En Sippar, se reunieron todos los Anunnaki, esperaban el Día del
Diluvio. Fue entonces, cuando iba creciendo la tensión de la espera,
cuando el señor Enki, mientras dormía en su residencia, tuvo una
visión-sueño.
En la visión-sueño aparecía la imagen de un hombre, brillante y
resplandeciente como los cielos;
y cuando el hombre se acercó a Enki, ¡Enki vio que era Galzu, el del
cabello blanco!
En la mano derecha sostenía un estilo grabador,
y en la izquierda llevaba una tablilla de lapislázuli, lisa y
brillante.
Y cuando se aproximó lo suficiente al lecho de Enki, Galzu habló y
dijo:
Tus acusaciones contra Enlil fueron injustificadas, pues sólo decía
la verdad;
y la decisión que como Decisión de Enlil será conocida, no la
decretó él, sino el Destino.
Ahora, toma el Hado en tus manos para que los Terrestres hereden la
Tierra;
llama a tu hijo Ziusudra, revélale la inminente calamidad sin romper
el juramento.
Dile que construya una embarcación que pueda soportar la avalancha
de agua, una embarcación sumergible,
semejante a la que te muestro en esta tablilla; que se salven él y
su familia en ella,
y que lleve también la simiente de todo lo que sea valioso, sea
planta o animal;
¡Ésa es la voluntaddel Creador de Todo!
Y, en la visión-sueño, Galzu dibujó una imagen en la tablilla con el
estilo, y dejó la tablilla grabada junto al lecho de Enki;
y cuando se desvaneció la imagen, la visión-sueño terminó, y Enki
despertó con un estremecimiento. Enki se quedó durante un rato en su
lecho, reflexionando con asombro
sobre la visión-sueño:
¿Cuál es el significado de esto, qué presagio augura? Después,
cuando se levantó del lecho, he ahí que estaba la tablilla; ¡lo que
en una simple visión-sueño había visto estaba ahora materialmente
junto a la cama!
Con manos temblorosas, el señor Enki tomó la tablilla, sobre la
tablilla vio el diseño de una embarcación de forma curiosa, en el
filo de la tablilla había marcas de medidas, ¡indicaban las medidas
de
la embarcación!
Sobrecogido y esperanzado, el señor Enki envió rápidamente a sus
emisarios al amanecer,
¡Encontrad al llamado Galzu, tengo que hablar con él! Así les dijo.
Todos volvieron al atardecer, le informaron así a Enki: Nadie pudo
encontrar a ningún Galzu,
¡Hace tiempo que Galzu volvió a Nibiru!, le dijeron. Enki estaba muy
desconcertado, se esforzaba por comprender el misterio
y su presagio.
No pudo desentrañar el misterio, ¡pero el mensaje para él estaba
claro! Aquella noche, Enki fue sigilosamente hasta la cabaña de
juncos donde
dormía Ziusudra; para no romper el juramento, el señor Enki le dijo
a la pared de la cabana,
no a Ziusudra: ¡Despierta! ¡Despierta!, le dijo Enki a la pared de
juncos, desde detrás de
la pantalla de juncos hablaba. Cuando Ziusudra se despertó, Enki le
dijo desde detrás de la pantalla de
juncos: ¡Cabaña de juncos, cabaña de juncos! ¡Presta atención a mis
palabras, haz
caso a mis instrucciones!
Una calamitosa tormenta caerá sobre todas las moradas, todas las
ciudades,
será la destrucción de la Humanidad y de su descendencia.
Ésta es la decisión final, la palabra de la asamblea convocada por
Enlil, ésta es la decisión pronunciada por Anu, Enlil y Ninmah.
Ahora, presta atención a mis palabras, observa el mensaje que te
estoy diciendo:
¡Abandona tu casa, construye una embarcación; renuncia a tus
posesiones, salva la vida!
La embarcación que tienes que construir, su diseño y sus medidas se
muestran en una tablilla, dejaré la tablilla junto a la pared de la
cabana de juncos.
Asegúrate de que la embarcación esté techada en toda su extensión,
desde el interior no debe verse el sol.
El aparejo tiene que ser muy fuerte, la brea fuerte y espesa, para
que no entre el agua.
¡Que sea una embarcación que pueda darse la vuelta y caer, para
sobrevivir a la avalancha de agua!
Construye la embarcación en siete días, reúne en ella a tu familia y
a tus parientes,
acumula en la embarcación comida y agua para beber, lleva también
animales domésticos.
Después, en el día apuntado, se te dará una señal;
un guía de embarcación que conoce las aguas, designado por mí, te
llegará ese día;
en ese día, tendréis que entrar en la embarcación, tendréis que
atrancar bien la portezuela.
