Las Palabras del Señor Enki

 

 

Sinopsis de la Octava Tablilla

La amplia comprensión de Adapa asombra a los sabios en Nibiru
Por orden de Anu, llevan a Adapa a Nibiru
El primer viaje espacial de un Terrestre Enki revela a Anu la verdad de su paternidad de Adapa Enki justifica su acción por la necesidad de alimentos Se envía de vuelta a Adapa para que comience con la agricultura y el pastoreo Enlil y Enki crean semillas de cultivo y linajes de ovejas
Ninurta enseña el cultivo a Ka-in
Marduk le enseña a Abael el pastoreo y la elaboración de la lana Luchando por el agua, Ka-in golpea y da muerte a Abael
Ka-in es juzgado por asesinato y sentenciado al exilio
Adapa y Titi tienen otros descendientes que se casan entre ellos
En su lecho de muerte, Adapa bendice a su hijo Sati como su heredero
Un descendiente, Enkime, es llevado a Lahmu por Marduk
Ninurta y su símbolo del Águila Divina


 

LA OCTAVA TABLILLA

¡Tráigase a Nibiru a Adapa, el Terrestre! Así pronunció su decisión Anu.
A Enlil no le complacía la decisión: ¡Quién iba a pensar esto,
que forjado por un Trabajador Primitivo, el ser se haría como nosotros,
dotado de conocimiento, que entre el Cielo y la Tierra viajaría!
En Nibiru, beberá de las aguas de la larga vida, comerá el alimento de la
larga vida,
¡como uno de nosotros, los Anunnaki, el de la Tierra se convertirá! Así decía Enlil a Enki y a los demás líderes. Enki tampoco estaba complacido con la decisión de Anu; después de que
hablara Anu, su rostro se puso sombrío. Después de que hablara Enlil, Enki se mostró de acuerdo con su hermano
Enlil:
¡Es cierto, quién lo iba a pensar! Así dijo Enki a los demás. Los hermanos se sentaron y reflexionaron; Ninmah también se sentó con
ellos para deliberar. ¡El mandato de Anu no se puede evitar!, les dijo ella.


¡Que nuestros jóvenes acompañen a Adapa a Nibiru, su miedo a disminuir, se le explique a Anu! Así dijo Enki a los demás. ¡Que Ningishzidda y Dumuzi sean sus acom- pañantes,
y que, de paso, vean con sus propios ojos Nibiru por vez primera!
Ninmah apoyó la sugerencia: Nuestros jóvenes, nacidos en la Tierra,
se están olvidando de Nibiru, sus ciclos vitales se están viendo superados por los de la Tierra;
viajen los dos hijos de Enki, sin casar todavía, a Nibiru,
¡Quizás encuentren novias allí para sí mismos!


Cuando llegó a Sippar la siguiente cámara celestial procedente de Nibiru,
Ilabrat, un visir de Anu, salió de la cámara.
¡Vengo en busca del Terrestre Adapa! Así dijo a los líderes.
Los líderes le presentaron a Adapa a Ilabrat; también le mostraron a Titi
y a sus hijos.


¡Ciertamente, tienen nuestra imagen y semejanza! Así dijo Ilabrat. Se le presentaron a Ilabrat a Ningishzidda y a Dumuzi, hijos de Enki. ¡Se les ha elegido para que acompañen a Adapa en su viaje!, le dijo Enki. ¡Anu estará complacido de ver a sus nietos! Así dijo Ilabrat. Enki convocó ante él a Adapa para darle instrucciones. A Adapa le dijo así: Adapa, a Nibiru, el planeta de donde hemos venido, vas a ir, ante Anu, nuestro rey, llegarás, ante su majestad se te presentará; ante él te inclinarás. ¡Habla sólo cuando se te pregunte, da breves respuestas a las preguntas!


Se te dará ropa nueva; ponte las prendas nuevas. Te darán un pan que no se encuentra en la Tierra; ¡el pan es mortal, no lo
comas! Te darán un elixir en un cáliz para que lo bebas; ¡el elixir es mortal, no
bebas de él! Contigo irán mis hijos, Ningishzidda y Dumuzi, ¡atiende a sus palabras,
y vivirás!


