Anu decidió ir a la Tierra una vez más; con Antu, su esposa, deseaba
venir. Mientras esperaban su llegada, los Anunnaki comenzaron a
reestablecer sus moradas en el Edin.
Desde las tierras montañosas, donde moraban los descendientes de
Sem, las gentes de cabeza negra emigraron a las tierras de antaño.
Sobre el terreno recién desecado, los Anunnaki les dejaron
asentarse, para que proveyeran de alimentos para todos.
Donde antes del Diluvio se había levantado Eridú, la primera ciudad
de Enki, sobre montones de lodo y cieno se diseñó una nueva Eridú.
En su centro, sobre una plataforma elevada, se construyó una morada
para Enki y Ninki,
se la llamó Casa del Señor Cuyo Retorno Es Triunfante; se adornó con
oro, plata y metales preciosos que proporcionaron los hijos de Enki.
Arriba, en un círculo que señalaba hacia el cielo, se plasmaron las
doce constelaciones por sus signos.
Abajo, al igual que en el Abzu, fluían las aguas llenas de peces.
En un santuario, un lugar donde no podían entrar los que no eran
invitados, Enki guardaba las fórmulas ME.
Para Enlil y Ninlil se fundó una nueva Nibru-ki sobre el lodo y el
cieno;
en mitad de las moradas del pueblo, de los rediles
y los establos, se amuralló un recinto sagrado.
En su interior se construyó una morada para Enlil y Ninlil, en siete
niveles se elevaba;
una escalinata, que parecía ascender al cielo, llevaba hasta la
plataforma más elevada.
Allí guardaba Enlü sus Tablillas de los Destinos, con sus armas se
protegían: el Ojo Elevado que explora las tierras, el Rayo Elevado
que todo lo penetra. En el patio, en su propio recinto, se guardaba
el veloz Pájaro-celeste de Enlil.
Mientras se aproximaba la llegada de Anu y Antu, se seleccionó un
nuevo lugar para su estancia en el Edin, que no fuera ni de Enlil ni
de Enki.
Unug-ki, el Lugar Encantador, se le llamó. Se plantaron árboles de
sombra, y en mitad se construyó una estructura de un blanco puro, la
Casa de Anu. Su exterior se elevaba en siete niveles; su interior
era como la residencia de un rey. Cuando llegó a la Tierra el carro
celestial de Anu, las naves celestes de los
Anunnaki se elevaron hacia él; se le dirigió para que aterrizara a
salvo en el Lugar de los Carros, en
Tilmun.
Utu, el comandante del Lugar, dio la bienvenida a la Tierra a sus
bisabuelos. Los tres hijos de Anu, Enlil, Enki y Ninharsag estaban
allí para recibirles. Se abrazaron y se besaron, rieron y lloraron.
¡Qué larga, qué larga ha sido la separación! Se decían unos a otros.
Se miraban unos a otros, examinando el paso del tiempo: ¡Aunque
mayores en Shars eran los padres, parecían más jóvenes que los
hijos! A los dos hijos se les veía viejos y con barba; Ninharsag, en
otro tiempo bella, estaba encorvada y arrugada.
Los cinco estaban cubiertos de lágrimas; se mezclaban las lágrimas
de alegría con las lágrimas de pesar.
En naves celestes fueron llevados al Edin los invitados y sus
anfitriones, las naves celestes aterrizaron en un lugar preparado
junto a Unug-ki. Todos los Anunnaki que habían quedado en la Tierra
estaban de pie como guardia de honor. ¡Salve y bienvenidos! ¡Salve y
bienvenidos!, gritaban al unísono para Anu y Antu.
Después, los Anunnaki acompañaron a los invitados en procesión,
cantando y tocando música, hasta la Casa de Anu.
En la Casa de Anu, Anu se lavó y descansó, más tarde se perfumó y se
vistió;
Antu fue escoltada por las mujeres Anunnaki hasta la Casa del Lecho
Dorado;
en un patio abierto, mientras la brisa de la tarde hacía crujir las
hojas de los árboles,
Anu y Antu se sentaron sobre tronos. Flanqueándoles estaban Enlil,
Enki y Ninharsag.
Los asistentes, Terrestres que iban completamente desnudos,
sirvieron vino y buen aceite;
otros, en un rincón del patio, estaban asando al fuego un toro y un
carnero, regalos de Enlil y Enki.
Se preparó un gran banquete para Anu y Antu, se esperaba la señal en
los cielos para comenzar.
Siguiendo las instrucciones de Enlil, Zumul, que estaba instruido en
materia de estrellas y planetas,
ascendió los niveles de la Casa de Anu para anunciar la aparición de
los planetas en la noche.
