7 - EL DESTINO TIENE CINCUENTA NOMBRES

El recurrir a las armas nucleares al final del siglo veintiuno a.C. acomodó—uno podría decir, ‘con un disparo’—la Era de Marduk. Fue, en casi todos los aspectos, verdaderamente una Nueva Era, aun en los términos que entendemos el término en estos días. Su mayor paradoja fue que mientras hizo que el Hombre mirara a los cielos, trajo a los dioses del cielo a la Tierra. Los cambios que la Nueva Era generó nos afectan hoy día.


Para Marduk la Nueva Era tenía sabor a derecho propio, una ambición realizada, cumplimiento profético. El precio pagado—la desolación de Súmer, el vuelo de sus dioses, la aniquilación de su gente—no fue su responsabilidad. Si hubiera algo de eso, aquellos que sufrieron estarían pagando la obstrucción del Destino. La imprevista tormenta nuclear, el Viento Maldito, y su curso que parecía selectivamente guiado por una mano invisible que sólo confirmaba lo que los Cielos proclamaban: la Era de Marduk, la Era del Carnero, ha llegado.


El cambio de la Era del Toro a la Era del Carnero fue especialmente celebrado y señalado en la tierra-hogar de Marduk, Egipto. Gráficos astronómicos de los cielos (como el del templo en Dendera, ver fig. 20) mostraban la constelación del Carnero como el punto focal del ciclo zodiacal. Las listas de constelaciones zodiacales no comenzaron con el Toro como en Súmer, sino con el Carnero (Fig. 38).

Figura 38

 

Las manifestaciones más imponentes fueron las filas de esfinges con cabezas de carnero que flanqueaban el camino procesional a los grandes templos en Karnak (Fig. 39), cuya construcción, por faraones del recientemente establecido Reino Medio, comenzó apenas Marduk/Ra ascendió a la supremacía.

 

Eran faraones que cargaban con nombres teofóricos honrando a Amon/Amen, de modo que ambos templos y reyes estaban dedicado a Marduk/Ra, como Amon, El Invisible, por Marduk, ausente de Egipto por seleccionar a Babilonia en Mesopotamia como su Ciudad Eterna.


Figura 39

Tanto Marduk como Nabu sobrevivieron inermes a la conmoción nuclear. Aunque Nabu era un blanco personal de Nergal/Erra, él aparentemente se escondió en una isla del Mediterráneo y escapó sin daño.

 

Textos subsecuentes indican que le fue dado su propio centro de culto en Mesopotamia un sitio llamado Borsipa, una ciudad nueva situada cerca de la Babilonia de su padre, pero él continuó deambulando y siendo ofrendado en sus tierras favoritas del Oeste.


Su veneración tanto ahí como en Mesopotamia está atestiguada por los lugares sagrados nombrados en su honor—como el Monte Nebo cerca del Jordán (donde más tarde murió Moisés)—y los nombres reales teofóricos (como Nabo-pol-assar, Nebo-chadnezzar, y muchos otros) por los cuales famosos reyes de Babilonia fueron llamados.


Y su nombre, como hemos notado, se hace sinónimo con ‘profeta’ y profecía en todo el antiguo Cercano Oriente.


Marduk mismo, debe ser recalcado, estaba preguntando ¿Hasta cuándo? desde su puesto de comando en Harán cuando los fatídicos sucesos tuvieron lugar.

 

En su texto autobiográfico La Profecía de Marduk el previó la llegada de un Tiempo Mesiánico, cuando los dioses y los hombres reconocerán su supremacía, cuando la paz reemplace a la Guerra y la abundancia borre el sufrimiento, cuando un rey de su elección ‘hará de Babilonia la más importante’ con el templo Esagil (como su nombre indica) levantando su cabeza al cielo—

Un rey aparecerá en Babilonia;
en medio de mi ciudad Babilonia,
mi templo hasta el cielo se elevará;
la ‘como-montaña’ Esagil él renovará,
el plan de terreno Cielo-Tierra
para la como-montaña Esagil dibujará.
La Puerta del Destino abrirá,
en mi ciudad Babilonia un rey se erguirá;
en abundancia residirá;
mi mano él asirá,
me llevará en procesiones…
A mi ciudad y mi templo Esagil
porque a la eternidad entraré.

