Las Palabras del Señor Enki

 


Sinopsis de la Undécima Tablilla

La tierra del espaciopuerto, Tümun, se declara zona neutral
Se le concede a Ninmah, que recibe el nombre de Ninharsag
Marduk consigue las Tierras Oscuras, los enlilitas consiguen las Tierras de Antaño
Los nietos de Marduk se pelean, Satu asesina a Asar
'Fecundándose a sí misma, Asta, la esposa de Asar, engendra a Horon
Horon vence a Satu en batallas aéreas sobre Tilmun
Los enlilitas estiman prudente preparar otro espaciopuerto
Dumuzi, el hijo de Enki, e Inanna, la nieta de Enlil, se enamoran
Por temor a las consecuencias, Marduk provoca la muerte de Dumuzi
Buscando su cuerpo, Inanna muere, posteriormente resucita
Inanna lanza una guerra para apresar y castigar a Marduk
Los enlilitas entran en su escondrijo en el Gran Monte
Los enlilitas sellan la cámara superior para sepultar vivo a Marduk
Sarpanit, la esposa de Marduk, y Nabu, su hijo, ruegan por su vida
Ningishzidda, conocedor de los secretos del Monte, llega hasta Marduk
Marduk, tras serle perdonada la vida, va al exilio Enki y Enlil dividen la Tierra entre el resto de sus hijos
El triunfo de Ninurta y las Grandes Pirámides


 

LA UNDÉCIMA TABLILLA

¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al unísono los Anunnaki.
Durante el primer Shar después del Diluvio, Ninharsag se las ingenió para atemperar los humores;
Nibiru, a la que había que reabastecer de oro, estaba por encima de ambiciones y rivalidades.
Lentamente, la Tierra volvió a inundarse de vida; con las simientes de vida
que preservara Enki, lo que había sobrevivido por sí solo se acrecentó en la tierra, en el aire
y en las aguas.


¡Pero lo más precioso de todo, descubrieron los Anunnaki, fueron los propios remanentes de la Humanidad!
Como en los días pasados, cuando fueron creados los Trabajadores Primitivos,
los Anunnaki, pocos y agotados, clamaron de nuevo por Trabajadores
Civilizados.
Para cuando terminó el primer Shar después del Diluvio, la pacífica tregua se hizo pedazos a causa de un acontecimiento inesperado.
La erupción fue ahora entre los clanes de Marduk y Ninurta, no entre los de Enki y Enlil:
entre los propios hijos de Marduk, ayudados por los Igigi, se rompió la tranquilidad.
Durante el tiempo que Marduk, Sarpanit y sus hijos esperaban en Lahmu a causa del Diluvio,
los dos hijos varones, Asar y Satu, se encapricharon de las hijas de
Shamgaz, el líder Igigi cuando volvieron a la Tierra, los dos hermanos se casaron con las dos hermanas,
Asar eligió a la llamada Asta, Satu con la llamada Nebat se prometió.


Asar optó por vivir con su padre Marduk en las tierras oscuras,
Satu hizo su morada en el Lugar de Aterrizaje, donde moraban los Igigi, con Shamgaz.
Shamgaz estaba preocupado con los dominios en la Tierra: ¿Dónde serán
señores los Igigi? Así incitaba Shamgaz a los otros Igigi, de lo cual Nebat le hablaba a Satu
a diario;
¡Estando con su padre, Asar será el único sucesor, heredará las tierras fértiles!
Así le decían Shamgaz y su hija Nebat a Satu día tras día. Padre e hija tramaban cómo retener la sucesión sólo en manos de Satu. En un día propicio hicieron un banquete; a él invitaron a Igigi y a Anunnaki. Asar, sin sospechar nada, también llegó para celebrar con su hermano. Nebat, la hermana de su esposa, preparó las mesas, también puso escabeles a los pies,
Nebat se embelleció; con una lira en la mano, cantó una canción al poderoso Asar. Satu, delante de él, elegía tajadas de carne asada, con un cuchillo le servía
ceboncillos. Shamgaz, en una gran copa, le ofrecía a Asar vino nuevo, una mezcla
hecha por él,
en una gran vasija, suficientemente grande como para tomarla en consideración, le puso vino elixirado.
Asar estaba de buen humor; se puso de pie y cantó alegremente, acompañándose con címbalos en la mano.
Más tarde, se vio vencido por el vino mezclado, cayó al suelo.


