5 Mayo 2005
del Sitio Web
Debates-Coches Finalidad y Carácter de los Protocolos Los Protocolos de Sión, llamados también Protocolos de los Sabios de Sión, son las actas de las conferencias sobre política estatal, económica y financiera que un político enteramente compenetrado con los planes de los dirigentes del pueblo judío pronunció, presumiblemente en sesiones de logia, acerca del programa a seguir por la judeo-francmasonería.
Su autor desconocido ha escrito: "Ante nosotros está un plan en el cual, como en un plan de guerra, está señalada la línea que no debemos abandonar sin correr el riesgo de destruir el trabajo de siglos" (Protoc. 1, 17) "Os puedo asegurar que hoy estamos a sólo pocos pasos de nuestra meta. Sólo un corto trecho más y el círculo de la serpiente simbólica, el símbolo de nuestro pueblo, estará cerrado. Y en cuanto se cierre el círculo, todos los Estados de Europa quedarán aprisionados dentro de él como en un torno" (Protoc. 3, 1)
Hasta el presente no ha sido posible determinar el autor, la fecha y el origen de este escrito. De su contenido, empero, y de una serie de circunstancias puede deducirse con gran seguridad que se trata de un programa secreto formulado por la judeo-francmasonería, tanto más cuanto que la meta de la francmasonería, el dominio mundial, es idéntica a la meta de los Protocolos.
El 16 de Marzo de 1873 la logia Federigo Campanella de Módica presentó al Gran Oriente de Italia un programa, en el que dice:
"Será instalado un solo gobierno francmasón para todo el mundo" De A. Rosenberg, Das Verbrechen der Freimaurerei - El Crimen de la Francmasonería - Munich, 1922, p. 31 Y en el Congreso Internacional de Francmasones en París en el año 1889, el francmasón Francolín declaró, entre otras cosas:
"Somos mejores profetas que nuestros adversarios, y como tales les gritamos a estos últimos: con toda seguridad el año 2000 sellará vuestro fin; los síntomas aparecen día a día más infalibles. Llegará el día en que las monarquías y las religiones se derrumben. Ese día no está lejano. Ese es el día que nosotros esperamos" de V. Kreyenbühl, Geheime Mächte in der Weltpolitik (Poderes Secretos en la Política Mundial), Olten, 1922, pág. 40
Para el año 2000 pronosticaba, en consecuencia, el francmasón, el fin de los Estados nacionales, y curiosamente también pronosticó el autor de los Protocolos - originados en los años noventa (del siglo XIX) - que aproximadamente después de un siglo todos los gobiernos habrán reconocido su incapacidad, y ha de comenzar el dominio mundial judío (Protoc. 15, 1).
Además, el autor secreto de los Protocolos escribe:
"Agobiaremos de tal manera a los no-judíos que finalmente se verán forzados a pedirnos un Gobierno internacional, que sin uso de la violencia será capaz de absorber todos los gobiernos del mundo y formar un Gobierno supremo" (Protoc. 5, 18)
Los pasos previos para ello son la instauración, ya realizada, de la Liga de las Naciones y la proyectada fundación de los Estados Unidos de Europa.
Ambos planes se basan en las disposiciones citadas en los Protocolos 3, 1 y 5, 18, y su realización fue resuelta en el "Congreso de las Francmasonerías de las Naciones Aliadas y Neutrales" celebrado en París del 28 al 30 de Junio de 1917.
Los resultados de las deliberaciones de este Congreso fueron asentados por el Gran Oriente y la Gran Logia de Francia en un documento confidencial destinado exclusivamente a los hermanos francmasones, que más tarde fue descubierto y publicado por Struensee en el folleto Freiheit, Gleichheit, Brüderlichkeit (Libertad, Igualdad, Fraternidad) (Editorial Armanen, Leipzig, 1933).
En este documento leemos:
"Este Congreso ha de tener la misión de encontrar medios y vías para la fundación de una Liga de Naciones...
Es indispensable crear una autoridad supranacional... La francmasonería como preparadora de la paz se propone introducir esta nueva organización, la Liga de Naciones".
