por Roberto Regalado
30 Enero 2018
del
Sitio Web
AlaiNet
Roberto Regalado Álvarez es Licenciado en Periodismo y Doctor en
Ciencias Filosóficas, miembro de la Sección de Literatura
Histórico‑social, de la Asociación de Escritores de la Unión
Nacional de Escritores y Artistas de Cuba, y consultor del Instituto Schafik Hándal de El Salvador. |
Introducción
En medio de la vorágine de dos convulsos procesos universales de
gran envergadura y signo negativo, entre las décadas de 1980 y 1990
la izquierda latinoamericana tuvo que refundarse para sobrevivir en
un mundo en cambio.
-
Uno de esos cambios fue el
agravamiento de la
crisis sistémica del capitalismo provocado por el agotamiento de la
capacidad de reproducción expansiva del capital, que intensificó la
concentración de la riqueza y la exclusión social, legitimada y
guiada por la doctrina neoliberal.
-
El otro fue la
crisis terminal
del llamado socialismo real, que desembocó en la implosión del
bloque europeo oriental de posguerra, incluido su núcleo
fundamental, la Unión Soviética, entre cuyas consecuencias resaltan
el cambio en la correlación mundial de fuerzas a favor del
imperialismo, en especial, del imperialismo norteamericano, y el
descrédito en que en un primer momento quedaron sumidas las ideas de
la revolución y el socialismo.
Mientras los países
socialistas de Europa se desmoronaban, la Revolución Cubana resistía
el recrudecimiento del bloqueo y el aislamiento imperialista, y las
organizaciones revolucionarias político‑militares latinoamericanas
de los años sesenta, setenta y principios de los ochenta.
Estos, desaparecían o
negociaban acuerdos de paz y se transformaban en partidos políticos
legales, se abría una nueva etapa de luchas en la que los
movimientos sociales populares en contra del neoliberalismo y de
toda forma de opresión y discriminación.
Alcanzaban un auge y una
efectividad sin precedentes, y surgían nuevos partidos,
organizaciones, frentes y coaliciones políticas "multitentencias", en los que convergían líderes, lideresas, activistas, militantes y simpatizantes de organizaciones
sindicales, campesinas, femeninas y de otros sectores populares,
partidos progresistas y democráticos, organizaciones marxistas de
corrientes políticas e ideológicas divergentes que hasta ese momento
se habían excluido entre sí, movimientos político‑militares también
diversos, y mujeres y hombres del pueblo en general.
De manera aparentemente paradójica, en momentos en que se
enseñoreaba la tesis del fin de la historia, las nuevas fuerzas
progresistas y de izquierda
de América Latina ocuparon espacios
hasta entonces vedados o en extremo restringidos en gobiernos
locales y legislaturas nacionales.
Desde finales de esa última
década, sus candidatos y candidatas fueron electos, y en la mayoría
de los casos varias veces reelectos, a la presidencia en,
-
Venezuela
-
Brasil
-
Argentina
-
Uruguay
-
Bolivia
-
Ecuador
-
Nicaragua
-
Honduras
-
Paraguay
Esta paradoja aparente es el resultado de al menos cuatro
factores:
el acumulado histórico de las luchas populares, en
especial, durante la etapa histórica abierta por el triunfo de la
Revolución Cubana:
-
el rechazo a los métodos represivos de dominación
tradicionalmente utilizados en la región, en particular, por los
Estados de seguridad nacional de las décadas de 1960 a 1980
-
el auge
de las luchas populares contra el neoliberalismo, que tributa a la
organización y la lucha política electoral
-
el voto de
castigo de amplios sectores sociales contra los
gobiernos y las fuerzas políticas neoliberales
Debido al devastador impacto político e ideológico de la caída del
"socialismo real" y a la política del imperialismo y las oligarquías
latinoamericanas destinada a evitar que fuerzas revolucionarias, los
órganos de dirección y la capacidad decisoria de las fuerzas
progresistas y de izquierda multi-tendencias nacidas en ese momento,
fueron copados por lo que hoy conocemos como "progresismo", por lo
general, proveniente de sectores democráticos de los partidos
tradicionales, y por lo que podríamos llamar la "nueva
socialdemocracia latinoamericana".
Lo esencial de la nueva socialdemocracia latinoamericana no es que
esté integrada por partidos miembros de la Internacional Socialista,
aunque algunos pertenezcan a ella; tampoco que sean fuerzas
políticas que se consideren a sí mismas como socialdemócratas,
aunque algunas lo hagan.
Ese nuevo vector, agrupamiento o tendencia
está compuesto por una amalgama de corrientes políticas e
ideológicas que sería imposible caracterizar aquí.
Al margen de
cualquier elemento organizativo o doctrinario de la socialdemocracia
tradicional que pueda estar presente en él, lo esencial es que
piensa y actúa de manera muy similar a la socialdemocracia europea
de finales del siglo XIX y las primeras seis décadas del XX.
