CAPITULO I -
RA-6 666
Los cinco diminutos y multicolores veleros que colgaban del techo
oscilaron suavemente, mecidos por una súbita corriente de aire.
Harold D. Craft Jr., director de operaciones del mayor y más potente
radiotelescopio del mundo, levantó la vista. Frente a él, con el
rostro demudado y una temblorosa hoja de papel en su mano izquierda,
permanecía Rolf B. Dyce, director adjunto de Arecibo..Harold
comprendió que algo grave sucedía. Su colega y amigo parecía
atornillado al pomo de la puerta. Y una segunda bocanada de aire
agitó los veleros, arrancando reflejos rojos, verdes y azules de sus
lustrosos cascos.
• ¡Por Dios! -exclamó Craft desde detrás del parapeto de documentos
y carpetas que se levantaba sobre su mesa-. No te quedes ahí. ¿Qué
pasa ahora?
El astrofísico reaccionó y, tras cerrar la puerta, avanzó a grandes
zancadas. Pero, incapaz de articular palabra alguna, se limitó a
extender el télex a una cuarta del poblado bigote de Harold.
El director de operaciones del radiotelescopio de Arecibo,
dependiente de la universidad norteamericana de Cornell, leyó aquel
galimatías matemático en poco más de treinta segundos.
A continuación interrogó a Rolf con la mirada. Y éste asintió con la
cabeza.
• Entonces estábamos en lo cierto -repuso Craft, levantándose y
dibujándose en su rostro un rictus de alarma.
• Sí -balbuceó al fin el director adjunto-, nuestras sospechas han
sido confirmadas por el observatorio Einstein, por Monte Palomar,
por el centro de astrofísica del Harvard College y por el
observatorio Smithsomiano de Cambridge... Estoy asustado, Harold.
¿Qué podemos hacer?
• De momento -replicó el director de operaciones-, seguir vigilando
a Ra...
Y ambos se precipitaron hacia la puerta.
Cuando los científicos irrumpieron en la sala de tratamiento de
datos, la noticia había trascendido ya a los 144 astrónomos y
técnicos especializados del radiotelescopio. Y una treintena,
adivinando los movimientos del director de operaciones de Arecibo,
se había congregado en torno a los dos poderosos ordenadores
CDC-3300 y Datacraft 6024/4.
Harold, al verlos, sonrió maliciosamente, pidiendo calma al inquieto
personal a sus órdenes. Y sin más comentarios tomó asiento frente a
la consola del CDC, tecleando nerviosamente.
La gigantesca antena del radiotelescopio -de treinta metros-buscó la
constelación de Orión. Una vez fijada la posición, Harold Craft
activó el radar, forzando al máximo su potencia de.salida. En ese
instante, todas las miradas se centraron en los dígitos verdes que
acababan de aparecer en la pantalla del ordenador. 15.a transmisión
radar-planetario.
2 380 MHz. Distancia estimada: 29,760 580 unidades astronómicas.
Hora y fecha de emisión: 15 h (27 de enero de 1984). Tiempo estimado
para choque de señal-radar: cuatro horas y nueve minutos. Retorno
estimado: 23 horas y 18 minutos. Coordenadas: 3 horas y 44 minutos.
Inclinación Positiva.
• 0. K. -suspiró el director una vez concluido el lanzamiento de la
señal radioeléctrica-, ahora sólo nos resta esperar.
Pero algunos de los astrofísicos, sin poder contener su curiosidad,
empezaron a interrogar a Craft. Sin embargo, el torrente de
preguntas se vio interrumpido por el repiqueteo de uno de los
teléfonos de la sala de ordenadores.
• Es para ti -aclaró Rolf, señalando al director de operaciones-.
Frank parece muy enfadado...
Harold se hizo con el auricular, adivinando el motivo de la llamada
y del disgusto de Frank Drake, director y responsable supremo del
radiotelescopio de Arecibo.
• Sí, dime... -Harold -estalló Drake-, ¿cómo es posible que sea el
último en enterarme? Acaban de llamar de Ithaca pidiendo un informe
completo sobre..., ¿cómo diablos se llama?
• Ra -intervino Craft sin perder la calma.