En el primer nivel apareció Kishar en los cielos orientales, Lahamu
se vio en el segundo nivel,
Mummu se anunció en el tercer nivel, Anshar surgió en el cuarto
nivel, Lahmu se vio en el quinto nivel, la Luna se anunció desde el
sexto nivel.
Después, a una señal de Zumul, se empezó a cantar el himno El
Planeta de Anu se Eleva en los Cielos,
pues, desde el nivel más alto, el séptimo, se divisó al rojizo
Nibiru.
Los Anunnaki daban palmas y bailaban con la música, danzaban y
cantaban con la música;
cantaban a aquél que aumenta en brillo, al planeta celestial del
señor Anu. A una señal se encendió una hoguera, viéndose de lugar en
lugar se encendieron más hogueras:
¡antes de que terminara la noche, toda la tierra del Edin estaba
encendida con hogueras!
Tras la comida de carne de toro y carne de carnero, de pescado y de
caza, acompañada de vino y cerveza,
se les acompañó a Anu y a Antu a sus dependencias para que pasaran
la noche; Anu y Antu dieron las gracias a todos los Anunnaki.
Durante varios días y noches de la Tierra, Anu y Antu durmieron; al
sexto
día, Anu llamó a sus dos hijos y a su hija. Escuchó sus relatos de
lo acontecido en la Tierra, supo de la paz y de la
guerra.
Anu supo de cómo los Terrestres, que tenían que haber sido
aniquilados por el juramento de Enlil, habían proliferado de nuevo;
Enlil le reveló el descubrimiento de oro en la tierra más allá de
los océanos y el lugar del carro que había allí.
Fue entonces cuando Enki le contó a su padre lo del sueño y la
tablilla de
Galzu.
Anu quedó enormemente desconcertado con esto: ¡Nunca envié a la
Tierra a un emisario secreto con ese nombre! Así dijo Anu a los tres
líderes. Enki y Enlil estaban desconcertados, se miraron perplejos
uno a otro. ¡Debido a Galzu se salvaron Ziusudra y la simiente de
vida!, dijo Enki. ¡Debido a Galzu nos hemos quedado en la Tierra!,
dijo Enlil a su padre. El día que volváis a Nibiru moriréis, nos
dijo Galzu. Incrédulo de esto estaba Anu; ¡el cambio de ciclos,
ciertamente, causaba
estragos, pero se podía curar con elixires! ¿De quién era emisario
Galzu, si no era tuyo?, dijeron al unísono Enki
y Enlil.
¿Quién había querido salvar a los Terrestres, quién hizo que nos
quedáramos en la Tierra?
Ninharsag movió la cabeza lentamente: ¡Galzu apareció por el Creador
de
Todo!
¡La creación de los Terrestres también estaba destinada, de eso debo
maravillarme! Durante un rato, guardaron silencio los cuatro; cada
uno rememoró en su
corazón acontecimientos del pasado. ¡Mientras nosotros decretábamos
hados, la mano del destino dirigía cada
paso! Así dijo Anu. La voluntad del Creador de Todo es evidente: En
la Tierra y para los
Terrestres, sólo emisarios somos. ¡La Tierra pertenece a los
Terrestres, se nos ha utilizado para preservarlos
y para hacerles avanzar! ¡Si ésa es nuestra misión aquí, actuemos de
acuerdo con ello! Así dijo Enki.
Los grandes Anunnaki que decretan los hados intercambiaron consejos
en lo referente a las tierras:
los Grandes Anunnaki decidieron crear regiones civilizadas, para
proporcionar en ellas conocimientos a la Humanidad;
fundar Ciudades de Hombre, crear en ellas recintos sagrados como
morada para los Anunnaki;
establecer la realeza en la Tierra, al igual que en Nibiru, dar
corona y cetro a un hombre escogido;
transmitir a través de él la palabra de los Anunnaki al pueblo,
hacer cumplir el trabajo y la destreza;
establecer en los recintos sagrados un sacerdocio, para servir y dar
culto a los Anunnaki como señores nobles.
Enseñar los conocimientos secretos, transmitir la civilización a la
Humanidad.
Los Anunnaki resolvieron crear cuatro regiones, tres para la
Humanidad, una restringida:
establecer la primera región en la antigua tierra del Edin, bajo el
dominio de Enlil y sus hijos;
para seguir después con la segunda región en la Tierra de los Dos
Estrechos, para que la señorearan Enki y sus hijos;
la tercera región se le concedió a Inanna en una tierra distante,
para que no se mezclara con las otras dos;
la cuarta región, consagrada sólo para los Anunnaki, sería la
península del Lugar de los Carros.
Viene ahora el relato del viaje de Anu a las tierras de más allá de
los océanos,
y de cómo en la Primera Región se reestablecieron ciudades para los
Anunnaki.
