por Arthur Lepic
12 Diciembre 2004
del Sitio Web
VoltaireNet
Arthur Lepic
Periodista francés, miembro de la sección francesa de la Red Voltaire
especializado en los problemas energéticos y militares. |
Zbigniew Brzezinski, ex consejero del presidente estadounidense
Jimmy
Carter, encarna la continuidad de la política extranjera de los EE.UU., lo
que no significa que sea una política de tendencia demócrata o republicana.
Gran admirador de Henry Kissinger, Brzezinski siempre ha defendido, alabado
y demostrado sumo respeto por los dos conceptos de diplomacia del «maestro»,
el equilibrio de las potencias llevado a teoría por Metternich y la doctrina
«containment» elaborada por George Kennan.
Zbigniew Brzezinski preconiza hoy cómo se debe debilitar y acorralar
militarmente a Rusia, y está convencido de que la mejor manera es la
desestabilización de sus regiones fronterizas, una estrategia política que
mucho interés despertó en el equipo del fallido candidato presidencial
estadounidense John Kerry, equipo que reclutó a su hijo Mark Brzezinski como
consejero para política exterior.
Según el discurso de
George W. Bush durante la campaña presidencial del año
2000, hubiéramos podido esperar que asumiera - según la doctrina de su
consejero, «el halcón» Wolfowitz - una actitud rígida, incluso agresiva hacia
la Rusia de Vladimir Putin. En vez de eso, hemos observado un trato inédito
en las relaciones políticas mutuas de estas dos grandes naciones.
Esto ha
sucedido después del 11 de septiembre de 2001.
Muchos observadores y analistas estiman que existía un acuerdo entre Putin y
Bush, por el cual la administración norteamericana se privaría de criticar
las operaciones militares rusas en Chechenia a condición de que Putin no se
entrometiera en las intervenciones e injerencias estadounidenses en el Medio
Oriente.
Esta explicación no da la debida importancia a
los hechos del 11 de
septiembre de 2001 y al contrario los trata como si fueran una abstracción.
Otro tanto sucede con los elementos provenientes del Kremlin con respecto a
los mismos sucesos. Podemos añadir que las administraciones republicanas han
dado siempre una mayor importancia al Medio Oriente, mientras que la
tradición política demócrata en política exterior se centraliza más en Eurasia.
Para elaborar su estrategia frente a la entonces URSS, y más tarde para los
Estados del Este, recientemente emancipados de la influencia soviética, el
campo demócrata se ha apoyado - desde que Jimmy Carter asumió el poder - en
un hombre brillante, pero sin escrúpulos, y también un acérrimo antirruso:
Zbigniew Brzezinski.
La doctrina de este conocido profesor ha logrado adeptos fuera del Partido
Demócrata, por el simple hecho de haber definido el imperativo absoluto de
la supervivencia y la prosperidad del Imperio: la conquista de Eurasia.
Este catedrático nació en Varsovia en 1928, hijo de un diplomático polaco.
Brzezinski emigra a Canadá a la edad de diez años cuando su padre fue
destacado en ese país. Obtiene una licenciatura y una maestría en la
Universidad McGill de Montreal, y, posteriormente, un doctorado en Harvard
en 1953, convirtiéndose en ciudadano estadounidense poco después. Contrae
matrimonio con la hija del ex presidente checoslovaco Eduardo Benes.
Entre 1966 y 1968 se desempeña como miembro del Consejo de Planificación
Política del Departamento de Estado de los EE.UU., donde desarrolla la
estrategia de «implicación pacífica» frente y hacia la Unión Soviética, todo
esto dentro del marco de la Guerra Fría. En octubre de 1966 convence al
presidente estadounidense Johnson de modificar las prioridades estratégicas
de modo que el «deshielo» sea colocado antes de la reunificación alemana.
Durante la campaña presidencial de 1968, Brzezinski preside el grupo de
trabajo encargado de la política exterior del candidato demócrata Hubert H.
Humphrey, que perdería finalmente ante Richard Nixon.
