del Sitio Web TruthDig
traducción de
Adela Kaufmann
el candidato presidencial republicano Donald Trump en una manifestación cerca de Atlanta.
(Olya Steckel / Shutterstock)
Las élites del poder, cegados por la arrogancia, intoxicados por el poder absoluto, incapaces de establecer límites a la explotación de la clase baja, impulsados para expandir el imperio más allá de su capacidad de sostenerse a sí mismo, adictos al hedonismo, el espectáculo y la riqueza, rodeados de cortesanos medio ingeniosos - Alan Greenspan, Thomas Friedman, David Brooks y otros - quienes les dicen lo que quieren oír, y envueltos por una falsa sensación de seguridad debido a su capacidad de emplear la violencia estatal masiva, son los últimos en enterarse que su mundo privilegiado está implosionando...
El carnaval de las elecciones presidenciales es una exhibición pública de la morbilidad profunda y artificio que se han apoderado de la sociedad estadounidense.
El discurso político ha sido reducido por diseño a trillados clichés patrióticos y religiosos, a mojigato sentimentalismo al carácter estadounidense, una sacralización del militarismo y mordaces burlas adolescentes.
La realidad ha sido dejada atrás.
Los políticos son poco más que marcas. Ellos venden personalidades hábilmente fabricadas. Estas personalidades artificiales son utilizadas para humanizar la opresión corporativa.
Ellos no pueden - y no tiene intención de - poner fin a las fútiles e incesantes guerras, a desmantelar el estado de seguridad y vigilancia, a detener el ecocidio de la industria de los combustibles fósiles, a frenar la clase depredadora de los banqueros y financieros internacionales, a sacar a los estadounidenses de la pobreza o restaurar la democracia.
Ellos practican la antipolítica, o lo que Benjamin DeMott llama "política basura".
DeMott define el término en su libro "Junk Politics: The Trashing of the American Mind":
Continuó:
Nuestra democracia constitucional está muerta. No funciona. O mejor dicho, no funciona para nosotros.
Ningún político o funcionario electo puede alterar algo sustancialmente. A lo largo de las administraciones de George W. Bush y Barack Obama ha habido continuidad completa en casi todos los temas
De hecho, si Obama tiene un legado es que hizo peor las cosas de forma incremental.
Su sucesor será igual de impotente...
Obama, ahora es un miembro fundador de nuestra élite gobernante, se hará rico, al igual que los Clinton, cuando salga de la oficina. Las élites adineradas pagarán por sus dos bibliotecas presidenciales - grotescos y vanos proyectos.
Ellos lo pondrán en las juntas y lo inundarán de astronómicas tarifas por discursos.
Pero como líder democrático, él ha demostrado ser tan patético como su predecesor.
Bernie Sanders, que al menos reconoce nuestra realidad económica y se niega a aceptar el dinero corporativo para su campaña presidencial, desempeña el papel de bufón de la corte del Partido Demócrata.
No hay duda de que sigue siendo un miembro de la corte, él no va a condenar la perfidia y la colaboración con el poder corporativo que definen a Obama, Hillary y Bill Clinton y al Partido Demócrata.
Él acepta que la crítica del imperio es tabú. Él continúa, aun cuando las primarias de la plataforma del partido de las élites apuntan contra él, para hacer de la participación democrática una burla, para sostener a los demócratas como una herramienta para el cambio.
Pronto instará a sus seguidores a votar por Hillary Clinton, trabajando activamente como un impedimento para la movilización política y un defensor del letargo político.
Sanders, cuya promesa de una revolución política es tan hueca como la competencia lemas de campaña, serán recompensados por su duplicidad. Se le permitirá mantener su antigüedad en la bancada demócrata. El partido no montará una campaña en Vermont para quitarle el puesto del Senado de Estados Unidos.
Él no terminará, como ha temido, siendo un paria como Ralph Nader. Pero él, como todos los demás en el establecimiento, nos habrá agotado.
Todo el ciclo electoral es un acto de carnaval, lleno de ruido y furia, que no significa nada. Está dirigido a los instintos más venales del público. Es un ejemplo del profundo cinismo entre las élites que, al igual que todos los demás estafadores, en privado se burlan de nosotros por nuestra credulidad e ingenuidad.
Somos tratados como niños maleables.
DeMott tildó a esta infantilización como,
En el mundo de la política basura, escribió,
Ninguno de aquellos elegidos para la Casa Blanca, el Congreso o las cámaras estatales tienen el poder, y ellos lo saben, para desafiar el destripamiento corporativo del país.
La furia y la frustración popular que han ido en aumento en contra de las élites de poder establecidas durante esta campaña electoral se montarán más como estadounidenses, especialmente con un nuevo presidente en la Casa Blanca, dándose cuenta de que su voz y su voto no tienen sentido.
Los nativistas blancos y fanáticos que acuden a Donald Trump, junto con los aquellos que venden los principios liberales más básicos para apoyar a Hillary Clinton, están a punto de ser enseñados una dura lección sobre la naturaleza de nuestro sistema de "totalitarismo invertido".
Están a punto de descubrir que tenemos una clase de "super-depredadores." Estos super-depredadores no son gente pobre de color que recorren las calles de las comunidades marginales.
Ellos habitan en los exclusivos enclaves corporativos de los privilegiados y los poderosos.
El poder corporativo es inatacable, y sigue avanzando como una corriente de lava.
Las semillas de la destrucción del poder corporativo, sin embargo, están integradas dentro de su propia estructura.
Las élites no tienen limitaciones internas o externas. Ellos explotan, manipulan, mienten y oprimen hasta que crean un vacío ideológico. Nadie más que el más obtuso, incluyendo los cortesanos que se han separado a sí mismos de la realidad, crepitarán las sandeces de la ideología neoliberal.
Y en ese punto, el sistema va a implosionar.
La revuelta puede ser de derecha. Puede tener fuertes connotaciones de fascismo. Puede cimentar en su lugar un aterrador estado policial. Pero el que una revuelta está llegando es incontrovertible.
Lo absurdo de la elección lo demuestra...
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