Además se resolvió como segunda medida necesaria - por supuesto siempre con la invocación de Libertad, Derecho y Humanidad - la creación de los "Estados Unidos de Europa".
Lo que los Protocolos habían sentado veinte años antes de la Guerra Mundial como punto del programa, fue materializado por la francmasonería: el gobierno internacional ya ha surgido en sus rasgos básicos como central suprema de las logias, ya que en sus organismos más importantes sólo deciden francmasones.
El Protocolo 5, 18 se encuentra en el mejor de los caminos de ser realizado. Y severamente, según el plan de los Protocolos y la decisión del congreso francmasón, procede el filo-semita "católico" y francmasón de alto grado Conde Coudenhove-Kalergi con su proyecto de Pan-Europa.
(Esta concepción internacionalista que tiene como objetivo la destrucción de la auténtica sustancia histórica de Europa, nada tiene que ver con la vieja idea de la unidad de la Europa aria que se fundamenta precisamente en el verdadero espíritu de la misma - Nota del Editor)
Si también este proyecto se concreta, entonces se cierra, conforme al Protocolo 3, 1, el círculo de la serpiente simbólica, el símbolo de Judá,
¿Quién sería capaz de dudar aún de la autenticidad de los Protocolos como de un programa de política francmasónica?
Porque sólo el iniciado totalmente en los objetivos secretos de la
judeo-francmasonería podía, más de veinte años antes de las resoluciones
del Congreso de 1917, pronunciarse en los Protocolos por la
instauración de un gobierno internacional como se hizo manifiesto en la
Liga de Naciones, y por la creación de los Estados Unidos de
Europa, como sostiene el movimiento Pan-Europa. Por lo demás, los Protocolos mismos delatan su procedencia, ya que llevan la fórmula:
Estamos, pues, en presencia de un documento francmasónico (no, como hasta ahora se supuso, de uno sionista), cuyo autor, como veremos más adelante, tomó casi todo su contenido de un escrito subversivo de un judío-francmasón.
Los Protocolos llegaron por primera vez en el año 1895 a manos no-judías.
Entre las diversas pruebas de su autenticidad como programa de acción judío, una es irrebatible: el transcurso de los acontecimientos políticos a partir del año 1895, o sea en los últimos cuatro decenios, corresponde simplemente en un todo a los principios y disposiciones contenidos en los Protocolos.
Así, los Protocolos recomiendan:
Y cuando todos los pueblos estén subvertidos y la Humanidad se consuma en el odio recíproco, entonces la obra de descomposición judeo-francmasónica experimentará su coronación.
El autor de los Protocolos declara:
"Debemos agobiar de tal manera a todo el mundo que los no-judíos no vean otra salida a su miseria que someterse completamente a nuestro dinero y a nuestro dominio" (Protoc. 10, 25) "Entonces estarán tan compenetrados del pensamiento de que no se puede prescindir de esta tutela y dominio si se quiere vivir en paz y tranquilidad, que reconocerán la autocracia de nuestro gobierno con una veneración rayana en la idolatría" (Protoc. 15, 15)
Hemos tomado unas pocas frases del programa que desde su elaboración es realizado consecuentemente, paso a paso, por una potencia invisible, con ayuda de los hombres de Estado de casi todos los países, que no se dan cuenta de que son sólo juguetes de un poder secreto supra-estatal.
A ningún político, por más clara visión del futuro que poseyera, que hubiera querido calumniar al judaísmo a través de la elaboración de los Protocolos, le hubiera sido posible, hace cuarenta años, vaticinar tan exactamente el curso de los acontecimientos que desde entonces se fueron produciendo, como es el caso de los Protocolos.
Sólo un iniciado en las metas a perseguir podía llevar al papel los métodos de lucha que para la consecución de un dominio mundial judío fueron reconocidos como oportunos y que son aplicados.
