Sección I
¿Por qué los Pleyadianos? ¿Por qué
ahora?
CAPÍTULO 1 - EN EL
PRINCIPIO...
Mientras estaba tumbada en el suelo después de tres días de
ejercicios de suelo guiados Feldenkrais, un ser de luz de estatura
humana, llamado Pa-La, me tendió la mano para que se la tomara. De
inmediato se produjo una sensación de confianza y familiaridad.
Cuando decidí tomarle la mano, me encontré junto a mi propio cuerpo.
Sin dejar de asir la mano de Pa-La me vi
flotando con él y así salimos de la habitación, de la casa y
rápidamente de la atmósfera terrestre. Avanzábamos sin esfuerzo por
entre capas de tinieblas seguidas por zonas de un azul radiante y un
blanco como la leche y nos adentramos en el espacio exterior. La
vista de una gran nebulosa multicolor de bonitos colores dominada
por el rojo con manchas azules y unas pocas amarillas y blancas era
lo único que interrumpía lo que parecía un cielo infinito azul
oscuro en profunda expansión, con estrellas a modo de puntos
holográficos. Hoy en día, el precioso recuerdo de haber pasado bajo
la nebulosa aún pervive en mi mente como si lo estuviera viendo.
Algo más allá de la nebulosa, parecía que íbamos más despacio para
acercarnos a una estructura compuesta de multitud de pirámides de
oro brillante coronadas por cruces de brazos iguales. Era el techo
de una estación espacial, en la que a medida que descendíamos por
debajo de las pirámides resultó ser grande. Desde el interior de la
construcción, grande como una nave industrial, las pirámides estaban
a unos ciento veinte metros por encima de nosotros, vacías pero
irradiando una nítida luz de colores provenientes de una fuente
desconocida.
La habitación misma era casi toda
blanca, de apariencia muy sobria, y asimismo iluminada por una
fuente invisible. Me quedé tan sobrecogida por la belleza de las
pirámides y la increíble mezcla de amor e inteligencia que fluía de
los cuatro seres de luz que nos saludaron que no recuerdo nada más
del lugar. Cada uno de estos seres era de una tonalidad única, rojo,
amarillo dorado, verde y azul. Parecían tener una estatura más o
menos la mitad de la mía y su forma era la de triángulos alargados
coronados por un vértice redondeado en la parte superior.
No tenían miembros o rostros definidos
y, sin embargo, el vértice superior de los altos cuerpos
triangulares tenía algo parecido a ojos y centros de comunicación
como si los seres fueran figuras con cuerpos en el interior de
capuchas y túnicas. Pa-La, de forma humanoide, estaba formado, por
otra parte, íntegramente de destellos de plata azulada.
En uno de los momentos, el ser dorado me preguntó telepáticamente si
desearía experimentar un equilibrio de energía. Aunque soy por
naturaleza una persona cauta, contesté:
«¡Sí!», sin hacer preguntas.
El ser más pequeño de color blanco
plateado que me guió hasta allí me elevó hasta el techo y me
depositó en la misma cima con la cabeza en la parte superior. Me
rodeó una energía y unos destellos claros que me llenó de un gozo
intenso y gran despreocupación. Luego, el ser dorado me preguntó
mediante telepatía si estaba dispuesta a recuperar mi cuerpo astral
pleyadiano. Sin dudarlo y con lágrimas de profundo amor y liberación
le dije que sí.
La energía y el color empezaron a acumularse y a girar rápidamente;
fue de alguna manera una interacción entre el cuerpo y el campo de
energía dentro de la pirámide. Se formó un cuerpo luminoso idéntico
a los seres triangulares de color rojo unido al cuerpo mediante un
cordón de plata como aquel que me unía al cuerpo astral humano y
sentí la conciencia dentro de la nueva forma y en la humana. Este
cuerpo luminoso se fundió con mi cuerpo humano. Mi energía subió y
del gozo y la liberación nació un profundo estado de paz y rectitud.
No era otra entidad que se unía y se fundía conmigo. Era una parte
de mi propio «todo» que cobraba forma luminosa y volvía a mí; una
parte que había olvidado hacía mucho tiempo.
