¡Alabad a Ninharsag, la pacificadora en la Tierra!, proclamaron al
unísono los Anunnaki.
Durante el primer Shar después del Diluvio, Ninharsag se las ingenió
para atemperar los humores;
Nibiru, a la que había que reabastecer de oro, estaba por encima de
ambiciones y rivalidades.
Lentamente, la Tierra volvió a inundarse de vida; con las simientes
de vida
que preservara Enki, lo que había sobrevivido por sí solo se
acrecentó en la tierra, en el aire
y en las aguas.
¡Pero lo más precioso de todo, descubrieron los Anunnaki, fueron los
propios remanentes de la Humanidad!
Como en los días pasados, cuando fueron creados los Trabajadores
Primitivos,
los Anunnaki, pocos y agotados, clamaron de nuevo por Trabajadores
Civilizados.
Para cuando terminó el primer Shar después del Diluvio, la pacífica
tregua se hizo pedazos a causa de un acontecimiento inesperado.
La erupción fue ahora entre los clanes de Marduk y Ninurta, no entre
los de Enki y Enlil:
entre los propios hijos de Marduk, ayudados por los Igigi, se rompió
la tranquilidad.
Durante el tiempo que Marduk, Sarpanit y sus hijos esperaban en
Lahmu a causa del Diluvio,
los dos hijos varones, Asar y Satu, se encapricharon de las hijas de
Shamgaz, el líder Igigi cuando volvieron a la Tierra, los dos
hermanos se casaron con las dos hermanas,
Asar eligió a la llamada Asta, Satu con la llamada Nebat se
prometió.
Asar optó por vivir con su padre Marduk en las tierras oscuras,
Satu hizo su morada en el Lugar de Aterrizaje, donde moraban los
Igigi, con Shamgaz.
Shamgaz estaba preocupado con los dominios en la Tierra: ¿Dónde
serán
señores los Igigi? Así incitaba Shamgaz a los otros Igigi, de lo
cual Nebat le hablaba a Satu
a diario;
¡Estando con su padre, Asar será el único sucesor, heredará las
tierras fértiles!
Así le decían Shamgaz y su hija Nebat a Satu día tras día. Padre e
hija tramaban cómo retener la sucesión sólo en manos de Satu. En un
día propicio hicieron un banquete; a él invitaron a Igigi y a
Anunnaki. Asar, sin sospechar nada, también llegó para celebrar con
su hermano. Nebat, la hermana de su esposa, preparó las mesas,
también puso escabeles a los pies,
Nebat se embelleció; con una lira en la mano, cantó una canción al
poderoso Asar. Satu, delante de él, elegía tajadas de carne asada,
con un cuchillo le servía
ceboncillos. Shamgaz, en una gran copa, le ofrecía a Asar vino
nuevo, una mezcla
hecha por él,
en una gran vasija, suficientemente grande como para tomarla en
consideración, le puso vino elixirado.
Asar estaba de buen humor; se puso de pie y cantó alegremente,
acompañándose con címbalos en la mano.
Más tarde, se vio vencido por el vino mezclado, cayó al suelo.
¡Llevémosle para que duerma profundamente!, dijeron los anfitriones
a los
demás en el banquete.
Llevaron a Asar a otra cámara, lo pusieron en un ataúd, cerraron el
ataúd con fuertes precintos, al mar lo arrojaron. Cuando llegó a
Asta la noticia de lo sucedido, elevó lamentos a Mardu el padre de
su marido:
¡Asar fue brutalmente arrojado a las profundidades del mar para que
muriera, hay que encontrar el ataúd con rapidez!
Registraron el mar en busca del ataúd de Asar, lo encontraron a
orillas de la tierra oscura.
En su interior yacía el rígido cuerpo de Asar, el aliento de vida
había partido de las aletas de su nariz.
Marduk desgarró sus ropajes, se puso ceniza en la frente.
¡Hijo mío! ¡Hijo mío!, gritaba y sollozaba Sarpanit, grande era su
pesar y su duelo.
Enki estaba abatido y lloraba: ¡Se ha repetido la maldición de
Ka-in!, dijo a su hijo en su angustia.
Asta elevó un lamento a los alturas, hizo petición a Marduk de un
heredero para vengarse:
¡Satu debe encontrar la muerte. Déjame concebir un sucesor de tu
propia simiente,
que su nombre se recuerde por tu nombre, y el linaje sobreviva!
¡Eso, ay, no se puede hacer!, dijo Enki a Marduk y a Asta:
¡El hermano que asesinó, el hermano del hermano debe ser custodio,
por esto se le debe perdonar la vida a Satu, de su simiente debes
concebir un heredero para Asar!
