INTRODUCCIÓN

La personalidad de un médium es un tema fascinante y provocativo, porque se relaciona con cuestiones esenciales sobre la mente del hombre, la índole de su conciencia y hasta su destino final. Normalmente se de­fine a un médium como "una persona que, supuestamente, es sensitiva a agentes paranormales y es capaz de impartir conocimientos derivados de ellos o de llevar a cabo actos que serían imposibles sin su ayuda". La mayoría de la gente describe a una médium como una señora enfun­dada en exóticos ropajes, medio oculta en oscuros rincones, esperando estafar a sus clientes el dinero que tan duramente han ganado. Si bien no hay duda que tal tipo de médiums todavía existe -y que alguna vez se han atravesado en nuestro camino- este difícilmente puede tomarse como un retrato completo.

Fue un poco antes de que empezara el presente siglo cuando los mé­diums empezaron a gozar de popularidad y el espiritismo se desarrolló como su religión. Por aquel entonces las sesiones se llevaban a cabo en un salón pequeño y apropiadamente diseñado que, frecuentemente, daba la apariencia de un teatro pequeño, cuyo escenario era una espe­cie de capilla o poseía otros elementos religiosos. A los concurrentes, que por lo regular acudían emocionalmente abrumados por alguna tragedia reciente en su familia, se les excitaba hasta la histeria, me­diante el canto de himnos y música de órgano. Era, en realidad, una producción teatral muy bien montada.

La médium entraba en trance y, con ayuda de su "agente" espiri­tual, comunicaba mensajes de seres amados, ya desaparecidos y que moraban en el "mundo de los espíritus". Muy a menudo, estos men­sajes eran bastante triviales y hasta sumamente tontos, pero los acon­gojados sobrevivientes se marchaban a casa reconfortados y seguros de que sus seres queridos todavía existían "en alguna parte" y eran "felices".

En ocasiones la médium mostraba conocimientos que parecían ser alguna forma de percepción extrasensorial. Fue este aspecto de los mé­diums lo que dio origen a la parapsicología o investigación científica y controlada de la PES. No hay duda alguna que los médiums y el espiri­tismo eran y todavía lo son, excesivamente susceptibles al fraude. En los más sutiles rincones de la percepción, la evidencia objetiva es difícil de alcanzar y casi imposible de colocar bajo condiciones efectivamente controladas. En la mayoría de tales investigaciones, los hechos a me­nudo se aceptan no sobre evidencia científica, que es muy poca, sino basados en la fe, que siempre es abundante. Quizás el bien conocido investigador psíquico Harry Price lo expresó mejor cuando observó que el "espiritismo es, en su mejor forma una religión y, en su peor manifestación, una superchería y estafa organizada".

Pero, desde que comenzó la investigación sobre los médiums en trance, se ha hecho claro que constituyen en verdad una experiencia compleja, y son parte de un fenómeno más grande que en la actualidad se designa como "estados alterados de conciencia". A menudo entre los otros tipos de estado de trance, predominan condiciones patológicas, como en los comas, la catalepsia, el síncope y la animación suspendida. Todos estos se hallan asociados con el inconsciente, como lo están otros esta­dos que resultan de la ingestión de ciertas drogas, o los efectos de las enfermedades sobre la química corporal; y todos ellos son más inten­sos que otros estados alterados, como el sueño normal, la hipnosis y el sonambulismo.

De los muchos tipos de estados alterados de conciencia, el del médium se halla entre los más valiosos, ya que es en sus trances donde el terreno subjetivo de la mente humana puede investigarse más convenientemente. Muchos de los que han estudiado a los médiums escribieron que, en efecto, se trata de un método para expandir la conciencia. El físico británico Raynor Johnson ha observado que existen muchos estados "en los que la conciencia es sacada del nivel de vigilia normal, y a los que colectivamente podemos denominar estados de trance. Algunos de ellos pueden ser creados por hipnosis. . . por drogas como la mez­calina o por anestésicos, y otros pueden producirse mediante ciertas prácticas de yoga. . . Un médium o una persona sensitiva, puede des­prenderse voluntariamente y entrar a uno de estos estados, en los que la conciencia es elevada a un nivel intermedio dentro del yo y puede, al mismo tiempo, mantener una `línea de comunicación' con el mundo exterior".

