04 Octubre 2017
del Sitio Web
SputnikNews
© REUTERS/ Susana Vera
El referéndum ilegal de autodeterminación celebrado en Cataluña y la
posterior reacción torpe y desproporcionada del Estado han colocado
ya a España en la peor crisis político-institucional de su Historia
desde la celebración de las primeras elecciones democráticas
celebradas en junio de 1977.
Ni siquiera el fracasado golpe de Estado militar, ocurrido
en febrero de 1981, fue tan grave.
En esta ocasión, a
diferencia de entonces, lo que se pone en duda es el futuro en
convivencia de España dentro de las fronteras que actualmente
conocemos.
Y no sólo eso. El
contexto de crispación lo está emponzoñando todo.
Dos son los máximos responsables políticos de este alarmante
panorama.
Por un lado, el peso
recae sobre los hombros del presidente del Gobierno español.
-
Mariano Rajoy
ha hecho gala de un tancredismo a ultranza, entendido
el tancredismo como ese comportamiento en que se
aguanta impertérrito un peligro. A propósito de Cataluña, el
dirigente de origen gallego ha estado cinco años mirando
para otro lado, más preocupado en sacar al país del agujero
económico y financiero.
Sin voluntad real
de hallar soluciones, pensando que los problemas se
solucionan sólo cuando se pudren, no quiso abordar la
cuestión de fondo: la necesidad de reformar la
Constitución de 1978.
Es preciso cambiar las reglas del juego para mantener la
integridad territorial y la cohesión social de España.
El Estado de las
Autonomías creado hace 40 años se ha quedado anticuado y
urge una actualización. El federalismo es una vía factible
pero no la única. En cualquier caso habrá que negociar las
competencias y obligaciones, sobre todo en el plano fiscal.
También debería
discutirse la realización de un referéndum legal y pactado
para los catalanes, algo que inevitablemente pasaría por una
modificación del texto constitucional.
Empeñado en aplicar la ley a rajatabla, Rajoy cometió el
error monumental de autorizar las cargas policiales que
tristemente nos recordaron a los tiempos del franquismo.
Las imágenes de
los antidisturbios dando palos para requisar urnas y
papeletas exacerbaron en Cataluña los sentimientos de odio
hacia lo español, provocando además las simpatías de la
opinión pública internacional.
El presidente del gobierno autonómico catalán también es
culpable de la situación generada.
-
Carles
Puigdemont ha favorecido un clima malsano de
confrontación y victimismo. Su objetivo ha sido la secesión
a cualquier precio. Por eso mismo no ha dudado en utilizar a
niños y padres en su discurso soberanista.
Por eso mismo no
ha dudado en saltarse el propio Estatut catalán
cuando el grupo que le apoya y tiene la mayoría absoluta en
el Parlamento regional - una amalgama de partidos de derecha
y de extrema izquierda - aprobó las dos leyes que abren el
proceso de transición hacia la independencia.
Puigdemont se ha
convertido en un rehén de la política de la CUP, un
movimiento antisistema independentista que ya controla el
proceso en las calles.
Ambos, Rajoy y Puigdemont, se han encargado de ampliar la
fractura social que ya se sufre en Cataluña y de provocar
comportamientos indeseables en otras partes de España.
Un buen ejemplo:
en Andalucía varias
personas despedían con aplausos a una unidad de guardias civiles
que iba destinada a reforzar la seguridad en Cataluña y les
jaleaban "¡A por ellos!", fomentando la violencia.
En resumen se respira
tristeza, miedo, incertidumbre, odio, desazón y pesimismo.
El ambiente es tan excepcional que el rey Felipe VI, en
calidad de jefe del Estado, dirigió un mensaje televisado a todos
los españoles. El monarca lanzó un durísimo ataque a las autoridades
que propician la independencia, a quienes acusó de "deslealtad
inadmisible", emplazando a los poderes del Estado a "asegurar el
orden constitucional".
Para complicar aún más las cosas, los medios de comunicación
españoles han tomado posiciones muy partidistas, como si todavía
estuviéramos a mediados del siglo XIX.
Cierta prensa de derechas
asentada en Madrid está apostando sin contemplaciones por las
medidas de excepción.
Acusa a Rajoy de ser
débil y cobarde. Utiliza términos belicosos que sólo fomentan el
enfado entre los nacionalistas españoles y dan munición a los
sectores más inmovilistas.
Estos periódicos no piden
que entren los blindados por las calles de Barcelona, pero apoyan
que el Ejecutivo aplique de inmediato
el artículo 155 de la actual
Constitución.
Ese artículo autoriza al
Gobierno español a suspender temporalmente la autonomía catalana.
Aunque no está redactado
en esos términos, se le permitiría al Ejecutivo de Rajoy,
"adoptar las medidas
necesarias" en caso de una comunidad autónoma "no cumpliere las
obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o
actuare de forma que atente gravemente al interés general de
España", previa aprobación por mayoría absoluta del Senado.
Además, la televisión
pública española y su homóloga catalana han estado haciendo
coberturas sesgadas y vergonzosas.
En otras palabras, falta
mesura...
Lo ideal sería que Rajoy y Puigdemont tuvieran la valentía de dar un
paso a un lado y dimitir, porque ya son parte del
problema.
Y que se abriera un
proceso de negociación, sin condiciones, al que ya se han ofrecido
varios colectivos civiles (abogados, universitarios) como
mediadores.
Un buen primer comienzo
sería que,
El objetivo sería calmar
los ánimos ya de por sí muy alterados.
Vista la indiscutible ilegalidad del referéndum y la ausencia
de garantías de su transparencia, no hay justificación alguna para
que el Parlamento catalán haga una declaración unilateral de
independencia.
Proclamarla sería como
lanzar una bomba atómica, porque activaría la aplicación del
artículo 155, lo que podría desatar una revuelta civil con graves
alteraciones del orden público y enfrentamientos violentos.
Los efectos serían
catastróficos. Para todos...
La cuestión catalana se
convertiría en una pesadilla para los dirigentes de la Unión
Europea. Y dejaría a España al borde del abismo...
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