por Fernando Mires
Escribir que Perón es un fantasma después del éxito apoteósico de Alberto Fernández en las primarias o más aún, después de que tantos medios de difusión anunciaran alarmados el regreso de la peronista viuda de Kirchner, sería un título muy equivocado.
Pero el peronismo no es un concepto válido para todo tiempo y lugar:
...tienen que ver mucho
con los que fueron los gobiernos de
Perón.
Lo que se está afirmando
es que la forma peronista de Fernández escapa no solo a las formas
locales del ser peronista sino, además, lo acerca al promedio de las
formaciones políticas que imperan en el mundo occidental.
Todo lo contrario:
Muy peronista dirá ser
Alberto Fernández, pero antes que nada él es un hijo de la
globalización, no solo de la de los mercados sino también de las
ideas.
Al otro lado de la frontera, una derecha liberal en ambos sentidos de la palabra: el económico y el político. Visto así, el arco político argentino ha llegado a ser similar no solo a los que priman en algunos países latinoamericanos (Uruguay, Chile) sino en la mayoría de los países europeos.
De ahí que leyendo el estupor que ha provocado en los medios difusivos europeos el "retorno del peronismo" y escuchar a algunos periodistas pronunciar la palabra "peronismo" con un tono de superioridad, como si hablaran de los otentotes, uno termina preguntándose en qué mundo creen ellos que viven.
¿No se han preguntado
jamás que es lo que hay debajo de ese significante llamado
peronismo? Evidentemente no. Si lo hicieran encontrarían tal vez un
espejo...
Tanto El País como El Mundo han competido en presentar el "retorno del peronismo" como una catástrofe para el continente sudamericano.
El director de El Mundo escribió incluso una larguísima parrafada sobre el eterno retorno peronista.
En su hispano-centrismo (o provincialismo) no logró darse cuenta de que entre la política española y la argentina imperan hoy más equivalencias que diferencias.
Pero no solo en las formas, también en sus actos equivalen los políticos españoles con los argentinos.
En los momentos en que
escribo estas líneas, Pedro Sánchez y Pablo Iglesias buscan unir a
"las dos izquierdas" en aras de un futuro gobierno, proceso que en
Argentina ya tuvo lugar entre el albertismo y el
cristinismo
¿Por qué asustarse tanto con Argentina cuando en la propia casa se vive lo mismo?
Incluso si vemos el tema de las equivalencias por el lado derecho, veremos que Argentina supera en un sentido político civilizatorio a varios países de Europa.
En efecto, la derecha macrista es predominantemente liberal y en Argentina no existe un partido proto-fascista como,
...para nombrar solo a un
par.
Pocas veces las palabras neo-testamentarias han alcanzado tanto vigor político frente a los medios europeos cuando descalifican a las elecciones argentinas como si fueran de segundo orden
Esas palabras las
transcribió San Lucas (6, 41-42) quien, como sabemos, no era
argentino ni peronista...
Pensaba terminar este artículo con la cita de San Lucas.
Sin embargo la pregunta del millón no ha sido respondida.
Podríamos quizás convenir en que antes que nada es un nombre, el nombre de Perón, nombre que cumple la función, para decirlo con las palabras de San Lacan, de ser y fungir como "el nombre del padre".
Para Lacan, el
nombre del padre - hay que aclararlo - es el nombre de un ser no
existente: el nombre de un "fantasma del viejo pasado que no
volverá" para decirlo ahora con Gardel.
Así como para el Freud de Tótem y Tabú el padre para el Lacan del Seminario 3 es la representación del padre totémico (haya existido o no), el significante recurrente que permite ser en el tiempo (en la historia).
Es también la creencia en un antepasado fundador, alguien que nos da la filiación y nos hace creer que no venimos de la nada, una entidad imaginaria y simbólica que sostiene al ser político, un nombre que protege a las comunidades y a los individuos de su propia orfandad y les permite actuar en su nombre:
Muchos países mantienen "el nombre del padre" relegado en un viejo pasado.
A los argentinos en cambio no se les perdona tener un padre moderno, símbolo del enlace entre los sindicatos obreros y las grandes masas con la política.
Pues al fin eso y no más es el Perón de nuestros días:
Cada vez más nombre y
cada vez menos padre...
Los chilenos - acabo de comprobarlo - no tenemos a ningún padre totémico, ni histórico, ni político...
¿Será por eso que todavía una de las principales calles de Santiago se llama "Huérfanos"...?
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