¿Es posible que esa mañana en el desierto del Sinaí participáramos en un hecho que desafió los límites de nuestra imaginación, la posibilidad de experimentar múltiples realidades y de saltar de un resultado a otro sin tan siquiera ser conscientes de ello?


Si, en realidad, el tiempo transcurre como si fuéramos por una ruta de dos direcciones, ¿es posible que la ruta tenga múltiples carriles? ¿Podrían los acontecimientos empezar en un carril del tiempo y llegar a un punto en otro carril con un resultado distinto? ¿Podemos iniciar una línea de acontecimientos y «saltar» a mitad de camino para obtener un nuevo resultado? Si es así, esto implica la posibilidad de que existan múltiples resultados para un mismo hecho que ya ha comenzado. Las 80 implicaciones de este tipo de pensamiento dan un nuevo sentido de esperanza a las predicciones de destrucción y sufrimiento global y, al mismo tiempo, nos invitan a considerar las elecciones que hacemos en nuestra vida cotidiana como vínculos directos con experiencias futuras.


La existencia de muchos resultados para un mismo acontecimiento fue predicho en la física cuántica hace casi ochenta años. Actualmente, científicos como Fred Alan Wolf y Richard Feynman han dado un nuevo sentido a estas posibilidades esotéricas vinculando las posibilidades cuánticas a la vida cotidiana. De todas las incertidumbres de un universo con muchas posibilidades, están claros dos componentes.

 

Primero, el hecho que se puedan considerar múltiples resultados implica que cada posibilidad ya ha sido creada y está presente en nuestro mundo. Quizás en algún lugar de la creación, en una forma que todavía hemos de reconocer, hay una mezcla embrionaria de lo físico y lo no físico, cada resultado espera ser llamado al centro de nuestra conciencia.

 

Segundo, mientras un resultado cede su lugar a otro, durante un breve momento los dos ocupan el mismo espacio al mismo tiempo. Mientras un acontecimiento llega a la atención de nuestros sentidos, este ha de ser capaz de superponerse a un segundo acontecimiento, aunque sólo sea durante la fracción de segundo en que se cruzan los dos.


La física cuántica propone un nombre para la realidad que tiene lugar durante el tiempo en que dos átomos ocupan el mismo punta; en el mismo espacio, en el mismo momento. Esta consecuencia la denomina condensado de Bose-Einstein, en honor a los autores de las ecuaciones que predicen este caso. Estos condensados ahora se han podido observar y documentar en el entorno de laboratorio. Jeffrey Satinover relata que las condiciones Bose-Einstein se han dado en «condensados» de hasta 16 millones de átomos de berilio fusionados producidos en laboratorio a finales de los noventa.

 

Además, Satinover cuenta que el material creado a raíz de los experimentos es «lo bastante grande como para ser visto con los ojos y ha sido fotografiado». Sólo con estos estudios, aunque los sucesos que experimentamos en el desierto egipcio y la sanación que presenciamos en el vídeo parezcan contrarios a las leyes de la naturaleza, entran ya dentro de la conducta prevista de las leyes de la naturaleza que sugiere, la física cuántica.


Quizás el hecho de considerar múltiples oportunidades nos revele uno de los grandes misterios de las ciencias de la creación ¿por qué gran parte de nuestro universo parece no «existir»? Con los grandes ordenadores que siguen las huellas de los pasos de l creación hasta el Big Bang en el principio del tiempo, se desarrolla rápidamente un misterioso fenómeno. Poco después del instante en que los científicos creen que empezó nuestro universo, aproximadamente el 90 por ciento del mismo «desaparece», quedando! sólo un 10 por ciento que se puede explicar dentro de los modelos.

 

Al mismo tiempo. los investigadores de las ciencias de la vida nos piden que consideremos un segundo misterio. Los estudios, sobre el cerebro humano sugieren que los seres humanos utilizamos sólo una fracción del cerebro, aproximadamente un 10 por ciento. El funcionamiento del 90 por ciento restante queda por explicar y se cree que está en estado latente. Por supuesto, hay teorías como los «circuitos biológicos redundantes múltiples» y un todavía no realizado estado de evolución en que utilizaremos más el cerebro.

