Y un súbito presentimiento invadió a Sinuhé..El espeso silencio y el
inesperado toque de la campana trajeron a
la mente de Sinuhé aquella otra experiencia, vivida o sufrida –según
se mire- en el interior del bosquecillo que
rodea el caserón en el que habían penetrado tan inconscientemente. Y
el vello del investigador volvió a
erizarse ante un desapacible presentimiento:
¿Y si el responsable de este nuevo tañido hubiera sido la monstruosa
criatura que vi en el calvero? Si así fuera
–meditó Sinuhé mientras buscaba con su linterna el acceso a la torre
del Ayuntamiento-, quizá se encuentre
todavía junto a la maquinaria o, ¿quién sabe?, junto a la campana...
Pero no, no es posible.
Absorbido por tales elucubraciones, Sinuhé no se percató que había
iluminado por dos veces una pequeña
puerta, situada al fondo del desván y a un metro, aproximadamente,
del nivel del entarimado sobre el que se
hallaba. Fue en un tercer rastreo cuando el haz luminoso quedó
centrado primero en una media docena de
peldaños de madera y, finalmente, en una desvencijada puerta,
aquejada del mal de los años y que resultaba
poco menos que milagroso que pudiera sostenerse sobre tales e
improvisadas escaleras.
Adosado al muro principal del caserón, Sinuhé descubrió al fin el
camarote que debía albergar la buscada
maquinaria del reloj.
Y lentamente empezó a caminar hacia aquellos últimos escalones.
Pero, cuando apenas si había avanzado
tres pasos, un lejano golpeteo le detuvo. Al girar sobre sus talones
e iluminar la portezuela que acababa de
empujar, Sinuhé comprobó cómo las mujeres se habían vuelto también
en dirección al lugar del que procedía
aquel ruido, cada vez más atronador.
37
Sin pensarlo se abrió paso entre ellas, situándose en las estrechas
escaleras sobre las que habían oído el
lúgubre tañido de la campana. Y llevando su dedo índice a los
labios, pidió silencio.
Aquel golpeteo seguía Regando nítido y amenazador, entremezclado a
veces con su propio eco.
Sinuhé y las mujeres no necesitaron muchos segundos para deducir con
creciente terror que aquel atropellado
martilleo.procedía de la parte baja del caserón y que, a juzgar por
los cada vez más claros y potentes
estampidos, ascendía rápidamente hacia el lugar donde se
encontraban.
Los corazones, víctimas de un pavor incontrolable, habían vuelto a
desatarse. El de Sinuhé, sobre todo,
parecía a punto de saltar por la boca.
¿Qué estaba pasando en aquel maldito Ayuntamiento?, se preguntó,
incapaz de identificar el trueno que
seguía acercándose.
De pronto, el seco tableteo desapareció. Los últimos golpes habían
sonado en la planta inferior. Y Sinuhé,
procurando que los peldaños no gimieran bajo sus pies, descendió dos
o tres escalones, tratando de percibir
alguna señal -quizá una sombra-que delatara o identificara al
responsable de aquel terrorífico escándalo. La luz
de la linterna perforó las tinieblas, explorando el final de aquel
tramo y el recodo que formaba el pasadizo. Pero
la única respuesta fue el silencio.
En ese instante, una de las compañeras consiguió articular una frase
que arruinó el diezmado valor del
investigador:
-Parecían pasos...
¿Pasos? -se repitió a si mismo Sinuhé-. ¿Pasos que suenan como
cañonazos?... ¡No! -argumentó contra sus
propias dudas-, ninguna persona humana podría provocar semejante
estrépito...
Apenas si habían desaparecido de su mente estos razonamientos cuando
aquella cadena de golpes reapareció
en el lugar, helando la sangre de Sinuhé.
El estruendo era ahora infinitamente más violento y cercano.
¡Sonaba justamente en el piso donde se hallaban las dependencias
municipales!
Y el investigador, sin poder evitarlo, retrocedió ante la evidente
proximidad de aquella tormenta de golpes
rotundos y decididos.
Pero, en su precipitación, tropezó, desplomándose de espaldas sobre
los peldaños. Y la linterna saltó de su
mano por segunda vez...
La aparatosa caída de Sinuhé y el casi simultáneo repiqueteo de la
linterna, rodando escalones abajo y
sumiendo -al apagarse-a los desmoralizados expedicionarios en la más
desastrosa oscuridad, abrieron
finalmente las contenidas compuertas del.miedo y varias de las
mujeres estallaron, apagando por unos
instantes aquellos frenéticos mazazos con un chillido desgarrador.
Y fue como un milagro. 0 quizá como una estocada mortal. El
fantasma, o lo que fuera, al escuchar los gritos
volvió a detenerse. Al menos, los golpes cesaron. Y entre
respiraciones jadeantes, Sinuhé acertó a levantarse,
palpando los peldaños en una búsqueda desesperada de la linterna. En
realidad, aunque sus manos tanteaban
a ciegas y nerviosamente la madera de los escalones, sus ojos se
mantenían fijos en el final del tramo de la
escalera y, más concretamente, en el recodo que conducía al piso
inferior. Pero las tinieblas seguían siendo lo
suficientemente densas como para no poder distinguir bulto o silueta
algunos.
Al cabo de unos segundos, que a Sinuhé se le antojaron
interminables, la persona, animal o fantasma prosiguió
su avance, pero, esta vez, paso a paso. Sus golpes sobre el tramo de
escalera que moría necesariamente en
el punto donde Sinuhé bregaba por encontrar su linterna se hicieron
terminantes y angustiosos. Ya no había
duda: aquel trueno lo provocaba algo o alguien que se hallaba a
escasos metros de los más que arrepentidos
aventureros...
Casi paralizado por el miedo, el investigador, de rodillas y con la
frente empañada por un sudor frío, se lanzó
sobre el último peldaño, maldiciendo su mala estrella. La linterna
seguía sin aparecer y aquello -lo que fuera-
continuaba ascendiendo, provocando en Sinuhé una arritmia cardiaca
que a punto estuvo de desembocar en
algo peor...
Las mujeres, más sensatas, habían retrocedido, perdiéndose
atropelladamente en la oscuridad del desván.
Una de las menguadas velas había terminado por estrellarse sobre los
peldaños, alumbrando escasa y casi
milagrosamente el recinto.
Y al fin, como un regalo del cielo, Sinuhé dio con la linterna,
aferrándose a ella como un poseso.
Buscó nerviosamente el interruptor y, cuando se disponía a pulsarlo,
el instinto le hizo levantar la cabeza.
Frente a él, a poco más de un metro, distinguió un inmenso bulto.
Y una oleada de sangre saltó desde sus entrañas....En décimas de
segundo, por la mente de Sinuhé desfiló -o
quizá fuese más preciso el término estalló-un caótico tropel de
posibilidades, todas ellas a cuál más
amenazante...
¡Por Jesucristo!... ¿Qué era aquello que tenía frente a sus ojos?
El bulto, negro e inmenso, parecía jadear, oscilando levemente a
derecha e izquierda. Por un instante, aquella
silueta y su rítmico movimiento hicieron pensar a Sinuhé en un
gorila. Y entre escalofríos, el investigador se
incorporó de un salto, esgrimiendo la linterna en actitud defensiva
e incapaz de razonar con frialdad. Y debió
ser aquel gesto de Sinuhé –linterna en alto- el que, al fin, aceleró
el desenlace de aquella angustiosa situación.
De pronto, de aquel bulto surgió una voz entrecortada:
-¡Coño...! ¡Que soy yo...!
38
Sinuhé, atónito, bajó lentamente la linterna y, temblando, pulsó el
interruptor, arrojando el haz luminoso sobre
la parte superior del bulto.
Y ante los desconcertados ojos del reportero apareció un rostro
pálido y desencajado por el miedo.
-¡Juana!
Al escuchar aquel nombre, las mujeres se agolparon en la puerta del
ático, pasando del terror a una risa casi
histérica.
-¡Juana...! Pues claro -farfulló la recién llegada-, ¿quién leñe iba
a ser? Sois unos mal nacidos. ¿Por qué no me
esperasteis?
Sinuhé, con la boca abierta por la sorpresa, seguía sin dar crédito
a lo que tenía enfrente.
-Pero -acertó a formular finalmente- ¿y esos truenos?
-¿Truenos? - preguntó a su vez Juana-, ¿qué truenos?
La linterna del estupefacto investigador enfocó los pies de Juana y,
al comprender, fue aquél quien se vio
atacado por la risa.
Juana calzaba unos voluminosos y viejos zuecos, traídos años atrás
de su entrañable Asturias.
Aquellos estampidos habían sido provocados en realidad por el choque
del citado calzado de madera contra el
piso y las escaleras del silencioso caserón.
Y Sinuhé, abatido por la risa y un profundo sentimiento de ridículo,
se dejó caer sobre los peldaños, moviendo
la cabeza en señal de desaprobación.
-Sencillamente -se reprochó-, no estoy preparado....Fueron las
mujeres quienes sacaron a Sinuhé de su
decaimiento. Una de ellas, pasado ya el susto, interrogó a Juana
sobre la misteriosa campanada.
-Sí, la he oído -repuso sin más-. ¡Sois unos graciosos! ¡Vaya susto
que me disteis!
Juana comprendió al instante que el silencio con que había sido
acogido su comentario ocultaba algo en lo que
no había reparado... hasta ese momento. Y su voz se debilitó al
formular la siguiente pregunta:
-¡Ay Dios...! ¿Es que no habéis sido vosotros?
El silencio fue la más elocuente de las respuestas.
-¡Ay Virgen Santísima...! ¿Y quién es entonces el paisano...?
Juana no llegó a concluir la frase. Sinuhé, algo más repuesto había
tomado de nuevo la iniciativa,
abandonando las escaleras y adentrándose con paso decidido en el
oscuro desván. Ninguna de sus
acompañantes llegó a observar el rictus de rabia que había empezado
a endurecer su rostro. Sinuhé era así.
Del más espantoso sentimiento de ridículo y vergüenza podía saltar
en un santiamén a una ira mal contenida.
Una ira contra sí mismo por su aparente debilidad y temor. Aquel
incidente, en definitiva, había terminado por
exasperarle.
Esto debe acabar -se repitió mientras caminaba hacia la portezuela
de la torre-. Este absurdo misterio ha
durado demasiado.
Y olvidando incluso a sus amigas, que seguían sus pasos a corta
distancia, saltó sobre los peldaños, dispuesto
a irrumpir en la sala donde reposaba la antigua maquinaria del
reloj.
Con una presencia de ánimo poco común -consecuencia, sin duda, de su
momentáneo y encendido coraje-,
Sinuhé tiró violentamente de la portezuela. Los goznes rechinaron y
una peste a grasa seca o corrompida
escapó del negro recinto.
Y sin mayores meditaciones, salvó los últimos peldaños, situándose
en el umbral de lo que, a juzgar por una
primera y rápida exploración de su linterna, no era otra cosa que un
mísero cuartucho de apenas dos por tres
metros.
Las mujeres siguieron aquellos primeros movimientos de su amigo
desde el pie mismo de las breves escaleras
y en un silencio reverencial..Sinuhé, sin pronunciar palabra,
permaneció unos segundos bajo el quicio de la
puerta, intentando identificar lo que aparecía en el centro del
camarote.
Su obsesión en aquellos primeros instantes no era examinar la
maquinaria del reloj, sino reconocer y
enfrentarse -si fuera preciso- a la persona o, incluso, a aquella
criatura monstruosa que, según sus tortuosos
pensamientos, podía ser la responsable de la campanada.
