del Sitio Web Pressenza
Buenos Aires, Argentina
Asistimos resignados, cual meros espectadores, a un brutal e inhumano proceso de concentración.
Esa resignación a menudo
se basa en la certeza de que existen enormes poderes capaces de
resistir cualquier intento de cambio, y también en que a veces las
poblaciones son contradictorias e individualistas, y su
comportamiento es funcional a un capitalismo consumista que conduce
inevitablemente a dicha concentración.
Pero dudamos cuando vemos que a menudo es coptado por el poder económico, y sus políticas agudizan el problema.
Porque ese poder tiene capacidad para manejar los medios de comunicación que influyen en el electorado, tiene recursos para comprar voluntades en los tres poderes del Estado, y tiene la fuerza para presionar, chantajear y disciplinar.
Desde luego que esta mecánica perversa suele tener fisuras, porque tarde o temprano genera sufrimiento en las poblaciones, y las crisis políticas brindan oportunidades para un cambio.
Pero no es condición
suficiente, porque en la historia mediata e inmediata hay ejemplos
en los que, aun contando con el poder estatal, se fracasó en la
búsqueda de modelos alternativos, tal vez porque no se comprendieron
todos los factores que gravitan en la concentración de la riqueza y
se abordaron más las consecuencias que las causas.
Olvidan que el mismo Piketty en "The Economy of Inequalities" también afirma que la mejora en el nivel de vida de las poblaciones se debió fundamentalmente al progreso y no tanto por haber logrado algún punto más en el porcentaje del reparto de la torta.
Pero esta es una verdad a medias, porque para que la acumulación se transforme en inversión y progreso, debe existir una demanda potencial que aliente tal inversión, y tal demanda no existiría si las poblaciones no incrementaran sus ingresos, y mucho tiene que ver con eso la puja por la distribución de la torta.
Debe haber un equilibrio inestable para que la dinámica del desarrollo funcione.
Hasta cierta escala la acumulación de capital puede favorecer la inversión y la multiplicación, (y decimos "puede" porque las decisiones empresariales no siempre coinciden con esa visión romántica del capitalismo liberal según la cual el excedente siempre se ahorra y el ahorro siempre se invierte).
Pero a partir de una escala mayor esa acumulación comienza a funcionar como un agujero negro, una enorme fuerza gravitatoria que comienza a absorber empresas para dominar mercados y formar precios; comienza a imponer marcas tercerizando y deslocalizando la producción, disciplinando pequeñas y medianas empresas que se transforman en una suerte de "emproletarios" obligados a competir entre sí minimizando ganancias y salarios, (como bien lo explica Naomi Klein en "No logo").
Esta posición dominante
que logran los capitales concentrados les permite aumentar su
rentabilidad en desmedro de empresas productivas y trabajadores, y
en esa instancia el capitalismo deja de "multiplicar los peces", y
empieza a parir a un monstruoso pez gigante que se traga a los
pequeños.
Y así la rueda sigue girando y la concentración sigue en aumento.
Esa rueda cada vez está más alejada del alcance de cualquier freno que se intente interponer, merced a,
La puja distributiva
entre los trabajadores y empresarios se acota a una porción cada vez
menor de la torta, porque las grandes ganancias están fuera del
alcance de las demandas laborales, y esa debilidad sindical es otro
factor que alimenta el círculo vicioso.
Ya sabemos que en muchos casos son funcionales a la concentración,
Desde luego que mediante políticas laborales adecuadas se podría mejorar un poco el ingreso de los trabajadores, pero el margen de maniobra en muchas empresas es cada vez menor por lo explicado anteriormente, y eso pone también un techo salarial al resto.
Así que con políticas laborales se podría generar alivio, pero no se movería demasiado el amperímetro de la distribución del ingreso. Es necesario intervenir fuertemente desde la política fiscal para equilibrar las cargas.