Un abrumador Diluvio, procedente del sur, devastará tierras y vida;
vuestra embarcación se elevará sobre sus amarras, se dará la vuelta
y caerá.
No tengáis miedo: el guía de la embarcación os llevará a un refugio
seguro, ¡La simiente de la Humanidad Civilizada sobrevivirá por
vosotros!
Cuando la voz de Enki se calló, Ziusudra estaba ansioso, sobre sus
rodillas cayó postrado:
¡Mi señor! ¡Mi señor!, gritó. ¡Tu voz he escuchado, deja que vea tu
rostro! ¡No te he hablado a ti, Ziusudra, a la pared de juncos le he
hablado! Así dijo Enki.
Por decisión de Enlil, por un juramento estoy ligado a lo que
juraron todos
los Anunnaki;
¡En mi rostro verás que, sin duda, como todos los terrestres,
morirás! Ahora, cabaña de juncos, presta atención a mis palabras:
¡El propósito de la embarcación, deberás guardarlo como un secreto
de los
Anunnaki!
Cuando la gente de la ciudad pregunte, a ellos les dirás: ¡El señor
Enlil ha estado enfadado con mi señor Enki, navegaré hacia la morada
de Enki en el Abzu, quizás así Enlil se apacigüe! Durante un rato,
siguió un silencio. Ziusudra salió desde detrás de la pared
de juncos,
una tablilla de lapislázuli, brillando a la luz de la luna, vio y
tomó; sobre ella estaba dibujada la imagen de una embarcación, las
muescas
daban sus medidas; Ziusudra era el más sabio de los Hombres
Civilizados, comprendió lo que
había escuchado.
A la mañana siguiente, anunció a la gente de la ciudad: El señor
Enlil ha estado enfadado con el Señor Enki, mi señor, por ello el
señor Enlil me es hostil.
No puedo seguir viviendo en esta ciudad, ni puedo poner ya mi pie en
el Edin; al Abzu, a los dominios del señor Enki, iré navegando. En
una embarcación que debo construir con rapidez, partiré de aquí; así
remitirá la ira del señor Enlil, las penurias terminarán, ¡a partir
de entonces, el señor Enlil hará llover sobre vosotros la
abundancia! Aún no se había ido la mañana cuando la gente se reunió
alrededor de
Ziusudra,
se animaron entre sí para construir con rapidez su embarcación. Los
mayores transportaban cuadernas de madera de embarcación, los
pequeños llevaban betún de los pantanos. Mientras los madereros
clavaban los tablones, Ziusudra fundía el betún en
un caldero.
Con el betún, impermeabilizó la embarcación por dentro y por fuera,
al quinto día estaba terminada la embarcación, igual a la del dibujo
de la tablilla.
Ansiosos por ver partir a Ziusudra, la gente de la ciudad llevó
comida y agua a la embarcación,
de sus propias bocas tomaron el sustento; ¡para apaciguar a Enlil,
se apresuraron!
También se introdujeron en la embarcación animales cuadrúpedos, los
pájaros del campo entraron volando por sí mismos.
Ziusudra hizo embarcar a su esposa y a sus hijos, las esposas de
estos y sus hijos también vinieron.
¡Que suba a bordo también cualquiera que desee ir a la morada del
señor Enki!
Así se pronunció Ziusudra ante la gente reunida.
Previendo la abundancia de Enlil, sólo algunos de los artesanos
escucharon la llamada.
Al sexto día, Ninagal, Señor de las Grandes Aguas, llegó a la
embarcación, era hijo de Enki, había sido elegido para ser el
navegante de la embarcación.
Sostenía en sus manos una caja de madera de cedro, la mantuvo a su
lado en la embarcación;
¡Contiene las esencias vitales y los huevos de vida de las criaturas
vivas, reunidas por el señor Enki y por Ninmah,
para ocultarlos de la ira de Enlil, para resucitar la vida si es
voluntad de la Tierra!
Eso le explicó Ninagal a Ziusudra; así se ocultaron en la
embarcación todas las bestias por sus parejas.
Entonces, Ninagal y Ziusudra esperaron en la embarcación la llegada
del séptimo día.
En el centesimo vigésimo Shar se esperaba el Diluvio,
en el décimo Shar de la vida de Ziusudra se aproximó el Diluvio,
en la estación de la Constelación del León se hizo inminente la
avalancha.
Viene ahora el relato del Diluvio que cubrió la Tierra
y de cómo escaparon los Anunnaki, y cómo Ziusudra sobrevivió en la
embarcación.
