por Anis Chowdhury y Jomo Kwame Sundaram
22 Noviembre
2018
del
Sitio Web
IPSNoticias
traducción de
Verónica Firme
Versión original en ingles
La desigualdad a la vista de todos.
Crédito: A.D. McKenzie/IPS.
SYDNEY y KUALA
LUMPUR
La desigualdad económica,
que incluye tanto a los ingresos como a la concentración de la
riqueza, aumenta en casi todo el mundo desde la década de los años
80.
De hecho, tras ser
moderada durante casi todo el siglo XX, y en especial después de la
Segunda Guerra Mundial (1939-1945) y hasta los años 70, en la
actualidad alcanza niveles nunca antes vistos.
No hay más
prosperidad inclusiva
El Informe sobre la Desigualdad Global de 2018 concluyó que
uno por ciento de las personas más ricas
concentraron 27 por ciento de los ingresos entre 1980 y 2016. En
cambio, la mitad más pobre solo accedió a 12 por ciento.
Y en Europa, las primeras
se quedaron con 18 por ciento, mientras que la otra apenas con 14
por ciento.
El estudio "Premiar el trabajo, no la riqueza", de Oxfam, concluye
que,
82 por ciento de la
riqueza creada en 2016 terminó en manos del uno por ciento de
las personas más ricas, mientras que 3.700 millones de personas
de la mitad más pobre de la humanidad no recibieron casi nada.
En 2016 se dio el mayor
crecimiento de multimillonarios de la historia, con un nuevo cada
dos días.
La riqueza de los
millonarios aumentó 762.000 millones de dólares entre marzo de 2016
y marzo de 2017.
"El enorme aumento
podría haber terminado la pobreza extrema en el mundo siete
veces", observó Oxfam.
El último Informe
Mundial sobre Desigualdad alerta:
"si la creciente
desigualdad no se controla ni se atiende, puede llevar a varios
tipos de catástrofes políticas, económicas y sociales".
El estudio "Estado Global
de la Democracia 2017 - Explorando la resiliencia de la democracia"
anticipó eso mismo:
"las desigualdades
socavan la resiliencia democrática. La desigualdad aumenta la
polarización política, perturba la cohesión social y socava la
confianza y el apoyo a la democracia".
La creciente
desigualdad diezma el progreso
Alexis de Tocqueville cree que las democracias con una severa
desigualdad económica son inestables porque es difícil que las
instituciones democráticas funcionen adecuadamente en sociedades
profundamente divididas por ingreso y riqueza, en especial si casi
no se hace nada para remediar la situación o si empeora.
También sostiene que no puede haber una equidad política real sin
algún tipo de igualdad económica. Los ciudadanos más pobres no gozan
del mismo acceso a la política ni tienen influencia, pues esta se
concentra en manos de los más ricos.
Amartya Sen opina que la "capacidad" o la "libertad
sustantiva" de los sectores más pobres de perseguir objetivos y
metas está circunscripta. Los que tienen más poder no solo impiden
la redistribución progresista, sino que diseñan normas y políticas
en su propio beneficio.
Por su parte, Robert Putnam, señala que la desigualdad
económica también impacta en aspectos civiles, como es la
"confianza", fundamentales para la legitimidad política.
La creciente desigualdad
exacerba el sentido de justicia sobre el status quo sostenido por y
para los plutócratas.
Y para Joseph Stiglitz, la creciente desigualdad debilita la
cohesión social. La menguante confianza incrementa la apatía y la
acrimonia, lo que a su vez desalienta la participación civil.
Así, la desigualdad
económica empeora la "anomia política", erosiona los lazos
comunitarios, además de contribuir al comportamiento antisocial.
Una democracia significativa necesita de la participación de la
ciudadanía en los asuntos comunes, la que suele mayor en la "clase
media". La creciente polarización económica vació a esta última,
redujo la participación civil, y exacerbó el "déficit democrático".
La exclusión y la privación exacerban el alejamiento,
causando un mayor abandono de las normas sociales prevalecientes.
Mientras, los más
privilegiados sienten, de forma indignante, que los otros no son
merecedores de "transferencias sociales".
El populismo
amenaza el multilateralismo
A De Tocqueville le preocupa que la creciente desigualdad erosione
de forma gradual la "calidad" de la democracia, aun en sociedades de
altos ingresos.
El aumento del "populismo
plutocrático" contribuyó a la última política de identidad en
Estados Unidos y Europa.
Los discursos públicos y los medios culpan a "otros", inmigrantes y
personas de otras culturas, de los mayores males sociales. Así, los
plutócratas logran satisfacer a "su pueblo" con privilegios y
"derechos" que adoptan modos contemporáneos de "dividir y gobernar".
Con los medios, los privilegiados suelen oscurecer el gobierno de la
plutocracia, a veces incluso hasta justificando sus peores
características, como legitimar la elevada remuneración de los altos
ejecutivos calificándola de "solo premios", mientras los magnates se
aseguran descuentos fiscales a expensas del gasto social y de los
servicios públicos para todos.
En la actual economía de "el que gana se queda con todo", los que
están en la cima presionan y se aseguran menores impuestos.
Pero denuncian con
indignación los déficits presupuestales como irresponsables y
causantes de inflación, lo que amenaza el valor de los bienes
financieros.
Estados Unidos
dividido
En Estados Unidos, la parte de la renta del uno por ciento más rico
está en su mayor nivel desde la Edad Dorada (1870-1890).
Mientras, la mitad más
pobres de los estadounidenses concentró solo tres por ciento del
crecimiento desde 1980. La disparidad alcanza un grado nunca antes
visto en la modernidad.
Así, en 2013, 0,01 por ciento de los ciudadanos más ricos, unas
14.000 familias, concentraban 22,2 por ciento de la riqueza de
Estados Unidos, mientras que 90 por ciento, unas 133 millones de
familias, apenas tenían cuatro por ciento.
Uno por ciento de las
familias más ricas triplicaron su parte de la renta en una
generación, con 95 por ciento de los ingresos desde
la crisis financiera y económica de 2008-2009
en manos de ese uno por ciento privilegiado.
Además, las reformas legislativas, entre otras, así como las
designaciones de los magistrados empujaron más al sistema legal
contra los sectores con menos poder e influencia.
Un nuevo estudio concluyó que más de 70 por ciento de los hogares
estadounidenses de bajos ingresos mantuvieron disputas legales
civiles el año anterior, en casos de desalojo y laborales, más de 80
por ciento de los cuales sin representación legal.
La falta de atención a las personas que están abajo de la pirámide
empeora su sensación de abandono y de exclusión.
Muchos estadounidenses, en especial en las regiones desfavorecidas,
se sienten desilusionados y excluidos, pero también más susceptibles
a políticos xenófobos que prometen protegerlos del "otro", ya sean
importaciones o inmigrantes.
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