La historia mundial y en especial los acontecimientos alrededor y desde la (Primera) Guerra Mundial prueban en forma no controvertible que el judaísmo procede en completa concordancia con el plan estratégico de los Protocolos, de tal modo que, aun colocándose en el punto de vista de la falsificación, resulta que el judaísmo ha reconocido los Protocolos como el programa justo para el logro de sus objetivos.
Testimonios Judíos acerca del Ansia de Dominación Mundial Judía
La ambición del judaísmo de sojuzgar a todos los pueblos y erigir un reino universal bajo dirección judía data de miles de años atrás.
Ya Yahvé elevó a los judíos a la categoría de pueblo elegido, prometiéndoles por intermedio de Moisés la posesión de toda la Tierra. También todos los ulteriores profetas del Viejo Testamento proclamaron la supremacía de Israel como voluntad de Yahvé.
El que niega la autenticidad de los Protocolos y los tiene por un panfleto anti-judío, forzosamente debe designar también así los libros del Viejo Testamento, que no son sino escritos difamatorios dirigidos contra todos los pueblos.
Porque no recién en los Protocolos sino ya en los libros de los profetas judíos están fijados los objetivos políticos del pueblo judío, que en los Protocolos solamente desarrolló un plan estratégico que contempla las condiciones modernas.
Queremos dar la palabra al judaísmo de todos los tiempos, para probar
que los Protocolos jamás pudieron nacer de un cerebro ario, sino
que se basan en una concepción archi-judaica de las metas del judaísmo y
de su relación con el resto del mundo.
El Origen de los Protocolos Es un hecho establecido desde 1921 que los Protocolos se basan en el libro Dialogue aux Enfers entre Machiavel et Montesquieu ou la Politique de Machiavel du XIXe Siécle (Diálogo en los Infiernos entre Maquiavelo y Montesquieu, o la Política de Maquiavelo en el Siglo XIX) que el francmasón Maurice Joly publicó en el año 1864 y en segunda y última edición en 1868 en Bruselas.
Entre ambas publicó el judío Dr. Hertz en el año 1865 una traducción abreviada y deficiente en idioma alemán en la editorial O. Wigan de Leipzig. En ingenioso diálogo Joly hace defender a los espíritus de los hace mucho fallecidos hombres de Estado - que se encuentran en los infiernos - sus ideas sobre derecho estatal, pronunciándose Montesquieu por la forma de gobierno parlamentario-democrática y Maquiavelo por el despotismo.
Las expresiones puestas en boca de Maquiavelo fueron tomadas por el autor de los Protocolos, idénticas en cuanto a las ideas, muchas veces también textualmente para su tratado.
Para reconocer las relaciones más profundas es menester ocuparse de la persona de Joly. Poseemos una biografía escrita por él mismo bajo el título de Maurice Joly, son Passé, son Programme par Lui-Méme, París, 1870.
Según ella,
Su padre era Philipp Lambert Joly, y su madre se llamaba originariamente Florentine Corbara, después Courtois.
En la página 7 escribe Joly que por parte de su madre era italiano y por parte de su abuelo, español. Joly, por consiguiente, según su ascendencia familiar no era francés. Otras averiguaciones dieron por resultado que su abuelo materno era el judío veneciano Corbara, y que la hija de éste, Florentine, recibió en ocasión de su bautismo el nombre de Courtois.
Por el lado materno Joly era, por lo tanto, judío; pero también por el lado paterno posiblemente sea vástago judío de una familia española de marranos.
Joly era además comprobablemente francmasón, porque es nombrado por el judío Leo Taxil (Jogand-Pages) en su obra La France Maçonnique como miembro de la logia de París. Con el fundador de la Alliance Israélite Universelle y masón de alto grado Isaac Adolphe Crémieux mantenía estrechas relaciones, también financieras.
A causa de su Diálogo, que fue interpretado como sátira a Napoleón, fue condenado en Abril de 1865 a 15 meses de prisión. Tuvo participación directiva en el gobierno de terror de la Comuna parisién en el año 1870, y volvió a parar en la cárcel.