Durante días antes del Día del Diluvio, la Tierra estuvo retumbando,
como si gimiera de dolor;
durante noches antes de que golpeará la calamidad, se estuvo viendo
en los
cielos a Nibiru como una estrella resplandeciente; después, se hizo
la oscuridad durante el día, y en la noche, la Luna era
como si se la hubiera tragado un monstruo.
La Tierra empezó a temblar, se vio agitada por una fuerza de red
desconocida hasta entonces.
Con el resplandor del amanecer, una nube negra se levantó por el
horizonte, la luz de la mañana se convirtió en oscuridad, como si la
sombra de la
muerte la velara. Después, se oyó como un estruendo de truenos, los
cielos se encendieron
con los rayos.
Partid! ¡Partid!, dio la señal Utu a los Anunnaki. Agazapados en
los barcos del cielo, los Anunnaki se elevaron en las alturas. En
Shurubak, a dieciocho leguas de distancia, Ninagal vio las
brillantes
erupciones:
¡Atranca! ¡Atranca la portezuela!, le gritó Ninagal a Ziusudra.
Juntos cerraron la trampilla que ocultaba la portezuela; hermética,
completamente cerrada, quedó la embarcación; dentro no penetraba ni
un rayo de luz.
En aquel día, en aquel inolvidable día, el Diluvio comenzó con un
estruendo; en la Blancatierra, en el fondo de la Tierra, se
sacudieron los cimientos de
la Tierra; luego, con un estruendo igual a mil truenos, la capa de
hielo se deslizó de
sus cimientos, despegada por la invisible fuerza de la red de
Nibiru, se estrelló contra el
mar del sur.
Una capa de hielo golpeó contra otra capa de hielo, la superficie de
la Blancatierra se venía abajo como la cascara rota de un
huevo. De pronto se levantó una gran ola, la muralla de aguas
llegaba hasta los
mismo cielos. Una tormenta de una ferocidad nunca vista se puso a
bramar en el fondo
de la Tierra,
la muralla de agua impulsaba sus vientos, la ola se desplegó hacia
el norte; la muralla de aguas se avalanzaba hacia el norte, alcanzó
las tierras del Abzu-
Desde allí, viajó hasta las tierras habitadas, arroyó el Edin.
cuando la ola, la muralla de aguas, llegó a Shurubak,
la ola soltó de sus amarras a la embarcación de Ziusudra,
sacudiéndola, se tragó a la embarcación como un abismo de agua.
Aunque completamente sumergida, la embarcación se mantuvo firme, no
entró siquiera una gota de agua.
En el exterior, la ola de la tormenta tomó desprevenida a la gente
como una batalla mortal,
nadie podía ver a sus semejantes, el suelo se desvaneció, sólo había
agua. De pronto, las poderosas aguas habían cubierto la tierra
firme;
antes de que terminara el día, la muralla de agua, ganando
velocidad, arroyó las montañas.
En sus embarcaciones celestiales, los Anunnaki circundaban la
Tierra.
Abarrotando los compartimentos, se agazapaban contra las paredes
exteriores,
contemplaban angustiados lo que estaba ocurriendo allí abajo, en la
Tierra.
Desde el barco celestial en el cual estaba, Ninmah se puso a gritar
como una mujer de parto:
¡Las aguas cubren a mis creados como libélulas ahogadas en un
estanque,
la ola arrolladura se ha llevado toda la vida! Así lloraba y gemía
Ninmah.
Inanna, que estaba con ella, también lloraba y se lamentaba: ,
¡Todo allí abajo, todo lo que vivía, se ha convertido en barro!
Así lloraban Ninmah e Inanna; lloraron y aliviaron sus sentimientos.
En los demás barcos celestiales, los Anunnaki estaban anonadados
ante la visión de aquella desenfrenada furia,
en aquellos días presenciaron con temor un poder más grande que el
suyo. Anhelaron los frutos de la Tierra, tuvieron sed del elixir
fermentado.
¡Los días de antaño, ay, se han convertido en barro! Así se decían
unos a otros.
Después de que la inmensa ola barriera la Tierra,
reabrieron las compuertas del cielo, y se desató un aguacero desde
los cielos a la Tierra.
durante siete días se mezclaron las aguas de arriba con las aguas
del Gran Abajo;
después, la muralla de agua, alcanzando sus límites, cesó en su
embestida, pero las lluvias de los cielos continuaron durante
cuarenta días y noches
más. Desde sus posiciones elevadas, los Anunnaki miraban hacia
abajo: donde
una vez hubo tierra firme, ahora había un mar de agua, y donde una
vez hubo montañas que elevaban sus picos hasta los cielos, sus cimas
eran ahora como islas en las aguas; y todo lo que vivía en la tierra
firme había perecido en la avalancha de las
aguas.