¡Llevémosle para que duerma profundamente!, dijeron los anfitriones a los
demás en el banquete.
Llevaron a Asar a otra cámara, lo pusieron en un ataúd, cerraron el ataúd con fuertes precintos, al mar lo arrojaron. Cuando llegó a Asta la noticia de lo sucedido, elevó lamentos a Mardu el padre de su marido:
¡Asar fue brutalmente arrojado a las profundidades del mar para que muriera, hay que encontrar el ataúd con rapidez!
Registraron el mar en busca del ataúd de Asar, lo encontraron a orillas de la tierra oscura.
En su interior yacía el rígido cuerpo de Asar, el aliento de vida había partido de las aletas de su nariz.
Marduk desgarró sus ropajes, se puso ceniza en la frente.


¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, gritaba y sollozaba Sarpanit, grande era su pesar y su duelo.
Enki estaba abatido y lloraba: ¡Se ha repetido la maldición de Ka-in!, dijo a su hijo en su angustia.
Asta elevó un lamento a los alturas, hizo petición a Marduk de un heredero para vengarse:
¡Satu debe encontrar la muerte. Déjame concebir un sucesor de tu propia simiente,
que su nombre se recuerde por tu nombre, y el linaje sobreviva!
¡Eso, ay, no se puede hacer!, dijo Enki a Marduk y a Asta:
¡El hermano que asesinó, el hermano del hermano debe ser custodio,
por esto se le debe perdonar la vida a Satu, de su simiente debes concebir un heredero para Asar!
Asta quedó desconcertada por estos giros del destino; muy turbada, tomó la determinación de desafiar las normas.


Antes de que el cuerpo de Asar fuera envuelto y, en el sudario, preservado en un santuario,
de su falo, Asta extrajo la simiente de vida de Asar.
Con ésta, Asta concibió, un heredero y un vengador de Asar nació.
A Enki y a sus hijos, a Marduk y a sus hermanos, Satu dijo:
¡Soy el único heredero y sucesor de Marduk, de la Tierra de los Dos Estrechos seré el señor!
Ante el consejo de los Anunnaki refutó Asta la reclamación: Estoy con el heredero de Asar, con su hijo.
Entre los juncos del río se ocultó con el niño, para evitar la ira de Satu; Horon llamó al niño, lo educó para que fuera el vengador de su padre. Satu estaba desconcertado con esto; Shamgaz no abandonaba sus ambiciones.


De año terrestre en año terrestre, los Igigi se propagaban desde el Lugar de
Aterrizaje, hasta los confines de Tilmun, la región sagrada de Ninharsag, se llegaron
a acercar. Los Igigi y sus Terrestres amenzaban con invadir el Lugar de los Carros
Celestiales.
En las tierras oscuras, el niño Horon se convirtió en un héroe con los rápidos ciclos vitales de la Tierra,
Horon fue adoptado por su tío abuelo Gibil, él lo entrenó y lo instruyó.
Gibil forjó para él unas sandalias aladas para remontarse en el aire, era capaz de volar como un halcón;
Gibil hizo un arpón divino para él, sus flechas eran proyectiles.
En las tierras altas del sur, Gibil le enseñó las artes de los metales y de la
herrería.


Gibil le reveló a Horon el secreto de un metal llamado hierro. De él, hizo armas Horon, de Terrestres leales levantó un ejército. Marcharon hacia el norte, a través de tierra y río, para desafiar a Satu y
a los Igigi. Cuando Horon y su ejército de Terrestres llegaron a la frontera de Tilmun,
la Tierra de los Proyectiles, Satu le envió a Horon un desafío: ¡Sólo entre nosotros dos es el conflicto, encontrémonos en la lucha uno
a uno! En los cielos de Tilmun, Satu esperó en su Torbellino el combate con
Horon.


Cuando Horon se remontó en el cielo como un halcón hacia él, Satu le disparó un dardo envenenado, como el aguijón de un escorpión
cayó sobre Horon.
Cuando Asta vio esto, lanzó un grito al cielo, invocó a Ningishzidda. Ningishzidda bajó desde su barco celestial, llegó para salvar al héroe para
su madre. Con poderes mágicos, Ningishzidda convirtió el veneno en benévola
sangre, a la mañana siguiente, Horon estaba curado, había vuelto de entre lo"
muertos.


Después, con un Pilar ígneo, como un pez celestial con aletas y una cola de fuego,
Ningishzidda proveyó a Horon, los ojos del Pilar cambiaban sus colores del azul al rojo y al azul.
Horon se elevó en el Pilar ígneo hacia el triunfante Satu.
Se persiguieron por todas partes; fiera y mortal fue la batalla.
Al principio, el Pilar ígneo de Horon recibió un impacto; después, Horon alcanzó a Satu con su arpón.
Satu se estrelló contra el suelo; Horon lo maniató.