El inspirador de la creación de la Comisión Trilateral
A principios de los años setenta, Brzezinski se distingue como analista
cuando anuncia proféticamente la llegada de actores mayores al escenario del
poder mundial. Se trata de Europa y Japón, cuyas economías se han levantado
rápidamente después de la Segunda Guerra Mundial.
En un artículo suyo publicado en la revista Foreign Affaire, en 1970, expone
su visión de este «nuevo orden mundial»:
«Se hace necesaria una visión nueva
y más audaz - la creación de una comunidad de países desarrollados que puedan
tratar de manera eficaz los amplios problemas de la humanidad. Además de los
Estados Unidos de América y Europa Occidental, debe incluirse a Japón (...)
«Un consejo formado por miembros de Estados Unidos, Europa Oriental y Japón
que fomentara encuentros regulares entre los jefes de gobierno, pero también
entre personalidades menos importantes, sería un buen comienzo.»
El mismo
año, Brzezinski lanza nuevas ideas en su nuevo libro titulado:
Between Two Ages [1], donde explica que ha llegado la era de reequilibrar el poder
mundial, poder que debe pasar a manos de un nuevo orden político global
basado en un vínculo económico trilateral entre Japón, Europa y Estados
Unidos.
La revolución de las técnicas de producción, el cambio de la industria
pesada a la electrónica, debía provocar un trastorno de sistemas políticos y
una nueva generación de élites en el poder.
David Rockefeller, entusiasmado
con estos conceptos, lo contrata entonces para crear la
Comisión Trilateral
y lo nombra director.
Esta fue establecida oficialmente en 1973, y reúne a
importantes figuras del comercio mundial, de los medios bancarios
internacionales, gobernantes y los grandes medios de comunicación europeos,
japoneses y norteamericanos.
Cuando ocurrió el primera crisis petrolera, la principal preocupación de
estos maestros de las finanzas mundiales fue la de quitarse de encima la
responsabilidad de la deuda exterior de los países en vías de desarrollo,
dando mayores obligaciones y fortaleciendo el Fondo Monetario Internacional
(FMI). También se trataba para los Estados Unidos, debilitados en aquella
época por su fracaso militar en Vietnam, de apoyarse en cada extremo
geográfico del continente euroasiático, donde tenían gran influencia después
la Segunda Guerra Mundial, con la finalidad de mantener y extender su
hegemonía.
Esta misión, vista desde afuera, otorga sin dudas a Brzezinski una imagen de
defensor de la paz, portavoz de la disminución de la tensión mundial (Guerra
Fría) y de las relaciones multilaterales, e incluso -ante los ojos de la
extrema derecha-, una apariencia de globalista inspirado en el marxismo.
Para llevar a cabo los grandes planes de la Comisión Trilateral, lo mejor
era que uno de sus miembros llegara a ser presidente de los Estados Unidos.
El presidente Carter y el doble juego
Desde la creación de la
Comisión Trilateral, el pastor Jimmy Carter era uno
de los que con seguridad formaban parte del equipo Rockefeller-Brzezinski.
Había abierto las primeras oficinas comerciales para el estado de Georgia, en
Bruselas y en Tokio, cosa que hacía de él la imagen modelo o el concepto
fundador de la Comisión [2].
Zbigniew Brzezinski inspecionando el arma de un militar paquistaní
Para su nominación como candidato a las elecciones y la elección
presidencial de 1976, Rockfeller puso en funcionamiento sus relaciones en
Wall Street y a trabajar a Brzezinski, cuya influencia académica al servicio
del candidato demócrata Jimmy Carter fue de gran provecho para que ganara
las elecciones. Naturalmente, cuando Carter fue elegido, Brzezinski ocupó el
puesto privilegiado de
consejero de seguridad nacional [3].
Una vez en su silla, Carter definió como prioridad la reducción del arsenal
militar nuclear de los dos bloques (EE.UU.-URSS). Sin embargo, la crisis de
los mísiles SS-20 soviéticos apuntados hacia Europa hizo que Carter
reaccionara con el despliegue de los mísiles Pershing, lo que arruinó sus
esfuerzos, sinceros o no, y puso a ambos bloques en una situación de
desconfianza recíproca.