Surgió de mi interior un vínculo profundo de amistad, confianza y
amor ancestral hacia estos viejos camaradas reencontrados. Comprendí
que la primera vez que llegué a esta galaxia la forma original que
tomé para hacer descender mi vibración preparándome para cumplir con
mi deber aquí-fue la pleyadiana. Había morado en diferentes lugares
de las Siete Hermanas, recibiendo la instrucción y la experiencia
pertinente con vistas a mi tarea futura. Por ello, el estar con
estos queridos amigos ancestrales era algo natural y largamente
esperado. Cuando se terminó el recorrido y las conexiones con el
cuerpo luminoso nos despedimos con un intercambio silencioso de
amor, gratitud y respeto mutuos.
El viaje de vuelta fue muy rápido en comparación con el vuelo de
ida. Desde entonces he hecho muchos viajes pero han sido más
rápidos. Cuando estoy fundida con mi cuerpo luminoso pleyadiano, las
restricciones de tiempo y espacio se reducen a un mínimo. Flotando
sobre la habitación antes de regresar al suelo con los demás
estudiantes, me dijeron que mi cuerpo luminoso pleyadiano iba a
estar conmigo en contadas ocasiones pero mantendría una conexión
constante con los Emisarios Pleyadianos de Luz -el nombre que más
tarde supe que tenían mis amigos-. Mi cuerpo luminoso pleyadiano me
permitiría cumplir en dos lugares al mismo tiempo y actuar de
intermediaria entre las dimensiones superiores y la Tierra
tridimensional, así como entre Alción, el sol central pleyadiano, y
la Tierra.
Los pleyadianos me contaron que estaban examinando en detalle el
curso de ejercicios de remodelación CórticoNeuro-Muscular en el que
participaba, porque estaban aprendiendo a ayudar a los seres humanos
a realizar los cambios de vibración necesarios para que nuestro
sistema nervioso aguantara los futuros cambios de frecuencia en la
Tierra. La clave era aprender la mayor cantidad posible de maneras
de sanar el sistema nervioso.
Con el objetivo de estudiar y ayudarnos a profundizar en nuestros
procesos de sanación, se asignaba un guía pleyadiano a cada alumno
del curso que así lo deseara. Estos guías nos supervisaban,
estudiaban los efectos del trabajo y determinaban maneras de
utilizar la información para ayudar también a otros. Esto se ha
realizado posteriormente con un gran número de personas en los
planos astrales durante el sueño.
Además, muchos recibían el trabajo
directamente de monitores humanos como yo. Recibía ejercicios de
sanación y realineamiento durante el sueño a fin de aprovechar más
profundamente el curso de Remodelación Córtico-Neuro-Muscular, así
como poder probar la efectividad de los ejercicios etéricos en otras
personas.
Los Emisarios Pleyadianos de Luz también
me enseñaban técnicas avanzadas durante el sueño. Y en la clase de
aprendizaje a nivel tridimensional recibía instrucción telepática
sobre cómo mejorar el trabajo cuando los pleyadianos lo considerasen
oportuno. Con estas últimas preparaciones mi guía pleyadiano, Pa-La,
me devolvió a mi cuerpo. Cuando me desperté en la habitación no
tenía prácticamente conciencia de la duración del viaje tal y como
la medimos en la Tierra.
Esa noche fue la primera clase astral en la que participé
conscientemente. Cuando me desperté a la mañana siguiente, mi cuerpo
se movía de un modo involuntario. De inmediato llegó el mensaje
telepático de Pa-La que decía: «Relájate y permite terminar el
modelo de movimiento para luego ponerlo sobre el papel». Mientras lo
hacía, mi cuerpo ejecutaba una serie de movimientos elegantes aunque
leves. Cuando anoté la secuencia la titulé «La Cuna».
Este conjunto de movimientos guiados se
denomina «movimiento delfínico» y forma parte de la remodelación del
cerebro delfínico. Sus raíces están en los principios de ejercicios
de Conciencia a Través del Movimiento de Moshe Feldenkrais. La
versión pleyadiana de los movimientos guiados es el siguiente paso
en la evolución de esta modalidad.