Habiendo tomado las decisiones acerca de las cuatro regiones y de
las civilizaciones de la Humanidad,
Anu preguntó por su nieto Marduk. ¡Debo verle de nuevo!, dijo Anu a
los líderes.
¡Si yo mismo causé la cólera de Marduk al invitar a Dumuzi y a
Ningi-shzidda a Nibiru!
se preguntaba Anu; deseaba reconsiderar el castigo de Marduk.
¡Cuando hagas tu viaje a las tierras de más allá de los océanos, se
le dirá
a Marduk que se encuentre contigo! ¡La tierra por donde vaga está en
aquellas partes de la Tierra! Así dijo Enlil
a Anu.
Antes de que la pareja real fuera a las tierras distantes, Anu y
Antu inspeccionaron el Edin y sus tierras; visitaron Eridú y
Nibru-ki, vieron dónde se habían planeado las ciudades
de la primera región.
En Eridú, Enlil se quejó de Enki: ¡Enki guarda para sí las fórmulas
ME! Anu, sentado en el asiento de honor, dijo palabras de alabanza a
Enki: Mi hijo construyó una magnífica casa para sí, hermosamente
sobre una
plataforma está elevada.
Enki dará grandes conocimientos a las gentes que rodean y sirven a
la Casa; ¡ahora, los conocimientos que se guardan en secreto en los
MEs, deben ser
compartidos con los demás Anunnaki!
Enki se sintió violento; le prometió a Anu compartir con todos las
fórmulas divinas. En los días posteriores, Anu y Antu inspeccionaron
las otras regiones en
naves celestes. Después, en el decimoséptimo día, la pareja real
volvió a Unug-ki para
descansar una noche más. A la mañana siguiente, cuando los Anunnaki
más jóvenes llegaron ante
Anu y Antu para ser bendecidos,
Anu se encariñó de su bisnieta Inanna; la estrechó, la abrazó y la
besó. ¡Ténganse en cuenta todas mis palabras!, anunció a los
congregados: ¡Este lugar, después de que nos vayamos, désele a
Inanna como dote, sea mi presente para Inanna la nave celeste en la
cual hemos inspeccionado la Tierra! Con regocijo, Inanna se puso a
bailar y a cantar, sus alabanzas a Anu se
llegarían a cantar como himnos con el paso del tiempo. Después,
despidiéndose de los Anunnaki, Anu y Antu partieron hacia las
tierras de más allá de los océanos;
Enlil y Enki, Ninurta e Ishkur, fueron con ellos a la tierra dorada.
Para impresionar a Anu, el rey, con las grandes riquezas de oro,
Ninurta construyó para Anu y Antu una morada;
sus bloques de piedra, tallados a la perfección, estaban cubiertos
por dentro de oro puro.
¡Un recinto dorado, con flores de cornalina tallada, esperaba a la
pareja real!
A orillas de un gran lago de montaña se erigió la morada.
Se les mostró a los visitantes cómo se recogían las pepitas de oro;
¡Aquí hay oro suficiente para muchos Shars venideros!, dijo Anu
satisfecho.
En un lugar cercano, Ninurta les mostró a Anu y a Antu un montículo
artificial,
Ninurta explicaba cómo se había hecho un lugar para fundir y refínar
metales.
Les mostró cómo se extraía un nuevo metal de las piedras: Anak,
Anunnaki-hecho, lo llamó,
les mostró cómo, al combinarlo con el abundante cobre, había
inventado un fuerte metal.
En el gran lago, desde cuyas costas llegan los metales, Anu y Antu
navegaron;
el Lago de Anak lo llamó Anu, a partir de entonces fue su nombre.
Después, desde las tierras del norte, tierras donde se cazaban
grandes bestias con cuernos,
vino Marduk ante su padre Enki y su abuelo Anu; Nabu, su hijo,
estaba con él.
Cuando Enki preguntó por Sarpanit, Marduk les habló con pesar de su
muerte.
¡Ahora, sólo Nabu queda conmigo!, dijo Marduk a su padre y a su
abuelo.
Anu estrechó contra su pecho a Marduk: ¡Suficiente has sido
castigado!, le dijo;
poniendo la mano derecha en la cabeza de Marduk, Anu bendijo a
Marduk para ser perdonado.
Desde el lugar dorado, arriba en las montañas, todos los que se
habían reunido fueron hasta la llanura de abajo.
Allí, extendiéndose hasta el horizonte, Ninurta había preparado un
nuevo lugar para los carros.
El carro celestial de Anu y Antu estaba allí preparado, cargado
hasta los topes de oro.
Cuando llegó la hora de partir, Anu dijo a sus hijos palabras de
despedida y de guía:
¡Sea lo que sea lo que el Destino pretende de la Tierra y de los
Terrestres,
dejad que así sea!
