
	por Arthur Lepic
	
	12 Diciembre 2004
	
	del Sitio Web
	
	VoltaireNet
	
	 
	
	 
	
		
			| 
			 
			Arthur Lepic 
			Periodista francés, miembro de la sección francesa de la Red Voltaire 
	especializado en los problemas energéticos y militares.  | 
		
	
	
	 
	
	 
	
	 
	
	 
	
	Zbigniew Brzezinski, ex consejero del presidente estadounidense 
	Jimmy 
	Carter, encarna la continuidad de la política extranjera de los EE.UU., lo 
	que no significa que sea una política de tendencia demócrata o republicana. 
	
	
	 
	
	Gran admirador de Henry Kissinger, Brzezinski siempre ha defendido, alabado 
	y demostrado sumo respeto por los dos conceptos de diplomacia del «maestro», 
	el equilibrio de las potencias llevado a teoría por Metternich y la doctrina 
	«containment» elaborada por George Kennan.
	
	 
	
	 
	
	
	
	 
	
	 
	
	Zbigniew Brzezinski preconiza hoy cómo se debe debilitar y acorralar 
	militarmente a Rusia, y está convencido de que la mejor manera es la 
	desestabilización de sus regiones fronterizas, una estrategia política que 
	mucho interés despertó en el equipo del fallido candidato presidencial 
	estadounidense John Kerry, equipo que reclutó a su hijo Mark Brzezinski como 
	consejero para política exterior.
	
	Según el discurso de 
	George W. Bush durante la campaña presidencial del año 
	2000, hubiéramos podido esperar que asumiera - según la doctrina de su 
	consejero, «el halcón» Wolfowitz - una actitud rígida, incluso agresiva hacia 
	la Rusia de Vladimir Putin. En vez de eso, hemos observado un trato inédito 
	en las relaciones políticas mutuas de estas dos grandes naciones. 
	
	 
	
	Esto ha 
	sucedido después del 11 de septiembre de 2001.
	
	
	Muchos observadores y analistas estiman que existía un acuerdo entre Putin y 
	Bush, por el cual la administración norteamericana se privaría de criticar 
	las operaciones militares rusas en Chechenia a condición de que Putin no se 
	entrometiera en las intervenciones e injerencias estadounidenses en el Medio 
	Oriente.
	
	Esta explicación no da la debida importancia a 
	los hechos del 11 de 
	septiembre de 2001 y al contrario los trata como si fueran una abstracción. 
	Otro tanto sucede con los elementos provenientes del Kremlin con respecto a 
	los mismos sucesos. Podemos añadir que las administraciones republicanas han 
	dado siempre una mayor importancia al Medio Oriente, mientras que la 
	tradición política demócrata en política exterior se centraliza más en Eurasia.
	
	Para elaborar su estrategia frente a la entonces URSS, y más tarde para los 
	Estados del Este, recientemente emancipados de la influencia soviética, el 
	campo demócrata se ha apoyado - desde que Jimmy Carter asumió el poder - en 
	un hombre brillante, pero sin escrúpulos, y también un acérrimo antirruso: 
	Zbigniew Brzezinski.
	
	La doctrina de este conocido profesor ha logrado adeptos fuera del Partido 
	Demócrata, por el simple hecho de haber definido el imperativo absoluto de 
	la supervivencia y la prosperidad del Imperio: la conquista de Eurasia.
	
	Este catedrático nació en Varsovia en 1928, hijo de un diplomático polaco. 
	Brzezinski emigra a Canadá a la edad de diez años cuando su padre fue 
	destacado en ese país. Obtiene una licenciatura y una maestría en la 
	Universidad McGill de Montreal, y, posteriormente, un doctorado en Harvard 
	en 1953, convirtiéndose en ciudadano estadounidense poco después. Contrae 
	matrimonio con la hija del ex presidente checoslovaco Eduardo Benes.
	
	Entre 1966 y 1968 se desempeña como miembro del Consejo de Planificación 
	Política del Departamento de Estado de los EE.UU., donde desarrolla la 
	estrategia de «implicación pacífica» frente y hacia la Unión Soviética, todo 
	esto dentro del marco de la Guerra Fría. En octubre de 1966 convence al 
	presidente estadounidense Johnson de modificar las prioridades estratégicas 
	de modo que el «deshielo» sea colocado antes de la reunificación alemana.
	