• Eso. Pues bien, ¿de qué se trata? Alguien se ha ido de la lengua
en el Centro Nacional de Astronomía de Cornell y tengo a un
periodista del Washington Post que no me deja respirar... Por favor,
ven a mi despacho. Cinco minutos después, Harold Craft mostraba a
Drake la recién llegada confirmación de los observatorios de Monte
Palomar, Harvard y Cambridge. Frank, alisándose nerviosamente su
blanca cabellera, exclamó:
• Está bien, está bien, pero empieza por el principio... ¿Qué es
toda esa historia sobre Ra? ¿Qué está ocurriendo?
• A finales de 1975 -comenzó el director de operaciones-, el
telescopio orbital de rayos X del satélite holandés ANS descubrió.un
misterioso cuerpo celeste. Se encontraba más allá de nuestro sistema
solar y en dirección a la constelación de Orión. Poco después, en
enero de 1976, el octavo Observatorio Solar Orbital y los satélites
SAS-3, Vela y Uhuru confirmaron el hallazgo. Y ese mismo mes, a
petición de Jonathan Grindlay, del observatorio del Harvard College,
dirigimos nuestra antena hacia las coordenadas de situación de Ra.
• ¿Y bien? Harold extrajo un pequeño bloc del bolsillo izquierdo de
su camisa y buscó entre las hojas.
• Sí, aquí está -comentó, observando de soslayo la cada vez más
impaciente mirada de Drake-. Justamente el 27 de enero de 1976 (hace
ahora ocho años), nuestro radar detectó el astro a 1 261 440 000
kilómetros de la órbita de Plutón. En los años siguientes, tanto los
satélites HEAO-1 como el HEAO-2 y los telescopios de Palomar,
Harvard y Cambridge y nuestro propio radiotelescopio han venido
siguiendo la trayectoria de Ra, estimando que su velocidad es de
cinco kilómetros por segundo...
• Sigo sin comprender -le interrumpió el responsable de Arecibo.
• Un momento, Frank. Durante estos años, los cálculos de Grindlay y
del resto de los astrónomos han coincidido en dos hechos que han
provocado una cierta preocupación. En primer lugar, Ra viaja
directamente hacia nuestro sistema solar.
Segundo: se trata de un cuerpo celeste Singular, con una órbita cuyo
período de revolución ha sido calculado en 6 666 años.
• ¡Un astro periódico! -exclamó Drake palideciendo-. Pero ¿estáis
seguros?
El director de operaciones respondió con un denso y significativo
silencio.
• Un momento, un momento -intervino nuevamente Drake-. Si no he
comprendido mal, ese astro viaja a razón de cinco kilómetros por
segundo. Harold asintió.
• ¿Y para cuándo se estima que cruce la órbita de Plutón?
Craft señaló el télex recibido esa misma mañana en Arecibo y rogó a
Drake que lo leyera con detenimiento.
• Vamos a ver....El dedo índice de Drake empezó a recorrer
afanosamente el texto.
• Sí..., aquí está: ...Y de acuerdo con estos cálculos -leyó el
director-, estimamos que Ra alcanzará la órbita de Plutón hoy, 27 de
enero, situándose a una distancia del Sol de 29,760580 unidades
astronómicas. Rogamos nueva comprobación radar.
Drake abandonó la lectura del télex e interrogó de nuevo a Harold:
• ¿Habéis emitido la señal?
• A las 15 horas. Justamente cuando tú has telefoneado.
• ¿Y qué opinas?
• No sé... Craft parecía resistirse.
• ¡Por Dios, Harold! Habla con claridad...
• Está bien. Pero no debemos alarmarnos... Aún faltan muchas
comprobaciones...
• ¡Habla, maldita sea! ¿Qué ocurre con Ra?
• Como te he dicho, su actual trayectoria apunta casi directamente a
la Tierra. Pero puede ocurrir que el paso entre Saturno y Júpiter
varíe sensiblemente su curso...
Drake cortó la contemporizadora explicación del astrónomo:
• ¿Qué estructura tiene?
• Gerry Neugebatier, de Palomar, obtuvo hace meses unos primeros
informes, gracias a uno de sus satélites de infrarrojo.