Asta quedó desconcertada por estos giros del destino; muy turbada,
tomó la determinación de desafiar las normas.
Antes de que el cuerpo de Asar fuera envuelto y, en el sudario,
preservado en un santuario,
de su falo, Asta extrajo la simiente de vida de Asar.
Con ésta, Asta concibió, un heredero y un vengador de Asar nació.
A Enki y a sus hijos, a Marduk y a sus hermanos, Satu dijo:
¡Soy el único heredero y sucesor de Marduk, de la Tierra de los Dos
Estrechos seré el señor!
Ante el consejo de los Anunnaki refutó Asta la reclamación: Estoy
con el heredero de Asar, con su hijo.
Entre los juncos del río se ocultó con el niño, para evitar la ira
de Satu; Horon llamó al niño, lo educó para que fuera el vengador de
su padre. Satu estaba desconcertado con esto; Shamgaz no abandonaba
sus ambiciones.
De año terrestre en año terrestre, los Igigi se propagaban desde el
Lugar de
Aterrizaje, hasta los confines de Tilmun, la región sagrada de
Ninharsag, se llegaron
a acercar. Los Igigi y sus Terrestres amenzaban con invadir el Lugar
de los Carros
Celestiales.
En las tierras oscuras, el niño Horon se convirtió en un héroe con
los rápidos ciclos vitales de la Tierra,
Horon fue adoptado por su tío abuelo Gibil, él lo entrenó y lo
instruyó.
Gibil forjó para él unas sandalias aladas para remontarse en el
aire, era capaz de volar como un halcón;
Gibil hizo un arpón divino para él, sus flechas eran proyectiles.
En las tierras altas del sur, Gibil le enseñó las artes de los
metales y de la
herrería.
Gibil le reveló a Horon el secreto de un metal llamado hierro. De
él, hizo armas Horon, de Terrestres leales levantó un ejército.
Marcharon hacia el norte, a través de tierra y río, para desafiar a
Satu y
a los Igigi. Cuando Horon y su ejército de Terrestres llegaron a la
frontera de Tilmun,
la Tierra de los Proyectiles, Satu le envió a Horon un desafío:
¡Sólo entre nosotros dos es el conflicto, encontrémonos en la lucha
uno
a uno! En los cielos de Tilmun, Satu esperó en su Torbellino el
combate con
Horon.
Cuando Horon se remontó en el cielo como un halcón hacia él, Satu le
disparó un dardo envenenado, como el aguijón de un escorpión
cayó sobre Horon.
Cuando Asta vio esto, lanzó un grito al cielo, invocó a
Ningishzidda. Ningishzidda bajó desde su barco celestial, llegó para
salvar al héroe para
su madre. Con poderes mágicos, Ningishzidda convirtió el veneno en
benévola
sangre, a la mañana siguiente, Horon estaba curado, había vuelto de
entre lo"
muertos.
Después, con un Pilar ígneo, como un pez celestial con aletas y una
cola de fuego,
Ningishzidda proveyó a Horon, los ojos del Pilar cambiaban sus
colores del azul al rojo y al azul.
Horon se elevó en el Pilar ígneo hacia el triunfante Satu.
Se persiguieron por todas partes; fiera y mortal fue la batalla.
Al principio, el Pilar ígneo de Horon recibió un impacto; después,
Horon alcanzó a Satu con su arpón.
Satu se estrelló contra el suelo; Horon lo maniató.
Cuando Horon llegó ante el consejo con su tío cautivo,
vieron que estaba ciego, con los testículos aplastados, se aguantaba
en pie como un cántaro desechado.
¡Que Satu viva ciego y sin herederos! Así dijo Asta al consejo.
El consejo determinó su suerte, que terminara sus días como un
mortal, entre los Igigi.
Se declaró a Horon triunfador, para heredar el trono de su padre;
sobre una tablilla de metal se inscribió la decisión del consejo, en
el Salón de Registros la pusieron.
En su morada, Marduk estaba complacido con la decisión; pero estaba
apenado por lo que había sucedido:
Aunque Horon, un hijo de Asar, su hijo era, de Shamgaz el Igigi era
descendiente,
un dominio, uno como los asignados a los Anunnaki, no se le había
dado a él.
Después de perder a sus dos hijos, Marduk y Sarpanit buscaban solaz
uno en otro.
Con el tiempo, otro hijo les nacería; le llamaron Nabu, el Poseedor
de la Profecía.
Viene ahora el relato de por qué se construyó en la lejanía un nuevo
lugar de los carros,
y del amor de Dumuzi e Inanna, que Marduk rompió con la muerte de
Dumuzi. Fue después de la lucha entre Horon y Satu, y su batalla
aérea sobre Tilmun,
cuando Enlil convocó a sus tres hijos en consejo.