Cuando Horon llegó ante el consejo con su tío cautivo,
vieron que estaba ciego, con los testículos aplastados, se aguantaba en pie como un cántaro desechado.
¡Que Satu viva ciego y sin herederos! Así dijo Asta al consejo.
El consejo determinó su suerte, que terminara sus días como un mortal, entre los Igigi.
Se declaró a Horon triunfador, para heredar el trono de su padre;
sobre una tablilla de metal se inscribió la decisión del consejo, en el Salón de Registros la pusieron.
En su morada, Marduk estaba complacido con la decisión; pero estaba apenado por lo que había sucedido:
Aunque Horon, un hijo de Asar, su hijo era, de Shamgaz el Igigi era descendiente,
un dominio, uno como los asignados a los Anunnaki, no se le había dado a él.


Después de perder a sus dos hijos, Marduk y Sarpanit buscaban solaz uno en otro.
Con el tiempo, otro hijo les nacería; le llamaron Nabu, el Poseedor de la Profecía.
Viene ahora el relato de por qué se construyó en la lejanía un nuevo lugar de los carros,
y del amor de Dumuzi e Inanna, que Marduk rompió con la muerte de
Dumuzi. Fue después de la lucha entre Horon y Satu, y su batalla aérea sobre Tilmun,
cuando Enlil convocó a sus tres hijos en consejo.


Con preocupación por lo que estaba sucediendo, les dijo: En el principio, los Terrestres se hicieron a nuestra imagen y semejanza, ¡ahora, los descendientes de los Anunnaki se han hecho a imagen y semejanza de los Terrestres! ¡Entonces, fue Ka-in el que mató a su hermano, ahora un hijo de Marduk
es el asesino de su hermano!


¡Por vez primera, un descendiente de los Anunnaki ha levantado un ejército de Terrestres,
ha puesto en sus manos armas de un metal, secreto de los Anunnaki! Desde los días en que Alalu y Anzu pusieron a prueba nuestra legitimidad, los Igigi no han dejado de provocar trastornos y de romper las reglas. Ahora, los picos baliza están situados en los dominios de Marduk, el Lugar
de Aterrizaje está en manos de los Igigi, ahora, los Igigi están avanzando hacia el Lugar de los Carros, ¡dicen que, en nombre de Satu, van a establecerse en todas las instalaciones del Cielo-Tierra!
Así dijo Enlil a sus tres hijos, les propuso tomar medidas contra ello: ¡Tenemos que establecer en secreto una instalación alternativa Cielo-Tierra! ¡Que se establezca en la tierra de Ninurta más allá de los océanos, en
medio de Terrestres de confianza! Así se puso la misión secreta en manos de Ninurta; en las tierras montañosas más allá de los océanos, junto al gran lago, levantó un nuevo Enlace Cielo-Tierra, lo puso en el interior de un recinto; a los pies de las montañas donde se esparcían las pepitas de oro, eligió una planicie de suelo firme; sobre ella hizo marcas para el ascenso
y el descenso.


¡Las instalaciones son primitivas, pero servirán para su propósito! A su debido tiempo, Ninurta declaró a su padre Enlil: ¡Desde allí pueden continuar los envíos de oro a Nibiru, desde allí, en caso
de necesidad, también podemos ascender! En aquel tiempo, lo que comenzó como una bendición, terminó como un
hecho horrible.


En aquel tiempo, Dumuzi, el hijo más joven de Enki, se encaprichó de Inanna, la hija de Nannar;
Inanna, nieta de Enlil, quedó cautivada por el señor del pastoreo.
Un amor que no conoce límites los devoró, la pasión inflamó sus corazones. Muchas de las canciones de amor que, a partir de entonces, se cantaron
durante mucho tiempo
Inanna y Dumuzi fueron los primeros en cantarlas, narraron su amor a través de las canciones. A Dumuzi, su hijo más joven, Enki le asignó un gran dominio por encima
del Abzu; Meluhha, la Tierra Negra, se llamaba, allí crecían árboles de tierras altas,
sus aguas eran abundantes. Grandes toros vagaban entre las cañas de su río, muy numeroso era su
ganado,
llegaba plata de sus montañas, su cobre brillaba como el oro. Dumuzi era muy amado; tras la muerte de Asar, era el favorito de Enki. Pero Marduk estaba celoso de su hermano más joven. Inanna era muy amada por sus padres, Nannar y Ningal, Enlil se sentaba
junto a su cuna. Era hermosa, más allá de toda descripción, competía en artes marciales
con los héroes Anunnaki.


De viajes en los cielos y de barcos celestiales había aprendido con su hermano Utu; los Anunnaki le regalaron una nave celeste, para que deambulara por los
cielos de la Tierra. Después del Diluvio, en la Plataforma de Aterrizaje, Dumuzi e Inanna
pusieron los ojos uno en otro;
la dedicación de los montes artificiales fue para ellos un cálido encuentro. Al principio, estaban indecisos, él del clan de Enki, ella del linaje de Enlil. Cuando Ninharsag trajo la paz entre los clanes en disputa, Inanna y Dumuzi se las ingeniaron para estar juntos lejos de los demás, se
dedicaron a amarse.