En este sentido, una de las limitaciones que encuentra el Estado a partir de la concentración económica es la creciente dificultad para tener un sistema tributario progresivo, no solamente porque los que concentran la riqueza tienen mejores herramientas para evadir, sino porque al aumentar la concentración las tasas debieran ser cada vez más elevadas para los sectores concentrados.
Dicho de otra manera, en una suerte de demostración por reducción al absurdo, si en un país el índice Gini fuera igual a 1, el Estado para financiarse debiera cobrarle a una sola persona una alícuota impositiva del 99,99 %, lo cual sería ilegal por lo confiscatorio, e inviable en la práctica porque esa persona sería dueña del país.
Sin llegar a ese extremo,
podemos comprender que cuanto más desigual es una sociedad, mayor
presión tributaria sería necesario ejercer sobre pocos
contribuyentes para financiar las políticas públicas de manera
equitativa; pero como a menudo eso se dificulta por razones legales
y políticas, la presión tributaria termina recayendo sobre una base
mayor de contribuyentes de menor capacidad contributiva, y el
sistema se torna altamente regresivo lo que puede estimular el
crecimiento de la informalidad.
La solución de los "liberales modernizadores" es aumentar la edad jubilatoria, lo cual además de postergar el merecido retiro de los trabajadores, posterga el ingreso de los jóvenes al mercado laboral.
Una solución sería que los beneficios de los avances tecnológicos redunden en favor de los trabajadores, ya sea reduciendo la jornada laboral manteniendo el nivel de ingresos, o ya sea mediante la asignación de una renta básica.
Otros dirán que no está mal que los empresarios se queden con esa mayor rentabilidad fruto de los avances tecnológicos porque la invertirán en nuevos proyectos que generarán trabajo, pero eso en la práctica no ocurre en suficiente medida para compensar lo perdido.
El Estado entonces para
paliar estas consecuencias, busca aumentar sus gastos en servicios
sociales, en un contexto en que, como antes explicamos, la presión
tributaria se vuelve insostenible por la regresividad del sistema.
El impuesto a las ganancias o a la renta, tanto de personas como de empresas, debiera contemplar alícuotas progresivas hasta niveles muy elevados, pero no solamente en proporción a la magnitud de la ganancia, sino también en proporción a la cantidad de trabajadores ocupados, de modo tal que dicha alícuota sea inversamente proporcional a la cantidad de puestos de trabajo que se generaron para obtener dicha ganancia.
También se debieran contemplar alícuotas diferenciales según sea que esa ganancia se reinvierta en el país donde se generó, o se fugue al exterior, o se canalice en la especulación financiera.
De este modo se impactaría simultáneamente en el mercado laboral bajando la desocupación y en consecuencia fortaleciendo a los asalariados en la puja distributiva, y aumentaría la recaudación para el sistema jubilatorio.
Las alícuotas progresivas, que gravarían fuertemente las altas rentabilidades que no se reinviertan, equilibrarían las cargas tributarias del conjunto, volviendo al sistema tributario menos regresivo, y en consecuencia tendería a disminuir la evasión y la informalidad en los niveles de menor rentabilidad (siempre que esto sea acompañado de controles eficaces).
La vocación evasora
seguramente se concentraría en los niveles de mayor rentabilidad,
pero que estarán mejor identificados para ejercer sobre los mismos
un intenso seguimiento y control que minimice la evasión y la fuga
de capitales.
Desde luego que habrá que coexistir con algunas limitaciones que impone la globalización, pero es posible desde las políticas nacionales dar pasos importantes para revertir al menos en parte esta concentración del ingreso y la riqueza que margina a cada vez más gente.
En algunos países se
podrá avanzar más rápido que en otros, y el escalonamiento de las
tasas podrá adecuarse al ritmo de lo posible, pero de lo que no
deben quedar dudas es que no será el mercado el que por sí mismo
mejore la distribución del ingreso y la riqueza, si los estados no
fuerzan un cambio sustancial en la matriz distributiva.
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