05 Enero 2019
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En el emblemático año de 1984, el preclaro
Isaac Asimov realizó un
ejercicio profético respecto al 2019; sus pronósticos fueron
sorprendentemente acertados
Isaac Asimov es uno de los autores más celebrados de la ciencia
ficción, en especial de la llamada "época dorada" del género, la
segunda mitad del siglo XX, cuando coincidió con otros escritores
como,
-
Ray Bradbury
-
Stanisław Lem
-
Ursula K. Le Guin,
...entre otros.
Asimov fue un autor cuyo estilo descansó sobre todo en su
conocimiento enciclopédico, que en el caso de sus obras literarias,
fue fundamental para imaginar universos completos, planeados hasta
el más mínimo detalle, que aun en su fantasía más extravagante
ofrecen al lector la verosimilitud y el asombro necesarios para
volver placentera la lectura.
Dicha erudición, que se expresó en la escritura de casi 500 libros
sobre diversas historias, también hizo de Asimov un intelectual
lúcido, capaz de entender el devenir humano y las contradicciones
tanto de nuestra naturaleza como de nuestra historia.
En ese espíritu, en 1964
el escritor envió una colaboración a The New York Times con
el título "Visita a la Feria Mundial del 2014", en la cual imaginó
cómo sería el mundo 50 años después a partir de su presente.
19 años después, en la víspera de 1984 (otro año emblemático en la
ciencia ficción), Asimov repitió este ejercicio de imaginación
profética, esta vez para la revista The Star (Isaac
Asimov was asked by 'The Star' 35 Years ago to Predict the World of
2019 - Here is what he Wrote), y describió el mundo como
él supuso que sería en el año 2019.
El escritor comenzó sus
predicciones con una premisa necesaria, que a la postre se reveló
cierta:
Estados Unidos y la
Unión Soviética evitarían entablar una guerra nuclear, pues eso
significaría una situación de "miseria global".
Pasado ese punto, se
entregó a otros dos ejes que, a su parecer, dominarían el futuro:
"Las computadoras se
han vuelto ya esenciales para los gobiernos de las naciones
industrializadas y para la industria mundial, y ahora están
comenzando a encontrar su lugar en los hogares", escribió
Asimov, con perspicacia notable, notando ya en aquel año que
dichos dispositivos se volverían indispensables para el
ser humano.
Asimov entendió esta
dependencia a las computadoras como efecto de la complejidad
adquirida por las sociedades modernas, a las cuales la computación
les ofrece cierta posibilidad de orden o, al menos, de no caer en el
caos.
Por ello, según el
escritor, en el futuro las sociedades,
"clamarían por la
computarización como ahora claman por armas".
Sin embargo, el autor de
'Yo, robot' también vislumbró que dicha tendencia informática
transformaría radicalmente la idea de trabajo con la que el ser
humano había vivido en los últimos años y, consecuentemente, la
computarización de la vida,
"destruiría nuestras
mentes",
...particularmente en
aquellos que por muchos años se esforzaron por encontrar un balance
con respecto al trabajo realizado que justamente las computadoras
vendrían a quebrar.
En cuanto al trabajo, Asimov supo ver que en esencia las
computadoras y la informática "automatizan" diversos procesos de la
existencia, que por su carácter mecánico o rutinario pueden ser
dejados para su realización a máquinas y robots.
En ese sentido, el
escritor supuso que muchos trabajos relacionados con el ensamblaje o
la repetición simplemente desaparecerían. A cambio, en ese mismo
contexto, se volvería necesaria una educación amplia en procesos
computacionales.
De hecho, para Asimov ese
sería uno de los cambios fundamentales en la manera de educar a las
nuevas generaciones, una especie de "alfabetización computacional" a
la que aspirarían poblaciones enteras.
En este sentido, el
escenario sería similar al de la Revolución Industrial del siglo
XIX y la necesidad que ésta trajo de una gran cantidad de
personas educadas elementalmente, al menos para saber leer y
escribir, lo cual dio nacimiento a la noción de educación pública.
Con todo, para Asimov la particularidad del siglo XXI sería que la
adaptación sería mucho más rápida, quizá más de lo que la sociedad
sería capaz de realizar, lo cual dividiría a la población en dos
grandes bandos:
Los primeros,
encontrarían un lugar en el mundo, pero para los demás, la
"transición" entre una y otra forma de organización social sería
dolorosa y angustiante.
Precisamente en el escenario de esa transición, Asimov atisbó estas
posibilidades (las citas son textuales):
Primero:
La población
continuará creciendo durante algunos años después de ahora, lo
cual hará la transición aún más angustiante.