Después, como en el Principio, las aguas se reunieron en sus
cuencas, agitándose arriba y abajo, día a día fue bajando el nivel
del agua. Más tarde, cuarenta días después de que el Diluvio
cubriera la Tierra, las
lluvias también se detuvieron.
Después de los cuarenta días, Ziusudra abrió la portezuela de la
embarcación para inspeccionar los alrededores. Era un día luminoso,
soplaba una suave brisa;
completamente sola, sin ningún otro signo de vida, la embarcación
cabeceaba sobre un vasto mar.
¡La Humanidad, todo lo que vivía, ha sido barrido de la faz de la
Tierra, nadie salvo nosotros ha sobrevivido, pero no hay tierra
firme sobre la que
poner el pie!
Así dijo Ziusudra a sus parientes, mientras se sentaba y se
lamentaba. Entonces, Ninagal, nombrado por Enki, dirigió la
embarcación hacia los
picos gemelos de Arrata,
hizo una vela para ella, hacia el Monte de la Salvación llevó la
embarcación.
Ziusudra estaba impaciente; liberó a las aves que había abordo para
que buscaran tierra firme, las envió para que comprobaran si había
sobrevivido algo de vegetación. Dejó salir una golondrina, dejó
salir un cuervo; ambos volvieron a la
embarcación. Dejó salir a una paloma; ¡y volvió a la embarcación con
una ramita de un
árbol! Ahora sabía Ziusudra que la tierra firme había emergido de
debajo de las aguas.
Unos cuantos días más y la embarcación se detuvo en unas rocas:
¡El Diluvio ha pasado, estamos en el Monte de la Salvación! Así le
dijo
Ninagal a Ziusudra.
Abriendo la portezuela hermética, Ziusudra salió de la embarcación;
el cielo era claro, el Sol brillaba, soplaba un suave viento.
Apresuradamente, llamó a su esposa y a sus hijos para que salieran.
¡Alabemos al señor Enki, a él demos gracias!, les dijo Ziusudra.
Juntó piedras con sus hijos, con ellas construyó un altar,
después encendió fuego sobre el altar, hizo un fuego con incienso
aromático.
Una oveja, una sin mancha, eligió para el sacrificio,
y sobre el altar, ofreció la oveja a Enki como sacrificio.
En aquel momento, Enlil le transmitió palabras a Enki desde su barco
celestial:
¡Descendamos en Torbellinos desde los barcos celestiales sobre el
pico de Arrata,
para revisar la situación, para determinar qué hacer!
Mientras los demás seguían circundando la Tierra en sus barcos
celestiales,
Enlil y Enki descendieron en Torbellinos sobre el pico Arrata.
Los dos hermanos se sonrieron al encontrarse, con alegría
estrecharon los brazos.
Después, Enlil quedó desconcertado con el olor del fuego y de la
carne asada.
¿Qué es eso?, le gritó a su hermano. ¿Es que ha sobrevivido alguien
al Diluvio?
¡Vamos a ver!, le respondió Enki dócilmente.
En sus Torbellinos fueron volando hasta el otro pico de Arrata,
vieron la embarcación de Ziusudra, aterrizaron junto al altar que
éste había construido.
Cuando Enlil vio a los supervivientes, Ninagal entre ellos, su furia
no tuvo límites.
¡Todo Terrestre tenía que perecer!, gritó con furia; se abalanzó
sobre Enki iracundo,
estaba dispuesto a matar a su hermano con las manos desnudas.
¡Él no es un simple mortal, es mi hijo!, gritó Enki señalando a
Ziusudra.
Por un momento, Enlil dudó. ¡Rompiste tu juramento!, le gritó a
Enki. ¡Le hablé a una pared de juncos, no a Ziusudra!, dijo Enki,
después le relató a Enlil la visión-sueño. Para entonces, alertados
por Ninagal, también habían bajado Ninurta
y Ninmah en sus Torbellinos; cuando escucharon el relato de los
acontecimientos, Ninurta y Ninmah no
se encolerizaron por el relato. ¡Debe ser la voluntad del Creador de
Todo que sobreviva la Humanidad!
Así le dijo Ninurta a su padre.
Ninmah tocó su collar de cristales, regalo de Anu, y juró: ¡Juro que
nunca se repetirá la aniquilación de la Humanidad! Ablandándose,
Enlil tomó de las manos a Ziusudra y a Emzara, su esposa,
y los bendijo así:
¡Fructificad y multiplicaos, y poblad la Tierra! Así terminaron los
Tiempos de Antaño.
