1995 del Sitio Web VoxNR traducción de Editorial-Streicher 19 Marzo 2014 del Sitio Web Editorial-Streicher
Con la conversión del Emperador romano Constantino al cristianismo, el período de la Europa pagana llegaría a su fin.
Durante el milenio siguiente todo el continente europeo seria sometido a la influencia del Evangelio, a veces por la persuasión pacifica, o frecuentemente por medio de la conversión forzada. Aquellos que previamente eran los perseguidos en la antigua Roma, se convirtieron a su vez en los perseguidores en la Roma cristiana.
Aquellos que anteriormente se quejaban de su suerte bajo Nerón, Diocleciano o Calígula, no dudaron en emplear la violencia "creativa" contra los paganos infieles. Aunque nominalmente la violencia estaba prohibida por los textos cristianos, fue plenamente utilizada contra aquellos que no entraban en la categoría de "hijos elegidos" de Dios.
Durante el reinado de Constantino la persecución contra los paganos tomó proporciones,
Mediante el edicto del año 346 a.C., seguido diez años después por el edicto de Milán, los templos paganos y el culto a las deidades paganas fueron estigmatizados como magnum crimen.
La pena de muerte fue infligida a todos aquellos que eran encontrados participando en los antiguos sacrificios o rindiéndole culto a los ídolos paganos.
El
periodo del oscurantismo comenzaba.
Mirando hacia atrás, la intolerancia cristiana contra los herejes, judíos y paganos puede ser comparada a la intolerancia bolchevique contra los enemigos de clase en Rusia y en Europa Oriental, pero con una diferencia: la cristiana duró muchísimo más tiempo.
Durante el crepúsculo de la Roma imperial el fanatismo cristiano hizo que el filósofo pagano Celso escribiese:
La obediencia, la oración y la ausencia del pensamiento crítico eran considerados por los cristianos como las herramientas más indicadas para lograr la felicidad eterna.
Celso describió a los cristianos como individuos inclinados al sectarismo y a un modo de pensar primitivo, y que, además, mostraban un notable desdén hacia la vida. [2]
Un tono similar contra los cristianos fue usado por Friedrich Nietzsche en el siglo XIX, quien, en su virulento estilo, describió a los cristianos como individuos capaces de manifestar odio hacia sí mismos y hacia los demás, es decir,
Indudablemente, los
primeros cristianos debieron verdaderamente haber creído que el fin
de la Historia se acercaba, y, con su optimismo histórico y su
violencia contra los "infieles", probablemente merecen el nombre de
bolcheviques de la Antigüedad.
Paradójicamente, el mismo dios judío Yahvé experimentaría un triste destino:
No es sorprendente
que en los siglos posteriores las iglesias cristianas en Europa
hayan tenido dificultades para conciliar su vocación universalista
con el aumento del extremismo nacionalista.
En efecto, el cristianismo no pudo suprimir totalmente al paganismo. Heredó de Roma muchos de los rasgos que previamente había considerado anticristianos.
Los cultos paganos oficiales habían muerto, pero el espíritu pagano permanecía indomable, y por siglos continuó resurgiendo bajo formas sorprendentes y de múltiples maneras: durante el período del Renacimiento, durante el Romanticismo, antes de la Segunda Guerra Mundial, y hoy, cuando las iglesias cristianas reconocen que sus secularizados rebaños están alejándose de sus pastores.
Finalmente, el folklore étnico parece representar un claro ejemplo de la supervivencia del paganismo, aunque en la ciudad secularizada ha sido reducido en gran medida a un producto perecible del arte culinario o a una atracción turística. [5]
Con el paso de los siglos, el folklore étnico ha sido sometido a transformaciones, adaptaciones, y a las exigencias y limitaciones de su época; sin embargo, ha continuado transmitiendo su arquetipo original de mito tribal fundador. Así como el paganismo siempre fue más fuerte en los pueblos, el folklore ha sido tradicionalmente mejor protegido por las clases campesinas en Europa.
A principios del siglo XIX el folklore comenzó a jugar un papel decisivo en la formación de la conciencia nacional de los pueblos europeos, es decir,
El contenido pagano fue suprimido, pero la estructura pagana permaneció igual.