Se puede constatar que en aquella época el campo soviético tenía buenas
razones para sospechar que su adversario realizaba un doble juego: la
derrota militar de los EE.UU. en Vietnam les obliga a mantener cierta
modestia en el plano militar y estratégico, mientras que Brzezinski
preparaba su plan de guerra por mandato, para preparar una trampa y obligar
a la Unión Soviética a entrar en un conflicto periférico.
La desestabilización del régimen comunista afgano y el financiamiento y
entrega de armas a las primeras milicias jihadistas anticomunistas en 1979
provocaron, como previsto, la entrada del Ejército Rojo en Afganistán.
Para
ello Brzezinski se apoya en los efectivos servicios de espionaje e
inteligencia paquistaníes, el temido ISI.
Cuando la revista francesa
Le Nouvel Observateur le realizó una entrevista
en 1998, Brzezinski reconoció que el equipamiento de las tropas
antisoviéticas de Bin Laden era anterior a la invasión rusa y destinado a
provocar su reacción:
Le Nouvel Observateur: El ex director de la CIA, Robert Gates, lo afirma en
sus Memorias. Los servicios secretos norteamericanos comenzaron a ayudar a
los mujaidines afganos seis meses antes de la intervención soviética. En esa
época usted era el consejero del presidente Carter y su papel fue clave en
este asunto. ¿Lo confirma?
Zbigniew Brzezinski: Sí. Según la versión oficial de la historia, la ayuda
de la CIA a los mujaidines se inició en el año 1980, es decir, luego que el
ejército soviético invadiera a Afganistán el 24 de diciembre de 1979. Pero
la realidad, mantenida en secreto hasta hoy, es muy distinta: fue el 3 de
julio de 1979 que el presidente Carter firmó la primera directiva sobre la
asistencia clandestina a los opositores del régimen pro soviético de Kabul.
Aquel día le escribí una nota al presidente en la que le explicaba que en mi
opinión aquella ayuda provocaría la intervención de los soviéticos. (...) No
empujamos a los rusos a intervenir, pero conscientemente aumentamos las
probabilidades de que lo hicieran.
N.O.: Cuando los soviéticos justificaron su intervención afirmando que
luchaban contra una injerencia secreta de los Estados Unidos nadie les creyó,
sin embargo había un fondo de verdad. ¿No lamenta nada hoy?
Z. Brz.: ¿Lamentar qué? Esa operación secreta era una excelente idea. Tuvo
como efecto atraer a los rusos hacia la trampa afgana, ¿y usted quiere que
lo lamente? El día en que los soviéticos cruzaron oficialmente la frontera
afgana escribí al presidente Carter en esencia: «Esta es nuestra oportunidad
de darle a la URSS su Vietnam» (...).
N.O.: ¿Tampoco lamenta usted el haber favorecido el integrismo islámico,
haber entregado armas y asesoría a futuros terroristas?
Z Brz.: ¿Qué es lo más importante ante la mirada de la historia mundial, los
talibanes o la caída del imperio soviético? ¿Algunos islamistas excitados o
la liberación de Europa Central y el fin de la Guerra Fría?» [4]
(Nota de la redacción de la Red Voltaire: el conflicto en Afganistán desde
sus inicios en 1979 ha causado miles de miles de muertos, para algunos
observadores un millón de muertos y desplazado gran parte de la población
civil del país, en la lamentable condición de refugiado, pero para el Sr.
Brzezinski los fines justifican los medios).
Al hablar de «algunos islamistas excitados» en esta entrevista, Brzezinski
no subestima el poderío de Al Qaeda, pero caracteriza la realidad de lo que
los neoconservadores han erigido en mito a fin de justificar su cruzada
mundial.
Claro que un miembro del
Council on Foreign Relations se cuidaría
muy bien hoy de ser tan categórico.
