Uno fue el de un Dios que estaba
convencido de que su Hado se había convertido en Destino; el otro
era el de un hombre cuyo Destino se había convertido en Hado. El
Dios era Marduk; el hombre era Abraham; el lugar donde se cruzaron
sus senderos fue Jarán.
Y nosotros suponemos que el lugar concreto en el que Marduk pasó esos veinticuatro años fue Jarán, y lo suponemos por las palabras con las que Marduk comenzaba su «autobiografía»:
De hecho, quedarse en Jarán era lo más lógico, puesto que era un
importante centro urbano y religioso, en un cruce de rutas
comerciales, y un nudo de comunicaciones en la frontera de Sumer y
Acad, pero no todavía dentro del mismo Sumer. Jarán era un cuartel
general perfecto para un Dios cuyo hijo estaba levantando a un
ejército de invasión.
La Biblia nos dice que Abram/Abraham dejó Jarán, siguiendo instrucciones de Dios, a la edad de 75 años. El año, por tanto, fue el 2048 a.C, ¡el mismo año en que Marduk llegó a Jarán! Y fue entonces cuando Yahveh, no sólo «el Señor Dios», «le dijo a Abram:
Fue una triple partida: de la patria (Sumer) de Abram y
de su lugar de nacimiento (Nippur), y de la casa de su padre
(Jarán); e iba a un nuevo y poco familiar destino, pues Yahveh tenía
que mostrárselo todavía.
Para asegurarse de que estaba yendo en la dirección correcta, Abram se dispuso a esperar más instrucciones; y «Yahveh se le apareció a Abram» para confirmarle que estaba en el lugar correcto. Prosiguiendo, Abram llegó a Beth-El («Morada de Dios») y de nuevo «invocó el nombre de Yahveh», siguiendo posteriormente sin detenerse hasta el Négueb («La Sequedad»), la región más meridional de Canaán, fronteriza con la península del Sinaí.
En cuanto llegaron a la frontera de Egipto, Abram instruyó a su esposa sobre cómo comportarse cuando fueran
recibidos en la corte del faraón (y más tarde, de vuelta a Canaán,
trató con sus reyes como un igual). Tras una estancia de cinco años
en Egipto, se le ordenó a Abram que volviera al Négueb, y el faraón
le dotó con gran número de hombres y de mujeres para su servicio,
así como con rebaños de ovejas y bueyes, asnos y asnas, y con un
rebaño de los muy preciados camellos. La inclusión de camellos es
significativa, ya que estaban bien adaptados para propósitos
militares en las duras condiciones del desierto.
Fueron cayendo una ciudad tras
otra, mientras avanzaban
por la Calzada del Rey, rodeaban el mar Muerto y se encaminaban
directamente hacia la península del Sinaí . Pero allí, Abram y sus
hombres armados les bloquearon el camino a los invasores.
Decepcionados, éstos se conformaron con el saqueo de las cinco
ciudades (entre las que estaban Sodoma y Gomorra) de la fértil
llanura al sur del mar Muerto; entre los prisioneros que hicieron
estaba Lot, el sobrino de Abram.
Nosotros creemos que los «jóvenes preparados», como se les llama en el Génesis, debían formar una sección de caballería sobre camellos (de una escultura mesopotámica).
Es hora de revisar la saga de Abram hasta este punto y hacerse algunas preguntas.
¿Por qué se le dijo a Abram que lo dejara todo y
se fuera a un lugar completamente extraño? ¿Qué había de especial en
Canaán? ¿Por qué las prisas para llegar al Négueb, en la frontera de
la península del Sinaí? ¿Por qué la recepción real en Egipto y el
retorno con un ejército y una sección de caballería sobre camellos?
¿Cuál era el objetivo de los invasores del Este? ¿Y por qué su
derrota a manos de Abram es merecedora de la promesa de una «gran
recompensa» por parte de Dios?