Un elemento básico de su pensamiento es asumir la maniquea
concepción de la democracia burguesa como sistema político
supuestamente imparcial e incluyente, que en América Latina solo
funcionó con relativa estabilidad en Uruguay y Chile, y solo lo hizo
mientras el imperialismo las oligarquías de esos dos países no
identificaron a la izquierda como una amenaza al sistema, pero tan
pronto las percibieron como tales, en ambos implantaron férreas
dictaduras.
Otro elemento que lo caracteriza es el juego de roles
"socialdemócrata" realizado por la dirección de esas fuerzas, que
usan a su "ala izquierda" para atraer el voto de los sectores
populares en tiempo de campañas electorales, y le entrega al "ala
derecha" la "joya de la Corona" cuando ocupa el gobierno, es decir,
el control del gabinete económico, que sigue funcionando con
esquemas neoliberales "moderados".
En el momento en que se produjo la refundación de la izquierda
latinoamericana, se llegó a hablar de una supuesta ruptura
epistemológica con la historia anterior de la humanidad, un "borrón
y cuenta nueva" con la historia de la dominación y las luchas
emancipadoras que les impidiera a las viejas generaciones mantener
vivos sus ideales, sus principios y sus objetivos políticos,
económicos y sociales, y a las nuevas generaciones conocer y
comprender de dónde vienen y decidir con fundamento hacia dónde
quieren ir.
Se daba por sentado que ya no había,
...más allá de los partidos como
pragmáticos aparatos electorales.
Se acuñó el término "democracia
sin apellidos", sistema político y electoral pretendidamente
imparcial e impoluto, que no estaría sometido a la presión y la
injerencia de los centros de poder imperialista, ni a la acción de
los defensores de los intereses de las oligarquías criollas
incrustados en los poderes del Estado y organizados en poderes
fácticos.
Los opresores de antaño reconocerían civilizadamente sus
derrotas electorales y, con igual civismo, les permitirían gobernar
a las fuerzas progresistas y de izquierda, frente a las cuales se
limitarían a realizar la comedida función opositora característica
de la alternancia entre partidos del sistema.
El triunfo electoral
sería, supuestamente, el "acceso al poder", es decir, una híper
simplificación y equiparación absurda de los conceptos gobierno y
poder.
De ahí parte la sorpresa e incomprensión que incluso hoy, después de
haber sido expulsadas del gobierno o estar en riesgo de serlo - sin
haberlo visto venir, ni saber, a ciencia cierta, cómo evitarlo y
revertirlo - y de haber sido criminalizadas y judicializadas, o de
estar a punto se serlo, siguen manifestando el progresismo y la
nueva socialdemocracia latinoamericana.
También de ahí que la
mayor parte de los análisis y reflexiones publicados al respecto, se
limiten a denunciar las manipulaciones, transgresiones y violaciones
que la derecha hace contra los gobiernos y las fuerzas progresistas
y de izquierda, y poco o nada se mencionen las deficiencias y
errores de estas últimas que contribuyeron torcer la correlación
regional de fuerzas en su contra.
No es que los elementos reales de
la situación política de la región fueran ignorados por todas y
todos los dirigentes, cuadros y militantes de estas organizaciones,
sino que sus liderazgos desconocieron, negaron o subestimaron la
crecientemente deteriorada correlación de fuerzas sociales y
políticas, la cual debieron haber reconocido, enfrentado y revertido
cuando tenían mayores y mejores posibilidades de hacerlo, en lugar
de acorralarse haciendo más concesiones al capital, que nunca cesó
de intentar expulsarlos de los espacios por ellos democráticamente
conquistados, y de divorciarse más de sus base sociales y de los
electores que en comicios anteriores les dieron su voto, no porque
compartiesen sus ideas, sino como castigo a la derecha neoliberal.
De esa manera, perdieron el voto fluctuante no comprometido de
amplios sectores sociales, y fomentaron la abstención de castigo de
sus propias bases sociales.
Nada más lejos de la intención de estas líneas que dibujar una
grosera caricatura monolítica de los gobiernos y las fuerzas
progresistas y de izquierda de América Latina. En cada país, la
lucha de esas fuerzas se desarrolla en condiciones singulares.
Pero,
en sentido general, pueden hacerse cuatro agrupamientos sobre la
base de similitudes y diferencias:
En,
...la izquierda estableció su control sobre los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
En Ecuador, la izquierda
estableció su control sobre los
poderes ejecutivo y legislativo, en virtud de la ruptura o
debilitamiento extremo de la institucionalidad neoliberal, factor
que les permitió hacer cambios políticos inmediatos y radicales
dentro del sistema social capitalista y del sistema político de
democracia burguesa, a través de la adopción de nuevas
Constituciones.
Los procesos políticos de estos países tienen en
común que el liderazgo personal de Chávez, Evo y Correa fue el
elemento dominante en torno al que se construyeron y actuaron sus
respectivas fuerzas políticas, y que entre sus prioridades resaltan
la recuperación de los recursos naturales, y sus políticas
democratizadoras, de redistribución de riqueza y desarrollo social.
