cautivó durante más de una década al mundo
Algunos lo encumbran como representante de valores casi olvidados en nuestra moderna sociedad. Justicia, igualdad, libertad, y otras bellas palabras se asocian con adornos dignos de una aventura épica al fallecido líder.
Otros, sus detractores, describen y detallan el reguero de injusticia, censura, demagogia, y despilfarro irresponsable que ha signado su extenso paso como presidente de los venezolanos.
En Latinoamérica hemos conocido varias figuras similares al líder venezolano.
Sólo en el siglo XX hemos visto pasar a,
Todas figuras que han dejado una profunda huella en la historia
de sus países y también en las crónicas históricas del mundo.
La primera, y quizá la más notable, es la polarización de la sociedad. Las masas populares, integradas fundamentalmente por los sectores más postergados de la sociedad, lo apoyan incondicionalmente.
En contrapartida, los sectores oligárquicos o mejor acomodados de la población ejercen una brutal oposición.
También son observables otros componentes que frecuentemente van asociados al paso de estos carismáticos líderes:
Todos son rasgos que de algún modo u otro signan los mandatos de
estas figuras.
Para tamaña tarea
empecemos por delinear el contexto socio-económico que suele hacer las veces
de catapulta para impulsar el advenimiento de estas figuras al gobierno.
... en fin, reina la inestabilidad social y una sensación de que el "orden institucional" puede desbaratarse en cualquier momento.
El enojo de las
masas se hace inmanejable y todo parece precipitarse hacia un abismo.
Los casos a los que nos referimos son aquellos en los cuales la miseria y el sufrimiento se han extendido a grandes sectores sociales, han durado décadas, y todos los métodos de control de daños de los gobiernos que han manejado los hilos durante años se hacen ineficaces para controlar el enojo y la frustración de las masas.
Es por eso que estas
singulares figuras no son tan frecuentes; el caldo de cultivo necesario para
su surgimiento debe ser muy específico, no se trata de masas disconformes
simplemente.
Tienen la
extraordinaria habilidad, conscientes o inconscientes de ello, de crear una
paradoja que es aceptada sin la más mínima resistencia por las masas
sufrientes: se presentan como uno más de ellos, y al mismo tiempo se erigen
como su mesías, como líderes únicos que encarnan atributos poco comunes que
los transforman en los salvadores, los adalides de los oprimidos.
Y así comienza un
romance sin igual, en donde el pueblo abraza con afecto y devoción a su
benefactor, y éste, desde su trono legítimamente ganado, gobierna para su
gente prodigando dones, equilibrando desigualdades y dando oportunidades a
quienes no las tenían.
Sectores que durante años han gozado de privilegios extraordinarios, de pronto se ven despojados de ellos y se constituyen en sus acérrimos enemigos. En general suelen contar con recursos económicos suficientes como para desplegar un vasto ejército con un objetivo bien preciso: derrumbar a cualquier costo su gobierno.
Estos grupos poderosos suelen poseer directa o indirectamente medios de comunicación de alcance masivo.
Allí se libra la gran batalla.
Paralelamente estos mismos grupos representan fronteras adentro intereses foráneos de grandes corporaciones y gobiernos extranjeros.
Como testaferros de éstos, esta oligarquía enfurecida cuenta con un
eficiente aparato de propaganda puertas afuera que desdibuja globalmente lo
mucho o poco que el líder y su gobierno popular hayan hecho por el pueblo.
También como testaferros cuentan con recursos extras facilitados por su "patrones"
extranjeros.
Ahora, bajo el fuego de las huestes oligárquicas que ponen en evidencia todos sus defectos, errores, y omisiones - pasados desapercibidos hasta el momento por el pueblo agradecido - la imagen se deteriora, los enemigos se multiplican, y obtener el apoyo de las masas se transforma en una labor de tiempo completo.
Así el héroe popular ingresa en una partida nada fácil de ganar. Los enemigos mienten, exageran, sacan de contexto, desinforman, ... él no puede hacer menos que eso. Poco a poco se gesta el ejército del gobierno.
Canales de televisión, radios y diarios, son la
primera avanzada. Recursos del estado son invertidos para alimentar todo
este aparato. Al mismo tiempo, para minar los esfuerzos de la oposición se
recurre a la censura, la coacción, la apropiación y manipulación de los
organismos que fiscalizan el desempeño del estado, y se lleva la demagogia a
extremos inconcebibles.
Pero un sector de la sociedad, movilizado en parte por una afinado aparato de difusión y propaganda que no da tregua, y en parte lícitamente preocupado por los excesos cada vez más frecuentes y evidentes por parte del gobierno, se distancia, y sin ser realmente conscientes toman partido por la oposición, por ese monstruo herido que se niega a dejarse domesticar.
No suele haber lugar para posturas racionales y
objetivas, distanciadas de ambos bandos, posturas propias de quienes pueden
vislumbrar un panorama algo más amplio y real que la versión parcializada a
conveniencia de uno u otro lado.
Los únicos vencedores, como es fácil prever, son las oligarquías, esas camarillas adineradas que siempre trascienden las épocas, los partidos políticos, las ideologías, las personas y los gobiernos.
