Tal idea y el
comienzo de mis deliberaciones sobre si sería posible crear un
sistema estatal que fuera mejor que todos los sistemas pasados
- mejor que la democracia, porque estaría basado en el
conocimiento científico moderno - vino a mi mente un día de
primavera de 1973. 2
Por aquel entonces trabajaba como psicólogo en una clínica de
salud mental de Chorzów.
Eran tiempos de
relativa estabilidad bajo el sistema comúnmente conocido como
"comunismo", que yo ya entonces consideraba, sin lugar a dudas,
un fenómeno patológico macrosocial.
Comprender el
verdadero contenido de este fenómeno y conocer la naturaleza de
las anomalías psicológicas que lo protagonizaban era, en mi
opinión, el principal objetivo al que debía servir.
En completo secreto,
continué el trabajo que había sido iniciado en algún momento a
finales de los años cincuenta y principios de los sesenta por
estudiosos de la generación pasada de varios países.
Buscaba la manera de
transferir estos conocimientos - tan necesarios en aquella época
- a Occidente, pero mis posibilidades se revelaron
insuficientes.
Como de una reflexión secundaria sobre aquellos resultados,
nació esta nueva idea. Mis amigos leyeron lo que escribí sobre
la posibilidad de concebir un sistema estatal mejor, pero su
publicación no estaba planeada en aquel momento.
En otoño de 1977, ya
sabía que alguien había informado a la policía secreta sobre mis
creencias. Un psicólogo que investigaba la patología del sistema
gobernante ni siquiera podía contar con algún tipo de juicio.
Sólo podía contar con
algún "accidente laboral".
Conseguí anticiparme
a sus decisiones y mudarme al extranjero.
Observar la vida y la política en un país tan diferente del
resto del mundo como los Estados Unidos de América me ha
enseñado a ver más allá de los arquetipos establecidos de
entendimiento, y más allá de las doctrinas predicadas.
Porque más allá de
esa fachada de democracia, hay que ser capaz de discernir las
complejísimas realidades biológicas, psicológicas, sociales y
económicas, así como el funcionamiento de los grupos de presión,
e intereses especiales nacionales e internacionales.
En un mundo tan
diferente, que no conoce el concepto de "sociedad", surge la
necesidad de volver al propio país y a su larga historia, a sus
vínculos sociales, y a una forma de pensar más cercana a la de
muchas otras naciones.
Otra razón de regresar a Polonia fue la lectura de una serie de
obras que entonces no estaban disponibles en Polonia.
También pude
profundizar en mis estudios anteriores sobre la historia del
periodo de entreguerras.
En particular, traté de comprender el
difícil proceso por el que tiene que pasar una nación para
recuperar el autogobierno tras años de servidumbre. Un ejemplo
típico de estas dificultades fue lo ocurrido en Polonia en
aquellos años posteriores a la Primera Guerra Mundial.
También
sabía que esta vez el proceso sería aún más complicado, porque
las personalidades humanas estarían impregnadas por los efectos
de la influencia de un sistema patológico, que podría ser
comprensible para un psicólogo experimentado, pero no para la
mayoría - incluyendo a las personas cultas.
Así que decidí recrear ese trabajo de memoria, complementándolo
con los conocimientos recién adquiridos. Trabajé en condiciones
difíciles, a veces a escondidas, en la guardería donde estaba
empleado.
Así nació la segunda
versión de esta obra. Tras regresar a Polonia en 1990, me
esforcé inmediatamente por publicarla.
Probablemente el
editor de entonces informó a los servicios secretos de que la
obra era peligrosa para ellos.
Las correspondientes
instrucciones hicieron que su distribución tropezara con
obstáculos difíciles de comprender para mí en aquel momento.
Han sido 10 años de dolorosas experiencias para la nación y para
mí.
Cuando hoy analizo
este difícil proceso, a pesar de la apariencia de que avanzamos
en dirección contraria, llego a creer que nos acercamos a un
momento en que nuestra nación aceptará tanto el verdadero
conocimiento del pasado sistema patopolítico, como la necesidad
de crear un sistema social y estatal moderno y eficaz basado en
las leyes eternas de la naturaleza y en los conocimientos
científicos modernos.
Sin embargo, aún debe
pasar el tiempo. Yo ya no estaré, pero la
logocracia sí.
Entretanto, sin embargo, este nuevo concepto de sistema de
estado ha quedado parcialmente obsoleto. Hoy la situación vista
desde Polonia parece diferente, porque han surgido nuevos
problemas.
Por esta razón, ahora
que soy un anciano, he retomado la tarea de elaborar la cuestión
de una forma aún más madura, enriqueciendo la justificación y
actualizando las soluciones propuestas.
He intentado encontrar ayuda entre los eruditos que pudieran
señalar las deficiencias de mi trabajo y ofrecerme consejo.
Mientras tanto, sólo
he encontrado críticas por haber violado el dogma de la
democracia, que afirma que el derecho a participar en la
actividad política le viene dado al hombre por naturaleza.
Y yo pregunto:
¿no es la
evidente incompatibilidad de este dogma con la realidad
psicológica prueba suficiente de la irrealidad de los
principios democráticos?
A esto no recibí
respuesta.
Por lo tanto, la presente obra siguió siendo enteramente mía.
Así que les pido a ustedes, mis lectores, que me perdonen por
todas las deficiencias resultantes de tal soledad.
A pesar de
mis defectos, espero que sea útil para las personas que algún
día emprendan la tarea de crear un sistema estatal moderno y
eficaz para nuestro futuro, y como ejemplo para los demás. 3