por
Leandro Lutzky
22 Mayo
2018
del
Sitio Web
RT
Una afrodescendiente vende frutas
en una
carretera de Carpuela,
provincia de Imbabura (Ecuador).
Guillermo Granja / Reuters
América Latina presenta grandes condiciones de desigualdad,
manifestada en,
-
los ingresos
-
el acceso al
trabajo
-
la educación
-
salud
-
vivienda digna,
...que varían según el
color de piel.
Mientras en Argentina se
escondió a la minoritaria comunidad afro durante décadas, en otros
países de la región, como Brasil y Colombia, el conflicto toma
mayores dimensiones por su densidad poblacional y su inmensa brecha
social.
"No es fácil ser
parte de una minoría en Argentina", considera Miriam Gomes, una
ciudadana afrodescendiente nacida en el Cono Sur.
Su padre llegó al
territorio latinoamericano partiendo desde
Cabo Verde, su país de origen, un
pequeño grupo de islas ubicado en el océano Atlántico que al día de
hoy apenas supera los 500.000 habitantes.
En la actualidad, según
la entrevistada, hay unas 25.000 personas vinculadas a aquella
nación - por haber nacido allí o tener ascendencia con ese origen -
radicadas en el suelo argentino.
"El racismo es histórico
en la escuela.
Esto no se enseña porque la
nación argentina
se constituye como un proyecto
de país
que se pretendía blanco,
culturalmente europeo.
Había que borrar rastros de
otras culturas,
sobre todo en el siglo XIX".
Miriam
Gomes
presidió cuatro
veces
la Sociedad
Caboverdiana en Argentina.
"La comunidad llegó a
mediados del siglo XIX y comienzos del XX, en calidad de
ciudadanos libres, pero huyendo de las condiciones de
sometimiento en las que vivían con el colonialismo portugués",
recuerda.
Asimismo, aquellas islas,
"tenían falta de
agua, en verdad pueden pasar cinco, seis o siete años sin
lluvias, lo que provocó hambrunas tremendas a lo largo de su
historia".
Así las cosas, los
inmigrantes que llegaron al continente americano,
"encontraron trabajo
rápidamente en la marina mercante o en astilleros", enseña, "lo
que permitió que las comunidades se asentaran, resolviendo el
tema del idioma, la salud y el trabajo".
Miriam Gomes es
argentina e hincha de Racing - uno de los equipos grandes del fútbol
argentino - aunque la construcción del sentido común local siempre
planteó que el ciudadano argentino debe ser blanco, exclusivamente,
dejando a un lado a negros e indígenas.
Aclarar que nació en la
región rioplatense es una constante en su vida:
"Ponen en duda mi
nacionalidad todo el tiempo, me preguntan de dónde soy. La
primera impresión es creer que uno es de afuera, la
extranjerización", comenta.
Por esta clase de
obstáculos sociales, es necesario que las comunidades minoritarias
se mantengan unidas.
En efecto, la
entrevistada presidió la Sociedad Caboverdiana de Argentina
en cuatro oportunidades, siendo la primera mujer en hacerlo desde
1993:
"También tuve que
librar una batalla al interior de la comunidad contra el
machismo y el patriarcado", destaca.
La historia de las
comunidades afrodescendientes en Argentina
está oculta.
De hecho, pocos saben que
habitan el territorio incluso antes de la conformación del Estado
moderno.
La idea de que el país
está conformado exclusivamente por descendientes de europeos,
causalmente, traspasó fronteras y también se repite en otros sitios
de la región, invisibilizando a muchos colectivos sociales.
"No tenemos acceso a la toma de
decisiones
ni a los poderes del Estado.
Nuestros chicos apenas terminan
la escuela primaria,
la confrontación racial es muy
fuerte
y muchos abandonan".
Miriam Gomes,
presidió cuatro
veces la
Sociedad
Caboverdiana
en Argentina.
Miriam fue docente de Literatura durante más de 30 años en colegios
públicos de la provincia de Buenos Aires, y sostiene que este
pensamiento se sostuvo por un fuerte sesgo ideológico, también desde
las aulas:
"El racismo es
histórico en la escuela. Esto no se enseña porque la nación
argentina se constituye como un proyecto de país que se
pretendía blanco, culturalmente europeo.
Había que borrar
rastros de otras culturas, sobre todo en el siglo XIX".