Así instruyó Enki a Adapa. ¡Lo recordaré!, dijo Adapa. Enki convocó a Ningishzidda y a Dumuzi y les dio una bendición y consejo. Vais a ir ante Anu, el rey, mi padre; ante él os inclinaréis y le rendiréis pleitesía;
no os encojáis ante príncipes ni ante nobles, de ellos sois sus iguales. ¡Vuestra misión es traer a Adapa de vuelta a la Tierra, no os dejéis hechizar por las delicias de Nibiru! ¡Lo recordaremos!, dijeron Ningishzidda y Dumuzi. Enki abrazó al más joven, Dumuzi, le besó en la frente; Enki abrazó al sabio, a Ningishzidda, le besó en la frente. A hurtadillas, puso una tablilla sellada en la mano de Ningishzidda, ¡A mi padre, Anu, entregarás esta tablilla en secreto! Así le dijo Enki a Ningishzidda.


Después, partieron hacia Sippar los dos junto con Adapa, al Lugar de los Carros Celestiales fueron,
ante Ilabrat, el visir de Anu, se presentaron los tres.


A Ningishzidda y a Dumuzi se les dio el atuendo de Igigi, se vistieron como águilas celestiales.
En cuanto a Adapa, se le afeitó su cabello suelto, se le dio un casco como el de un águila,
en lugar de su taparrabos, le hicieron ponerse una vestimenta ajustada, se le puso entre Ningishzidda y Dumuzi en el interior de Lo Que Asciende. Cuando se dio la señal, el Carro Celestial rugió y se estremeció; Adapa se encogió de miedo y gritó: ¡El águila sin alas se está elevando!


Ningishzidda y Dumuzi le pusieron los brazos en los costados, con palabras tranquilas lo calmaron.
Cuando se elevaron en lo alto una legua, echaron un vistazo sobre la Tierra;
vieron sus tierras, separadas en partes por mares y océanos. Cuando estuvieron a dos leguas de altura, el océano se había hecho pequeño como una bañera, la tierra era del tamaño de una cesta.
Cuando estuvieron a tres leguas de altura, nuevamente echaron un vistazo al lugar del que habían partido;
la Tierra era ahora una bola pequeña, tragada por un mar de oscuridad en la vastedad.
De nuevo, Adapa se agitó; se encogió y gritó: ¡Llevadme de vuelta!, gritó.


Ningishzidda puso la mano en la nuca de Adapa; en un instante, Adapa se tranquilizó.
Cuando aterrizaron en Nibiru, había mucha curiosidad,
por ver a los hijos de Enki, nacidos en la Tierra, pero incluso más por encontrase con un Terrestre:
¡Ha llegado a Nibiru un ser de otro mundo! Así decían las masas.
Fueron llevados con Ilabrat al palacio, para ser lavados y perfumados con ungüentos.
Se les dieron vestimentas frescas y adecuadas;
Teniendo en cuenta las palabras de Enki, Adapa se puso las nuevas ropas. En el palacio, nobles y héroes se arremolinaban; en el salón del trono, se reunían los príncipes y los consejeros.


Ilabrat les llevó hasta el salón del trono, Adapa detrás de él; luego, los dos
hijos de Enki. En el salón del trono, ante Anu, el rey, se inclinaron; Anu se adelantó
desde su trono. ¡Mis nietos! ¡Mis nietos!, exclamaba. Abrazó a Dumuzi, abrazó a Nin-
gishzidda,
con lágrimas en los ojos los abrazó, los besó. Ofreció a Dumuzi que se sentara a su derecha, Ningishzidda se sentó a su
izquierda.


Después, Ilabrat le presentó a Anu a Adapa, el Terrestre. ¿Entiende lo que hablamos?, le preguntó el rey a Ilabrat. ¡Por supuesto, le enseñó el señor Enki!, respondió Ilabrat. ¡Ven aquí!, dijo Anu a Adapa. ¿Cómo te llamas y cuál es tu ocupación? Adapa se adelantó, de nuevo se inclinó: ¡Mi nombre es Adapa, sirviente
del señor Enki!


Así habló Adapa; sus palabras causaron gran asombro. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, declaró Anu. ¡Maravilla de maravillas la conseguida en la Tierra!, exclamaron los reunidos.
¡Que se celebre, demos la bienvenida a nuestros invitados!, dijo Anu. Anu llevó a todos los que se habían reunido hasta el salón de banquetes,
indicando alegremente hacia las mesas llenas.


En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa pan de Nibiru; Adapa no comió. En las mesas llenas, le ofrecieron a Adapa elixir de Nibiru; Adapa no bebió. Anu, el rey, quedó confundido con esto, estaba ofendido: ¿Por qué ha enviado Enki a Nibiru a este maleducado Terrestre, para revelarle los caminos celestes? ¡Venga, Adapa!, le dijo Anu a Adapa. ¿Por qué no comes ni bebes, por qué
rechazas nuestra hospitalidad?