Esa nueva Torre de Babel, sin embargo, no tenía como objetivo (como la primera) ser una torre de lanzamiento.

 

Su supremacía, reconocía Marduk, estaba creciendo no sólo por la posesión de una conexión espacial física sino de los signos del Cielo, los Kakkabu (estrellas/planetas) del firmamento. Por consiguiente visualizó al futuro Ensagil como el observatorio astronómico reinante, haciendo redundantes el Eninnu de Ninurta y los varios Stonehenge levantados por Toth.


Cuando el Esagil estuvo eventualmente construido, era un zigurat levantado de acuerdo a detallados y precisos planos (Fig. 40); su altura, el espacio de sus siete pisos, y su orientación eran tales que su cabeza apuntaba de forma directa a Iku [Hamal o Hamel]—la estrella principal de la constelación del Carnero—cerca de 1960 a.C.

Figura 40

 

El apocalipsis nuclear y sus no planeadas consecuencias llevaron a un abrupto fin el debate en miras a cual Era Zodiacal era; el Tiempo Celestial era ahora el Tiempo de Marduk. Pero el planeta de los dioses, Nibiru, estaba orbitando y marcando el reloj del Tiempo Divino—y la atención de Marduk cambió hacia allá.

 

Como deja claro su texto profético, él ahora imaginó sacerdotes astrónomos escaneando los cielos desde los pisos del zigurat para ‘el legítimo planeta del Esagil’:

Todo-sabedores, puestos al servicio,
ascenderán entonces hasta el centro.
Izquierda y derecha, en lados opuestos,
se pararán separadamente.
El rey entonces se acercará;
el legítimo Kakkabu del Esagil
sobre la tierra [él observará].

Una religión estelar había nacido. El dios—Marduk—se convirtió en estrella; una estrella (nosotros le llamamos planeta)—Nibiru—se convirtió en “Marduk”. La Religión se convirtió en Astronomía, y la Astronomía se convirtió en Astrología.

En conformidad con la nueva Religión Estelar, la Epopeya de la Creación, el Enuma Elish, fue revisado en su versión babilónica para conceder a Marduk una dimensión celestial: no sólo había venido de Nibiru—él era Nibiru. Escrito en ‘babilonio’, un dialecto del acadio (la lengua madre semítica), igualó a Marduk con Nibiru, el planeta madre de los Anunnaki, y le dio el nombre ‘Marduk’ a la Gran Estrella/Planeta que ha venido desde el espacio profundo a vengar tanto al Ea celestial como al de la Tierra (Fig. 41).

Figura 41

 

Esto hizo a Marduk el ‘Señor’ en el Cielo y en la Tierra. Su destino—en los cielos, su orbita—era la más grande de todos los dioses celestiales (los otros planetas) (ver fig. 1); paralelo a eso, él estaba destinado a ser el más grande de los dioses Anunnaki en la Tierra.


La revisada Epopeya de la Creación era leída públicamente en la cuarta noche del festival de Año Nuevo. Acreditaba a Marduk la derrota del ‘monstruo’ Tiamat en la Batalla Celestial, la creación de la Tierra (Fig. 42), y la remodelación del sistema Solar (Fig. 43)— todas las hazañas que en la original versión sumeria se la atribuía al planeta Nibiru como parte de una sofisticada cosmogonía científica. La nueva versión entonces acreditó a Marduk incluso la ‘astuta creación’ del ‘Hombre’, el diseño del calendario, y la selección de Babilonia para ser el ‘Ombligo de la Tierra.’


Figura 42

 

Figura 43

 

El Festival de Año Nuevo—el evento religioso más importante del año—comenzaba el primer día de mes de Nissan, coincidente con el Equinoccio de Primavera. Llamado en Babilonia el festival Akiti, evolucionó ahí hasta una celebración de doce días de celebración en vez de los diez días sumerios del festival A.KI.TI (‘Trayendo Vida a la Tierra’). Se realizaba de acuerdo a ceremonias definidas elaboradamente y rituales prescritos que volvieron a la vida (en Súmer) la historia de Nibiru y la venida de los anunakis a la Tierra, igual que (en Babilonia) la historia de la vida de Marduk.