Es más, la misma noche de mi primera clase astral estaba con Moshe
Feldenkrais y otros en algo parecido a un laboratorio. Había
ordenadores con capacidad para controlar datos «psíquicos» o
no-físicos.
Moshe, al que no logré conocer en el mundo físico, explicaba y
demostraba el trabajo que había desarrollado en su vida física y
cómo ampliarlo y mejorarlo con la ayuda de personas como yo. El
cuerpo de Moshe murió hace unos años pero su genio y su compromiso
seguían vivos.
Me encontré juntos a Moshe y los pleyadianos muchas veces en los
planos astrales. Los momentos que pasé con Moshe y con el grupo son
inolvidables. Moshe solía ser muy directo e iba al grano, sin
ofrecer datos innecesarios; una broma ocasional o un comentario
amistoso era algo raro y precioso. A veces, me proporcionaban
movimientos delfínicos; otras, el grupo me enseñaba la filosofa y la
teoría de los ejercicios.
En algunas ocasiones incluían tecnología
de sanación por láser o sesiones de imposición de manos que
constituyen el otro aspecto de la Remodelación Cerebral Delfínica.
Siempre recordaba lo que escribía por la mañana. Durante todo un mes
mantuve dos diarios: uno, de los ejercicios pleyadianos, y otro, del
curso intensivo de Remodelación Córtico-Neuro-Muscular.
En algunas ocasiones durante el intensivo descansaba en naves de luz
pleyadianas o en otras estaciones espaciales. Estas ocasiones se
daban tanto en mi cuerpo astral durante el sueño lúcido como durante
las clases y meditaciones. Sin excepción, las experiencias fueron
tiernas, respetuosas de mis límites y mi libre albedrío. Hasta la
fecha, nunca he tenido un cordón psíquico ni me han implantado
ningún dispositivo ni tampoco he visto que se lo hicieran a otros.
En el pasado, he tenido problemas
personales de invasión extrema de otros extraterrestres, menos
éticos, y he liberado de estos extraterrestres y sus implantes a
muchos clientes. Después del intensivo, pasé un par de días en
Anaheim, California, para ir a Disneylandia con amigos del curso. La
primera tarde paseaba por la piscina del motel con música suave en
el walkman cuando apareció mi guía pleyadiano y me pidió que le
acompañara. Mientras salía del cuerpo me asusté y me puse
inmediatamente en guardia al ver a otros dos seres procedentes de
Orión.
Mi guía rápidamente me aseguró que eran
amigos, lo que enseguida percibí como cierto ya que sentí la
compasión de los seres de este lugar. En una comunicación silenciosa
me hicieron saber su pesar porque algunos de los suyos se desviaron
hacia el mal. También me dijeron que eran siervos de la Luz y,
específicamente, de la Federación Galáctica de la Luz.
Los cuatro fuimos juntos rápidamente hasta una gran estación
espacial al límite de la atmósfera terrestre. Era enorme -de muchos
niveles y cada planta parecía tener una función totalmente
independiente-. Sin embargo, hasta llegar a nuestro destino no me
detuve en ningún lugar lo bastante como para verlo en detalle. Allí,
en el centro de lo que era una sala de aproximadamente 600 por 600
metros, había un cilindro oscuro, de color gris cobalto, fabricado
de un metal de apariencia extraña. No puedo describirlo mejor por
ahora. Los Seres de Luz de este grupo específico de Orión me
aseguraron tener la capacidad de devolver a la nada la energía y los
desechos nucleares mediante la cámara que habían creado.
Es más, afirmaron que, utilizando esta
cámara, no quedaría residuo en ningún sitio. Continuaron
explicándome que nunca lo usarían si no había suficientes humanos
conscientes de la oscuridad que ha impregnado este planeta y
eligiesen así asumir su responsabilidad en la creación compartida
según la ley divina. Como pueblo de la Tierra que somos, debemos ser
conscientes del efecto que causamos sobre los demás, el planeta y
las futuras generaciones. Nosotros, los humanos, debemos pedir la
intervención divina frente a la amenaza nuclear de aniquilación del
planeta.