El único premio que podía merecer una guerra internacional, en el mismo momento en que Nabu estaba organizando combatientes en las tierras del oeste del río Eufrates, era el espaciopuerto del Sinaí.
Eso fue lo que Abram, aliado con los hititas y entrenado por éstos en las artes guerreras, fue enviado apresuradamente a proteger.
Ése fue también el motivo para que un
faraón egipcio, en Menfis, temiendo él también una invasión de los
seguidores de Ra/Marduk con base en Tebas, en el sur, dotara a Abram
con la caballería de camellos y un gran número de sirvientes,
hombres y mujeres. Y ése fue el motivo (proteger con éxito la puerta
del espaciopuerto), por el cual Yahveh le aseguró a Abram una gran
recompensa, al tiempo que le prometía protección de futuras
venganzas por parte del bando perdedor.
(Después de que Marduk alcanzara la supremacía, los nuevos soberanos de Egipto comenzaron a construir en Karnak, un suburbio de la capital, de Tebas, el templo más grande de Egipto, en honor a Amón-Ra; en la majestuosa avenida que lleva hasta el templo, alinearon una serie de esfinges con cabeza de carnero (Fig. 68), para honrar al Dios cuya era, la Era del Carnero, había llegado).
Pero las cosas no estaban menos agitadas en Sumer y en su imperio. Los augurios celestiales, entre los que estuvo un eclipse lunar en 2031 a.C, predecían la llegada de alguna calamidad.
Bajo la presión de los guerreros de Nabu, los últimos reyes de Sumer hicieron retroceder a sus fuerzas y sus puestos avanzados de protección hasta las cercanías de la capital, Ur. Poco alivio se encontraba en las súplicas a los Dioses, puesto que ellos mismos estaban sumidos en una aguda confrontación con Marduk.
Tanto los Dioses como los
hombres miraban a los cielos en busca de señales. Ningún humano, ni
siquiera alguien tan cualificado o escogido como Abram, podía
proteger ya las instalaciones esenciales de los Anunnaki, las
instalaciones del espaciopuerto. Y así, en 2024 a.C, con el
consentimiento del Consejo de los Grandes Dioses, Nergal y Ninurta
utilizaron las armas nucleares para privar a Marduk de su premio.
Todo ello se describe de forma vivida y con detalle en
La Epopeya de Erra; también se cuenta ahí la otra parte del desastre, la de la
destrucción de las «ciudades pecadoras», entre las que estuvieron Sodoma y Gomorra.
Así pues, el suceso no fue una calamidad natural; fue algo predecible y posponible.
Siguiendo órdenes de Dios, Abraham se alejó del lugar, acercándose a la costa.
En las montañas al sudeste del Jordán, Lot y sus hijas se ocultaron temerosos; su madre, que se había rezagado cuando escapaban de Sodoma, fue vaporizada por la explosión nuclear. (La traducción habitual de las palabras, de que se convirtió en una estatua de sal, proviene de una mala interpretación de la palabra sumeria, que podía significar tanto «sal» como «vapor».)
Convencidos
de que habían presenciado el fin del mundo, las dos hijas de Lot
decidieron que la única forma de que sobreviviera la especie humana
era la de acostarse con su propio padre. Cada una de ellas tuvo un
hijo de esta manera; según la Biblia, ellos fueron los progenitores
de dos tribus del este del río Jordán: los moabitas y los ammonitas.
Abraham tenía 100 años en aquel momento; Sara tenía
90.
Las Ciudades de los Dioses cuyos nombres significaban «Ver la Luz Roja» (Larsa), «Ver la Aureola en el Seis» (Lagash) y «Ver la Aureola Brillante» (Laraak) señalaban tanto el espaciado equidistante como el sendero de aterrizaje hacia Sippar («Ciudad Pájaro»), el lugar del espaciopuerto.