Si el Hombre, y no los Anunnaki, está destinado a heredar la Tierra,
ayudemos al destino. Dadle el conocimiento a la Humanidad,
enseñadles hasta cierta medida los
secretos del cielo y de la Tierra,
enseñadles leyes de justicia y rectitud, ¡luego partid e iros! Estas
instrucciones dio, fraternalmente, Anu a sus hijos. Una vez más se
estrecharon, se abrazaron y se besaron, y desde el nuevo
lugar de los carros Anu y Antu partieron hacia Nibiru. El primero en
romper el pesaroso silencio fue Marduk; sus palabras llevaban ira:
¿Qué es este nuevo Lugar de los Carros Celestiales?, exigió una
explicación de los demás.
¿Qué ha ocurrido después de mi exilio sin mi conocimiento? Cuando
Enki le habló a Marduk de las decisiones de las cuatro regiones, la
furia de Marduk no conoció límites: ¿Por qué ha de tener Inanna,
causante de la muerte de Dumuzi, su propia región? ¡Las decisiones
han sido tomadas, no se pueden alterar! Así le dijo Enlil
a Marduk.
Volvieron al Edin y a las tierras adyacentes en naves celestes
separadas;
Presintiendo problemas, Enlil dio instrucciones a Ishkur para que se
quedara atrás, para vigilar el oro.
Para conmemorar la visita de Anu, se introdujo una nueva cuenta del
paso
del tiempo: por años de la Tierra, no por Shars de Nibiru, para
contar lo que sucediera
en la Tierra.
En la Era del Toro, dedicada a Enlil, comenzó la cuenta de años de
la Tierra.
Cuando los líderes regresaron al Edin, el lugar de la primera región
civilizada,
los Anunnaki les enseñaron a los Terrestres cómo hacer ladrillos con
el
barro, para con ellos construir ciudades. Pero donde una vez sólo se
habían levantado las ciudades de los Anunnaki,
se levantaron ahora ciudades tanto para ellos como para los
Terrestres, en las nuevas ciudades se consagraron recintos sagrados
para los grandes Anunnaki,
en ellas, se les proporcionó a los Anunnaki nobles moradas, a las
que la
Humanidad llamó Templos;
en ellos, se servía y se daba culto a los Anunnaki como Señores
Nobles, se les honraba con rango-números, la línea sucesoria a la
Humanidad
hicieron saber:
Anu, el celestial, tenía el rango de sesenta, a Enlil se le dio el
rango de cincuenta,
a Ninurta, su hijo principal, Enlil le concedió el mismo rango. El
siguiente en la sucesión era el señor Enki, sostenía el rango de
cuarenta; a Nannar, el hijo de Enlil y Ninlil, se le asignó el rango
de treinta. A su hijo y sucesor, Utu, le tocó el rango de veinte; al
resto de los hijos de los líderes Anunnaki se les concedió el
rango-número de diez. Los rangos de los cincos se compartieron entre
las mujeres Anunnaki y las
esposas.
Después de que se terminaran Eridú y Nibru-ki y sus morada-templos,
se construyó en Lagash el recinto del Girsu para Ninurta, allí se
guardaba
su Pájaro-celeste Negro. Eninnu, Casa de Cincuenta, se le puso por
nombre a la morada-templo de
Ninurta y Bau, su esposa; El Cazador Supremo y el Golpeador Supremo,
armas que le regalara Anu,
protegían el Eninnu. Donde había estado Sippar antes del Diluvio,
encima del suelo-barro, Utu
fundó una nueva Sippar. En el Ebabbar, la Casa Brillante, se levantó
una morada para Utu y su
esposa Aya;
desde allí, Utu promulgó leyes de justicia para la Humanidad. Donde
a causa del lodo-cieno no se pudieron seguir los planos de antaño,
se eligieron nuevos emplazamientos. Adab, un emplazamiento no
distante de Shurubak, se convirtió en el nuevo
centro de Ninharsag. Allí, su morada-templo recibió el nombre de la
Casa del Socorro y del
Conocimiento Sanador;
en su santuario guardó Ninharsag los MEs de cómo se había creado a
los Terrestres.
A Nannar se le proporcionó una ciudad con rectas calles, canales y
muelles; Urim era su nombre,
a su morada-templo se le llamó Casa de la Simiente del Trono,
reflejaba los rayos de la Luna sobre sus tierras.
Ishkur volvió a las tierras montañosas del norte, su morada se llamó
la Casa de las Siete Tormentas;
Inanna residió en Unug-ki, vivía en la morada que Anu le había
regalado.
Marduk y Nabu vivieron en Eridú, en el Edin no tenían sus propias
moradas.