 

Incluía episodios de la Guerra de las Pirámides, cuando fue sentenciado a morir en una tumba sellada, y su ‘resurrección’ cuando fue sacado de ahí con vida; su exilio para convertirse en el Invisible; y su Retorno final y victorioso.

 

Procesiones, venidas e idas, apariciones y desapariciones, e incluso obras de teatro con actores que vívida y visualmente presentaban Marduk a la gente como un dios sufriente—sufriendo en la Tierra pero finalmente victorioso por ganar supremacía mediante una contraparte celestial. (La historia de Jesús en el Nuevo Testamento era tan similar que académicos y teólogos en Europa debatieron durante un siglo si Marduk era el ‘Prototipo de Jesús,’).


Las ceremonias consistían en dos partes. La primera involucraba un bote solitario remado por Marduk cruzando el río flujo arriba, a una estructura llamada Bit Akiti (‘Casa de Akiti’); la otra tenía lugar dentro de la ciudad misma.

 

Es evidente que la parte solitaria simbolizaba el viaje celestial de Marduk desde la ubicación en el espacio exterior del planeta hogar al sistema solar interior—una jornada en barca sobre aguas, en conformidad con el concepto que el espacio interplanetario era una ‘Profundidad Acuosa’ virginal a ser viajada por ‘barcas celestiales’ (naves aéreas)—un concepto representado gráficamente en el arte egipcio, donde los dioses celestiales eran graficados como navegando en los cielos en ‘barcas celestiales’ (Fig. 44).

Figura 44

 

La festividad comenzaba con el exitoso retorno de Marduk del externo y solitario Bit Akiti. Aquellas públicas y gozosas ceremonias comenzaban con el saludo de Marduk de otros dioses en el embarcadero , y su acompañamiento por el rey y los sacerdotes en una Procesión Sagrada, seguidas por multitudes cada vez mayores.

 

Las descripciones de las procesiones y sus rutas estaban tan detalladas que guiaron a los arqueólogos que excavaron la antigua Babilonia. De los textos inscritos en tablillas de arcilla y de la topografía descubierta de la ciudad, emerge que había siete estaciones en las cuales la procesión sagrada hacía detenciones para rituales prescritos.

 

Las estaciones empleaban nombres tanto sumerios como acadios y simbolizaban (en Súmer) los viajes de los Anunnaki dentro del sistema solar (de Pluto a la Tierra, el séptimo planeta), y (en Babilonia) las ‘estaciones’ en la historia de la vida de Marduk:

  • su nacimiento divino el ‘Lugar Puro’

  • como su derecho de nacimiento, su derecho a la supremacía, le fue negado

  • cómo fue sentenciado a muerte

  • cómo fue enterrado (vivo, en la Gran Pirámide)

  • cómo fue rescatado y resucitado

  • cómo se había esfumado y se fue al exilio

  • cómo al final hasta los grandes dioses, Anu y Enlil, se doblegaron ante el destino y lo proclamaron supremo

La original Epopeya de la Creación sumeria (Sumerian Epic of Creation) se extendió en seis tablillas (paralelo con los seis días de la creación bíblicos). En la Biblia, Dios descansó el séptimo día, empleándolo para revisar los que había hecho.

 

La revisión babilónica de la Epopeya culminó con la adición de una séptima tablilla enteramente dedicada a la glorificación de Marduk por el otorgamiento a él de cincuenta nombres—algo que simbolizaba su asunción al Rango de Cincuenta que era hasta entonces de Enlil (y al cual Ninurta había estado en espera).


Comenzando con su tradicional nombre MAR.DUK, ‘hijo del Sitio Puro,’ los nombres, alternando entre sumerios y acadios—le otorgaban epítetos que iban desde ‘Creador de Todo’ hasta ‘Señor que creó el Cielo y la Tierra’ y otros títulos relacionados a la batalla celestial con Tiamat y la creación de la Tierra y la Luna:

  • ‘Delante de todos los dioses’

  • ‘Repartidor de tareas a los Igigi y los Anunnaki’ y su Comandante

  • ‘El dios que mantiene la vida… el dios que revive a los muertos’

  • ‘Señor de todas las tierras’ el dios cuyas decisiones y benevolencia sostienen a la Humanidad, la gente que él ha modelado