	Durante la campaña presidencial de 1968, Brzezinski preside el grupo de 
	trabajo encargado de la política exterior del candidato demócrata Hubert H. 
	Humphrey, que perdería finalmente ante Richard Nixon.
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	El inspirador de la creación de la Comisión Trilateral
	
	
	A principios de los años setenta, Brzezinski se distingue como analista 
	cuando anuncia proféticamente la llegada de actores mayores al escenario del 
	poder mundial. Se trata de Europa y Japón, cuyas economías se han levantado 
	rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial.
	
	En un artículo suyo publicado en la revista Foreign Affaire, en 1970, expone 
	su visión de este «nuevo orden mundial»: 
	
		
		«Se hace necesaria una visión nueva 
	y más audaz - la creación de una comunidad de países desarrollados que puedan 
	tratar de manera eficaz los amplios problemas de la humanidad. Además de los 
	Estados Unidos de América y Europa Occidental, debe incluirse a Japón (...)
		
«Un consejo formado por miembros de Estados Unidos, Europa Oriental y Japón 
	que fomentara encuentros regulares entre los jefes de gobierno, pero también 
	entre personalidades menos importantes, sería un buen comienzo.» 
	
	
	El mismo 
	año, Brzezinski lanza nuevas ideas en su nuevo libro titulado:  
						
						Between Two Ages [1], donde explica que ha llegado la era de reequilibrar el poder 
	mundial, poder que debe pasar a manos de un nuevo orden político global 
	basado en un vínculo económico trilateral entre Japón, Europa y Estados 
	Unidos.
	
	La revolución de las técnicas de producción, el cambio de la industria 
	pesada a la electrónica, debía provocar un trastorno de sistemas políticos y 
	una nueva generación de élites en el poder. 
	
	David Rockefeller, entusiasmado 
	con estos conceptos, lo contrata entonces para crear la 
	Comisión Trilateral
	y lo nombra director. 
	
	 
	
	Esta fue establecida oficialmente en 1973, y reúne a 
	importantes figuras del comercio mundial, de los medios bancarios 
	internacionales, gobernantes y los grandes medios de comunicación europeos, 
	japoneses y norteamericanos.
	
	Cuando ocurrió el primera crisis petrolera, la principal preocupación de 
	estos maestros de las finanzas mundiales fue la de quitarse de encima la 
	responsabilidad de la deuda exterior de los países en vías de desarrollo, 
	dando mayores obligaciones y fortaleciendo el Fondo Monetario Internacional 
	(FMI). También se trataba para los Estados Unidos, debilitados en aquella 
	época por su fracaso militar en Vietnam, de apoyarse en cada extremo 
	geográfico del continente euroasiático, donde tenían gran influencia después 
	la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de mantener y extender su 
	hegemonía.
	
	Esta misión, vista desde afuera, otorga sin dudas a Brzezinski una imagen de 
	defensor de la paz, portavoz de la disminución de la tensión mundial (Guerra 
	Fría) y de las relaciones multilaterales, e incluso -ante los ojos de la 
	extrema derecha-, una apariencia de globalista inspirado en el marxismo.
	
	Para llevar a cabo los grandes planes de la Comisión Trilateral, lo mejor 
	era que uno de sus miembros llegara a ser presidente de los Estados Unidos.
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	El presidente Carter y el doble juego
	
	
	Desde la creación de la 
	Comisión Trilateral, el pastor Jimmy Carter era uno 
	de los que con seguridad formaban parte del equipo Rockefeller-Brzezinski. 
	
	
	 
	
	
	Había abierto las primeras oficinas comerciales para el estado de Georgia, en 
	Bruselas y en Tokio, cosa que hacía de él la imagen modelo o el concepto 
	fundador de la Comisión [2].
	
	 
	
	 
	
	
	Zbigniew Brzezinski inspecionando el arma de un militar paquistaní
	 
	
	 
	
	Para su nominación como candidato a las elecciones y la elección 
	presidencial de 1976, Rockfeller puso en funcionamiento sus relaciones en 
	Wall Street y a trabajar a Brzezinski, cuya influencia académica al servicio 
	del candidato demócrata Jimmy Carter fue de gran provecho para que ganara 
	las elecciones. Naturalmente, cuando Carter fue elegido, Brzezinski ocupó el 
	puesto privilegiado de 
	
	consejero de seguridad nacional [3].
	