Los alumnos difícilmente
aprendan sobre héroes, patriotas, artistas, pensadores, gestas y
luchas de la comunidad afro, que también integran la cultura
argentina.
Sobre el aspecto educativo, critica que en las escuelas suele
enseñarse que en 1813, cuando se impulsó la libertad de vientres -
que garantizaba la libertad a los hijos de esclavas - se terminó la
esclavitud en su totalidad.
"La esclavitud se
abolió en 1853", cuando nació la Constitución Nacional,
desmiente.
Al respecto, expresa:
"En realidad, siempre
me llamó la atención que Argentina tuvo cuatro décadas de vida
republicana conviviendo con un régimen esclavista y nadie hace
hincapié en ese dato".
A veces, la indiferencia
duele más que un garrotazo policial.
La parte negra
de la historia
El historiador Diego Buffa, uno de los coordinadores del
Programa de Estudios Africanos del Centro de Estudios Avanzados
de la Universidad Nacional de Córdoba (UNC),
enseña que bajo la conformación de
las naciones en la región creció el actual sesgo cultural:
"Los que eran
distintos al grupo dominante a menudo fueron víctimas de un
trato racista, porque el mero hecho de que fueran diferentes se
consideraba una amenaza en función del concepto de un Estado
monolítico".
Asimismo, destierra el
mito histórico - sostenido incluso en el 2018 - de que el país tenía
tan pocos negros, que simplemente desaparecieron en el siglo XIX,
por arte de magia.
Lejos de ello, el experto
señala que durante la colonia había importantes comunidades afros en
las provincias de,
-
Córdoba
-
Santiago del
Estero
-
Tucumán
-
Buenos Aires,
...que persisten en la
actualidad.
Particularmente, la
importante cantidad de comunidades cordobesas se evidencia también
con la duración de sus políticas racistas.
Por citar un ejemplo, la
UNC exigía la 'pureza de sangre' para ingresar al ámbito académico,
hasta la Reforma Universitaria de 1918, destaca Buffa.
Un hombre afrodescendiente
vende
productos en las calles de Cartagena, Colombia.
Fredy
Builes / Reuters
"En casi todas
partes, esta población es víctima de discriminación racial y
exclusión, razón por la cual sufre grandes privaciones
económicas y sociales, al igual que ocupa un número mucho menor
de cargos directivos en la sociedad que los alberga", subraya el
especialista.
Desde su punto de vista,
este grupo social no solo incluye a descendientes de africanos
esclavizados traídos a América Latina durante el período colonial,
"sino también a un
nuevo conjunto de africanos que - aunque minoritario en relación
al primero - llegaron y siguen llegando en busca de una mejor
situación económica o por razones políticas, desde finales del
siglo XIX".
"Seguimos
excluidos"
Por su parte, Gomes puntualiza en la construcción del sentido común
local y critica a los medios de comunicación que,
"perpetuaron la idea
de exotización y los estereotipos".
Y sigue:
"Basta con mirar
revistas como Caras y Caretas de principios del siglo XX, donde
la mayoría de las publicidades tenían negros en posiciones
animalescas, caracterizados como monos y siempre asociados a
productos de limpieza, contrastándolos con hombres blancos".
Estos estereotipos, opina
la docente, se vinculan también al machismo:
"Hoy se piensa que la
mujer negra está siempre dispuesta al sexo".
Por otro lado, subraya
que el contexto social acentúa esta clase de tensiones, porque,
"en épocas de crisis,
el racismo recrudece".
Para finalizar la
entrevista, manifiesta:
"El objetivo es la
inclusión social, porque seguimos excluidos.
No tenemos acceso a
la toma de decisiones ni a los poderes del Estado. Nuestros
chicos apenas terminan la escuela primaria, la confrontación
racial es muy fuerte y muchos abandonan".
Según Gomes, el problema,
"ahora se ve enfocado
en los inmigrantes senegaleses, que sufren acoso policial,
persecución, violencia física, verbal y simbólica".
Oficina de migraciones en Argentina.
Martin
Acosta / Reuters
Así lo confirma Arfang Diethiou, presidente de la
Asociación de Residentes Senegaleses en Argentina (ARSA):
"La mayoría son
vendedores ambulantes, tenemos problemas con el espacio público
y la Policía", destaca.