Mientras paseaban juntos, se decían palabras dulces de amor uno a otro. Yacían uno al lado del otro, el corazón de uno conversaba con el corazón
del otro; Dumuzi rodeó con su brazo la cintura de ella, deseaba tomarla como un
toro salvaje,
¡Deja que te enseñe! ¡Deja que te enseñe!, decía Dumuzi a Inanna. Suavemente, ella lo besó, y luego le habló de su madre: ¿Qué mentira podría contarle a mi madre? ¿Qué le contarás tú a Ningal? ¡Hablémosle a mi madre de nuestro amor! ¡De contenta, rociará perfume
de cedro sobre nosotros!


Los amantes fueron al lugar donde vivía Ningal, la madre de Inanna, Ningal les dio su bendición, la madre de Inanna aprobó a Dumuzi. ¡Señor Dumuzi, eres digno como yerno de Nannar!, le dijo. El mismo Nannar dio la bienvenida a Dumuzi como novio; Utu, el hermano de Inanna, dijo ¡Así sea! ¡Quizá sus desposorios traigan verdaderamente la paz entre los clanes!, les
dijo Enlil a todos. Cuando Dumuzi le habló a su padre y a sus hermanos de su amor y de su
compromiso,
Enki también pensó en la paz a través de los desposorios, le dio su bendición a Dumuzi. De los hermanos de Dumuzi, todos excepto Marduk se alegraron con la
noticia.


Gibil forjó un lecho de esponsales de oro, Nergal envió piedras lapis azuladas. Dulces dátiles, la fruta favorita de Inanna, pusieron en un montón junto al
lecho,
bajo la fruta escondieron las cuentas de lapis para que Inanna las descubriera.
Como era costumbre, se envió a una hermana de Dumuzi para que perfumara y vistiera a Inanna,
Geshtinanna, la-que-ha-de-ser-cuñada, era su nombre. A ella le reveló Inanna lo que había en su corazón, de su futuro con
Dumuzi le dijo: ¡Tengo la visión de una gran nación, Dumuzi se elevará como un Gran
Anunnaki.


Su nombre será exaltado sobre los demás, yo seré su esposa-reina. Compartiremos un estatus principesco, juntos someteremos a los países
rebeldes, yo le daré estatus a Dumuzi, dirigiré el país rectamente!
Geshtinanna dio cuenta a su hermano Marduk de las visiones de gobierno
y gloria de Inanna.


Marduk se inquietó enormemente con las ambiciones de Inanna; a Geshtinanna le contó un plan secreto.
Geshtinanna fue hasta su hermano Dumuzi, a la morada del pastor. Encantadora a la vista y perfumada, le dijo así a su hermano Dumuzi: ¡Antes de que tu joven esposa duerma entre tus brazos, debes tener un heredero legítimo, nacido de una hermana! ¡El hijo de Inanna no tendrá derecho a la sucesión, no crecerá sobre las
rodillas de tu madre!


Ella puso la mano de él en su mano, apretó su cuerpo contra el suyo. ¡Hermano mío, yo yaceré contigo! ¡Novio, contigo tendremos un par de
Enki! Así le susurró Geshtinanna a Dumuzi, para que surgiera algo noble de su
vientre. En su vientre derramó Dumuzi el semen, y luego se quedó dormido con las
caricias de ella. Durante la noche, Dumuzi tuvo un sueño, visualizó una premonición de
muerte:
En el sueño, vio a siete bandidos malvados que entraban en su morada. ¡El Señor nos ha enviado a por ti, hijo de Duttur!, le decían. Ahuyentaban a sus ovejas, se llevaban a sus corderos y sus cabritos, le quitaban su tocado de señorío, le arrancaban de su cuerpo la túnica real, le quitaban y le rompían el báculo de pastoreo, arrojaban al suelo su copa. Desnudo y descalzo se lo llevaban preso, le ponían grilletes en las manos, lo dejaban moribundo en nombre del Halcón y el Pájaro Principesco.
Inquieto y asustado se despertó Dumuzi en mitad de la noche, le contó su
sueño a Geshtinanna.


¡El sueño no es favorable!, le dijo Geshtinanna al turbado Dumuzi.
¡Marduk te acusará de haberme violado, enviará a emisarios malvados para que te arresten.
Ordenará que se te juzgue y se te deshonre, para desunir la relación con una enlilita!
Dumuzi gritó como una bestia herida: ¡Traición! ¡Traición!, gritó.
A Utu, el hermano de Inanna, ¡Ayúdame!, envió palabra; pronunció el
nombre de su padre Enki como un talismán.