Alianza objetiva con China y apoyo incondicional al Shah de Irán
Si bien Nixon y Kissinger habían jugado decididamente con el miedo al cerco
de la Unión Soviética, iniciando un proceso de normalización de las
relaciones con China, una parte de los más allegados a Carter desconfiaba de
este acercamiento que pretendía Brzezinski.
Jimmy Carter (izquierda), Zbigniew Brzezinski (centro) y Cyrus Vance
Al llegar a la Casa Blanca, Carter había afirmado que optaría por el diálogo
con la URSS y guardaría distancia con respecto a la República Popular China,
pero su secretario de Estado, Cyrus Vance se enfrentó rápidamente a
la
obsesión anti-rusa de Brzezinski y durante todo su mandato Carter tuvo que
esforzarse por conciliar los antagonismos de su administración.
Quien hacía las veces de mediador entre estos dos polos era Richard C. Holbrooke, futuro embajador de los Estados Unidos en la ONU y asesor de John
Kerry para la política exterior durante su campaña, junto a Mark Brzezinski,
hijo de Zbigniew. Según Cyrus Vance y otros partidarios del diálogo, como el
renegado demócrata Averell Arriman, la lógica triangular de cerco sólo podía
conducir, en el mejor de los casos, a un malentendido con la URSS, cuando no
a la guerra.
Preconizaban el diálogo sobre el desarme y la cooperación con la Unión
Soviética para neutralizar los conflictos del Tercer Mundo.
La normalización
de las relaciones con China siguió en marcha. Brzezinski llegó a ultimar un
programa conjunto de cooperación estratégica y a mantener buenas relaciones
personales con Deng Xiaoping, lo que le vale ser actualmente bien visto
entre los chinos.
Reunión entre el Shah de Irán, Alfred Atherton, William Sullivan, Cyrus
Vance, el presidente Jimmy Carter y Zbigniew Brzezinski en 1977
La misma desconfianza de Brzezinski hacia la URSS se encuentra en su actitud
con respecto a Irán, que bajo el régimen del Shah era considerado un
baluarte contra la influencia soviética en el Medio Oriente.
Así, Brzezinski
le aseguró su apoyo al Shah hasta el último momento, y pidió la intervención
militar de los Estados Unidos para mantenerlo en el poder incluso cuando una
parte de la administración Carter, a la cabeza de la cual se encontraba el
secretario de Estado, quería su salida.
Sin embargo, las acciones concretas de Washington fueron dictadas por el
punto de vista del Departamento de Estado, y, a pesar de las conversaciones
con los generales que derrocaron al Shah para garantizar un régimen moderado
al frente del país, fue Khomeini quien ocupó el poder en un ras de mar
popular.
Participó con Carter en las negociaciones de Camp David 1 en 1977 y
desempeñó un papel en la firma del tratado de paz entre Israel y Egipto sin
necesidad de tener que imponer su presencia en el momento culminante de los
debates, contrariamente a lo que siempre hizo cuando se trataba de la URSS.
Vuelve la amenaza rusa frente a la hegemonía norteamericana
En 1989 Brzezinski abandona la Universidad de Columbia, donde enseñaba desde
1960, para dedicarse a la elaboración del plan de estatus independiente de
Ucrania, lo que marca el inicio de su compromiso con vistas a prevenir el
resurgimiento de Rusia como superpotencia.
Por el contrario defiende la
integración de Rusia al sistema de Occidente y el «pluripartidismo
geopolítico» en el espacio de la ex Unión Soviética.
Por otra parte, desarrolla «un plan para Europa» que pasaría por la
extensión de la OTAN a las repúblicas bálticas. Sus esfuerzos darán frutos
varios años más tarde, especialmente con la
integración de las tres
repúblicas bálticas a la OTAN en 2002. Durante los años 90 es igualmente el
emisario especial del presidente de los Estados Unidos para la promoción del
mayor proyecto de infraestructura petrolera del mundo, el oleoducto Bakú-Tbilissi-Ceyhan.