-
En Nicaragua y El Salvador el elemento común consiste en que las
fuerzas de izquierda gobernantes eran movimientos revolucionarios
político‑militares devenidos partidos políticos legales.
-
En
Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación Nacional conquistó el
poder político mediante una guerra revolucionaria, y años después
fue desplazado de él por la agresión indirecta del imperialismo
norteamericano, pero logró conservar el control de una parte de las
instituciones del Estado y una correlación social y política de
fuerzas gracias a lo cual dieciséis años después ha logrado ganar
tres elecciones presidenciales consecutivas, y recuperado el control
de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial.
-
En El Salvador,
tras doce años de guerra revolucionaria, el
Frente Farabundo Martí
para la Liberación Nacional obligó al imperialismo norteamericano y
la oligarquía salvadoreña a firmar unos acuerdos de Paz, en virtud
de los cuales por primera vez en la historia nacional se abrieron
espacios democráticos, en los que esa organización político‑militar
se transformó en partido político legal y devino la segunda fuerza
política del país, hasta que en 2009 y 2014 logró ocupar el poder
ejecutivo.
-
En Brasil, el Partido de los Trabajadores se convirtió en el núcleo
de la coalición que ejerció el gobiern.
-
En Uruguay el Frente
Amplio estableció su control sobre los poderes ejecutivo y
legislativo del Estado
En ambos casos, debido al auge de las luchas
sociales y populares, combinado con el voto de castigo de amplios
sectores sociales contra los gobiernos neoliberales que les
antecedieron.
-
A diferencia de Venezuela, Bolivia y Ecuador (donde
existían crisis políticas), en Brasil y Uruguay el debilitamiento
institucional no era suficiente para permitir la realización de
cambios políticos radicales, y tampoco existe, dentro de sus
respectivas fuerzas progresistas y de izquierda multitendencias, la
correlación necesaria para emprenderlos.
Si bien los liderazgos
personales, en especial el de Luiz Inácio Lula da Silva y en menor
medida el de Tabaré Vásquez, jugaron importantes papeles en sus
triunfos electorales, en ambos casos hubo una mayor correspondencia
entre el liderazgo personal, y la fortaleza y madurez de esas
fuerzas políticas, que en,
-
Venezuela
-
Bolivia
-
Ecuador
En,
-
Argentina
-
Honduras
-
Paraguay,
...debido a la debilidad y
atomización de las fuerzas políticas progresistas y de izquierda,
las coaliciones que ocuparon el poder ejecutivo en Argentina y
Honduras fueron lideraras por figuras democráticas provenientes de
partidos tradicionales,
-
Néstor Kirchner y Cristina Fernández
en Argentina
-
Manuel Zelaya Honduras
-
una figura proveniente de la
Iglesia Católica, Fernando Lugo, en Paraguay
El rol dominante que
ejercen el progresismo y la nueva socialdemocracia latinoamericana
se aprecia con mayor nitidez en los partidos, organizaciones,
frentes y coaliciones políticas "multi-tentencias" que ejercieron o aún ejercen el gobierno en,
Pero eso no significa que sea un
fenómeno circunscrito a esos tres países de América del Sur.
Por el
contario, es un fenómeno manifiesto en toda América Latina:
-
por una parte, está presente, en mayor o menor medida, en toda
fuerza progresista y de izquierda que ejerce o ha ejercido el
gobierno, aunque su liderazgo principal y su rumbo estratégico se
orienten a la transformación social revolucionaria, pues son fuerzas
plurales que incluyen a dirigentes, cuadros, militantes y corrientes
internas partidarias del progresismo y/o de la nueva
socialdemocracia
-
por la otra, monopoliza la dirección de numerosos partidos,
organizaciones, frentes y coaliciones que no son objeto de análisis
en este ensayo porque no ocupan, ni han ocupado el gobierno
En cuanto a Honduras y Paraguay,
-
en la primera predominó el elemento
del candidato presidencial de un partido tradicional que "se dio
vuelta"
-
en el segundo, se
trató de una figura de la Iglesia cuyas posibilidades
electorales lo convirtieron el punto de convergencia de
fuerzas burguesas y populares que buscaban quebrar el
monopolio del poder ejercido por el Partido Colorado, sin
que en uno u otro caso hubiese fuerzas progresistas y de
izquierda fuertes, bien organizadas y maduras
En el complejo escenario reseñado en las páginas anteriores, con
intenso fulgor brilló la labor política, ideológica y pedagógica del
principal líder histórico del Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional,
Schafik Jorge Hándal.
Él, como he dicho en
muchas ocasiones y seguiré diciendo, en mi opinión, fue el
intelectual y dirigente político revolucionario que mejor comprendió
y explicó el impacto que en la izquierda latinoamericana tendría el
efecto combinado de la globalización neoliberal y el derrumbe de la
URSS, y formuló valiosas consideraciones y recomendaciones
organizativas, políticas e ideológicas para la refundación
revolucionaria
del FMLN y la izquierda latinoamericana en general.
