por Sergio Saiz Madrid y Tino Fernández

05 Junio 2015
del Sitio Web Expansion

información enviada por Ángela Francos

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El dinero no garantiza una plaza en una escuela de negocios selecta o en un programa exclusivo. Tampoco los contactos o unas relaciones bien tejidas...

 

A pesar de las presiones que reciben de las elites, la credibilidad y el futuro a largo plazo de universidades y escuelas de negocios descansa en unos filtros y sistemas de admisión que garantizan captar a los mejores.

Ciertos padres invierten mucho más dinero en preparar a sus exclusivos hijos para que éstos logren entrar en alguna universidad selecta de la Ivy League (Harvard, Yale, Columbia...), que el que luego les cuesta la propia universidad.

Según The Wall Street Journal, la matrícula anual en un colegio como Riverdale Country School, en la ciudad de Nueva York, es más caro que un año en Princeton o en Harvard.

 

Y éste ni siquiera está entre los cinco que más cuestan del mundo, entre los que se cuentan,

  • el suizo Institut Le Rosey (88.500 euros al año)

  • el suizo Collège Alpin International Beau Soleil, (82.800 euros)

  • el británico y exclusivo Eton (44.500 euros anuales)

 

 


Colocación de Estudiantes en Empresas

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Fuente



Desde que en el siglo XVII los estadounidenses importaran el modelo Oxbridge (de Oxford y Cambridge), una elite prepara a sus chicos desde pequeños en los mejores colegios para acceder a las principales universidades y, últimamente, a las escuelas de negocios más influyentes.

 

Allí adquieren formación, estilo y un barniz que les capacita para pasar los severos filtros y los sistemas de selección.

Cristina Olabarría, directora de admisiones de Esade, recuerda que,

"este tipo de alumnos tienen muy claro cuál ha de ser su recorrido académico, y se marcan hitos académicos desde muy jóvenes".

Al final, va a ser cierto que el dinero (sólo el dinero) no da la felicidad. Ni siquiera la profesional...

 

Es evidente que ayuda a conseguir muchas cosas, pero en el caso de quien pretende entrar en una universidad excelente, en una escuela de negocios selecta, o que quiera acceder a un programa exclusivo (y carísimo), el poder económico es papel mojado frente a un argumento definitivo:

cualquiera de esas instituciones de prestigio internacional busca, en primer lugar, captar a los mejores. No a los más ricos ni a los que cuenten con altas recomendaciones.

Carlos Cavallé, exdirector general de IESE Business School, explica que,

"las grandes instituciones como Harvard o el MIT van cada año a por los 25.000 candidatos más listos y mejor preparados del mundo.

 

Miran eso antes que nada, y muchas de esas instituciones usan test de admisión como el GMAT", una prueba estándar que mide los conocimientos del futuro alumno en matemáticas, lengua y escritura analítica y que se realiza a través de Internet.

Cavallé, que ha sido presidente del GMAT, añade que,

"todas las grandes escuelas se ponen como meta este primer requisito:

que el promedio para entrar sea muy alto.

Así saben que se están llevando el segmento superior de candidatos que las principales instituciones desean captar. Y esto ofrece un primer filtro".

Estos sistemas de selección de alumnos tan afinados cuentan con algunos otros filtros.

 

Cavallé sugiere que a una universidad como Harvard pueden llegar otros 3.500 candidatos, con más o menos poder adquisitivo.

"En este caso, se entrevista a toda esta gente.

 

Ya no se busca a los más listos, porque a esos ya los tienen. Ahora van a por los que demuestran más confianza en ellos mismos y miran si esos perfiles encajan en los diferentes grupos".

Olabarría habla de "mirar a la persona", y por eso se entrevista a los candidatos, para comprobar que encajan en la forma de hacer, en la metodología y en los valores de la escuela.

Julián Trigo, director de admisiones de IE Business School, considera que,

"el filtro del proceso de admisión es fundamental y muy independiente. Al aceptar a un candidato, éste queda sometido a una presión tremenda.

 

Ahí no valen enchufes y recomendaciones. Si no tiene un perfil adecuado, corre el riesgo de tener que abandonar por una cuestión de bajo rendimiento".

Trigo añade que para determinar el perfil idóneo,

"se analiza cómo se ve al candidato en un entorno de diversidad, de manejo de equipos o de toma de decisiones".

Cavallé añade que,

"todas las instituciones piden, además, cartas de recomendación de personas reconocidas, aunque aquí también hay filtros".