El sendero de aterrizaje, dentro de una Corredor de Aterrizaje alargado, tenía su base en la punta en los picos gemelos del Monte Ararat, el rasgo topográfico más prominente de Oriente Próximo. El espaciopuerto tuvo que construirse exactamente en el punto donde esa línea intersecaba la línea que discurría hacia el norte. Así, el Sendero de Aterrizaje formaba un ángulo exacto de 45° con el paralelo geográfico.
Eligiendo de nuevo los picos gemelos del Ararat como punto de anclaje, los Anunnaki trazaron un sendero de aterrizaje con el mismo ángulo exacto de 45° con respecto al paralelo geográfico, el paralelo 30 norte.
Ahí, en la llanura central de la península del Sinaí, donde la línea diagonal intercepción al paralelo 30, tuvo que estar el espaciopuerto.
Para completar la disposición, hacían falta dos componentes más: establecer un nuevo Centro de Control de Misiones, y delinear (y anclar) el Corredor de Aterrizaje. Creemos que el esbozo del Corredor de Aterrizaje tuvo que preceder a la elección del lugar para el Centro de Control de Misiones.
¿Por qué motivo? Por la existencia del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas de los Cedros, en el Líbano.
Todo en el folklore, cada leyenda relacionada con el lugar insiste en la misma afirmación: que el lugar ya existía antes del Diluvio.
En cuanto los Anunnaki aterrizaron en la Tierra después del Diluvio sobre los picos del Ararat, tenían ya a su disposición un Lugar de Aterrizaje real, operativo; no todo un espaciopuerto, pero sí un lugar donde aterrizar. Todos los textos Sumerios que tratan de la concesión a la Humanidad de plantas y animales «domesticados» (es decir, genéticamente alterados) hablan de un laboratorio biogénetico en las Montañas de los Cedros, donde Enlil cooperaría esta vez con Enki para restaurar la vida en la Tierra.
Todas las evidencias científicas modernas corroboran que el trigo y la cebada, y los primeros animales domesticados provienen de una región en particular.
(Aquí, una vez más, los avances modernos en genética se
unen al desfile de corroboraciones. Un estudio publicado en la
revista Science de Noviembre de 1997 determina el lugar donde se
manipuló genéticamente el trigo carraón para crear el «cultivo
inicial» de ocho cereales diferentes: ¡hace unos 11.000 años, en un
rincón particular de Oriente Próximo!)
Los Anunnaki, que no ningún faraón mortal, construyeron allí
dos montañas artificiales, las dos grandes pirámides de Gizeh (en La
escalera al Cielo ya sugerimos que la tercera pirámide, la más
pequeña, se construyó en primer lugar como modelo a escala). El
trazado se completó con un animal «mitológico» tallado a partir de
la roca nativa: la esfinge. Su mirada discurre exactamente a lo
largo del paralelo 30, hacia el este, hacia el espaciopuerto del
Sinaí.
El lugar se llama Baalbek, puesto que era el «Lugar Secreto del Norte» del Dios cananeo Ba’al. En la Biblia, se conocía el lugar como Beth-Shemesh, «Casa/Morada de Shamash» (el Dios Sol), y estaba dentro de los dominios del rey Salomón.
Los griegos, después de Alejandro,
llamaron al lugar Heliópolis, que significa «Ciudad de Helios», el
Dios Sol, y construyeron allí templos a Zeus, a su hija Afrodita y a
su hijo, Hermes. Después de ellos, los romanos erigieron templos a
Júpiter, Venus y Mercurio. El templo de Júpiter fue el mayor templo
construido por los romanos en todo su imperio, ya que creían que el
lugar era el emplazamiento oracular más importante del mundo, un
lugar que vaticinaría el Hado de Roma y de su imperio.
Famoso desde la antigüedad es el Trilithon, un grupo de tres colosales bloques de piedra contiguos que forman una hilera intermedia donde la plataforma tuvo que sostener su mayor impacto de carga (con un hombre que pasa, para comparar el tamaño).