Y sus ojos, ayudados por el nervioso cono de luz, fueron
acostumbrándose a las tinieblas.
Lo primero que distinguió Sinuhé fue un sólido bastidor o armazón de
algo más de un metro de alzada, con
robustas patas de madera.
Sobre él descansaba una polvorienta máquina rectangular, sembrada de
un indescifrable laberinto de
ruedecillas dentadas, palancas y contrapalancas, todas ellas
inmóviles y embadurnadas con una grasa tan
azabache como maloliente.
Era la maquinaria, efectivamente dormida, del misterioso reloj del
Ayuntamiento de Sotillo.
El lugar se hallaba aparentemente desierto y Sinuhé, algo más
confiado, buscó con su linterna la sirga metálica
que, necesariamente, debía poner en comunicación aquel vetusto
artilugio con el martillo situado en la torreta
exterior. No tardó en descubrirla. Arrancaba del extremo derecho de
la maquinaria, elevándose hacia el techo y
atravesándolo por un orificio practicado al efecto.
Al tirar de aquella sirga hacia abajo -dedujo Sinuhé-, el
dispositivo exterior levantará el martillo, haciendo que
éste pueda caer y golpear así la superficie de la campana...
Y decidido a experimentar por sí mismo esta lógica teoría, el
investigador avanzó un paso, pegándose casi a la
maquinaria.
39
Pasó la linterna a su mano izquierda y, cuando estaba a punto de
asir la referida sirga metálica y comprobar su
hipótesis sobre el funcionamiento de la campana y el grado de fuerza
necesario para elevar el martillo, Sinuhé
creyó ver algo extraño a su izquierda. Fue una imagen medio borrosa,
captada fugazmente por el rabillo del ojo
y que vino a sacudir mortalmente su repuesto valor..Durante unos
segundos, permaneció con su brazo derecho
en alto, incapaz de reaccionar.
Y muy lentamente comenzó a girar el rostro hacia su izquierda, en
busca de lo que creía haber visto.
Al mirar de frente, la piel del investigador se erizó y las piernas
le temblaron.
En el citado muro izquierdo de la torre donde se hallaba, y pegada
al cristal del único ventanuco existente en la
misma, descubrió la voluminosa cabeza de un ser que parecía mirarle
fijamente.
Con los cabellos de la nuca erizados por el terror, luchó por gritar
y advertir a sus compañeras. Pero el miedo
había agarrotado su garganta y sólo acertó a tartamudear.
La luz de la luna, cayendo oblicuamente sobre aquel enorme cráneo,
contribuía -y no poco-a realzar su
monstruosidad. Dos puntos negros -como vacíos y que Sinuhé asoció a
los ojos- se hallaban clavados en su
persona. Y los escalofríos se sucedieron ya a un ritmo magnético.
En mitad de aquellos segundos angustiosos, nuestro hombre puso en
juego todos sus recursos, pero
únicamente lograría dirigir la linterna hacia el pequeño ventano.
Fue cuestión de décimas de segundo. Al
proyectar el chorro de luz sobre el cristal y el horrible rostro
situado en el exterior, Sinuhé creyó distinguir cómo
el mencionado haz luminoso traspasaba materialmente aquella cabeza,
iluminando, incluso, las ramas de los
árboles situados inmediatamente detrás y a corta distancia de la
torre.
Y antes de que pudiera reaccionar, la criatura desapareció. y lo
hizo de forma idéntica a como el investigador
había visto esfumarse a aquel otro ser, en el bosquecillo. Aquel
tiempo infinitesimal, sin embargo, fue suficiente
para que el descompuesto periodista pudiera detectar un par de
detalles que le resultaron familiares: aquella
criatura carecía de nariz y boca y, tal y como había observado en su
primer encuentro en el calvero, daba la
sensación de ser ¡transparente!
Cuando el investigador comprobó que aquel repulsivo ser no se
hallaba ya frente a la ventana, en un postrer
repentino arranque (Sinuhé jamás entendió cómo o de dónde pudo sacar
aquel último rasgo de valor) se
precipitó hacia el cristal,.aferrándose con todas sus fuerzas a la
manija del ventanuco. Y tras hacerlo girar, tiró
bruscamente, abriendo la ventana.
Sinuhé, en uno de sus desconcertantes impulsos, se atrevió a sacar
la cabeza y parte del tronco por el
estrecho hueco, tratando de ubicar a la criatura. Con mano
temblorosa, enfocó el tejadillo situado al pie mismo
del ventanuco, así como las ramas y muros colindantes. Pero el lugar
se encontraba desierto. Del extraño ser
no quedaba rastro alguno. Al levantar su rostro hacia el cielo, las
estrellas reflejaron su miedo con
ininterrumpidos parpadeos blancos y azules que, en aquellos críticos
momentos, a Sinuhé se le antojaron tan
mordaces como fuera de lugar...
-¿Qué ocurre?
Al oír a sus compañeras, cedió en la inútil búsqueda y, cerrando la
ventana, permaneció silencioso, intentando
calmarse y poner en orden sus atropellados sentimientos.
Fueron precisos más de diez minutos para que recobrara su normal
ritmo cardíaco. Y mientras las mujeres
paseaban las velas por el recinto y sobre la maquinaria del reloj,
curioseándolo todo, se recostó contra la pared
en la que había sido practicada aquella ventana.
-En su mente, poco a poco, además de la imagen del rostro de la
criatura, una idea había ido grabándose a
fuego:
Aquel ser, quizá el mismo que había visto en el bosque, tenía que
haber sido el responsable de la solitaria
campanada... Pero ¿cómo? Y, sobre todo, ¿por qué?
Sinuhé no podía sospechar entonces que las brumas de su cerebro no
tardarían en disiparse...
-¿Qué ha ocurrido? -repitió una de sus amigas, aproximándose al
pálido Sinuhé.
Pero, prudentemente, prefirió ocultar cuanto había visto. Y
separándose del muro, se unió al grupo, haciendo
un gran esfuerzo por aparentar serenidad.
-Aquí no hay nadie -terció otra de las expedicionarias, insinuando a
renglón seguido que quizá el tañido de la
campana había sido pura casualidad.
Sinuhé, sin despegar los labios, se enfrentó a la sirga metálica por
segunda vez y tiró de ella con fuerza. Tal y
como había.supuesto, este enlace levantó el martillo de hierro,
golpeando la campana con un sonido solemne.
Las mujeres, sorprendidas primero y divertidas después, imitaron a
Sinuhé, repitiendo las campanadas.
De lo que no hay ya la menor duda -meditó el reportero- es de que
para hacer sonar la campana es preciso
levantar el martillo y dejarlo caer. Pero eso, puesto que la
maquinaria del reloj se encuentra evidentemente
paralizada, sólo puede llevarse a efecto desde el interior del
camarote donde estamos o en el exterior, en la
torreta metálica...
La aparente paz reinante en la torre estimuló la confianza de las
mujeres, llegando, incluso, a abrir el
ventanuco y a asomarse a la oscuridad exterior. En ese momento,
cuando Sinuhé escuchó el afilado gemido de
la ventana, no pudo evitar un nuevo sobresalto. Pero el tranquilo
comportamiento de sus amigas terminaría por
demostrarle que la misteriosa criatura había desaparecido..., al
menos momentáneamente.
Y algo más confortado dedicó su tiempo a la lectura y a un
meticuloso examen de las placas adosadas a la
maquinaria del reloj. En una de ellas podía leerse: Gregorio
Revuelto BENITO.
Septiembre-S-1907.
40
En la segunda, Sinuhé distinguió tres únicas palabras:
MOISES DÍEZ. PALENCIA.
El primer nombre, según le había adelantado el alcalde en una de sus
múltiples entrevistas, correspondía a un
magnánimo vecino de Sotillo, donante del referido reloj en 1907. En
cuanto al segundo, Sinuhé supuso que
podía tratarse del relojero y constructor de tan compleja
maquinaria. Y sin conceder mayor importancia a
ninguna de las dos inscripciones, se dedicó a explorar la parte baja
de la mesa o bastidor de madera sobre el
que descansaba el pesado artilugio de relojería.
Se situó en cuclillas, inspeccionando con su haz luminoso los
mugrientos soportes de madera del armazón.
Pero, nada más iniciar la rutinaria operación, los ojos de Sinuhé
quedaron atrapados por algo en lo que,
lógicamente, no había reparado.
La luz de la linterna se hallaba centrada en un disco de hierro de
unos veinticinco centímetros de diámetro.
Esta pieza colgaba al final de un listón igualmente metálico,
constituyendo el péndulo del reloj..Al principio,
debido a la considerable capa de polvo que lo cubría, Sinuhé no se
percató de lo que se hallaba grabado en el
mencionado disco, Sinuhé no sabría precisar cuál de sus amigas tuvo
la feliz ocurrencia de inclinarse como él
entre los soportes del armazón y, asistida por una vela, proceder a
una primera limpieza del altorrelieve que
adornaba el disco del péndulo. Quizá fue Juana.. Aunque, en
realidad, poco importa. El caso es que, al
despejar de polvo la cara del disco, Sinuhé quedó atónito.
Sin poder dar crédito a lo que estaba enfocando con su linterna,
cerró los ojos durante tres o cuatro segundos.
Al abrirlos, la desconcertante realidad de aquel altorrelieve seguía
allí, oscilando levemente como
consecuencia de la improvisada limpieza.
Al instante, el miembro de la Escuela de la Sabiduría reconoció, o
creyó reconocer, la forma ondulante de una
serpiente, enroscada entre dos círculos: el de la izquierda,
sensiblemente mayor que el de la derecha.
¡Jesucristo...! ¿Cómo es posible...?
Con el pulso nuevamente acelerado, Sinuhé repasó el grabado.
Sí, no cabía duda: aquél era el emblema de la Logia secreta a la que
el investigador pertenecía: una serpiente
enroscada entre dos ojos.
¿Cómo puede ser...? ¿Aquí? ¿En una aldea perdida? ¿Y precisamente en
el lugar de las 66 campanadas... y
de la hija de la raza azul?
A decir verdad, aquel súbito descubrimiento afectó a Sinuhé de una
manera más sutil y duradera que los
anteriores. Parecía como si una mano o una inteligencia superiores
hubieran preparado aquella cadena de
increíbles y desconcertantes causalidades, mucho antes, incluso, de
que ellos nacieran...
¿Cómo explicar si no la presencia, allí, de aquel disco, fabricado
en 1907 o mucho antes, con la enseña de su
Orden?
Pero la noche parecía regada de sorpresas. Y al desviar la luz a
izquierda y derecha del referido emblema,
Sinuhé recibió el susto final.
Perfectamente nítidas y en mayúsculas pudo leer dos letras que
desbordaron su notable caos mental:.RA.
Volvió a cerrar los ojos y, al abrirlos, leyó de nuevo:
Sí... RA, repitió mentalmente, presa de una mezcla de alegría,
desconcierto y cansancio. Habían sido
demasiadas e intensas emociones y aquélla -la que Sinuhé creía la
última-había rebasado sus propias y
mermadas limitaciones mentales.
¿RA? Pero no entiendo...
Aquel disco negro llevaba grabado, también en altorrelieve y desde
hacía más de 77 años, el nombre del astro
Intruso que se aproximaba a la Tierra y del que había partido el
mensaje sobre las 66 campanadas, la hija de la
raza azul y el Juicio de Lucifer...
Sinuhé, con el cerebro prácticamente bloqueado, siguió un largo rato
con los ojos fijos en aquellas inesperadas
letras. Parecía hipnotizado.