Mi maestro, el señor Enki, me ordenó: ¡No comas pan, no bebas elixir! Así respondió Adapa al rey Anu. ¡Qué extraño es esto!, dijo Anu. ¿Para qué le iba a prohibir Enki nuestra
comida y nuestro elixir a un Terrestre?


Le preguntó a Ilabrat, le preguntó a Dumuzi; Ilabrat no sabía la respuesta, Dumuzi no pudo explicárselo.
Le preguntó a Ningishzidda. ¡Quizá se encuentre aquí la respuesta!, le dijo Ningishzidda a Anu.
Y entonces le dio a Anu, el rey, la tablilla secreta que había llevado escondida.
Anu estaba confuso, Anu estaba preocupado; se fue a su cámara privada para descifrar la tablilla.
Viene ahora el relato de Adapa, el progenitor de la Humanidad Civilizada, y de cómo por sus hijos, Ka-in y Abael, se dio inicio a la saciedad en la
Tierra.


En su cámara privada, Anu rompió el sello de la tablilla, insertó la tablilla en el explorador para descifrar el mensaje de Enki.
¡Adapa nació por mi simiente de una mujer Terrestre! Así decía el mensaje de Enki.
Del mismo modo, Titi fue concebida por mi simiente en otra mujer
Terrestre. Están dotados de sabiduría y de palabra; pero no de la larga vida de Nibiru.
Adapa no debería comer del pan de la larga vida, tampoco debería beber del elixir de la larga vida.
Adapa debe volver para vivir y morir en la Tierra, la mortalidad debe ser
su suerte, ¡con la siembra y el pastoreo de sus descendientes, habrá saciedad en la
Tierra! Así reveló Enki el secreto de Adapa a su padre, Anu.


Anu quedó sorprendido con el mensaje secreto de Enki; no sabía si enfadarse o reír.
Llamó a Ilabrat, su visir, a su cámara privada, a él le dijo:
¡Este hijo mío, Ea, ni siquiera como Enki ha enmendado su libertinaje con las mujeres!
A Ilabrat, su visir, le mostró el mensaje de la tablilla. ¿Cuáles son las normas, qué debe hacer el rey?, le preguntó Anu a su visir. Nuestras normas permiten las concubinas; ¡pero no existen normas de cohabitación interplanetaria!


Así le respondió Ilabrat al rey. ¡Si hay algún perjuicio, que se restrinja,
que Adapa vuelva inmediatamente a la Tierra, que Ningishzidda y Dumuzi
se queden más tiempo!


Después, Anu llamó a Ningishzidda a su cámara privada; ¿Sabes lo que decía el mensaje de tu padre?, le preguntó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó la cabeza, con un susurro dijo: No lo sé, pero puedo adivinarlo. He sometido a prueba la esencia vital de
Adapa, ¡es de la simiente de Enki! ¡Ése es en verdad el mensaje!, le dijo Anu. ¡Adapa debe volver a la Tierra
inmediatamente,
su destino será convertirse en el progenitor del Hombre Civilizado! ¡En cuanto a ti, Ningishzidda, volverás a la Tierra con Adapa, de la Humanidad Civilizada, al lado de tu padre, serás el maestro! Ésa fue la decisión de Anu, el rey; él determinó el destino de Adapa y el
de Ningishzidda. Anu y los otros dos volvieron junto a los sabios y nobles reunidos, junto
a los príncipes y los consejeros, Anu anunció palabras de decisión ante los asambleados: No se debe extender en demasía la bienvenida al Terrestre, en nuestro planeta no puede comer ni beber; todos hemos visto sus asombrosas capacidades, dejemos que vuelva a la
Tierra,
¡labren los campos en la Tierra sus descendientes, y pastoreen en las praderas!


Para cuidar de su seguridad y evitar su agitación, Ningishzidda volverá
con él, con él se enviarán las semillas de cereales de Nibiru, que se multiplicarán
en la Tierra;
Dumuzi, el más joven, permanecerá con nosotros durante un Shar, ¡Después volverá con ovejas y la esencia de las ovejas! Ésta fue la decisión de Anu, ante las palabras del rey todos inclinaron la
cabeza en señal de acuerdo. En el momento señalado, Ningishzidda y Adapa fueron llevados hasta el
Lugar de los Carros Celestiales,
Anu y Dumuzi, Ilabrat y los consejeros, nobles y héroes fueron a despedirlos.