 

Sin embargo, todavía quedan por explicar los cálculos numéricos. Sólo utilizamos el 10 por ciento de nuestro cerebro, y sólo se puede dar una explicación del 10 por ciento de la masa del universo. ¿Dónde está el 90 por ciento restante de la creación y cuál es el propósito de ese 90 por ciento «inutilizado» de nuestro cerebro? ¿Es una coincidencia que estos porcentajes estén tan correlacionados? ¿Qué nos están mostrando u ocultando los modelos informáticos y los biólogos?


Ni el modelo ni los científicos de la vida en el pasado tienen en cuenta una de las dinámicas de la creación más fundamentales y posiblemente la menos comprendida, el componente de la dimensionalidad. En nuestra siempre cambiante visión de la creación, muchos científicos ahora creen que todo lo que conocemos como nuestro mundo, en esencia está formado por la misma sustancia, de diminutas partículas de luz (cuantos) que vibran a diferentes velocidades. Algunas formas de luz vibran tan despacio que aparecen en la forma de minerales y rocas. Otras vibran más deprisa y se manifiestan como plantas, animales y personas, mientras que otras mucho más rápidas son las que crean nuestras ondas de televisión y de radio.

 

Pero, en último término, todas ellas pueden reducirse a una cualidad de luz vibratoria. Las observaciones de los físicos y de los científicos no tienen en cuenta los parámetros de la dimensionalidad, hechos que tienen lugar a un índice de velocidad vibratoria tan elevado que parecen estar más allá de nuestro alcance de percepción física. Las nuevas investigaciones sugieren que nuestro mundo no termina con las vibraciones observadas en los gráficos convencionales de ondas cósmicas, que vibran por encima de los 1022 ciclos por segundo.

 

Los cosmólogos ahora intuyen que poco después del momento de la creación, el universo se estaba expandiendo con tal rapidez que su vibración ya no se podía expresar dentro de las leyes de la experiencia tridimensional. Según esta teoría, ¡el 90 por ciento del universo estaría vibrando literalmente en estados más elevados de expresión ! Este 90 por ciento puede representar el lugar donde se encuentran los universos paralelos de la teoría cuántica.

 


DENTRO Y FUERA DEL TIEMPO: PUNTOS DE ELECCIÓN
Con frecuencia, cuando se hace referencia a las posibilidades paralelas se mencionan las teorías de Hugh Everett III, un físico pionero de la Universidad de Princeton. Everett desarrolló las ideas de universos paralelos como respuesta a los enigmas de las realidades cuánticas. En un ensayo escrito en 1957, que llevaba por título «Relative State Formulation of Quantum Mechanics» [El estado relativo de la formulación sobre la mecánica cuántica], Everett llegó hasta dar un nombre a los momentos del tiempo en que se podía cambiar el curso de un acontecimiento. Llamó a estas ventanas de oportunidades «puntos de elección».'

 

Un punto de elección se produce cuando aparecen condiciones que crean un camino entre el actual curso de los acontecimientos y un nuevo curso que conduce a nuevos resultados. El punto de elección es como un puente que hace posible que comience un camino y que cambie d curso para experimentar un resultado nuevo.


Desde esta perspectiva, en el momento en que los tres médicos la paciente eligieron la visión de que el tumor ya no existía, se estaba trasladando a un punto de elección que daría un nuevo resultado. Al cambiar su sistema de creencias, trascendieron cualquier intento de «sanar» la expresión física de un hecho que ya había ocurrido. Lo que hicieron fue enfocar los orígenes no físicos del tumor y adoptaron un pensamiento, sentimiento y emoción desde un lugar donde nunca había existido. Sus acciones se convirtieron en el atrayente de un punto de elección, permitiendo de ese modo el salto cuántico desde un curso de acontecimientos que ya estaba en camino a otro nuevo con un resultado diferente. Las herramientas que hacen posible semejante cambio se encuentran en sus creencias: los pensamientos, sentimientos y emociones de que la nueva realidad ya estaba en su lugar.