¡Dios mío! ¿Cómo es posible...?
Al fin, en un último y absurdo intento por ratificar lo que tenía a
medio metro de su rostro, pidió a sus
compañeras que leyeran lo que aparecía en el péndulo. Y las mujeres
-todas- fueron repitiendo lo que Sinuhé
ya sabia: RA...
Algunas interrogaron a su amigo sobre aquella enigmática
inscripción. Pero Sinuhé no respondió.
Minutos más tarde, cuando la comitiva cruzaba de nuevo la plaza de
la Lastra en dirección a la Casa Azul, el
investigador se detuvo junto a la susurrante agua de la fuente y,
perforando con el alma aquel inmenso
firmamento, recordó algo que casi había olvidado durante su
accidentada visita al viejo caserón del
Ayuntamiento: en el último momento, los cielos habían escuchado la
petición que había formulado en la sierra.
Y, sin duda, la señal solicitada había llegado con dos familiares y
significativas letras: RA.
Sinuhé fue el último en buscar acomodo en el salón familiar de la
Casa Azul. Su corazón latía aún con dificultad
y procuró mantenerse al margen de las inevitables preguntas y de la
hilaridad general, cuando Juana y el resto
de las mujeres.expusieron la dramática secuencia de los truenos y su
cómico desenlace.
En definitiva, exceptuando el hallazgo de las letras R y A en el
péndulo del reloj, las valientes compañeras de
Sinuhé no pudieron aportar demasiados detalles de interés sobre tan
convulsiva aventura. La solitaria
campanada apenas si mereció un fugaz comentario, pero pronto se vio
relegada ante el insólito lance de los
zuecos asturianos. Y sólo Gloria captó la trascendencia del
enigmático altorrelieve en el disco de hierro.
41
Al oír el nombre de RA palideció, cruzando con Sinuhé una mirada
inquietante e inquisitiva. Pero su amigo se
limitó a responderle con una no menos significativa sonrisa. No era
el momento oportuno para hablarle de su
descubrimiento en la torre del caserón, y la hija de la raza azul
supo comprenderlo.
Avanzada la madrugada, y venciendo la resistencia de algunos de los
contertulios, Sinuhé se retiraba a
descansar.
Aquella noche, como las siguientes, el miembro de la Escuela de la
Sabiduría se vio asaltado por una marca de
pesadillas, directamente relacionadas con su visita al interior del
Ayuntamiento, con el nombre de RA y, muy
especialmente, con la pequeña criatura que había tenido oportunidad
de ver en el bosquecillo y en el ventano
del camarote.
Abrumado y fatigado, Sinuhé dejó pasar el aniversario de Gloria. Y
sólo cuando el último invitado había dicho
adiós a la señora de la Casa Azul se decidió a exponerle parte de lo
que había vivido en el viejo caserón.
Esquivó nuevamente su encuentro con el ser que parecía espiarle
desde el exterior, recreándose sin embargo
en tomo a su cada vez más firme teoría de que las 66 campanadas y la
registrada en la medianoche del lunes,
16, tenían que haber sido originadas por alguien poco común... Pero
lo que verdaderamente conmocionó el
espíritu de la hija de la raza azul fue el inesperado hallazgo de RA
en el reloj. Sinuhé no eludió esta vez la
respuesta.
Sinceramente, no supo qué contestar. La única pista -y así se lo
hizo ver a Gloria- estaba quizá en una de las
placas atornillada a la maquinaria: MOISÉS DIEZ. ¿Quién era este
sujeto? Si fue el relojero que diseñó o
montó el reloj, ¿por qué había incluido en el péndulo el sello
secreto de la Orden de la Sabiduría? ¿Es.que
formaba parte de la Logia? Y, sobre todo, ¿por qué incluyó el nombre
de RA?
Por supuesto, el investigador estaba dispuesto a despejar estas
nuevas incógnitas...
Pero antes era menester completar la instrucción de la hija de la
raza azul. Una pregunta había quedado en el
aire -¿qué era la raza azul?-, y Sinuhé acometió aquella última fase
de su exposición con renovados bríos.
Sinuhé consultó sus documentos y dudó. ¿Debía hablarle a Gloria del
origen de la nebulosa de Andronover
que fue, a su vez, la cuna de IURANCHA?
Si se extendía en este apasionante capítulo de la Quinta Revelación,
el objetivo primordial de esta última fase
informativa podía demorarse. Así que, una vez más, prefirió dejarse
arrastrar por la intuición.
-Antes de proceder a relatarte cuanto sé sobre la raza azul –le
anunció-, quisiera hacer algunas muy breves
aclaraciones sobre cómo se formó nuestro mundo.
El investigador mostró a Gloria el voluminoso mazo de hojas en las
que se detallaban estas cuestiones, dando
a entender que se veía obligado a mutilarlas, en beneficio de ese
fin primordial. Y tal y como suponía también,
Gloria no se mostró muy conforme con esta decisión. Pero,
sabiamente, dejó hacer a su compañero.
-... Según reza esta parte de la Quinta Revelación, la presente
información fue facilitada a los humanos por un
Portador de Vida, es decir, por una de esas criaturas celestes de
las que ya te informé, miembro, además, del
llamado Cuerpo Original de IURANCHA y actualmente observador
residente en nuestro planeta.
Pues bien, en esencia, IURANCHA tiene su origen en nuestro Sol. Y el
Sol, a su vez, es uno de los múltiples
productos de la nebulosa de Andronover que fue, en el pasado,
Organizada como parte constituyente del poder
material y de la materia física del universo local de Nebadon...
Entre explicación y explicación, Sinuhé fue citando textualmente
algunos de los pasajes que estimó más
importantes..-...Y esta gran nebulosa nació de la carga de fuerza
universal del espacio en el superuniverso de
Orvonton. El nuestro, como sabes. En una época remota, los llamados
Maestros Organizadores de Fuerza
Primaria del Paraíso poseían ya el control completo de las energías
espaciales que fueron organizadas más
tarde bajo la forma de la citada nebulosa de Andronover. Y dice la
Quinta Revelación:
Hace 987 000 millones de años, el Organizador de Fuerza Asociado
(que entonces era el inspector adjunto
número 811 307 de la serie de Orvonton) viajó fuera de Uversa
(capital de nuestro superuniverso), dando
cuenta a los Ancianos de los Días que las condiciones del espacio
eran favorables para inaugurar fenómenos
de materialización en cierto sector del segmento (entonces oriental)
de Orvonton.
Y, según estos documentos, hace 900 000 millones de años fue
registrada en los archivos de Uversa una
autorización, expedida por el Consejo de Equilibrio de Uversa al
gobierno del superuniverso, que permitiría el
envío de un Organizador de Fuerza, con su personal, a la región
designada por el inspector 811 307.
Las autoridades de Orvonton encargaron al primer explorador de este
universo en potencia la ejecución de la
orden de los Ancianos de los Días por la que debía iniciarse la
organización de una nueva creación material.
Después de un largo viaje, hace ahora 875 000 millones de años, el
Organizador de Fuerza y su séquito
emprendieron la formación de la que sería la gigantesca nebulosa de
Andronover, registrada en los archivos
del superuniverso como la número 876 926. Y aquellos seres celestes
desencadenaron un torbellino de
energía que desembocaría en este vasto ciclón espacial.
Seguidamente, una vez en marcha estas rotaciones nebulares –continuó
leyendo Sinuhé-, los Organizadores
de Fuerza Viviente se retiraron perpendicularmente al plano del
inmenso disco en rotación. Y a partir de
entonces, las cualidades inherentes a la energía garantizaron la
evolución progresiva y ordenada del nuevo
sistema físico. Y la nueva creación cayó bajo el control de las
personalidades del superuniverso.
Era, en suma -concluyó-, el verdadero nacimiento de nuestra
Historia. Y Sinuhé preguntó a la hija de la
raza.azul si deseaba conocer también lo que la Quinta Revelación
califica de estadios nebulares de Andronover
o si, por el contrario, prefería saltarse aquel capítulo.
42
Y Gloria, siempre sedienta de conocimiento, le pidió –casi le
exigió-que profundizara en el relato de aquellas
críticas y desconocidas épocas de la prehistoria de Andronover.
-Según esta secreta documentación -reanudó la lectura, aceptando de
buen grado la lógica curiosidad de su
compañera-, todas las creaciones materiales evolucionarias nacen de
nebulosas gaseosas y circulares. Y
todas estas nebulosas primarias son circulares durante la primera
fase de su existencia gaseosa. A medida que
envejecen se transforman generalmente en espirales y, cuando su
función generadora de soles ha terminado,
tornan la forma última de cúmulos o aglomeraciones de estrellas,
rodeados de un número variable de planetas,
satélites y otras formaciones materiales inferiores.
Algo muy parecido a nuestro minúsculo sistema solar. Pero sigamos
con este curioso cómputo: hace 800 000
millones de años, la creación había tomado forma y Andronover
aparecía como una de las más hermosas
nebulosas del superuniverso de Orvonton.
Hace 700 000 millones de años, Andronover alcanzó dimensiones
gigantescas y una serie de Controladores
Físicos Suplementarios fueron enviados a nueve creaciones materiales
vecinas con el fin de proporcionar su
apoyo y concurso a los centros de poder del nuevo sistema material
que evolucionaba tan rápidamente. En
esta lejana época, Andronover era similar a una inmensa rueda
espacial. Cuando hubo alcanzado su máximo
diámetro, los materiales que la conformaban iniciaron un progresivo
proceso de condensación y contracción y
el giro de la rueda se fue haciendo más rápido.
Hace 600 000 millones de años, Andronover, con un máximo de masa,
era una inconmesurable nube de gas
en forma de esferoide aplanado. Y la gravedad y otros factores
iniciaron la conversión de los gases en materia
organizada. La nebulosa entró entonces en el llamado estadio nebular
secundario. Fue adquiriendo la forma de
espiral y los astrónomos de otros.universos empezaron a percibirla.
Ustedes, en IURANCHA, llaman a esta
fase fenómenos espirales.
Y cuando Andronover había alcanzado su masa máxima, el control de
gravedad del contenido de gases
empezó a debilitarse.
A esto le siguió una etapa de fuga de gases. Brotando en dos brazos
gigantescos y diferenciados, que
arrancaban de dos lados opuestos de la masa madre, estos gases
huyeron. La rápida rotación del enorme
núcleo central dio en seguida un aspecto de espiral a esas dos
corrientes de gases. El enfriamiento y la
condensación posteriores de determinados tramos de ambos brazos
terminó por darles una forma nudosa.
Estas porciones más densas eran en realidad vastos sistemas y
subsistemas de materia física arremolinada en
el espacio, envuelta en la nube gaseosa de la nebulosa.
Pero Andronover había empezado a contraerse y el aumento de su
velocidad de rotación redujo aún más el
control de la gravedad. Y las regiones gaseosas exteriores empezaron
a escapar de la influencia del núcleo
nebular, saltando al espacio y siguiendo circuitos irregulares para
regresar a las regiones centrales, volver
nuevamente al exterior y así sucesivamente.
Ésta, sin embargo, sólo fue una fase temporal. La creciente
velocidad del remolino pronto acabaría por
derramar al espacio enormes soles, que seguirían circuitos
independientes. Era el principio de la gran
dislocación.
Hace 500 000 mil millones de años nació, al fin, el primer sol,
propiamente dicho. Este rayo llameante escapó a
la influencia de su madre, volando hacia una aventura personal. Y su
órbita quedó determinada por la estela de
su propia fuga. Los jóvenes soles de este tipo se convierten
rápidamente en esféricos, pasando por diversos
períodos evolutivos y de servicio universal.