Viene ahora el relato de la primera Ciudad de los Hombres y de la
realeza
en la Tierra, y de cómo Marduk tramó construir una torre y de donde
Inanna robó los
MEs.
En la Primera Región, en las tierras del Edin y en las ciudades con
recintos, sus señores Anunnaki enseñaban trabajos y oficios a los
Terrestres. No mucho después se irrigaron los campos, pronto las
embarcaciones
navegaron por canales y ríos;
rediles y graneros estaban rebosantes, la prosperidad henchía la
tierra. Ki-Engi, Tierra de los Nobles Vigilantes, se llamó a la
Primera Región. Después, se decidió dejar que las gentes de cabeza
negra tuviera una ciudad para ellos mismos;
Kishi, Ciudad Cetro, se llamó, en Kishi comenzó la realeza del
Hombre. Allí, en terreno consagrado, Anu y Enlil implantaron el
Objeto Brillante
Celestial.
En él, Ninurta designó al primer rey, Hombre Poderoso fue su título
real. Para hacerlo centro de la Humanidad Civilizada, Ninurta viajó
a Eridú para obtener de Enki las tablillas ME que conservaban las
fórmulas divinas para la realeza. Con el atuendo adecuado, Ninurta
entró en Eridú con respeto, preguntó por
los ME de la realeza:
Enki, el señor que salvaguarda todos los MEs, concedió a Ninurta
cincuenta MEs. En Kishi, se les enseñó a las gentes de cabeza negra
a calcular con números,
La celestial Nisaba les enseñó a escribir, la celestial Ninkashi les
mostró cómo hacer cerveza.
En Kishi, dirigidos por Ninurta, proliferó el trabajo del horno y la
herrería carretas con ruedas, tirados por asnos machos, se crearon
hábilmente en Kishi.
En Kishi se promulgaron leyes de justicia y de recta conducta.
Fue en Kishi donde el pueblo compuso himnos de alabanza a Ninurta:
de sus heroicas hazañas y victorias cantaban, de su terrorífico
Pájaro Negro cantaban,
de cómo había sometido a los bisontes en tierras lejanas, cómo había
encontrado el metal blanco para mezclarlo con el cobre.
Fue un tiempo glorioso para Ninurta, con la Constelación del Arquero
se le honró.
Mientras tanto, Inanna esperaba su señorío en la Tercera Región,
Mientras tanto, exigía de los líderes sus dominios.
¡La Tercera Región vendrá después de la segunda!, le aseguraban los
líderes.
Después de ver cómo Ninurta había ido a Eridú, cómo había obtenido
el ME de la realeza,
Inanna urdió un plan en su corazón, tramó la obtención del ME de
Enki.
Envió a su doncella de cámara Ninshubur a Eridú, para anunciar una
visita de Inanna.
Al oír esto, Enki dio rápidamente instrucciones a Isimud, su
mayordomo: La doncella, completamente sola, dirige sus pasos hasta
mi ciudad de Eridú, Cuando llegue, completamente sola, hazla entrar
en mis cámaras interiores.
Ponle agua fría para que refresque su corazón, dale pasteles de
cebada con mantequilla,
¡prepara vino dulce, llena vasijas de cerveza hasta el borde!
Cuando Inanna entró sola en la morada de Enki, Isimud siguió las
órdenes de Enki;
después, cuando Enki recibió a Inanna, se vio abrumado por la
belleza de Inanna:
Inanna iba engalanada con joyas, a través de su fino vestido se
revelaba su
cuerpo;
Cuando se inclinaba, Enki admiraba completamente su vulva.
Bebieron vino dulce de las copas de vino, compitieron en beber
cerveza. ¡Enséñame los MEs!, le dijo Inanna a Enki jugueteando,
¡Deja que sostenga un ME en mi mano! Siete veces en el transcurso de
la competición Enki le dejó sostener MEs
a Inanna,
las fórmulas divinas del señorío y la realeza, del sacerdocio y la
escribanía, Enki le dejó sostener a Inanna los MEs del atuendo
amoroso y de la guerra; de la música y el canto, del trabajo de la
madera, los metales y las piedras
preciosas, los noventa y cuatro MEs necesarios para los reinos
civilizados le dio Enki
a Inanna. Sujetando con fuerza sus premios, Inanna se escabulló del
adormilado
Enki; se apresuró en llegar a su Barco del Cielo, dio instrucciones
de elevarse
y alejarse a su piloto. Cuando Isimud despertó a Enki de su sueño,
¡Prende a Inanna!, le dijo
a Isimud. Cuando Enki oyó de Isimud que Inanna ya había partido en
su Barco del
Cielo,
dio instrucciones a Isimud para que persiguiera a Inanna en la nave
celeste de Enki. ¡Tienes que recuperar todos los MEs!, le dijo.