Contrariamente a lo que se piensa de que semejante cambio ha de ocurrir lentamente, en largos períodos de tiempo, la nueva posibilidad ocupó su lugar y la anterior fue eliminada ¡en tan sólo dos minutos y cuarenta segundos!
Los puntos de elección pueden suceder con más frecuencia de la que pensamos. En nuestra definición de los cuantos como pequeñas pulsaciones de luz que crean nuestra realidad, abrimos la puerta a una extraordinaria posibilidad: ¡una nueva definición del tiempo!

 

Al igual que ahora los físicos creen que la materia está hecha de múltiples y breves explosiones, en lugar de ser un campo continuo, nuestros antepasados también creían que se producía de un modo similar. En cada estallido experimentamos los eventos que tienen lugar en el mundo. Cuantas más explosiones de luz entrelacemos, más larga será la duración de nuestra experiencia. A la inversa, cuantas menos explosiones, más breve será la experiencia en general.


Para que exista un final en una pulsación de luz antes de que comience la siguiente, debe haber un espacio entre ambas. Podemos entender nuestra experiencia sobre la Tierra como una pequeña metáfora para la experiencia a gran escala del cosmos (como arriba, así abajo), del mismo modo que los esenios hicieron una comparación similar entre la respiración humana y la respiración del cosmos. En el Evangelio esenio de la paz, por ejemplo, se nos recuerda que «en la pausa entre la inspiración y la espiración se ocultan todos los misterios ...».6

 

En la filosofía esenia, los espacios entre las explosiones cuánticas se pueden ver como pequeñas expresiones de la quietud entre cada respiración. Es en los espacios intermedios, en el silencio entre las pulsaciones de la creación, donde tenemos la oportunidad de «saltar» de una posibilidad a la siguiente. Este es el espacio donde ocurren los milagros.

 


CUANDO EL TIEMPO SE RALENTIZA
En 1977, el invierno parecía haber llegado de repente en Missouri. Había sido aceptado en una universidad al norte de Colorado para finalizar mis estudios sobre ciencias de la Tierra, pero no estaba, preparado para los interminables recados y trámites burocráticos que ocupaban todos mis días antes de mi marcha. Quizás esta sea la razón por la que hay una cosa que recuerdo muy bien, que destacó entre todas las demás en esos ajetreados días de preparativos.


La semana antes de que comenzaran las clases, fui testigo de tres accidentes de tráfico separados en las carreteras y autopistas, cercanas a nuestra casa. Aunque nunca estuve directamente implicado en ninguno de ellos, yo fui el primero en llegar en los tres casos. En cada ocasión, pude ver lo que iba a suceder y me sentí' impotente para hacer algo al respecto.
En el tercer incidente, yo estaba parado en un semáforo justa' delante de un cruce. De pronto, a mi izquierda, vi un coche azul: pequeño que aceleraba, mientras el resto de los vehículos frenaban para respetar la señal. Miré al semáforo y enseguida supe lo que ibas a suceder.

 

La mujer que conducía estaba intentando escurrirse con el semáforo en ámbar. De pronto, el semáforo cambió y vi algo que no había visto antes. Al otro lado del cruce había un vehículo en el mismo carril, pero en sentido contrario. Cuando el semáforo estaba cambiando a rojo, al coche que estaba esperando en el cruce se le puso verde y empezó a girar, justo cuando el coche azul aceleraba: para aprovechar el ámbar. La escena se había desarrollado en un instante.


Aunque todo sucedió en cuestión de segundos, mi experiencia del momento fue mucho más larga. Una extraña mezcla de impotencia y fascinación me invadió mientras velaba por la seguridad de mi propio vehículo. Vi a cámara lenta cómo chocaban los dos, coches y se encastraban. La mujer que conducía el coche azul llevaba a un niño en el asiento de atrás, según parece sin sillita ni cinturón de seguridad. Mi fascinación se transformó en horror cuando vi al pequeño, vestido con una chaqueta de plumón y la cabeza cubierta con un gorro de punto, salir disparado por el aire y salta sin poder hacer nada hacia los asientos delanteros.