En Orvonton, en nuestro superuniverso, la mayoría de los soles
nacieron y nacen de una manera semejante a
ésta.
Hace 400 000 mil millones de años, Andronover entró en su período de
recaptación. Es decir, muchos
pequeños soles cercanos fueron nuevamente absorbidos como
consecuencia del progresivo incremento de la
condensación del núcleo central de la nebulosa. Y al poco dio
comienzo la fase final de condensación nebular,
que precede siempre al fraccionamiento.último de estos inmensos
agregados espaciales de energía y
materia...
Sinuhé levantó la vista del documento y observó a Gloria. A pesar de
la terminología empleada, seguía muy
atenta a la narración.
Y tal y como esperaba, al dar lectura al siguiente pasaje, la hija
de la raza azul se estremeció...
-Un millón de años después (recuerda que hablábamos de hace 400 000
millones de años), uno de los Hijos
Creadores del Paraíso elegiría esta nebulosa en desintegración como
escenario de una prodigiosa aventura
personal: la construcción de un universo local del que llegaría a
ser Soberano.
Ese Hijo Creador, como habrás adivinado, era nuestro Micael.
El llamado Jesús de Nazaret durante su séptima y última encarnación
o efusión en su universo local de
Nebadon y más concretamente, en la Tierra o IURANCHA.
Y casi inmediatamente empezó la creación de los mundos o esferas
arquitecturales o artificiales de las que ya
te hablé, así como la preparación del planeta-capital del que muy
pronto sería Nebadon y de los
correspondientes grupos planetarlos, sedes de cien constelaciones...
Gloria le interrumpió intrigada:
-¿Cuál es esa esfera o planeta-capital de nuestro universo local?
-Salvington. Es la residencia permanente del Soberano Supremo de
Nebadon.
-Entonces -repuso con incredulidad-, según esto, Jesús o Micael vive
allí...
43
-Eso asegura la Quinta Revelación -le respondió, compartiendo su
lógico escepticismo.
-Tiene gracia -prosiguió la señora de la Casa Azul-; si esto fuera
cierto, Jesús (perdón, Micael) no está en el
Paraíso o en el Cielo, como dicen...
-Esos conceptos son tan ambiguos -intervino su amigo-que podríamos
considerarlos como válidos. En
realidad, ateniéndonos estrictamente a lo escrito, Salvington es la
residencia de este Hijo Creador. Pero,
supongo, ello no quita para que pueda visitar la Isla Eterna del
Paraíso..Sinuhé esperó algún nuevo comentario
o pregunta de la hija de la raza azul. Pero, al no producirse,
continuó:
-Y dice la Quinta Revelación que fue necesario casi un millón de
años para completar la creación y
organización de estos grupos de mundos artificiales de Nebadon. Los
planetas capitales de los
correspondientes sistemas locales fueron construidos en un lapso de
tiempo que se extiende desde aquella
época hasta unos 5 000 millones de años antes de la Era Cristiana de
IURANCHA.
Hace 300 000 millones de años, las órbitas solares de Andronover se
hallaban bien definidas y el sistema
nebular pasaba un período de relativa estabilidad física. En aquel
tiempo, Más o menos, el Estado Mayor de
Micael tomó posesión de Salvington y el gobierno de Uversa, capital
del superuniverso de Orvoton, reconoció
oficialmente la existencia física del nuevo universo local. Había
nacido nuestro Nebadon...
Hace 200 000 millones de años la contracción y condensación de
Andronover se incrementaron, generando
inmensas oleadas de calor desde su núcleo central y afectando,
incluso, a regiones vecinas a la rueda madre.
Las inmensas áreas exteriores eran ya más estables y algunos
planetas habían empezado a girar alrededor de
soles, logrando un progresivo enfriamiento que los hizo aptos para
la siembra de la Vida. Los más viejos
planetas de Nebadon datan precisamente de esta época: 200 000
millones de años. El mecanismo completo
de este universo local empezaba así su funcionamiento y la
maravillosa creación de Micael fue registrada en
Uversa, sede capital del superuniverso, como un nuevo universo
habitable y de ascensión humana progresiva.
Era lo que, con nuestras pobres palabras, podríamos llamar nuestro
particular principio de los tiempos...
Sinuhé, al margen de sus dudas, pronunció aquellas últimas frases
con una velada emoción.
-El principio de los tiempos... -susurró Gloria-. Un principio en el
que ya existíamos..., al menos en la mente de
ese Hijo Creador...
Sinuhé fue comprendiendo que aquella aparentemente árida exposición
de datos, fechas y complejos procesos
en el nacimiento y evolución de Andronover guardaba también su
importancia. Descubrir y entender que Micael
era el Creador de.un universo local y no de toda la Creación podía
herir y extrañar, pero, en el fondo, una
mente despejada y racional, como la de Gloria, terminaba por
aceptarlo y maravillarse ante la perfección del
gran responsable: el Padre Universal. Dios raras veces actúa
directamente. Son sus intermediarios los que
participan y colaboran en los planes divinos, y éste -la creación de
Nebadon- era otro ejemplo sublime. Así lo
entendía Sinuhé y, en consecuencia, decidió aventurarse un poco más
en estos tiempos primigenios de la
historia de IURANCHA.
-Y hace 100 000 millones de años, la tensión de condensación en
Andronover alcanzó su apogeo. La tensión
calorífica llegó a su cenit. Pero, más pronto o más tarde, la
batalla entre el calor y la gravedad es resuelta
siempre a favor del primero. Y dio comienzo una espectacular
dispersión de soles.
Sinuhé hizo un paréntesis, resumiendo estos primeros estadios
nebulares:
-El primario, como cité anteriormente, es circular. El secundario
suele tomar forma de espiral y el terciario
provoca esa fuga o dispersión de soles. En cuanto al estadio
cuaternario, la nebulosa experimenta una
segunda huida de masas solares. En el fondo es el final de la masa
central o madre, que acaba como una
acumulación globular o como un vicio y solitario sol...
Hace 75 000 millones de años, Andronover se hallaba en ese período
terciario. Fue el punto culminante de la
primera dispersión solar. A partir de entonces, la mayoría de esos
soles formaron sus respectivos cortejos
planetarios, atrapando en sus órbitas un sin fin de cornetas,
satélites, islas oscuras, meteoros y nubes de polvo
cósmico. Este primer período de fuga de soles en Andronover terminó
hace 50 000 millones de años. Para
entonces se habían formado ya 876 926 sistemas solares. Así consta,
al menos, en la Quinta Revelación.
El epílogo de este estadio terciario se produjo hace 25 000 millones
de años. Pero los fenómenos de
contracción física y de creciente producción de calor no habían
terminado en el seno del corazón de
Andronover. Y hace 10 000 millones de años daba comienzo el cuarto
ciclo. La temperatura de la masa nuclear
experimentó su cota máxima y el núcleo original de la nebulosa
empezó a sufrir fuertes convulsiones bajo la
presión.de la condensación de su propio calor interno y la atracción
gravitacional cíclica y progresiva del
enjambre de sistemas solares liberados. Estaba a punto de producirse
la gran cadena de erupciones nucleares
que inaugurarían esa segunda y definitiva huida de masas solares y,
con ello, el período cuaternario de
Andronover.
Y hace 8 000 millones de años, nuestra nebulosa estalló. Fue una
colosal erupción final. Sólo los sistemas
solares exteriores resultaron a salvo de esta magna perturbación
cósmica. Era el fin de la cuna de nuestro
universo local. Lo que los astrónomos de IURANCHA han llamado el
big-bang o gran explosión primigenia que,
según ellos, dio lugar al nacimiento del universo. Y tienen razón,
en parte. En realidad, como ves, no se trataba
del origen o nacimiento del universo, sino de un gigantesco pero
simple universo local... A raíz de este estallido
(como si se tratara de un último y múltiple parto), la nebulosa
parió cientos de miles de nuevos soles. Y entre
ellos, el nuestro, el que nos alumbra todavía. Esta expulsión final
de soles, antes de la definitiva agonía de
Andronover, se prolongó durante casi dos mil millones de años.
-¿Cuándo nació nuestro Sol? -interrumpió Gloria con curiosidad.
44
Sinuhé esperaba la pregunta. Y con una sonrisa buscó entre sus
documentos.
-La Quinta Revelación fija ese momento justamente con la muerte de
la nebulosa: hace unos seis mil millones
de años. En los archivos celestes, nuestro Sol figura con el número
56 antes de la aparición del último sol de
esta segunda generación o familia de estrellas huidas de Andronover.
Y se dice que esta erupción última del
núcleo nebular engendró 136 702 soles o estrellas, la mayor parte
globos solitarios. En total, pues, la nebulosa
de Andronover dio a luz 1 013 628 sistemas solares.
El nuestro (llamado Monmacia) figura con el número 1 013 572.
Fuimos, en definitiva, de los últimos. Algo así como los benjamines
de Nebadon...
-Es decir -repuso la hija de la raza azul con sorpresa-, si esto fue
así, los humanos de IURANCHA somos en
realidad unos bebés dentro de la gran familia cósmica de
Andronover...
-Unos bebés, en efecto -confirmó su compañero..Gloria, sin saber por
qué, había empezado a experimentar
una singular mezcla de amor y tristeza por aquella madre
(Andronover), capaz de autoaniquilarse con tal de
que sus hijos pudieran vivir. Y sin poder evitarlo preguntó por el
final de la madre nebulosa.
-Murió. Pero sigue viviendo -añadió el investigador con dulzura-en
sus millares de soles y sistemas planetarios.
Y cuenta esta historia celeste que el último rescoldo de esta
magnífica nebulosa sigue encendido en el corazón
de Nebadon, calentando con su luz rojiza a una humilde familia de
165 planetas que giran en torno a esta
venerable anciana-madre, origen de dos poderosas generaciones de
monarcas de luz.
Gloria animó a su informador para que le hablara de Monmacia.
Las preguntas se entorpecían unas a otras en su corazón...
-¿Cómo nació nuestro Sol? ¿Cuándo y cómo lo hizo IURANCHA?
¿Quién o quiénes fueron los responsables de la aparición de la Vida
en nuestro mundo?...
Sin querer, la hija de la raza azul empezaba a aproximarse a la casi
olvidada pregunta inicial: ¿qué era la raza
azul?
-Hace 5 000 millones de años -retomó el hilo Sinuhé-nuestro Sol era
un globo incandescente, relativamente
solitario, que había atrapado a su alrededor residuos de la reciente
conmoción cósmica de la que,
precisamente, había nacido. Hoy es un astro casi estable. Las
manchas solares que surgen cada once años y
medio nos recuerdan que, en su juventud, el Sol que da nombre a
Monmacia fue una estrella inquieta y
variable.
En aquellas primeras fases de su vida, la continua contracción y la
elevación gradual de su temperatura
provocaron inmensas convulsiones en su superficie. Convulsiones y
ciclos explosivos que duraban tres días y
medio. Estas periódicas pulsaciones contribuyeron decisivamente a
que nuestro Sol se viera afectado por
determinadas influencias exteriores, que lo marcarían para
siempre...
Nuestro Sol, en suma, estaba dispuesto para contribuir a la
aparición de lo que hoy conocemos por sistema
solar. Momnacia iba a nacer. Pero el grupo de mundos que hoy giran a
su alrededor no tuvo un nacimiento
común y corriente. Según la Quinta Revelación, menos del uno por
ciento de los sistemas.planetarios del
superuniverso de Orvonton han tenido un origen como el nuestro.