Isimud interceptó el Barco del Cielo de Inanna en las cercanías de
Unug-ki,
la hizo volver a Eridú y enfrentarse a la ira de Enki.
Pero cuando Inanna fue llevada de vuelta a Eridú, los MEs no estaban
con
ella: se los había dado a su doncella de cámara, Ninshubur, a la
Casa de Anu en
Unug-ki se los había llevado Ninshubur. ¡En nombre de mi poder, en
nombre de mi padre Anu, te ordeno que me
devuelvas los MEs!
Así le habló Enki, enfurecido, a Inanna; en su morada la tuvo
cautiva. Cuando oyó esto, Enlil fue a Eridú a enfrentarse con su
hermano. ¡En justicia he obtenido los MEs, el mismo Enki los puso en
mis manos! Así le dijo Inanna a Enlil; verdad que Enki admitió
sumisamente. ¡Cuando llegue a su fin el tiempo de Kishi, la realeza
pasará a Unug-ki-» declaró Enlil.
Cuando Marduk oyó todo esto, se enfureció enormemente, su ira no
conoció límites.
¡Suficiente ha sido mi humillación!, le gritó Marduk a su padre
Enki.
Inmediatamente, exigió de Enlil una ciudad sagrada para sí mismo en
el Edin.
Pero Enlil no tuvo en cuenta la petición de Marduk, y Marduk tomó en
sus propias manos el hado.
Consideró un lugar que había sido seleccionado para la llegada de
Anu, antes de que se decidieran por Unug-ki,
llamó a Nabu, a los Igigi y a sus descendientes desde sus tierras
dispersas, ¡para fundar una ciudad sagrada para Marduk, un lugar
para naves celestes!
Cuando sus seguidores reunidos en el lugar no encontraron piedras
con las que construir,
Marduk les mostró cómo hacer ladrillos y cocerlos al fuego, para que
sirvieran como piedras;
con todo esto, empezaron a construir una torre cuya cima pudiera
alcanzar los cielos.
Enlil se apresuró en ir al lugar para frustrar el plan, intentó
aplacar a Marduk con palabras de calma;
pero no consiguió detener a Marduk y a Nabu en su empresa.
Enlil reunió a sus hijos y nietos en Nibru-ki; consideraron todos
qué podían hacer.
¡Marduk está construyendo un Pórtico al Cielo no permitido, se lo
está confiando a los Terrestres!
Así dijo Enlil a sus hijos y nietos.
¡Si permitimos que esto ocurra, nada de cuanto se proponga la
Humanidad dejará de alcanzarlo!
¡Hay que detener este malvado plan!, dijo Ninurta; todos
coincidieron en ello.
Era de noche cuando, desde Nibru-ki, llegaron los Anunnaki
enlilitas,
desde sus naves celestes dejaron caer sobre la torre en construcción
fuego y azufre;
a la torre y a todo el campamento dieron fin por completo. Entonces,
Enlil decidió dispersar al líder y a sus seguidores, Enlil decretó
confundir sus consejos en lo sucesivo, destruir su unidad:
Hasta ahora, todos los Terrestres tenían un solo lenguaje, en una
única lengua hablan.
¡En lo sucesivo confundiré su lenguaje, para que no se comprendan
entre sí!
Todo esto sucedió en el año trescientos diez desde que comenzara la
cuenta de los años de la Tierra:
en cada región y en cada tierra hizo hablar a la gente en lenguas
diferentes,
después le dio a cada pueblo una forma diferente de escritura, para
que no se pudieran comprender unos a otros.
Veintitrés reyes reinaron en Kishi, durante cuatrocientos ocho años
fue la Ciudad del Cetro;
también fue en Kishi que un amado rey, Etana, fue llevado a un viaje
celestial.
¡Que en el tiempo asignado se transfiera la realeza a Unug-ki! Así
lo decretó Enlil.
Hasta su suelo se transfirió el Objeto Brillante Celestial desde
Kishi. Cuando se le anunció al pueblo la decisión, le cantaron a
Inanna un himno
de exaltación:
Dama de los MEs, Reina, brillante resplandeciente, justa, vestida
radiante, amada del cielo y la Tierra; por el amor de Anu
consagrada, portadora de grandes adoraciones, siete veces obtuvo los
MEs, en su mano los sostiene. Destinados para la tiara de la
realeza, adecuados para el sumo sacerdocio, ¡Dama de los grandes
MEs, de ellos es la guardiana! En el año cuatrocientos nueve desde
que comenzara la cuenta de los años
de la Tierra,
se transfirió a Unug-ki la realeza de la Pimera Región; ¡su primer
rey fue el sumo sacerdote de la morada-templo del Eanna, hijo
de Utu era!