 

A cámara lenta el niño se golpeó con el parabrisas, luego se deslizó hacia abajo por el cristal hasta el salpicadero, para caer sobre una pila de ropa que había en el asiento. Durante esos breves segundos, sentí que el mundo se ralentizaba como si fuera a paso de tortuga. Al igual que cuando estás viendo un vídeo, y vas congelando cada imagen, la escena era muy vívida, lúcida y real.


Muchas personas han relatado experiencias similares, bajo una serie de distintas circunstancias. Comparto esta por una razón. Durante la semana de los tres accidentes, que culminó con el que acabo de describir, observé un tema común en cada una de las experiencias. Estaba claro que yo determiné cómo vi cada acontecimiento por el modo en que sentía lo que estaba viendo. Por ejemplo, el día del tercer accidente, mis emociones de horror se unieron a mis pensamientos de fascinación respecto a lo que estaba ocurriendo y lentifiqué mi visión del suceso a paso de caracol.

 

Era como si alguien me hubiera mostrado toda la escena grabada en una baraja de cartas, con cada imagen un poco diferente de la anterior. En tales casos, cuanto más rápido se pasan las cartas, más rápida es la acción. El accidente me recordó precisamente esta metáfora, y los poderes que movían esa baraja lo hacían muy despacio. En ese efecto de tortuga, presencié el accidente y recuerdo detalles específicos que, con toda probabilidad, de otro modo se me habrían pasado por alto.

 

Ese día, mi experiencia de la ciencia cuántica trascendió la teoría y los «¿qué pasaría si?», para convertirse en la realidad de una experiencia muy tangible de ver los acontecimientos, así como los espacios intermedios.
 


EL EFECTO MARIPOSA
Por extrañas que puedan parecer las ideas de la teoría cuántica, explican las observaciones de los experimentos subatómicos con tal éxito que en ochenta años no se ha hallado otra mejor. Estos son los experimentos que preparan el camino para nuevas reflexiones sobre nuestro papel en la historia y el destino de la raza humana. En los artículos divulgativos podemos ver que es evidente que los investigadores han estudiado seriamente la posibilidad de observar el tiempo e influir en los resultados. ¿Qué podemos hacer con esa información? ¿Cómo afecta a nuestras vidas, día a día, un conocimiento de tal magnitud?


Para conseguir que esta información tan abstracta desempeñe un papel importante en nuestras vidas, como mínimo hemos de poseer un entendimiento conceptual de cómo trabajan los principios. Al aplicar nuestra nueva física al antiguo don de la profecía, contamos ahora con un vocabulario más amplio para describir las visiones de los antiguos videntes y el papel de sus visiones en nuestras vidas. Sin la ventaja de ese lenguaje y de esos modelos conceptuales, los antiguos profetas con frecuencia se quedaban, sólo con una vaga idea sobre el futuro, tan lejano a su tiempo que ni siquiera tenían las palabras para describir lo que habían visto.


Quizá nuestro concepto del tiempo como una ruta por la que se circula en dos direcciones podría servirnos para aplicar las ideas sobre las profecías previamente sugeridas. Un profeta que se hallara en medio de dicha ruta podría aplicar su don de profetizar proyectando sus sentidos hacia delante o en dirección contraria. En lugar de mirar al horizonte para ver hasta dónde puede llegar su visión del tiempo, las percepciones del profeta en realidad se desplazan por la ruta hasta adentrarse en otra experiencia del espacio E del tiempo.

 

Aunque el cuerpo de Nostradamus parezca estar en el presente, por ejemplo, sentado en una silla delante del hogar de sur, estudio en 1532, de hecho la conciencia del profeta ha navegada por la vía del tiempo hasta la realidad de un futuro distante. La clave para comprender la profecía es que el futuro que se observa es el resultado lógico de las circunstancias en el momento de las profecías. Si algo hubiera de cambiar entre el momento del presente y el tiempo del futuro, entonces los resultados de las profecías, habrán de reflejar ese cambio.