En 1878 Joly se suicidó. El discurso fúnebre fue pronunciado por el vástago judío y masón de alto grado Léon Gambetta. Joly era por consiguiente judío, francmasón y subversivo. No podía elegir mejor garante que él, el autor de los Protocolos. Acerca del origen de los Protocolos dependemos aún hoy de suposiciones.
Lo más probable es que hayan sido escritos a principios de los años noventa en la orden francmasónica secreta Bene Mosche (Hijos de Moisés), fundada por Achad Haam alrededor de 1889 en Odesa, y ello como acta de las disertaciones que fueron dadas allí sobre política judía. Estos escritos fueron distribuídos a otras logias, especialmente en Francia.
Por cualquier imprudencia o por un judío sobornado, una copia francesa incompleta llegó a Rusia. Inobjetablemente aclarado está, empero, el posterior desarrollo. Así, en el año 1895 el mayor ruso Alexis Nikolajewitsch Suchotin entregó una copia al posterior procurador del sínodo de Moscú, Philipp Petrowitsch Stepanoff (muerto en Servia en 1932), que la hizo reproducir y la distribuyó entre sus amistades. (6)
Y en el año 1901, Suchotin también entregó una copia a su amigo Sergej Alexandrowitsch Nilus.
Tanto a Stepanoff como también a Nilus, Suchotin les comunicó que había recibido la copia de una dama de París, cuyo nombre no quería mencionar. En el año 1903 (26 de Agosto al 7 de Septiembre) el texto fue publicado en el diario ruso Snamja. Bajo forma de libro, S.A. Nilus publicó los Protocolos en su obra Lo Grande en lo Pequeño, y ello en su segunda edición de 1905.
Los Protocolos estuvieron en manos judías, por lo tanto, comprobadamente dos años antes del año 1897, en que tuvo lugar el primer Congreso Sionista en Basilea, y es totalmente falso y sólo crea confusión cuando se afirma que se han originado en este Congreso en una sesión secreta.
Probable es sólo que en ese momento tuvo lugar simultáneamente un congreso secreto de la orden francmasónica Bnei Briss (o Bnai Brith, orden francmasónica que ejerce la conducción de la francmasonería internacional compuesta exclusivamente por judíos) y que en ese congreso paralelo los Protocolos, compuestos ya antes en sus rasgos fundamentales, fueron redactados nuevamente y elevados a programa secreto oficial de la judeo-francmasonería.
Las Tentativas Judías de Defensa La rápida difusión de los Protocolos después de la (Primera) Guerra Mundial indujo al judaísmo a tomar contramedidas.
Como en todos los casos en que han llegado a ser conocidas las concertaciones secretas de los poderes supra-estatales, se echó también aquí mano del medio más cómodo, declarándose simplemente el documento como una falsificación.
Dos miembros de la alta "aristocracia" fueron ganados para suministrar las pruebas:
...ambos con un pasado bastante oscuro y devotos del judaísmo.
El 25 de Febrero de 1921 apareció en el diario neoyorquino American Hebrew (El Hebreo Estadounidense) una entrevista del judío Isaac Landman con la Princesa K. Radziwill.
Ella contó que los Protocolos recién fueron redactados después de la guerra ruso-japonesa (1904-1905) y después de la revolución rusa de 1904. Sostuvo que, entonces, aproximadamente en 1905, como recalcó expresamente, ella vivía en París, cuando cierto día un policía secreto conocido de ella, Golowinsky, la visitó y le manifestó confidencialmente que el jefe de la Policía Exterior rusa en París, Ratschkovsky, le había encargado escribir un falso plan conspiratorio del judaísmo.
Que en esa ocasión hasta le había mostrado el manuscrito que acababa de terminar, que ostentaba en la primera página una enorme mancha de tinta azul. Poco después el segundo cómplice, conde du Chayla, publicó un largo artículo en el diario parisién de emigrantes rusos Posljednije Nowosti (Últimas Novedades) del 12 y 13 de Mayo de 1921. En el mismo refiere Chayla que en el año 1909, en ocasión de una prolongada estancia en Rusia, visitó al editor de los Protocolos, Sergej Alexandrowitsch Nilus, en el convento Pustin.
