por Mario Osava
29 Octubre
2018
del Sitio Web
IPS
Partidarios del presidente electo, Jair Bolsonaro,
festejan su triunfo la madrugada del 29 de octubre,
delante
de la residencia del excapitán, en el oeste de Río de Janeiro.
El
candidato de extrema derecha obtuvo 55,13 por ciento
del
total de votos válidos comenzará sus cuatro años
de
presidencia el 1 de enero de 2019.
Crédito: Fernando Frazão/Agencia Brasil
RÍO DE JANEIRO
Los electores de Brasil ignoraron amenazas a la democracia y optaron
por cambiar radicalmente la política nacional, con un vuelco a la
extrema derecha, vinculada con militares, como siempre sucede en el
país.
Jair Bolsonaro, excapitán del
Ejército de 63 años, fue elegido como el 42 presidente de Brasil,
con 55,13 por ciento de los votos válidos en la segunda vuelta del
domingo 28, encabezando a un grupo de generales retirados, como su
vicepresidente, Hamilton Mourão, y otros apuntados como
futuros ministros.
Su triunfo, que lo convertirá en el inquilino del Palacio de
Planalto, sede de la presidencia, desde el 1 de enero, provocó
un inesperado terremoto, diezmando partidos y líderes tradicionales.
El efecto Bolsonaro impulsó una amplia renovación del
parlamento, con la elección de muchos militares, policías,
religiosos y activistas de derecha.
Su Partido Social Liberal (PSL),
antes minúsculo, ascendió a la segunda mayor fuerza en la Cámara de
Diputados, con 52 representantes.
Los estados más poblados
y ricos del país,
-
São Paulo
-
Minas Gerais
-
Río de Janeiro,
...eligieron a aliados
suyos como gobernadores, dos de los cuales sin experiencia política.
Brasil se inserta así, a su modo, en la ola mundial que fortalece la
derecha y en algunos casos logró elegir gobiernos autoritarios, como
en,
-
Filipinas
-
Turquía
-
Hungría
-
Polonia,
...a los cuales se podría
sumar, entre otros, a Estados Unidos bajo Donald Trump.
La irrupción de Bolsonaro como protagonista de ese proceso solo se
reveló en vísperas de la primera vuelta electoral, el 7 de octubre.
Poco se esperaba del candidato de un partido considerado "enano",
sin tiempo en la cadena nacional de televisión que el sistema
electoral destina a los partidos y con un currículo de 27 años como
oscuro diputado, solo conocido por sus diatribas y prejuicios
declarados contra,
-
mujeres
-
negros
-
indígenas
-
minorías sexuales
-
pobres
Pero desde las elecciones
presidenciales anteriores, de 2014, Bolsonaro viajaba por este
extenso país y usaba las comunicaciones por Internet para preparar
su candidatura.
Al inicio de 2018 las encuestas le adjudicaban cerca de 10 por
ciento de la intención de voto, que casi se duplicó en agosto, al
comenzar oficialmente campaña electoral.
Ese crecimiento no preocupaba a sus posibles oponentes, que lo
preferían como adversario más fácil de derrotar en una segunda
vuelta, si ningún aspirante obtenía la mayoría absoluta de votos
válidos.
Se suponía que su
votación estaría lastrado por el rechazo a un candidato de extrema
derecha, con manifestaciones antidemocráticas.
Fernando Haddad,
candidato del izquierdista Partido de los Trabajadores,
mientras su derrota electoral la noche del 28 de octubre,
y
promete a sus partidarios que como líder opositor,
luchará
por los derechos civiles, políticos y sociales,
ante el
futuro gobierno de la extrema derecha en Brasil.
Crédito: Paulo Pinto
Fotos
Públicas
Pero eso no se aplicó en unas elecciones insólitas.
El favorito era el
ex-presidente Luiz Inácio Lula da Silva (2003-2011), que el
izquierdista Partido de los Trabajadores (PT) insistió en
postular, aunque estuviera encarcelado por corrupción desde abril, y
solo lo sustituyó el 11 de septiembre por Fernando Haddad,
ex-ministro de Educación y ex-alcalde de São Paulo.
Cinco días antes, Bolsonaro había sido acuchillado en el abdomen por
un agresor solitario, durante una manifestación electoral en Juiz de
Fora, a 180 kilómetros de Río de Janeiro.