La física cuántica ha dado pie a un maravilloso vocabulario nuevo para poder describir justamente esas experiencias. Descripciones, que en un principio, pueden parecer que muy poco tienen que ver con la ciencia de la que se está hablando, poseen una forma muy elocuente de hacer comprensibles ideas complejas. El «efecto mariposa» es una de esas descripciones. El efecto mariposa, utilizado normalmente para describir la relación entre el momento del cambio y el posible resultado que se producirá a raíz de ese cambio en un tiempo posterior, se conoce formalmente como dependencia sensitiva en las condiciones iniciales. En resumen, este efecto confirma que pequeños cambios en las condiciones iniciales pueden conducir a grandes cambios en un resultado posterior.

 

Al igual que las ideas complejas eran descritas mediante historias sencillas en el pasado, en la actualidad utilizamos una parábola para ilustrar el efecto mariposa. La frase sugiere:

«Si una mariposa agita sus alas hoy sobre Tokio, un mes más tarde puede provocar un huracán en Brasil».'

El poder del efecto mariposa nos recuerda lo importantes que pueden llegar a ser los pensamientos y las acciones del momento, y se puede ilustrar gráficamente como un error localizado con consecuencias globales. ¿Es posible que un error aparentemente insignificante, como una mala maniobra del conductor de un dignatario extranjero, pueda provocar una guerra global?

 

Precisamente la historia fue testigo de dicho efecto en el primer cuarto del siglo XX. Era el año 1914 y el dignatario era el archiduque Francisco Fernando de Austria. Un documental sobre los desencadenantes de la Primera Guerra Mundial señalaba:

«Una equivocación del conductor del archiduque llevó al heredero al trono de Austria a encontrarse de frente con [su asesino] Gavrilo Princip».

¿Qué habría pasado si el conductor hubiera girado por otra calle o si ni siquiera hubiera conducido ese día? Aunque el asesinato del archiduque bien hubiera podido acontecer en otro punto de la línea del tiempo, probablemente no habría sucedido ese día y de ese modo. Quizá la misma equivocación cometida más tarde se habría producido en un mundo cuyo clima político hubiera permitido que todo quedara en un error.


Estas visiones nos pueden servir de recordatorio para no subestimar el poder del efecto mariposa por la delicadeza de su homónima. Al ver las profecías de hace miles -de años sobre nuestro futuro, el efecto mariposa puede explicar por qué algunas de ellas parecen haberse cumplido fielmente, mientras que otras parecen haber fallado por completo. Si tenemos en cuenta que cualquier cambio dentro de la generación en la que se ha hecho la profecía puede afectar al resultado de la misma, es sorprendente que las visiones sobre nuestro tiempo vistas hace miles de años guarden alguna semejanza con la visión original del profeta.
 

Si seguimos con nuestra analogía de la ruta, lo que los antiguos profetas puede que supieran, o quizá no, es que en una senda paralela al lado de la ruta del tiempo por la que circulaban, había otra que se movía al mismo tiempo y en la misma dirección. Cerca de esa ruta hay otra, y al lado otra. Cada una de ellas es invisible para las demás. Cada ruta está ocupada por una superposición, copias sutiles de los mismos lugares, acontecimientos y personas en las mismas ciudades, países y continentes. La diferencia entre las rutas es que la experiencia en cada una de ellas cambia ligeramente en relación a su vecina. Cuanto más se alejan las rutas de aquella donde se yergue el profeta, mayores son los cambios. En las que están más cerca, las diferencias pueden ser mínimas y apenas se distinguirán una de otra. Aquí lo importante es que, aunque sutil existe una diferencia.


Si nos remitimos a los profetas de los manuscritos del mar Muerto y del Código de la Biblia, recordaremos que para cambiar el resultado de cualquier profecía para el futuro, hemos de cambiar nuestras vidas en el presente. La física cuántica insinúa que la oportunidad de volver a definir los resultados puede que sólo llegue en intervalos específicos donde las rutas del tiempo se desvíen de sus destinos y se acerquen entre ellas. A veces las rutas van tan paralelas que se tocan. Estos puntos de contacto son los puntos de elección de los que hemos hablado antes.