Viene ahora el relato de cómo se restableció la supervivencia en la
Tierra, y de cómo se encontró una nueva fuente de oro, así como a
otros Terrestres
más allá de los océanos.
Después del encuentro de Arrata, las aguas del Diluvio siguieron
retirándose,
y se mostró poco a poco la faz de la Tierra desde debajo de las
aguas. Las tierras montañosas salieron ilesas en su mayor parte,
pero los valles
quedaron enterrados de lodo y cieno.
Desde los barcos celestiales y desde los Torbellinos, los Anunnaki
inspeccionaros los paisajes: ¡Todo lo que había existido en los
Tiempos de Antaño en el Edin y en el
Abzu estaba enterrado bajo el barro! Eridú, Nibru-ki, Shurubak,
Sippar, todas habían desaparecido, se habían
desvanecido por completo; pero en las Montañas de los Cedros la gran
plataforma de piedra relucía
bajo la luz del Sol,
¡el Lugar de Aterrizaje, hecho en los Tiempos de Antaño, seguía en
pie'-Uno tras otro, aterrizaban los Torbellinos sobre la plataforma;
la plataforma estaba intacta; en la esquina de lanzamiento, los
gigantescos bloques de piedra se mantenían firmes.
Apartando escombros y ramas de árboles, los primeros en aterrizar
hicieron señales a los carros;
uno tras otro llegaron los carros celestiales, bajaron sobre la
plataforma. Después se enviaron palabras a Marduk en Lahmu y a
Nannar en la Luna,
y ellos también volvieron a la Tierra, sobre el Lugar de Aterrizaje
se posaron.
Entonces, los Anunnaki y los Igigi que se habían reunido junto a
Enlil fueron convocados en asamblea.
¡Hemos sobrevivido al Diluvio, pero la Tierra está devastada! Así
les dijo Enlil.
¡Tenemos que evaluar todas las formas de recuperación, sea en la
Tierra, sea donde sea!
¡Lahmu quedó devastado con el paso de Nibiru! Así lo relató Marduk:
¡Su atmósfera fue absorbida hacia el exterior, sus aguas se
evaporaron, es un lugar de tormentas de polvo!
¡Por sí misma, la Luna no puede sostener vida, sólo se puede
permanecer allí con máscaras de Águila!
Así dio cuenta Nannar a los demás, y después añadió palabras de
enamorado:
¡Una vez allí, uno debe recordar que fue el líder del ejército de
Tiamat, compañera de la Tierra es, el destino de la Tierra está
conectado con ella! Enlil puso su brazo cariñosamente sobre los
hombros de su hijo. ¡Estamos preocupados ahora con la supervivencia!
Así, suavemente, le replicó Enlil a Nannar; ¡Ahora, el sustento es
nuestra mayor preocupación!
¡Examinemos la Cámara de la Creación sellada; quizás todavía
encontremos las simientes de Nibiru!
Así le dijo Enlil a Enki, recordándole los granos una vez creados.
Al lado de la plataforma, apartando algo de lodo, encontraron el
pozo de tiempos remotos,
sacaron la piedra que lo bloqueaba, entraron al santuario. Las arcas
de diorita estaban selladas, hicieron abrir los sellos con una llave
de cobre.
¡Dentro de las arcas, en vasijas de cristal, estaban las simientes
de los cereales de Nibiru!
Una vez fuera, Enlil le dio las simientes a Ninurta, a él le dijo
así:
¡Ve a la terraza de la ladera, que los cereales de Nibiru provean de
pan una
vez más!
En las Montañas de los Cedros, también en otras montañas, Ninurta
represó las cascadas,
construyó terrazas, le enseñó a cultivar al hijo mayor de Ziusudra.
A Ishkur, su hijo más joven, Enlil le asignó otra tarea: ¡Allí donde
se hayan retirado las aguas, ve y encuentra los árboles frutales
que queden!
Para él, se asignó al hijo más joven de Ziusudra como cultivador de
frutas: el primer frutal que encontraron fue la vid, que había
traído Ninmah; de su jugo, como el célebre elixir de los Anunnaki,
Ziusudra tomó un
sorbo.
¡Por un sorbo, después otro y otro, Ziusudra fue vencido, se quedó
dormido como borracho!