-¿También en eso somos distintos?
Sinuhé asintió con un cierto aire de satisfacción.
-Aquí se cuenta que hace 4 000 millones de años un enorme sistema
llamado Angona comenzó a aproximarse
a nuestro solitario Sol. El corazón de ese gran sistema era un
gigante del espacio: oscuro, sólido,
poderosamente cargado y con una prodigiosa fuerza de atracción
gravitacional. A medida que Angona viajaba
hacia nuestro Sol, sus pulsaciones solares iban derramando torrentes
de materia gaseosa que eran
proyectados en el espacio como gigantescas lenguas. Estos chorros
solares terminaban Por caer de nuevo
sobre el coloso de Angona. Sin embargo, conforme seguía acercándose,
estas cataratas de gas incandescente
se fueron quebrando y sólo las raíces retornaban al cuerpo del
visitante. Inmensas áreas exteriores de dichas
lenguas se desprendieron para formar cuerpos materiales
independientes; es decir, meteoritos solares que
comenzaron a girar alrededor del Sol según órbitas elípticas
propias.
Esta situación se prolongó por espacio de 500 000 años,
aproximadamente. Cuando Angona hubo alcanzado
su posición más próxima a nuestro Sol, y coincidiendo con una de las
convulsiones internas periódicas de éste,
aquella serie de fenómenos conduciría a una dislocación de la masa
solar del astro que hoy no, alumbra. Dos
enormes volúmenes de materia escaparon de nuestro Sol. Cada uno en
las antípodas. Y una de estas dos
formidables lenguas solares (la que se hallaba más cerca del sistema
intruso) fue atraída por Angona,
separándose definitivamente de la masa solar. Las dos extremidades
de esta columna de gases eran afiladas y
su centro, muy hinchado. Y al poco, dicha lengua evolucionó,
formando los doce planetas de Monmacia.
En cuanto al gas eyectado por el lado opuesto, terminaría por
condensarse, dando lugar a los meteoros y al
polvo espacial del referido sistema solar. A pesar de ello, y a
medida que Angona fue alejándose hacia las
profundidades siderales, nuestro Sol terminó por recapturar buena
parte de esa materia.
Angona, en suma, no había pasado lo suficientemente cerca como para
robar un mínimo de materia solar. Sin
embargo, su.providencial vuelo por las cercanías del solitario sol
permitió atraer hacia el espacio intermedio
toda la materia que hoy compone el sistema planetario. Los cinco
planetas interiores nacieron de los núcleos,
en vías de enfriamiento y condensación, de las referidas y afiladas
extremidades de la lengua de gas que
Angona había conseguido levantar en el sol.
45
Saturno y Júpiter, en cambio, se formaron a partir de las porciones
centrales y más voluminosas. La poderosa
atracción gravitacional de estos dos planetas gigantes no tardó en
capturar la mayor parte de los materiales
desprendidos del sistema intruso, como lo atestigua el movimiento
retrógrado de algunos de sus satélites.
Júpiter y Saturno, como consecuencia de haber surgido de la zona
central y sobrecalentada de dicha lengua,
contenían verdaderos materiales solares, que brillaban con una luz
cegadora, derramando enormes cantidades
de calor. Fueron, durante un tiempo, soles secundarios. Y ambos
siguen siendo prácticamente gaseosos, no
habiendo logrado su definitivo enfriamiento y solidificación.
En cuanto a los diez planetas restantes, su solidificación fue
rápida, iniciando un proceso de atracción de
enormes y crecientes cantidades de materia meteórica que circulaba
en el espacio próximo.
-La Tierra, por tanto -intentó resumir Gloria-, como los demás
planetas fríos, tiene un doble origen...
-En efecto: primero como núcleos de condensación gaseosa y,
finalmente, como basureros de materia
meteórica. Fíjate que los planetas no giran alrededor del Sol en el
plano ecuatorial. Esto sí hubiera sucedido si
los planetas se hubiesen desprendido como consecuencia de la fuerza
centrífuga. En cambio, giran en el plano
de la protuberancia solar que provocó Angona... Un plano que forma
un acentuado ángulo con el del ecuador
solar.
Poco después del derramamiento de esa masa ancestral que dio lugar
al nacimiento de Monmacia, y mientras
Angona se encontraba todavía en las proximidades del Sol, tres
planetas mayores del sistema de Angona
pasaron muy cerca de Júpiter.
Su atracción gravitacional, incrementada por la del Sol, fue
suficiente para arrancarlos del dominio gravitacional
del intruso. Originariamente, todos los materiales que
formaban.nuestro sistema solar circulaban en órbitas de
dirección homogénea. Y de no haber sido por la captura de estos tres
mundos extraños, todo ese cortejo
planetario habría mantenido siempre la misma dirección en sus
movimientos orbitales. Pero el impacto de los
tres tributarlos de Angona provocó en el jovencísimo sistema solar
de Monmacia nuevas direcciones,
apareciendo los llamados movimientos retrógrados.
Pero permíteme que, antes de proseguir con estas revelaciones (todas
ellas ignoradas aún por nuestros
astrónomos), te lea lo que podríamos calificar de fatídica
profecía...
Sinuhé tranquilizó a Gloria.
-No te alarmes. Esta profecía (si es que se le puede dar este
nombre) no va con el siglo XX. Ni tampoco con
los tiempos inmediatamente futuros. Pero ahí está...
Dice la Quinta Revelación que en la Era de la formación de 105
planetas de nuestro sistema, los más próximos
al Sol fueron los primeros en sentir cómo su velocidad de rotación
se veía frenada como consecuencia de los
frotamientos cíclicos. Estas influencias gravitacionales
contribuyeron también a estabilizar las órbitas
planetarias, reduciendo ese ritmo de rotación de los mundos sobre sí
mismos. Por ello, los planetas giran cada
vez más despacio, hasta que su rotación axial se detiene. Esto hace,
ni Más ni menos, que uno de los
hemisferios del planeta en cuestión quede permanentemente enfrentado
al Sol, como sucede con Mercurio o
con la Luna respecto a IURANCHA.
Siempre presentan la misma cara.
Pues bien, cuando esos frotamientos cíclicos de la Luna y de nuestro
planeta se vean igualados, la Tierra
presentará el mismo hemisferio a nuestro satélite natural. El día
lunar equivaldrá entonces al mes lunar, con
una duración aproximada de 47 días terrestres.
En el momento que se alcance ese equilibrio en ambas órbitas, las
fricciones cíclicas actuarán en sentido
inverso: la Tierra atraerá progresivamente a la Luna...
La hija de la raza azul torció el gesto, con un mohín de alarma.
Y exclamó:
-¿La Luna puede estrellarse entonces contra la Tierra?.-Según esto
-señaló Sinuhé la documentación que
manejaba-, no. En ese futuro lejano, nuestro satélite se aproximará
a IURANCHA hasta unos 18 000
kilómetros. Hoy, como sabes, se encuentra mucho más allá: la
distancia máxima de la Luna a la Tierra es de
384 400 kilómetros, aproximadamente. Pero la fuerza gravitacional de
IURANCHA provocará la dislocación de
la Luna.
-¿Qué significa eso?
-Que nuestro satélite natural estallará, quedando reducido a
pequeñas partículas.
Al pronunciar aquellas palabras, Gloria y su informante quedaron en
silencio. Pero sus pensamientos fueron los
mismos: La Luna, nuestra querida Luna, también tiene los días, o los
milenios, contados...
-Y esos restos -prosiguió Sinuhé-irán a reunirse finalmente
alrededor de la Tierra, formando una serie de
anillos, semejantes a los de Saturno y Urano. Otras porciones
lunares serán atraídas por la gravedad de
IURANCHA, cayendo sobre el planeta como una inmensa y espectacular
lluvia de meteoros.
Aquella descripción trajo a la memoria de Gloria un conocido pasaje
de la Biblia en el que, refiriéndose a la
segunda venida de Cristo, escribe el evangelista Lucas (21, 25-27):
Habrá señales en el sol, en la luna y en los
astros; las naciones estarán angustiadas en la tierra y perplejas
por el estruendo del mar y de las olas; y los
hombres, muertos de terror y de ansiedad, por lo que sobreviene al
mundo; pues las columnas del cielo se
tambalearán. Entonces verán al Hijo del hombre venir en una nube con
gran poder y majestad.
La hija de la raza azul buscó dicho párrafo y, mostrándoselo a
Sinuhé, le preguntó:
-Si la Luna estalla, ¿las mareas experimentarían graves trastornos?
-Y muy especialmente, durante esa importante aproximación de la Luna
a nuestro mundo...
46
-Entonces ¿podría interpretarse esta profecía, o lo que sea, como
una confirmación del Evangelio?
Sinuhé no respondió. Se limitó a encogerse de hombros. Gloria sabía
del irritante escepticismo de su amigo y
optó por no.ahondar en la cuestión, Sin embargo, desde ese momento,
el anuncio de la caída y posterior
estallido de la Luna a 18 000 kilómetros de la Tierra quedaron
asociados en su corazón con la referida
advertencia evangélica.
-...Cuando los cuerpos espaciales tienen un mismo tamaño y densidad
-continuó Sinuhé, tratando de justificar
la profecía anterior-, puede producirse una colisión física. Pero si
dos astros son equiparables en densidad y de
un tamaño relativamente desigual, el más pequeño se desintegra
cuando se aproxima al mayor. Esta
dislocación se registra cuando el radio de la órbita del cuerpo más
pequeño es inferior a dos veces y media el
radio del mayor. De hecho, los choques entre gigantes del espacio
son muy raros. Las explosiones cíclicas
gravitacionales de los astros inferiores, en cambio, son frecuentes.
Los anillos de Saturno, por ejemplo, son los fragmentos de uno de
sus satélites desintegrado. Y según la
Quinta Revelación, una de las lunas de Júpiter se acerca hoy de
forma peligrosa a lo que podríamos llamar su
zona crítica de dislocación. Dentro de algunos millares o millones
de años, esa luna estallará también, tal y
como sucedió con ese quinto y desaparecido planeta de nuestro
sistema solar.
-¿Cómo ocurrió? -intervino Gloria, que siempre se había preguntado
qué era lo que podía haberle sucedido a
ese enigmático mundo, hoy reducido a un cinturón de asteroides.
-Hace ya mucho tiempo -le explicó Sinuhé-, ese quinto planeta
recorría una órbita irregular, acercándose
periódicamente a Júpiter. En una de esas Incursiones terminó por
penetrar en la zona crítica de dislocación
cíclico-gravitacional, estallando en millones de fragmentos.
Y llegamos al tiempo en que nuestro sistema solar fue
definitivamente bautizado.
Hace 3 000 millones de años, el sistema funcionaba ya más o menos
como en la actualidad. El volumen de sus
planetas y satélites continuaba engordando, merced a las continuas
capturas de materia meteórica. Y en esa
época, como te digo, nuestro joven sistema solar fue inscrito en el
Registro Físico de Nebadon, recibiendo el
nombre de Monmacia. Y así se nos.conoce en el universo local que
rige Micael y en todo el superuniverso de
Orvonton.
Más tarde, hace ahora 2 000 millones de años, el tamaño de los
planetas había crecido inmensamente. Y
nuestro mundo, IURANCHA, era una esfera bien desarrollada, con una
masa que seguía creciendo y que,
entonces, era la décima parte de la actual. Eran los preliminares de
la puesta en escena de una prodigiosa
aventura: la siembra de la Vida...
¡La siembra de la Vida!