Cada uno de estos colosales megalitos pesa alrededor de 1.100 toneladas; es un peso que ninguna maquinaria moderna de construcción puede siquiera aproximarse a levantar ni mover.
Pero, ¿quién pudo hacer eso en la antigüedad?
Las leyendas locales
dicen: los gigantes. Los gigantes no sólo pusieron esos bloques de
piedra donde están, sino que también los extrajeron, los tallaron y
los transportaron desde una distancia de alrededor de un kilómetro y
medio; y esto es seguro, porque se ha encontrado la cantera. En
ella, uno de esos colosales bloques de piedra sobresale de la
ladera, a medio extraer; hay un hombre sentado sobre el bloque, y
parece una mosca sobre un cubito de hielo.
La esfinge todavía sigue mirando exactamente hacia el este, a lo largo del paralelo 30, guardando para sí misma sus secretos; quizás, incluso, los secretos de El Libro de Thot.
¿Y qué hay del Centro de Control de Misiones?
Melquisedec, cuyo nombre significaba en hebreo exactamente lo mismo
que en acadio Sharru-kin, «Rey Justo», le ofreció a Abraham que se
guardara el diezmo de todo el botín recuperado. El rey de Sodoma fue
más generoso: «Conserva todas las riquezas -dijo-, sólo devuélveme a
los cautivos.» Pero Abraham no se quedaría nada; jurando por
«Yahveh, el Dios Altísimo, Creador del Cielo y la Tierra», dijo que
no se quedaría ni la correa de un zapato (Génesis, capítulo 14).
Sin embargo, algunos sugieren que el
nombre pudo significar también «Fundada por Salem». Y también se
podría argüir que la palabra Shalem no era un nombre, ni siquiera un
sustantivo, sino un adjetivo, que significaría «completo», «sin
defecto». Esto haría que el nombre del lugar significara «el Lugar
Perfecto». O, si Salem era el nombre de una deidad, podría
significar el lugar de «El que es perfecto».
De hecho, era un lugar casi por completo carente de agua, y el adecuado suministro de agua potable fue siempre el principal problema y la mayor vulnerabilidad de Jerusalén. Salem/ Jerusalén no es la protagonista ni en las migraciones de Abraham, ni en la ruta de la invasión desde el este, ni en su persecución de los invasores.
Entonces, ¿por qué desviarse para celebrar una victoria (desviarse, podríamos decir, hasta un lugar «dejado de la mano de Dios»), salvo que el lugar no estuviera en modo alguno dejado de la mano de Dios? Era un lugar (el único lugar en Canaán) donde estaba ubicado un sacerdote que servía al Dios Altísimo. Y la pregunta es: ¿por qué allí? ¿Qué había de especial en aquel lugar?
La segunda digresión aparentemente innecesaria tuvo que ver con la prueba de devoción que Dios le impuso a Abraham. Abram ya había llevado a cabo su misión en Canaán. Dios ya le había prometido que su recompensa sería grande, que Él mismo lo protegería. Ya había tenido lugar el milagro del hijo, del heredero legal, en una extrema ancianidad; el nombre de Abram había cambiado a Abraham, «Padre de una multitud de naciones».
Les fue
prometida una tierra a él y a sus descendientes; esta promesa se
incluyó en una alianza que implicaba un ritual mágico. Sodoma y
Gomorra habían sido destruidas, y todo estaba dispuesto para que
Abraham y su hijo disfrutaran de la paz y la tranquilidad a la que
sin duda se habían hecho acreedores.
La Biblia no explica por qué decidió Dios poner a prueba a Abraham de aquél modo tan insufrible. Abraham, dispuesto a llevar a cabo la orden divina, descubrió justo a tiempo que no era más que una prueba de su devoción: un ángel del Señor le señaló un carnero atrapado entre unos arbustos, y le dijo que el que tenía que ser sacrificado era el carnero, no Isaac.