Trigo cree que,

"más allá de recomendaciones conocidas, lo que se exige es que sea alguien que apueste por el candidato y que lo conozca realmente".

Y Cristina Olabarría recuerda que las recomendaciones,

"son obligatorias como parte del filtro y sirven para confirmar la validez del candidato. Es como un double check de la decisión que se toma.

 

No influye quién recomienda, sino lo que dice".

 

 


La realidad profesional

De esta manera, por encima del dinero y de otras presiones, lo que cuenta es,

  • captar en primer lugar a los más listos

     

  • luego a los que ofrezcan un perfil que encaje con la institución

     

  • más tarde a los que cuenten con una recomendación verdaderamente eficaz...

     

  • por último, como indica Cavallé,

"se fijan en el expediente académico y en lo que han hecho.

 

Aquí cada escuela tiene su truco: para que ese candidato encaje, a una institución le puede servir más que alguien sea un excelente pianista, o que toque el saxofón, antes de que tenga una u otra carrera".

Olabarría coincide en que,

"el objetivo principal de las escuelas y universidades top mundiales es captar talento, independientemente de la situación económica del candidato".

Trigo añade que la idea es que,

"si alguien tiene dificultades económicas y es brillante, pueda entrar".

Parece evidente que las universidades más prestigiosas o las escuelas de negocios exclusivas abren muchas puertas laborales.

 

The Economist se refería recientemente en How to join the 1% a un libro de Lauren Rivera, profesora de gestión y organizaciones en la Kellogg School of Management (Pedigree - How Elite Students Get Elite Jobs) en el que ésta recuerda que la mejor manera de entrar en un pequeño grupo de compañías de elite es haber estudiado en el ramillete selecto de universidades de la Ivy League, Oxford o Cambridge.

 

Las empresas gastan millones de dólares bombardeando a estas instituciones con eventos de reclutamiento. Pero, como suele decirse, no todo el monte es orégano.

 

Rivera cree que aquellos que vienen de un entorno menos favorecido (son los que reciben hasta tres millones de impactos menos que los que provienen de familias cultas) no deben perder la esperanza,

"porque los reclutadores tienden a preferir aquellos candidatos con historias de superación de las dificultades. Cada vez más organizaciones ayudan a estos candidatos fuera de las elites a venderse adecuadamente y a 'triunfar'."

 

 


El MBA más caro del mundo: 100.000 euros

Aunque Harvard o Yale son las universidades que se llevan la fama y sus programas figuran entre los diez más caros del mundo, el récord lo tiene Stern, la escuela de negocios de la Universidad de Nueva York, donde cursar un MBA cuesta 104.000 dólares (95.000 euros).

 

El precio de la matrícula asciende a casi 64.000 dólares, a lo que habría que sumarle el alojamiento en el campus (25.200 dólares), ya que el programa exige dedicación completa.

 

Por último, el material, los libros, el transporte por la ciudad de Nueva York o un seguro de salud, entre otras cosas, superan los 11.000 dólares.

 

Eso sin contar los cerca de dos años que el alumno está fuera del mercado laboral y, por tanto, sin ingresos.

 

Entre los cinco programas más caros del mundo, figuran también los,

  • MBA de Wharton (Universidad de Pensilvania)

  • Stanford (California)

  • Columbia (Nueva York)

  • Tuck (Dartmouth),

...que superan ampliamente los 90.000 dólares.

 

El precio medio de los programas europeos más elitistas es casi la mitad.

 

 

 


Los centros de elite, cada vez más exclusivos

Exclusividad es sinónimo de rentabilidad y, por eso, las escuelas más prestigiosas del mundo han endurecido no sólo los criterios de admisión, sino también el número de plazas y, por tanto, el de estudiantes que aceptan cada año.

 

Por ejemplo,

de las miles de solicitudes que reciben anualmente las universidades que forman la Ivy League, con Harvard, Yale o Princeton a la cabeza, se ha ido reduciendo progresivamente el porcentaje de aceptación, que se sitúa por debajo del 10% en la mayoría de los casos.

La cada vez mayor dificultad para acceder a las universidades donde estudia la elite de Estados Unidos obliga a los alumnos a prepararse desde la infancia, asumiendo un coste mucho mayor del que supone estudiar en una universidad de este nivel.

 

Según 'The Wall Street Journal', para llegar a la Ivy League, primero hay que pasar por varios internados de prestigio, como el suizo Le Rosey, que al año cuesta 88.500 euros, o el colegio Groton (Massachusetts), cuya matrícula supera los 85.000 euros anuales...