  • ‘Otorgador de cultivos’ aquel que causa lluvias para enriquecer las cosechas, reparte campos, y colma abundancia’ para dioses y también gente

Finalmente, le fue otorgado el nombre NIBIRU, ‘Aquel que mantendrá el cruce del Cielo y la Tierra’: El Kakkabu que en los cielos es brillante…

El quién incesantemente cursa la Profundidad Acuosa—
¡dejemos que ‘Cruzando’ sea su nombre!
Él puede sostener los cursos de las estrellas en el cielo,
él puede conducir los dioses del cielo como ovejas

Los largos textos establecen en conclusión ‘Con el título ‘Cincuenta’ los grandes dioses lo proclamaron; Aquel cuyo nombre es ‘Cincuenta’ los dioses hicieron supremo.’

 

Cuando la lectura de toda la noche de las siete tablillas se completaba—probablemente era madrugada por entonces—los sacerdotes que conducían el ritual hacían los siguientes pronunciamientos de prescripciones:

Que los cincuenta nombres sean guardados en la mente…
Que el sabio y los que saben lo discutan.
Que el padre se los recite al hijo.
Que se abran los oídos de pastores y vaqueros.
Que se regocijen en Marduk, el ‘Enlil’ de los dioses,
cuya orden es firme, cuyo comando es inalterable;
las palabras de su boca ningún dios cambia.

Cuando Marduk aparecía a la vista de la gente, iba vestido con magníficas vestimentas que avergonzaban los simples tejidos de lana de los dioses mayores de Súmer y Acadia (Fig. 45).

Figura 45

 

Aunque Marduk fue un dios no-visto en Egipto, su veneración y aceptación ahí fue algo bastante rápido. Un Himno a Ra-Amon que glorificaba al dios con una variedad de nombres como emulación de los Cincuenta Nombres Acadios


lo llamó ‘Señor de los dioses, que mora al centro del horizonte’—un dios celestial—‘que hizo la tierra entera,’ así como un dios en la Tierra que ‘creó a la Humanidad e hizo a las bestias, que creó los árboles frutales, hizo la hierba y dio vida al ganado—un dios por el cual el sexto día es celebrado.’ Los aislados datos similares de la creación bíblica y mesopotámica son claros.


De acuerdo a estas expresiones de fe, en la Tierra, en Egipto, Ra/Marduk era un dios invisible porque su principal morada estaba en otro sitio—un largo himno se refiere de hecho a Babilonia como el sitio donde los dioses están en jubileo por su victoria (los académicos sin embargo, asumen la referencia no como la Babilonia mesopotámica sino como una ciudad de ese nombre en Egipto).

 

Era invisible en los cielos, porque ‘él está lejos en el cielo,’ debido a que fue ‘hasta la parte de atrás del horizonte… a la altura del cielo.’ El símbolo del reinado de Egipto—un Disco Alado flanqueado por serpientes—es comúnmente explicado como un disco Solar porque ‘Ra era el Sol’; pero de hecho, era el símbolo omnipresente de Nibiru (Fig. 46), y era Nibiru el que se había convertido en una lejana ‘estrella’ invisible.

Figura 46

 

Porque Ra/Marduk estaba físicamente ausente de Egipto, fue en Egipto que su Religión Estelar fue expresada en su forma más clara. Ahí, Aton, la ‘Estrella del Millón de Años’ que representa Ra/Marduk en su aspecto celestial, llegó a ser El Invisible porque estaba ‘lejos en el cielo,’ porque se había ido ‘al otro lado del horizonte.’


La transición a la Nueva Era de Marduk y la nueva religión no fue tan suave en las tierras enlilitas. Primero, el sur de Mesopotamia y las tierras occidentales que estaban en la pasada del viento venenoso tuvieron que recuperarse de su impacto.

 

La calamidad que le ocurrió a Súmer, debe ser recordada, no fue la explosión nuclear sino el consecuente viento radiactivo. Las ciudades quedaron vacías de sus residentes y ganado, pero estaban físicamente indemnes. Las aguas fueron envenenadas, pero el flujo de los dos grandes ríos pronto corrigió eso. El terreno absorbió el veneno radiactivo, y eso tomó más tiempo en recuperarse; pero también eso, mejoró con el tiempo. Y así fue posible para la gente repoblar y rehabitar lentamente su desolada tierra.