Pero, ¿para qué
la prueba, si no era necesaria en absoluto, ni se llevaba a cabo
allí donde Abraham e Isaac vivían, cerca de Beersheba? ¿Para qué
emprender un viaje de tres días? ¿Para qué ir a esa parte de Canaán
que Dios identificó como la Tierra de Moriah, para localizar allí un
monte específico, que Dios mismo señalaría, para realizar allí la
prueba?
Algo tendría que haber allí que lo distinguiera de todos
los demás montes. Tanto que, cuando terminó su calvario, le puso al
lugar un nombre largo tiempo recordado: El Monte Donde Yahveh Es
Visto. Como queda claro en 2 Crónicas 3,1, el Monte Moriah fue la
cima de Jerusalén sobre la cual se construiría tiempo después el
Templo.
Son éstas
denominaciones de funciones que traen a la mente los nombres de las
funciones de la ciudades baliza de los Anunnaki que marcaban Nippur
y el Sendero de Aterrizaje cuando el espaciopuerto estaba en
Mesopotamia.
El segundo desvío pretendía poner a prueba las cualidades de Abraham para un estatus elegido después de la destrucción del espaciopuerto y del resultante desmantelamiento de las instalaciones del Centro de Control de Misiones; y para renovar allí la alianza, en presencia del sucesor de Abraham, Isaac.
De hecho, la renovación de la divina promesa siguió inmediatamente después de la prueba:
Al renovar el juramento divino en este sitio en particular, el sitio
en sí (terreno sagrado desde entonces) se convirtió en parte y
parcela de la herencia de Abraham el hebreo y sus descendientes.
Tan singular premio le correspondió
al rey David, quien hacia el 1000 a.C, mil años después de haber
sido puesto a prueba Abraham, capturó la población jebusea y
trasladó la capital desde Hebrón hasta lo que se ha dado en llamar
en la Biblia la Ciudad de David.
(La habitación humana en las cercanías -pero no dentro- de un recinto sagrado era común en los «centros de culto» mesopotámicos, como en Ur o, incluso, en la Nippur de Enlil, como se muestra en un mapa de Nippur que se descubrió dibujado sobre tablillas de arcilla.)
Una de las primeras cosas que hizo David fue trasladar el Arca de la Alianza desde su última ubicación temporal hasta la capital, como preparativo para su emplazamiento en una Casa de Yahveh adecuada que David planeaba erigir.
Pero ese honor, según le dijo el profeta Natán, no sería suyo a cuenta de la sangre derramada por sus manos en las guerras nacionales y en sus conflictos personales; el honor, se le dijo, sería para su hijo Salomón.
Todo lo que se le permitió hacer mientras tanto fue erigir un altar; el lugar exacto de ese altar se lo mostró a David un «Ángel de Yahveh, de pie entre el Cielo y la Tierra», que señalaba el lugar con una espada desnuda.
También se le mostró un Tavnit, un modelo a escala del futuro templo, y se le dieron detalladas instrucciones arquitectónicas, que, llegado el momento, David le transmitió a Salomón en una ceremonia pública, diciendo:
Se puede juzgar hasta dónde llegaban los detalles de las especificaciones para el templo y sus diversas secciones, así como los utensilios del ritual, en 1 Crónicas 28,11-19.
En el cuarto año de su reinado (480 años después del comienzo del
Éxodo, dice la Biblia), Salomón comenzó la construcción del Templo,
«sobre el Monte Moriah, como se le había mostrado a su padre,
David».
Así, los bloques de piedra tuvieron que ser transportados y ubicados en el lugar sólo para su montaje.
Llevó siete años finalizar la construcción del Templo y equiparlo con todos los utensilios del ritual. Después, en la siguiente celebración del Año Nuevo («en el séptimo mes»), el rey, los sacerdotes y todo el pueblo presenciaron el traslado del Arca de la Alianza hasta su lugar permanente, en el Santo de los Santos del Templo.