Hubo estruendo y estremecimiento, y el carro se elevó;
vieron como el planeta Nibiru se hacía más pequeño, después vieron los cielos desde el horizonte hasta el cenit.
En el viaje, Ningishzidda le habló a Adapa de los dioses planetas.
Del Sol, la Tierra y la Luna le dio lecciones,
le enseñó cómo se siguen los meses y cómo se cuenta el año de la Tierra.
Cuando regresaron a la Tierra, Ningishzidda le relató a su padre, Enki, todo lo que había sucedido.
Enki se rió y se dio palmadas en los muslos: ¡Todo fue como yo esperaba!,
dijo con regocijo; ¡Excepto la retención de Dumuzi, que es desconcertante para mí! Así dijo
Enki.


Enlil se quedó muy desconcertado por el rápido regreso de Ningishzidda y de Adapa,
¿Qué ocurre, qué pasa por Nibiru?, preguntó a Enki y a Ningishzidda. ¡Llamemos también a Ninmah, que sepa también lo que pasa!, le dijo Enki. Después de que llegara Ninmah, Ningishzidda les contó todo a Enlil y a ella. Enki también contó lo de su cohabitación con las dos hembras Terrestres;
¡No he roto ninguna norma, he asegurado nuestra saciedad! Así les dijo Enki.
¡No has roto ninguna norma, pero con una acción precipitada has determinado los hados de los Anunnaki y los Terrestres!


Así dijo Enlil, enfurecido. ¡Ahora, la suerte está echada, el hado se ha
impuesto al destino!
Enlil se dejó llevar por la furia, con ira se dio la vuelta y los dejó plantados. Marduk llegó a Eridú, le había llamado su madre Damkina. El quería verificar los extraños acontecimientos de su padre y su hermano. Padre y hermano decidieron ocultarle el secreto a Marduk; Anu estaba cautivado con lo del Hombre Civilizado, ¡dio la orden de que
todos en la Tierra se saciaran de inmediato! Así, sólo revelaron parte de la verdad a Marduk.
Marduk quedó impresionado con Adapa y Titi, les tomó cariño a los niños. ¡Mientras Ningishzidda instruye a Adapa, dejad que sea yo el maestro de
los niños!


Así dijo Marduk a su padre Enki y a Enlil.
¡Que Marduk enseñe a uno, que Ninurta enseñe al otro!, les respondió
Enlil. Ningishzidda se quedó en Eridú con Adapa y con Titi, le enseñó a Adapa
los números y la escritura.
Ninurta se llevó al gemelo que nació primero a su ciudad, a Bad-Tibira, Ka-in, Aquél Que en el Campo Hace Crecer Alimentos, le llamó. Le enseñó a cavar canales de irrigación, a sembrar y a cosechar le enseñó. Ninurta hizo para Ka-in un arado con madera de los árboles, para que con
él labrara la tierra.


Al otro hermano, hijo de Adapa, se lo llevó Marduk a las praderas, Abael, El de las Praderas Mojadas, le llamó a partir de entonces. Marduk le enseñó cómo construir rediles; para empezar con el pastoreo,
esperaron el regreso de Dumuzi. Cuando se cumplió el Shar, Dumuzi regresó a la Tierra, la simiente esencial de la oveja y ovejas para la cría trajo con él, ¡transportó animales cuadrúpedos de Nibiru hasta otro planeta, la Tierra! Su regreso con simiente esencial y ovejas fue causa de muchas celebraciones,
al cuidado de su padre, Enki, Dumuzi regresó con su preciosa carga. Entonces, los líderes se reunieron, reflexionaron sobre cómo proceder con
la nueva especie: Nunca antes había habido una oveja en la Tierra, nunca se había dejado
caer un cordero desde los cielos a la Tierra, nunca antes una cabra había alumbrado a su cabrito, ¡nunca antes se había tejido lana de oveja! Los líderes Anunnaki, Enki y Enlil, Ninmah y Ningishzidda, que fueron
los creadores,
decidieron establecer una Cámara de Creación, una Casa de Elaboración. Sobre el puro montículo del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas de los
Cedros, se estableció, la Cámara de Creación se estableció cerca de donde se habían plantado las
simientes de elixir que había traído Ninmah, allí comenzó la multiplicación de cereales y de ovejas en la Tierra. Ninurta era el mentor de Ka-in para la siembra y la cosecha,
Marduk era el mentor de Abael en las artes de cría y pastoreo de ovejas y corderos.