El primer gobernador administrativo documentado en el devastado sur fue un ex gobernador de Mari, una ciudad al noroeste del Éufrates. Sabemos que ‘no era de semilla sumeria’; su nombre, Ishbi-Erra, era de hecho semita. Estableció su cuartel general en la ciudad de Isin, y desde ahí supervisó los esfuerzos por resucitar las demás ciudades mayores, pero el proceso era lento, difícil, y en ocasiones caótico.

 

Su esfuerzo de rehabilitación fue continuado por algunos sucesores, todos con nombres semíticos, la así-llamada ‘Dinastía de Isin.’ Entre todos, les tomó casi un siglo revivir Ur, el centro económico de Súmer, y a la larga Nippur, el tradicional corazón religioso de la tierra; pero por entonces ese proceso de una- ciudad-a-la-vez sufrió provocaciones de otros gobernadores locales, y la antigua Súmer permaneció fragmentada como tierra quebrada.


Incluso Babilonia misma, aunque fuera del recorrido directo del Viento Maldito, precisaba un país revivido y repoblado si iba a levantarse a tamaño y calidad imperial, y por un buen tiempo no consumó las grandezas de las profecías de Marduk. Más de un siglo tuvo que pasar hasta que una dinastía formal, llamada por los académicos la Primera Dinastía de Babilonia se instaló en su trono (alrededor de 1900 a.C.). Aunque tuvo que pasar otro siglo para que un rey encarnara la profecía de grandeza del trono de Babilonia; su nombre fue Hamurabi. Es mayormente conocido por el código legal promulgado por él—leyes grabadas en una estela de piedra descubierta por arqueólogos (y que ahora se halla en el Louvre en Paris).


También demoró casi dos siglos antes que la visión profética de Marduk en relación a Babilonia se convirtiera en realidad. La precaria evidencia del tiempo post-calamidad—algunos académicos se refieren al siguiente período a la desaparición de Ur como una Época Oscura en la historia de Mesopotamia—sugiere que Marduk dejó que los otros dioses—incluso sus adversarios—tomaran el cuidado de la recuperación y repoblación de sus propios antiguos centros de culto, pero se duda de la respuesta positiva a esa invitación.

 

La recuperación y reconstrucción había sido iniciada por Ishbi-Erra en Ur, pero no hay mención de Nannar/Sin y Ningal volviendo a Ur. Hay mención de la presencia ocasional de Ninurta en Súmer, especialmente en vista de sus guarniciones de tropas de Elam y Gutium, pero no existe un documento que él o su esposa Bau alguna vez volvieron a su amada Lagash.

 

Los esfuerzos de Ishbi-Erra y sus sucesores para restaurar los centros de culto y sus templos culminaron—después de pasar 72 años—en Nippur, pero no hay referencia que Enlil y Ninlil volvieran a residir allí.


¿Dónde se habían ido todos? Un sendero de exploración del intrigante tema fue averiguar que tenía Marduk—ahora supremo y pidiendo ser quién da las órdenes a todos los anunakis—preparado para ellos.


Las evidencias textuales y otras de ese tiempo muestran que la elevación de Marduk a la supremacía no terminó con el politeísmo—la creencia en muchos dioses. Por el contrario, su supremacía requirió continuar esa directriz, porque para ser supremo a otros dioses, era necesaria la existencia de otros dioses.

 

Estaba satisfecho de dejarlos ser, mientras sus prerrogativas estuvieran sujetas a su control; una tablilla babilónica documentó (en su porción no dañada) la siguiente lista de atributos divinos que ahí en adelante fueron intereses personales de Marduk:

Ninurta es Marduk de la azada
Nergal es Marduk del ataque
Zababa es Marduk del combate
Enlil es Marduk del señorío y el consejo
Sin es Marduk el iluminador de la noche
Shamash es Marduk de la justicia
Adad es Marduk de las lluvias

Los demás dioses permanecieron, mantuvieron sus atributos—pero ahora disponían de poderes de Marduk que él les había otorgado.