En virtud de que se trata de la autoinducción de un estado de trance y está relativamente libre de condiciones patológicas, el trance del mé­dium da cabida a un elemento mayor de control sobre la experiencia, exactamente como ocurre en el caso de la hipnosis.

Jane Roberts comparte una característica única con algunas otras grandes médiums, como Eileen Garrett y la señora Osborne Leonard. Muchas médiums contemplan el material que surge de sus trances con una credulidad casi religiosa y, ciertamente, de su experiencia espiritas

ta frecuentemente surgen convicciones religiosas. Pero, a pesar de su fascinación con el mundo subconsciente con el cual han logrado hacer contacto, algunos médiums se resisten a la tentación de creer inme­diatamente y depender totalmente de las revelaciones de una persona­lidad en el trance. La señora Garrett, por ejemplo, ha dedicado su vida a investigar el significado de lo que es ser una médium, de su propio mundo inconsciente, y de los fenómenos parapsicológicos en general. La señora Leonard también se ha dedicado a examinar las interrogan­tes de su propia condición de médium, y permitió ser sometida a nu­merosos ensayos y pruebas.

Los grandes médiums son tan raros como los grandes músicos o los grandes artistas. Sus características incluyen una mezcla peculiar de susceptibilidad a los estados de trance y una poderosa personalidad que es al mismo tiempo curiosa, objetiva y honestamente autocrítica. Por supuesto, no es fácil caracterizar muchos rasgos especiales del ca­rácter extraordinario del médium; pero a mí me parece claro que Jane Roberts es una médium verdaderamente excepcional.

Experimentar franca y abiertamente con nuestra propia experiencia subjetiva -examinar las

fuentes de inspiración, imaginación o cretas vidad- siempre ha sido característico de la personalidad excepcional. André Breton, autor del Manifiesto Surrealista, estaba obsesionado

con la idea de combinar lo real y lo irreal en el arte, quizás porque al igual que el artista sumi japonés, no se sentía seguro de las distinciones entre los dos. Llevó a cabo una serie de experimentos con la escritura automática, en un esfuerzo por descubrir los aspectos ocultos de lo que conocernos como "real". El resultado, según argüía Breton, fue

una expresión más pura del hombre interno, y este matrimonio del mundo inconsciente con la conciencia objetiva o consciente, no es muy distinto del viaje que Jane Roberts ha emprendido. Para una mujer joven que no ha pasado muchos años actuando como médium, ha logrado recorrer un largo camino hacia el análisis abierto y autocrítico, necesario para entender verdaderamente su papel de médium, y sus implicaciones más vastas. Ya se ha comprometido profundamente con la aplicación práctica de lo que son, básicamente, cuestiones filosóficas. Sin

embargo, parte de este impulso debe atribuirse a la naturaleza de Seth, la personalidad del trance que ha nacido de su experiencia espiritista.

A la personalidad del trance por lo regular se le llama "agente" de­bido a que supuestamente manipula el cuerpo físico de la médium en esa situación y, a menudo, asume características individualizadas y únicas. Originalmente, claro está, se creía que el agente de la médium era el espíritu de alguna entidad descarnada que se apoderaba de ella como vía de comunicación con los vivos. Pero en The World rof Psychic Phenomena, F. S. Edsall hace ver que la creación de personalidades del trance o agentes, parece depender de experiencias subconscientes relacionadas con los antecedentes o ambiente peculiares de la médium.