¡Cuando se recojan las primeras cosechas, cuando madure la primera oveja,
se hará la Celebración de las Primicias!, proclamó Enlil como decreto.
Ante los Anunnaki reunidos se presentaron los primeros granos, los primeros corderos,
a los pies de Enlil y Enki, Ka-in puso su ofrenda, dirigido por Ninurta; a los pies de Enlil y Enki, Abael puso su ofrenda, dirigido por Marduk. Enlil dio a los hermanos una alegre bendición, ensalzó sus labores.
Enki abrazó a su hijo Marduk, levantó el cordero para que todos lo vier ¡Carne para comer, lana para vestir ha llegado a la Tierra!, dijo Enki.


Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa,
y el del asesinato de Abael por Ka-in, y lo que sucedió después.
Cuanto terminó la Celebración de las Primicias, la cara de Ka-in estaba sombría;
se sentía muy herido porque Enki no le había bendecido.


Cuando los hermanos volvieron a sus trabajos, Abael alardeó delante de su hermano:
¡Yo soy el que trae la abundancia, el que sacia a los Anunnaki,
el que da fuerza a los héroes, el que proporciona lana para sus ropas!


Ka-in se sintió ofendido con las palabras de su hermano, objetó contundentemente su alarde:
¡Soy yo el que llena de abundancia las llanuras, el que hace pesados de grano los surcos,
en cuyos campos se multiplican los pájaros, en cuyos canales se hacen abundantes los peces,
el pan sustentador lo produzco yo, con pescado y caza he variado la dieta de los Anunnaki!
Una y otra vez, los gemelos discutían entre sí, a lo largo del invierno discutieron.
Cuando llegó el verano, no hubo lluvia; las praderas estaban secas, los pastos disminuían.
Abael llevó sus rebaños a los campos de su hermano, para que bebieran
agua de los surcos y los canales. Ka-in se enfureció por esto; le ordenó a su hermano que se llevara los
rebaños.


Agricultor y pastor, hermano y hermano, palabras de acusación pronunciaron.
Se escupieron uno a otro, con los puños pelearon. Sumamente enfurecido, Ka-in tomó una piedra, con ella le golpeó en la
cabeza a Abael.
Una y otra vez le golpeó, hasta que Abael cayó, manando sangre de él. Abael quedó en el suelo inmóvil, su alma había partido de él. Ka-in se quedó junto al hermano al que había dado muerte, durante mucho
tiempo estuvo sentado, llorando.


Fue Titi la primera en saber, por una premonición, lo del asesinato: En una visión-sueño, mientras dormía, vio la sangre de Abael, estaba en la
mano de Ka-in.
Ella despertó a Adapa de su sueño, a él le contó su visión-sueño. Un gran pesar llena mi corazón, ¿habrá sucedido algo terrible? Así le dijo Titi a Adapa; estaba muy agitada.
A la mañana siguiente, partieron los dos de Eridú; fueron hasta donde solían encontrarse Ka-in y Abael. Encontraron en el campo a Ka-in, todavía estaba sentado junto al muerto
Abael. Titi soltó un gran grito de angustia, Adapa se puso barro sobre la cabeza.


¿Qué has hecho? ¿Qué has hecho?, le gritaron a Ka-in.
Silencio fue la respuesta de Ka-in; se echó al suelo y lloró.
Adapa volvió a la ciudad de Eridú, le contó al señor Enki lo que había
sucedido.


Enki se enfrentó a Ka-in con furia. ¡Maldito seas!, le dijo. ¡Tienes que irte del Edin, no te vas a quedar entre los Anunnaki y los
Terrestres Civilizados! En cuanto a Abael, su cuerpo no puede quedarse en los campos debido
a las aves salvajes;
como es costumbre entre los Anunnaki, será enterrado en una tumba, debajo de un montón de piedras.
Enki les mostró a Adapa y a Titi cómo enterrar a Abael, pues la costumbre les era desconocida a ellos.
Durante treinta días y treinta noches, fue Abael llorado por sus padres. Ka-in fue llevado a Eridú para ser juzgado, Enki deseaba que se pronunciara una sentencia de exilio.


¡Por su acción, Ka-in debe ser muerto! Así, con ira, dijo Marduk.
¡Que se reúnan los Siete Que Juzgan! Así dijo Ninurta, el mentor de Ka-in.
¿Quién ha oído hablar nunca de una reunión así?, gritó Marduk, ¿Que para
uno que no es de Nibiru haya que llamar a los líderes Anunnaki para
que juzguen?