Sin esta amenaza tendremos una
oportunidad para empezar de nuevo entre todos la creación compartida
con Dios/Diosa/Todo Lo Que Existe, la Tierra, las formas de vida
terrestre sin excepción y nuestros amigos intergalácticos.
Desde entonces, Saint Germain me ha seguido explicando que todos
debemos responsabilizarnos de actuar dentro de lo que él llama «la
armonía de la creación compartida». La actitud inherente a la
creación compartida es lograr que todos ganen, lo cual debe ser
también el resultado de toda acción y creación de la realidad.
No hace falta decir que aquel día en Anaheim regresé muy agradecida
a mi cuerpo, así como un poco más humilde después del encuentro con
los seres de Orión que tomé al principio por «malos». Su sincera
dedicación a la Tierra y a la Luz me impresionó tanto que desde
aquel encuentro he querido eliminar de mi actitud y de mi
vocabulario estas etiquetas negativas y llenas de prejuicios.
Intento verlo simplemente en términos de niveles de evolución. Toda
existencia supone un proceso continuo de aprendizaje y crecimiento.
En el camino podemos quedar atrapados en
juegos de poder o en magia negra, en drogas o cualquier otro tipo de
abuso, pero al final todas las formas de vida evolucionan para ser
creadoras junto con Dios/Diosa/Todo Lo Que Existe, en armonía con el
Plan Divino de Luz, Amor y Verdad. Todos acabaremos teniendo un
cariño natural por la creación. Juzgar algo o a alguien sólo por su
nivel evolutivo actual es a la vez erróneo y contraproducente. Somos
responsables de enseñar antes que nada con el ejemplo a medida que
crecemos y nos hacemos más conscientes.
La elección de este punto de vista nos
permite sentir y honrar el sentimiento de conexión de todas las
cosas.
Después de aquel viaje con mis tres acompañantes, todos los amigos
pleyadianos parecieron desaparecer sin dejar rastro. Les llamé.
Intenté en sueños establecer citas con ellos. Pero no pasó nada.
Empecé a sentirme cada día más frustrada
y más sola, hasta que una tarde, mientras meditaba, empecé a llorar,
gritando:
«¿Por qué me habéis dejado? ¿Dónde
estáis? ¿He hecho algo malo? (La reacción humana automática
¿no?). Sentí el suave resplandor de una presencia familiar y
tierna que conocía como Ra, el ser dorado, tocándome el brazo.
De nuevo pregunté: «¿Por qué habéis desaparecido? Os he echado
de menos, habéis dado tanto sentido a mi vida que no soporto que
no estéis».
Ra, muy compasivo, me contestó:
«Amada, nunca estaremos lejos de ti.
Si de verdad nos necesitas, siempre te dejaremos sentir nuestra
presencia. Mas por ahora debes seguir tu vida aquí en la Tierra.
Cuando mantenemos contacto regular contigo tiendes a concedernos
más importancia y realidad que al resto de tu vida. Nunca
haríamos nada que suplantase tu aprendizaje, crecimiento y
tareas aquí en la Tierra. Te queremos y te respetamos demasiado.
Cuando llegue la hora volveremos a reunirnos en tu conciencia,
así como en las esferas inconscientes».
Tranquilizándome con una última ola de
amor y compasión que fluyó a través de mí, Ra se marchó.
Después de esta ocasión, a excepción de algunas canalizaciones, la
mayoría de los contactos conscientes con Ra y algunos otros
ocurrieron mientras estaba con clientes.
Durante estas sesiones, los Emisarios Pleyadianos de Luz me
instruyeron y me ayudaron con el proceso de sanación. Esto sucedió
casi exclusivamente durante las sesiones de Remodelación de
Movimiento Cerebral Delfínico y sesiones de Movimiento Delfínico
hasta el final del verano de 1993 cuando empezó una nueva etapa.
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