Nilus le había mostrado entonces justamente aquel manuscrito con la mancha de tinta azul.
A la pregunta de cómo había llegado a su poder el manuscrito, Nilus había respondido que el documento le fue entregado por su amiga, una tal señora K., que lo había obtenido en París del general Ratschkowsky mismo. Tres meses más tarde se consideró oportuno asestar a los Protocolos el golpe mayor. El 16, 17 y 18 de Agosto de 1921 el Times publicó un artículo de su corresponsal en Constantinopla, Philipp Graves.
Éste refirió que un terrateniente ruso que se había fugado después de la guerra hacia Constantinopla le dio un libro totalmente deteriorado, titulado Dialogue aux Enfers entre Macchiavel et Montesquieu.
El terrateniente había comprobado con sorpresa que los Protocolos habían sido redactados con el empleo de este libro. Un examen más detallado demostró la exactitud de su afirmación. Del hecho que el autor de los Protocolos utilizó el Diálogo de Joly, es decir, que era un plagiario, Graves sacó la errónea conclusión de que los Protocolos eran una falsificación.
En esto reside uno de los engaños más grandes de la opinión pública, ya que para la respuesta a la pregunta de si los Protocolos son un programa reconocido por el judaísmo en su lucha por la dominación mundial, es enteramente indiferente si su autor suministró un producto intelectual propio o si utilizó una obra más antigua que le parecía útil para ello, perpetrando con ella un plagio. (7)
Estos tres informes periodísticos del año 1921, cuyo contenido ya había sido reiteradamente impugnado, conformaron la base para el proceso de Berna. El Proceso de Berna A partir del año 1921, a pesar de todos los intentos confusionistas del judaísmo, los Protocolos fueron difundidos en todos los países y en todas las lenguas.
Por ello el judaísmo emprendió la tarea de producir una decisión sobre el documento.
El 26 de Junio de 1933 el Schwizerische Israelitische Gemeindebund (Federación de Comunidades Israelitas en Suiza) y la Jüdische Kultusgemeinde (Comunidad de Culto Judía) de Berna, presentaron una denuncia en el tribunal de Berna con la demanda de declarar los Protocolos un panfleto vil y prohibir su difusión.
Los acusados eran miembros del Frente Nacional y de la Defensa Patria de Suiza.
El tribunal nombró como peritos para los demandantes al profesor judío de Derecho Penal de Basilea, Dr. A. Baumgarten, y para los demandados al teniente coronel (R) Ulrich Fleischhauer, y como perito jefe al escritor suizo filo-judío C.A. Loosli. El 14 de Mayo de 1935 fue dictada la sentencia de que los Protocolos constituyen una falsificación y escrito vil. A esta decisión solamente se pudo llegar porque el juez marxista tomó por verídico el peritaje inexacto y rebosante de errores de Loosli, declinó la comparecencia de todos los testigos propuestos por los demandados, y simplemente no admitió todos los documentos de prueba presentados por el perito Fleischhauer.
Las fallas y la parcialidad del procedimiento fue demostrada en forma inequívoca por el Dr. Stephan Vasz en Das Berner Fehlurteil über die Protocolle der Weisen von Zion (El Erróneo Fallo Bernés sobre los Protocolos de los Sabios de Sión), Erfurt, Editorial U. Bodung.
Por razones de espacio debemos limitarnos aquí a reseñar brevemente los dos testimonios más importantes sobre los cuales se basa el peritaje de Loosli y el fallo. Son ellos los artículos periodísticos de la Radziwill y de du Chayla, cuya exactitud el Tribunal aceptó sin ninguna clase de examen. La afirmación de la princesa Radziwill de que los Protocolos fueron confeccionados aproximadamente en 1905, después de la guerra ruso-japonesa y de la primera revolución rusa, es falsa por el solo hecho de que el texto de los Protocolos, como se ha probado ya, se hallaba en el año 1895 en las manos de Stepanoff, en 1901 en manos de Nilus, y fue publicado en el año 1903 en el Snamja.