En su natal El Salvador, junto a otras compañeras y compañeros, Schafik lideró la batalla política e ideológica, y encabezó el
trabajo educativo para que el FMLN no se convirtiera en una más de
las fuerzas políticas de la nueva socialdemocracia latinoamericana,
ni en un partido dogmático que repitiera los errores del Partido
Comunista de la Unión Soviética y otros que copiaron su modelo.
Quienes estudiamos, compartimos y continuamos aplicando y
desarrollando las ideas de Schafik, no nos sorprendemos del cambio
en la correlación social y política de fuerzas ocurrido en los
últimos años en detrimento de los gobiernos y partidos progresistas
y de izquierda de América Latina.
Las líneas que a continuación
siguen están dedicadas a exponer, en forma sintética, algunos
elementos de caracterización del poder en la sociedad capitalista y
sus correspondientes consideraciones sobre la lucha por la conquista
o la construcción de un poder socialista, temas a los que Schafik
dedicó gran atención.
Entre ellos, la interrelación entre
poder
permanente y poder temporal, con la esperanza de que esto facilite
una mejor comprensión del porqué de los cambios ocurridos en la
correlación de fuerzas en detrimento del progresismo y la izquierda
latinoamericanos, y contribuya a darle el necesario vuelco a esa
situación.
El problema del poder
Desde la irrupción del marxismo en el entonces incipiente
pensamiento socialista, ocurrido con la publicación, en 1848, del
Manifiesto del Partido Comunista, quedó planteada la necesidad de
luchar por el poder, en aquel momento solo potencialmente accesible
por medio de una revolución que rompiera de manera tajante con el
sistema de dominación del capital.
Con el salto el desarrollo
económico y social dado por las principales potencias capitalistas
en virtud de la
Segunda Revolución Industrial, a partir de la década
de 1860 comienza a entretejerse en ellas la democracia burguesa,
impulsada por la interacción de dos factores:
-
uno es la posibilidad y necesidad que tiene la burguesía de
sustituir la dominación violenta, históricamente ejercida por el
capitalismo, por la hegemonía burguesa, proceso cultural mediante el
cual las clases dominadas asumen como propios los valores y la
ideología de la clase dominante.
Marx dijo que "el capital nace
chorreando sangre y lodo, por todos los poros, desde la cabeza hasta
los pies", y esa violencia ya no se correspondía con los avances del
sistema de producción capitalista en sus puntos de máximo
desarrollo, aunque sí se continuara empleando en el resto del mundo,
en particular, en el mundo colonial y neocolonial, cuya despiadada
explotación sustenta la "democratización" de Europa Occidental y
Norteamérica.
-
el otro es la lucha de los movimientos obrero, socialista y
femenino, los cuales le arrancan a la burguesía concesiones
políticas y sociales que esa clase dominante no estaba dispuesta
hacer por su propia iniciativa.
Hitos es este proceso fueron la
ampliación del derecho al voto —primero a todos los hombres y
después a las mujeres— la legalización de partidos socialistas que
se inicia en Alemania en la década de 1880.
La democracia burguesa introduce cambios fundamentales en la
naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder.
En el
feudalismo era detentado por
la Corona sobre la base de la
correlación de fuerzas entre el rey o la reina y los señores
feudales con los que intercambiaba privilegios por servicios, y que
en etapas previas del capitalismo era ejercido por la Corona sobre
la base de negociaciones con la naciente burguesía con la cual
intercambiaba concesiones por préstamos.
En el nuevo estadio del desarrollo económico y político del sistema
capitalista, el poder se desdobla en "poder permanente" y "poder
temporal":
El poder permanente ya no lo ejerce una persona; es la síntesis de
una compleja, contradictoria y dinámica interacción y lucha entre
grupos de la clase dominante que pugnan por imponer su hegemonía, al
tiempo que comparten el interés vital de garantizar la reproducción
permanente del sistema social imperante.
Como resultado de la
siempre creciente concentración del capital, el poder permanente
deja de ser nacional y deviene transnacional, cambio cualitativo
identificable en la década de 1970, a partir de la cual el sujeto
rector del poder permanente es la oligarquía financiera
transnacional, compuesta por las oligarquías de los Estados Unidos,
la Unión Europea y Japón, en ese orden, a la que se subordinan las
clases dominantes de cada país
El poder temporal es el ejercido por la fuerza política que, en cada
nación, ocupa el Poder Ejecutivo del Estado, es decir, el gobierno,
durante un período determinado, sujeto a alternancia o continuidad
mediante elecciones periódicas, según lo establecido en la
Constitución y las leyes
La democracia burguesa se caracteriza por la división y búsqueda de
un equilibro entre los poderes del Estado.
A saber,
-
el poder
ejecutivo
-
el poder legislativo
-
el poder judicial,
...entramado
institucional concebido para forzar y canalizar la solución de
contradicciones y promover la creación de consensos, en primer
término, entre los grupos de poder políticos y económicos de la
clase dominante y, en segundo lugar, entre las clases y sectores
sociales dominantes y dominados.
Cada nación es un escenario de la interacción entre poder permanente
y el poder temporal.