Con preocupación por lo que estaba sucediendo, les dijo: En el
principio, los Terrestres se hicieron a nuestra imagen y semejanza,
¡ahora, los descendientes de los Anunnaki se han hecho a imagen y
semejanza de los Terrestres! ¡Entonces, fue Ka-in el que mató a su
hermano, ahora un hijo de Marduk
es el asesino de su hermano!
¡Por vez primera, un descendiente de los Anunnaki ha levantado un
ejército de Terrestres,
ha puesto en sus manos armas de un metal, secreto de los Anunnaki!
Desde los días en que Alalu y Anzu pusieron a prueba nuestra
legitimidad, los Igigi no han dejado de provocar trastornos y de
romper las reglas. Ahora, los picos baliza están situados en los
dominios de Marduk, el Lugar
de Aterrizaje está en manos de los Igigi, ahora, los Igigi están
avanzando hacia el Lugar de los Carros, ¡dicen que, en nombre de
Satu, van a establecerse en todas las instalaciones del
Cielo-Tierra!
Así dijo Enlil a sus tres hijos, les propuso tomar medidas contra
ello: ¡Tenemos que establecer en secreto una instalación alternativa
Cielo-Tierra! ¡Que se establezca en la tierra de Ninurta más allá de
los océanos, en
medio de Terrestres de confianza! Así se puso la misión secreta en
manos de Ninurta; en las tierras montañosas más allá de los océanos,
junto al gran lago, levantó un nuevo Enlace Cielo-Tierra, lo puso en
el interior de un recinto; a los pies de las montañas donde se
esparcían las pepitas de oro, eligió una planicie de suelo firme;
sobre ella hizo marcas para el ascenso
y el descenso.
¡Las instalaciones son primitivas, pero servirán para su propósito!
A su debido tiempo, Ninurta declaró a su padre Enlil: ¡Desde allí
pueden continuar los envíos de oro a Nibiru, desde allí, en caso
de necesidad, también podemos ascender! En aquel tiempo, lo que
comenzó como una bendición, terminó como un
hecho horrible.
En aquel tiempo, Dumuzi, el hijo más joven de Enki, se encaprichó de
Inanna, la hija de Nannar;
Inanna, nieta de Enlil, quedó cautivada por el señor del pastoreo.
Un amor que no conoce límites los devoró, la pasión inflamó sus
corazones. Muchas de las canciones de amor que, a partir de
entonces, se cantaron
durante mucho tiempo
Inanna y Dumuzi fueron los primeros en cantarlas, narraron su amor a
través de las canciones. A Dumuzi, su hijo más joven, Enki le asignó
un gran dominio por encima
del Abzu; Meluhha, la Tierra Negra, se llamaba, allí crecían árboles
de tierras altas,
sus aguas eran abundantes. Grandes toros vagaban entre las cañas de
su río, muy numeroso era su
ganado,
llegaba plata de sus montañas, su cobre brillaba como el oro. Dumuzi
era muy amado; tras la muerte de Asar, era el favorito de Enki. Pero
Marduk estaba celoso de su hermano más joven. Inanna era muy amada
por sus padres, Nannar y Ningal, Enlil se sentaba
junto a su cuna. Era hermosa, más allá de toda descripción, competía
en artes marciales
con los héroes Anunnaki.
De viajes en los cielos y de barcos celestiales había aprendido con
su hermano Utu; los Anunnaki le regalaron una nave celeste, para que
deambulara por los
cielos de la Tierra. Después del Diluvio, en la Plataforma de
Aterrizaje, Dumuzi e Inanna
pusieron los ojos uno en otro;
la dedicación de los montes artificiales fue para ellos un cálido
encuentro. Al principio, estaban indecisos, él del clan de Enki,
ella del linaje de Enlil. Cuando Ninharsag trajo la paz entre los
clanes en disputa, Inanna y Dumuzi se las ingeniaron para estar
juntos lejos de los demás, se
dedicaron a amarse.
Mientras paseaban juntos, se decían palabras dulces de amor uno a
otro. Yacían uno al lado del otro, el corazón de uno conversaba con
el corazón
del otro; Dumuzi rodeó con su brazo la cintura de ella, deseaba
tomarla como un
toro salvaje,
¡Deja que te enseñe! ¡Deja que te enseñe!, decía Dumuzi a Inanna.
Suavemente, ella lo besó, y luego le habló de su madre: ¿Qué mentira
podría contarle a mi madre? ¿Qué le contarás tú a Ningal?
¡Hablémosle a mi madre de nuestro amor! ¡De contenta, rociará
perfume
de cedro sobre nosotros!
Los amantes fueron al lugar donde vivía Ningal, la madre de Inanna,
Ningal les dio su bendición, la madre de Inanna aprobó a Dumuzi.
