por Manlio Dinucci
04 Octubre
2019
del Sitio Web
VoltaireNet
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La
República Popular China
no es la amenaza
que nos pintan
para el resto
del mundo.
Pekín no se ve a
sí mismo
como una
potencia conquistadora
sino como una
nación de resistencia.
Es ese el
sentido de las ceremonias
del 70º
aniversario de la República Popular China,
expresión actual
de una nación
que supo
reponerse política y económicamente
luego de la
agresión sufrida en el siglo XIX.
Hace 70 años, el 1º de octubre de 1949, el líder Mao Zedong
proclamaba, desde la puerta de Tiananmén, el nacimiento de la
República Popular China, que acaba de celebrar ese aniversario con
un gran desfile militar ante ese histórico lugar.
En Europa, Japón y
Estados Unidos, los grandes medios de difusión presentan ese
desfile como la ostentación de fuerza militar de una potencia
amenazante.
Prácticamente nadie se
interesa por recordar los dramáticos momentos de la historia que
condujeron al nacimiento de la Nueva China.
Así que nadie
menciona la China que se vio reducida al estado de colonia o de
semicolonia, que desde mediados del siglo XIX fue explotada y
desmembrada,
-
por las
potencias europeas (Reino Unido, Alemania, Francia,
Bélgica, Austria e Italia)
-
por la Rusia
de los zares
-
por el Japón
imperial
-
por Estados
Unidos
Nadie menciona el
sangriento golpe de Estado perpetrado en 1927 por
Chiang Kai-shek - con el
respaldo de Estados Unidos - quien casi exterminó a los
miembros del Partido Comunista (fundado en 1921) y masacró
cientos de miles de obreros y campesinos.
Tampoco se habla de
la Larga Marcha del Ejército
Rojo, iniciada en 1934 como una desastrosa retirada y convertida
por Mao Zedong en una de las mayores hazañas político-militares
de la historia de la humanidad.
Igualmente se pasa por alto la guerra de agresión que Japón
desató contra China en 1937.
Se oculta el hecho
que las tropas japonesas ocuparon Pekín, Shanghai y Nankín, que
en esta última ciudad china masacraron a más de 300 000 civiles
y que atacaron más de 10 ciudades chinas con armas biológicas.
Se silencia la historia del frente unido antijaponés que el
Partido Comunista constituyó con
el Kuomintang.
Las tropas del
Kuomintang, armadas por Estados Unidos, lucharon contra los
invasores japoneses pero al mismo tiempo imponían un bloqueo a
las zonas liberadas por el Ejército Rojo y hacían que la
ofensiva japonesa se concentrara precisamente sobre esas zonas.
Desde 1937 hasta 1945, el Partido Comunista - que pasó de 40 000
miembros a 1,2 millones - dirigió las fuerzas populares chinas
en una guerra de resistencia que acabó desgastando a las tropas
japonesas.
Pero no se reconoce
que con esa guerra de resistencia, durante la cual 35 millones
de chinos dieron sus vidas, China tuvo una contribución
determinante en la derrota de Japón, que, ya derrotado en el
Pacífico por Estados Unidos y en Manchuria por la URSS, acabó
rindiéndose a Estados Unidos, en 1945, después de los
bombardeos atómicos estadounidenses contra Hiroshima y
Nagasaki.
También se esconde al público lo ocurrido inmediatamente después
de la derrota japonesa.
Siguiendo un plan
trazado en Washington, Chiang Kai-shek trató de reeditar lo que
ya había hecho en 1927.
Pero sus fuerzas,
armadas y apoyadas por Estados Unidos se encontraron frente al
Ejército Popular de Liberación, que contaba alrededor de un
millón de combatientes, y a una milicia de 2,5 millones de
personas, que además gozaban de un enorme apoyo popular.
Unos 8 millones de
soldados del Kuomintang resultaron muertos o hechos prisioneros
y Chiang Kai-shek huyó a Taiwán bajo la protección de Estados
Unidos.
Los párrafos anteriores
son sólo una pequeña síntesis de los hechos que llevaron al
nacimiento de la República Popular China, hace 70 años.
Pero de esa historia no
se habla prácticamente nunca en los manuales escolares de historia,
caracterizados por una visión del mundo eurocéntrica y
extremadamente restringida, visión que se hace cada día
más anacrónica.
Es una historia que los
políticos y la prensa occidentales ignoran deliberadamente… porque
revela los crímenes del imperialismo, pone en el banquillo de los
acusados, a las potencias europeas, a Japón y a Estados Unidos, a
las "grandes democracias" occidentales que se erigen en jueces
supremos con derecho a decidir qué países son democráticos y
cuáles no. ..
Pero ya no estamos en la época de las "concesiones", aquellas zonas
urbanas bajo administración extranjera en suelo chino, cuya
creación había sido impuesta a China por las potencias extranjeras,
cuando el parque
Huangpu de Shanghai estaba
"prohibido a los perros y los chinos"...
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