En cuanto a Marduk, se fue a la Tierra de los Dos Estrechos,
esperaba ser el señor de la Segunda Región, una vez se estableciera.
Viene ahora el relato de cómo se establecieron la Segunda y la
Tercera Regiones,
y de cómo Ningishzidda fue exiliado y Unug-ki amenazó a Aratta.
Cuando Marduk, tras una larga ausencia, volvió a la Tierra de los
Dos Estrechos,
encontró allí a Ningishzidda como su señor, su Noble Señor era
Ningishzidda.
Ningishzidda supervisaba las tierras con la ayuda de los
descendientes de los Anunnaki que se habían casado con Terrestres,
lo que una vez Marduk había planeado e instruido, Ningishzidda lo
había revocado.
¿Qué es lo que ha pasado?, exigió saber Marduk.
Marduk acusó a Ningishzidda de la destrucción de lo oculto,
de hacer partir a Horon a un lugar desierto, un lugar que no tiene
agua,
¡un lugar sin límites donde no disfrutaba de placeres sexuales!
Los dos hermanos montaron un alboroto, se embarcaron en una amarga
disputa.
¡Presta atención, aquí estoy en mi propio lugar!, le dijo Marduk a
Ningishzidda.
Tú me has quitado mi sitio; de ahora en adelante, sólo serás un
ayudante mío.
¡Pero si te sientes inclinado hacia la rebelión, a otra tierra
tendrás que largarte!
Durante trescientos cincuenta años de la Tierra, estuvieron peleando
los hermanos en la Tierra de los Dos Estrechos,
Durante trescientos cincuenta años, estuvo la tierra en el caos,
hubo diferencias entre los hermanos;
Entonces, Enki, el padre de ambos, le dijo a Ningishzidda: ¡Por el
bien de la paz, parte a otras tierras!
Ningishzidda optó por ir a una tierra de más allá de los océanos,
con un
grupo de seguidores se fue allí.
Seiscientos cincuenta años de la Tierra era en ese momento la
cuenta, pero en los nuevos dominios, donde a Ningishzidda se le
llamó la
Serpiente Alada, comenzó una nueva cuenta propia.
En la Tierra de los Dos Estrechos se estableció la Segunda Región
bajo el señorío de Marduk;
en los anales de la Primera Región se le llamó Magan, Tierra del Río
de las Cascadas.
Pero, para la gente de la Segunda Región, cuando las lenguas se
confundieron,
se le llamó a partir de entonces Hem-Ta, la Tierra Marrón Oscura. En
la nueva lengua se les llamó a los Anunnaki Neteru, los Vigilantes
Guardianes. Marduk fue adorado como Ra, el Brillante; a Enki se le
veneró como Ptah,
el Constructor.
A Ningishzidda se le renombró como Tehuti, el Medidor Divino; para
borrar su memoria, Ra sustituyó su imagen en el León de Piedra por
la de su hijo Asar. Ra hizo que el pueblo contara por dieces, no por
sesenta; también dividió
el año en dieces,
sustituyó la observación de la Luna por la observación del Sol.
Mientras bajo el señorío de Tehuti se reestablecieron las antiguas
Ciudad
del Norte y Ciudad del Sur, Marduk/Ra unió en una sola Ciudad de la
Corona las dos tierras, la del
Norte y la del Sur. Un rey, un descendiente de Neteru y Terrestre,
designó allí; Mena fue su
nombre. Donde las dos tierras se encuentran y el gran río divide, Ra
fundó una
Ciudad del Cetro. Le dio esplendor para sobrepasar a Kishi, en la
Primera Región, se le llamó
Mena-Nefer, la Belleza de Mena.
Para honrar a sus mayores, Ra
construyó una ciudad sagrada, para honrar
al rey de Nibiru la llamó Annu;
allí, sobre una plataforma, erigió una morada-templo para su padre
Enki-Ptah, su ápice, dentro de una alta torre, salía hacia el cielo
como un cohete afilado. En su santuario, Ra depositó la parte
superior de su Barcaza Celestial, se
le llamó Ben-Ben; era aquélla en la cual había viajado desde el
Planeta de los Innumerables
Años. En el día de Año Nuevo, el rey realizaba las ceremonias como
Sumo
Sacerdote, únicamente en ese día, entraba solo en la profunda Sala
de la Estrella, ante
el Ben-Ben ponía las ofrendas. Para beneficiar a la Segunda Región,
Ptah le dio a Ra todo tipo de MEs.
¿Qué sé yo que tú no sepas?, le preguntó el padre a su hijo. Le dio
a Ra todo tipo de conocimientos, salvo el de revivir a los muertos.
Como un Grande de los Doce Celestiales, Ptah le asignó a Ra la
constelación del signo del Carnero.