¿No es suficiente que el apadrinado por Ninurta haya asesinado a aquel al que yo favorecía?
¿No es así como Ninurta venció a Anzu, así se levantó Ka-in contra su hermano?
¡La suerte de Ka-in debe de ser como la suerte de Anzu, se le tiene que extinguir el aliento vital!
Así le dijo Marduk, lleno de ira, a Enki, Enlil y Ninurta.
Ninurta se entristeció con las palabras de Marduk; silencio, no palabras, fue su respuesta.
¡Dejad que hable en privado con mi hijo Marduk!, les dijo Enki.
Cuando en las cámaras privadas de Enki estuvieron él y Marduk,
¡Hijo mío! ¡Hijo mío! Enki le habló suavemente a Marduk. Tu angustia es
grande. ¡No agravemos la angustia con más angustia! ¡Deja que te cuente un secreto que mucho me pesa en el corazón!


En cierta ocasión, mientras paseaba por el río, dos doncellas Terrestres cautivaron mi capricho,
por ellas, de mi simiente, fueron concebidos Adapa y Titi,
una nueva clase de Terrestres, un Hombre Civilizado, se trajo de este modo a la Tierra;
nuestro rey, Anu, tenía dudas de si serían capaces de procrear, con el nacimiento de Ka-in y de Abael, Anu y el consejo en Nibiru se convencieron.


Una nueva fase de la presencia Anunnaki en este planeta fue bienvenida y aprobada;
ahora que Abael ha sido asesinado, y si a Ka-in se le extingue también,
¡la saciedad llegará a su final, los motines se repetirán, todo lo que se ha
conseguido se desmoronará!


No es de sorprender que le tomaras cariño a Abael, ¡era el hijo de tu hermanastro!
Ahora, ten piedad del otro, ¡deja que sobreviva el linaje de Adapa! Este secreto le reveló Enki a Marduk con tristeza.
Al principio, Marduk se sorprendió con la revelación, después se vio vencido por la risa: De tus proezas haciendo el amor mucho se ha rumoreado, ¡ahora estoy
convencido de ello!
¡Perdónese la vida de Ka-in, que se le destierre a los confines de la Tierra! Así le dijo Marduk a su padre, cambiando de la ira a la risa. En Eridú, Enki pronunció la sentencia sobre Ka-in: ¡Ka-in debe partir hacia el este, a una tierra por la que errará por su mala
acción,
pero su vida debe ser perdonada, a él y a sus generaciones se les distinguirá!
Ningishzidda alteró la esencia vital de Ka-in:
Ninghishzidda cambió la esencia vital de Ka-in para que en su cara no creciera la barba. Con su hermana Awan como esposa, Ka-in partió del Edin, a la Tierra de
Errar se encaminó.


Entonces, los Anunnaki se sentaron y se preguntaron entre sí: Sin Abael, sin Ka-in, ¿quién hará crecer el cereal y hará pan para nosotros, quién será el pastor, las ovejas multiplicará, de lana para ropa proveerá? ¡Que por Adapa y Titi haya más proliferación! Así dijeron los Anunnaki. Con la bendición de Enki, Adapa conoció una y otra vez a su esposa Titi; una hija, otra hija, cada vez, una y otra vez nacían. En el nonagésimo quinto Shar, Adapa y Titi tuvieron finalmente un hijo; Sati, El Que Ata la Vida de Nuevo, le llamó Titi; por él se contaron las
generaciones de Adapa.


En total, treinta hijos y treinta hijas tuvieron Adapa y Titi, de ellos, hubo labradores de la tierra y pastores que trabajaron para los
Anunnaki, por ellos volvió la saciedad a los Anunnaki y a los Terrestres Civilizados.
En el nonagésimo séptimo Shar, a Sati le nació un hijo de su esposa Azura.
Se le anotó en los anales con el nombre de Enshi; Maestro de la Humanidad significaba su nombre.
Adapa, su padre, le hizo comprender la escritura y los números,
y Adapa le contó a Enshi quiénes eran los Anunnaki y todo sobre Nibiru.
Los hijos de Enlil le llevaron a Nibru-ki; le enseñaron secretos de los Anunnaki.


Nannar, el mayor en la Tierra de Enlil, le mostró el modo de los ungüentos perfumados,
Ishkur, el más joven de Enlil, le enseñó a preparar el elixir de los frutos Inbu.
Fue a partir de entonces que los Anunnaki fueron llamados señores por el Hombre Civilizado.
Y fue el comienzo de los ritos de culto de los Anunnaki.
Después, Enshi tuvo un hijo con su hermana Noam;
Kunin, El de los Hornos, significaba su nombre.


