por Juan Gabriel Tokatlian
29 Abril 2022

del Sitio Web TeoduloLopezMelendez

 

 

Tokatlian es rector de la Universidad Torcuato Di Tella en Buenos Aires y tiene un Ph.D. en relaciones internacionales de la Escuela Johns Hopkins de Estudios Internacionales Avanzados.

 

 

 

 

Frederic J. Brown

AFP vía Getty Images

 

 


Los gobiernos regionales

deberían tomar medidas

para asegurarse de que

"no vuelvan a ser un campo de batalla

para potencias más grandes",

escribe un académico argentino...




BUENOS AIRES

 

Numerosos políticos y académicos en los Estados Unidos parecen obsesionados, y tal vez incluso felices, por la posibilidad de que el mundo esté entrando en una nueva Guerra Fría, esta vez entre su país y China.

 

Algunas de estas voces pueden creer que tal conflicto podría allanar el camino para una nueva Pax Americana, un orden mundial benéfico liderado una vez más desde Washington.

 

Pero desde el punto de vista latinoamericano, esta nueva era de confrontación debe evitarse, y nuestros países no deben ser meros observadores pasivos en este momento crítico de la historia.

En primer lugar, no hay razón para tratar una nueva Guerra Fría como algo inevitable:

la rivalidad entre Washington y Beijing aún puede moderarse y manejarse.

La intensidad y alcance del comercio entre Estados Unidos y China, la falta de paridad nuclear entre Estados Unidos y China, el grado de vínculos culturales y educativos, la necesidad mutua de gestionar una mejor gobernanza mundial en temas clave como el cambio climático, entre otros hechos, son completamente diferentes del conflicto con Moscú de 1947 a 1991.

Sí, existe una competencia creciente y compleja entre Estados Unidos y China:

una competencia entre un capitalismo estadounidense dominado por las finanzas y poco competitivo y un sistema capitalista chino altamente competitivo dirigido por el Estado, entre un poder hegemónico en declive y un poder no hegemónico, poder, entre una democracia polarizada y erosionada y un régimen autoritario que enfrenta pruebas emergentes y críticas tales como desafíos demográficos, problemas ambientales, crecimiento más lento y reformas políticas.

Pero estas no son razones suficientes para suponer una vez más que el mundo se dividirá en dos.

Sin embargo, a pesar de estas divergencias, la historia aún puede repetirse de ciertas maneras.

 

Como durante la confrontación del siglo XX, Estados Unidos parece nuevamente tentado a trasladar sus crecientes dificultades internas e internacionales a la periferia, imponiendo los costos y las cargas de tal rivalidad a otros países.

 

Como resultado, en gran parte del mundo, incluida América Latina, cada vez se habla menos de Pax, sino de tratar de evitar una gran Bellum.

Consideremos las implicaciones de la Guerra Fría original en América Latina.

 

Sin duda, muchos de nuestros problemas, errores y frustraciones durante esas décadas fueron de origen casero, en lugar de impuestos desde el extranjero.

 

También es cierto que Estados Unidos estaba en una posición muy sólida en las Américas durante ese período, ciertamente más que hoy.

 

La hegemonía de Washington era fuerte y su influencia material bastante poderosa, mientras que Moscú, especialmente después de la crisis de los misiles en Cuba, ofreció más ideología que recursos materiales significativos.

 

América Latina y el Caribe nunca han representado una gran amenaza para la seguridad de los Estados Unidos.

 

También es cierto que, a pesar de la Guerra Fría, la región logró avanzar en muchos sentidos por su propia voluntad, como un área mayormente libre de conflictos entre naciones, posiblemente el único caso de este tipo en el Sur global.

A pesar de todo esto, la Guerra Fría exacerbó muchas tendencias negativas en la región y creó muchos problemas nuevos.

  • Primero, impuso una soberanía limitada:

los países de la región, antes y después de la Revolución Cubana, no podían conducir de manera autónoma dimensiones cruciales de sus propias políticas internas y externas si de alguna manera afectaban los intereses de EE.UU. o si los gerentes de seguridad nacional de EE.UU. percibían estas políticas como posibles oportunidades para la intromisión de la Unión Soviética.