En cuanto el Arca estuvo en su lugar, bajo los querubines alados, «una nube llenó la Casa de Yahveh», obligando a los sacerdotes a salir apresuradamente. Después, Salomón, de pie ante el altar que había en el patio, oró a Dios «que mora en el cielo» para que viniera y residiera en esta Casa.
Fue más tarde, por la noche, cuando Yahveh se le apareció a Salomón en un sueño y le prometió una presencia divina:
El Templo se dividió en tres partes, a las cuales se entraba mediante un gran pórtico flanqueado por dos pilares especialmente diseñados.
La parte frontal recibió el nombre de Ulam («Vestíbulo»);
la parte más grande, la del medio, era el Ekhal, término hebreo que
proviene del Sumerio E.GAL («Gran Morada»). Separada de ésta
mediante una pantalla, estaba la parte más profunda, el Santo de los
Santos. Se le llamó Dvir, literalmente: El Orador, pues guardaba el
Arca de la Alianza con los dos querubines sobre ella de entre los
cuales Dios le hablaba a Moisés durante el Éxodo. El gran altar y
los lavabos estaban en el patio, no dentro del Templo.
Dadas las dimensiones del Templo y el tamaño de la plataforma, existe un acuerdo general sobre dónde se levantaba el Templo, y sobre el hecho de que el Arca de la Alianza, dentro del Santo de los Santos, estaba emplazada sobre un afloramiento rocoso, una Roca Sagrada que, según firmes tradiciones, era la roca sobre la que Abraham estuvo a punto de sacrificar a Isaac.
En las escrituras judías, la roca recibió el nombre de Even Sheti’yah, «Piedra de Fundación», pues fue a partir de esa piedra que «todo el mundo se tejió». El profeta Ezequiel (38,12) la identificó como el Ombligo de la Tierra.
Esta tradición estaba tan arraigada, que los artistas cristianos de la Edad Media representaron el lugar como el Ombligo de la Tierra y siguieron haciéndolo así aún después del descubrimiento de América .
El Templo que construyera Salomón (el Primer Templo) lo destruyó el rey babilonio Nabucodonosor en 576 a.G, y lo reconstruyeron los exiliados judíos a su regreso de Babilonia 70 años después.
Este Templo, conocido como el Segundo Templo, fue sustancialmente mejorado y agrandado con posterioridad, en tiempos del rey de Judea Herodes, entre el 36 y el 4 a.C.
Pero el Segundo Templo siguió en todas sus fases el trazado, la ubicación y la situación originales del Santo de los Santos sobre la Roca Sagrada.
Y cuando los musulmanes conquistaron Jerusalén en el siglo VII d.C, proclamaron que Mahoma había ascendido a los cielos en una visita nocturna desde aquella Roca Sagrada, y salvaguardaron el lugar construyendo sobre él la Cúpula de la Roca, para protegerlo y magnificarlo.
Geológicamente, la roca es un afloramiento de la roca natural subyacente, que sobresale por encima del nivel de la plataforma de piedra entre 1.50 y 1.80 metros (la superficie es desigual). Pero es un «afloramiento» de lo más extraño y en más de un sentido. La cara visible está tallada y conformada, con un grado de precisión impresionante, para formar receptáculos rectangulares, alargados, horizontales y verticales, y hornacinas de diversas profundidades y tamaños.
Lo que sólo se suponía desde hace ya mucho tiempo (p. ej.
Hugo Gressman, Altorientalische Bilder zum Alten Testameni) se ha
confirmado en investigaciones recientes (como la de Leen Ritmeyer,
Locating the Original Temple Mount): el Arca de la Alianza y los
muros del Santo de los Santos estuvieron situados en el punto de la
superficie de la roca donde está el corte largo y recto y otras
hornacinas.
Sin embargo, no se dice nada en absoluto en los pasajes relevantes de la Biblia sobre cortes en la roca de este calibre por parte de Salomón; de hecho, habría sido imposible, ¡debido a la estricta prohibición del uso de herramientas de metal en el Monte!