Función esencial de la democracia burguesa y su
división de poderes, es hacer que el poder temporal se ejerza en
correspondencia con los dictados del poder permanente. En esta misma
dirección operan poderes fácticos de primera importancia, como el
militar, el económico y el mediático.
De ello se deriva que la
fuerza política que ocupe el gobierno ejerce el poder temporal con
mayor discrecionalidad en la medida en que cuente con una mejor
correlación de fuerzas en la legislatura y los tribunales, y reciba
un mayor apoyo de los poderes fácticos.
La democracia burguesa es una de las formas de dominación y
subordinación ejercidas de clase por la burguesía.
Es el tipo de
democracia que se corresponde con la sociedad capitalista, pero no
en todas las naciones capitalistas hay democracia burguesa: en
muchas imperan otras formas de dominación y subordinación, entre
ellas, la dictadura, el autoritarismo e incluso la monarquía
absoluta.
El sistema político democrático burgués es democracia para los
grupos económicos y políticos más poderosos de la clase dominante
- los únicos que compiten entre sí en condiciones de "igualdad" - y
es dominación y subordinación para el resto de la sociedad.
Su
basamento es el sistema de partidos políticos cuyos candidatos y
candidatas asumen (en realidad se apropian de) la representación
ciudadana en los poderes del Estado mediante elecciones.
Sin
menoscabo de esa definición, en los países donde los postulados de
la democracia burguesa se llevan realmente a la práctica - en función
de garantizar la reproducción de la hegemonía de la clase
dominante - dicho sistema político incluye la participación y
representación de las clases dominadas, por lo que constituye un
espacio de lucha social y política en que los sectores populares
pueden arrancarle concesiones a la burguesía y hasta ocupar espacios
en el Estado.
La modalidad de democracia burguesa imperante en la actual etapa de
descomposición del sistema capitalista universal, que lo compulsa a
blindar al Estado para eliminar la redistribución de riqueza y la
asimilación de demandas sociales, es la "democracia neoliberal", que
mantiene los elementos formales de la democracia burguesa
tradicional pero busca restringir la alternancia en el gobierno solo
entre partidos y candidatos neoliberales.
Por supuesto que este
concepto encierra un contrasentido porque la democracia y el
neoliberalismo son antitéticos.
Pero si partimos de la premisa
marxista de que la democracia es una forma de dominación y
subordinación social, el concepto queda claro, pues el
neoliberalismo es la doctrina que en la actualidad legitima y guía
esa dominación y subordinación.
En última instancia, no solo el
neoliberalismo es antitético con la verdadera democracia: también lo
son el liberalismo y cualquier otra escuela de pensamiento que
defienda los intereses del capital.
Los cambios, la ubicación y el ejercicio del poder, y sus
consecuencias
Los cambios en la naturaleza, la ubicación y el ejercicio del poder
complejizan el terreno de las luchas populares.
Si en la década de
1840 el tema del poder no admitía discusión, pues quien se lo
propusiera solo podía hacerlo por medio de una revolución con
ruptura tajante con el sistema capitalista, la apertura de espacios
de lucha política ocurridos a partir de la década de 1860 abre un
abanico de posibilidades en virtud del cual en el movimiento obrero
y socialista proliferan los debates y choques por discrepancias
sobre programa, objetivos, estrategias y tácticas de lucha.
En la propia década de 1860 ocurre una primera bifurcación en el
movimiento obrero y socialista, entre las corrientes anarquistas,
que rechazan al Estado y toda forma de organización y lucha
política, y las corrientes socialistas, que incursionan en el nuevo
campo de batalla.
En la década de 1980, el desarrollo alcanzado por la democracia
burguesa y la legalización del
Partido Socialdemócrata Alemán, que
ocupó el liderazgo del movimiento socialista mundial desde la
derrota de la Comuna de París, en 1871.
Se desata una segunda
polarización, en este caso dentro del movimiento socialista, entre
las fuerzas que deciden aprovechar los espacios de lucha social y
política para arrancarle concesiones inmediatas a la burguesía:
-
los fabianos y los laboristas ingleses
-
los posibilistas franceses
-
los
revisionistas alemanes
Esta tendencia prolifera más en los países
europeos occidentales donde funciona la democracia burguesa .
Por
tanto, existen espacios de lucha social y política legal, y que es
más rechazada en los países europeos orientales, en especial, en
Rusia, sometidos a poderes dictatoriales que proscribían y reprimían
toda forma de lucha popular, en los cuales predomina la concepción
marxista de no buscar reformas de corto plazo dentro del
capitalismo, sino apostarlo todo a la revolución social.
Esa
contradicción provoca el choque entre los partidarios de la reforma
y los partidarios de la revolución en la II Internacional en la
década de 1890, que desemboca en la ruptura total entre
socialdemocracia y comunismo, ocurrida a raíz del estallido de la I
Guerra Mundial, en 1914, que se agudiza al extremo con el triunfo de
la Revolución Bolchevique, en 1917, primera experiencia universal de
conquista del poder político y el inicio de una (luego frustrada)
transición socialista hacia el comunismo.