Su tutor fue Ninurta, en Bad-Tibira aprendió de hornería y de hornos,
se le enseñó cómo hacer fuegos con betunes, cómo fundir y refinar;
en la fundición y el refinado del oro para Nibiru trabajaron él y sus descendientes.
En el nonagésimooctavo Shar ocurrió todo esto.
Viene ahora el relato de las generaciones de Adapa después de que fuera
exiliado Ka-in,
y de los viajes celestiales de Enkime y de la muerte de Adapa. En el nonagésimonoveno Shar le nació un hijo a Kunin, por Mualit, hermanastra de Kunin, fue concebido. Malalu, El Que Interpreta, le nombró ella; sobresalía en música y en canto. Para él hizo Ninurta un arpa con cuerdas, conformó una flauta para él;
Malalu interpretaba himnos a Ninurta; junto con sus hijas, los cantaba ante Ninurta.


La esposa de Malalu era la hija del hermano de su padre, Dunna era su nombre.
En el centesimo Shar desde que comenzara la cuenta en la Tierra,
les nació un hijo a Malalu y a Dunna, era su primogénito;
Irid, El de las Aguas Dulces, le llamó su madre Dunna. '
Dumuzi le enseñó cómo excavar pozos, cómo proveer de agua a los rebaños en distantes praderas.
Fue allí, junto a los pozos en las praderas, que pastores y doncellas se reunieron,
donde los desposorios y la proliferación de la Humanidad Civilizada abundó sobremanera.


En sus días, los Igigi venían con más frecuencia a la Tierra. Para observar y ver, los cielos poco a poco abandonaron, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaban cada vez más; Enki le suplicó a Marduk que estuviera con ellos en Lahmu, vigilar y ver lo que ocurría en la Tierra deseaba Marduk fervientemente. En un pozo, en las praderas, se encontró Irid con su esposa; Baraka era su nombre, era la hija del hermano de su madre. A la conclusión del centesimo segundo Shar, les nació un hijo, con el nombre de Enki-Me, por Enki ME Comprensión, se le llamó en los
anales.


Era sabio e inteligente, comprendió con rapidez los números. Tenía mucha curiosidad por los cielos y por todas las materias celestiales. El señor Enki le tomó cariño, él le contó los secretos que una vez le revelara a Adapa.
De la familia del Sol y de los doce dioses celestiales le enseñó Enki, y de cómo los meses se contaban por la Luna y los años por el Sol, y de cómo se contaban los Shars por Nibiru, y de cómo Enki combinaba
las cuentas,
de cómo el señor Enki había dividido el círculo de los cielos en doce partes, de cómo había asignado Enki una constelación a cada una, doce estaciones en un gran círculo había dispuesto, de cómo, para honrar a los doce grandes líderes Anunnaki, había puesto
nombres a las estaciones.


Enkime ansiaba explorar los cielos; hizo dos viajes celestiales. Y éste es el relato de los viajes de Enkime a los cielos,
y de cómo dio comienzo Marduk a los matrimonios mixtos y a los problemas con los Igigi.
Se envió a Enkime para que estuviera con Marduk en el Lugar de Aterrizaje,
desde allí, Marduk se lo llevó en una nave espacial hasta la Luna.


Allí, Marduk le enseñó a Enkime lo que había aprendido de su padre, Enki.
Cuando Enkime volvió a la Tierra, se le envió para que estuviera con Utu en Sippar, el Lugar de los Carros.
Allí, Utu le dio a Enkime una tablilla para escribir lo que estaba aprendiendo,
Utu lo instaló en su brillante morada como un Príncipe de los Terrestres. Le enseñó los ritos, para comenzar con las funciones del sacerdocio. Enkime residía en Sippar, con su esposa Edinni, una hermanastra, a ellos les nació un hijo en el centesimo cuarto Shar,
Matushal le llamó su madre, El Que se Elevó por las Brillantes Aguas significaba su nombre.
Fue después de eso que Enkime hizo su segundo viaje a los cielos, esta vez también fue Marduk su mentor y compañero.


En un carro celestial se remontaron hacia el cielo, hacia el Sol y más allá de él hicieron un círculo.
Marduk se lo llevó para visitar a los Igigi, en Lahmu,
los Igigi le tomaron cariño, de él aprendieron sobre los Terrestres Civilizados.
De él se dice en los Anales que partió hacia los cielos,
que en los cielos se quedó hasta el final de los días.