Permitió que continuaran las ofrendas que les brindaban; el mero nombre del regente/administrador interino en el sur, Ishbi-erra (‘Sacerdote de Erra,’ p. ej. de Nergal) confirma esta política de tolerancia. Pero lo que Marduk esperaba es que vinieran y se quedaran con él en su visualizada Babilonia—prisioneros en jaulas doradas, se podría decir.


En sus Profecías autobiográficas Marduk indica con claridad sus intenciones en vista de los otros dioses, incluyendo sus adversarios: iban a venir y vivir al lado suyo, en el recinto sagrado en Babilonia. Santuarios o pabellones para Sin y Ningal, donde residirían—‘¡juntos con sus tesoros y posesiones!’—están específicamente mencionadas.


Los relatos que describen a Babilonia, y las excavaciones arqueológicas ahí, muestran que en concordancia con los deseos de Marduk, el sagrado precinto de Babilonia también incluía santuarios-residencias dedicados a Ninmah, Adad, Shamash, e incluso Ninurta. Cuando Babilonia finalmente se levantó como imperio—bajo Hamurabi—sus templos zigurat de cierto llegaban al cielo; a su tiempo el profetizado gran rey ocupó su trono; pero a su precinto sagrado lleno de sacerdotes, los otros dioses no acudieron. Esa manifestación de la Nueva Religión no ocurrió.

Figura 47

 

Mirando la estela Hamurabi que contiene su código legal (Fig. 47), lo vemos recibiendo las leyes de nada menos que Utu/Shamash—el mismo, de acuerdo a la reciente lista citada, cuyas prerrogativas como Dios de Justicia ahora pertenecían a Marduk; y el preámbulo inscrito en la estela invoca a Anu y Enlil—aquel cuyo ‘Señorío y Consejo’ estaba siendo presumiblemente asumido por Marduk—como los dioses a quienes les estaba en deuda por su estatus.

Elevado Anu, Señor de los dioses que vinieron del cielo a la Tierra,
y Enlil, Señor del Cielo y la Tierra
que determina los destinos de la Tierra,
determinados por Marduk, el primogénito de Enki,
las funciones de Enlil sobre toda la humanidad.

Estos reconocimientos del continuo otorgamiento de poderes a dioses enlilitas, dos siglos después de iniciada la Era de Marduk, reflejan el real estado de cosas: no vinieron a retirarse en el sagrado precinto de Marduk. Dispersos lejos de Súmer, algunos acompañaron a sus seguidores a tierras lejanas en los cuatro rincones de la Tierra; otros permanecieron en las cercanías, congregando a sus seguidores, antiguos y nuevos, a un renovado cuestionamiento a Marduk.
 

El sentimiento que Súmer no fue más una tierra hogar se halla expresado con claridad en las instrucciones divinas a Abram de Nippur—en vísperas de la conmoción nuclear—de ‘semitizar’ su nombre a Abraham (y el de su esposa Sarai a Sarah), y hacer su hogar permanente en Canaán. Abraham y su esposa no fueron los únicos sumerios que necesitaban un nuevo refugio. La calamidad nuclear gatilló desplazamientos migracionales a una escala desconocida hasta entonces.


La primera oleada de gente estaba fuera de las tierras afectadas; su aspecto más significante, y uno con los efectos más duraderos, fue la dispersión de los remanentes de Súmer lejos de Súmer. La siguiente ola de migración fue hacia dentro de esa tierra abandonada, viniendo en oleadas desde todas direcciones. Cualquiera sea la dirección que aquellas migraciones hayan tomado, los frutos de dos mil años de civilización sumeria fueron adoptados por los demás pueblos que los siguieron en los siguientes dos milenios.


Ciertamente, aunque Súmer como entidad física estaba aplastada, los logros de su civilización se hallan aún hoy día con nosotros—sólo mire su calendario de doce meses, chequee el tiempo de su reloj que retuvo el sistema sexagesimal sumerio (base sesenta), o conduzca su artilugio con ruedas (un auto).
 