Dicho proyecto representa para él la mejor concretización de sus ambiciones
tendentes a impedir el renacimiento de Rusia. Paralelamente preside desde
1999 el Comité Norteamericano para la Paz en Chechenia (American Committee
for Peace in Chechnya), instalado en los locales de Freedom House, cargo
desde el que pretende intervenir en las negociaciones de paz entre el
gobierno ruso y los independentistas dirigidos por Mashkadov.
Sin embargo, estas actividades, cuidadosamente revestidas de buenas
intenciones «a lo demócrata» tienen cada vez más dificultades para disimular
la realidad subyacente: la de un apoyo encubierto a los independentistas
para mantener una guerra periférica, como en Afganistán, a fin de debilitar
a Rusia y mantenerla alejada de las ganancias generadas por los recursos del
Mar Caspio.
La materialización de la doctrina Brzezinski en el sentido de que,
«Una
potencia que domine Eurasia controlaría dos de las regiones más avanzadas y
económicamente productivas del mundo»,
...pasa por la extensión de la OTAN hacia
el Este, en lo que trabajó activamente la administración Clinton.
¿Pero cómo
venderles esta necesidad de la OTAN a los europeos?
«La entidad europea,
situada en el borde occidental de Eurasia, y en la proximidad más inmediata
de África, está más expuesta a los riesgos inherentes al desorden global
creciente que una América políticamente más unida, militarmente más poderosa
y geográficamente más aislada (...).
Los europeos estarán más inmediatamente expuestos al riesgo en caso de que
un imperialismo chauvinista anime nuevamente la política exterior rusa»,
explicaba Brzezinski en la revista National Interest en 2000 [5].
Esto tiene
el mérito de la claridad: el despliegue de las fuerzas de la OTAN alrededor
de Rusia era una medida preventiva. Si Rusia reacciona poniéndose a la
defensiva, ello constituiría la prueba de que aspira a restaurar su imperio
y a una vuelta al totalitarismo.
Trabajando al mismo tiempo como consultante para BP-Amoco y Freedom House,
Brzezinski está encargado en Azerbaiyán de redorar la imagen del dirigente
Heidar Alyiev. Para ello no vaciló en calificar al dictador como un «tipo
simpático» en una entrevista al New York Times [6]. Como justificación al
apoyo anglosajón a la dictadura de Aliyev, Brzezinski argumenta que tras
siete décadas de gobierno comunista no puede esperarse que Azerbaiyán y las
demás repúblicas de la antigua Unión Soviética adopten la democracia en un
lapso tan corto.
Si bien la represión política bajo el régimen de Aliyev tuvo una tendencia a
acentuarse durante estos últimos años a medida que disminuían las
expectativas sobre las riquezas del Caspio, Azerbaiyán no dejó por ello de
pasar del estatus de país «no libre» al de «parcialmente libre» en la
clasificación de Freedom House [7].
Al mismo tiempo, en 1999, la secretaria de Estado y discípula de Brzezinski,
Madeleine Albright, invitaba a Heidar Aliyev a la celebración del
aniversario de la OTAN. Siempre en la misma perspectiva de implantación de
la OTAN para permitir a los intereses occidentales, sobre todo petroleros,
implantarse en la región, Georgia, Azerbaiyán y Ucrania organizaron
ejercicios militares conjuntos el 16 de abril de 1999 auspiciados por el
programa «Asociación para la Paz», de la OTAN [8].
Además de sus actividades de consultante para BP-Amoco y Freedom House,
Brzezinski apoya o presta su nombre a todo un sistema de fondos y de ONGs (organizaciones
no gubernamentales) que apadrinan a las castas, a los intelectuales y a las
élites de la antigua órbita soviética.
Por iniciativa del Comité Norteamericano para la Paz en Chechenia, del que Brzezinski es presidente, tuvo lugar una reunión entre los principales
líderes del movimiento checheno entre los días 16 y 18 de agosto de 2002, en
Lichtenstein, encuentro que se realizó dos meses después del realizado entre
Bassaiev y Maskhadov, donde se estableció el acuerdo sobre la dirección
común de las «Fuerzas Armadas de la República Chechena de Ichkeria».