Diethiou nació en Senegal
y llegó a Sudamérica por razones económicas.
Al igual que él, hay
aproximadamente 5.000 personas más.
"No dejan a los
muchachos trabajar en la calle. Siempre hay problemas, porque a
nuestra gente no le queda otra", se queja.
Según describe, la mayor
parte de este colectivo no tiene papeles, es decir, vive en el país
de modo irregular o inestable.
Por ello, es casi
imposible obtener un empleo formal:
"Con la crisis
que hay en Argentina, es mucho más difícil conseguir un trabajo
sin ser argentino", describe.
Pero eso no es todo, el
acceso a la vivienda o una cobertura médica es un anhelo casi
inalcanzable para aquellos senegaleses que no tengan documentos.
"A mí me pasó,
queriendo alquilar un departamento. Entré a una inmobiliaria y
me dijeron que no había nada para mí, pero cuando entró un
argentino, pidiendo lo mismo, le dijeron que sí", recuerda.
En definitiva, ¿cuáles
son sus principales obstáculos?:
"El color de piel",
responde, sin vacilaciones.
Pero va más allá:
"A veces hay
discriminación silenciosa, la gente te ve como si fueses un
ladrón", lamenta.
Sin embargo, a pesar de
estos graves conflictos, Diethiou dice que se sienten integrados:
"Por lo general hay
buena onda con los argentinos".
Aun así, aunque tenga
optimismo, todavía les adeudan sus derechos básicos.
Por lo pronto, el trabajo
informal implementado por senegaleses se convirtió en una postal
habitual en las calles de la Ciudad de Buenos Aires, donde la
tensión con las fuerzas de seguridad aumenta cada día.
Brasil y
Colombia, dos ejemplos de la brecha
Hay países de la región donde la brecha social es mucho más evidente
y abarca a una inmensa cantidad de personas.
Brasil es el caso más
paradigmático:
la mitad de su
población - unos 97 millones de personas - es afrodescendiente.
Nadie podría decir que se
trata de una minoría, aunque las diferencias sociales así lo hagan
parecer.
Un
estudio de la Comisión Económica para América Latina y el
Caribe (CEPAL)
explicaba en 2012 que, si bien la injusticia en la distribución de
la riqueza entre blancos y negros se estaba reduciendo, todavía
había grandes inequidades:
la proporción
de adultos pobres era
1,3 veces
mayor en negros, con el 34,5%, que entre los blancos,
con el 26,6%.
Resta por ver si
aquellos índices se modificaron tras la asunción del presidente
Michel Temer, en agosto del
2016.
Un manifestante
sostiene una pancarta
durante el Día
Nacional de la Conciencia Negra en Brasil.
Nacho Doce / Reuters
Colombia es otro
caso ejemplar para graficar la discriminación, que se manifiesta de
forma implícita y explícita en la sociedad. Allí,
uno de cada diez ciudadanos es
afrodescendiente.
Basta con recorrer
cualquier ciudad o pueblo colombiano para percibir que el acceso a
un trabajo estable, en la mayoría de los casos, es una
cuestión de piel.
En la zona costeña
esta brecha social es aún más escandalosa.
Casi todos los
vendedores ambulantes son negros, y ofrecen productos variados:
ropa, comidas,
jugos, artículos de bisutería como pulseras o aretes y también
estupefacientes, a plena luz del día.
A su vez, la
mayoría de las mujeres afros que trabajan en la calle brindan
masajes en las playas, principalmente a turistas.
Las diferencias
socioeconómicas se perciben a simple vista e impactan los ojos, pero
más allá de percepciones subjetivas, hay estadísticas que así lo
demuestran.
En 2010, un informe
titulado 'Desigualdad
étnico-racial en la distribución del ingreso en Colombia',
realizado por expertos en economía de la Universidad del Valle,
sostenía que, en promedio, los
afrodescendientes percibían ingresos un 32% más bajos que los
blancos.
Lo curioso del
estudio es que a medida que los ingresos aumentan, también crece la
brecha.
Por ejemplo, si
tomamos al sector más rico de la población blanca y lo comparamos
con los más adinerados de la población afro, los blancos de clase
alta percibían un 40% más que los negros, aumentando la diferencia
por el color de piel.
Afrodescendientes
extraen metales
preciosos en el río Dagau,
departamento de Cauca
(Colombia).