La evidencia de una amplia diáspora sumeria con su lenguaje, escritura, símbolos, costumbres, conocimiento celestial, creencias y dioses viene de muchas formas. Junto a las generalidades—una religión basada en un panteón de dioses que habían venido del cielo, una jerarquía divina, nombres con epítetos divinos que significan lo mismo en diferentes lenguajes, conocimiento astronómico que incluía un planeta hogar de los dioses, un zodíaco con sus doce casas, relatos de la creación virtualmente idénticos, y recuerdos de dioses y semidioses que los académicos tratan como ‘mitos’—existe multitud de asombrosas similitudes específicas que no pueden ser explicadas sino sólo por la presencia real de sumerios.

Figura 48

 

Fue formulado en la difusión del símbolo de la doble águila de Ninurta en Europa (Fig. 48); el hecho que tres lenguajes europeos—húngaro, finlandés [o finés], y vasco—sean parecidos sólo al sumerio; la descripción ampliamente difundida en todo el mundo—incluso en Sudamérica—de Gilgamesh peleando a mano limpia con dos feroces leones (Fig. 49).

En el Lejano Oriente, existe un claro parecido entre la escritura cuneiforme sumeria con la escritura china, coreana, y japonesa. El parecido no es sólo en su caligrafía: muchos glifos parecidos son pronunciados idénticamente y tienen el mismo significado. En Japón, la civilización es atribuida a una enigmática tribu antepasada llamada AINU.

Figura 49

 

La familia del emperador se ha considerado ser linaje de los semidioses descendientes del dios Sol, y la investidura de un nuevo rey incluia una solitaria secreta estadía nocturna con la diosa del Sol—una ceremonia ritual que increíblemente emula los antiguos ritos del Sagrado Matrimonio del antiguo Súmer, cuando el nuevo rey pasaba una noche con Inanna/Ishtar.

 

En las viejas Cuatro Regiones, las oleadas migratorias de diversos pueblos iniciada por la calamidad nuclear y la Nueva Era de Marduk, a semejanza de ríos corriendo y otros inundando y riachuelos después de lluvias tormentosas, están llenas las páginas de los siglos siguientes con la subida y caída de naciones, estados, y ciudades estado.


Al vacío sumerio, los nuevos vinieron de cerca y de lejos; su arena, su escenario central, permaneció en lo que puede ser correctamente llamada las Tierras de la Biblia. De verdad, hasta el advenimiento de la arqueología moderna, poco o nada era conocido acerca de la mayoría de ellas excepto por su mención en la Biblia hebrea; provee no sólo un registro de esos varios pueblos, sino además de sus ‘dioses nacionales’—y las guerras peleadas en nombre de esos dioses.
 

Pero después naciones como la hitita, estados como Mitanni, o capitales reales como Mari, Carchemish, o Susa, los cuales eran incógnitas muy dudosas, fueron literalmente reveladas por la arqueología; en sus ruinas fueron hallados no sólo artefactos de escritura sino además miles de tablillas de arcilla que trajeron a la luz tanto su existencia como lo grande de su deuda por el legado sumerio.

 

Virtualmente en todas partes, Súmer lleva la delantera en ciencia y tecnología, literatura y arte, su reino y sacerdocio fueron la base sobre la cual se desarrollan las subsecuentes culturas. En astronomía se han mantenido, la terminología, fórmulas orbitales, listas planetarias, y conceptos zodiacales de Súmer. La escritura cuneiforme sumeria se mantuvo en uso por otros mil años, y más. El lenguaje sumerio fue estudiado, los léxicos sumerios fueron compilados, y los relatos épicos sumerios de dioses y héroes fueron copiados y traducidos.

 

Y una vez que esos lenguajes diversos de las naciones fueron descifrados, apareció que sus dioses eran, después de todo, miembros del antiguo panteón Anunnaki.


¿Acompañaron a sus seguidores los dioses enlilitas mismos cuando tuvo lugar la replantación del conocimiento y las creencias sumerias en tierras lejanas? El dato no es conclusivo. Pero lo que es históricamente cierto es que dentro de dos o tres siglos de la Nueva Era, en tierras que bordeaban Babilonia, aquellos que se suponía iban a convertirse en los huéspedes retirados de Marduk se embarcaron en una más nueva clase re afiliación religiosa: las Religiones Oficiales Nacionales.


Marduk puede haber cosechado los Cincuenta nombres divinos; pero eso no evitó, de ahí en adelante, que las naciones pelearan contra naciones y los hombres dieran muerte a hombres ‘en nombre de Dios’—su dios.
 

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