Ptah reguló el flujo del agua del Hapi, el gran río del país, para
Ra y su pueblo,
no tardó en llegar la abundancia a los fértiles suelos, hombres y
ganados se multiplicaron.
Los líderes se animaron con el éxito de la Segunda Región;
procedieron a establecer la Tercera Región.
Decretaron hacerla dominio de Inanna, tal como se le había
prometido.
Como corresponde a la señora de una región, se le asignó una
constelación celestial:
previamente, junto con su hermano Utu, compartía la Estación de los
Gemelos,
a partir de entonces, como regalo de Ninharsag, su propia
Constelación de la Doncella se le asignó a Inanna;
en el año ochocientos sesenta, según la cuenta de los años de la
Tierra, se honró así a Inanna.
Lejos, en las tierras orientales, más allá de las siete cadenas
montañosas, estaba la Tercera Región;
Zamush, Tierra de las Sesenta Piedras Preciosas, se le llamó a su
reino de las tierras altas.
Aratta, el Reino Arbolado, estaba ubicado en el valle de un gran río
sinuoso; en la gran llanura, la gente cultivaba cereales y
pastoreaba el ganado.
También se construyeron dos ciudades con ladrillos de barro, las
llenaron de graneros.
Como exigía el decreto de Enlil, el Señor Enki, Señor de la
Sabiduría,
diseñó una nueva lengua para la Tercera Región, un nuevo tipo de
signos de escritura elaboró para ella,
en su sabiduría, Enki creó para Aratta una lengua de hombre hasta
entonces desconocida;
pero Enki no dio los MEs de los reinos civilizados a la Tercera
Región: ¡Que Inanna comparta con la nueva región lo que obtuvo para
Unug-ki!, declaró Enki.
En Aratta, Inanna designó un pastor-jefe, era parecido a su amado
Dumuzi.
Inanna viajaba en su nave celeste de Unug-ki a Aratta, volaba sobre
montañas y valles.
Tenía en mucha estima las piedras preciosas de Zamush, llevaba con
ella lapislázuli puro hasta Unug-ki.
En aquel tiempo, el rey en Unug-ki era Enmerkar, era el segundo en
reinar allí;
fue él el que expandió las fronteras de Unug-ki, por sus glorias se
exaltó
a Inanna.
Fue él el que codiciaba la riqueza de Aratta, tramó conseguir la
supremacía sobre Aratta. Enmerkar despachó hacia Aratta a un
emisario para exigir las riquezas de
Aratta como tributo. Sobre las siete cadenas montañosas, cruzando
tierra resecas y, después,
empapado por las lluvias, el emisario fue hasta Aratta, le repitió
palabra por palabra al rey de Aratta las exigentes palabras de
Enmerkar. El rey de Aratta era incapaz de entender su lengua; le
sonaba igual que el
rebuzno de un burro.
El rey de Aratta le dio al emisario un cetro de madera en el que
había inscrito un mensaje.
El mensaje del rey pedía que Unug-ki compartiera con Aratta los MEs,
como regalo real para Unug-ki se cargaron muchos burros con
cereales,
fueron con el emisario hasta Unug-ki. Cuando Enmerkar recibió el
cetro inscrito, nadie comprendió su mensaje
en Unug-ki.
Lo llevó de la luz a la sombra, lo llevó de la sombra a la luz; ¿Qué
clase de madera es ésta?, preguntó. Después, ordenó que la plantaran
en el jardín. Pasaron cinco años, pasaron diez años, del cetro
creció un árbol, era un
árbol de sombra.
¿Qué hago?, le preguntó el frustrado Enmerkar a su abuelo Utu. Utu
intercedió con la celestial Nisaba, señora de los escribas y de la
escritura.
Nisaba enseñó a Enmerkar a inscribir su mensaje en una tablilla de
arcilla, era en la lengua de Aratta;
El mensaje se entregó por mano de su hijo Banda: ¡Sumisión o
guerra!, decía.
¡Inanna no abandonó Aratta, Aratta no se someterá a Unug-ki!, dijo
el rey de Aratta.
¡Si Unug-ki desea la guerra, que se encuentren un guerrero y un
guerrero! ¡Mejor aún, intercambiemos tesoros pacíficamente; que
Unug-ki dé sus MEs a cambio de las riquezas de Aratta!
En el camino de vuelta, portando el mensaje de paz, Banda cayó
enfermo; su espíritu le dejó.
Sus camaradas le levantaron el cuello, estaba sin aliento de vida;
en el Monte Hurum, en el camino de Aratta, Banda fue abandonado a su
muerte,
Unug-ki no recibió las riquezas de Aratta, Aratta no obtuvo los MEs
de Unug-ki;
en la Tercera Región, la Humanidad Civilizada no floreció del todo.