Es también comprobable que Ratschkowsky y Golowinski en 1905 ya hacía años que no se encontraban en París.
Con ello se deshace toda la maraña de mentiras de la Radziwill, que en su entrevista periodística en el año 1921 se hizo pasar falsamente por princesa, a pesar de que después del divorcio de su matrimonio con el príncipe Wilhelm Radziwill había contraído nupcias ya en el año 1914 con el ingeniero Kolb, del cual se separó al poco tiempo, llamándose en el año 1921, como consecuencia de un nuevo matrimonio, Dunvin.
En vano el perito Fleischhauer destacó en el proceso que las declaraciones de esta mujer tampoco pueden ser tomadas en serio debido a que ella misma era una falsificadora de documentos y estafadora.
El Tribunal declinó toda investigación más detenida de sus antecedentes. Por eso anotaremos aquí algo acerca de sus dudosas maquinaciones. Alrededor de 1900 se conectó con el propietario de minas de diamantes Cecil Rhodes, cuando se dirigía a Sudáfrica. Por motivos fácilmente comprensibles publicó allí en el diario por ella fundado, Greater Britain, una entrevista entre ella y el fallecido Lord Marquis of Salisbury sobre la situación política en Sudáfrica, habiendo aparentemente sostenido el Lord que Rhodes debía ser nombrado Primer Ministro de la Colonia del Cabo.
Para sostener fuera de duda la autenticidad de la entrevista, la princesa mostró al secretario privado de Rhodes el texto redactado por Salisbury y un telegrama, con el que Salisbury mismo la habría invitado a la conversación.
Resultó, empero, que el telegrama estaba falsificado, porque no había sido despachado por Salisbury sino por la princesa a sí misma, y que tampoco la entrevista jamás tuvo lugar, así como también que estaba falsificada la firma de Salisbury. En el año 1901 negoció varias letras de cambio por un total de 29.999 libras extendidas por Cecil Rhodes.
También estas letras de cambio estaban falsificadas por ella.
Se llegó entonces al procedimiento penal, y el Tribunal de la Ciudad del Cabo condenó a la princesa a 18 meses de presidio. Acerca de este episodio y sobre otras maquinaciones de esta falsificadora de documentos e intrigante, escriben detalladamente los secretarios de Cecil Rhodes en sus Memorias.
Los dos libros, a saber:
...que existen en la biblioteca de la universidad de Góttingen. Pero también después de haber tenido que abandonar Sudáfrica continuó siendo fiel a su carácter, y fue detenida en el año 1921 en Nueva York por no haber pagado la cuenta en dos hoteles de esa ciudad.
¡Por cierto, era la testigo indicada para aportar la prueba de la falsificación de los Protocolos!
El dato absolutamente falso de que los Protocolos recién fueron redactados después de la guerra ruso-japonesa alrededor de 1905, le resultó bastante desagradable al perito mayor Loosli, y así, para hacer digno de crédito el informe de la Radziwill, falsificó en su pericia, escrita en Octubre de 1934, la cifra del año 1905 "calladamente" en 1895, tal como lo confesó recién siete meses más tarde ante la incriminación de Fleischhauer frente al Tribunal.
Pero tampoco esto causó impresión en el juez parcial. Distintas razones, por lo demás, hablan en favor de que Landman presentó a la princesa un texto ya redactado previamente en su contenido principal, que fue adornado por ella con algunas observaciones personales.
También se dice que recibió por la entrevista la suma desproporcionadamente alta de 500 dólares del francmasón-Bnei Brith Louis Marshall, el jefe del judaísmo estadounidense. No era un honorario, sino un soborno para imponer silencio. El segundo en la alianza era el conde du Chayla, quien como testigo ante el juez bernés tuvo el descaro de confirmar la exactitud de su artículo. Recién después del proceso el Welt-Dienst (Servicio Mundial) de Erfurt logró establecer el paradero de Sergej Sergejewitsch Nilus, el hijo del primer editor de los Protocolos, que falleciera en 1930, S.A. Nilus.