¡Señor Dumuzi, eres digno como yerno de Nannar!, le dijo. El mismo
Nannar dio la bienvenida a Dumuzi como novio; Utu, el hermano de
Inanna, dijo ¡Así sea! ¡Quizá sus desposorios traigan verdaderamente
la paz entre los clanes!, les
dijo Enlil a todos. Cuando Dumuzi le habló a su padre y a sus
hermanos de su amor y de su
compromiso,
Enki también pensó en la paz a través de los desposorios, le dio su
bendición a Dumuzi. De los hermanos de Dumuzi, todos excepto Marduk
se alegraron con la
noticia.
Gibil forjó un lecho de esponsales de oro, Nergal envió piedras
lapis azuladas. Dulces dátiles, la fruta favorita de Inanna,
pusieron en un montón junto al
lecho,
bajo la fruta escondieron las cuentas de lapis para que Inanna las
descubriera.
Como era costumbre, se envió a una hermana de Dumuzi para que
perfumara y vistiera a Inanna,
Geshtinanna, la-que-ha-de-ser-cuñada, era su nombre. A ella le
reveló Inanna lo que había en su corazón, de su futuro con
Dumuzi le dijo: ¡Tengo la visión de una gran nación, Dumuzi se
elevará como un Gran
Anunnaki.
Su nombre será exaltado sobre los demás, yo seré su esposa-reina.
Compartiremos un estatus principesco, juntos someteremos a los
países
rebeldes, yo le daré estatus a Dumuzi, dirigiré el país rectamente!
Geshtinanna dio cuenta a su hermano Marduk de las visiones de
gobierno
y gloria de Inanna.
Marduk se inquietó enormemente con las ambiciones de Inanna; a
Geshtinanna le contó un plan secreto.
Geshtinanna fue hasta su hermano Dumuzi, a la morada del pastor.
Encantadora a la vista y perfumada, le dijo así a su hermano Dumuzi:
¡Antes de que tu joven esposa duerma entre tus brazos, debes tener
un heredero legítimo, nacido de una hermana! ¡El hijo de Inanna no
tendrá derecho a la sucesión, no crecerá sobre las
rodillas de tu madre!
Ella puso la mano de él en su mano, apretó su cuerpo contra el suyo.
¡Hermano mío, yo yaceré contigo! ¡Novio, contigo tendremos un par de
Enki! Así le susurró Geshtinanna a Dumuzi, para que surgiera algo
noble de su
vientre. En su vientre derramó Dumuzi el semen, y luego se quedó
dormido con las
caricias de ella. Durante la noche, Dumuzi tuvo un sueño, visualizó
una premonición de
muerte:
En el sueño, vio a siete bandidos malvados que entraban en su
morada. ¡El Señor nos ha enviado a por ti, hijo de Duttur!, le
decían. Ahuyentaban a sus ovejas, se llevaban a sus corderos y sus
cabritos, le quitaban su tocado de señorío, le arrancaban de su
cuerpo la túnica real, le quitaban y le rompían el báculo de
pastoreo, arrojaban al suelo su copa. Desnudo y descalzo se lo
llevaban preso, le ponían grilletes en las manos, lo dejaban
moribundo en nombre del Halcón y el Pájaro Principesco.
Inquieto y asustado se despertó Dumuzi en mitad de la noche, le
contó su
sueño a Geshtinanna.
¡El sueño no es favorable!, le dijo Geshtinanna al turbado Dumuzi.
¡Marduk te acusará de haberme violado, enviará a emisarios malvados
para que te arresten.
Ordenará que se te juzgue y se te deshonre, para desunir la relación
con una enlilita!
Dumuzi gritó como una bestia herida: ¡Traición! ¡Traición!, gritó.
A Utu, el hermano de Inanna, ¡Ayúdame!, envió palabra; pronunció el
nombre de su padre Enki como un talismán.
Dumuzi escapó a través del desierto de Emush, el Desierto de las
Serpientes, corrió para ocultarse de los malhechores hasta el lugar
de las poderosas
cataratas. Donde las abundantes aguas hacen lisa y resbaladiza las
rocas, Dumuzi
resbaló y cayó; la avalancha de agua destrozó entre la blanca espuma
su cuerpo sin vida.
Viene ahora el relato del descenso de Inanna hasta el Bajo Abzu,
y la Gran Guerra Anunnaki, y cómo Marduk fue encerrado vivo en el
Ekur.
Cuando Ninagal recuperó el cuerpo sin vida de Dumuzi de las aguas
del
gran lago,
se llevó el cuerpo hasta la morada de Nergal y Ereshkigal en el Bajo
Abzu. Sobre una losa de piedra se puso el cadáver de Dumuzi, un hijo
de Enki. Cuando se envió a Enki palabra de lo que había sucedido,
Enki se desgarró la ropa, se puso cenizas en la frente. ¡Hijo mío!