Entonces, Enki ofreció un regalo a los Anunnaki y a los Terrestres:
descubrió el arca que Ninagal había llevado, anunció a todos su
sorprendente contenido:
Las esencias vitales y los huevos de vida se pueden combinar en las
matrices de los animales cuadrúpedos de la embarcación de Ziusudra,
las ovejas se multiplicarán, por su lana y su carne; todos tendrán
ganado
vacuno, por su leche y por sus pieles, ¡después, con otras criaturas
vivas poblaremos la Tierra! Enki le dio a Dumuzi las tareas de
pastoreo, en estas tareas le ayudaba el
hijo mediano de Ziusudra. Después, Enki puso su atención en la masa
de tierra de tono oscuro, donde
él y sus hijos habían tenido sus dominios.
Con Ninagal, represó las montañas en la confluencia de las aguas
poderosas, canalizó las feroces cascadas hasta un lago, para que se
acumularan las
aguas como un lago.
Después, inspeccionó con Marduk las tierras entre el Abzu y el Gran
Mar: donde una vez hubo moradas, consideró cómo drenar el valle del
río.
En mitad de la corriente, donde las aguas del río caían en cascada,
levantó una isla desde las aguas.
En sus entrañas excavó cavernas gemelas, por encima de ellas forjó
compuertas a partir de piedras.
Desde allí, talló dos canales en las rocas, para las aguas elaboró
dos estrechos,
así podía ralentizar o acelerar las aguas que venían de las tierras
altas; con represas y compuertas, y con los dos estrechos, reguló
las aguas.
Desde la Isla de la Caverna, la isla de Abu, levantó desde debajo de
las aguas el sinuoso valle del río:
en la Tierra de los Dos Estrechos, Enki creó un asentamiento para
Dumuzi y los pastores.
Con satisfacción, Enlil envió palabras de todo esto a Nibiru; Nibiru
respondió con palabras de preocupación:
el cercano tránsito que había afectado a la Tierra y a Lahmu había
provocado también muchos daños en Nibiru;
el escudo de polvo de oro se había desgarrado, la atmósfera estaba
disminuyendo de nuevo,
¡era perentoria la llegada de nuevos suministros de oro!
Enki fue al Abzu fervientemente, viajó con su hijo Gibil para
inspeccionar y buscar.
¡Todas las minas de oro habían desaparecido, habían quedado
enterradas con la avalancha de agua!
¡En el Edin, Bad-Tibira tampoco existía ya! ¡En Sippar, ya no había
un lugar para carros!
Los cientos de Anunnaki que habían trabajado duro en las minas y en
Bad-Tibira se habían ido de la Tierra,
la multitud de Terrestres que servían como Trabajadores Primitivos
se habían convertido en barro con el Diluvio;
¡Ya no se puede proveer oro desde la Tierra!, anunciaron Enlil y
Enki a Nibiru.
En la Tierra y en Nibiru hubo desesperación.
Por entonces, terminó Ninurta sus trabajos en las montañas de los ce
una vez más se fue a la tierra montañosa más allá de los océanos.
Desde allí, al otro lado de la Tierra, envió palabras asombrosas:
La avalancha de aguas produjo profundos cortes en las laderas, desde
las laderas, oro incontable, en pepitas grandes y pequeñas, caen a
los ríos de abajo, ¡se puede recoger oro sin tener que extraerlo!
Enlil y Enki fueron apresuradamente a la distante tierra montañosa,
con
sorpresa vieron el descubrimiento:
¡Oro, oro puro había por todas partes, sin necesidad de refinado ni
de fundición! ¡Es un milagro! Así le dijo Enki a Enlil. ¡Lo que
forjó Nibiru, Nibiru lo
enmendó! ¡La mano invisible del Creador de Todo es permitir la vida
en Nibiru! Así
dijo Enlil.
Ahora, ¿quién recogerá las pepitas, cómo las enviarán a Nibiru?, se
preguntaron entre sí los líderes.
Para la primera pregunta, Ninurta tenía una respuesta: ¡En las altas
tierras montañosas, en este lado de la Tierra, han sobrevivido
algunos Terrestres!
Son descendientes de Ka-in, saben cómo manipular los metales; cuatro
hermanos y cuatro hermanas son sus líderes, se salvaron por sí
mismos en balsas,
ahora la cima de su montaña es una isla en mitad de un gran lago.
¡Me recuerdan como protector de sus antepasados, me llaman el Gran
Protector!
Al saber que habían sobrevivido otros Terrestres, los líderes se
esperanzaron,
ni siquiera se enfureció Enlil, que había planeado el fin de toda
carne. ¡Es la voluntad del Creador de Todo!, se dijeron unos a
otros. ¡Establezcamos ahora un nuevo Lugar de los Carros
Celestiales, enviemos
desde allí el oro a Nibiru!