El enigma de la Roca Sagrada y de lo que se elevó encima de ella se
hace aún más grande al pensar lo que pudo haber bajo ella. La roca
no es un simple afloramiento, ¡Está hueca!
En esta caverna, que no se sabe con certeza si es natural o no, hay también profundas hornacinas y receptáculos, tanto en las paredes de roca como en el suelo (algo que se podía ver antes de que cubrieran el suelo con alfombras de oración).
También se ve lo que parece una abertura a un oscuro túnel; pero qué es aquello y adonde lleva es un secreto muy bien guardado por los musulmanes.
Algunos viajeros del siglo XIX afirmaban que esta caverna no es la única cavidad bajo la superficie relacionada con la Roca Sagrada; decían que había aún otra cavidad por debajo de ésta. Investigadores israelíes, a los que se les impide fanáticamente el paso en la zona, han determinado, con la ayuda de tecnología de sonar y de radar de penetración de tierra, que ciertamente existe otra cavidad mayor bajo la Roca Sagrada.
Estas misteriosas cavidades no sólo han disparado las especulaciones referentes a los posibles tesoros del Templo, o a los archivos del Templo que pudieron haberse ocultado allí, cuando el Primer y el Segundo Templo estaban a punto de ser invadidos y destruidos.
Se especula incluso con que el Arca de la Alianza, que la Biblia deja de mencionar después de que el faraón egipcio Sheshak saqueara (pero no destruyera) el Templo hacia el 950 a.C, pudiera haberse ocultado allí.
Eso, de momento, tendrá que seguir siendo sólo una especulación.
Lo que sí es cierto, no obstante, es que el salmista y los profetas bíblicos se referían a esta Roca Sagrada cuando utilizaban el término de «Roca de Israel» como eufemismo de «Yahveh».
Y el profeta Isaías (30,29), hablando del tiempo futuro de redención universal en el Día del Señor, profetizaba que las naciones de la Tierra llegarán a Jerusalén para alabar al Señor «en el Monte de Yahveh, en la Roca de Israel».
El Monte del Templo está cubierto con una plataforma de piedra horizontal, de forma rectangular ligeramente imperfecta (debido a los contornos del terreno), cuyo tamaño es de alrededor de 490 por 270 metros, para una superficie totalmente pavimentada de piedra de cerca de 140.000 metros cuadrados.
Aunque se cree que la actual plataforma tiene secciones, en el extremo sur y posiblemente también en el norte, que se le añadieron entre la construcción del Primer Templo y la destrucción del Segundo Templo, lo que es seguro es que la mole de la plataforma es original; ciertamente es así en lo referente a la porción ligeramente elevada, donde está situada la Roca Sagrada (y, por tanto, la Cúpula de la Roca).
Como muestran los lados visibles de los muros de contención de la plataforma, y como han revelado excavaciones más recientes, el lecho de roca natural del Monte Moriah tiene una considerable inclinación de norte a sur.
Aunque nadie puede decir con certeza cuál era el
tamaño de la plataforma en la época de Salomón, ni puede estimar con
exactitud la profundidad de las pendientes que hubo que rellenar,
una suposición arbitraria de una plataforma que midiera sólo dos
terceras partes de lo que mide ésta y con una profundidad media de
18 metros (mucho menos en el norte, mucho más en el sur), precisaría
de 1.700.000 metros cúbicos de conglomerado (tierra y piedras). Una
construcción verdaderamente imponente, la que habría que llevar a
cabo.
Pero todo
esto se aplica a la Casa de Yahveh. Ni una palabra acerca de la
plataforma sobre la cual se iba a elevar; y eso sólo podía
significar que la plataforma ya estaba allí, que no había necesidad
de construirla.