	Una vez en su silla, Carter definió como prioridad la reducción del arsenal 
	militar nuclear de los dos bloques (EE.UU.-URSS). Sin embargo, la crisis de 
	los mísiles SS-20 soviéticos apuntados hacia Europa hizo que Carter 
	reaccionara con el despliegue de los mísiles Pershing, lo que arruinó sus 
	esfuerzos, sinceros o no, y puso a ambos bloques en una situación de 
	desconfianza recíproca.
	
	Se puede constatar que en aquella época el campo soviético tenía buenas 
	razones para sospechar que su adversario realizaba un doble juego: la 
	derrota militar de los EE.UU. en Vietnam les obliga a mantener cierta 
	modestia en el plano militar y estratégico, mientras que Brzezinski 
	preparaba su plan de guerra por mandato, para preparar una trampa y obligar 
	a la Unión Soviética a entrar en un conflicto periférico.
	
	La desestabilización del régimen comunista afgano y el financiamiento y 
	entrega de armas a las primeras milicias jihadistas anticomunistas en 1979 
	provocaron, como previsto, la entrada del Ejército Rojo en Afganistán. 
	
	 
	
	Para 
	ello Brzezinski se apoya en los efectivos servicios de espionaje e 
	inteligencia paquistaníes, el temido ISI.
	
	Cuando la revista francesa 
	
	Le Nouvel Observateur le realizó una entrevista 
	en 1998, Brzezinski reconoció que el equipamiento de las tropas 
	antisoviéticas de Bin Laden era anterior a la invasión rusa y destinado a 
	provocar su reacción:
	
		
		Le Nouvel Observateur: El ex director de la CIA, Robert Gates, lo afirma en 
	sus Memorias. Los servicios secretos norteamericanos comenzaron a ayudar a 
	los mujaidines afganos seis meses antes de la intervención soviética. En esa 
	época usted era el consejero del presidente Carter y su papel fue clave en 
	este asunto. ¿Lo confirma?
Zbigniew Brzezinski: Sí. Según la versión oficial de la historia, la ayuda 
	de la CIA a los mujaidines se inició en el año 1980, es decir, luego que el 
	ejército soviético invadiera a Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero 
	la realidad, mantenida en secreto hasta hoy, es muy distinta: fue el 3 de 
	julio de 1979 que el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la 
	asistencia clandestina a los opositores del régimen pro soviético de Kabul. 
	Aquel día le escribí una nota al presidente en la que le explicaba que en mi 
	opinión aquella ayuda provocaría la intervención de los soviéticos. (...) No 
	empujamos a los rusos a intervenir, pero conscientemente aumentamos las 
	probabilidades de que lo hicieran.
 
		
		
N.O.: Cuando los soviéticos justificaron su intervención afirmando que 
	luchaban contra una injerencia secreta de los Estados Unidos nadie les creyó, 
	sin embargo había un fondo de verdad. ¿No lamenta nada hoy?
Z. Brz.: ¿Lamentar qué? Esa operación secreta era una excelente idea. Tuvo 
	como efecto atraer a los rusos hacia la trampa afgana, ¿y usted quiere que 
	lo lamente? El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera 
	afgana escribí al presidente Carter en esencia: «Esta es nuestra oportunidad 
	de darle a la URSS su Vietnam» (...).
 
		
		
N.O.: ¿Tampoco lamenta usted el haber favorecido el integrismo islámico, 
	haber entregado armas y asesoría a futuros terroristas?
Z Brz.: ¿Qué es lo más importante ante la mirada de la historia mundial, los 
	talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos islamistas excitados o 
	la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?» [4]
	
	
	(Nota de la redacción de la Red Voltaire: el conflicto en Afganistán desde 
	sus inicios en 1979 ha causado miles de miles de muertos, para algunos 
	observadores un millón de muertos y desplazado gran parte de la población 
	civil del país, en la lamentable condición de refugiado, pero para el Sr. 
	Brzezinski los fines justifican los medios).
	 
	
	Al hablar de «algunos islamistas excitados» en esta entrevista, Brzezinski 
	no subestima el poderío de Al Qaeda, pero caracteriza la realidad de lo que 
	los neoconservadores han erigido en mito a fin de justificar su cruzada 
	mundial. 
	
	 
	
	Claro que un miembro del 
	Council on Foreign Relations se cuidaría 
	muy bien hoy de ser tan categórico.
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	Alianza objetiva con China y apoyo incondicional al Shah de Irán
	
	
	Si bien Nixon y Kissinger habían jugado decididamente con el miedo al cerco 
	de la Unión Soviética, iniciando un proceso de normalización de las 
	relaciones con China, una parte de los más allegados a Carter desconfiaba de 
	este acercamiento que pretendía Brzezinski.
	