Es importante hacer tres
observaciones sobre esta ruptura:
-
Dentro de la socialdemocracia no solo quedaron las corrientes
ideológicas cuyo objetivo siempre fue la reforma del capitalismo,
sino también las de origen marxista, cuya meta inicial había sido la
revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo.
Es decir, partidarias de un enfoque gradual de la lucha por el poder
que, junto a los reformistas declarados, devinieron enemigos
irreconciliables de la revolución mediante la ruptura tajante con el
capitalismo realizada por el Partido Bolchevique en Rusia.
En la
medida en que ocuparon espacios institucionales dentro de la
democracia burguesa, las corrientes socialdemócratas de origen
marxista fueron asimiladas por el capitalismo
-
Factores decisivos en la ampliación de la democracia burguesa y el
desarrollo del llamado Estado de Bienestar, aprovechado por la
socialdemocracia para impulsar una reforma progresista, fueron el
triunfo de la Revolución Bolchevique, en 1917, y la formación del
campo socialista, a partir de 1945, que obligan al capitalismo a
dotarse de un supuesto rostro humano como componente de la Guerra
Fría.
Más no era un rostro, sino una careta, de la cual comenzó a
despojarse a raíz de la agudización de la crisis sistémica iniciada
en la década de 1970, y terminó de hacerlo tan pronto como el
derrumbe de la URSS y el bloque europeo oriental de posguerra
hicieron innecesaria la mascarada democrática y redistributiva.
A
partir de ese momento, la socialdemocracia, que había nacido en
diametral oposición al liberalismo burgués, asume como propia la
modalidad más antidemocrática y excluyente de liberalismo hasta hoy
conocida: el neoliberalismo
-
De lo anterior se deriva que la revolución mediante rupturas
parciales sucesivas con el capitalismo, en la que en los últimos
años se ha venido avanzando en Venezuela y Bolivia.
Esto es el
objetivo estratégico de las fuerzas revolucionarias latinoamericanas
en la actualidad, cuenta con un antecedente histórico que debe ser
estudiado para extraer de él enseñanzas positivas y negativas, al
igual que se han estudiado y se seguirán estudiando las enseñanzas
positivas y negativas de la desaparecida Unión Soviética
-
Las enseñanzas de la Unión Soviética son importantes porque se trata
de la primera y más importante revolución por ruptura tajante con el
sistema capitalista, que tras poco más de siete décadas de
existencia desembocó en una restauración de ese sistema social
-
Las enseñanzas de las corrientes socialdemócratas de origen marxista
son importantes porque originalmente se propusieron hacer una
revolución mediante rupturas parciales sucesivas con el capitalismo,
tipo de revolución que hasta el momento existe solo como hipótesis,
pues nunca ha sido demostrada en la práctica.
Esta hipótesis se está
tratando de demostrar en Venezuela y Bolivia, a cuyos procesos de
transformación social deseamos los mayores y mejores éxitos, y otras
fuerzas revolucionarias de la región se proponen transitar esa
senda, pero aún no hay resultados concluyentes que la avalen.
En el caso del llamado socialismo real, caricatura grotesca en la
que degeneró el proyecto original de la Revolución de Octubre, no
voy a profundizar.
No porque carezca de importancia, ni para evadir
el tema, sino debido a que esta ponencia se inspira en el
pensamiento de Schafik Hándal, y sus análisis y reflexiones sobre la
burocratización antidemocrática del sistema soviético y los factores
que impidieron el desarrollo pleno de las fuerzas productivas en la
URSS, son conocidos y yo los comparto.
Poder permanente y poder temporal en América Latina
En América Latina no hubo condiciones para el desarrollo de una
corriente reformista similar a la socialdemocracia europea, y la
lucha armada que desembocó en el triunfo de la Revolución Cubana no
tuvo el mismo desenlace en el resto de la región.
Hubo reforma
progresista en los países donde se aplicaron proyectos nacional
desarrollistas, entre los cuales resaltan,
...y en las naciones donde, con carácter excepcional, funcionó
la democracia burguesa, que son,
...pero ninguno de
esos dos tipos de reforma derivó en un proceso de rupturas parciales
sucesivas con el capitalismo.
No era ese el rumbo de las burguesías
nacional desarrollistas en México, Argentina o Brasil, y en Uruguay
y Chile se produjeron golpes de Estado cuando el imperialismo y las
oligarquías nacionales sintieron amenazado su monopolio del poder
político.
La revolución por ruptura tajante con el sistema político imperante
triunfó en Cuba en 1959, y en Granada y Nicaragua en 1979. Solo en
Cuba fue también una ruptura con el sistema social capitalista, y
solo en ella el poder revolucionario se mantiene intacto.
-
En
Granada, el Movimiento de la Nueva Joya lo perdió en 1983 por pugnas
internas que sirvieron de pretexto a una invasión militar
estadounidense
-
En Nicaragua, el Frente Sandinista de Liberación
Nacional fue desplazado de él en 1990 por una guerra imperialista
canalizada a través de fuerzas contrarrevolucionarias,
...pero logró
mantener el control de parte de las instituciones del Estado, lo
cual le facilitó, dieciséis años después, triunfar en tres
elecciones presidenciales consecutivas.