Las interrogantes sobre cuál es la personalidad del agente y cómo se comunica, son en

extremo difíciles y, durante décadas, las han venido estudiando los parapsicólogos y analistas de lo profundo. (Por cierto que Seth -con gran sentido común y honestidad, según me parece a mí- discute el difícil problema de la distorsión de hechos en el ma­terial que se recibe a través de una médium. Debido a que se hallan íntimamente asociadas con poderes supuestamente supranormales, se espera que las médiums también sean absoluta y cien por ciento exac­tas. Por supuesto, ese es el caso, pero popularmente prevalece este punto de vista y eso puede palparse en la actitud pública hacia Cayce o Dixon.) Algunas personas creen que el hombre posee talentos que pueden trascender los sentidos y muy posiblemente influyen en el in­consciente, sin al parecer afectar la mente consciente en lo absoluto. Edsall escribe que las experiencias de la médium relacionadas con su "ambiente podrían jugar una parte medular en la formación de estas extraordinarias personalidades secundarias que, en el caso de algunas médiums notables, parecen tan misteriosamente omnisapientes".

Muchas teorías psicológicas se han propuesto para explicar la exis­tencia de personalidades del trance, como la teoría del analista neoyor­quino Ira Progoff del "dinatipo". Tras extensas investigaciones con Eileen Garrett, Progoff concluyó que la "presencia de varios agentes que la controlan, es esencial para mantener un... equilibrio en la mente de la señora Garrett". El Dr. Progoff considera las personalidades que controlan los médiums "no como entidades espirituales, sino como formas simbólicas de dramatización, por medio de las cuales se hace posible articular los grandes principios de la vida en la experiencia huma­na". De manera similar, Sócrates tenía su "daimon" personal, Graves su Diosa Blanca de la poesía, y Noé en sus sueños de ebrio se veía a sí mismo como la encarnación de sus propios ancestros, primero Adán, y luego Jeremías. Cada hombre, según hace ver la teoría, personifica de esta manera lo que él es, subconscientemente. Psíquicos como la seño­ra Garrett, han especulado que quizás ellos crean sus propios entes al­ternativos, únicamente que lo hacen en una forma más reconocible y razonable: como demonios o controles "espirituales".

W. H. Salter, bien conocido y objetivo investigador psíquico, pro­puso otra cosa, sin embargo: si la personalidad del trance continúa comunicándose año tras año, "sin equivocarse jamás en el tono emo­cional o intelectual que debe emplear, y nunca salirse de su papel, re­sulta difícil construir una explicación plausible basada sólo en la infe­rencia subconsciente y la dramatización por parte de la médium".

Las respuestas finales y definitivas se hallan en alguna parte en el futuro. Y si bien es importante formular preguntas, tales dudas no deben sobreponerse de ningún modo a otros aspectos igualmente im­portantes de las características del espiritismo. El contenido de los mensajes de la médium en trance, muy a menudo pasa desapercibido, indudablemente porque la mayor parte del tiempo, son hasta cierto punto declaraciones tontas o incoherentes. Pero, en algunos casos raros -como las declaraciones en trance de Edgar Cayce- parecen ser ideas importantes y estimulantes que merecen y exigen consideración. Y los

mensajes a través de la personalidad de "trance" de Jane Roberts, Seth, ameritan tal atención.

El mejor material de los trances demuestra una buena introspección psicológica, comunicada a través de una fuerte y apasionada persona­lidad; y el material de Seth conlleva todas estas cualidades. No obstan­te, Seth agrega un ingrediente del que carece la mayoría del material espiritista: claridad de pensamiento y presentación. La mayor parte del material, tanto de agentes de médiums antiguos como modernos, está basado en una sintaxis desordenada y pensamientos confusos; sin embargo Seth, según creo, posee un gran talento para explicar temas complejos y a menudo sumamente difíciles, de una manera simple y con toda claridad. Para el ojo práctico del filósofo profesional y el pa­rapsicólogo académico, en ocasiones parecerá tratar con ideas fami­liares. (Su explicación de que la mente de la persona abandona el cuer­po durante el sueño, por ejemplo, es clásica y nos hace regresar a los tiempos primitivos.) Pero, para aquellos que apenas empiezan a fami­liarizarse con el fascinante mundo de los sueños, la PES y los otros as­pectos extraordinarios del inconsciente, Seth será un maestro con una visión tan clara como el cristal.

