¿Cuál fue el resultado del Plan Colombia,
del cual se cumplen 15 años?
El Plan Colombia fue una reestructuración de las Fuerzas Armadas
que permitieron que el Estado recuperara la iniciativa en el
terreno militar.
Militarmente fue un éxito, pero el
Plan también tenía un componente de desarrollo social y de
suplantar cultivos ilícitos, que fracasó. La región del Putumayo
está tan mal hoy como hace 15 años.
El Plan fue un éxito militar y un
fracaso social. Fue una reingeniería de las Fuerzas Armadas con
los asesores militares de Estados Unidos y 67 helicópteros Black
Hawk, que aumentaron la movilidad de los militares y permitieron
al Estado colombiano tomar la iniciativa frente a la guerrilla.
En parte, esa demostración de la
imposibilidad de la victoria guerrillera, incidió en la decisión
de las FARC de negociar.
¿Usted cree que la resolución del
Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas de participar en la
verificación del cese al fuego hace irreversible el proceso de
paz?
Se habla de un cese al fuego bilateral, con concentración de la
guerrilla en una serie de sitios del territorio y con
verificación.
No puede haber verificación si no
hay concentración de la guerrilla y eso se está negociando en
este momento, con la verificación de la comunidad internacional
a través de la participación de la Comunidad de Estados
Latinoamericanos y Caribeños (CELAC).
Esto demuestra que hay un respaldo
muy importante al proceso de paz colombiano.
Es como si estuviéramos en una escalera eléctrica: avanza de a
poco pero continuamente. Se puede ir la luz y pararse la
escalera, pero todo indica que esto es un punto de no retorno.
Este sería el segundo proceso de
paz exitoso en Colombia. ¿Cree que este acuerdo puede cerrar una
etapa histórica de violencia?
Sí. El primer acuerdo de paz se firmó en 1990, con el M-19,
cuando nadie creía en eso, y en 1991 otras organizaciones
firmaron acuerdos también.
Si se firma el acuerdo con
las FARC, se cerraría una etapa
de violencia, en gran medida, aunque todavía queda por fuera el
Ejército de Liberación Nacional (ELN),
que es más pequeño y menos importante desde el punto de vista
militar.
Haría falta, para cerrar el ciclo
totalmente, que la negociación con ellos fuera exitosa.
¿Usted cree que este proceso de paz
conducirá a cambios tan importantes como los que se produjeron
tras la firma de la paz con el M-19, como la Asamblea
Constituyente de 1990?
Nosotros no negociamos la Asamblea Constituyente, fue una
coincidencia histórica.
En gran medida hubo Constituyente
porque hubo acuerdos de paz, y los acuerdos de paz se
consolidaron en la medida en que se lograron una serie de
cambios institucionales, los dos procesos se alimentaron el uno
al otro.
Hoy no es posible el mismo mecanismo, no va a haber
simultaneidad entre el acuerdo de paz y una posible asamblea
constituyente.
Pero sí se desarma la guerrilla que
ha manejado la agenda para elegir presidentes en las últimas
cinco elecciones, que se decidieron alrededor de qué hacer
frente a las FARC.
Con su incorporación a la vida
civil, va a cambiar la agenda nacional y van a aparecer otros
temas, más al estilo suramericano, como el modelo de desarrollo,
el calentamiento global, la desigualdad y cómo combatirla,
porque con la desmovilización de las FARC desaparece en gran
medida el tema del uso de las armas.
Con su experiencia en el post
conflicto, ¿cuáles son los principales peligros de la etapa
siguiente a la firma de los acuerdos?
El primer problema es que no haya una presencia integral del
Estado en los territorios que las FARC abandonen al desarmarse.
Como hay estímulos a la presencia de
grupos ilegales armados porque hay una economía informal en
forma de siembras ilícitas de coca o minería de oro ilegal,
otros grupos armados pueden ocupar el espacio. Ese es el primer
riesgo.
Es muy probable que por falta de
preparación y de suficiente presencia del Estado, terminemos con
muchas de esas zonas ocupadas por bandas ilegales, apropiándose
de la utilidad que dan esas actividades económicas.
El segundo es que se cumplan los compromisos del gobierno con
las FARC en un periodo de vacas flacas en la economía, por la
baja de los precios del petróleo.
¿Será fácil la incorporación
política de las FARC?
No van a tener demasiado éxito inicial porque tienen una imagen
negativa entre la población urbana y aún en zonas rurales, pero
tienen un gran partido de cuadros que les da un colchón fuerte y
va a haber una ola de opinión favorable frente a la firma de la
paz, lo que les va a permitir seguir existiendo como fuerza
política en las elecciones.
El Congreso que se elija en 2018 tendrá miembros de las FARC. El
problema es qué porcentaje del Congreso estará en manos de
fuerzas alternativas, porque hoy no pasa del 10% y tiene que
subir.
El cambio de agenda va a ayudar a
que este porcentaje suba.
¿La firma de la paz abre la
posibilidad de que, por fin, Colombia tenga un gobierno de
izquierda?
Sin duda. La pregunta es si es en el 2018 o en el 2022, pero
viene un movimiento de péndulo en Colombia, no me cabe duda.
El cambio de la agenda va a producir un gobierno alternativo,
pero no sabemos de qué tipo. Creo que no va a ser un gobierno
clásico de izquierda, sino más de centro izquierda.
En el 2018 se elegirá el sexto
gobierno alrededor del tema de la paz, y el último de ellos,
porque creo que lo que se impondrá será una coalición de centro
izquierda, cuyo objetivo será el cumplimiento de los acuerdos y
la consolidación de la paz.
La votación más alta de la izquierda fue la del M-19 en 1990,
cuando obtuvimos el 28% en la elección de la Asamblea
Constituyente, la segunda fue la votación por Carlos Gaviria en
2006, que obtuvo el 22%.
Existen esos antecedentes, pero lo
importante es pasar de estas votaciones a la posibilidad de
ganar las elecciones.
Eso va a llegar más temprano que
tarde.
¿Cómo va a ser el proceso de
ratificación de los acuerdos de paz?
Es el primer proceso de paz que no tiene un consenso nacional
amplio, con fuerzas importantes que están en contra, como las
que representa el ex-presidente Álvaro Uribe, y por lo tanto es
necesaria la refrendación popular.