Ra tiene un núcleo frío algo superior al de nuestro planeta. Pero lo
más desconcertante es que ese núcleo aparece rodeado por una especie
de envoltura (no sabemos aún si líquida o gaseosa) cuyo diámetro
total resulta muy similar al de Júpiter.
• Eso significa un volumen mil veces mayor que el de la Tierra
–masculló Drake, visiblemente confundido.
Harold movió la cabeza afirmativamente.
• ¿Y qué dicen Harvard y Cambridge sobre el tiempo previsto para su
aproximación a la Tierra?
• Si no hay variaciones, necesitará unos 8 400 días. Es decir, para
el año 2006 o 2007, aproximadamente...
Drake anotó la fecha sin poder disimular su inquietud.
• Sin embargo -intervino Craft, tratando de suavizar la tensión-,
todo esto es teórico... Esta noche, cuando estudiemos la última
emisión del radar, quizá podamos precisar un poco más... Drake
parecía ajeno a las tranquilizadoras frases de su amigo..-...6 666
años -murmuró-... 6 666 años...
Y dirigiéndose a Harold preguntó:
• ¿Qué se sabe de su paso anterior?
• Lo siento, Frank. Sabes que no disponemos de registros
astronómicos tan antiguos. A no ser que...
La estudiada pausa dio el resultado apetecido por el director de
operaciones del radiotelescopio.
• A no ser, ¿qué?... -clamó Drake.
El joven astrofísico consultó nuevamente su bloc. Y adoptando un
tono de prudencial escepticismo afirmó:
• Por pura curiosidad, y ante la imposibilidad de obtener un
registro anterior, cuando tuvimos una cierta seguridad en la órbita
de este intruso, Rolf Dyce y otros muchachos consultaron al
departamento de Historia Antigua de Cornell. Pues bien, según parece
existe una leyenda de origen egipcio en la que se habla del paso de
un astro. Esa leyenda cuenta que la desaparecida civilización de
Atlántida pereció en el transcurso de un día y una noche, como
consecuencia de la aparición en los cielos de Ra.
• ¿Ra?... ¿Es que se trata del mismo astro?
• Sólo es una leyenda -insistió Craft-pero, si concedemos un mínimo
de confianza a Platón, recopilador, como sabes, de la leyenda sobre
el mítico continente desaparecido de Atlántida, nos encontramos con
una curiosa casualidad. Según nuestros cálculos matemáticos, el paso
de este cuerpo sideral se produce cada 6 666 años. Eso quiere decir
que el anterior registro (de existir en alguna parte) debe
remontarse al año 4 660 antes de Cristo, aproximadamente.
• No entiendo adónde quieres ir a parar -interrumpió Drake.
• Muy sencillo. Si Palomar, Harvard y Cambridge coinciden en que Ra
irrumpirá en la órbita de la Tierra hacia abril del año 2006, el
antepenúltimo paso del intruso hay que fecharlo en el año 11326
antes de Cristo. Una fecha muy próxima a la señalada por Platón para
el catastrófico hundimiento de Atlántida. Drake sonrió burlonamente.
• Harold, eso sólo son elucubraciones..., y muy poco científicas.
El director de operaciones se encogió de hombros. Y antes de
abandonar el despacho comentó:.-Lo sé, pero es mucha casualidad, ¿no
te parece?
• Por cierto, ¿cuál es la designación oficial de ese astro?
• Ra-6 666.
• ¡Estáis locos! -concluyó Drake-. Bien, infórmame de los resultados
de la emisión del radar. Veré qué puedo decirle a ese periodista...
Y el director de Arecibo se enfrascó en una nueva lectura del télex
sin percatarse de la enigmática sonrisa que acababa de dibujarse en
el rostro de Harold.
A las 15.30 horas de aquel 27 de enero de 1984, Craft cerraba tras
de sí la puerta del despacho de su jefe inmediato, Frank Drake. Al
fondo del corredor aguardaba Rolf. Al ver a Harold salió a su
encuentro. Esta vez, en los Ojos de Rolf B. Dyce brillaba una
intensa luz. Y a media voz susurró al oído del director de
operaciones:
• Buenas noticias, Harold. Acaba de telefonear el Gran Maestro...