En una extensa carta del 24 de Marzo de 1936 Nilus (hijo) declaró que el conde du Chayla había publicado su informe en los Dernieres Nouvelles con plena conciencia de su falsedad, y que es un "pérfido mentiroso y calumniador".
En especial declaró Nilus (hijo) que él era el hijo legitimado de su padre S.A. Nilus y de su compañera, pero que ésta no era una señora K., o, como du Chayla declaró ante el tribunal, una señora Komarowsky, sino que se llamaba Natalia Afanassiewna Wolodimerow, y que jamás había tenido relación con Ratschkowsky.
Tampoco nunca había tenido nada que ver con los Protocolos. Nilus (hijo) se declaró dispuesto a declarar bajo juramento que él mismo estuvo presente cuando en el año 1901 el mayor (R) Suchotin, amigo de su padre entregó a éste el manuscrito.
Tampoco
pudo recordar haber visto entonces la llamativa y ominosa mancha de
tinta. Ulteriores pesquisas dieron por resultado que el conde du Chayla
había sido en el año 1920 en el ejército de Wrangel, jefe de la división
de propaganda de la plana mayor del Cuerpo de los Cosacos del Don, que
allí fue desenmascarado como agente bolchevique, y hubiera sido
condenado a muerte por alta traición si el general Wrangel no hubiera
sobreseído, a través de la intervención del embajador francés, el
procedimiento del consejo de guerra, debiendo conformarse con expulsar
del Ejército al oficial traidor. Acerca de esto y de los otros antecedentes del conde, el consejero estatal ruso, que aún vive en Túnez, Gregor Petrowitsch Girtschitsch, que sirvió en el ejército de Wrangel como juez de instrucción, hizo revelaciones exhaustivas en un escrito del 30 de Abril de 1936 al Welt-Dienst, de Erfurt, que son tanto más importantes cuanto que Girtschitsch mismo había dirigido la investigación contra du Chayla.
Pero hasta un tercer testigo se ha presentado últimamente en París: Andrej Petrowitsch Ratschkowsky, hijo del auténtico consejero estatal Ratschkowsky, a quien, por otra parte, du Chayla calificaba falsamente como general, que nunca fue.
En una extensa carta dirigida al Welt-Dienst del 13 de Julio de 1936, comunicaba que había revisado todo el archivo de su difunto padre que se encuentra en su poder, que comprende tanto la correspondencia privada del mismo como también todos los borradores para sus informes a autoridades de San Petersburgo, pero que en ninguna parte había descubierto ni la menor huella de que su padre hubiera tenido que ver alguna vez algo con los Protocolos.
Tampoco oyó jamás de su padre ninguna insinuación de que los Protocolos tan siquiera le fueran conocidos.
Su padre ni siquiera había sido un anti-judío; había tenido a algunos judíos como amigos y colaboradores, y en particular en la época que entra en consideración para la redacción del documento, su secretario había sido el judío M. Golschmann.
Finalmente su padre no había ni conocido a la legendaria señora Komarowsky, a quien supuestamente se había hecho entrega del manuscrito. A través de los informes de los hombres que se pueden calificar de más competentes: Nilus (hijo), Girtschitsch y Ratschkowsky (hijo), ha sido por fin llevada la claridad al verdadero taller de falsificaciones.
Las afirmaciones de la estafadora y anterior princesa K. Radziwill, ahora señora K. Dunvin, y del agente bolchevique y convicto de alta traición conde du Chayla, son falsas en todos los puntos esenciales. Jamás el consejero estatal Ratschkowsky tuvo algo que ver con los Protocolos.
La compañera de vida de Nilus, que según du Chayla le habría procurado los Protocolos, no se llamaba Komarowsky, sino Wolodimerow, y ni Ratschkowsky ni tampoco Nilus conocían a una señora Komarowsky.
Las nuevas comprobaciones ocuparán al Tribunal de Berna en el procedimiento de apelación. Será cuestión de la segunda instancia admitir que la primera instancia fue desorientada por falsas pericias y declaraciones de "testigos", produciendo un fallo erróneo.