Buscaron una nueva llanura cuyo suelo estuviera seco y endurecido,
en las proximidades del Lugar de Aterrizaje, en una península
desolada,
encontraron esa llanura. Era lisa como un lago en calma, rodeada de
montañas blancas.
Viene ahora el relato del nuevo Lugar de los Carros Celestiales,
y de los montes gemelos artificiales y de cómo Marduk usurpó la
imagen
del león. En la península elegida por los Anunnaki, se reflejaron
los celestiales
Caminos de Anu y de Enlil en la Tierra;
¡Ubiqúese con exactitud en esos límites el nuevo Lugar de los
Carros, que el corazón de la llanura refleje los cielos! Así le
sugirió Enlil a Enki. Cuando Enki estuvo de acuerdo con esto, Enlil
tomó medidas de distancias
de los cielos;
hizo un gran dibujo sobre una tablilla para que todos lo vieran.
¡Que el Lugar de Aterrizaje en las Montañas de los Cedros forme
parte de
las instalaciones!, dijo.
Midió la distancia entre el Lugar de Aterrizaje y el Lugar de los
Carros, en su mitad, concibió un lugar para un nuevo Centro de
Control de Misiones:
allí eligió un monte adecuado, lo llamó el Monte de Mostrar el
Camino. Allí ordenó construir una plataforma de piedras, parecidas
pero más
pequeñas que las del Lugar de Aterrizaje; en su centro, se talló una
roca por dentro y por fuera, se hizo para albergar
un nuevo Enlace Cielo-Tierra. Un nuevo Ombligo de la Tierra, para
hacer el papel de Nibru-ki antes del
Diluvio. El Sendero de Aterrizaje se ancló en el norte, en los picos
gemelos de
Arrata; para demarcar el Corredor de Aterrizaje, Enlil necesitaba
otras dos series
de picos gemelos, para delimitar los límites del Corredor de
Aterrizaje, para asegurar el
ascenso y el descenso.
En la parte meridional de la desolada península, un lugar de
montañas, Enlil eligió dos picos contiguos, sobre ellos ancló el
límite meridional. Pero donde se necesitaba la segunda serie de
picos gemelos no había montañas,
sólo sobresalía del suelo una planicie, por encima del valle
encharcado. ¡Podemos levantar allí unos picos artificiales! Así dijo
Ningishzidda a los líderes.
Sobre una tablilla dibujó para ellos la imagen de unos picos de
lados lisos
elevándose hacia los cielos. ¡Si se puede hacer, sea!, dijo Enlil
con aprobación. ¡Que sirvan también de
balizas! Sobre la planicie, por encima del valle del río,
Ningishzidda construyó un
modelo a escala,
con él perfeccionó los ángulos de elevación y los cuatro lados
lisos.
Junto a él, situó un pico más grande, estableció sus lados a las
cuatro esquinas de la Tierra;
los Anunnaki cortaron y levantaron las piedras con sus herramientas
de
poder.
Junto a él, en una ubicación precisa, se colocó el pico que era su
gemelo; se diseñó con galerías y cámaras para cristales pulsantes.
Cuando este pico artificial se elevó hacia los cielos, se invitó a
los líderes
para que pusieran el remate sobre él.
de electro, una mezcla que elaborara Gibil, se hizo la Piedra Ápice.
Reflejaba la luz del sol hasta el horizonte, era como un pilar de
fuego en
la noche,
concentraba en un rayo hacia los cielos el poder de todos los
cristales. Cuando las obras diseñadas por Ningishzidda se terminaron
y estuvieron
listas, los líderes Anunnaki entraron en el Gran Pico Gemelo, se
maravillaron con
lo que vieron; Ekur, Casa Que Como una Montaña Es, lo llamaron, era
una baliza para
; los cielos. Proclamaba que los Anunnaki habían sobrevivido al
Diluvio y vencerían
siempre. ¡Ahora, el nuevo Lugar de los Carros Celestiales puede
recibir oro de
allende los mares,
desde allí, los carros llevarán el oro de la supervivencia a Nibiru;
desde allí hacia el este, donde el Sol se eleva en el día designado,
ascenderán, hasta allí al sudoeste, donde el Sol se pone en el día
designado, descenderán. Entonces, Enlil activó con su propia mano
los cristales de Nibiru. Dentro, luces espeluznantes comenzaron a
parpadear, un zumbido hechizante rompió el silencio;
Fuera, el remate se puso a brillar de repente, era más brillante que
el So La multitud de los Anunnaki reunidos elevó un gran grito de
alborozo; Ninmah, que había venido para la ocasión, recitó un poema
y cantó: Casa que es como una montaña, casa con un pico puntiagudo,
está equipada para Cielo-Tierra, es la obra de los Anunnaki.
