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SputnikNews del Supremo Tribunal Federal (STF), la noche del miércoles 4 de abril, supone el fin de la carrera política de Luiz Inácio Lula da Silva, tal como deseaban los militares, los grandes empresarios, el gobierno de EE.UU. y un sector importante de la sociedad brasileña.
La ofensiva permanente de la derecha durante los últimos cinco años, le permitió cumplir con su sueño más deseado:
El STF votó negativamente el habeas corpus presentado por Lula, que le hubiera permitido esperar el resultado del juicio por enriquecimiento ilícito que fue confirmado en segunda instancia.
El tribunal se apegó a la jurisprudencia que dice que todo procesado cuya pena es confirmada en segunda instancia, entrará en prisión. En efecto, Lula fue condenado a más de 12 años por un tribunal federal en enero pasado.
Parece necesario repasar las razones que llevaron a cada uno de esos sectores a apoyar la condena a Lula, más allá de su presunta culpabilidad.
Muchos políticos deberían estar también en los tribunales por delitos aún más graves, como el actual presidente Michel Temer, en una clara muestra de doble rasero de la justicia, las instituciones y la propia sociedad brasileña.
En primer lugar, para los EE.UU. los gobiernos de Lula no fueron especialmente problemáticos, por lo menos si nos atenemos a las declaraciones de ambas partes.
Salvo en un punto:
"Casualmente", desde que Dilma Rousseff fue descabalgada del gobierno en agosto de 2016, los tres proyectos enfrentan serias dificultades, aunque las autoridades se empeñan en negarlo.
La tercera fabricante mundial de aviones comerciales, Embraer, que firmó un acuerdo con la sueca Saab para los cazas brasileños, está en proceso de fusión con la estadounidense Boeing, lo que puede frustrar el desarrollo que daría autonomía a la fuerza aérea.
Respecto al submarino nuclear, sólo insistir en que está a cargo de la constructora Odebrecht en acuerdo con la francesa DCNS, que está siendo seriamente investigada por la justicia, y que puede desbaratar todo el programa estratégico.
No puede ser casual que sólo Odebrecht esté en el ojo de la justicia cuando todas las empresas de la construcción operan del mismo modo.
EE.UU. está cerca de llegar a un acuerdo con el gobierno de Temer para operar la base de Alcántara, que por su ubicación geográfica permite un ahorro de hasta el 30% en combustible.
Este es junto al submarino nuclear uno de los puntos más sensibles para el Pentágono.
La segunda cuestión son los grandes empresarios, que habían mantenido una actitud favorable a los gobiernos del PT, por lo menos hasta el año 2012.
Sin embargo, el fortalecimiento del movimiento sindical y la irrupción de las camadas más pobres de los trabajadores en el movimiento huelguístico de 2013, que batió todos los récords históricos en cantidad de huelgas, los convencieron de la necesidad de interrumpir el curso de empoderamiento del movimiento obrero.
En este sentido, vale recordar que la Federación Industrial de Sao Paulo (FIESP), la más potente del país y una de las más poderosas del mundo, volvió a jugar el mismo papel tuvo en 1964 cuando fue la principal artífice del golpe de Estado militar que derribó a Joao Goulart.
La tercera incógnita son las fuerzas armadas.
Bajo los gobiernos de Lula (2003-2010) fueron uno de los sectores más privilegiados.
Dos de ellos establecen la creación de una segunda base naval en la desembocadura del Amazonas, que se sumaría a la actual localizada en Río de Janeiro.
En paralelo, el fortalecimiento de la vigilancia de los yacimientos off-shore en la plataforma marítima, implica la proyección de una poderosa flota de submarinos convencionales y nucleares.
Las razones que llevaron al viraje militar tienen dos asideros:
Por último, las clases medias y medio altas han militado fervientemente contra Lula y los cuatro gobiernos del PT.
Así como no hubo una ruptura con la dictadura, en Brasil tampoco hubo una descolonización social y cultural que hubiera democratizado la sociedad y las relaciones entre blancos y negros (que son el 54% de los brasileños).
Esos lastres han provocado la actual polarización social y política, en respuesta al ascenso de los más pobres al rango de clases medias.
Pero esas herencias están, también, en la base de la creciente descomposición de un país que se proyectaba como potencia global.
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