por Louis Pauwels y Jaques Bergier
extracto de 'El
Retorno de Los Brujos'
No es pecado creer que, en otras civilizaciones, se haya producido,
no una ausencia de ciencia, sino un secreto impuesto a la ciencia.
Tal parece ser el origen de la maravillosa leyenda de los Nueve
Desconocidos.
La tradición de los Nueve Desconocidos se remonta al emperador
Asoka,
que reinó en la India a partir del año 273 a.C. Era nieto de
Chandragupta, primer unificador de la India. Ambicioso como su
antepasado, cuya labor quiso completar, emprendió la conquista del
país de Kalinga, que se extendía desde la actual Calcuta a Madras.
Los kalingueses resistieron y perdieron cien mil hombres en la
batalla. La vista de esta multitud sacrificada trastornó a Asoka.
Desde entonces, le tomó horror a la guerra. Renunció a proseguir la
integración de los países insurrectos, declarando que la verdadera
conquista consiste en ganar el corazón de los hombres por la ley del
deber y la piedad, pues la Majestad Sagrada desea que todos los
seres animados disfruten de seguridad, de la libre disposición de
sí mismos, de la paz y de la felicidad.
Convertido al budismo, Asoka, con el ejemplo de sus propias virtudes,
propagó esta religión por toda la India y por todo su imperio, que
se extendía hasta Malasia, Ceilán e Indonesia. Después, el budismo
conquistó Nepal, el Tibet, la China y Mongolia. Asoka respetaba,
empero, todas las sectas religiosas. Predicó el vegetarianismo y
proscribió el alcohol y los sacrificios de animales.
H. G. Wells,
en su historia del mundo abreviada, escribe:
«Entre las decenas de millares de nombres de monarcas que se
apretujan en las columnas de la Historia, el nombre de Asoka brilla
casi solo, como una estrella.»
Se dice que, conocedor de los horrores de la guerra, el emperador
Asoka quiso prohibir para siempre a los hombres el mal uso de la
inteligencia.
Bajo su reinado, entra en el secreto la ciencia de la
Naturaleza, pasada y por venir. Las investigaciones, desde la
estructura de la materia a las técnicas de la psicología colectiva,
se disimularán en adelante, y durante veintidós siglos, detrás del
rostro místico de un pueblo al que el mundo considera dedicado sólo
al éxtasis y a lo sobrenatural, Asoka funda la más poderosa sociedad
secreta de la Tierra: la de los Nueve Desconocidos.
Se dice aún que los grandes responsables del destino moderno de la
India, y sabios como Bose y Ram, creen en la existencia de
los Nueve
Desconocidos, e incluso reciben de ellos consejos y mensajes. La
imaginación entrevé la fuerza de los secretos que pueden detentar
nueve hombres que se lucran directamente de las experiencias, de los
trabajos, de los documentos acumulados durante más de diez decenas
de siglos.
¿Cuáles son los fines de estos hombres? No dejar que
caigan en manos profanas los medios de destrucción. Proseguir las
investigaciones beneficiosas para la Humanidad. Estos hombres se
supone que se renuevan para guardar los secretos técnicos venidos de
un remoto pasado.
Las manifestaciones exteriores de los Nueve Desconocidos son raras.
Una de ellas tiene relación con el prodigioso destino de uno de los
hombres más misteriosos de Occidente: el Papa Silvestre II,
conocido también por el nombre de Gerbert d'Aurillac.
Nacido en
Auvernia, el año 920, y muerto en 1003, Gerbert fue monje
benedictino, profesor de la Universidad de Reims, arzobispo de
Rávena por la gracia del emperador Otón III. Se dice que estuvo en
España y que un misterioso viaje lo llevó a la India, de donde sacó
diversos conocimientos que llenaron de estupefacción a los que le
rodeaban.
Así fue como poseyó en su palacio una cabeza de bronce que
respondía «sí» o «no» a las preguntas que le hacían sobre la
política y la situación general de la cristiandad. Según Silvestre II (volumen CXXXIX de la Patrística latina de Migne), el
procedimiento era muy sencillo y correspondía al cálculo con dos
cifras. Se trataría de un autómata análogo a nuestras modernas
máquinas binarias. La cabeza «mágica» fue destruida a la muerte del
Papa, y los conocimientos registrados por ésta, cuidadosamente
disimulados. Sin duda la biblioteca del Vaticano reservaría algunas
sorpresas al investigador autorizado.
En el número de octubre de 1954 de Computers and Automation, revista
de cibernética, podemos leer:
«Hay que suponerle un hombre de saber
extraordinario, de un ingenio y una habilidad mecánica sorprendentes.
Esta cabeza parlante debió de ser modelada bajo cierta conjunción
de las estrellas que se sitúa exactamente en el momento en que todos
los planetas van a comenzar su curso.»
No era cuestión de pasado, de
presente ni de futuro, pues este invento, aparentemente, superaba
con mucho el alcance de su rival: el perverso espejo en la pared de
la reina, precursor de nuestros cerebros mecánicos modernos.
Se dijo,
naturalmente, que Gilbert fue sólo capaz de producir esta máquina
porque estaba en tratos con el diablo y le había jurado eterna
fidelidad.
¿Estuvieron otros europeos en relación con la sociedad de los Nueve
Desconocidos ? Hay que esperar al siglo XIX para que resurja este
misterio, al través de los libros del escritor francés Jacolliot.
Jacolliot fue cónsul de Francia en Calcuta bajo el Segundo Imperio.