La hija de la raza azul, entusiasmada, rogó a Sinuhé que no se
detuviera.
-¡Hay tanto por aprender...!
-Sí, pero esa Vida -aclaró el investigador- no surgió en IURANCHA de
la noche a la mañana... Durante millones
de años, la superficie de nuestro futuro hogar se vio incesantemente
bombardeada por pequeños cuerpos
siderales.
Y estos impactos mantuvieron más o menos caliente el suelo de la
Tierra. Este fenómeno, sumado a la acción
de la creciente gravedad del planeta como consecuencia de su
ininterrumpido aumento de volumen,
desembocaron en otro suceso no menos importante: la acumulación de
elementos pesados como el hierro en
el centro del planeta.
Y, según esto, hace 2 000 millones de años, la Tierra empezó a ganar
ventaja a su compañera, la Luna.
IURANCHA fue siempre mayor que su satélite, pero la diferencia, en
aquellas remotas épocas, no era tanta
como la que llegó a tomar y que hoy podemos comprobar. Poco a poco,
sus dimensiones fueron ganando,
logrando retener la atmósfera primitiva que había nacido como
consecuencia del conflicto entre el calor interior
y la costra, en plena fase de enfriamiento.
La actividad volcánica propiamente dicha se remonta a aquellos
tiempos, el calor Interno de la Tierra siguió
aumentando, a raíz de la integración (siempre más profunda) de
elementos radiactivos, aportados desde el
espacio por los meteoros. Algún día (dice la Quinta Revelación), el
estudio de estos cuerpos radiactivos,
revelará al hombre que la superficie de IURANCHA tiene más de 1 000
millones de años. El reloj del radio es el
indicador infalible para valorar científicamente la edad
del.planeta. Pero, de momento, esos materiales
radiactivos de que se dispone proceden de la corteza terrestre y no
del interior.
Hace 1 500 millones de años, la Tierra había conseguido ya dos
tercios de su actual tamaño. La Luna, en
cambio, se acercaba a su masa presente. Este rápido engorde de
nuestro mundo en relación a la Luna le
permitió robar lenta pero inexorablemente a su satélite natural la
poca atmósfera que poseía desde un
principio.
La actividad volcánica se hallaba en su apogeo. La Tierra entera era
un infierno. Sin embargo, muy poco a
poco, se fue fraguando una costra, integrada básicamente por
granito. Una costra que sería el soporte
preparatorio para esa siembra celeste de la Vida...
Sinuhé, intencionadamente, acababa de dejar escapar una pista que su
amiga atrapó al momento.
-¿Sembradores celestes?
Sinuhé reclamó paciencia.
-La atmósfera planetaria -continuó sin inmutarse-siguió
evolucionando. Contenía ya una cierta cantidad de
vapor de agua, de óxido de carbono, de gas carbónico y clorhídrico.
Pero el oxigeno e hidrógeno libres eran
aún escasos. El espectáculo de la Tierra tuvo que ser aterrador y
fascinante a un mismo tiempo: inmensas
47
columnas de gases venenosos se levantaban hacia el espacio, mientras
la superficie del planeta se veía
conmocionada por una implacable lluvia de gigantescas piedras
cósmicas, que provocaban horribles
estampidos y terremotos.
Y pronto, esa incipiente atmósfera se fue haciendo más estable y lo
suficientemente fría como para inaugurar
las primeras lluvias sobre la rugosa y ardiente superficie de
IURANCHA. Y durante millares de años, nuestro
mundo (como hoy Venus) permaneció envuelto en un acorazado manto de
vapor de agua.
Durante esas edades, el Sol jamás brilló sobre la Tierra...
Una gran parte del carbono de la atmósfera fue sustraído para formar
los carbonatos de los diferentes metales
que abundan en los estratos superficiales del planeta. Más tarde,
cantidades enormes de estos gases
carbónicos fueron consumidos por la prolífica vida de los primeros
vegetales.
Y, en ulteriores períodos, las corrientes de lava y la caída de
meteoros agotaron casi por completo el oxígeno
del aire. Los.primeros sedimentos del océano primitivo, que pronto
apareció, no contenían, incluso, ni piedras ni
esquistos coloreados.
IURANCHA fue, durante inmensos períodos de tiempo, un mundo muerto,
sin oxígeno. Pero el mar vino a
resucitarla.
Fueron las algas marinas y otras formas de vida vegetal las que
restituyeron a la atmósfera ingentes
volúmenes de oxígeno. Y aún siguen regalando al planeta tan vital
elemento.
Este enriquecimiento de oxígeno fue espesando la envoltura de
IURANCHA, y los meteoros se fueron haciendo
cada vez más intermitentes. Ahora la fricción los aniquilaba.
Y llegamos, al fin, al punto cero de la historia de la Tierra...
-La fecha del nacimiento o arranque de la historia de nuestro mundo,
desde un punto de vista geológico -aclaró
Sinuhé-, se sitúa hace 1000 millones de años. El planeta disfrutaba
de un tamaño muy parecido al actual y en
esa época, según la Quinta Revelación, fue inscrito en los archivos
del universo local de Nebadon con el
nombre de IURANCHA.
Las continuas precipitaciones acuosas y la atmósfera facilitaron el
paulatino enfriamiento de la costra terrestre.
La acción volcánica equilibró la presión calorífica interna, así
como las violentas contracciones de la
mencionada costra. Los volcanes fueron volviéndose menos activos e
hicieron acto de presencia los temblores
de tierra. Y llegó, como te digo, el punto cero, geológicamente
hablando, de IURANCHA. Al enfriarse esa costra
fue posible la aparición del primer e inmenso océano. Un mar que
cubrió la Tierra por completo, con una
profundidad medía de casi dos kilómetros. Las marcas se manifestaban
más o menos como en la actualidad,
pero aquel océano primigenio tenía una diferencia: no era salado...
Gloria mostró una viva extrañeza ante semejante afirmación.
-¡Quién lo hubiera supuesto! -se limitó a comentar.
-Sí, aquel inmenso manto formaba una envoltura de agua dulce.
En aquella era, la mayor parte del cloro se encontraba combinado con
diversos metales, aunque también es
cierto, según esta documentación, que había suficiente cloro
mezclado con hidrógeno como para darle al
océano primitivo un ligero tinte acidulado..Con el paso del tiempo,
corrientes de lava muy profundas se
derramaron por el fondo del actual océano Pacífico y aquella zona se
hundió considerablemente.
La primera masa de suelo continental emergió de aquel océano
mundial, restableciendo el equilibrio y
compensando el aumento de espesor de la costra terrestre. Hace 950
millones de años, IURANCHA ofrecía ya
la imagen de un mundo con un inmenso continente único, rodeado de un
océano no menos considerable.
Los volcanes seguían siendo numerosos y los temblores de tierra,
frecuentes y violentos. La lluvia de
meteoros, aunque decrecía, era aún importante. Sin embargo, la
atmósfera continuaba purificándose, a pesar
de los volúmenes de gas carbónico, todavía excesivos.
Sinuhé hizo otra pausa y rogó a la hija de la raza azul que prestara
toda su atención a lo que se disponía a leer.
-Fue en este tiempo cuando JURANCHA fue agregada al sistema de
Satania, de cara a su futura
administración planetaria, e inscrita en los Registros de Vida de la
constelación de Norladiadek a la que, como
sabes, pertenece el citado sistema de Satania. Entonces se inició el
reconocimiento administrativo de aquella
pequeña e insignificante esfera, destinada a ser el mundo sobre el
cual Micael de Nebadon se lanzaría a su
última y fascinante aventura personal de encarnación, participando
en unas experiencias de todos conocidas y
que harían que IURANCHA fuese designada ya, en el futuro, por otro
nombre: el Mundo de la Cruz.
-¿Un reconocimiento del planeta?
Aquella expresión había quedado firmemente grabada en la mente de
Gloria. Y planteó de inmediato una
segunda pregunta a Sinuhé:
-¿Un reconocimiento de IURANCHA por parte de quién?
-La primera llegada de seres, llamémosles celestes, al nuestro mundo
se produjo hace 900 millones de años.
Formaban un grupo expedicionario y pionero, procedente de Jerusem,
planeta-capital de Satania. Su misión
era la siguiente: examinar el planeta y presentar un informe sobre
las posibilidades de adaptación en el mismo
de una estación experimental de vida.
Esa comisión, dicen los documentos, estaba integrada por
24.miembros. Entre ellos, Portadores de Vida, Hijos
Lanonandeks, Melchizedeks, Serafines y otras personalidades de la
vida celeste dedicadas a la organización y
administración inicial de los mundos evolucionarios.
48
Y, según la Quinta Revelación, tras un minucioso examen de IURANCHA,
el grupo retornó a Jerusem,
presentando al Soberano del sistema un informe favorable y
aconsejando inscribir al planeta en el Registro de
Experiencia de la Vida.
IURANCHA, a partir de entonces, figuró en esos registros como un
mundo decimal...
Sinuhé notó la extrañeza de la hija de la raza azul.
-Imagino que te preguntarás qué quiere decir planeta decimal.
Parece ser -manifestó el investigador-que, dentro de este orden
administrativo de los superuniversos, por cada
diez mundos o planetas habitables, los llamados Portadores de Vida
eligen uno en el que la siembra de las
primeras células vivientes puede ser manipulada, de cara a ensayar
ciertas nuevas combinaciones mecánicas,
eléctricas, químicas y biológicas destinadas a modificar
eventualmente los arquetipos de vida del universo local
previstos para dicho sistema. En los otros nueve planetas.
los tipos vivientes son más normales...
Gloria argumentó al instante:
-Entonces, ¿quiere esto decir que los humanos de la Tierra somos
físicamente distintos a los humanos de otros
mundos habitados?
-No necesariamente. Esa manipulación de la Vida, a la que se refiere
la Quinta Revelación, provoca en los
mundos decimales como IURANCHA unas combinaciones inéditas que los
creadores observan, para
beneficiar, si cabe, a los demás mundos de su universo local. Pero
la gran diferencia no parece residir ahí, sino
en la anarquía y en los peligros de rebelión que se derivan casi
siempre de estos ensayos en los planetas
decimales y que, según esto, no sucede habitualmente en el resto de
los mundos evolucionarios...
La hija de la raza azul empezaba a comprender el porqué de la
agitación, de las tinieblas y de las constantes
guerras que han asolado y asolan la Tierra. Y así se lo manifestó a
su compañero. Pero Sinuhé hizo un gesto
negativo....-No creas que esta caótica situación de las diferentes
humanidades que han ido desfilando sobre
IURANCHA se debe única y exclusivamente a esa condición de mundo
decimal. Ahí entra precisamente, y de
lleno, otra razón: la revuelta protagonizada por Lucifer y que, como
sabes, tiene mucho que ver con nuestra
misión...
-Una vez inscrito nuestro joven planeta en los archivos de Jerusem,
capital del sistema, los Portadores de Vida
(una de las jerarquías celestes responsables de esa siembra de la
Vida) fueron informados de que, en efecto,
recibirían el permiso para experimentar nuevos modelos de
movilización mecánica, química y eléctrica en
IURANCHA, con órdenes expresas para trasplantar e implantar la Vida.
Fue, sin duda -comentó Sinuhé con
cierto regocijo-, una buena nueva.
