por Juan Manuel Karg
15 Febrero 2016
del Sitio Web
RT
Era evidente que, tras los recientes triunfos electorales en
Argentina y Venezuela, la derecha continental iba a
concentrar sus esfuerzos en la elección boliviana del próximo 21 de
febrero.
Ese envalentonamiento tiene una
explicación concreta:
golpeando con certeza a Morales se
terminaría de debilitar el "bloque posneoliberal", es decir,
aquellos gobiernos que, a lo largo de la última década, han
impulsado una serie de transformaciones sociales y económicas,
impulsando economías favorables para las mayorías.
Ese es el cálculo que, a esta hora, debe
explicar cualquier análisis sobre lo que suceda en Bolivia,
independientemente de la orientación ideológica de quien lo firme.
La nueva "guerra sucia" contra Evo inició semanas atrás con una
campaña de prensa sobre un hipotético "tráfico de influencias" de
Morales en beneficio de una ex-novia suya, Gabriela Zapata
Montaño.
La operación se caía apenas explicado el
escenario global, algo que hicieron pocos medios.
Morales se había distanciado de la joven
en 2007, ingresando Zapata Montaño en 2013 - es decir, seis
años después - a la empresa china CAMC Engineering Co, que, vale la
pena decir, no depende del Estado boliviano.
"Estamos convencidos de que todo
esto viene de Estados Unidos", dijo Morales explicando su visión
del tema al canal Bolivisión, para luego decir que anteriormente
"era acusado de sedición, narcotráfico y terrorismo y ahora,
como no tienen nada que inventar, me señalan por tráfico de
influencias".
Pero la desinformación operada por los
artífices de la campaña del NO continuó, incluso con
operaciones casi de principiantes.
La oposición circuló dos fotografías
falsas que replicaron algunos periodistas.
Una, intentando hacer ver a Morales con
Zapata Montaño, en un encuentro reciente que jamás ocurrió:
la foto mostraba al presidente con
Mayra Medinacceli, quien fuera personal de seguridad.
Otra, una operación de baja calaña de
parte del empresario cementero y ex-candidato presidencial Samuel
Doria Medina, circulando una factura falsa según la cual Evo
Morales habría gastado 1400 pesos bolivianos - unos 200 dólares -
por un corte de cabello.
Como se ve:
todo suma desde el punto de vista
del NO a la operación de erosión presidencial, intentando
instalar ideas como nepotismo y corrupción cerca
de Morales, a fin de volcar el número de indecisos - un 15%
aproximadamente - a la negativa.
La idea parece ser:
"Yo instalo y difundo. ¿Quién se va
a enterar después de la desmentida si el gobierno no maneja a
los medios de comunicación?"
Como se ve, una lógica a todas luces
perversa, equiparable al "todo vale".
Sin embargo, el despliegue de una ayuda externa para confrontar con
Morales resulta notablemente más relevante para los intereses de
Washington que las tropelías de Doria Medina y compañía:
la
agencia norteamericana NED,
auspiciosa contribuyente de diversas desestabilizaciones en
nuestra región contra gobiernos nacional-populares, progresistas
y de izquierda, desembolsó unos 8 millones de dólares entre 2003
y 2014 para financiar a dos decenas de ONG's bolivianas - según
cifras oficiales.
Una de ellas, la
Asociación Boliviana de Ciencia Política,
presenta a su titular participando activamente de la campaña del NO.
La NED juega fuerte porque cree que es el momento para golpear a
Morales, quien hasta esta elección cuenta con un impresionante
handicap electoral propio:
-
53.7% en 2005
-
64% en 2009
-
61.3% en 2014
Sería, por tanto, el "brazo ejecutor" de
una política que EE.UU. ya no ha podido implementar de forma
presencial desde la expulsión del embajador Philip Goldberg,
en 2008, tras ser declarado "persona no grata" por el propio
Morales.
Pero los fondos, como se ve, siguen
arribando, independientemente de embajadores, contando con
ejecutores de veinte ONG's, medios de comunicación afines y un
conjunto de políticos que está dispuesto a llevar una campaña por un
referéndum a los lugares más oscuros posibles.
Esto nos lleva a una conclusión final inocultable:
la elección del próximo 21 de
febrero no sólo tendrá repercusiones dentro de Bolivia, sino a
nivel regional.
Mientras las fuerzas progresistas
anhelan un triunfo de Morales, que frene la "primavera" de las
derechas tras las elecciones de Argentina y Venezuela, los
sectores conservadores son conscientes de que un triunfo del NO
sería la reafirmación de un nuevo giro en la política
latinoamericana.
Y Washington, como vemos, tiene
posición tomada en la contienda:
apalancar la "guerra sucia",
incrementar las líneas irregulares de financiamiento, e intentar
promover una derrota del "bloque posneoliberal".
Evo cuenta con una ventaja:
aún con todas estas mediaciones,
será sólo el pueblo boliviano el que defina su lugar en
la historia.
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