Dumuzi escapó a través del desierto de Emush, el Desierto de las Serpientes, corrió para ocultarse de los malhechores hasta el lugar de las poderosas
cataratas. Donde las abundantes aguas hacen lisa y resbaladiza las rocas, Dumuzi
resbaló y cayó; la avalancha de agua destrozó entre la blanca espuma su cuerpo sin vida.
Viene ahora el relato del descenso de Inanna hasta el Bajo Abzu,
y la Gran Guerra Anunnaki, y cómo Marduk fue encerrado vivo en el Ekur.
Cuando Ninagal recuperó el cuerpo sin vida de Dumuzi de las aguas del
gran lago,
se llevó el cuerpo hasta la morada de Nergal y Ereshkigal en el Bajo Abzu. Sobre una losa de piedra se puso el cadáver de Dumuzi, un hijo de Enki. Cuando se envió a Enki palabra de lo que había sucedido, Enki se desgarró la ropa, se puso cenizas en la frente. ¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, se lamentó por Dumuzi. ¿Qué pecado he cometido
para ser así castigado?, preguntó en voz alta. Cuando vine de Nibiru a la Tierra, EA, Aquel Cuyo Hogar Es Aguas, era
mi nombre, con agua obtenían su fuerza de propulsión los Carros Celestiales, en las
aguas me zambullí;
después, una avalancha de agua barrió la Tierra, en las aguas se ahogó mi nieto Asar, ¡por las aguas está muerto ahora mi
amado Dumuzi!


Todo lo que he hecho, lo hice con propósitos justos. ¿Por qué soy castigado? ¿Por qué se ha vuelto contra mí el Hado? Así lloraba y se lamentaba Enki.


Cuando a través de Geshtinanna se descubrió la veracidad de lo sucedido, la angustia de Enki se hizo aún mayor: ¡Ahora, Marduk, mi primogénito,
también sufrirá por su propia acción!
Inanna se preocupó y, luego, lloró por la desaparición y la muerte de Dumuzi;
después, fue velozmente hasta el Bajo Abzu, para enterrar el cuerpo de
Dumuzi. Cuando Ereshkigal, su hermana, supo de la llegada de Inanna a las puertas
del recinto,
Ereshkigal sospechó de un retorcido plan por parte de Inanna. En cada una de las siete puertas, a Inanna se le quitó uno de los pertrechos
y de las armas que llevaba,
después, desnuda e indefensa ante el trono de Ereshkigal, ¡fue acusada de intrigar para tener un heredero de Nergal, hermano de
Dumuzi! Temblando de fiíria, Ereshkigal no quiso escuchar las explicaciones de su
hermana. ¡Suelta contra ella las sesenta enfermedades!, le ordenó furiosa a su visir,
Namtar.


Con la desaparición de Inanna en el Bajo Abzu se preocuparon enormemente sus padres,
Nannar fue con el asunto a Enlil, Enlil le mandó un mensaje a Enki. Enki supo lo que había sucedido por Nergal, su hijo, esposo de Ereshkigal, con arcilla del Abzu, Enki forjó dos emisarios, seres sin sangre, inmunes
a los rayos de la muerte,
los envió al Bajo Abzu para traer de vuelta a Inanna, viva o muerta. Cuando llegaron ante Ereshkigal, Ereshkigal quedó confundida con su
aspecto:
¿Sois Anunnaki? ¿Sois Terrestres?, les preguntó desconcertada. Namtar dirigió contra ellos las armas mágicas de poder, pero salieron
indemnes los dos.


Tomaron el cuerpo sin vida de Inanna, estaba colgando de una estaca. Los emisarios de arcilla dirigieron sobre el cadáver un Pulsador y un
Emisor, después rociaron sobre ella el Agua de Vida, pusieron en su boca la Planta
de la Vida. Después, Inanna se movió, abrió los ojos; Inanna se levantó de entre los
muertos. Cuando los dos emisarios estaban preparados para llevar a Inanna al
Mundo Superior,
Inanna les ordenó que tomaran también el cuerpo sin vida de Dumuzi. ni* En las siete puertas del Bajo Abzu se le devolvieron a Inanna sus pertrechos y atributos.
A la morada de Dumuzi, en la Tierra Negra, ordenó a los emisarios que llevaran al amante de su juventud,
para lavarlo con agua pura, para ungirlo con dulce aceite, para envolverlo después en un sudario rojo, y ponerlo sobre una losa de lapis; luego, labró para él un lugar de descanso en las rocas, para esperar allí el
Día del Surgimiento.