  • En segundo lugar, implicaba la carta del cambio de régimen:

si existía la posibilidad de elegir o tener un gobierno reformista, de centro-izquierda o progresista, Washington a menudo intentaba socavar esa posibilidad a través de una política coercitiva de promoción o apoyo a golpes militares.

  • En tercer lugar, desplegó una diplomacia disciplinaria:

en ocasiones, Estados Unidos empleó el uso directo de la fuerza, como en Cuba (1961), República Dominicana (1965), Granada (1983) y Panamá (1989), combinado con sanciones (p. Ej. el embargo cubano de décadas), el lanzamiento de guerras de baja intensidad en América Central a lo largo de los años 80, y la imposición de cruzadas prolongadas y finalmente fallidas como la "Guerra contra las Drogas".

En resumen, la experiencia de América Latina y el Caribe con la Guerra Fría fue desastrosa:

  • más autoritarismo, violaciones masivas de derechos humanos y, eventualmente, transiciones a democracias de baja intensidad

  • oportunidades perdidas en términos de bienestar, desarrollo y diversificación

  • relaciones cívico-militares desequilibradas

  • aumento de la migración hacia el Norte,

...entre muchas otras consecuencias.

América Latina hoy, severamente afectada por la inestabilidad social, la polarización política, el deterioro económico y la fragmentación diplomática, no quiere ser campo de batalla de una nueva Guerra Fría.

 

Es evidente en toda la región, tanto para los gobiernos como para los ciudadanos, que Washington vuelve a actuar según su tradicional moda manipuladora de,

"con nosotros o contra nosotros", "democracia o autocracia",

...tratando de inducir de diversas formas a los países de América Latina para "elegir un bando".

Beijing plantea un serio desafío a Estados Unidos precisamente porque su proyección de poder en América Latina es con medios materiales y no con dogmas políticos, mientras que Washington parece estar volviendo a actitudes, estilos y tácticas del pasado, al implementar sanciones, securitizar cuestiones como la migración, insistiendo en una inútil ayuda antinarcóticos y controlando una organización financiera multilateral mediante la imposición de un controvertido presidente estadounidense en el Banco Interamericano de Desarrollo.

 

Es obvio que Estados Unidos no puede quedarse con las manos atadas.

 

Sin embargo, eso no implica que la principal y única alternativa sea revivir la Guerra Fría en América Latina con una actitud moral condescendiente.

En medio de este contexto, a medida que se acerca la novena Cumbre de las Américas, los funcionarios gubernamentales y los expertos en América Latina con base en los Estados Unidos están hablando seriamente sobre una asociación duradera con la región.

 

Desafortunadamente, esta retórica no es muy novedosa. Los latinoamericanos conocemos muy bien este lenguaje paternalista.

 

Básicamente, significa,

"Debes adaptarte" y "Sabemos qué es lo mejor para ti"...

No detectamos ningún intento serio de escuchar nuestras ideas y propuestas, ni de captar la diversidad, necesidades y transformaciones en curso de la región.

 

Lamentablemente, Washington no parece interesado en un diálogo genuino sobre las realidades de América Latina y el Caribe, algunas de ellas similares a lo que sucede en Estados Unidos:

democracia, derechos humanos, cambio climático, desigualdad, innovación y tecnología, empleo, diversificación productiva...

Quizás sectores en EE.UU...

En este contexto, es importante entender que América Latina no puede ni debe ser colocada en la posición de alinearse con Washington o enfrentar la ira de los políticos estadounidenses.

Esta sería una receta para una mayor inestabilidad regional...

En cambio, visto a través de una lente más realista, uno puede darse cuenta de que la gran mayoría de los países latinoamericanos ya están buscando una política exterior más equilibrada:

un equilibrio complejo en circunstancias internacionales muy difíciles.

Una diplomacia que busque una posición equidistante entre Washington y Pekín no es una opción:

es una necesidad...

Esperamos que muchos estadounidenses reconozcan que una nueva Guerra Fría es dañina y contraproducente para los intereses nacionales estadounidenses.

 

Mientras tanto, nosotros en América Latina podemos y debemos tomar medidas para asegurarnos de no volver a ser un campo de batalla para potencias más grandes...