¡Hijo mío!, se lamentó por Dumuzi. ¿Qué pecado he cometido
para ser así castigado?, preguntó en voz alta. Cuando vine de Nibiru
a la Tierra, EA, Aquel Cuyo Hogar Es Aguas, era
mi nombre, con agua obtenían su fuerza de propulsión los Carros
Celestiales, en las
aguas me zambullí;
después, una avalancha de agua barrió la Tierra, en las aguas se
ahogó mi nieto Asar, ¡por las aguas está muerto ahora mi
amado Dumuzi!
Todo lo que he hecho, lo hice con propósitos justos. ¿Por qué soy
castigado? ¿Por qué se ha vuelto contra mí el Hado? Así lloraba y se
lamentaba Enki.
Cuando a través de Geshtinanna se descubrió la veracidad de lo
sucedido, la angustia de Enki se hizo aún mayor: ¡Ahora, Marduk, mi
primogénito,
también sufrirá por su propia acción!
Inanna se preocupó y, luego, lloró por la desaparición y la muerte
de Dumuzi;
después, fue velozmente hasta el Bajo Abzu, para enterrar el cuerpo
de
Dumuzi. Cuando Ereshkigal, su hermana, supo de la llegada de Inanna
a las puertas
del recinto,
Ereshkigal sospechó de un retorcido plan por parte de Inanna. En
cada una de las siete puertas, a Inanna se le quitó uno de los
pertrechos
y de las armas que llevaba,
después, desnuda e indefensa ante el trono de Ereshkigal, ¡fue
acusada de intrigar para tener un heredero de Nergal, hermano de
Dumuzi! Temblando de fiíria, Ereshkigal no quiso escuchar las
explicaciones de su
hermana. ¡Suelta contra ella las sesenta enfermedades!, le ordenó
furiosa a su visir,
Namtar.
Con la desaparición de Inanna en el Bajo Abzu se preocuparon
enormemente sus padres,
Nannar fue con el asunto a Enlil, Enlil le mandó un mensaje a Enki.
Enki supo lo que había sucedido por Nergal, su hijo, esposo de
Ereshkigal, con arcilla del Abzu, Enki forjó dos emisarios, seres
sin sangre, inmunes
a los rayos de la muerte,
los envió al Bajo Abzu para traer de vuelta a Inanna, viva o muerta.
Cuando llegaron ante Ereshkigal, Ereshkigal quedó confundida con su
aspecto:
¿Sois Anunnaki? ¿Sois Terrestres?, les preguntó desconcertada.
Namtar dirigió contra ellos las armas mágicas de poder, pero
salieron
indemnes los dos.
Tomaron el cuerpo sin vida de Inanna, estaba colgando de una estaca.
Los emisarios de arcilla dirigieron sobre el cadáver un Pulsador y
un
Emisor, después rociaron sobre ella el Agua de Vida, pusieron en su
boca la Planta
de la Vida. Después, Inanna se movió, abrió los ojos; Inanna se
levantó de entre los
muertos. Cuando los dos emisarios estaban preparados para llevar a
Inanna al
Mundo Superior,
Inanna les ordenó que tomaran también el cuerpo sin vida de Dumuzi.
ni* En las siete puertas del Bajo Abzu se le devolvieron a Inanna
sus pertrechos y atributos.
A la morada de Dumuzi, en la Tierra Negra, ordenó a los emisarios
que llevaran al amante de su juventud,
para lavarlo con agua pura, para ungirlo con dulce aceite, para
envolverlo después en un sudario rojo, y ponerlo sobre una losa de
lapis; luego, labró para él un lugar de descanso en las rocas, para
esperar allí el
Día del Surgimiento.
En cuanto a ella misma, Inanna se dirigió hacia la morada de Enki,
quería la retribución por la muerte de su amado, exigía la muerte de
Marduk, el culpable. ¡Ya ha habido suficiente muerte!, le dijo Enki.
¡Marduk fue el instigador,
pero no cometió asesinato! Cuando Inanna supo que Enki no iba a
castigar a Marduk, Inanna fue a sus
padres y a su hermano. Elevó sus lamentos al alto cielo: ¡Justicia!
¡Venganza! ¡Muerte a Marduk!,
pidió. En la morada de Enlil se reunieron sus hijos, Inanna y Utu,
se reunieron
para un consejo de guerra. Ninurta, el que había derrotado al
rebelde Anzu, argumentó a favor de
fuertes medidas;
Utu les informó de palabras secretas intercambiadas entre Marduk y
los Igigi-¡De Marduk, una serpiente maligna, debe liberarse la
Tierra!, Enlil coincidió con ellos.