El atentado pudo ser decisivo para su triunfo, al rendirle mucha
publicidad y convertirlo en víctima, se especula. Además le permitió
evitar los debates con otros candidatos, que podrían desnudar sus
debilidades y contradicciones.
Pero dos cirugías, 23 días en un hospital y la inmovilización en su
casa, en la zona oeste de esta ciudad carioca, por una colostomía
temporal, le impidieron participar en actos electorales.
Por eso concentró su
propaganda en Internet y redes sociales, que se revelaron su gran
arma de comunicación.
El uso masivo de a aplicación de WhatsApp para atacar a Haddad
despertó sospechas de que empresarios financiaron centros de
difusión de noticias falsas, violando leyes electorales, como
denunció el diario Folha de São Paulo el 18 de octubre.
El posible delito está
bajo investigación de la justicia electoral.
La campaña recién concluida en Brasil ya derivó en un debate sobre
el papel de esa red telefónica de mensajería gratuita, y las
llamadas noticias falsas ("fake news", en inglés) en las
distorsiones electorales.
Las redes sociales fueron decisivas para Bolsonaro que partió de
cero, prácticamente sin partido, ni recursos financieros, ni el
respaldo de medios de comunicación tradicionales.
La movilización de
adeptos fue "espontánea", según el candidato.
Brasil, el país más extenso y poblado de América Latina, con 208
millones de habitantes, es uno de los cinco países del mundo con más
usuarios en las redes sociales, con 120 millones de personas
suscritas a WhatsApp y 125 millones a Facebook.
Pero esos instrumentos solo tuvieron éxito porque el militar de la
reserva logró personificar las demandas de la población, pese o
justamente debido a, su radicalismo derechista.
Apareció como el más decidido enemigo de la corrupción y del PT,
cuyos gobiernos de 2003 a 2016 son responsabilizados de la
corrupción sistémica en la política y los errores que provocaron la
peor recesión económica del país, entre 2014 y 2016.
Como militar y religioso, recién convertido a una iglesia
evangélica, asegura un combate sin limitaciones legales a la
delincuencia, que tiene asustada a la población, y el rescate de la
familia convencional, que según expresa con su contundencia y
discurso muchas veces intemperante, destruyeron el feminismo y otros
movimientos.
Al área económica sedujo con la adhesión al neoliberalismo,
representado por el economista Paulo Guedes, presentado como
futuro ministro con plenos poderes.
La promesa de reducir el tamaño del Estado y los impuestos
ambientales, entre otras medidas, le garantizó el apoyo del gran
sector agropecuario exportador, especialmente ganaderos y
productores de soja.
La coyuntura de crisis económica y de seguridad pública, sumada a
una ola conservadora en los hábitos y costumbres de esta sociedad
hasta ahora plural y abierta, favoreció aglutinar el respaldo
mayoritario, neutralizando incertidumbres generadas por su discurso
autoritario o su inexperiencia en gestión pública.
Bolsonaro anunció que gobernará para todos, defendiendo,
"la Constitución, la
democracia y la libertad".
"No es promesa de un
partido, sino juramento de un hombre a Dios", aseguró al
celebrar su triunfo, conocido tres horas después de clausurada
la votación.
Su discurso tranquiliza
poco a la oposición, que encabezará el PT que, pese a la derrota,
sale de esas elecciones como el mayor partido, con 56 diputados y
cuatro gobernadores de estado.
Una semana antes dijo que en su gobierno,
"los delincuentes
rojos serán barridos de nuestra patria", refiriéndose a
dirigentes del PT.
A Haddad, de 55 años,
amenazó con encarcelarlo.
En el pasado defendió las torturas y los torturadores de la
dictadura militar y negó carácter dictatorial al régimen impuesto
por las Fuerzas Armadas en 1964 y que se prolongó hasta 1985.
Sus brutales declaraciones son relativizadas por sus adeptos como
"fanfarronadas" e incluso alabadas como franqueza y sinceridad.
El problema no son las declaraciones en sí mismas sino que revelan
su persistente fidelidad a la formación que recibió en la Academia
Militar en los años 70, en plena dictadura.
Considera como "democrático" el período de los
generales-presidentes, ya que mantuvieron el parlamento y los
tribunales, aunque con restricciones y sujetos a controles y purgas.
El triunfo de Bolsonaro, con 57,8 millones de votos, tiene además el
efecto simbólico de una absolución de la dictadura militar
por vía electoral, en desmedro de las convicciones 'democráticas'.
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