Bajo el manto y la aureola de los santos cristianos, el cristianismo pronto creó su propio panteón de deidades. Más aún, el propio mensaje de Cristo adquirió un significado particular dependiendo del lugar, la época histórica y el genio local de cada pueblo europeo.
En Portugal el catolicismo no se manifiesta de la misma forma que en Mozambique; y los polacos rurales continúan venerando a las numerosas antiguas deidades eslavas que están estrechamente incorporadas en la liturgia católica romana. En toda la Europa contemporánea la impronta indeleble de las creencias politeístas es poderosa.
La celebración de la Navidad representa uno de los ejemplos más llamativos de la tenacidad de los vestigios paganos. [7]
Además, muchos templos paganos antiguos y lugares de culto han sido convertidos en lugares sagrados de la Iglesia Católica. Lourdes en Francia, Medjugorje en Croacia, los ríos o montañas sagradas, ¿no son la indicación de la huella de la Europa pagana pre-cristiana?
El culto de la Diosa Madre, alguna vez practicado intensamente por los celtas, particularmente cerca de los ríos, aún puede ser observado hoy en Francia donde numerosas pequeñas capillas están construidas junto a manantiales y fuentes. [8]
Y finalmente, ¿quién podría discutir el hecho de que todos
somos los hijos espirituales de los griegos y latinos paganos?
Pensadores como Virgilio, Tácito y Heráclito son tan modernos hoy
como lo eran en los albores de la civilización europea.
Numerosos nombres nos vienen a la mente cuando hablamos de la renovación del politeísmo indoeuropeo.
En la primera mitad del siglo XX los pensadores paganos aparecieron bajo la máscara de aquellos que se denominaban "conservadores revolucionarios", "nihilistas aristocráticos", "elitistas"; en definitiva, todos aquellos que no deseaban sustituir a Jesús con Marx, sino que rechazaban a la vez a Marx y a Jesús. [9]
...son algunos de los nombres que pueden ser asociados a la herencia del conservadurismo pagano.
Todos esos
individuos tenían en común la voluntad de superar el legado de la
Europa cristiana, y todos ellos deseaban incluír en su bagaje
espiritual el mundo de los celtas, eslavos y germanos pre-cristianos.
Particularmente Nietzsche, Heidegger, y en tiempos recientes, Alain de Benoist, han sido atacados por presuntamente haberse casado con una filosofía que, para sus detractores contemporáneos, recuerda a los primeros intentos nacionalsocialistas de "des-cristianizar" y "re-paganizar" a Alemania. [10]
Esos ataques parecen injustificados.
Jean Markale observa:
El paganismo parece más bien una forma de
sensibilidad que un credo político dado, y, con el agotamiento del
cristianismo, no se puede descartar que pueda florecer de nuevo en
Europa.
En vista de esto, no debería sorprender que la glorificación del paganismo, así como la critica de la Biblia y de la ética judeo-cristiana - especialmente cuando vienen de la derecha del espectro de la sociedad - tengan pocas opciones de ganar popularidad en la ciudad secularizada.
Es suficiente con observar a la sociedad estadounidense, donde los ataques contra los principios judeo-cristianos son mirados a menudo con sospecha, y donde la Biblia y el mito bíblico del "pueblo elegido" de Dios aún juegan un importante rol en el dogma constitucional estadounidense. [12]
Aunque ahora la ciudad secularizada es indiferente a la teología judeo-cristiana, los principios que derivan de la ética judeo-cristiana tales como la "paz", el "amor" y la "fraternidad universal", muestran todavía signos de buena salud.
En la ciudad
secularizada, numerosos pensadores liberales y socialistas, pese a
haber abandonado la creencia en la teología judeo-cristiana, no han
juzgado prudente abandonar la ética enseñada por la Biblia.
Etimológicamente, el paganismo está relacionado con las creencias y rituales que estaban en uso en las villas y campos europeos.
Pero el paganismo, en su versión moderna, puede sugerir también una cierta sensibilidad y un cierto "modo de vida" que permanece irreconciliable con el monoteísmo judeo-cristiano.
En cierta medida, los pueblos europeos continúan siendo "paganos", porque su memoria nacional, sus raíces geográficas, y, sobre todo, sus lealtades étnicas - que a menudo contienen alusiones a mitos antiguos, cuentos y formas de folklore - tienen marcas particulares de temas pre-cristianos.