Y es a éstos, al que busca, al que hace preguntas, que Seth se dirige continuamente. El propósito definido de sus mensajes, es proporcionar un "medio por el cual la gente pueda entenderse mejor, revaluar su realidad y modificarla". En el capítulo sobre la percepción interna, Seth ofrece consejos claros y sensatos respecto a cómo proceder para expandir la conciencia individual y desarrollar técnicas de meditación y de PES. También se ve aquí algo que sólo tienen en común Seth y algunos otros, como los mensajes en trance de Edgar Cayce, una gran dosis de consejos con sentido común, y una preocupación llena de simpatía por los problemas individuales lo que diluye considerable­mente las especulaciones filosóficas y metafísicas. Estos elementos pa­recen ser una de las características básicas del material de Seth y, con toda seguridad, son los que yo personalmente encuentro más atractivos.

Algo interesante es que la personalidad y presentación de Seth son tan individuales que, tras un breve periodo de familiarización, uno tiende a considerarlas como provenientes de un intelecto moderno y adiestrado, más que del lado opuesto del velo de Isis. El material cubre asimismo una gama sorprendentemente vasta de ideas, que a menudo son sumamente intrigantes y originales. A mí me interesa particularmen­te el tratamiento que da Seth a la "proyección de fragmentos de la per­sonalidad", que se halla fuertemente en la tradición del doppleganger teutónico y el Vardoger eslavo. (Este es un fenómeno muy difundido: hasta Freud, por ejemplo, vio su doppleganger cruzando velozmente un espejo. De Maupassant una vez vio a su "doble" entrar caminando en un salón, tomar asiento frente a él y dictar parte de un libro que había estado dando grandes problemas al autor francés. Cuando por fin terminó, se puso de pie y se desvaneció. Yo únicamente desearía que Seth describiera con más claridad la mecánica del fenómeno, en contraposición con su teoría.) Por supuesto, existe asimismo la tradi­ción ocultista de la proyección de formas del pensamiento como la describe la señora David-Neel cuando creó su "tulpa" tibetano.

Ciertamente, "una idea es un evento, un suceso", de acuerdo con Seth. Por tal razón es lógico que cualquier idea, en cualquier esfera de actividad, tanto si se materializa físicamente como si no, hubiera teni­do un impacto sobre nuestras vidas. La "idea como realidad", es otro concepto antiguo que se formalizó desde los inicios de la civilización occidental por Platón y que muchos filósofos retuvieron a través de las eras. Mas, en lugar de discutir este concepto en términos abstractos únicamente, Seth lo desarrolla hasta su conclusión lógica. Todas las ideas, pensamientos y áreas de concentración, ayudan a crear un uni­verso dinámico y en continua interrelación, con la idea jugando un papel tan importante y tan tangible como cualquier evento físico.

La teoría de Seth sobre la crucifixión es un ejemplo ideal. De acuer­do con Seth, la crucifixión se originó en el "universo de los sueños" y ocurrió dentro de otra realidad, y "emergió en la historia como una idea". Seth no dice que la crucifixión sea nada más un "sueño" que surgiera de una necesidad común dentro del hombre, sino una idea ac­tualizada en otro reino de tiempo y espacio, que afectó nuestro mundo temporal y modificó por completo nuestra civilización. Por supuesto, ésta es una interesante especulación; pero consideremos por un mo­mento con cuánta facilidad aceptamos el aforismo filosófico de "una idea puede cambiar el mundo".