Y en el momento oportuno (dice la Quinta Revelación), la llamada
comisión mixta de los Doce en Jerusem
dispuso las medidas oportunas para la ocupación del planeta. Dichas
medidas fueron previamente aprobadas
por la comisión planetaria de los Setenta de Edencia, sede, como te
dije, de nuestra constelación de
Norladiadek. Estos planes, propuestos por el consejo consultivo de
los Portadores de Vida, fueron
definitivamente aceptados en Salvington, capital de Nebadon y
residencia de Micael. Inmediatamente, las
teledifusiones del universo local transmitieron la noticia de que
IURANCHA pasaría a ser el escenario de la
sexagésima experiencia de los Portadores de Vida en Satania,
dirigida a ampliar y mejorar el tipo sataniano de
los arquetipos de vida de Nebadon.
IURANCHA no tardó en recibir el pleno estatuto de Nebadon, siendo
registrada también en los archivos
celestes de Ensa (nuestro sector menor) y de Splandon (sector
mayor). Por último, nuestro mundo figuró en los
registros de la vida planetaria en Uversa, capital del superuniverso
de Orvonton...
Gloria, con aire de agotamiento, lamentó tanta burocracia...
-Sí -repuso su amigo-, excesiva para mí gusto. Pero quizá esta
ingente jerarquización pueda explicar el
increíble y matemático orden del Cosmos...
Esta Era -prosiguió Sinuhé, prometiendo a la hija de la raza azul
que se hallaban prácticamente al final de
tales.prolegómenos-, estuvo caracterizada por frecuentes y violentos
huracanes. La corteza terrestre se hallaba
aún en un estado de fluidez y el enfriamiento superficial se
alternaba con inmensos tíos de lava. En ninguna
parte de la superficie de nuestro planeta (dice la Quinta
Revelación) puede encontrarse el menor vestigio de
esa costra primitiva, que fue mezclándose con lavas y materiales
volcánicos, eyectados desde las grandes
profundidades, y con ulteriores depósitos del océano mundial
primigenio.
En cuanto a los residuos modificados de las antiguas rocas
preoceánicas, el actual noroeste de Canadá
(alrededor de la bahía de Hudson) es el punto de mayor abundancia de
los mismos en todo el planeta. Esta
inmensa plataforma granítica está formada por una roca perteneciente
a esas edades preoceánicas.
A lo largo de las edades oceánicas, enormes mantos rocosos
estratificados y desprovistos de fósiles se
depositaron en el fondo de este océano mundial (el calcáreo pudo
formarse como consecuencia de
precipitaciones químicas; no todos los calcáreos antiguos se
originaron por depósitos de la vida marina). No se
hallarán restos de vida en estas antiguas formaciones rocosas, a no
ser que depósitos posteriores (de edades
acuáticas) se hubiesen mezclado por casualidad con estas capas más
antiguas, anteriores a la Vida.
La corteza terrestre primitiva era muy inestable, aunque todavía no
habían surgido las primeras montañas. El
planeta entero se comprimía bajo la presión de la gravedad, a medida
que se formaba.
La masa continental de aquellos tiempos creció hasta cubrir casi el
diez por ciento de la superficie de la Tierra.
Los temblores empezaron justamente cuando esa masa continental hubo
emergido muy por encima del nivel
49
del agua. Y esos seísmos, cada vez más intensos, se prolongaron por
espacio de millones de años. Después
disminuyeron aunque, aún hoy, IURANCHA sufre una media de quince por
día.
Hace 850 millones de años se produjo la primera estabilización de la
costra terrestre. La mayor parte de los
metales pesados habían sido atraídos hacia el centro del globo y la
corteza, en vías de enfriamiento, dejó de
hundirse. Bajo esa corteza, la lava.se extendía a la casi totalidad
del mundo, contribuyendo a la compensación
y estabilización de la misma. La frecuencia y la violencia de los
seísmos continuaba decreciendo y la
atmósfera, a pesar del gas carbónico, siguió depurándose. Las
perturbaciones eléctricas, tanto en tierra como
en el cielo, se hicieron menos frecuentes y las corrientes de lava
llevaron a la superficie de IURANCHA una
mezcla de elementos que aislaron al planeta contra ciertas energías
espaciales. Todo esto contribuyó a facilitar
el control de la energía terrestre y regularizar su flujo, como lo
atestigua el funcionamiento de los polos
magnéticos.
Hace 800 millones de años asistimos (afirman las personalidades
celestes que aseguran haber escrito esta
Quinta Revelación) a la inauguración de la primera gran Era
terrestre: la Edad del resurgimiento de los
continentes. Después de la condensación de la hidrosfera de
IURANCHA, primero en el océano mundial y
después en el Pacífico, conviene tener presente que esta última masa
de agua cubría las nueve décimas
partes de la superficie del mundo. El fondo del océano era cada vez
más pesado, tanto por los millones de
meteoros caídos como por el peso del agua que en algunas áreas
alcanzaba los dieciséis kilómetros de
profundidad.
Y así se fraguó el nacimiento de los continentes. Europa y África
surgieron del Pacífico, al mismo tiempo que
las masas denominadas hoy Australia, América del Norte y del Sur y
el continente Antártico. Al final de este
período, las tierras emergidas representaban casi un tercio de la
superficie del mundo, formando un solo
continente.
Esta elevación de las tierras implicó unas primeras diferencias
climáticas. Elevación del suelo, nubes cósmicas
e influencias oceánicas (dicen estos documentos) son los principales
factores de las fluctuaciones del clima.
El borde de la masa continental asiática, por ejemplo, alcanzó una
altura de casi 15 000 metros. Si en aquella
Era hubiese existido mucha humedad en el aire de estas grandes
altitudes, el hielo habría hecho su aparición,
adelantándose las glaciaciones.
Hace 750 millones de años aparecieron las primeras grandes brechas
en este continente único. Fue un gran
hundimiento, de.Norte a Sur, que terminó por ser invadido por las
aguas. Estas fallas prepararon el camino de
la deriva de lo que más tarde serían América del Norte y del Sur y
Groenlandia hacia el Oeste.
Otra enorme fisura, esta vez de Este a Oeste, separó lo que, en el
futuro, llamaríamos África y Europa,
arrancando Australia, la Antártida y las islas del Pacífico del
continente asiático.
Y estamos llegando al final. 0 al principio, según se mire –se
corrigió Sinuhé-. Hace ahora 700 millones de
años, IURANCHA se acercaba a pasos agigantados a lo que deberían ser
las condiciones ideales para esa
siembra de la Vida. A saber: la deriva continental proseguía
imparable, el océano penetraba más y más en las
tierras bajo la forma de largos brazos, proporcionando aguas poco
profundas y bahías abrigadas, tan
necesarias para el asentamiento de la vida marina.
Y así nos situamos en los 650 millones de años. Esa Era fue testigo
de una nueva escisión de las masas
continentales. A raíz de esto, los mares se extendieron mucho más y
sus aguas alcanzaron rápidamente el
grado de salinidad necesario para el nacimiento de la Vida en
IURANCHA.
Y la Quinta Revelación concluye esta parte de la historia geológica
de nuestro mundo con las siguientes
palabras. Fueron estos mares, y los que les sucedieron, quienes
fijaron los anales de la Vida, tal y como el
hombre aprende a leerlos en las páginas de piedra bien conservadas,
volumen a volumen, mientras las Eras
sucedían a las Eras y las Edades a las Edades. Fue en estos mares
interiores donde, finalmente, aparecería la
Vida.
Visiblemente agotados, Gloria y Sinuhé interrumpieron allí la
lectura de tan extraños documentos. En realidad,
poco restaba ya para finalizar aquel imprescindible adiestramiento
de la hija de la raza azul. Sin embargo, un
acontecimiento no previsto por Sinuhé vendría a alterar buena parte
de sus planes...
Durante las horas que siguieron a la accidentada visita al viejo
edificio del Ayuntamiento, Sinuhé fue incapaz de
apartar de su mente la imagen de aquellas dos letras -RA-en el disco
metálico del péndulo. Y mientras
aleccionaba a Gloria sobre los universos, su organización y la
historia de IURANCHA, tomó una decisión: a la
primera oportunidad regresaría -esta vez solo-.a la torre del
caserón. Necesitaba inspeccionar el altorrelieve
con detenimiento.
Fue en aquella última pausa -al cerrar el capítulo sobre la creación
del universo local de Nebadon, a partir de la
nebulosa de Andronover-cuando el soror de la Orden de la Sabiduría
creyó que había llegado el momento. Se
procuró algunos trapos viejos, un recipiente con gasóleo, una
afilada brocha y, naturalmente, su equipo
fotográfico.
La amarga experiencia sufrida en el caserón le hizo recapacitar,
programando esta segunda exploración a
plena luz. Las tinieblas, en su opinión, sólo habían servido para
complicar las cosas. Sin embargo, en el fondo,
la verdadera razón por la que Sinuhé pretendía subir al ático del
Ayuntamiento durante el día no era ésta. Él
sabía que, a pesar de su curiosidad, el solo pensamiento de regresar
al camarote provocaba temblores en sus
rodillas. Sinuhé -creo haberlo dicho ya- nunca fue un valiente.
Todo estaba dispuesto. Sinuhé recomendó a su amiga que congelaran el
adiestramiento durante unas horas.
Tanto ella como él lo necesitaban. Y la señora respetó los íntimos
deseos del siempre desconcertante
50
periodista. En el fondo, la hija de la raza azul intuía que por la
mente de su hermano aleteaba algo más que un
simple descanso.
Pero cuando el investigador, con la excusa de relajar los músculos
en un paseo por los alrededores, caminaba
ya hacia la salida, alguien empujó la puerta, haciendo sonar el
alegre racimo de campanillas de la Casa Azul.
Al ver la figura del cartero, se detuvo. Gloria acudió al momento y,
tras saludar al funcionario y viejo amigo, éste
le entregó la correspondencia, preguntando a la señora de la casa
por un tal...
-Soy yo -repuso Sinuhé, al escuchar su verdadero nombre y apellidos.
-Este telegrama es para usted. Firme aquí, por favor.
El investigador cruzó una mirada de extrañeza con su amiga.
¿Quién podía saber, a excepción de su familia y de su Kheri Heb, que
se encontraba en aquella recóndita
aldea?
A Sinuhé jamás le gustaron los telegramas. Quizá porque casi siempre
anuncian problemas o pérdidas
irreparables. Así que,.de mala gana, estampó su firma en el libro
del cartero, recogiendo el inoportuno mensaje
azul.
Al quedarse solos, Gloria observó a su amigo. En lugar de rasgar el
telegrama y conocer su contenido, Sinuhé,
con una irritante parsimonia, se había limitado a darle vueltas
entre los dedos, como intentando adivinar el
texto.
Después de un minuto de sofocante silencio, la señora de la Casa
Azul, lógicamente intrigada, señaló el
telegrama y con una curiosidad mal contenida preguntó:
-¿Es que no piensas abrirlo?
Esta vez, el miembro de la Escuela de la Sabiduría no se equivocó.
Su intuición le anunciaba algo importante...
Y al escuchar a la señora, regresó al presente, excusándose por su
torpeza.
Sin poder ni querer ocultar su nerviosismo abrió el telegrama,
fijando su atención en las blancas tiras de papel
que habían sido Pegadas sobre el impreso azul.
Gloria hizo ademán de alejarse, pero Sinuhé, sin pronunciar palabra
ni levantar el rostro del papel, le indicó con
la mano que esperase. Y la hija de la raza azul obedeció.
Al fin, despegó sus ojos del texto y con una súbita palidez invitó a
su compañera a que regresaran al salón. Sin
querer, el corazón de Gloria aceleró, intuyendo que los
acontecimientos estaban a punto de precipitarse.