El mismo resurgimiento moderno del separatismo y el regionalismo en Europa aparece como una consecuencia de los vestigios paganos.
Como observa Markale,
El cristianismo ha sido uno de los principales
proveedores del imperialismo, el colonialismo y el racismo en el
Tercer Mundo.[14]
Sin embargo, recientemente Thomas Molnar, un filósofo católico que parece tener simpatías por el renacimiento cultural del paganismo, ha remarcado que los adherentes modernos del neopaganismo son más ambiciosos que sus predecesores.
Molnar escribe que el objetivo del resurgimiento pagano no necesariamente significa un retorno al culto de las antiguas deidades europeas sino que expresa más bien la necesidad de forjar otra civilización, o, mejor aún, una versión modernizada del "helenismo científico y cultural" que alguna vez fue una referencia común para todos los pueblos europeos.
Y con simpatía visible por los esfuerzos politeístas de ciertos conservadores paganos modernos, Molnar agrega:
Un punto de vista tan cándido de parte de un católico puede también aportar alguna aclaración sobre la magnitud de la desilusión entre los cristianos en sus ciudades secularizadas.
El mundo secularizado
lleno de abundancia y de riquezas no parece haber satisfecho las
necesidades espirituales del Hombre. ¿O cómo explicar que miles de
jóvenes europeos y estadounidenses prefieran viajar a los paganos ashrams
de la India más bien que a sus propios sitios sagrados oscurecidos
por el monoteísmo judeo-cristiano?
Una de sus figuras más prominentes, Alain de Benoist, resume el significado moderno del paganismo con las siguientes palabras:
El paganismo, en tanto que profusión de cultos y sectas extraños, no es lo que los pensadores paganos modernos tienen en mente.
Hace un siglo, el filósofo pagano Friedrich Nietzsche ya había observado en El Anticristo que cuando una nación se vuelve demasiado degenerada o desarraigada, ella debe poner su energía en las diversas formas de cultos orientales, y simultáneamente,
Hoy en día las palabras de Nietzsche suenan de una manera más profética que nunca.
Bajo la influencia de la decadencia y del hedonismo desatado, las masas de la ciudad secularizada buscan su evasión sustituta en los gurúes de la India o entre una multitud de profetas orientales.
Pero más allá de esta apariencia de transcendencia, y detrás del auto-odio de los occidentales, acompañado de un enamoramiento pueril por las mascotas orientales, hay más que sólo un cansancio pasajero por el monoteísmo cristiano.
Cuando los cultos modernos se ven tentados por el descubrimiento de
un paganismo pervertido, también podrían estar en busca de lo
sagrado que ha devenido subterráneo a causa del discurso
judeo-cristiano dominante.
Algunos autores parecen sostener esta tesis, afirmando que las raíces de la tiranía no se encuentran en Atenas o en Esparta sino que por el contrario ellas pueden ser encontradas en Jerusalén.
En un dialogo con Molnar, Benoist sugiere que el monoteísmo afirma la idea de una sola verdad absoluta:
En resumen, observa Benoist, el universalismo judeo-cristiano hace dos mil años preparó la escena para el surgimiento de las aberraciones igualitarias modernas y sus retoños secularizados modernos, incluyendo al comunismo.
Observaciones similares han sido hechas antes por el filósofo Louis Rougier y el politólogo Vilfredo Pareto, que representan la "vieja guardia" de pensadores paganos cuyas investigaciones filosóficas estuvieron dirigidas a la rehabilitación del politeísmo político europeo.
Rougier y Pareto concuerdan en que el judaísmo y su forma pervertida, el cristianismo, introdujeron en la estructura conceptual europea un tipo extranjero de razonamiento que lleva a deseos piadosos, al utopismo, y a divagaciones sobre un futuro estático. [18]
En forma similar a los marxistas de hoy en día, la
creencia de los primeros cristianos en el igualitarismo hubo de
tener un impacto formidable sobre las masas desfavorecidas del Norte
de África y de Roma, en la medida en que ella prometía la igualdad
para los "desdichados de la tierra", para los antisociales y para
todos los proletarios del mundo.
Del mismo modo, los judíos, y más tarde los cristianos, adoptarían la creencia según la cual los buenos que actualmente sufren serían recompensados en el futuro.
En la ciudad secularizada, el mismo tema fue incorporado más tarde en las doctrinas socialistas modernas que prometen un paraíso laico.