Los gobiernos ya no
podrán ignorar el hecho de que ningún problema puede resolverse
en tanto aquellos problemas continúen agudizándose a una
velocidad mayor de aquella con la que pueden tratarse.
En este aspecto, Asimov
consideraba que para 2019 existirían medidas para controlar la
tasa de natalidad mundial y así alcanzar cierta estabilidad en
el crecimiento poblacional.
Segundo:
Las consecuencias de
la irresponsabilidad humana en términos de desperdicio y
contaminación se volverán cada vez más evidentes e intolerables;
los intentos por tratar con esta situación serán más
extenuantes.
Es de esperarse que
para 2019 los avances tecnológicos pongan en nuestras manos las
herramientas para acelerar el proceso mediante el cual se
revertirá el deterioro del medioambiente.
Tercero:
Habrá una cooperación
cada vez mayor entre naciones y entre los grupos dentro de las
naciones, no por un surgimiento repentino de idealismo o
decencia, sino por la certeza cruda de que algo menos que eso
significará la destrucción para todos.
Y si bien este último
punto parecería positivo, para Asimov supuso también una oportunidad
para alimentar los conflictos entre naciones.
En suma,
"la derrota por la
vía de la sobrepoblación, la contaminación y el militarismo",
...fueron los tres
principales riesgos que el autor de la Trilogía de la Fundación
supuso que se presentarían en el año en el que nos encontramos.
Por otro lado, Asimov fue optimista en al menos un aspecto:
la educación.
No por la escuela, sin
embargo, sino sobre todo gracias a la ubicuidad de las computadoras.
Según él, dado que en
cada casa habría un ordenador, especialmente los miembros más
jóvenes del hogar podrían aprender por su cuenta y a su ritmo todo
lo que quisieran, alentados únicamente por su curiosidad.
A este respecto es posible decir que el escritor acertó
parcialmente, pues si bien los dispositivos con los que contamos en
la actualidad en efecto nos permiten acceder a grandes acervos de
conocimiento, en su mayor parte el uso que se les da no es
precisamente para este fin.
En un tono igualmente optimista, Asimov escribió:
En tanto que las
computadoras y los robots hagan el trabajo de la sociedad - para
que así el mundo, en 2019, parezca cada vez más "manejarse por
sí mismo" - más y más seres humanos se encontrarán viviendo una
vida rica en ocio.
Asimov tuvo el mismo
sueño que Bertrand Russell a inicios del siglo XX y que los
utopistas ingleses del XIX antes:
que las máquinas nos
"liberarían" del trabajo para así permitir que el ser humano
alcance finalmente su realización.
Lo cierto es que, una
revolución tecnológica después de otra, cada progreso significa para
la vasta mayoría de la población humana más y más trabajo,
no "una vida rica en ocio"...
Finalmente, sobre el punto de la "utilización del espacio", Asimov
auguró que para 2019 el ser humano regresaría a
la
Luna, no únicamente en una misión comandada por el
gobierno estadounidense sino con un equipo más bien internacional.
Asimismo, el escritor
supuso que el propósito de ese nuevo alunizaje ya no sería solamente
la exploración, sino una verdadera explotación del suelo lunar:
se encontraría una
zona que permitiese la extracción de minerales que después
serían transformados en cerámica, metales y concreto.
Según Asimov, la minería
en la Luna sería el primer paso para
su colonización.
En un arranque que hoy parece muy fantasioso, el escritor imaginó
también que en el satélite natural de la Tierra se construiría una
planta de recolección de energía solar, la cual sería enviada en
forma de microondas a nuestro planeta.
Si bien en estos pronósticos Asimov equivocó sus dones de profeta,
sobre su necesidad subyacente es posible que haya acertado.
En efecto:
para el escritor la
colonización de la Luna o la planta de energía solar no eran
accesorios o caprichos de nuestra especie, sino respuesta a la
necesidad real de energía que se presentaría el planeta Tierra.
Una especie de crisis
frente a la cual la única solución sería el trabajo conjunto y
en condiciones pacíficas entre todas las naciones del mundo.
En caso contrario, el
fantasma de la guerra aparecía inmediatamente.
La energía será tan
necesaria para todos y tan claramente entregada únicamente si las
naciones permanecen en paz y trabajan juntas, esa guerra se volvería
simplemente impensable, por demanda popular.
El texto de Asimov es aún más extenso y puede encontrarse en su
idioma original
aquí.
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