	 
	
	 
	
	
	Jimmy Carter (izquierda), Zbigniew Brzezinski (centro) y Cyrus Vance
	
	
	 
	
	Al llegar a la Casa Blanca, Carter había afirmado que optaría por el diálogo 
	con la URSS y guardaría distancia con respecto a la República Popular China, 
	pero su secretario de Estado, Cyrus Vance se enfrentó rápidamente a 
	la 
	obsesión anti-rusa de Brzezinski y durante todo su mandato Carter tuvo que 
	esforzarse por conciliar los antagonismos de su administración.
	
	Quien hacía las veces de mediador entre estos dos polos era Richard C. Holbrooke, futuro embajador de los Estados Unidos en la ONU y asesor de John 
	Kerry para la política exterior durante su campaña, junto a Mark Brzezinski, 
	hijo de Zbigniew. Según Cyrus Vance y otros partidarios del diálogo, como el 
	renegado demócrata Averell Arriman, la lógica triangular de cerco sólo podía 
	conducir, en el mejor de los casos, a un malentendido con la URSS, cuando no 
	a la guerra.
	
	Preconizaban el diálogo sobre el desarme y la cooperación con la Unión 
	Soviética para neutralizar los conflictos del Tercer Mundo. 
	
	 
	
	La normalización 
	de las relaciones con China siguió en marcha. Brzezinski llegó a ultimar un 
	programa conjunto de cooperación estratégica y a mantener buenas relaciones 
	personales con Deng Xiaoping, lo que le vale ser actualmente bien visto 
	entre los chinos.
	
	 
	
	 
	
	
	Reunión entre el Shah de Irán, Alfred Atherton, William Sullivan, Cyrus 
	Vance, el presidente Jimmy Carter y Zbigniew Brzezinski en 1977
	
	
	 
	
	La misma desconfianza de Brzezinski hacia la URSS se encuentra en su actitud 
	con respecto a Irán, que bajo el régimen del Shah era considerado un 
	baluarte contra la influencia soviética en el Medio Oriente. 
	
	 
	
	Así, Brzezinski 
	le aseguró su apoyo al Shah hasta el último momento, y pidió la intervención 
	militar de los Estados Unidos para mantenerlo en el poder incluso cuando una 
	parte de la administración Carter, a la cabeza de la cual se encontraba el 
	secretario de Estado, quería su salida.
	
	Sin embargo, las acciones concretas de Washington fueron dictadas por el 
	punto de vista del Departamento de Estado, y, a pesar de las conversaciones 
	con los generales que derrocaron al Shah para garantizar un régimen moderado 
	al frente del país, fue Khomeini quien ocupó el poder en un ras de mar 
	popular.
	
	Participó con Carter en las negociaciones de Camp David 1 en 1977 y 
	desempeñó un papel en la firma del tratado de paz entre Israel y Egipto sin 
	necesidad de tener que imponer su presencia en el momento culminante de los 
	debates, contrariamente a lo que siempre hizo cuando se trataba de la URSS.
	 
	
	 
	
	 
	
	
	
	Vuelve la amenaza rusa frente a la hegemonía norteamericana
	
	
	En 1989 Brzezinski abandona la Universidad de Columbia, donde enseñaba desde 
	1960, para dedicarse a la elaboración del plan de estatus independiente de 
	Ucrania, lo que marca el inicio de su compromiso con vistas a prevenir el 
	resurgimiento de Rusia como superpotencia. 
	
	 
	
	Por el contrario defiende la 
	integración de Rusia al sistema de Occidente y el «pluripartidismo 
	geopolítico» en el espacio de la ex Unión Soviética.
	
	Por otra parte, desarrolla «un plan para Europa» que pasaría por la 
	
	extensión de la OTAN a las repúblicas bálticas. Sus esfuerzos darán frutos 
	varios años más tarde, especialmente con la 
	
	integración de las tres 
	repúblicas bálticas a la OTAN en 2002. Durante los años 90 es igualmente el 
	emisario especial del presidente de los Estados Unidos para la promoción del 
	mayor proyecto de infraestructura petrolera del mundo, el oleoducto Bakú-Tbilissi-Ceyhan.
	