Existen muchos ejemplos: "No sólo de pan vive el hombre" "Ama a tu prójimo como a ti mismo". En nuestras vidas cotidianas, trata­rnos de manifestar estas ideas y convertirlas en realidad, hacerlas pasar del mundo abstracto al temporal de causa y efecto. Seth, de hecho está volteando las tablas sobre nosotros al sugerir que la realidad quizás pueda funcionar también en la otra dirección; la idea es realidad que tiene un profundo efecto sobre el mundo temporal todo el tiempo. El problema está en ampliar nuestra base de percepción y comprensión de tal manera que la conciencia temporal pueda manifestarse en este mundo de ideas, a fin de que podamos darnos cuenta del impacto de este mundo de ideas sobre nuestra civilización y nuestras vidas per­sonales.

Seth dice que "el mundo del sueño posee conceptos que algún día transformarán por completo la historia del mundo físico, mas una ne­gación de tales conceptos como posibilidades, obstaculiza y demora su surgimiento". Kant, mucha de cuya filosofía descansa en el concepto de que "la mente impone" realidad sobre los "datos del sentido", probablemente hubiera convenido con Seth en que los sentidos "crean el mundo material", en lugar de simplemente percibirlo.

Asimismo, dentro de los comentarios de Seth se presentan destellos de material que provoca tanto la reflexión, que ameritan considerable­mente más atención de la que reciben. Seth menciona, por ejemplo, la existencia de figuras simbólicas que asumen formas identificables dentro del inconsciente, con objeto de comunicarse más efectivamen­te. Esta es una área de investigación desprovista de hechos concretos, más rica en especulación y reportes experimentales. El gran psicoana­lista suizo Carl Jung notó la existencia de lo que él denominó figuras arquetípicas en el inconsciente, que a menudo se comunican con la mente consciente a través de figuras simbólicas de personalidades mí­ticas, religiosas o históricas de gran magnitud. (El mismo Jung pasó años comunicándose con Filemón, figura arquetípica en su propio inconsciente.)

Masters y Huston, tras extensa y profunda investigación en los efectos del LSD), clasificaron la expansión de la conciencia, inducida por la droga, dentro de cuatro categorías; en el tercer nivel simbólico dieron a conocer la persistente manifestación de personas históricas o legen­darias y una abundancia de símbolos míticos.

Filosóficamente, el material de Seth es algo de lo mejor dentro de su tipo que he llegado a leer. Un estudio comparativo del pensamiento de Seth debería resultar sumamente interesante. Su material es bastante novedoso y complejo, por lo que para presentarlo, resultan adecuados los confines de este gran libro. Naturalmente, es por tal razón impo­sible resumirlo todo en esta breve introducción. A mi mente vinieron multitud de preguntas durante su lectura; muchas de ellas han perma­necido sin resolver; pero, para mi forma de pensar, esto no es una cosa mala. Después de todo, si nos vemos mental, emocional o espiritual­mente estimulados para formular preguntas, sondear nuestras actitu­des estandarizadas y hacer presión más allá de los límites de nuestros prejuicios, en las áeas del pensamiento que siempre están creciendo, podemos llevar a cabo muchas cosas. Esto, según creo, es el valor más grande de la personalidad de Seth y sus comunicaciones. Como él mis­mo ha indicado, es un comunicador y un estimulador del pensamiento, como lo son poquísimos maestros temporales.

Posiblemente nadie puede saber hacia dónde nos llevará esta inves­tigación; pero hay una cosa de la que podemos estar seguros: los re­gistros de las comunicaciones en trance, como el mal erial de Seth, son de inestimable valor, puesto que nos ofrecen la rara oportunidad de escarbar en la mente subjetiva del hombre. Este no es un beneficio ca­sual o de paso, puesto que es un vislumbre en los manantiales de un río que es, a la vez, misterioso, provocativo y vitalmente importante para el bienestar de la humanidad. Esta es la fuente donde bebe la inspira­ción, donde la intuición aporta una chispa a la mente científica, donde estallan los sueños de los poetas y donde una gran porción de nuestras vidas transcurre, en términos tanto de tiempo como de energía.

Raymond Van Over

Nueva York, Nueva York.

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