Craft llevó su dedo índice a los labios, pidiendo silencio a su
amigo. Y tomándole por el brazo le arrastró hasta su despacho.
Tras cerrar con llave, Harold se dirigió a la pizarra que ocupaba
buena parte de la pared derecha de su pequeño santuario. Y en
silencio escribió:
¿Ha sido autorizada la transmisión del mensaje?
Rolf, comprendiendo las medidas de seguridad de su hermano de Logia,
tomó la tiza que le extendía éste y, consultando una serie de
números escrita a bolígrafo en la palma de su mano derecha,
garrapateó nerviosamente sobre el encerado:
Gran Consejo de Kheri Hebs autoriza a hermano 1-685- 8 19-S a enviar
mensaje urgente a Rá.
Harold vibró de emoción al leer aquella extraña numeración.
Sólo él y el Gran Consejo de los Kheri Hebs o Maestros de la Gran
Logia de la Escuela de la Sabiduría conocían la clave que
identificaba a Harold D. Craft Jr. como miembro de la citada orden
secreta. Una hermandad nacida en el antiguo Egipto, durante la
dinastía XVIII -hace 3 350 años-, y firmemente impulsada por el
primer Kheri Heb o Maestro, Amen-em-apt, también conocido en la
Escuela de los Misterios como Germaá o El Verdadero Silencioso, tal
y como consta en el papiro número 10 474 de la Gran Logia..El
director de operaciones del radiotelescopio tomó de nuevo la tiza y
procedió a escribir:
¿Cuál es el texto del mensaje?
Rolf extendió la palma de su mano y copió con letras mayúsculas:
EL JUICIO DE LA TIERRA SERÁ ASISTIDO POR LA RONDA DE LA RUEDA DE RA.
GLORIA AL DISCO.
GLORIA A LOS MENSAJEROS SOLITARIOS.
GLORIA A LA ISLA ESTACIONARIA DEL PARAÍSO.
144 000 URANTIANOS ESPERAN LA SEÑAL DE RA.
Una vez concluido el mensaje del Gran Consejo de los Kheri Hebs,
Rolf Dyce procedió a una meticulosa comprobación, palabra por
palabra. Confirmada su exactitud, Harold tomó nota del mismo en una
hoja de papel en la que podía leerse el siguiente membrete: Centro
Nacional de Astronomía y de la Ionosfera. - Universidad de Cornell
(110 Day Hall) - Ithaca, N. Y. 14853.
Acto seguido, ambos astrofísicos borraron la pizarra, eliminando
hasta el más mínimo vestigio de cuanto habían escrito sobre el
encerado.
Algo más tranquilos, Craft y Dyce tomaron asiento en tomo a la mesa
del despacho.
Y Harold, tras repasar el enigmático mensaje, preguntó bajando el
tono de la voz:
• ¿Código?
• Conversión a números. Clave de Cagliostro -susurró Rolf.
Y ambos, sin más comentarios, pusieron manos a la obra, codificando
el texto que había sido elaborado por el Gran Consejo de los
Maestros. Por supuesto, ni Harold ni Rolf se atrevieron a formularse
pregunta alguna sobre el sentido de aquella criptografía. Su fe en
los Kheri Hebs de la Gran Logia de la que formaban parte era total y
eso bastaba.
Y a las 16.15 horas, con el mensaje descompuesto en un total de 201
caracteres numéricos, el director de operaciones de Arecibo y su
director adjunto se dirigieron sigilosamente hacia la sala de
control del radiotelescopio..El centro de tratamiento de datos -tal
y como suponían Harold y Rolf-se hallaba desierto. El primer turno
de astrofísicos no se haría cargo del programa habitual de emisiones
y recepción de señales hasta las 17 horas. Tenían, pues, el tiempo
justo para programar el ordenador CDC-3300 y transmitir el mensaje.
Craft se situó frente al teclado, transmitiendo al proyector de
láser las coordenadas galácticas de Ra. En 15 segundos, la antena
situada en la plataforma triangular, suspendida a una altura de
cincuenta pisos sobre el gigantesco disco cóncavo aluminizado de
trescientos metros de diámetro que hace de reflector, quedó
definitivamente apuntada hacia uno de los 38 778 paneles
individuales de aluminio que constituían el mencionado reflector o
cuenco de sopa, como lo denominaban familiarmente en Arecibo.