(Excavaciones recientes en esa zona indican,
no obstante, que lo que se hizo fue elevar el nivel de la pendiente
construyendo una serie de terrazas de tamaño decreciente a medida
que se elevaban; eso era mucho más fácil que rodear previamente toda
la zona de expansión con unos altos muros de contención y rellenar
el hueco con conglomerado.)
De estos muros, sólo el Muro Occidental, por tradición y como lo confirma la arqueología, se ha conservado como un remanente actual de la época del Primer Templo; al menos, en las hiladas inferiores, donde los sillares (bloques de piedra perfectamente tallados y conformados) son los más grandes.
Durante casi dos milenios, desde la destrucción del Segundo Templo,
los judíos se han agarrado a este remanente, dando culto aquí,
rezándole a Dios, buscando socorro personal insertando trozos de
papel con peticiones a Dios entre los sillares, llorando la
destrucción del Templo y la dispersión del pueblo judío; hasta tal
punto que, con el tiempo, los cruzados y otros conquistadores de
Jerusalén le dieron al Muro Occidental el sobrenombre de «Muro de
las Lamentaciones».
Cuando se quitaron éstas, surgió una gran plaza delante del Muro Occidental, y quedó al descubierto en toda su extensión hasta la esquina sur.
Y, por
primera vez en casi dos mil años, se pudo observar que los muros de
contención se extendían hacia abajo tanto como lo que sobresalían
por encima de lo que se había considerado que era el nivel del
suelo. Como sugerían las hasta entonces porciones visibles del «Muro
de las Lamentaciones», las hiladas inferiores eran más grandes,
estaban mejor conformadas y eran, cómo no, mucho más antiguas.
La
laboriosa extracción de los escombros, que confirmó esta suposición,
llevó a la apertura en 1996 del «Túnel Arqueológico» (un
acontecimiento que provocó titulares en los periódicos por más de un
motivo).
Pero la sorpresa mayúscula, tanto para el visitante como para los arqueólogos, se halla en la sección más meridional del muro descubierto:
En esta parte del Muro Occidental hay una sección que está compuesta por bloques de piedra extraordinarios de 3,35 metros de altura, alrededor del doble de los inusualmente grandes bloques que conforman el nivel inferior.
Sólo cuatro de
estos bloques de piedra
componen la sección; uno de ellos tiene unos colosales 12,8 metros
de largo. Otro mide
12,2 metros de largo, y un tercero más de 7,5 metros. El radar de
penetración de tierra y
otros sondeos indican que la profundidad de estas piedras es de 4,3
metros. Por lo tanto, la
mayor de las tres tiene una masa de piedra de alrededor de 184
metros cúbicos, ¡y pesa alrededor de 600 toneladas! La segunda, un
poco más pequeña, pesa unas 570 toneladas, y la tercera alrededor de
355 toneladas.
Todos los bloques de piedra que utilizara Salomón, sin excepción, se extrajeron, se tallaron, se conformaron y se prepararon en algún otro sitio antes de trasladarlos hasta el lugar, donde únicamente se montaron. Y que éste es el caso respecto a los colosales bloques de piedra en discusión lo evidencia aún más el hecho de no forman parte de la roca nativa, pues se hallan bien por encima de ella y tienen un matiz sensiblemente diferente. (De hecho, los últimos descubrimientos al oeste de Jerusalén sugieren que podrían haber venido de una cantera de aquella zona.)
De qué modo fueron
transportados y elevados hasta el nivel requerido para después
ubicarlos en el emplazamiento necesario siguen siendo cuestiones que
los arqueólogos son incapaces de responder.
La sección con los enormes bloques de piedra se halla ligeramente al sur del emplazamiento de la Piedra Sagrada.
Por lo tanto, sugerir, como sugerimos, que esta enorme sección era necesaria por los duros impactos relacionados con la función del lugar como Centro de Control de Misiones, con sus equipos instalados sobre y dentro de la Roca Sagrada, parece después de todo la única explicación plausible.
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