En vista de las antiguas y las modernas profecías, este concepto de saltar de una ruta a otra en un punto clave de elección se convierte en una solución para el misterio de los milagros, de la sanación y de la compresión del tiempo. Además, esta antigua ciencia ahora bien fundada en la física moderna, ofrece una nueva esperanza ante la presencia de predicciones catastróficas para nuestra futuro. El resultado anteriormente descrito en el Código de la Biblia para el año 2012, por ejemplo, va acompañado de la pregunta: «¿Lo cambiaréis?».

 

En una matriz de posibilidades que empezó a desarrollarse hace más de tres mil años, la posibilidad de redireccionar un resultado potencialmente trágico fue reconocida incluso entonces. El «cámbialo» del Código de la Biblia, las trágicas lecturas de Nostradamus, Edgar Cayce y de los profetas anteriores a ellos, seguidas por escenarios aparentemente contrarios de paz y redención, son los marcadores de los puntos de elección a lo largo de la ruta del tiempo.

 


FUTUROS CUÁNTICOS DE LOS HOPI
Los hopi relatan visiones similares para nuestro futuro con oportunidades igualmente similares para elegir el resultado de lo que queremos experimentar, en términos que pueden parecer más pertinentes para nuestros tiempos. Las tradiciones hopi para la paz, de las que ya hemos hablado en otro capítulo, vistas bajo la perspectiva cuántica, ofrecen nuevas posibilidades para nuestra época actual.


Hace mucho tiempo, a los hopi, cuyo nombre significa «pueblo de la paz»,, se les dio el diagrama de un plan de vida que los guiaría a través de esta época en la historia. Su plan, elocuentemente simple, consiste en dos sendas paralelas, posibilidades paralelas que representan las elecciones de vida de la raza humana. Al principio, los dos caminos parecen muy similares. El superior, sin embargo, se va transformando gradualmente en un zigzag interrumpido que no llega a ninguna parte. A los que siguen ese camino se los representa con la cabeza cortada, suspendida por encima de sus cuerpos. Experimentarán el gran cambio como una época de confusión y de caos que conduce a la destrucción. El camino inferior se extiende como una línea regular, fuerte y estable. Los que eligen este camino viven hasta edades avanzadas y sus cosechas crecen fuertes y sanas.


Aproximadamente a dos tercios de ambos caminos hay una línea vertical que los conecta. Hasta que se llega a este punto de intersección, dicen los hopi, podemos movernos libremente hacia atrás y hacia delante, explorando los dos caminos. Sin embargo, después de este punto la suerte está echada y ya no hay marcha atrás. En lenguaje de física cuántica, esta parte de la profecía describe un punto de elección, una oportunidad par la humanidad de experimentar los caminos de ambos mundos elegir el que sea verdadero para ellos. En las palabras de la profecía:

«Si nos decidimos rápidamente por la senda sagrada tal como él [Creador] la concibió para nosotros, lo que hemos ganado no lo perderemos jamás. Sin embargo, todavía hemos escoger entre los dos caminos»."

La Madre Naturaleza nos dice cuál es el camino correcto.

«Cuando los terremotos, las inundaciones, los granizos, las sequías y las hambrunas se convierta en algo habitual, habrá llegado el momento de regresar al auténtico camino.»9

El récord de catástrofes naturales que estamos superando e nuestros días es, para los hopi, un indicio de que el momento de purificación ha llegado. La crudeza de dicha limpieza es determinada a medida que nuestras respuestas individuales a los retos d la vida crean un resultado colectivo. En un texto escrito por u grupo de ancianos de la nación hopi,10 los acontecimientos específicos del mundo son contemplados como barómetros de nuestro progreso en el desarrollo de un escenario mucho mayor.

 

En estos indicadores se encuentran:

• hambruna general y desnutrición
• aumento de la violencia y el crimen
• pérdida de abundantes recursos de agua limpia
• ruptura y expansión sin precedentes de la capa de ozono de Antártica
• efectos de la tecnología (pérdida de los bosques tropicales, extinción de la vida salvaje y proliferación de armamento nuclear)

Es en esta época, en el período que viene indicado por los fenómenos que tienen lugar en el mundo, cuando se pondrá a prueba sistema de creencias de las personas y de las naciones. Los ancianos del clan de los hopi describen un escenario de tres «grandes temblores» de tierra. Los dos primeros fueron interpretados por los ancianos de la tribu como las dos primeras guerras mundiales-, el tercero sigue siendo un misterio. No está identificado, pues la naturaleza de este temblor todavía está siendo determinada por la raza humana.