Harold ajustó finalmente la potencia de salida en 450 000 watios,
procediendo a la emisión de los 201 caracteres numéricos.
Previamente, el computador había descompuesto el mensaje en cinco
grupos de 53, 13, 30, 35 y 34 caracteres, respectivamente, con un
total de 36 dígitos suplementarios –estratégicamente
distribuidos-que hacían las veces de espacios en blanco.
Decodificados, a su vez, en sistema binario, los 201 dígitos fueron
transmitidos a una velocidad de 10 caracteres por segundo.
A las 16 horas, 30 minutos y 20 segundos, el mensaje partía, al fin,
hacia las profundidades del sistema solar, en busca del misterioso
astro intruso...
Durante un minuto -a partir del último segundo de la transmisión-Rolf
se mantuvo atento a la pantalla del ordenador, ajustando la
frecuencia del mensaje de tal forma que no se viera alterada por el
efecto Doppler del movimiento orbital y de la rotación de la Tierra.
Al cabo de ese minuto, el director adjunto respiró profundamente,
comunicando a Harold que el mensaje se hallaba ya en la órbita de
Marte. Después pulsó el teclado del CDC y esperó.
Casi instantáneamente, una serie de dígitos verdes recorrió la
pantalla del ordenador..-Bien -murmuró Harold-, en 35 minutos
alcanzará la órbita de Júpiter y en 71 la de Saturno...
La última línea anunciaba algo que ya sabían los astrofísicos: El
cruce con la órbita de Plutón se registraría en cuatro horas nueve
minutos.
Ambos, movidos por el mismo pensamiento, consultaron sus relojes.
• El mensaje -sentenció Rolf- será recibido a las 20 horas y 29
minutos.
• Sí -confirmó su compañero-, pero ¿habrá respuesta?
Rolf miró fijamente a Craft.
• Tú sabes que la habrá -añadió rotundo-. Sólo es cuestión de
esperar...
Esa noche, poco antes de las 23 horas, la sala de control del
radiotelescopio de Arecibo presentaba un movimiento inusitado.
Ni Harold Craft ni Rolf habían podido convencer a sus colegas para
que se retiraran a descansar. Casi medio centenar de astrofísicos
esperaba impaciente la inminente recepción de la señal del radar
emitida ocho horas antes.
A los mandos del ordenador, el director de operaciones chequeó por
enésima vez la posición de la antena de trescientos metros del
reflector principal. A su lado, Rolf, con el pelo revuelto y un
lápiz sobre la oreja derecha, hizo otro tanto con el segundo
ordenador -el Datacraft-, responsable del control de la antena
pasiva de noventa metros, situada a diez kilómetros al norte del
emplazamiento del gigantesco radiotelescopio, vital para la
recepción y combinación de los ecos del radar.
23 horas: 10 minutos: 56 segundos.
El reloj incorporado al ordenador seguía avanzando inexorablemente.
Y Harold, con un movimiento mecánico, procedió a la total
desconexión y bloqueo del transmisor. Todo estaba a punto. 23 horas:
15 minutos: 15 segundos.
El silencio en la sala de control era ya absoluto.
Rolf y Harold cruzaron una última mirada.
23 horas: 16 minutos: 45 segundos..A pesar de la baja temperatura
ambiental -siete grados centígrados-, en la frente de Rolf habían
aparecido algunas diminutas gotas de sudor.
23 horas: 17 minutos: 00 segundos.
Los científicos contuvieron la respiración. Todas las miradas se
habían concentrado en el cristal ahumado que protegía los discos del
CDC.
23 horas: 18 minutos: 05 segundos.
Pero el ordenador principal no daba señales de vida.
Harold, en tensión, aproximó su rostro al CDC, susurrándole:
• ¡Vamos, pequeño!...
23 horas: 18 minutos: 10 segundos.
Los dos discos dieron un cuarto de vuelta. Y aquel primer movimiento
fue acogido con una estruendosa salva de aplausos.
La señal del radar acababa de retomar al radiotelescopio.