	Dicho proyecto representa para él la mejor concretización de sus ambiciones 
	tendentes a impedir el renacimiento de Rusia. Paralelamente preside desde 
	1999 el Comité Norteamericano para la Paz en Chechenia (American Committee 
	for Peace in Chechnya), instalado en los locales de Freedom House, cargo 
	desde el que pretende intervenir en las negociaciones de paz entre el 
	gobierno ruso y los independentistas dirigidos por Mashkadov.
	
	Sin embargo, estas actividades, cuidadosamente revestidas de buenas 
	intenciones «a lo demócrata» tienen cada vez más dificultades para disimular 
	la realidad subyacente: la de un apoyo encubierto a los independentistas 
	para mantener una guerra periférica, como en Afganistán, a fin de debilitar 
	a Rusia y mantenerla alejada de las ganancias generadas por los recursos del 
	Mar Caspio.
	
	La materialización de la doctrina Brzezinski en el sentido de que, 
	
		
		«Una 
	potencia que domine Eurasia controlaría dos de las regiones más avanzadas y 
	económicamente productivas del mundo»,
	
	
	...pasa por la extensión de la OTAN hacia 
	el Este, en lo que trabajó activamente la administración Clinton. 
	
	 
	
	¿Pero cómo 
	venderles esta necesidad de la OTAN a los europeos? 
	
		
		«La entidad europea, 
	situada en el borde occidental de Eurasia, y en la proximidad más inmediata 
	de África, está más expuesta a los riesgos inherentes al desorden global 
	creciente que una América políticamente más unida, militarmente más poderosa 
	y geográficamente más aislada (...).
Los europeos estarán más inmediatamente expuestos al riesgo en caso de que 
	un imperialismo chauvinista anime nuevamente la política exterior rusa», 
	explicaba Brzezinski en la revista National Interest en 2000 [5].
		
	
	
	Esto tiene 
	el mérito de la claridad: el despliegue de las fuerzas de la OTAN alrededor 
	de Rusia era una medida preventiva. Si Rusia reacciona poniéndose a la 
	defensiva, ello constituiría la prueba de que aspira a restaurar su imperio 
	y a una vuelta al totalitarismo.
	
	Trabajando al mismo tiempo como consultante para BP-Amoco y Freedom House, 
	Brzezinski está encargado en Azerbaiyán de redorar la imagen del dirigente 
	Heidar Alyiev. Para ello no vaciló en calificar al dictador como un «tipo 
	simpático» en una entrevista al New York Times [6]. Como justificación al 
	apoyo anglosajón a la dictadura de Aliyev, Brzezinski argumenta que tras 
	siete décadas de gobierno comunista no puede esperarse que Azerbaiyán y las 
	demás repúblicas de la antigua Unión Soviética adopten la democracia en un 
	lapso tan corto.
	
	Si bien la represión política bajo el régimen de Aliyev tuvo una tendencia a 
	acentuarse durante estos últimos años a medida que disminuían las 
	expectativas sobre las riquezas del Caspio, Azerbaiyán no dejó por ello de 
	pasar del estatus de país «no libre» al de «parcialmente libre» en la 
	clasificación de Freedom House [7].
	
	Al mismo tiempo, en 1999, la secretaria de Estado y discípula de Brzezinski, 
	Madeleine Albright, invitaba a Heidar Aliyev a la celebración del 
	aniversario de la OTAN. Siempre en la misma perspectiva de implantación de 
	la OTAN para permitir a los intereses occidentales, sobre todo petroleros, 
	implantarse en la región, Georgia, Azerbaiyán y Ucrania organizaron 
	ejercicios militares conjuntos el 16 de abril de 1999 auspiciados por el 
	programa «Asociación para la Paz», de la OTAN [8].
	
	Además de sus actividades de consultante para BP-Amoco y Freedom House, 
	Brzezinski apoya o presta su nombre a todo un sistema de fondos y de ONGs (organizaciones 
	no gubernamentales) que apadrinan a las castas, a los intelectuales y a las 
	élites de la antigua órbita soviética.
	
	Por iniciativa del Comité Norteamericano para la Paz en Chechenia, del que Brzezinski es presidente, tuvo lugar una reunión entre los principales 
	líderes del movimiento checheno entre los días 16 y 18 de agosto de 2002, en 
	Lichtenstein, encuentro que se realizó dos meses después del realizado entre 
	
	Bassaiev y Maskhadov, donde se estableció el acuerdo sobre la dirección 
	común de las «Fuerzas Armadas de la República Chechena de Ichkeria».
	