En otras naciones hubo, en
unos casos derrotas, y en otros soluciones negociadas que abrieron
espacios a las fuerzas populares para participar en la lucha
política legal.
Ya se mencionaron en la introducción de esta ponencia los factores
por los cuales, a criterio de este autor, entre finales de la década
de 1980 e inicios de la de 1990, en América Latina se inicia una
secuencia creciente de triunfos electorales de las fuerzas políticas
progresistas y de izquierda, incluida la ocupación del poder
ejecutivo del Estado en varios países.
En el tiempo transcurrido
desde la primera de esas victorias, la cosechada por
Hugo Chávez el
6 de diciembre de 1998, constatamos que los tres primeros factores
mencionados, a saber,
-
el acumulado de las luchas populares
-
el
rechazo a los métodos represivos de dominación
-
el auge de las
luchas populares contra el neoliberalismo,
...se debilitan y desvanecen
a menos que ello se evite o se contrarreste con un sistemático y
adecuado trabajo político e ideológico.
El cuarto factor, el
voto de castigo contra los neoliberales de amplios sectores
sociales, se vuelve contra las fuerzas progresistas y de izquierda,
entre otros motivos, por la camisa de fuerza que el poder permanente
les impone, y por sus deficiencias y errores propios.
Es bien conocida la idea de Schafik de que el objetivo de una fuerza
revolucionaria que entra al gobierno es cambiar al sistema, y no que
el sistema la cambie a ella.
Pero, para cumplir ese objetivo lo
primero es comprender las dificultades que enfrentamos, entre ellas:
-
La democracia burguesa no está hecha para que la izquierda ocupe y
ejerza el gobierno, mucho menos para que cambie el gobierno desde el
sistema, y menos aún para que rompa con el sistema y construya otro
que lo supere históricamente.
Con otras palabras, está concebida
para hacer imposible lo que Schafik nos orientó, por lo que la
izquierda debe estar consciente de que es una batalla que es preciso
librar a contracorriente
-
La erosión ideológica y/o la cooptación de dirigentes, funcionarios
y militantes de izquierda, ya sea por la frustración y la
resignación que anida en ellos debido a la resistencia del sistema a
los cambios que creyeron poder hacer sin tantos obstáculos, o por la
asimilación de los valores del sistema y acomodamiento a sueldos y
beneficios, o por la combinación de ambos factores
-
La insuficiente correlación de fuerzas propias para realizar las
reformas progresistas o las transformaciones revolucionarias
planteadas, que obliga a hacer alianzas con fuerzas de
centroizquierda, centro e, incluso, de la derecha "moderada"
-
El carácter
heterogéneo de la fuerza progresista y de izquierda que
ejerce el gobierno, y la asignación de puestos en los
poderes del Estado y sus dependencias a aliados e incluso a
cuadros propios que no apoyan el programa de reforma
progresista o transformación revolucionaria.
Consideraciones finales
evitar ser expulsada del sistema y evitar ser asimilada por el
sistema, lo cual nos lleva a preguntarnos:
¿Podrá la izquierda latinoamericana enfrentar con éxito estos dos
retos?
¿Podrá evitar ser asimilada por el sistema como lo fue la
socialdemocracia a lo largo del siglo XX?
¿Podrá concluir con éxito el proceso de rupturas parciales sucesivas
con el capitalismo que la socialdemocracia de origen marxistas
abandonó?
El hecho de que se distancie, critique e incluso condene las
aberraciones cometidas en la URSS y otros países en nombre del
marxismo y el socialismo, no debe conducir a la izquierda
latinoamericana a rechazar el análisis crítico del capitalismo, ni a
renunciar al socialismo como utopía realizable.
-
En igual sentido, el hecho de que las luchas populares se
desarrollen dentro del sistema de democracia burguesa, y que en el
futuro previsible no se oteen las condiciones para una ruptura
tajante con ese sistema, no debe llevar a la izquierda a asumir como
cierto el discurso legitimador de "gobierno del pueblo, por el
pueblo y para el pueblo", ni el supuesto respeto por parte del
imperialismo y las oligarquías criollas a la Constitución y las
leyes, porque son falsos.
Hay pruebas históricas de sobra, y también
muy actuales, para demostrar su falsedad. Baste mencionar la
tolerancia, primero, con el golpe de Estado ocurrido en Honduras en
2009, y recientemente, con el grosero fraude cometido en ese país
contra el bloque opositor democrático y popular.
También podría
recordarse lo ocurrido en Paraguay y Brasil, y añadirle lo que pasa
día a día en todos los países de la región. Comprender esa realidad
es requisito indispensable para evitar la adopción de objetivos,
programas, estrategias y tácticas que debiliten y hagan vulnerable a
la izquierda.