Una vez confirmada la recepción del eco, Rolf activó el mecanismo de
cartografía. Cinco minutos después, sentado frente a la pantalla del
sistema de coordinación de ordenadores, Harold Craft -ante la
expectación general- decodificaba los primeros informes de la
señal-radar emitida hacia el astro intruso. Distancia: 29,66
unidades astronómicas.
El murmullo fue general: Ra había rebasado ya la órbita de Plutón.
Velocidad: 5,1 kilómetros por segundo y acelerando.
El director de operaciones pidió entonces a uno de sus compañeros
que efectuara los cálculos teóricos y aproximados de la velocidad de
Ra a su paso por las siguientes órbitas planetarias.
El resultado estremeció a los científicos.
• Si conserva ese ritmo de aceleración -anunció el astrofísico,
guardando su regla de cálculo-, necesitará 3 248,6 días para
recorrer los 1 403 400 000 kilómetros que le separan de Plutón a la
órbita de Neptuno. Los 1 627 millones de kilómetros siguientes
(desde la órbita de Neptuno a la de Urano), considerando el ligero
incremento de su velocidad, puede salvarlos en 2 699 días.
También es probable que al abandonar esta última órbita (la de
Urano), su velocidad sea ya algo superior a los 7 kilómetros
por.segundo. En ese supuesto, los 1 442 600 000 kilómetros que le
separarán de Saturno serán cubiertos en 1 669,6 días.
Desde allí a la órbita de Júpiter la distancia media estimada es de
648 700 000 kilómetros. Pero la aceleración de Ra habrá pasado de
unos 10 kilómetros por segundo en las proximidades de Saturno a 15
en la órbita de Júpiter. Eso quiere decir que puede recorrer esos
648 millones y pico de kilómetros en algo menos de 500 días...
Harold, impasible, fue contabilizando los días.
• ...En cuanto a la última trayectoria (desde la órbita de Júpiter a
la de Marte), Ra necesitará, a razón de 15 a 25 kilómetros por
segundo, 254,8 días.
• Todo ello hace un total de 8 327 días o 22,9 años –concluyó Craft,
visiblemente desalentado.
Sí -intervino Rolf-, y si no se produce un milagro, Ra se
precipitará desde la órbita de Marte a la Tierra en poco más de 75
días, a unos 35 kilómetros por segundo...
La alegría inicial de los hombres de Arecibo se había esfumado ante
aquel siniestro cálculo.
El angustioso silencio de los astrofísicos fue roto finalmente por
el director de operaciones:
• Señores, ésta es la triste realidad: si ese milagro no se produce
(si Ra no resulta desviado o catapultado por los campos de fuerza de
Saturno o Júpiter), su precipitación sobre nuestro mundo puede
registrarse entre los meses de marzo o abril del año 2007.
Harold adivinó los pensamientos de sus colegas y abandonando su
asiento frente al ordenador central dio unos pasos hacia el gran
ventanal de la sala de control. La noche, serena y estrellada,
parecía ajena a la tragedia que se aproximaba. Las seiscientas
toneladas de la plataforma triangular que sujeta las antenas,
iluminada ahora, se elevaba por encima de las colinas del norte de
Puerto Rico como una fantasmagórica nave espacial.
• Es mi deber anunciarles -comentó Craft dando la espalda a la
noche- que, por supuesto, cuanto han visto y oído es considerado por
el Centro Nacional de Astronomía y de la Ionosfera de Cornell como
confidencial y alto secreto... Deberá ser el NAIC quien, una vez
verificadas todas las comprobaciones.lógicas, anuncie o no a la
opinión pública mundial los hechos que ustedes conocen...
Y Harold, adoptando un tono menos solemne, rogó a sus compañeros que
abandonaran el centro de control.
• Frank Drake -explicó- debe disponer a primera hora de un informe
completo... Buenas noches, y gracias...
Y los casi cincuenta astrofísicos, silenciosos y cabizbajos, fueron
desfilando ante Craft, quien, cortésmente, había abierto la puerta
de la sala invitando a salir a sus amigos y colegas.
A las 24 horas, el director de operaciones cerraba con llave la
puerta del centro de control. En pie, junto al ordenador, seguía
Rolf. Tenía los ojos fijos en un pequeño mapa, recién extraído del
sistema de cartografia. Harold observó un ligero temblor en sus
manos e intuyó que las sorpresas no habían terminado...