Las consecuencias de esta visión del mundo en gran medida dualista conducen, después de un cierto tiempo, a la actitud cristiano-marxista de ver a sus enemigos como siempre equivocados, y de verse a sí mismos como teniendo siempre razón.
Para Rougier la intolerancia greco-romana no
pudo tomar jamás esas proporciones totales y absolutas de la
exclusión religiosa; la intolerancia contra los cristianos, los
judíos y otras sectas fue esporádica y referida a ciertas costumbres
religiosas juzgadas como contrarias a la ley consuetudinaria romana
(como la circuncisión, los sacrificios humanos, y las orgías
sexuales y religiosas). [19]
En el transcurso de los siglos siguientes, estos ciclos igualitarios, bajo formas secularizadas, entraron en la conciencia de los occidentales, y luego en la de la Humanidad entera. Alain de Benoist escribe:
Se podría decir probablemente que el monoteísmo judeo-cristiano, en la medida en que implica universalismo e igualitarismo, sugiere también el exclusivismo religioso que emana directamente de la creencia en una verdad indiscutible.
La creencia cristiana en la unidad teológica - por ejemplo, que no existe sino un solo dios, y por ende una sola verdad - naturalmente ha conducido, a lo largo de los siglos, a la tentación cristiana de suprimir o reducir todas las otras verdades y valores. Se puede decir que cuando una secta proclama que su religión es la llave para el misterio del universo, y además esta secta pretende tener aspiraciones universales, surgirá la creencia en la igualdad y en la supresión de todas las diferencias humanas.
De igual modo, la intolerancia cristiana contra los "infieles" puede ser justificada siempre como una respuesta legítima contra aquellos que se han alejado de la creencia en la "verdad" de Yahvé.
De aquí deriva el concepto de la "falsa humildad" cristiana hacia las otras confesiones, un concepto que es particularmente evidente en la actitud cristiana hacia los judíos. Aunque casi idénticos en su culto a un solo dios, los cristianos no pudieron aceptar jamás el hecho de que ellos también debían veneran a la deidad de aquellos a quienes aborrecieron ante todo como un pueblo deicida.
Más aún, mientras que el cristianismo siempre ha sido una religión universalista, accesible a no importa quién en el mundo, el judaísmo ha permanecido como la religión étnica de sólo el pueblo judío. [21]
Como señala Benoist, el judaísmo aprueba su propio nacionalismo, por oposición al nacionalismo de los cristianos, que es constantemente desmentido por los principios universalistas de éstos.
En vista de esto,
¿Podría ser que la desaparición definitiva del anti-judaísmo, así como del virulento odio inter-étnico,
presuponga primero la negación de la creencia cristiana en el
universalismo?
Para los paganos conservadores, declarar lealtad al "paganismo" significa reanimar los orígenes históricos de Europa, así como revivir ciertos aspectos sagrados de la vida que existieron en Europa antes del surgimiento del cristianismo.
Se podría también agregar que, en lo que concierne a la pretendida supremacía o modernidad del judeo-cristianismo frente al "anacronismo" del politeísmo indoeuropeo, las religiones judeo-cristianas, en términos de modernidad, no son menos atrasadas que las religiones paganas.
Sobre este punto, Benoist escribe:
Según ciertos pensadores paganos, la racionalización judeo-cristiana del tiempo histórico ha impedido la proyección de los pasados nacionales y, al hacer eso, ha contribuido de una manera significativa a la "desertificación" del mundo.
En el siglo XIX Ernest Renán observó que el judaísmo no conocía la noción de lo sagrado, porque "el desierto mismo es monoteísta". [23]
De manera similar, Alain de Benoist en L'Éclipse du Sacré, citando a Harvey Cox en The Secular City, escribe que la pérdida de lo sagrado, que causa hoy el "des-encantamiento" de la sociedad moderna, no es sino la consecuencia legítima de la renuncia bíblica a la Historia.
Primero, el desencantamiento de la Naturaleza comenzó con la Creación; la desacralización de la política, con el Éxodo; y la desacralización de los valores, con la Alianza en el Sinaí, especialmente después de la interdicción de los ídolos (p. 129).