En cuanto a ella misma, Inanna se dirigió hacia la morada de Enki, quería la retribución por la muerte de su amado, exigía la muerte de
Marduk, el culpable. ¡Ya ha habido suficiente muerte!, le dijo Enki. ¡Marduk fue el instigador,
pero no cometió asesinato! Cuando Inanna supo que Enki no iba a castigar a Marduk, Inanna fue a sus
padres y a su hermano. Elevó sus lamentos al alto cielo: ¡Justicia! ¡Venganza! ¡Muerte a Marduk!,
pidió. En la morada de Enlil se reunieron sus hijos, Inanna y Utu, se reunieron
para un consejo de guerra. Ninurta, el que había derrotado al rebelde Anzu, argumentó a favor de
fuertes medidas;
Utu les informó de palabras secretas intercambiadas entre Marduk y los Igigi-¡De Marduk, una serpiente maligna, debe liberarse la Tierra!, Enlil coincidió con ellos.
Cuando se envió la demanda de la rendición de Marduk a Enki, su padre, Enki convocó en su morada a Marduk y al resto de sus hijos. ¡Aunque aún lloro a mi amado Dumuzi, debo defender los derechos de
Marduk! Aunque Marduk instigó el mal, por un mal hado, no por mano de Marduk,
murió Dumuzi; Marduk es mi primogénito, Ninki es su madre, está destinado para la
sucesión, ¡Debemos protegerle todos de la muerte a manos de la banda de Ninurta!
Así dijo Enki.


Sólo Gibil y Ninagal tuvieron en cuenta la llamada de su padre; Nin-gishzidda se opuso,
Nergal vacilaba: ¡Sólo ayudaré si se encuentra en un peligro mortal!, dijo.
Fue después de eso que una guerra, de desconocida ferocidad, estalló entre los dos clanes.
Fue diferente de la contienda entre Horon y Satu, descendientes de Terrestres:
una batalla entre Anunnaki, nacidos en Nibiru entre ellos, se desató en otro planeta.
La guerra comenzó por medio de Inanna, que cruzó con su nave celeste los dominios de los hijos de Enki;
Inanna desafió a combatir a Marduk, le persiguió hasta los dominios de Ninagal y de Gibil.
Para ayudarla, Ninurta disparó los rayos fulminantes de su Pájaro de la Tormenta contra las fortalezas del enemigo,
Ishkur atacó desde los cielos con relámpagos abrasadores y truenos demoledores.


En el Abzu, barrió los peces de los ríos, dispersó el ganado por los campos. Marduk se retiró hacia el norte, al lugar de los montes artificiales; persiguiéndole, Ninurta roció con proyectiles venenosos las moradas.
con su Arma Que Despedaza les robó los sentidos a las gentes de aquellas tierras,
los canales que llevaban las aguas del río se volvieron rojos de sangre;
los resplandores de Ishkur convertían la oscuridad de las noches en días llameantes.
Mientras las devastadoras batallas avanzaban hacia el norte, Marduk se aposentó en el mismo Ekur,
Gibil diseñó un escudo invisible para éste, Nergal elevó hasta el cielo su ojo que todo lo ve.
Inanna atacó el lugar oculto con un Arma de Brillantez, dirigida con un cuerno;
Horon llegó para defender a su abuelo; la Brillantez le dañó el ojo derecho. Mientras Utu mantenía a distancia más allá de Tilmun a los Igigi y a sus hordas de Terrestres,
los Anunnaki, los que apoyaban a uno y a otro clan, entablaban batalla a los pies de los montes artificiales.
¡Que se rinda Marduk, que termine el derramamiento de sangre! Estas
palabras le transmitió Enlil a Enki. ¡Que hablen hermano con hermano!, le envió un mensaje Ninharsag
a Enki.


En su guarida, dentro del Ekur, Marduk seguía desafiando a sus perseguidores,
de la Casa Que Como una Montaña Es hizo su último baluarte. Inanna no podía superar la inmensa estructura de piedra, sus costados lisos
desviaban las armas de ella. Después, Ninurta se enteró de que había una entrada secreta, ¡encontró una
piedra giratoria en el lado norte!
Ninurta atravesó un oscuro corredor, llegó a la gran galería, su bóveda relucía como un arcoiris con las multicolores emisiones de los
cristales. En el interior, alertado por la intrusión, Marduk esperaba a Ninurta con las
armas dispuestas; respondiendo con armas, destrozando los maravillosos cristales, Ninurta
siguió subiendo por la galería. Marduk se retiró hasta la cámara superior, hasta el lugar de la Gran Piedra
Pulsante,
En su entrada, Marduk bajó los cierres de piedras descendentes, que impedían cualquier entrada.
Inanna e Ishkur siguieron a Ninurta al interior del Ekur; se pusieron a pensar qué podían hacer. ¡Que la hermética cámara oculta sea el ataúd de piedra de Marduk!, les
dijo Ishkur.


