por Pablo Stefanoni
Atraído por la idea de "mito", Mariátegui terminaba escribiendo:
Lo ocurrido el pasado 6 de junio no es sin duda un levantamiento indígena como el que imaginó Valcárcel, ni tampoco uno como lo imaginara Mariátegui, como partero del socialismo.
Pero fue un levantamiento
electoral del Perú andino profundo, cuyos efectos cubrieron todo el
país.
No porque sea un outsider - el país está lleno de ellos desde que el "chino" Alberto Fujimori se hiciera con el poder en 1990, tras derrotar a Mario Vargas Llosa - sino por su origen de clase:
Desde el magisterio, Castillo saltó al escenario nacional en 2017, con una combativa huelga de maestros contra la propia dirección sindical.
Un reciente documental, titulado precisamente "El profesor", da varias pistas sobre su propia persona, su familia y su entorno.
A diferencia de Valcárcel, cuyo indigenismo se insertaba en la disputa de elites - la cuzqueña andina y la limeña "blanca" - Castillo proviene de un norte mucho más marginal en términos de la geopolítica peruana. Su identidad es más "provinciana" y campesina que estrictamente indígena.
Desde allí conquistó al electorado del sur andino y atrajo también, aunque en menor proporción, el voto popular limeño.
Por eso, cuando Keiko Fujimori aceptó el desafío de ir a debatir hasta la localidad de Chota y dijo con disgusto "Tuve que venir hasta aquí", la frase quedó como uno de los traspiés de su campaña.
Castillo había logrado sacar la política de Lima y llevarla a los rincones lejanos y aislados del país, que recorrió uno a uno en su campaña con un lápiz gigante entre las manos.
La irrupción de Castillo en la primera vuelta - con casi 19% de los votos - generó una verdadera histeria en los sectores acomodados de la capital. Y acorde a la actual moda del anticomunismo zombi, se expresó en un generalizado "No al comunismo", manifestado incluso con carteles gigantes en las calles.
No escaseó tampoco el racismo.
Por ejemplo, el "polémico" periodista Beto Ortiz,
La candidatura de Castillo fue, además, víctima constante del "terruqueo" (acusación de vínculos con el terrorismo) por sus alianzas sindicales durante la huelga de maestros y, sin experiencias previas en el terreno electoral, de sus propios tropiezos en entrevistas.
Como escribió Alberto Vergara en el New York Times:
Hasta Mario Vargas Llosa abandonó su tradicional antifujimorismo - por el que incluso había llamado a votar por Ollanta Humala en 2011 - y decidió darle una oportunidad a una candidata de apellido Fujimori.
Castillo está lejos de provenir de una cultura comunista.
Habrá que ver la convivencia de tendencias en el futuro gobierno de Castillo, que no se anuncia fácil...
Castillo se autodefine también como "rondero", en referencia a las rondas campesinas creadas en Cajamarca en los años 70 para enfrentar el abigeato y que se replicaron luego en el país en los años 80 para hacer frente a la guerrilla de Sendero Luminoso, y funcionan muchas veces como instancia de autoridad en el campo.
Las declaraciones del "profe Castillo" muestran cierto desprecio de tipo plebeyo por las instituciones, poca claridad sobre el rumbo gubernamental y visiones sobre la represión de la delincuencia que promueven la extensión de la "justicia rondera" al resto de Perú (que a menudo impone diversos tipos de castigos a quienes delinquen) pero también incluyen discursos de mano dura, como se vio en los debates electorales.
La presencia en el gobierno de la "otra izquierda" - urbana y cosmopolita - puede funcionar como un equilibrio virtuoso entre lo progresista y lo popular, aunque también será fuente de tensiones internas.
Algunos comparan a Castillo con Evo Morales.
Una es puramente anecdótica:
Castillo tiene, por ahora, un partido que no es propio y un apoyo social/electoral aún 'difuso'...
El "miedo blanco" a Castillo se vincula, más que a un peligro real de comunismo, a la perspectiva de perder poder en un país en el que las elites habían sorteado el giro a la izquierda en la región y cooptado a quienes ganaron con programas reformistas como Ollanta Humala.
Dicho de manera más "antigua":
Nadie sabe si las elites podrán cooptar también a Castillo, pero hay en este caso un abismo de clase más profundo que en el pasado y el escenario es de manera más general menos previsible.
La "sorpresa Castillo" es demasiado reciente y en muchos sentidos es un desconocido incluso para quienes serán sus colaboradores.
Posiblemente la tempestad electoral anuncie otras próximas si las elites quieren seguir gobernando como se habían acostumbrado a hacerlo...
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