«La profecía dice que la Tierra temblará tres veces: la primera vez con la Gran Guerra, la segunda, cuando la esvástica se elevó sobre los campos de batalla de Europa para terminar con un Sol Naciente que se hundía en un mar de sangre.»

El tercer temblor «dependerá del camino que tome la humanidad: la codicia, la comodidad y el provecho, o la senda del amor, la fortaleza y el equilibrio»."


Es evidente que estas tradiciones reconocen una relación directa entre la forma en que afrontamos los retos de cada día y el tipo de mundo que experimentaremos en el futuro. El caos del cambio es nuestra oportunidad para refinar nuestras creencias, conservar la parte que funciona y desprendemos de lo que ya no nos sirve. Es nuestra nueva visión del mundo actual perfectamente pulida la que nos conducirá con suavidad a través de los tiempos de futuros retos.


Como sucede con las profecías de los esenios y de Edgar Cayce, los hopi nos transmiten un mensaje de esperanza. Su visión del futuro concluye con una advertencia para que seamos responsables al utilizar los poderes de nuestros cuerpos y de nuestras máquinas. Una vez más se nos recuerda que las decisiones que tomamos a diario determinarán la duración y la gravedad de nuestros días de adversidad. Con elocuencia y simplicidad, la profecía de los hopi nos recuerda que la forma en que vivimos nuestras vidas determina el camino que vamos a seguir. La elección está en nuestras manos.

 


DOBLEGAR EL TIEMPO
Un denominador común al considerar muchas posibilidades y resultados es la referencia a una sustancia que forma el entramado de la creación y la fuerza que actúa sobre esta sustancia. Si existen mundos de posibilidad paralelos, ¿de qué están hechos? El premio Nóbel de física Max Planck conmocionó al mundo con sus referencias a fuerzas de la naturaleza invisibles.

 

Al aceptar el premio Nóbel por su estudio sobre el átomo, hizo una afirmación importante:

«Como persona que ha dedicado toda su vida a la ciencia más perspicaz, el estudio de la materia, todo lo que puedo decirles sobre el resultado de mis investigaciones sobre los átomos es lo siguiente: "¡La materia no existe!". Toda materia se origina y existe sólo en virtud de una fuerza que hace vibrar las partículas de un átomo y mantiene unido al más diminuto de los sistemas solares, átomo... Tras esta fuerza hemos de suponer la existencia de una mente consciente e inteligente. La mente es la matriz de toda materia»."

Puede que la «fuerza» de Planck sea la clave para redirección los resultados postulados por la ciencia y predichos por los antiguos profetas. Quizás el premio Nóbel Richard Feynman fuera quien mejor describió el potencial de predecir nuestro futuro en su ahora famosa cita:

«No sabemos cómo predecir lo que va a suceder en un momento dado. Lo único que se puede predecir es la probabilidad de que sucedan distintos acontecimientos. Sólo podemos predecir las excepciones».13

Según esta forma de pensar, está claro que la ciencia está investigando seriamente la relación entre las fuerzas no físicas del cosmos y su efecto en nuestro mundo físico.


El modo en que sintonizamos con los posibles resultados c mediante nuestra visión de la vida. Desde esta perspectiva, cualquier condición que ponga en peligro la vida de un cuerpo ya está sanada, la paz ya está presente, y todos los niños, mujeres y hombres tienen alimento. Ahora se nos invita a elegir la calidad del pensamiento, el sentimiento y la emoción que nos permita «doblegar» las ondas del tiempo y traer estas condiciones al centro de nuestro presente.

Y un día los ojos de tu espíritu se abrirán, y conocerás todas las cosas.

EVANGELIO ESENIO DE LA PAZ

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