Ishkur prestó atención a los tres bloques de piedra, dispuestos para deslizarse hacia abajo.
¡Que muera lentamente, siendo enterrado vivo, sea la sentencia de Marduk!, Inanna dio su consentimiento.
Al final de la galería soltaron los tres los bloques de piedra, cada uno de ellos hizo descender una piedra para taponar, para encerrar a Marduk como en una tumba.
Viene ahora el relato de cómo Marduk fue salvado y partió hacia el exilio, y de cómo se desmanteló el Ekur y se redispuso el señorío sobre las tierras. Lejos del Sol y de la luz, sin comida ni agua, Marduk fue enterrado vivo
dentro del Ekur;
Sarpanit, su esposa, elevó un lamento por su prisión y castigo sin juicio. Acudió a Enki, su suegro, llegó a él con su joven hijo Nabu. ¡Marduk debe ser devuelto para estar entre los vivos!, le dijo Sarpanit
a Enki.


Él la envió a Utu y a Nannar, que podían interceder ante Inanna. Poniéndose un vestido de expiación, rogó ¡Dadle la vida al señor Marduk! ¡Dejadle que siga viviendo humildemente, dejará a un lado el gobierno! Inanna no se aplacó. ¡Por la muerte de mi amado, el Instigador debe
morir!, replicó Inanna.
Ninharsag, la pacificadora, convocó a los hermanos Enki y Enlil, ¡Marduk debe ser castigado, pero no merece la muerte!, les dijo. ¡Viva Marduk en el exilio, que entregue a Ninurta la sucesión en la Tierra!
Enlil se sintió complacido con sus palabras y sonrió: ¡Ninurta era su hijo, de Ninurta ella era la madre!
Si entre sucesión y vida tengo que elegir, ¿qué puedo yo, un padre, decir?


Así respondió Enki, con el corazón dolido. En mis tierras se ha extendido la desolación,
la guerra debe terminar, por Dumuzi todavía estoy de luto; ¡que Marduk viva en el exilio!
¡Si la paz debe volver y Marduk vivir, tenemos que llegar a acuerdos vinculantes!, le dijo Enlil a Enki.
Todas las instalaciones que enlazan cielo y Tierra se deben confiar sólo a mis manos,
el señorío sobre la Tierra de los Dos Estrechos debes dárselo a otro de tus hijos.
Los Igigi que siguen a Marduk deben renunciar al Lugar de Aterrizaje
y abandonarlo, ¡en la Tierra Sin Retorno, no habitada por ningún descendiente de Ziu-
sudra, debe exiliarse Marduk! Así se declaró Enlil, enérgicamente, pretendiendo ser el principal entre los
hermanos.


Enki reconoció en su corazón la mano del hado: ¡Así sea!, dijo inclinando
la cabeza. Sólo Ningishzidda conoce las entrañas del Ekur; ¡que sea él el señor de sus
tierras! Después de que se anunciaran las decisiones de los Grandes Anunnaki, se
llamó a Ningishzidda para el rescate.
su reto era cómo sacar a Marduk de las entrañas selladas por los bloques; para liberar al que vivo está enterrado, le dieron una tarea inconcebible. Ningishzidda contempló los planos secretos del Ekur, planeó cómo evitar
los bloqueos: ¡Marduk será rescatado a través de una abertura superior cincelada!, les
dijo a los líderes.


En el lugar que yo les muestre, tallarán una entrada en las piedras, desde allí, un sinuoso pasadizo les llevará hacia arriba, creando un conducto de rescate.
Atravesando vanos ocultos proseguirán hasta el centro del Ekur, en el vórtice de los vanos, a través de las piedras se abrirán paso. Abrirán una entrada hasta el interior, evitando así los bloqueos; continuarán por encima de la gran galería, levantarán los tres bloques de
piedra,
¡y llegarán a la cámara superior, la prisión mortal de Marduk! Más tarde, los Anunnaki, dirigidos por Ningishzidda, siguieron el plan
esbozado, con herramientas que resquebrajan las piedras hicieron la abertura, crearon
el conducto de rescate,
llegaron al interior del monte artificial, abrieron una salida. Evitando los tres bloques de piedra, llegaron a la cámara superior, sobre una pequeña plataforma levantaron los rastrillos; rescataron a Marduk desmayado. Con cuidado bajaron al señor por el sinuoso conducto, le llevaron hasta el
aire fresco;
en el exterior, Sarpanit y Nabu esperaban al esposo y padre; fue una gozosa reunión.
Cuando a Marduk su padre Enki le transmitió los términos de la liberación,
Marduk se enfureció: ¡Hubiera preferido morir que renunciar a mi derecho
de nacimiento!, gritó. Sarpanit confió en sus brazos a Nabu. ¡Nosotros somos parte de tu futuro!,
le dijo ella suavemente. Marduk se enfureció, Marduk se humilló. ¡Me rindo ante el Hado!, dijo
inaudiblemente.