Jaime Saldarriaga /
Reuters
Como bien puede
suponerse, la desigualdad económica también se traduce en otra clase
de desigualdades sociales, como la educativa.
Volviendo a hablar
de promedios, la comunidad negra tiene 7,4 años de educación
aprobados, mientras que los blancos alcanzan los 9,4.
En esa línea, el
informe destaca que, en la media, la
retribución económica que
recibe un ciudadano blanco por cada año que sume a su formación
educativa es un 20% mayor al ingreso que recibe una persona afro por
hacer exactamente lo mismo.
Ya pasaron ocho
años de aquel relevamiento, pero basta con visitar el país para
comprobar que el contexto social y económico no cambió demasiado.
La región en cifras
Un extenso
estudio publicado por la CEPAL
y Naciones Unidas en 2016 expuso, basado en censos desarrollados
por cada país entre los años 2010 y 2013, que la región tiene
aproximadamente 527 millones de habitantes.
De ese total,
más de 111 millones
pertenecen a la comunidad afro, es decir,
el 21%.
Los países con
más habitantes negros son:
-
Brasil - 97
millones de personas, el 50,9% de la población total
-
Colombia -
4,8 millones, el 10,5%
-
Cuba - 4
millones, el 35,9%
-
México -
1,3 millones, 1,2 %
-
Ecuador -
un millón, 7,2%
El artículo
también revela los injustos contextos económicos presentes en
Brasil, Ecuador, Perú y Uruguay,
con datos del 2014.
Sobre el
'Gigante de Sudamérica' grafica que el 33% de la población negra
se encontraba en el sector más
pobre de la sociedad, mientras que en la población
blanca eso solo ocurría con el 16%.
En Ecuador las
diferencias también son considerables: si se mide de modo
proporcional, el 34% de los afros estaban entre los más
empobrecidos, mientras que entre los blancos el número alcanzaba
al 22%.
Esto significa
que, en ambos casos,
una de cada tres personas
afrodescendientes se encontraba en una situación vulnerable.
En Perú, los
afrodescendientes tenían al 20% de su población entre los más
pobres, pero los blancos solo tenían el 13%.
Uruguay, que
tiene una comunidad afro mucho más pequeña que en naciones como
Brasil o Colombia, de todos modos tiene un problema grande:
mientras
que entre los blancos hay un 27% de personas ubicadas en el
quintil más humilde del país, entre los negros ese sector
social alcanza al 50% de toda su población, es decir, casi
el doble.
Los índices de
niños que mueren antes de cumplir el año de vida también son
mucho más altos en pequeños afrodescendientes.
En Colombia se
da la diferencia más grave:
de 1.000
infantes blancos, 16 fallecen, pero si el mismo criterio se
usara con 1.000 niños afros,
las muertes aumentan a un
promedio de 26,3.
En Ecuador la
mortalidad alcanza una media de 20,5 pequeños de piel blanca y
25 afrodescendientes.
En Brasil la
diferencia es entre 18,7 y 24,2, mientras que en Venezuela la
brecha está entre 14,3 y 18,4.
Según el
informe, la única excepción a esta alarmante regla es Argentina,
donde de cada 1.000 niños afros el 12,5 pierde la vida, pero la
cifra se agranda a 14 entre las personas blancas.
Cabe destacar
que en aquel país los negros no abarcan, según datos oficiales,
ni el 1% de la población total.
Las madres
afros ocupan un lugar alarmante en las estadísticas,
principalmente en Ecuador,
Colombia y Brasil.
En el primer
escenario, según datos recogidos entre 2010 y 2013, por cada
100.000 nacimientos se producen 69,1 muertes maternas en todo el
país.
Sin embargo, si
reducimos los 100.000 nacimientos solo sobre la población afro,
hay 272,5 fallecimientos
en madres, aumentando la cifra de modo exponencial.
En Colombia,
con estadísticas del mismo período, la diferencia es entre 66,5
y 152,9, mientras que en Brasil, con números del 2011, la brecha
va desde 50,6 hasta 68,8.
"Las
condiciones de pobreza en que viven las mujeres
afrodescendientes en la región agravan sus condiciones de
salud sexual y reproductiva", comunica el informe.
Asimismo,
repasa que,
"si bien la
mortalidad materna ha disminuido en la región, continúa
siendo alta en el caso de las mujeres afrodescendientes".