La mujer tomó asiento y Sinuhé le tendió el telegrama, dirigiéndose
a continuación hacia el ventanal por el que
entraba la generosa luz de aquella mañana del 19 de julio. Y sin
pronunciar palabra alguna, cruzó los brazos,
quedando sumido en inexpugnables pensamientos.
A los pocos minutos, sentía sobre su hombro la cálida mano de la
hija de la raza azul. Y al volverse, el
atormentado investigador respiró aliviado. Una intensa luz
parpadeaba en los ojos de su amiga. Aquella era la
señal inequívoca de que Gloria había comprendido y, lo que era más
importante, aceptado definitivamente la
misión.
Y una vivificante sonrisa apareció en el rostro de la señora de la
Casa Azul, al tiempo que, con una voz bañada
por la emoción, repetía de memoria el texto del telegrama:.El
momento llegará con la luna nueva, Recuerda la
señal de Micael. Ra hará descender entonces a su mensajero
solitario, Lucifer. Repito. Lucifer. Que tu
ajustador y el de la hija de la raza azul guíen vuestros pasos.
Contagiado por la entusiástica mirada, correspondió con otra
sonrisa.
El mensaje, en efecto, marcaba el inicio de la cuenta atrás para la
gran misión. Aparecía firmado con dos
escuetas palabras –El Maestro- que, por supuesto, no pasaron
desapercibidas para Gloria. Y una vez
sosegados los ánimos, la señora de la Casi Azul pidió a Sinuhé que
le ampliara algunos detalles. Por ejemplo,
¿quien era ese Maestro? Por ejemplo, ¿qué quería decir la palabra
Lucifer, repetida, además, por dos veces?
El miembro de la Logia secreta empezó por el final. Sin hacer
alusión alguna a su calidad de hermano de la
Escuela de la Sabiduría, informó a su amiga de cómo, desde hacía
algunos días, obraba en su poder una serie
de informaciones confidenciales, dispuesta para aquellos momentos
previos a la iniciación de la misteriosa
aventura. Unos datos y recomendaciones, incluidos por su Kheri Heb
en el sobre lacrado que contenía los
textos de la Quinta Revelación. Y la palabra Lucifer había sido
incorporada como una contraseña que debía
situar al investigador en alerta total.
Afortunadamente, el Maestro había apurado la información, revelando
el tiempo exacto para el arranque de la
misión: la luna nueva.
Al mencionarlo, Sinuhé se estremeció. ¿Cuánto faltaba para ese día?
Gloria no supo responder con precisión.
A los pocos minutos, tras una vertiginosa consulta a uno de los
calendarios de la casa, ambos se
tranquilizaron. La luna nueva no se produciría hasta el 28 de ese
mes de julio. Disponían por tanto de poco
más de una semana. Ocho días en los que Sinuhé debía completar el
bagaje informativo de su compañera
respecto a la Quinta Revelación e inspeccionar de nuevo la vieja
maquinaria del reloj del Ayuntamiento.
Gloria quiso profundizar en esos preparativos para la gran misión,
pero su esquivo compañero se limitó a
recordarle el texto del telegrama:.-No te inquietes. Todo está
previsto. Según parece, cuando llegue el
momento, un Mensajero Solitario (una de esas personalidades celestes
de las que ya te he hablado)
descenderá para abrirnos el camino...
-¿Y por qué debemos recordar la señal de Micael?
Para Sinuhé estaba claro. El probable descenso o aparición de ese
Mensajero Solitario tendría lugar en el claro
del bosque donde aquella enigmática criatura había grabado a fuego
los tres círculos concéntricos, señal y
51
emblema de Micael, el Soberano del universo local de Nebadon. Aquél,
por tanto, debía ser el punto donde la
hija de la raza azul y su compañero tendrían que situarse al apuntar
la luna nueva.
Pero, obedeciendo a su instinto, prefirió no hacer partícipe de esta
suposición a su curiosa amiga. Y desviando
la conversación le suplicó que mantuviera todo aquello en el fondo
de su corazón y que, bajo ningún concepto,
llegara a manifestárselo a nadie.
Sinuhé conocía la exquisita discreción de la señora de la Casa Azul.
Así que, por ese lado, quedó tranquilo. Lo
que realmente flagelaba su inteligencia era el no saber, el no
intuir siquiera, qué era lo que les aguardaba una
vez iniciada la misión... Y fue mejor así. De haberlo sospechado,
quizá se hubiera rendido, alejándose al
momento de la aldea y de todos sus enigmas.
Por supuesto, aquel mensaje de su Kheri Heb en Madrid vino a
trastocar sus planes. Por otra parte, Gloria, con
evidente razón a la vista del curso que tomaban los acontecimientos,
terminó por formularle una pregunta para
la que, al contrario de lo que sucedía consigo mismo, sí tenía
respuesta:
-Dime, ¿por qué yo? ¿Por qué he sido elegida?
Sinuhé sonrió con ternura. Y acariciando los rubios cabellos de su
amiga, repuso:
-Querida Gloria, el secreto y la respuesta se encuentran en esta
Quinta Revelación. Y volvemos, por tercera
vez, a tu duda inicial: ¿qué es la raza azul?
-Sí, ¿qué es esa raza y qué tengo yo que ver con ella? -le animó
Gloria.
El soror abrió de nuevo sus documentos, advirtiendo a su expectante
amiga que -dada la premura de tiempo-
se veía.obligado a rodear aquellas informaciones en las que se habla
de los primeros tiempos del
establecimiento de Vida en IURANCHA, de las respectivas Eras de la
Vida marina y terrestre, así como del
fascinante relato de los primeros hombres primitivos en la Era
Glacial y de sus precursores: los inteligentes
animales de Lemuria. Sinuhé tranquilizó a su alumna, asegurándole
que dichos conocimientos -aunque
apasionantes- no eran vitales para su adiestramiento e inminente
misión.
-Te hablaré, por tanto -concluyó- de aquello que sí debes conocer,
necesariamente...
Gloria, a pesar de estas razones, protestó. Aquella insinuación de
su amigo sobre los tipos primitivos de
lemures y su relación con los primeros hombres la había cautivado.
Pero Sinuhé, con la rigidez que le caracterizaba, pasó por alto los
deseos de la hija de la raza azul,
prometiéndole -eso sí- que, si el tiempo no les traicionaba,
satisfaría su curiosidad...
Y de esta forma dio comienzo la última fase de la preparación de la
hija de la raza azul.
-Antes de nada -aclaró Sinuhé-debo adelantarte que algunas de las
manifestaciones que estás a punto de
escuchar pueden rasgar tu sensibilidad...
-No sé a qué te refieres -apuntó Gloria.
-Quizá a pasajes de esta Quinta Revelación que, como notarás, se
hallan en franca oposición a lo que siempre
hablamos creído o se nos había enseñado sobre el origen del hombre y
más exactamente sobre lo que nos
dice el Génesis...
La advertencia activó todas las antenas de la hija de la raza azul.
-¿Tan grave es?
-Si se mira desde un punto de vista desapasionado y racional, no.
-¡Pues adelante!
-Bien, vamos allá... Según estos documentos, las razas son el
resultado de individualidades humanas,
aparecidas en IURANCHA por mutación...
Sinuhé estudió el rostro de Gloria, en espera de alguna reacción.
Aquella primera aseveración chocaba
violentamente con un principio establecido en la Biblia y en el que
se deja.entrever que el hombre fue creado
directamente por Dios. Pero la mujer permaneció en silencio.
-Antes, mucho antes de la aparición sobre IURANCHA de la primera
pareja verdaderamente humana -prosiguió
Sinuhé, complacido ante la aparente docilidad de su atenta
receptora-, el mundo se hallaba poblado por un sin
fin de familias de primates prehumanos. Estos, a su vez, procedían
de los lemures.
-¿Los qué...?
Sinuhé movió la cabeza, manifestando su desaliento. Después,
señalando el abultado mazo de documentos,
comentó: -No disponemos de tiempo para detenernos y profundizar en
esta parte de la Quinta Revelación.
Necesariamente, he de saltar por encima de las fascinantes
descripciones de aquellas primeras edades de
IURANCHA, en las que la Vida tomó posesión del planeta, propagándose
en secuencias maravillosas... Pero -
añadió al tiempo que buscaba la información sobre los lemures-
trataré de sintetizar ese capítulo, tan decisivo
para la posterior aparición del hombre.
Según dice aquí -prosiguió Sinuhé-, hace aproximadamente un millón
de años, los antepasados inmediatos de
la Humanidad aparecieron en tres mutaciones sucesivas, partiendo de
la rama primitiva del llamado tipo
lemuriano de mamífero placentario.
Su origen, en el que no vamos a entrar, estuvo en un grupo americano
occidental.
Los lemures primitivos tenían un cierto parecido con los antepasados
de la especie humana, aunque no
guardaban parentesco alguno con las tribus preexistentes de gibones
y monos que vivían entonces en Eurasia
y África del norte y cuya descendencia ha sobrevivido hasta hoy.
Mientras aquellos lemures primitivos
evolucionaban en el hemisferio occidental, los mamíferos
(antepasados directos de la Humanidad) se
asentaron en el sudoeste de Asia, en la zona originaría de
implantación central de la vida. Varios millones de
años antes, los lemures de origen americano habían emigrado hacia el
Oeste por el puente terrestre de Bering.
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Y habían avanzado hacia el Suroeste, a lo largo de la costa
asiática. Estas tribus llegaron finalmente a las
regiones que se extendían entre el mar Mediterráneo (entonces mucho
más grande) y las
regiones.montañosas, en vías de levantamiento, de la península de la
India. Y en estas tierras del oeste de la
India, dichas tribus se fundieron con otras, preparando así la
definitiva ascendencia de la raza humana.
Con el paso del tiempo, el litoral situado al sudoeste de la India
fue sumergiéndose poco a poco y la vida en
aquella región quedó aislada. La península mesopotámica o Persia no
disponía aún de vía alguna de acceso o
salida, salvo por el norte. Pero ésta fue ocupada repetidas veces
por las invasiones glaciares. Fue, pues, en
esta región paradisíaca, y a partir de unos descendientes superiores
de este tipo de mamíferos lemurianos,
donde nacieron dos grandes grupos: las tribus simiescas que han
proliferado hasta nuestros días y la especie
humana.
Aquellos descendientes de los lemures americanos (afincados en las
áreas mesopotámicas) eran unas
criaturas pequeñas, de un metro de alzada, muy activas y que, en
general, caminaban a cuatro patas, aunque
tenían ya la facultad de permanecer erguidos sobre sus extremidades
traseras. Eran muy velludos y ágiles.
Charlaban como los monos, pero, al contrario de las restantes tribus
simiescas, eran carnívoros. Disponían de
un pulgar oponible muy primitivo, así como de una gruesa uña muy
útil. Con el paso de los tiempos, el pulgar
oponible fue ganando en perfección, mientras que la uña iba
perdiendo su capacidad para agarrar.
Estos mamíferos precursores del hombre alcanzaban la edad adulta a
los tres o cuatro años y su duración
media de vida era de unos veinte años. Lo habitual era que tuvieran
un único hijo en cada parto, aunque
también se daban casos de mellizos. Los miembros de esta nueva
especie disponían de un cerebro más
voluminoso que lo normal, en proporción a su tamaño. Y, a diferencia
de los simios, experimentaban algunos
sentimientos...
-¿Como cuáles?
-Eran extremadamente curiosos, manifestando, incluso, notorias y
singulares reacciones que quizá pudiéramos
definir como de alegría. El apetito sexual se hallaba igualmente muy
desarrollado, siendo capaces de luchar
ferozmente por su prole.
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