Ellos están ahí siempre, pueden esperar uno, dos, o tres mandatos. Saben que no importa cuánto se tarde, siempre hay una forma de desbancar a un héroe popular. Persuasión, extorsión, difamación y campañas de mentiras, son sólo parte de su abundante arsenal. Cuando todo esto falla es posible que lleguen al asesinato.
De una u otra manera el tiempo de estas figuras se termina. Los años felices se desvanecen lentamente y sólo queda para algunos el recuerdo idealizado de un Robin Hood encarnado.
Por décadas esta poderosa
imagen seguirá influyendo en los acontecimientos.
Su aparición en medio del caos, su real o aparente oposición a los intereses del "imperio", su preocupación por los más desamparados,... ¿cómo no ha de despertar en nosotros agradables e intensos estados emocionales?
Es el héroe
arquetípico, el valiente que enfrenta sólo a capa y espada a todos los
villanos.
Muerte, miseria,
enfermedad, engaño, nos rodean a diario y nuestra tolerancia finalmente
colapsa. En esta particular circunstancia estos singulares personajes son
como destellos de luz, de justicia, de virtud... en fin, una especie de
remanso, y como tal no podemos evitar sucumbir a la tentación de recostarnos
a descansar en él.
Estas figuras populares son encantadoras en la mayoría de los casos, pero albergan aspectos tan oscuros como cualquier ser humano, y por lo general no pueden o no quieren hacerse conscientes de ellos.
La adoración de las masas obnubiladas fortalece su convencimiento en que un destino grandilocuente ha sido reservado para él.
Su autoimagen, distorsionada por la dinámica de esta
apasionada relación con su pueblo, crea una barrera infranqueable entre su
mundo personal y subjetivo, y la realidad. En poco tiempo todas sus energías
son invertidas en mantener esta condición de ser único, irrepetible. No hay
sucesores, no hay reemplazos.
Ambos alimentan
fantasías, ambos ingresan en un estado narcótico donde la realidad es
distorsionada para ajustarse a las expectativas y necesidades de cada uno.
En
un mundo patocrático, es decir, gobernado por psicópatas,
todo lo que procede de él es creado con el único fin de mantener funcionando
la monstruosa maquinaria de manipulación y control. Sin conocimiento, sin
libertad, y sin conciencia, no hay forma de provocar, o al menos posibilitar,
un cambio sustancial.
En consecuencia apenas alcanzan a mitigar
temporalmente algunas de las manifestaciones visibles de esa afección, pero
ni remotamente se acercan a la cura.
Su relativamente corto paso por los pasillos de la historia, son válvulas de presión que se activan justo en el momento en que la caldera social está por explotar.
En estas condiciones, siempre el sistema de control prevalece.
Los héroes populares, incluso aquellos pocos que exhiban verdadera nobleza de espíritu y posean un sincero deseo de hacer algo por los más desprotegidos, en tanto jueguen sobre el tablero creado por el propio sistema, inmersos en una ilusión de autodeterminación, creyéndose poseedores de voluntad y libertad, e ignorantes de la realidad que subyace a cualquier conflicto político o ideológico..., en definitiva, mientras permanezcan alejados de la realidad objetiva y sumidos en un espejismo de subjetividades, poco o nada podrán hacer por su amado pueblo.
Es más, posiblemente a la larga empeoren su
situación: la actitud paternalista comúnmente ligada a estas figuras
populares, adormece a las masas y contribuye a profundizar la debilidad de
conciencia ya de por sí hábilmente conseguida por el funcionamiento
eficiente de un sistema de control que paradójicamente intentan combatir.
No hace mucho tiempo atrás en otra editorial afirmábamos:
***
Consideremos por un momento lo expuesto hasta aquí.
Es una trampa mortal, todo es parte de una estrategia sublime, producto de
una inteligencia que roza lo sobrenatural. Los héroes populares son una
pieza esencial del sistema de control.
Realmente están convencidos de que son protagonistas de un
momento único en la historia donde el curso de los acontecimientos cambia
total y definitivamente a favor de la justicia, la igualdad y la libertad de
los individuos.
No entienden que el enemigo no es la pobreza, ni la desigualdad, ni tampoco el capitalismo, o las bancas internacionales, ni siquiera el imperio mismo; estos son sólo la profunda huella que deja en la sociedad el paso de un gigante invisible que controla y somete a la humanidad sin que esta note acaso su existencia.
Como toda huella es sólo un
indicio, una señal que nos permite apenas sospechar su tamaño y poderío.
Aún bajo el influjo de estos destellos de conciencia no hay garantías de que este singular sujeto interprete correctamente su descubrimiento.
Sólo una auténtica vocación por la verdad, acompañada de una férrea voluntad desarrollada a fuerza de autoconocimiento y trabajo interior, posibilitará que este hombre vislumbre acaso la existencia de la monstruosa bestia.
Y sólo compartir con humildad su conocimientos con otros
individuos similares a él hará posible una auténtica revolución, la
revolución del espíritu,
la revolución interior. |