Con Sarpanit y con Nabu partió hacia una Tierra Sin Retorno, con mujer e hijo, fue a un tierra donde se cazan bestias con cuernos. Tras la partida de Marduk, Ninurta volvió a entrar en el Ekur a través del
conducto,
a través de un corredor horizontal fue hasta la vulva del Ekur. En su pared oriental, en una hornacina artísticamente labrada, la Piedra del
Destino emitía una radiación roja. ¡Su poder me atrapa para matarme, con una atracción mortal me subyuga!,
gritó Ninurta dentro de la cámara.


¡Lleváosla! ¡Destruidla por completo!, gritó Ninurta a sus tenientes. Desandando sus pasos, Ninurta fue a través de la gran galería hasta la
cámara más elevada, en un arca ahuecada pulsaba el corazón del Ekur, la fuerza de su red se
potenciaba con cinco compartimentos. Ninurta golpeó el arca de piedra con su vara; aquélla respondió con una
resonancia. Ninurta ordenó que se sacara la Piedra Gug, que determina las direcciones;
se llevó hasta un lugar de su elección.


Bajando por la gran galería, Ninurta examinó los veintisiete pares de cristales de Nibiru. Muchos de ellos habían sido dañados en su combate con Marduk; algunos
habían sobrevivido intactos a la contienda. Ninurta ordenó que se sacaran los que estaban enteros de sus ranuras, los
otros los pulverizó con su rayo. Fuera de la Casa Que Como una Montaña Es, Ninurta se remontó en el
cielo con su Pájaro Negro, prestó atención a la Piedra Ápice; representaba la personificación de su enemigo.

 

Con sus armas la soltó, hasta el suelo se derrumbó hecha pedazos.
¡Con esto, termina para siempre el temor a Marduk!, declaró Ninurta victorioso. En el campo de batalla, los Anunnaki reunidos anunciaron sus alabanzas
a Ninurta:
¡Como Anu estás hecho!, le gritaron a su héroe y líder. Para sustituir a la incapacitada baliza se eligió un monte cercano al Lugar
de los Carros Celestiales,
en sus entrañas se redispusieron los cristales rescatados. En su cima se instaló la Piedra Gug, la Piedra de Dirección; al monte se le llamó Monte Mashu, Monte de la Barca Celestial Suprema. Por entonces, Enlil convocó a sus tres hijos; Ninlil y Ninharsag también
asistieron. Se reunieron para confirmar los mandatos sobre las tierras de antaño, para
asignar señoríos sobre las nuevas tierras. A Ninurta, que había vencido a Anzu y a Marduk, se le concedieron los
poderes de la Enlildad, para sustituir a su padre en todas las tierras. A Ishkur se le concedió el señorío del Lugar de Aterrizaje, en las Montañas
de los Cedros,
uniendo así el Lugar de Aterrizaje a sus dominios del norte. Las tierras al sur y al este de allí, donde se habían extendido los Igigi y sus
descendientes, se le dieron a Nannar como dote imperecedera, para que las custodiaran
y conservaran sus descendientes y seguidores. La península donde estaba el Lugar de los Carros se incluyó en las tierras
de Nannar, a Utu se le confirmó como comandante del Lugar y del Ombligo de la
Tierra. En la Tierra de los Dos Estrechos, como se acordó, Enki asignó el señorío
a Ningishzidda. Ninguno de los otros hijos de Enki puso objeciones a esto; ¡pero Inanna se
opuso a ello!


Inanna reivindicó la herencia de Dumuzi, su novio fallecido, a Enki y a Enlil les exigió un dominio para ella sola. Los líderes contemplaron cómo satisfacer las demandas de Inanna,
pidieron consejo sobre las tierras y los pueblos a los Grandes Anunnaki que decretan los hados,
intercambiaron palabras con Anu respecto a la Tierra y a sus reasentamientos.


Habían pasado casi dos Shars desde los tiempos del Diluvio, la Gran Calamidad,
los Terrestres habían proliferado, desde las tierras montañosas volvían a las tierras bajas.
Eran descendientes de la Humanidad Civilizada a través de Ziusudra, estaban entremezclados con la simiente de los Anunnaki.


Los descendientes de los Igigi que se habían mezclado con humanas también estaban por ahí, en las tierras distantes sobrevivían los parientes de Ka-in.
Pocos y nobles eran los Anunnaki que habían llegado de Nibiru, pocos eran sus descendientes perfectos.
Los Grandes Anunnaki consideraron cómo establecer asentamientos para ellos mismos y para los Terrestres,
cómo mantener su nobleza sobre la Humanidad, como hacer que los muchos obedecieran y sirvieran a los pocos.


Los líderes intercambiaron palabras con Anu acerca de todo esto, acerca del futuro.
Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba venir.

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