(El 7-XI-1937 la Corte de Apelaciones de Berna absolvió, por falta de pruebas, a los editores de los Protocolos del cargo de inmoralidad y se declaró - como correspondía - incompetente para juzgar acerca de la autenticidad de los mismos. Si se piensa que el proceso se desarrolló en uno de los centros tradicionales de la banca judía, puede comprenderse la trascendencia de este fallo demoledor para el judaísmo mundial - N. del Editor). La Autenticidad de los Protocolos Una cosa debe ser admitida:
Así ya Nilus recibió la comunicación de círculos judíos de que los Protocolos fueron presentados por Theodor Herzl al Congreso Sionista de 1897.
Nilus publicó esto en la cuarta edición de su obra, en 1917. Fue víctima de un engaño. No hay ningún asidero para la exactitud de esta comunicación, que ya queda refutada por el hecho de que el procurador Stepanoff poseía ya en 1895 una copia.
Similarmente insostenibles son las referencias de Gottfried zur Beek en Die Geheimnisse der Weisen von Zion (Los Secretos de los Sabios de Sión) de que los Protocolos están relacionados con el movimiento sionista. No tienen nada que ver con el sionismo como tal, no son "protocolos sionistas" sino un documento secreto de Sión, del judaísmo, y más precisamente, de la judeo-francmasonería.
También la aseveración de Gottfried zur Beek de que agentes de Ratschkowsky se posesionaron del manuscrito en ocasión del Congreso Sionista de Basilea, no es comprobable y ahora, después de las declaraciones de Ratschkowsky (hijo), ya no puede ser mantenida. La ulterior investigación habrá de mantenerse alejada de tales informes, habrá de comprobar ante todo de quién recibió el mayor Suchotin los Protocolos antes del año 1895. Aquí nos encontramos actualmente en un punto muerto, ya que el Estado Soviético presuntamente no-judío impide indagaciones que de alguna manera van dirigidas contra el judaísmo, y que ha sido fijada la pena de muerte por la simple posesión de los Protocolos.
¡Sí, más aún! El ex-diputado de la Duma mayor barón B. Engelhardt de Riga comunicó al Welt-Dienst de Erfurt que en la primavera de 1917, inmediatamente después de la formación del primer gobierno provisional del francmasón príncipe Lwow, fue la preocupación mayor de estos círculos sacar los Protocolos del Ministerio del Interior y del departamento de Policía.
Las actas fueron recolectadas y por orden del príncipe Lwow entregadas al político judío Winawer, miembro del partido filo-francmasón Miljukow, mediante comprobante escrito.
Desde entonces ese material ha desaparecido. Si bien el perito Loosli, por mediación del abogado judío Tager de Moscú, pidió prestadas del gobierno soviético actas para la confección de su pericia, éstas, a pesar de los esfuerzos desesperados de Loosli de marcar a Ratschkowsky como fraguador de los Protocolos, no suministran para ello ni el menor asidero.
Tampoco por lo demás estas actas, de las cuales Loosli estaba tan orgulloso como de las falsificaciones de la Radziwill y del du Chayla, no contienen nada acerca de la autoría de los Protocolos. Pero el hecho de que el autor y la fecha de origen del documento aún hoy está envuelto en un misterio no autoriza a considerar los Protocolos como una falsificación dirigida contra el judaísmo, tanto menos cuanto que su contenido coincide en forma absolutamente total con la restante literatura judía así como también con los acontecimientos políticos.
El documento existe ahora desde hace varios decenios y su autenticidad nunca fue rebatida de manera probatoria. En tanto, sin embargo, la falsificación no esté probada, el documento ha de ser considerado como genuino. Porque la ilegitimidad de un documento debe ser probada por su impugnador, no empero la legitimidad por su defensor.
Tampoco el proceso de Berna brindó una clarificación; todas las pruebas aportadas para la falsificación no son concluyentes, y se basan ellas mismas sobre burdas falsificaciones de hechos.
Sólo el que tiene conciencia de su culpabilidad, el que teme la verdad, combate con tales medios, como fue el caso de Berna.
Referencias
|