Cuando se envió la demanda de la rendición de Marduk a Enki, su
padre, Enki convocó en su morada a Marduk y al resto de sus hijos.
¡Aunque aún lloro a mi amado Dumuzi, debo defender los derechos de
Marduk! Aunque Marduk instigó el mal, por un mal hado, no por mano
de Marduk,
murió Dumuzi; Marduk es mi primogénito, Ninki es su madre, está
destinado para la
sucesión, ¡Debemos protegerle todos de la muerte a manos de la banda
de Ninurta!
Así dijo Enki.
Sólo Gibil y Ninagal tuvieron en cuenta la llamada de su padre;
Nin-gishzidda se opuso,
Nergal vacilaba: ¡Sólo ayudaré si se encuentra en un peligro
mortal!, dijo.
Fue después de eso que una guerra, de desconocida ferocidad, estalló
entre los dos clanes.
Fue diferente de la contienda entre Horon y Satu, descendientes de
Terrestres:
una batalla entre Anunnaki, nacidos en Nibiru entre ellos, se desató
en otro planeta.
La guerra comenzó por medio de Inanna, que cruzó con su nave celeste
los dominios de los hijos de Enki;
Inanna desafió a combatir a Marduk, le persiguió hasta los dominios
de Ninagal y de Gibil.
Para ayudarla, Ninurta disparó los rayos fulminantes de su Pájaro de
la Tormenta contra las fortalezas del enemigo,
Ishkur atacó desde los cielos con relámpagos abrasadores y truenos
demoledores.
En el Abzu, barrió los peces de los ríos, dispersó el ganado por los
campos. Marduk se retiró hacia el norte, al lugar de los montes
artificiales; persiguiéndole, Ninurta roció con proyectiles
venenosos las moradas.
con su Arma Que Despedaza les robó los sentidos a las gentes de
aquellas tierras,
los canales que llevaban las aguas del río se volvieron rojos de
sangre;
los resplandores de Ishkur convertían la oscuridad de las noches en
días llameantes.
Mientras las devastadoras batallas avanzaban hacia el norte, Marduk
se aposentó en el mismo Ekur,
Gibil diseñó un escudo invisible para éste, Nergal elevó hasta el
cielo su ojo que todo lo ve.
Inanna atacó el lugar oculto con un Arma de Brillantez, dirigida con
un cuerno;
Horon llegó para defender a su abuelo; la Brillantez le dañó el ojo
derecho. Mientras Utu mantenía a distancia más allá de Tilmun a los
Igigi y a sus hordas de Terrestres,
los Anunnaki, los que apoyaban a uno y a otro clan, entablaban
batalla a los pies de los montes artificiales.
¡Que se rinda Marduk, que termine el derramamiento de sangre! Estas
palabras le transmitió Enlil a Enki. ¡Que hablen hermano con
hermano!, le envió un mensaje Ninharsag
a Enki.
En su guarida, dentro del Ekur, Marduk seguía desafiando a sus
perseguidores,
de la Casa Que Como una Montaña Es hizo su último baluarte. Inanna
no podía superar la inmensa estructura de piedra, sus costados lisos
desviaban las armas de ella. Después, Ninurta se enteró de que había
una entrada secreta, ¡encontró una
piedra giratoria en el lado norte!
Ninurta atravesó un oscuro corredor, llegó a la gran galería, su
bóveda relucía como un arcoiris con las multicolores emisiones de
los
cristales. En el interior, alertado por la intrusión, Marduk
esperaba a Ninurta con las
armas dispuestas; respondiendo con armas, destrozando los
maravillosos cristales, Ninurta
siguió subiendo por la galería. Marduk se retiró hasta la cámara
superior, hasta el lugar de la Gran Piedra
Pulsante,
En su entrada, Marduk bajó los cierres de piedras descendentes, que
impedían cualquier entrada.
Inanna e Ishkur siguieron a Ninurta al interior del Ekur; se
pusieron a pensar qué podían hacer. ¡Que la hermética cámara oculta
sea el ataúd de piedra de Marduk!, les
dijo Ishkur.
Ishkur prestó atención a los tres bloques de piedra, dispuestos para
deslizarse hacia abajo.
¡Que muera lentamente, siendo enterrado vivo, sea la sentencia de
Marduk!, Inanna dio su consentimiento.
Al final de la galería soltaron los tres los bloques de piedra, cada
uno de ellos hizo descender una piedra para taponar, para encerrar a
Marduk como en una tumba.
