por Thierry Meyssan
21 Marzo
2023
del
Sitio Web
RedVoltaire
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Versión en italiano
El presidente francés
Emmanuel Macron
acaba
de destruir deliberadamente
su autoridad constitucional.
La crisis
que Francia atraviesa hoy
no es un
episodio más
en un país
eternamente agitado.
Se trata de una
profunda crisis de régimen
que sólo puede
resolverse
con el
nacimiento de una sociedad nueva.
Ahora Francia se
verá sumida
en una parálisis
de varios años,
antes de que se
inicie una transformación total,
una revolución
llamada a durar
al menos durante
una generación. ..
Gigantescas manifestaciones se suceden en Francia desde hace
semanas.
A través de todo el país,
son numerosos los departamentos donde las gasolineras no tienen
combustible y cientos de toneladas de basura se amontonan en el
centro de las grandes ciudades.
En París, el presidente Emmanuel Macron ha logrado imponer su
inútil reforma del sistema de jubilación, un texto que no
resuelve ningún problema pero que crea numerosas injusticias.
Por ejemplo, las personas
que hayan comenzado a trabajar a los 16 años sólo podrán jubilarse
cuando hayan acumulado más años de trabajo que quienes comenzaron a
trabajar a los 18 años.
Ese texto nunca debería
haberse aprobado en un país supuestamente apegado a la igualdad en
materia de derecho.
El presidente Emmanuel Macron creó deliberadamente una situación de
bloqueo de la que nadie podía salir.
A lo largo de un año
su gobierno se reunió con los sindicatos, sólo para rechazar
todas sus propuestas.
Fue testigo pasivo de
las grandes manifestaciones que se desarrollan en todo el país,
principalmente en las ciudades medianas.
Posteriormente, el
gobierno de Macron y la NUPES (oposición de izquierda) jugaron
con el calendario para que los diputados no pudiesen
pronunciarse sobre el texto durante su primera lectura en la
Asamblea Nacional.
Y, finalmente,
durante la segunda lectura, el gobierno impuso el texto
recurriendo de forma abusiva a una disposición de la
Constitución concebida sólo para asuntos excepcionales.
Para imponer su reforma,
el presidente Macron hizo que la primer ministro, Elisabeth Borne,
comprometiera la responsabilidad de su gobierno ante la Asamblea
Nacional invocando el artículo 49-3 de la Constitución, concebido
para ser utilizado únicamente en situaciones de extrema urgencia,
que no tienen nada que ver con la adopción de una reforma del
régimen de jubilaciones.
Es evidente que el
presidente Charles De Gaulle y su ministro de Economía y
Finanzas Michel Debré nunca habrían recurrido al artículo
49-3 en circunstancias similares.
En definitiva, el gobierno estuvo a sólo 9 votos de verse obligado a
dimitir.
Automáticamente, el
texto de la reforma fue considerado "adoptado", sin haber sido
sometido a la aprobación de la Asamblea Nacional.
Pero esta violación de la
democracia parlamentaria es sólo la más reciente de una serie de
imposiciones que van desde las medidas de represión contra el
movimiento de los
Chalecos Amarillos hasta el
confinamiento de la población sana durante la epidemia de Covid-19,
pasando por una serie de ordenanzas y por el uso abusivo de este
mismo artículo 49-3 en 11 ocasiones diferentes en sólo año y medio.
Es demasiado, incluso
para los franceses que en algún momento pudieron creer justificada
la limitación de sus libertades.
Ahora, Francia se ve dividida en dos.
De un lado está algo
menos de un tercio de la población, que todavía logra vivir sin
problemas - ese sector espera que el presidente Macron logre que
el sistema siga funcionando de manera satisfactoria para ellos.
Pero del otro lado
tenemos a las otras dos terceras partes de la población,
animadas por un sentimiento que ya ni siquiera puede
calificarse de "hostilidad" sino ya de odio.
Este cambio en las
emociones colectivas es nuevo y también lo es la unidad que
suscita.
Desde su punto de vista, el presidente Macron puede considerar que
ha ganado ya que su texto legislativo ha sido "adoptado".
Pero en la práctica
Macron ha perdido ya que ha logrado reunir contra él a todos los
sindicatos y a todos los partidos populares realmente importantes.
Sólo lo apoyaron los
diputados de su propio partido - ahora rebautizado como
Renacimiento, después de haberse llamado La República en
Marcha - y algunos miembros del partido ex-gaullista Los
Republicanos.
El hecho es que de
cada 10 franceses, al menos 8 o 9 rechazan el texto impuesto
por Macron... y que ahora están profundamente convencidos de que
al Poder Ejecutivo no le importan para nada las dificultades
que ellos enfrentan cotidianamente.
La República, en el
verdadero sentido de ese término, es un régimen basado en el interés
general de todos.
Al dividir el país
como lo ha hecho, el presidente ha traicionado la República.
La Democracia es una
forma de institución que da la palabra al pueblo.
Y también la ha
traicionado.
Estamos ahora en una
situación de bloqueo y el país se ha hecho ingobernable.
En los próximos meses, y
probablemente durante los próximos años, será imposible la adopción
de decisiones importantes.
Sólo recurriendo al Pueblo será posible salir de esta situación de
bloqueo de las instituciones democráticas.
La Constitución de la
Quinta República prevé varias soluciones.
El presidente podría
disolver la Asamblea Nacional y convocar elecciones generales...
pero su partido sería barrido del mapa.
También podría
convocar un referéndum... que seguramente perdería.
Así que no hará nada y
se encerrará en el palacio del Elíseo para festejar su "victoria".
