Damasco (Siria) por RedVoltaire Website
Estados Unidos estimó en 1991 que el derrumbe de su rival iba a permitirle liberar las sumas que hasta entonces había reservado a su propio presupuesto militar y dedicarlas a la prosperidad estadounidense.
Después de la Operación Tormenta del Desierto, el presidente George Bush padre había empezado a reducir el formato de sus fuerzas armadas. Su sucesor, Bill Clinton, fortaleció aquella tendencia. Pero el Congreso republicano electo en 1995 cuestionó esa opción e impuso un rearme, a pesar de que no se percibía enemigo alguno en el horizonte.
Los neoconservadores lanzaban así el país al
asalto del mundo, con intenciones de crear el primer imperio global.
En un solo año, el Pentágono ha licenciado una quinta parte de los efectivos de sus fuerzas terrestres, renunciando además a varios de sus programas de investigación. Ese brutal retroceso, que sólo está comenzando, ya ha desorganizado el sistema en su conjunto.
Es evidente que Estados Unidos, a pesar de todo
su poderío - superior al de los 20 Estados más grandes del mundo, incluyendo
Rusia y China - ya no está actualmente en condiciones de librar grandes
guerras clásicas.
Para utilizar sus misiles Tomahawk, el Pentágono
habría tenido que dispararlos desde el Mar Rojo, sobrevolando estos Arabia
Saudita y Jordania. A lo cual Siria y sus aliados no estatales habrían
respondido con una guerra regional, sumiendo así a Estados Unidos en un
conflicto demasiado grande para sus capacidades actuales.
Desde la tribuna de la ONU, el presidente
estadounidense
Barack Obama le respondió que ninguna
otra nación, ni siquiera Rusia, quería cargar con el peso que porta Estados
Unidos y que si este país se dedica a estar haciendo de policía mundial es
precisamente para garantizar la igualdad entre los humanos.
La presidenta de Brasil, Dilma Roussef, cosechó aplausos al exigir - también desde la tribuna de la ONU - que Estados Unidos se disculpe por su espionaje contra el resto del mundo, mientras que el presidente de la Confederación Helvética denunciaba la política estadounidense de fuerza.
El presidente de Bolivia, Evo Morales, habló de llevar a su homólogo estadounidense ante la justicia internacional acusándolo de crímenes contra la humanidad y el presidente serbio Tomislav Nikolic denunció la farsa de los tribunales internacionales que sólo condenan a los adversarios del Imperio, etc.
Hemos pasado así de las críticas emitidas por
unos cuantos Estados antiimperialistas a una rebelión internacional
generalizada, a la que se suman incluso los aliados de Washington. |