La franja
etaria considerada va desde los 15 hasta 19 años.
En Brasil,
Uruguay, Costa Rica, Colombia, Venezuela, Nicaragua, Ecuador,
Argentina, Panamá y Honduras,
"entre un
14% y un 25% de las adolescentes afrodescendientes ya han
tenido al menos un hijo".
Salvo por estos
últimos tres países, donde las estadísticas se revierten, en el
resto el porcentaje de embarazo adolescente es bastante más
elevado entre mujeres afros,
principalmente en Ecuador (otra vez):
el 25,3% de
las adolescentes afrodescendientes son madres, mientras que
entre las chicas blancas el número se reduce al 16,7%.
Si consideramos
las personas que acceden a la universidad, una de las instancias
superiores en la vida educativa, el estudio de la CEPAL y
Naciones Unidas revela que en Colombia solo el 9,3% de la
población afro ingresa a una casa de estudios, mientras que en
los blancos el 17,2% de ellos aprende una carrera por la vía
académica.
La diferencia en Uruguay es
todavía peor:
de 5,2% a
20,4%.
En Ecuador, en
tanto, la brecha va desde 12,9% a 30,3%, por citar algunos de
los tantos ejemplos latinoamericanos.
En Argentina,
los números sobre la ecuación vuelven a revertirse; el 23,7% de
los negros llega a la universidad, entre los no
afrodescendientes la cifra es 20,3%.
Vale aclarar,
sin embargo, que las estadísticas, en promedio, son del año
2010; desde aquel entonces al 2018 muchas corrientes migratorias
arribaron al Cono Sur y merecen nuevas estadísticas.
En Honduras,
Costa Rica, Argentina, Nicaragua, Venezuela, Uruguay, Panamá,
Colombia, Ecuador y Brasil la tasa de desocupación es mayor, en
proporción, entre personas negras, a diferencia de Bolivia,
donde ocurre lo contrario.
El caso
brasilero, con datos del 2010, es de los más complejos:
el 6,6% de
los hombres afros estaban sin empleo, y en los varones
blancos el 4,5% no tenía trabajo.
La diferencia entre mujeres es
más grande:
12,4% de
las negras y 8,1% de las blancas.
En Uruguay, la
brecha entre hombres negros y blancos desempleados es del 4,8% y
4,3%, pero si hablamos del sexo femenino, el dato crece al 12,5%
y 8,4%, respectivamente.
Aquellos que sí
tienen empleo también encuentran
grandes diferencias monetarias,
solo por ser afrodescendientes, y aún mayores si son mujeres.
Supongamos que
hay un grupo de personas que tiene el mismo grado de educación,
en este caso, alcanzando el nivel terciario.
Sin considerar
la experiencia laboral de cada uno, la única diferencia
que habría entre ellos sería su color de piel y el sexo.
Una mujer sin hogar
está sentada
en su casa
improvisada
en Río de Janeiro,
Brasil.
Pilar Olivares /
Reuters
Los números de la
discriminación son contundentes:
"Entre las
personas ocupadas que se ubican en el tramo más elevado de
escolaridad, se puede observar que las mujeres afrodescendientes
reciben un ingreso por hora equivalente a un 58% del que reciben
los hombres no afrodescendientes.
A
su vez, los hombres afrodescendientes perciben un ingreso
equivalente al 73% del que reciben los hombres no
afrodescendientes, en tanto que las mujeres no afrodescendientes
perciben un 75% del ingreso que obtienen los varones no
afrodescendientes".
Por si no se
entendió, según las estadísticas, las mujeres negras, aun teniendo
aptitudes académicas, perciben salarios considerablemente peores,
incluso que hombres afro, y por supuesto, mujeres blancas.
Los hombres
blancos, en promedio, son quienes más dinero reciben por hacer sus
tareas, al tope de la escala valorativa racial.
A pesar de que el conflicto tenga una raíz histórica, nacida en la
conquista de América con la implementación de políticas esclavistas
y la utilización de mano de obra africana, la brecha social perdura.
Pasaron más de
cinco siglos desde la colonización europea.
Parece que fue
ayer...
"Desamor,
desencuentro, perdón y olvido,
cuerpo con mineral.
Pueblos trabajadores,
infancias pobres, cinco siglos
igual",
canta el artista argentino,
León Gieco.
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