Los participantes concluyeron que Chechenia no podía seguir incluida en
Rusia, que era necesaria una amplia autonomía y que se imponían
negociaciones con Maskhadov. La toma de rehenes de
Beslán, reivindicada por
Bassaiev, ¿forma parte del proceso de reivindicación de independencia de
Chechenia o del proceso de desestabilización de Rusia? [9].
Podemos hacernos algunas preguntas a partir del hecho de que la principal
consecuencia de esta acción fue el ascenso de las tensiones entre Osetia del
Norte y la vecina Inguchia, es decir, una «balcanización» cada vez más
importante de la región.
Mark Brzezinski
Hoy Zbigniew Brzezinski es sobre todo activo en el seno del
CSIS, pero sigue
siendo el cerebro del programa demócrata en política exterior, de lo que da
fe la obsesión del candidato Kerry, y sobre todo de su compañero de
candidatura John Edwards, en lo referente a Rusia.
Según los consejos de Mark Brzezinski, eligieron adoptar como primera
prioridad la cuestión del desarme nuclear de Rusia, cuando esta ha
recuperado su capacidad de producción de petróleo de antes del derrumbe de
la URSS y cuando el Estado ruso se beneficia ampliamente del precio actual
del crudo, lo que recientemente le ha permitido duplicar su presupuesto de
defensa. La cuestión del peligro del vetusto arsenal nuclear ruso no es por
lo tanto algo de actualidad, contrariamente a lo que pretende John Kerry.
Su objetivo es otro, más vinculado a la estrategia de subordinación de Rusia
defendida desde hace varias décadas por Zbigniew Brzezinski, pero es más
difícil de ahora en adelante convencer a la opinión mundial de que Rusia
encarna el mal absoluto y de que si no es subordinada volverá al
totalitarismo [10].
Para ello hay que provocar su reacción de igual forma que en Afganistán en
1979, pues contrariamente a los Estados Unidos, está a buen resguardo de
problemas de suministro energético para las próximas décadas.
Así,
verificamos una deriva en el discurso de Brzezinski, que calificaba
recientemente a Vladimir Putin de «Benito Mussolini ruso», en entrevistas
concedidas al
Wall Street Journal y a
Novaya Gazetta.
Referencias
[1] Between two Ages: America’s Role in the Technetronic Era, por Zbigniew
Brzezinski, editorial Harper, 1971. Édition française : Révolution
technetronique, editorial Calman-Lévy, 1971.
[2] Es igualmente la Comisión Trilateral la que llevará al presidente
francés Giscard d’Estaing a escoger como primer ministro a uno de sus
miembros, Raymond Barre, profesor de Economía y sin experiencia política.
[3] Brzezinski llama junto a sí a Madeleine K. Albright (cuyo padre sirvió
en Checoslovaquia durante el gobierno del suegro de Brzezinki, Eduard
Benes), y a los dos teóricos del conflicto o Choque de civilizaciones
Bernard Lewis et Samuel P.Huntington.
[4] Le Nouvel Observateur No. 1732, del 15 al 21 de enero de 1998, p.76.
[5] Citado en «Bribing Montenegro - It didn’t work», por George Szamuely,
antiwar, 15 de junio de 2000.
[6] «Freedom spells B-A-K-U», Counterpunch Magazine, 1999.
[7] Ver: «Freedom House, quand la liberté n’est qu’un slogan», Voltaire, 7
de septiembre de 2004 artículo en francés que será pronto publicado por la
Red Voltaire.
[8] «U.S. and NATO goals in the Balkans», por Lenora Foerstel, International
Action Center, 1999.
[9] «Beslán: La responsabilidad del ataque genocida apunta a los
anglosajones» por Marivilia Carrasco, Agencia IPI y la redacción de
Voltaire, 19 de septiembre de 2004.
[10] «115 atlantistas contra Rusia» por Thierry Meyssan, Voltaire, 26 de
noviembre de 2004.