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por elilev7 Mayo 23, 2013 del Sitio Web ElLibroDeThot
"Dios" no existe, pero tú tampoco.
En lugar de cuestionar si hay un "Más Allá" deberías empezar a cuestionarte por la realidad del supuesto "Más Acá”. Sin embargo, las mismas personas que niegan el "Más Allá" son aquéllas que al mismo tiempo sienten pavor ante la mera idea de la falsedad del "Más Acá”, con lo cual en realidad no están siendo imparciales.
Para abordar honestamente el problema de la trascendencia hay que contemplar como exige la lógica las dos caras del problema, siendo resoluble el dilema contrastando para su afirmación o descarte la hipótesis de la realidad de la materia.
Si la materia fuera falsa entonces no habría posibilidad de falsedad para la trascendencia (o sea, la trascendencia sería evidente por sí misma).
No hay más fundamento para la asunción de la realidad de la materia que la conciencia. Esto sucede porque la materia sólo es perceptible y ordenable bajo la conciencia que por su propia naturaleza no se percibe y ordena a sí misma, si bien se-nos-revela en el mero hecho de re-co-no-cer la materia, siendo por tanto innegable.
El soporte espacio-temporal de la conciencia, que desde dentro de la propia materia sirve como puente para que la conciencia perciba el mundo intuyéndose a sí misma desde dentro, es el sujeto. Si la materia no fuera real el sujeto tampoco lo sería.
Por lo tanto, si hubiera trascendencia entonces deberíamos renunciar a la ilusión de identidad conferida por el hecho de tomar la conciencia como algo inherente al propio sujeto, con lo que en definitiva lo que estamos diciendo es que la espiritualidad implicaría renunciar a la concepción del "yo”.
Sólo se percibe y ordena bajo la conciencia, y la materia es lo percibido y lo ordenado, por lo que la conciencia es trascendente de la materia.
"Dios" es la figuración de la cuestionada trascendencia a través de un lenguaje comprensible para el soporte contingente de la conciencia en el mundo fenoménico, que es el sujeto también fenoménico, el cual sólo puede figurar algo perceptible y ordenable, siendo por tanto "Dios" en realidad una idea por así decirlo "materializada" de la trascendencia, trascendencia que por su propia naturaleza es absurdo concebir como siquiera susceptible de presencia fenoménica alguna (pues esto sería una contradicción), o sea, cuya materialidad es inconcebible, por lo cual el concepto de "Dios" es evidentemente falso, pero no así la trascendencia en sí misma, a la que de manera más rigurosa llamaremos a partir de ahora "Divinidad”.
No se puede percibir y ordenar lo que es distinto a lo perceptible y ordenable, de modo que la trascendencia sería por naturaleza, opuesta a la contingencia, o sea, la Divinidad sería lo contrario de lo material.
Lo contingente es al mismo tiempo como dijimos, lo perceptible y ordenable. La afirmación de la realidad de la trascendencia por tanto estaría sujeta a la realidad de algo imperceptible e inordenable, pero ¿acaso hay tal cosa?, o incluso mejor dicho, ¿acaso se puede reconocer tal cosa? Parece que no, pero la respuesta es -sí.
Antes lo dijimos: la con-cien-cia. No es perceptible, y no es ordenable, porque sólo en y por y bajo ella se percibe y ordena, si bien ella es al mismo tiempo innegable, pues el mero hecho de reconocer la aparente existencia, el mero hecho de tomarla como real, es precisamente de manera sumamente irónica lo que demuestra la verdadera realidad de lo trascendente pues esto sería la conciencia que nos permite el ejercicio mismo de reconocerla y asumirla.
Sí hay una trascendencia por tanto si bien esto es algo que no se puede decir sino sólo experimentar in-ter-na-men-te.
En cambio, la evidente aunque al mismo tiempo inexistente, irreconocible e inexpresable realidad verdadera de lo trascendente (la realidad de la divinidad) refuta la realidad de la contingencia y también del sujeto, destruyendo así tanto la conciencia del mundo como la conciencia del "yo”, no teniendo legitimidad por ello ni el poder, ni la identidad.
Sólo hay una sendero válido por tanto y es el de la búsqueda de la comunión con esta trascendencia. Dado que la trascendencia es lo mismo, tal como hemos dicho, que la Divinidad, este sendero es lo mismo que se conoce como Misticismo, pues dicho concepto refiere a la búsqueda de la comunión con lo divino.
Por tanto el Misticismo es la única forma válida de vida, siendo todas las demás perversiones de la misma.
Pero ¿cuál es el Misticismo? Si éste es la búsqueda de la comunión con la trascendencia, y la trascendencia ya sabemos que es la conciencia, entonces el camino místico (el único verdadero) no es más que la comunión con la propia conciencia.
Sin embargo, tal como ya dijimos, si la conciencia no es perceptible ni ordenable, sino sólo intuible, entonces ¿cuál es el verdadero sendero de la comunión con la trascendencia, con la divinidad, con la conciencia? No es un sendero sensorial, eso está claro, ni existencial, ni tampoco egoísta ni conflictivo. Es un sendero ascensional.
Si la conciencia no se manifiesta sino que sólo se-revela, y no pertenece al mundo de lo figurable ni expresable, puesto que es trascendente, entonces, ¿qué es lo que define la realidad de la conciencia, y por tanto, cuál es la forma de experimentarla plenamente de manera interna, fusionada con ella? ¿Qué es estar en comunión con la divinidad?
Si es imperceptible e inordenable entonces la forma de reconocerla es el silencio-profundo-y-meditativo.
Si es ascensional, y también trascendente de lo figurable (o sea, no es ni material ni mental), entonces obviamente, la única manera de alcanzarla es a través de la identificación-absoluta-en-el-sentimiento (lo cual, si tenemos en cuenta que el propio concepto de "ego”, de "identidad”, es precisamente ilusorio.
Sería entonces en realidad una forma de diluirse, de desaparecer manifestándose como absoluto inmanifestado, de morir a la verdadera vida, pues esta conciencia sería el "yo" sin la localidad, sin la parcelidad, sin la limitación ni condensación ni manifestación del "yo" puntual terrenal, el "yo" fuera del "yo”, el "yo" ajeno, una verdad inmanente por su trascendencia, lo que Jung llamaba el "Sí-de-Sí”).
La comunión con la divinidad es el Despertar al Sí del Uno a través de uno en sí, reconocer y concentrarse en, la trascendencia de las propias sensaciones inexpresables de la experiencia de la vida como veladura que cifra el contenido pleno de uno mismo, pero de un uno mismo alocal.
Por eso "Dios" no existe, pero tú tampoco, porque "Dios" es una figura imposible de lo incomprendido, de la trascendencia ajena, y el "yo" es una ilusión absurda de lo malinterpretado, de la identidad propia.
La paradoja es que por esto sólo hay una realidad: la divinidad de la personalidad.
Finalmente, esto significa que el único sendero
válido, el sendero de la comunión con lo absoluto, lo Místico, es
esto: la realización en el mundo interior a través de la experiencia
sentimental de la vida.
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