Continuando con análisis similares, Mircea Eliade, un autor influido por el mundo pagano, agrega que el resentimiento judaico contra la idolatría pagana deriva del carácter ultra-racional de las leyes mosaicas que racionalizan todos los aspectos de la vida por medio de una miríada de prescripciones, leyes e interdicciones:
Algunos podrían objetar que el catolicismo tiene su propia forma de lo sagrado y que, a diferencia de ciertas otras formas de creencias judeo-cristianas, desarrolla su propia trascendencia espiritual.
Pero hay razones para creer que el concepto católico de lo sagrado no emergió como algo sui generis sino más bien como un sustrato de la amalgama entre cristianismo y paganismo.
Como remarca Benoist, el catolicismo debe su manifestación de lo sagrado (lugares santos, peregrinaciones, fiestas de Navidad, y el panteón de los santos) a la indomable corriente subterránea de la sensibilidad pagana y politeísta.
Parece por lo tanto que el resurgimiento pagano representa hoy menos una religión normativa, en el sentido cristiano de la palabra, que una cierta herramienta espiritual que se encuentra en oposición a la religión de los judíos y de los cristianos.
En consecuencia, como algunos pensadores paganos
sugieren, el posible reemplazo de la visión monoteísta del mundo por
la cosmovisión politeísta no significa solamente el "retorno de los
dioses" sino también el retorno de la pluralidad de valores
sociales.
Contrariamente al optimismo utópico cristiano y marxista, el paganismo pone el acento sobre el sentido de lo trágico, lo trágico - como aparece en las tragedias griegas - que sostiene al hombre en sus pruebas prometeicas y que hace que su vida sea digna de ser vivida. [25]
Es el sentido pagano de lo trágico el que puede explicar el destino del Hombre, el destino que para los antiguos indoeuropeos,
Hans Günther resume este aspecto con las siguientes palabras:
Algunos han sugerido que las más grandes civilizaciones son aquellas que han mostrado un fuerte sentido de lo trágico y que no han tenido ningún miedo a la muerte. [28]
En el concepto pagano de lo trágico, el hombre es animado a asumir su responsabilidad ante la Historia, porque el hombre es el único que le da un sentido a ésta. Comentando la obra de Nietzsche, Giorgio Locchi escribe que en la cosmogonía pagana, sólo el hombre es considerado como el forjador de su propio destino (faber suae fortunae), exento de determinismos bíblicos o históricos, de "gracia divina", o de apremios económicos y materiales. [29]
El paganismo pone el acento sobre una actitud heroica frente a la vida, contrariamente a la actitud cristiana de la culpabilidad y el miedo frente a la vida.
Sigrid Hunke habla de
una esencialización de la vida, ya que la vida y la muerte tienen la
misma esencia y no están jamás separadas. La vida, que en todo
momento es un cara a cara con la muerte, hace el futuro permanente a
cada instante, y la vida se vuelve eterna al adquirir una
profundidad insondable, y asume un valor de eternidad.
Para lograr este ambicioso objetivo, el hombre occidental debe
primero repensar el sentido de la Historia.
Al asignarle a la Historia un objetivo específico, el judeo-cristianismo ha devaluado todos los eventos pasados, salvo aquellos que muestran el signo de la teofanía de Yahvé.
Indudablemente, Yahvé admite que el hombre puede tener una historia, pero sólo en la medida en que la Historia está dotada de un objetivo asignado, un objetivo determinado y especifico.
Sin embargo, si el hombre continúa aferrándose a un concepto de la Historia que evoca la memoria colectiva de su tribu o de su pueblo, corre el riesgo de provocar la 'cólera de Yahvé'.
Para los judíos, los cristianos y los marxistas, la historicidad no es la esencia verdadera del Hombre; su esencia verdadera está más allá de la Historia.
Se puede observar que el concepto judeo-cristiano del fin de la Historia concuerda muy bien con las doctrinas igualitarias y pacifistas que se inspiran, aunque inconscientemente, en el proverbio bíblico:
Benoist nota en L'Éclipse du Sacré que, a diferencia del concepto pagano de la Historia que implica una solidaridad orgánica y lazos comunitarios, el concepto monoteísta de la Historia crea divisiones.
Del mismo modo, Yahvé debe prohibir las "mezclas" entre el presente y el pasado, entre el hombre y lo divino, entre Israel y los goyim. [31]
Los cristianos, por supuesto, rechazarán el
exclusivismo judío - como su proselitismo religioso secular lo
demuestra ampliamente - pero ellos conservaron sin embargo su propia
marca de exclusivismo contra los musulmanes "infieles", los paganos
y otros "falsos creyentes".