• ¿Como es posible?
Rolf B. Dyce repitió la pregunta. Pero, en esta ocasión, tendiendo
el mapa a su compañero:
• ¿Cómo es posible, Harold?
Craft examinó la recién obtenida imagen del radar de Ra. El mapa de
relieve aparecía como una mancha prácticamente negra y perfectamente
circular. Ambos sabían que el brillo y blanqueado de este tipo de
mapas de retrodifusión son proporcionales al grado de aspereza de la
superficie del astro explorado. En otras palabras: cuanto más oscura
es la imagen del radar, más lisa es la superficie cartografiada.
Perplejo, Harold consultó las imágenes obtenidas en 1975 y 1977 del
planeta Venus. En aquellas ocasiones, el radiotelescopio había
efectuado un magnífico trabajo, cartografiando por radar ambos
hemisferios y, en especial, una región situada a 320 grados de
longitud este, en pleno hemisferio sur. En dichos mapas, confirmando
las sospechas de los radioastrónomos, aparecía, por ejemplo, una
enorme mancha blanca bautizada como Maxwell (a 65 grados de latitud
norte y 5 grados de longitud este), que no era otra cosa que una
gigantesca montaña de 11 000 metros. Ra, en cambio, a la vista de
aquel primer informe del radar, presentaba una de sus caras
absolutamente lisa, sin las rugosidades y accidentes naturales que
hubiera sido lógico esperar..-¿Cómo es posible, Harold? -repitió
Rolf por tercera vez.
Pero el director de operaciones sólo acertó a encogerse de hombros.
Y tomando su regla de cálculo pidió a Rolf que le ayudase en la
elaboración de los últimos datos. Al cabo de unos minutos, el
diámetro ecuatorial del intruso había sido fijado por los
científicos en 13 756 kilómetros. Curiosamente, mil kilómetros más
grande que el de la Tierra.
• ¿Y qué hay de esa extraña envoltura de la que hablaban los
satélites? -intervino Harold.
Rolf movió la cabeza negativamente, comentando:
• Habrá que esperar a los informes de Monte Palomar. Por cierto,
Harold, deberías informar a Drake...
• De eso nos ocuparemos mañana.
Y Craft consultó su reloj.
• Si el Gran Consejo de los Kheri Hebs está en lo cierto, la
respuesta de Ra será captada por el radiotelescopio a partir de las
24 horas, 38 minutos. Hay que darse prisa. Apenas si nos queda
tiempo.
Rolf obedeció en silencio, situándose de nuevo frente al teclado del
ordenador principal. Desconectó el radar, activando seguidamente el
sistema de recepción de señales radioeléctricas. La antena de 32
metros y 4 500 kg de peso continuaba apuntando hacia las coordenadas
galácticas de Ra.
• ¿Todo en orden? -preguntó Harold mecánicamente.
• Afirmativo. Pero...
Rolf dudó.
• Pero ¿qué? -le animó su compañero.
• No sé, Harold... ¿Tú crees que habrá respuesta?
• Ahora eres tú el que duda -sonrió Craft.
Y dándole una palmadita en la espalda tomó asiento frente a la
pantalla del ordenador auxiliar.
El reloj de dígitos del Datacraft 6024 señalaba las 24 horas, 5
minutos y 45 segundos.
Rolf, cada vez más nervioso, mordisqueaba la base de su lapicero.
24 horas: 28 minutos: 15 segundos.
-¡Atento, Rolf!
24 horas: 38 minutos: 00 segundos..Esta vez, los radioastrónomos se
vieron sorprendidos por el súbito giro de los discos magnéticos del
ordenador. La antena del radiotelescopio había empezado a captar una
señal...
• ¡Harold!... ¡Harold!...
Rolf, pálido como la pared, sólo acertaba a repetir el nombre de su
amigo.
• ¡Dios de los cielos! -exclamó Harold-. ¡Ahí está la respuesta! El
Consejo de los Maestros estaba en lo cierto...
¡Ra es mucho más que un simple astro!...
Rolf, hipnotizado por el lento pero continuo y espasmódico
movimiento de los discos memorizadores del Datacraft, no escuchó a
su compañero.