-
La continuidad y éxito del proceso de reforma progresista o
transformación revolucionaria no la garantizan por sí mismos, ni los
cambios políticos de envergadura dentro de la democracia burguesa,
ni "llenar un expediente de buena conducta" para ganar la "tolerancia" del imperialismo y la oligarquía nacional.
La izquierda
solo puede abrirse paso en la democracia burguesa en la medida en
que logre construir a su favor, mantener e incrementar en forma
constante una sólida correlación social y política de fuerzas.
-
El cambio en la correlación de fuerzas desfavorable a los gobiernos
y las organizaciones políticas progresistas y de izquierda ocurrido
durante los últimos años, reafirma una verdad conocida, pero por lo
general olvidada, subestimada o aceptada solo de palabra: los
espacios de poder estatal conquistados por la izquierda son frágiles
y efímeros si no se sustentan en la construcción de hegemonía y
poder popular.
Una cosa es creer que estamos construyendo hegemonía
y poder popular desde el gobierno, y otra construirlos de verdad. La
hegemonía y el poder popular no se construyen "de arriba para
abajo", sino en interacción fluida "de abajo para arriba" y "de
arriba para abajo".
-
Al contrario de lo que muchos creímos, la práctica demuestra que no
era más sólido el blindaje contra los embates sistémicos de los
procesos de revolución política (Venezuela, Bolivia y Ecuador), que
el de los procesos de reforma no rupturista (el resto de los
existentes).
La resiliencia del poder permanente funciona contra
ambos: unos y otros son sujetos potenciales de expulsión de los
espacios institucionales que lograron ocupar.
-
En los casos de Venezuela y Bolivia, la continuación de sus
respectivos procesos de transformación social revolucionaria no
dependerá solo del imprescindible atrincheramiento en los poderes
del Estado que sus respectivas dirigencias están realizando.
Aún más
imprescindible es resolver de manera real, eficaz y duradera, los
errores, deficiencias y vacíos existentes en la construcción de
hegemonía y poder popular que dieron a lugar los desfavorables
cambios en la correlación de fuerzas ocurridos en esos países.
-
En Ecuador, tras haber vencido por estrecho margen la acción
concertada de las fuerzas oligárquicas que buscaban impedir la
elección del candidato presidencial de Alianza País, Lenín Moreno,
se produjo la ruptura entre la corriente encabezada por el nuevo
mandatario, a la que las autoridades electorales adjudicaron la
conservación de la identidad de Alianza País, y la liderada por el
ex-presidente Rafael Correa, que fundó el Movimiento de la Revolución
Ciudadana.
Con independencia de las consideraciones que puedan
hacerse sobre los motivos de esa ruptura, ella ratifica el principio
de que, llámese partido, organización, alianza, movimiento o de
cualquier otra forma, la fuerza política progresista o de izquierda
que aspire a desarrollar un proyecto reformador o transformador
tiene necesariamente que contar con estructura, organización,
objetivos y programa que garanticen su unidad, coherencia y
continuidad, incluidos los mecanismos para identificar las
diferencias, debatirlas, procesarlas de modo oportuno y efectivo, y
crear consensos o adoptar decisiones de mayoría y minoría que no
pongan en peligro el proyecto.
-
Hay que denunciar y combatir la desestabilización de espectro
completo que el imperialismo y las oligarquías nacionales realizan
contra los gobiernos y las fuerzas progresistas y de izquierda, pero
ello no basta.
Urge una evaluación autocrítica de las fortalezas y
debilidades de nuestros proyectos, procesos, gobiernos y fuerzas
políticas, no para auto-flagelarnos o darle armas al enemigo, sino
para potenciar esas fortalezas y erradicar esas debilidades.
-
La desestabilización de espectro completo nos debilita y destruye
más cuando aprovecha nuestras deficiencias y errores, y tenemos
mejores condiciones para derrotarla cuando somos rigurosos y
eficientes en nuestra labor organizativa, política e ideológica, y
nuestra relación con el pueblo es fluida, constructiva e
interactiva.
-
La evaluación autocrítica crucial de toda fuerza de izquierda es:
cuánto ha acumulado desde que empezó a ocupar espacios
institucionales, cuánto ha dejado de acumular y cuánto ha
desacumulado.
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La situación es grave. Podemos vencer o ser vencidos. Para vencer,
lo primero que necesitamos es tomar conciencia de la gravedad de la
situación.
Las posturas justificativas y complacientes nos llevan a
la derrota. La izquierda solo se autocrítica cuando está en una
situación límite, y solo lo hace para salir de esa situación, no con
una perspectiva profunda. La interrogante es si seremos capaces de
erradicar eso.
Una primera versión de las ideas contenidas en estas páginas fueron
expuestas en el IV Seminario Internacional "Vigencia del pensamiento
de Schafik en la América Latina del siglo XXI", San Salvador, 26 y
27 de enero de 2018.
Revisadas y ampliadas para su
presentación como ponencia en el XXII Seminario Internacional "Los
partidos y una nueva sociedad", Ciudad de México, 8 al 10 de marzo
del mismo año.
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