	Los participantes concluyeron que Chechenia no podía seguir incluida en 
	Rusia, que era necesaria una amplia autonomía y que se imponían 
	negociaciones con Maskhadov. La toma de rehenes de 
	
	Beslán, reivindicada por 
	Bassaiev, ¿forma parte del proceso de reivindicación de independencia de 
	Chechenia o del proceso de desestabilización de Rusia? [9].
	
	Podemos hacernos algunas preguntas a partir del hecho de que la principal 
	consecuencia de esta acción fue el ascenso de las tensiones entre Osetia del 
	Norte y la vecina Inguchia, es decir, una «balcanización» cada vez más 
	importante de la región.
	
	 
	
	 
	
	
	
	Mark Brzezinski
	
	
	
	 
	
	Hoy Zbigniew Brzezinski es sobre todo activo en el seno del 
	CSIS, pero sigue 
	siendo el cerebro del programa demócrata en política exterior, de lo que da 
	fe la obsesión del candidato Kerry, y sobre todo de su compañero de 
	candidatura John Edwards, en lo referente a Rusia.
	
	Según los consejos de Mark Brzezinski, eligieron adoptar como primera 
	prioridad la cuestión del desarme nuclear de Rusia, cuando esta ha 
	recuperado su capacidad de producción de petróleo de antes del derrumbe de 
	la URSS y cuando el Estado ruso se beneficia ampliamente del precio actual 
	del crudo, lo que recientemente le ha permitido duplicar su presupuesto de 
	defensa. La cuestión del peligro del vetusto arsenal nuclear ruso no es por 
	lo tanto algo de actualidad, contrariamente a lo que pretende John Kerry.
	
	Su objetivo es otro, más vinculado a la estrategia de subordinación de Rusia 
	defendida desde hace varias décadas por Zbigniew Brzezinski, pero es más 
	difícil de ahora en adelante convencer a la opinión mundial de que Rusia 
	encarna el mal absoluto y de que si no es subordinada volverá al 
	totalitarismo [10].
	
	Para ello hay que provocar su reacción de igual forma que en Afganistán en 
	1979, pues contrariamente a los Estados Unidos, está a buen resguardo de 
	problemas de suministro energético para las próximas décadas. 
	
	 
	
	Así, 
	verificamos una deriva en el discurso de Brzezinski, que calificaba 
	recientemente a Vladimir Putin de «Benito Mussolini ruso», en entrevistas 
	concedidas al 
	Wall Street Journal y a 
	Novaya Gazetta.
	
	
	
	
	Referencias
	
		
		[1] Between two Ages: America’s Role in the Technetronic Era, por Zbigniew 
	Brzezinski, editorial Harper, 1971. Édition française : Révolution 
	technetronique, editorial Calman-Lévy, 1971.
[2] Es igualmente la Comisión Trilateral la que llevará al presidente 
	francés Giscard d’Estaing a escoger como primer ministro a uno de sus 
	miembros, Raymond Barre, profesor de Economía y sin experiencia política.
		
[3] Brzezinski llama junto a sí a Madeleine K. Albright (cuyo padre sirvió 
	en Checoslovaquia durante el gobierno del suegro de Brzezinki, Eduard 
	Benes), y a los dos teóricos del conflicto o Choque de civilizaciones 
	Bernard Lewis et Samuel P.Huntington.
[4] Le Nouvel Observateur No. 1732, del 15 al 21 de enero de 1998, p.76.
		
[5] Citado en «Bribing Montenegro - It didn’t work», por George Szamuely, 
	antiwar, 15 de junio de 2000.
[6] «Freedom spells B-A-K-U», Counterpunch Magazine, 1999.
		
[7] Ver: «Freedom House, quand la liberté n’est qu’un slogan», Voltaire, 7 
	de septiembre de 2004 artículo en francés que será pronto publicado por la 
	Red Voltaire.
[8] «U.S. and NATO goals in the Balkans», por Lenora Foerstel, International 
	Action Center, 1999.
[9] «Beslán: La responsabilidad del ataque genocida apunta a los 
	anglosajones» por Marivilia Carrasco, Agencia IPI y la redacción de 
	Voltaire, 19 de septiembre de 2004.
[10] «115 atlantistas contra Rusia» por Thierry Meyssan, Voltaire, 26 de 
	noviembre de 2004.