Viene ahora el relato de cómo Marduk fue salvado y partió hacia el
exilio, y de cómo se desmanteló el Ekur y se redispuso el señorío
sobre las tierras. Lejos del Sol y de la luz, sin comida ni agua,
Marduk fue enterrado vivo
dentro del Ekur;
Sarpanit, su esposa, elevó un lamento por su prisión y castigo sin
juicio. Acudió a Enki, su suegro, llegó a él con su joven hijo Nabu.
¡Marduk debe ser devuelto para estar entre los vivos!, le dijo
Sarpanit
a Enki.
Él la envió a Utu y a Nannar, que podían interceder ante Inanna.
Poniéndose un vestido de expiación, rogó ¡Dadle la vida al señor
Marduk! ¡Dejadle que siga viviendo humildemente, dejará a un lado el
gobierno! Inanna no se aplacó. ¡Por la muerte de mi amado, el
Instigador debe
morir!, replicó Inanna.
Ninharsag, la pacificadora, convocó a los hermanos Enki y Enlil,
¡Marduk debe ser castigado, pero no merece la muerte!, les dijo.
¡Viva Marduk en el exilio, que entregue a Ninurta la sucesión en la
Tierra!
Enlil se sintió complacido con sus palabras y sonrió: ¡Ninurta era
su hijo, de Ninurta ella era la madre!
Si entre sucesión y vida tengo que elegir, ¿qué puedo yo, un padre,
decir?
Así respondió Enki, con el corazón dolido. En mis tierras se ha
extendido la desolación,
la guerra debe terminar, por Dumuzi todavía estoy de luto; ¡que
Marduk viva en el exilio!
¡Si la paz debe volver y Marduk vivir, tenemos que llegar a acuerdos
vinculantes!, le dijo Enlil a Enki.
Todas las instalaciones que enlazan cielo y Tierra se deben confiar
sólo a mis manos,
el señorío sobre la Tierra de los Dos Estrechos debes dárselo a otro
de tus hijos.
Los Igigi que siguen a Marduk deben renunciar al Lugar de Aterrizaje
y abandonarlo, ¡en la Tierra Sin Retorno, no habitada por ningún
descendiente de Ziu-
sudra, debe exiliarse Marduk! Así se declaró Enlil, enérgicamente,
pretendiendo ser el principal entre los
hermanos.
Enki reconoció en su corazón la mano del hado: ¡Así sea!, dijo
inclinando
la cabeza. Sólo Ningishzidda conoce las entrañas del Ekur; ¡que sea
él el señor de sus
tierras! Después de que se anunciaran las decisiones de los Grandes
Anunnaki, se
llamó a Ningishzidda para el rescate.
su reto era cómo sacar a Marduk de las entrañas selladas por los
bloques; para liberar al que vivo está enterrado, le dieron una
tarea inconcebible. Ningishzidda contempló los planos secretos del
Ekur, planeó cómo evitar
los bloqueos: ¡Marduk será rescatado a través de una abertura
superior cincelada!, les
dijo a los líderes.
En el lugar que yo les muestre, tallarán una entrada en las piedras,
desde allí, un sinuoso pasadizo les llevará hacia arriba, creando un
conducto de rescate.
Atravesando vanos ocultos proseguirán hasta el centro del Ekur, en
el vórtice de los vanos, a través de las piedras se abrirán paso.
Abrirán una entrada hasta el interior, evitando así los bloqueos;
continuarán por encima de la gran galería, levantarán los tres
bloques de
piedra,
¡y llegarán a la cámara superior, la prisión mortal de Marduk! Más
tarde, los Anunnaki, dirigidos por Ningishzidda, siguieron el plan
esbozado, con herramientas que resquebrajan las piedras hicieron la
abertura, crearon
el conducto de rescate,
llegaron al interior del monte artificial, abrieron una salida.
Evitando los tres bloques de piedra, llegaron a la cámara superior,
sobre una pequeña plataforma levantaron los rastrillos; rescataron a
Marduk desmayado. Con cuidado bajaron al señor por el sinuoso
conducto, le llevaron hasta el
aire fresco;
en el exterior, Sarpanit y Nabu esperaban al esposo y padre; fue una
gozosa reunión.
Cuando a Marduk su padre Enki le transmitió los términos de la
liberación,
Marduk se enfureció: ¡Hubiera preferido morir que renunciar a mi
derecho
de nacimiento!, gritó. Sarpanit confió en sus brazos a Nabu.
¡Nosotros somos parte de tu futuro!,
le dijo ella suavemente. Marduk se enfureció, Marduk se humilló. ¡Me
rindo ante el Hado!, dijo
inaudiblemente.
Con Sarpanit y con Nabu partió hacia una Tierra Sin Retorno, con
mujer e hijo, fue a un tierra donde se cazan bestias con cuernos.