En la cosmogonía pagana, como escribe Benoist, el tiempo es el reflejo de una concepción de la Historia no-lineal o esférica, una concepción en la que el pasado, el presente y el futuro no son percibidos como porciones del tiempo cósmico irrevocablemente separados unos de otros, o siguiéndose uno a otro sobre una misma línea.
Por el contrario, el presente, el pasado, y el futuro son percibidos como dimensiones de la realidad (L'Éclipse du Sacré, p. 131).
En la cosmogonía pagana, incumbe a cada pueblo
asignarse a sí mismo un rol en la Historia, lo que significa en la
práctica que no puede haber un pueblo auto-designado ocupando el
escenario central de la Historia. Igualmente es erróneo hablar de la
existencia de una verdad única, y es igualmente falso mantener que
toda la Humanidad debe seguir una misma y única dirección histórica,
como la que ha sido propuesta por el universalismo judeo-cristiano y
su retoño secular de la "democracia mundial".
En lo sucesivo, para los judíos y los cristianos la Historia no puede ser aprehendida sino como una totalidad gobernada por un sentido de un fin último y del cumplimiento de la Historia.
La Historia para los judíos y para los
cristianos aparece en el mejor de los casos como un paréntesis, y en
el peor, como un episodio detestable o un "valle de lágrimas"
temporal, que debe ser uno de estos días borrado de la Tierra y
transcendido por el paraíso.
Así es cómo Benoist la ve en L'Éclipse du Sacré:
Sólo el futuro puede permitirle a los judíos y a los cristianos "rectificar" el pasado. Sólo el futuro asume el valor de redención.
En lo sucesivo, el tiempo histórico ya no es reversible para los judíos y los cristianos; a partir de ahora cada acontecimiento histórico adquiere el sentido de la providencia divina, del "dedo de Dios" o de una teofanía.
En la ciudad secularizada esta línea de pensamiento monolineal ha dado nacimiento a la "religión" del progreso y a la creencia en el crecimiento económico ilimitado.
¿No recibió Moisés las Leyes en un cierto lugar y en un cierto momento, y más tarde no predicó Jesús, no hizo milagros y no fue crucificado en un momento y un lugar específicamente señalados?
Para los comunistas, ¿no comienza el fin de la Historia con la revolución bolchevique, y para los liberales, con el siglo estadounidense? Esas intervenciones "divinas" en la historia humana nunca deben repetirse.
Eliade resume este aspecto de la siguiente manera:
Directamente ordenada por la voluntad de Yahvé, la Historia funciona en adelante como una serie de acontecimientos irrevocables e irreversibles. La Historia no sólo es rechazada sino también combatida.
Pierre Chaunu, un historiador francés contemporáneo, observa que,
De una manera similar, Michel Maffesoli escribe que el totalitarismo sobreviene en los países que son hostiles a la Historia, y agrega:
Las observaciones precedentes necesitan algunos comentarios.
Pero si se acepta la idea del final de la Historia, como la proponen los monoteístas, los marxistas y los liberales, ¿en qué medida pueden ser explicados los sufrimientos históricos? ¿Cómo es posible, desde un punto de vista liberal o marxista, "redimir" las opresiones pasadas, los sufrimientos colectivos, las deportaciones y las humillaciones que han llenado la Historia?
Es suficiente decir que este enigma sólo resalta la dificultad con respecto al concepto de la justicia distributiva en la ciudad secularizada igualitaria.
Si una sociedad verdaderamente igualitaria emerge milagrosamente, ella será inevitablemente una sociedad de elegidos, de aquellos que, como lo ha recalcado Eliade, han conseguido escapar de la presión de la Historia simplemente por haber nacido en el momento adecuado, en el lugar adecuado y en el país correcto.
Paul Tillich señaló, hace algún tiempo, que tal igualdad entrañaría una inmensa desigualdad histórica, ya que ella excluiría a aquellos que, durante su tiempo de vida, han vivido en una sociedad desigual, o, para tomar las palabras de Arthur Koestler, que perecieron con un,
Estos comentarios de Koestler y Eliade ilustran las dificultades de las ideologías salvacionistas modernas que intentan "detener" el tiempo y crear un paraíso secularizado.