La reforma del sistema de jubilaciones marca el fracaso del "método"
de Macron. El presidente que había prometido ponerse por encima de
las disputas entre la derecha y la izquierda sólo ha demostrado ser
incapaz de satisfacer a ninguna de las dos.
Los comentaristas se preguntan por qué el presidente Macron se metió
voluntariamente en este callejón sin salida.
¿Qué
objetivos perseguía...?
No hay respuestas
políticas para esas preguntas, quizás sólo una respuesta de
naturaleza económica:
el presidente Macron
quiere favorecer la jubilación por capitalización, saboteando
para ello las jubilaciones por repartición.
Quizás haya también una
respuesta psicológica:
el presidente es
indiferente a los problemas de los demás y disfruta dándoles
sorpresas desagradables...
En el momento de su
primera elección ya señalé ese extraño comportamiento.
Si damos por buena esta
hipótesis, debemos saber que Macron no parará hasta haber
desacreditado totalmente la Constitución de 1958 y haberse asegurado
de ser,
el último
presidente de la Quinta República...
El suicidio político de
Emmanuel Macron y su voluntad de ver el país hundirse con él le
impiden ver, en todo caso, la verdadera gravedad de la crisis.
No es casualidad que los
franceses hayan elegido sucesivamente como presidentes,
-
un agente de
Estados Unidos - Nicolas Sarkozy - que destruyó la
independencia de Francia y violó el resultado del referéndum
sobre la Constitución Europea imponiendo el mismo texto por
vía parlamentaria
-
un pequeño
burgués - Francois Hollande - que convirtió en
vaudeville la presidencia de la República
-
finalmente un
banquero de negocios que ha transformado el palacio del
Elíseo en sala de cocktail party para
multimillonarios estadounidenses...
Al reelegir a Emmanuel
Macron,
los franceses
asumieron - por cuarta vez - la responsabilidad de su propio
descenso al infierno.
Creían que Francia no
necesita una gran personalidad que la dirija con seriedad sino sólo
pequeños remiendos.
Pero ahora se ven
ante una inflación de 20 a 25% en los alimentos y la energía.
Más de la mitad del
territorio de Francia carece de médicos y los hospitales están
cerrando sus servicios de urgencia.
De hecho, todos ven que
nada funciona:
el nivel escolar se
derrumba peligrosamente, la policía no logra mantener el orden,
la justicia no tiene posibilidades de actuar antes de 2 años, el
ejército no está en condiciones de enfrentar un conflicto de
alta intensidad...
Los problemas son tantos
que nadie sabe por dónde empezar.
Los franceses comienzan a entender que no basta con "remendar" los
servicios públicos sino que es necesario modificarlos en función de
nuevas realidades, como la informatización de los medios de
producción y la globalización de los intercambios.
Unos estiman que la
crisis comenzó en 2007, cuando el Parlamento francés adoptó un
texto que los franceses ya habían rechazado en un referéndum.
Para otros, la crisis
empezó en 2005, con las revueltas en los barrios periféricos de
París... o quizás en 1990, con la participación de Francia en la
guerra de Estados Unidos en el Golfo Pérsico.
Lo que sí es seguro es
que el país no se identifica con esa cosa en la que se ha
convertido su clase política y todavía menos con la política que
aplica esa gente.
Emmanuel Macron, después de haber logrado que lo eligieran con la
promesa de modernizar el país, aparece hoy como el principal
obstáculo para su transformación, como el elemento que impide el
surgimiento de una sociedad nueva.
En 1789, los franceses supieron tomar la iniciativa, derrocaron la
monarquía y crearon la sociedad moderna.
Ahora tendrán que tomar
nuevamente la historia en sus manos para crear un mundo nuevo.
Algunos ya saben que
África está liberándose de la dominación que sobre ella
ejercieron los gobiernos franceses y que Rusia y China están
reorganizando las relaciones internacionales.
Pero la mayoría de los
franceses tiene muy poca información sobre esos procesos.
Resulta sorprendente ver como la gran mayoría de los franceses busca
un nuevo paradigma y al mismo tiempo temen verse arrastrados a una
revolución violenta.
Esta crisis podría
resolverse sin necesidad de eso.
Bastaría con que la
clase política escuche a los franceses, como lo hizo el rey
Luis XVI al principio de la Revolución Francesa...
Pero lo que estamos
viendo es un diálogo de sordos.
En todas las
negociaciones sobre la reforma de las jubilaciones, el gobierno se
negó a hacer concesiones y rechazó de plano las propuestas de los
sindicatos.
Pero, con los diputados,
multiplicó las enmiendas convirtiendo así el diálogo con el pueblo
en un debate interno de la clase política.
Esa actitud cerró
todas las puertas a las soluciones pacíficas...
Los franceses ya han
podido comprobar que son inútiles los "grandes debates" y otras
"convenciones ciudadanas" que tanto agradan al presidente Macron.
El presidente los ha
convocado, los franceses han participado pero sus sugerencias
se han perdido en un laberinto burocrático...
Eso significa que ya no
será posible recurrir otra vez a tales trucos.
Todo quedará bloqueado durante meses, probablemente por años...
El gobierno ya no
podrá imponer la adopción de nuevos textos en la Asamblea
Nacional y, de todas maneras, sus propios funcionarios dejarán
de obedecer.
Sólo pondrán los
problemas difíciles en la parte baja de la pila de expedientes
y mirarán para otro lado.
Los franceses ya no
podrán protestar sin exponerse a la más dura represión policial -
como ya sucedió con los Chalecos Amarillos.
Las elecciones europeas - en 2024 - y las elecciones municipales -
en 2026 - acentuarán el aislamiento del presidente Macron, hasta
que se vaya - en 2027.
A no ser que él mismo
reconozca que su dimisión es lo único que puede desbloquear el
país...
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