Tras la partida de Marduk, Ninurta volvió a entrar en el Ekur a
través del
conducto,
a través de un corredor horizontal fue hasta la vulva del Ekur. En
su pared oriental, en una hornacina artísticamente labrada, la
Piedra del
Destino emitía una radiación roja. ¡Su poder me atrapa para matarme,
con una atracción mortal me subyuga!,
gritó Ninurta dentro de la cámara.
¡Lleváosla! ¡Destruidla por completo!, gritó Ninurta a sus
tenientes. Desandando sus pasos, Ninurta fue a través de la gran
galería hasta la
cámara más elevada, en un arca ahuecada pulsaba el corazón del Ekur,
la fuerza de su red se
potenciaba con cinco compartimentos. Ninurta golpeó el arca de
piedra con su vara; aquélla respondió con una
resonancia. Ninurta ordenó que se sacara la Piedra Gug, que
determina las direcciones;
se llevó hasta un lugar de su elección.
Bajando por la gran galería, Ninurta examinó los veintisiete pares
de cristales de Nibiru. Muchos de ellos habían sido dañados en su
combate con Marduk; algunos
habían sobrevivido intactos a la contienda. Ninurta ordenó que se
sacaran los que estaban enteros de sus ranuras, los
otros los pulverizó con su rayo. Fuera de la Casa Que Como una
Montaña Es, Ninurta se remontó en el
cielo con su Pájaro Negro, prestó atención a la Piedra Ápice;
representaba la personificación de su enemigo.
Con sus armas la
soltó, hasta el suelo se derrumbó hecha pedazos.
¡Con esto, termina para siempre el temor a Marduk!, declaró Ninurta
victorioso. En el campo de batalla, los Anunnaki reunidos anunciaron
sus alabanzas
a Ninurta:
¡Como Anu estás hecho!, le gritaron a su héroe y líder. Para
sustituir a la incapacitada baliza se eligió un monte cercano al
Lugar
de los Carros Celestiales,
en sus entrañas se redispusieron los cristales rescatados. En su
cima se instaló la Piedra Gug, la Piedra de Dirección; al monte se
le llamó Monte Mashu, Monte de la Barca Celestial Suprema. Por
entonces, Enlil convocó a sus tres hijos; Ninlil y Ninharsag también
asistieron. Se reunieron para confirmar los mandatos sobre las
tierras de antaño, para
asignar señoríos sobre las nuevas tierras. A Ninurta, que había
vencido a Anzu y a Marduk, se le concedieron los
poderes de la Enlildad, para sustituir a su padre en todas las
tierras. A Ishkur se le concedió el señorío del Lugar de Aterrizaje,
en las Montañas
de los Cedros,
uniendo así el Lugar de Aterrizaje a sus dominios del norte. Las
tierras al sur y al este de allí, donde se habían extendido los
Igigi y sus
descendientes, se le dieron a Nannar como dote imperecedera, para
que las custodiaran
y conservaran sus descendientes y seguidores. La península donde
estaba el Lugar de los Carros se incluyó en las tierras
de Nannar, a Utu se le confirmó como comandante del Lugar y del
Ombligo de la
Tierra. En la Tierra de los Dos Estrechos, como se acordó, Enki
asignó el señorío
a Ningishzidda. Ninguno de los otros hijos de Enki puso objeciones a
esto; ¡pero Inanna se
opuso a ello!
Inanna reivindicó la herencia de Dumuzi, su novio fallecido, a Enki
y a Enlil les exigió un dominio para ella sola. Los líderes
contemplaron cómo satisfacer las demandas de Inanna,
pidieron consejo sobre las tierras y los pueblos a los Grandes
Anunnaki que decretan los hados,
intercambiaron palabras con Anu respecto a la Tierra y a sus
reasentamientos.
Habían pasado casi dos Shars desde los tiempos del Diluvio, la Gran
Calamidad,
los Terrestres habían proliferado, desde las tierras montañosas
volvían a las tierras bajas.
Eran descendientes de la Humanidad Civilizada a través de Ziusudra,
estaban entremezclados con la simiente de los Anunnaki.
Los descendientes de los Igigi que se habían mezclado con humanas
también estaban por ahí, en las tierras distantes sobrevivían los
parientes de Ka-in.
Pocos y nobles eran los Anunnaki que habían llegado de Nibiru, pocos
eran sus descendientes perfectos.
Los Grandes Anunnaki consideraron cómo establecer asentamientos para
ellos mismos y para los Terrestres,
cómo mantener su nobleza sobre la Humanidad, como hacer que los
muchos obedecieran y sirvieran a los pocos.
Los líderes intercambiaron palabras con Anu acerca de todo esto,
acerca del futuro.
Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba
venir.