¿No seria mejor, en tiempos de grandes crisis, considerar la noción pagana de la Historia cíclica?
Este parece ser el caso de ciertos pueblos de Europa del Este que, en tiempos de crisis o de catástrofes, han recurrido a menudo al folklore y a los mitos populares que les ayudan, de una manera casi catártica, a aceptar mejor su triste situación.
Locchi escribe:
Podríamos concluir que,
Así, uno se vuelve "elegido" en virtud de su
afiliación a una clase o a una creencia religiosa.
Como un reduccionista, todo lo que existe fuera de su rebaño debe ser castigado y destruido.
Se puede observar que en toda la Historia los verdaderos creyentes monoteístas han sido animados, en nombre de verdades históricas "superiores", a castigar a aquellos que se han desviado de la dirección indicada por Yahvé.
Walter Scott escribe:
Así, en el nombre de la verdad histórica, los antiguos hebreos pudieron justificar la masacre de los paganos cananeos, y en el nombre de la revelación cristiana, los Estados cristianos legitimaron las guerras contra los herejes infieles, los judíos y los paganos.
En este contexto, sería sin embargo impreciso minimizar la violencia de los paganos.
La destrucción de la ciudad de Troya por los griegos y la destrucción de Cartago por los romanos, muestran claramente la naturaleza a menudo absoluta y sangrienta de las guerras conducidas por los antiguos griegos y romanos.
Sin embargo, también debe destacarse que encontramos raramente entre los antiguos la actitud auto-satisfecha que acompañaba a las victorias militares cristianas y judías.
Los romanos y los griegos intentaron raramente, si es que no jamás, luego de la destrucción militar de sus adversarios, convertirlos a sus propios dioses. Por el contrario, tanto el Evangelio como el Viejo Testamento están sembrados de actos de justicia auto-satisfechos que justificaron a su vez una violencia "redentora" contra los adversarios.
Del mismo modo, en la ciudad laica moderna hacer la guerra por la democracia se ha convertido en un medio particularmente odioso de destruir todas las sociedades diferentes que rechazan la "teología" del progreso mundial y que huyen del credo de la "democracia mundial".
Para destacar este punto, Pierre Gripari escribe que,
Por el contrario, señala Benoist,
De aquí que los paganos, los adeptos del politeísmo, están considerablemente menos inclinados a la intolerancia.
Su relativa tolerancia se debe
principalmente al rechazo de la noción del "tercero excluido" (der
ausgeschlossene Dritte), y del dualismo judeo-cristiano.
Jean Haudry remarca que para los paganos la guerra era conducida según reglas estrictas: la guerra era declarada según los rituales que primero solicitaban la ayuda de los dioses y pedían su cólera contra el adversario.
La conducta en la guerra estaba sujeta a reglas bien definidas, y por consiguiente,
En vista del hecho de que el judeo-cristianismo no permite verdades relativas, ni verdades diferentes o contradictorias, adoptará en adelante la política de la guerra total contra sus adversarios.
Eliade escribe que,
¿Cómo resurge la intolerancia monoteísta en la ciudad secularizada presuntamente tolerante? ¿Cuáles son las consecuencias mundanas del monoteísmo judeo-cristiano en nuestra época?
En los sistemas contemporáneos, son los oponentes, los indecisos - es decir, aquellos que no han tomado partido, y aquellos que rechazan las escatológicas políticas modernas - los que se convierten en las víctimas del ostracismo o la persecución, aquellos que hoy en día cuestionan la utilidad de la ideología de los "derechos humanos", del mundialismo o de la igualdad.
En suma, aquellos que rechazan el credo liberal y
comunista.
Durante este proceso de siglos de duración, el cristianismo gradualmente suprimió todos los vestigios paganos que coexistían con él.
El actual proceso de desacralización y "des-encantamiento" de la vida y la política parece haberse originado no en el alejamiento fortuito de los europeos del cristianismo, sino más bien en la desaparición gradual de la noción pagana de lo sagrado que coexistió durante mucho tiempo con el cristianismo.
La paradoja de nuestro tiempo es que el
mundo occidental está saturado de la mentalidad judeo-cristiana en
un momento en el que las iglesias y sinagogas están casi vacías.
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