Escribió una obra de anticipación considerable, comparable, si no
superior, a la de Julio Verne. Ha dejado además varios libros
consagrados a los grandes secretos de la Humanidad. Esta obra
extraordinaria ha sido saqueada por la mayoría de los ocultistas,
profetas y taumaturgos. Completamente olvidada en Francia, es
célebre, en cambio, en Rusia.
Jacolliot se muestra positivo: la sociedad de los Nueve Desconocidos
es una realidad. Y lo más extraordinario es que cita, a este
respecto, técnicas que eran del todo inconcebibles en 1860, como,
por ejemplo, la liberación de la energía, la esterilización por
radiaciones y también la guerra psicológica.
Yersin, uno de los más próximos colaboradores de Pasteur y
de Roux,
pudo haber tenido acceso a secretos biológicos a raíz de un viaje a
Madras, en 1890, y puesto a punto, gracias a las indicaciones que
recibieron, el suero contra la peste y el cólera.
La primera vulgarización de la historia de los Nueve Desconocidos
se produjo en 1927, con la publicación del libro 'The
Nine Unknown' de
Talbot Mundy
que perteneció, durante veinticinco años, a la Policía inglesa de
la India.
Perhaps
the perfect balance between pulp high adventure and
mystical novel was achieved in The Nine Unknown.
(1923/1924), written and published right before the
Tibetan opus Om.
The novel
is based on a persistent legend brought back to the west
from the East, about the existence of nine unknown
perfected men who watched over India, and guarded
its secrets. In Mundy's novel there turns out to be
nine unknown men who work for the good of mankind,
and a dark shadowy nine who worship Kali and work
to destroy the work of the others.
JimGrim
and his crew must try to sort out which is which if they
are to survive. The novel was a favorite of Pauwels
and Bergier, whose discussion of "the nine" was a
prototype "open conspiracy" for planetary change in
their influencial
Morning of the Magicians.
The use of
Mundy's ideas in Pauwels and Bergier's book was probably
was one of the prime reasons for the Mundy revival in
the 1960s. |
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El libro está a medio camino entre la novela y la
investigación.
Según él, los Nueve Desconocidos emplearían un
lenguaje sintético. Cada uno de ellos estaría en posesión de un
libro constantemente escrito de nuevo y que contendría la
exposición detallada de una ciencia.
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El primero de estos libros
estaría consagrado a las técnicas de propaganda y de guerra
psicológica.
Hay que observar que la
Semántica general de Korjibski sólo data de 1937, y que hay
que esperar la experiencia de la última guerra mundial para
que empiecen a cristalizar en Occidente las técnicas de
psicología del lenguaje, es decir, de propaganda.
El primer
colegio de semántica americano no ha sido creado hasta 1950. En
Francia, apenas si conocemos más que Le Viol des Foules, de Serge
Chokotin, cuya influencia ha sido importante en los medios
intelectuales politizantes, aunque no haga más que rozar la cuestión.
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El segundo libro estaría consagrado a la fisiología. Como cosa más
importante, explicaría el medio de matar a un hombre con sólo
tocarle, produciéndose la muerte por inversión del influjo nervioso.
Se dice que el «judo» pudo nacer de «infiltraciones» de esta obra.
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El tercero estudiaría la microbiología, y especialmente los coloides de protección.
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El cuarto trataría de la transmutación de los metales. Según una
leyenda, en tiempos de penuria, los terapíos y las organizaciones
religiosas de caridad reciben, de fuente secreta, grandes cantidades
de un oro muy fino.
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El quinto comprendería el estudio de todos los medios de
comunicación, terrestres y extraterrestres.
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El sexto contendría los secretos de la gravitación.
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El séptimo sería la más vasta cosmogonía concebida por nuestra
Humanidad.
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El octavo trataría de la luz.
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El noveno estaría consagrado a la sociología, formularía las reglas
de la evolución de las sociedades y permitiría prever su caída.
Con la leyenda de los Nueve Desconocidos, se relaciona el misterio
de las aguas del Ganges.
Multitudes de peregrinos, portadores de las
más espantosas y diversas enfermedades, se bañan sin ningún peligro
para los que están sanos. Las aguas sagradas lo purifican todo. Se
ha querido atribuir esta extraña propiedad del río a la formación de
bacteriófagos. Pero, ¿por qué no se forman también en el Brahmaputra,
en el Amazonas o en el Sena?
La hipótesis de una esterilización por radiaciones aparece en la
obra de Jacolliot, cien años antes de que se sepa que tal fenómeno
es posible. Estas radiaciones, según Jacolliot, provendrían de un
templo secreto excavado bajo el lecho del Ganges.
Al margen de las agitaciones religiosas, sociales y políticas,
resueltas y perfectamente disimuladas, los Nueve Desconocidos
encarnan Ja imagen de la ciencia serena, de la ciencia con
conciencia. Dueña de los destinos de la Humanidad, pero
absteniéndose de emplear su propio poderío, esta sociedad secreta
constituye el más bello homenaje de la libertad en las alturas.
Vigilantes en el seno de su gloría oculta, estos nueve hombres
contemplan cómo se hacen, deshacen y rehacen las civilizaciones,
menos indiferentes que tolerantes, prestos a ayudar, pero siempre en
este orden del silencio que es la medida de la grandeza humana.
¿Mito o realidad? Mito soberbio, en todo caso, surgido de lo más
hondo de los tiempos... y resaca del futuro.
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