Antes de que Enkime partiera hacia los cielos, de todo lo que en los cielos se le había enseñado,
hizo un registro por escrito Enkime, para que sus hijos lo supieran lo escribió;
tomó nota de todo lo que hay en los cielos en la familia del Sol, y de las regiones de la Tierra y sus tierras y sus ríos también. Confió sus escritos en manos de Matushal, su primogénito,
para que, junto con sus hermanos Ragim y Gaidad, los estudiara y se atuviera a ellos.


En el centesimo cuarto Shar había nacido Matushal,
él fue testigo de los problemas de los Igigi y de lo que Marduk había hecho.
A Matushal le nació un hijo de su esposa Ednat, Lu-Mach, Hombre
Poderoso, fue su nombre. En sus días, las condiciones sobre la Tierra se hicieron más difíciles; en los
campos y las praderas, los trabajadores se quejaban. Los Anunnaki designaron a Lu-Mach como capataz, para hacer cumplir
las cuotas, para reducir las raciones. En sus días fue cuando a Adapa le llegó la hora de morir; y cuando Adapa supo que sus días habían llegado a su fin, ¡Que todos mis hijos y los hijos de mis hijos se reúnan ante mí!, dijo. Para que antes de que yo muera pueda bendecirles, y les hable antes de morir. Y cuando Sati y los hijos de los hijos se habían reunido, ¿Dónde está Ka-in, mi primogénito?, les preguntó Adapa. ¡Id a buscarle!,
les dijo a todos ellos. Sati presentó el deseo de su padre ante el señor Enki, le preguntó al señor
qué hacer.
Entonces, Enki llamó a Ninurta: ¡Que el desterrado, de quien tú eras mentor, sea traído ante el lecho de muerte de Adapa!


Ninurta se subió en su Pájaro del Cielo, hasta la Tierra de Errar voló;
sobre las tierras deambuló, buscó desde los cielos a Ka-in.
Y cuando lo encontró, llevó a Ka-in hasta Adapa como sobre las alas de
un Águila. Cuando se le informó a Adapa de la llegada de su hijo, ¡Que vengan ante
mí Ka-in y Sati!, dijo Adapa. Los dos fueron ante su padre; Ka-in, el primogénito, a su derecha. Sati,
a su izquierda.


Y fallándole la visión a Adapa, para reconocer a sus hijos tocó sus rostros;
y el rostro de Ka-in, a la derecha, era imberbe, y el rostro de Sati, a la
izquierda, tenía barba.
Y Adapa puso su mano derecha sobre la cabeza de Sati, el de la izquierda,
y le bendijo y dijo: De tu simiente se llenará la Tierra, y de tu simiente,
como un árbol con tres ramas, la Humanidad sobrevivirá a una Gran
Calamidad.
Y puso su mano izquierda sobre la cabeza de Ka-in, a su derecha, y le dijo: Por tu pecado, de tu derecho de nacimiento estás privado, pero de tu
simiente vendrán siete naciones,
en un reino aparte medrarán, tierras distantes habitarán;
pero por haber asesinado a tu hermano con una piedra, por una piedra llegará tu fin.
Y cuando Adapa terminó de decir estas palabras, dejó caer las manos, sus-
piró y dijo:
Llamad ahora a mi esposa Titi, y a todos los hijos y a todas las hijas,
y después de que mi espíritu me deje, llevadme al lugar en que nací, junto al río,
y enterradme con la cara hacia el Sol naciente.
Titi gritó como una bestia herida, cayó sobre sus rodillas al lado de Adapa.
Y los dos hijos de Adapa, Ka-in y Sati, envolvieron su cuerpo en una tela,
en una cueva que les mostró Titi, junto a las orillas del río, enterraron a Adapa.
En mitad del nonagésimotercer Shar había nacido, a finales del centesimo octavo murió.
Una larga vida para un Terrestre; pero no tenía el ciclo vital de Enki.


Y después de que Adapa fuera enterrado, Ka-in se despidió de su madre y
de su hermano.
Ninurta lo llevó de vuelta en su Pájaro del Cielo a la tierra de errar.
Y en un distante reino, Ka-in tuvo hijos e hijas,
y para ellos construyó una ciudad, y mientras la construía, la caída de una piedra le mató.
En el Edin, Lu-Mach sirvió a los Anunnaki como capataz,
en los días de Lu-Mach, Marduk y los Igigi se casaban con las Terrestres.

Regresar al Índice