24 horas: 38 minutos: 15 segundos.
Seis décimas después, el ordenador se detenía.
Los astrofísicos se miraron desconcertados.
Fueron segundos espesos. Casi eternos. Pero la recepción -tal y como
indicaba el ordenador central-había concluido.
Harold, tratando de dominarse, hizo retroceder las cintas magnéticas
hasta el punto cero de la transmisión: 24 horas: 38 minutos: 00
segundos. Y con manos temblorosas tecleó en busca de la
decodificación de las señales.
Las cintas arrojaron en pantalla un total de 156 impulsos,
distribuidos -a primera vista-en cuatro grandes grupos. Cada uno
constaba de 33, 35, 51 y 37 caracteres, respectivamente. Rolf
comprobó el tiempo estimado de recepción.
• ¡Mira, Harold!... 156 impulsos y un total de 15 segundos y 6
décimas para la transmisión. Eso significa que han sido enviados a
razón de 10 caracteres por segundo. ¡Exactamente igual que nosotros!
• ¡Tranquilo, Rolf!... ¡Tranquilo! Ajusta el ordenador al código
binario. No sé qué es Ra ni quiénes lo controlan, pero, si han sido
capaces de captar nuestro mensaje, descifrarlo y enviarlo casi
instantáneamente, algo me dice que su respuesta vendrá codificada
bajo la misma clave.
La decodificación de las señales no tardó en aparecer en la
pantalla.
• ¡Lo sabía, Rolf! -estalló Harold Craft sin poder contenerse-
¡Son números!.En el monitor, efectivamente, había empezado a
dibujarse una serie de dígitos, correspondientes al sistema decimal
ordinario.
21-6666-122121-53-56567-415487-6 en el primer bloque.
313-31481513-66-3611215-1-315655-6 en el segundo renglón.
31-5111-45-31-2171-1763-122121-415221-55-66-4113-6 en el tercero.
53-161317-45-3631852-666-51-3353147-6 en el cuarto y último paquete
de caracteres. Ni Rolf ni Harold supieron jamás el tiempo que
permanecieron mudos y extasiados ante aquel puñado de verdes y
brillantes números, procedentes de más de 4 400 millones de
kilómetros...
Fue inútil. A pesar de las súplicas de Rolf, Harold Craft se negó a
seguir adelante en el desciframiento del mensaje procedente de Ra.
• Nuestra misión termina aquí -sentenció-. Ahora es el Gran Consejo
quien debe actuar...
Y los astrofísicos retiraron las cintas magnéticas, desconectando la
gran antena del radiotelescopio. Tres horas más tarde, el mensaje
original –convenientemente lacrado y sellado-partía del aeropuerto
de San Juan de Puerto Rico, con rumbo a un lugar secreto al sur de
San Francisco, sede central del Gran Consejo de los Kheri Hebs o
Maestros de la Gran Logia de la Escuela de la Sabiduría.
El 1 de febrero, siete altos funcionarios de las embajadas de
Venezuela, Gran Bretaña, Francia, Alemania Federal, Suiza, Suecia y
Egipto -todos ellos miembros secretos de la Gran Logia partían desde
Washington, Nueva York, Los Angeles y Miami con destino a sus
respectivos países. En sus valijas diplomáticas había sido
depositada una carta –presumiblemente con el mensaje procedente de
Ra, definitivamente descifrado-, y en cuyos sobres podía leerse:
NEWTTON. Londres.
DEBUSSY. París.
LEIBNITZ. Bonn.
NOBEL Estocolmo.
CALVINO. Berna.
BOLIVAR-Caracas.
NEFERTITI. El Cairo.
Pocas horas después de la llegada a las mencionadas capitales, las
siete misivas eran entregadas, en mano, a cada uno de los Kheri Heb
responsable de la Escuela de la Sabiduría en las áreas de la
Comunidad Británica, Francia, Alemania Federal, Países Nórdicos,
Suiza, América Latina y África, respectivamente. Sólo los Grandes
Maestros de las jurisdicciones de Oriente Medio, Asia y Australasia
habían sido excluidos por el Gran Consejo. La razón se hallaba
contenida precisamente en aquellas siete enigmáticas y altamente
secretas cartas...
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