Casa
brillante y oscura, casa del cielo y la Tierra, para los barcos
celestiales se ensambló, la construyeron los Anunnaki. Casa cuyo
interior resplandece con una rojiza luz del cielo, emite un rayo
pulsante que llega lejos y alto; noble montaña de montañas, creada
grande y noble, está más allá de la comprensión de los Terrestres.
Casa de equipamiento, noble casa de eternidad,
las piedras de sus cimientos tocan las aguas, su gran circunferencia
se fija en la arcilla.
Casa cuyas partes están hábilmente entretejidas,
hace descender a los grandes que en los cielos circulan para
descansar;
casa que es un punto de referencia para las naves espaciales, de
entrañas
inabarcables,
el Ekur está bendecido por el mismo Anu.
Así recitó y cantó Ninmah en la celebración.
Mientras los Anunnaki celebraban su notable obra,
Enki le dijo a Enlil palabras de sugerencia: Cuando en días futuros
se pre
gunte,
¿cuándo y quién hizo esta maravilla?
Creemos junto a los picos gemelos un monumento; que anuncie la Era
del León,
La imagen de Ningishzidda, el diseñador de los picos, sea su cara,
que mire exactamente hacia el Lugar de los Carros Celestiales,
¡Cuándo, quién y el propósito revélese a generaciones futuras!
Esta fue la sugerencia de Enki a Enlil. Ante sus palabras, Enlil
consintió, y le dijo a Enki:
Del lugar de los Carros Celestiales, Utu debe ser nuevamente el
comandante; ¡que el león de mirada fija, exactamente orientado al
este, tenga la imagen de Ningishzidda!
Cuando se iniciaron los trabajos de talla y modelado del león
lecho de roca,
Marduk le dijo a su padre Enki palabras de agravio:
Me prometiste que dominaría la Tierra toda, ahora se les conceden a
otros mandato y gloria, sin tarea ni dominios se me
deja. ¡En mis antiguos dominios se han situado los montes
artificiales, sobre el
león debe estar mi imagen! Ningishzidda se enfureció con estas
palabras de Marduk, el resto de hijos
también se sintieron molestos,
Ninurta y sus hermanos también se levantaron en un clamor por
dominios, ¡todos exigían tierras para sí mismos, y Terrestres
devotos! ¡No se convierta en disputa la celebración!, gritó Ninmah
en medio de las
voces alteradas. ¡La Tierra todavía está desolada, somos pocos
Anunnaki, de los Terrestres
sólo hay supervivientes! ¡Que a Marduk Ningishzidda del honor no le
prive, tengamos en cuenta
también las palabras de Marduk!
Así dijo Ninmah, la pacificadora, a los líderes enfrentados. ¡Para
que prevalezca la paz, debemos repartirnos las tierras habitables
entre nosotros!, dijo Enlil a Enki. Estuvieron de acuerdo en hacer
de la península un separador incontestable,
se le asignó a la pacificadora Ninmah. Tilmun, Tierra de los
Proyectiles, la llamaron; estaba fuera de los límites
de los Terrestres. Las tierras habitables al este de la península se
apartaron para Enlil y su
descendencia, para los descendientes de dos hijos de Ziusudra, Sem y
Jafet, para que
vivieran allí. La masa de tierra de tono oscuro que incluía el Abzu
se le concedió por
dominio a Enki y a su clan,
para habitarla se eligió al pueblo del hijo mediano de Ziusudra,
Cam. Enki, para apaciguar a su hijo, sugirió hacer a Marduk señor de
ellos, señor
de sus tierras. ¡Sea como tú deseas!, dijo Enlil a Enki acerca de
esto.
En Tilmun, en su montañoso sur, Ninurta construyó una morada para su
madre, Ninmah;
cerca de un manantial con palmeras datileras, se localizó un fresco
valle,
el pico de la montaña aterrazó Ninurta, plantó un fragante jardín
para Ninmah.
Cuando se terminó todo, se dio una señal a todos los puestos
avanzados en la Tierra:
desde las tierras montañosas más allá del océano, los Torbellinos
trajeron las pepitas de oro,
desde el Lugar de los Carros Celestiales, se llevó el oro hasta
Nibiru. En aquel memorable día, Enlil y Enki se dijeron uno a otro y
coincidieron: ¡Honremos a Ninmah, la pacificadora, con un nuevo
nombre-epíteto: sea su nombre Ninharsag, Señora de la Cima de la
Montaña!
Por aclamación se le dio este honor a Ninmah, a partir de entonces
se le llamó Ninharsag.
¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al
unísono los Anunnaki.