por Argemino Barro
Nueva York
20 Septiembre 2025
del Sitio Web ElConfidencial

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Foto de archivo de una

manifestante en Tailandia en 2018,

pidiendo la libertad de 15 activistas

encarcelados en Bangkok.

(EFE/Narong Sangnak)



La erosión de los sistemas libres

 suele ser gradual y silenciosa,

impulsada por pequeñas

concesiones, autocensura y miedo,

hasta que la pérdida de derechos

resulta casi imperceptible

para la mayoría...


 

 

La existencia no tan antigua de regímenes dictatoriales en Europa, incluido en nuestro país, y la proliferación de nuevas autocracias en los últimos años, puede hacernos creer que este tipo de sistema nos resulta familiar.

 

Que sin duda seríamos capaces de verlo venir y que, además, reaccionaríamos con la serenidad y los principios de un ciudadano digno de tal nombre: de un demócrata.

 

Es posible argumentar, sin embargo, que este no siempre es el caso.

 

Y que, cuando la dictadura se manifiesta, la mayoría de las personas estamos despistadas, o en proceso de negación, o peor, sentimos cómo surge en nuestro interior un torrente de sentimientos justicieros y agresivos, al ver cómo el hombre fuerte mete en vereda a los críticos y destruye el sistema que, de todas formas, hemos aprendido a odiar.

 

Muchas de estas señales pueden verse en Estados Unidos, pero vamos a abrir la lente y a tratar de hacer un manual incoloro, en la medida de lo posible, que pueda servir en otros contextos.

 

Las derivas autoritarias son tan diversas entre sí como las propias democracias, o incluso más.

 

Para ganar tiempo, podemos nombrar de corrido las señales más conocidas del declive, que resumen Steven Levitsky y Daniel Ziblatt en su libro de 2018 Cómo Mueren las Democracias:

cuando el líder rechaza o muestra poco compromiso con las reglas del juego democrático, niega la legitimidad de los oponentes, tolera o incentiva la violencia, y está dispuesto a recortar las libertades civiles de los críticos.

Hay otras señales un poco más sibilinas y de largo aliento, que se aprecian más adelante, y que podemos extraer de las observaciones de otros especialistas y de quienes han tenido que sufrir este sistema.

 

Seguro que hay bastantes más...

 

 

 

 

1- La Muerte de los Mil Cortes

 

Una de las razones por las que no siempre es fácil identificar un cambio de régimen es que solemos pensar en términos de "líneas rojas", acontecimientos dramáticos que "marcan un antes y un después" y nos permiten certificar el día, la hora y el minuto de la defunción de la democracia.

 

En realidad, la caída de la democracia no suele ser épica y fulgurante, sino progresiva y sigilosa.

"No sucede con el estruendo de un trueno", escribe el ex-juez del Tribunal Supremo de Reino Unido, Jonathan Sumption, en The Challenges of Democracy and the Rule of Law.

 

"La democracia no es formalmente abolida, sino redefinida silenciosamente", detalla.

La periodista filipina y Nobel de la Paz Maria Ressa dice que la democracia sufre,

"la muerte de los mil cortes".

 

Una serie de tajos, de por sí no demasiado graves, pero que, poco a poco, a lo largo de meses o de años, acaban desangrando el sistema.

Por mencionar un caso extremo:

una de las salas del Museo Judío de Berlín se llama "Catástrofe", y muestra, una por una, escritas con letra pequeña en decenas de paneles, las cientos de leyes con que los nazis fueron destruyendo la democracia y deshumanizando a los judíos.

Si se leen una por una, es posible que algunas no parezcan tan escandalosas y horripilantes.

 

Juntas, sabemos adónde llevaron...

 

 

 

 

2- La Democracia es una Cadena de Frío - Cada Eslabón es Esencial

 

La analogía de la "cadena de frío" se la he tomado prestada al periodista Xavier Colás, que la utiliza en su libro Putinistán - Un país alucinante en manos de un presidente alucinado, para explicar cómo el régimen de Vladímir Putin fue cortocircuitando golpe a golpe (véase el punto anterior) la democracia en Rusia.

 

Algunas personas se aferran a la idea de que el autócrata "fue elegido democráticamente", pero la democracia no solo es votar; es respetar la separación de poderes, los resultados electorales, las leyes y los derechos fundamentales.

 

Si un gobierno permite elecciones libres, pero antes ha cerrado los medios críticos o metido en la cárcel a los opositores, ya no se puede hablar de democracia.

Lo mismo si respeta los derechos, en general, de todas las personas, salvo los de una minoría concreta.

La democracia es como una cadena de frío:

cada pata, cada eslabón del sistema, es fundamental para que funcione el conjunto.

 

 

 

3- La Creación de un "Estado Dual"

 

En septiembre de 1938, el abogado laboralista berlinés Ernst Fraenkel puso tierra de por medio y publicó, ya en el exilio en Estados Unidos, un libro que analizaba la descomposición de la democracia en Alemania.

 

Entre otras observaciones sagaces, Fraenkel acuñó el concepto de "Estado dual", que da título a la obra.

 

El régimen nazi fue capaz de gestionar el Estado de manera razonablemente normal para la mayoría de los alemanes, que pagaban impuestos, usaban los tribunales y veían a su alrededor las vestimentas de la seguridad jurídica.

 

Al mismo tiempo, estas garantías relativas no se aplicaban a los alemanes judíos o considerados "enemigos del Estado", condenados a vivir en una especie de vacío legal.

Un Estado en el que, en lugar de seguridad jurídica, había arbitrariedad; en lugar de protección, había abuso.

De ahí la dualidad del Estado.

 

El Estado dual cumplía dos funciones.

Por un lado, permitía ocultar, para la mayoría de los alemanes, el lado más brutal del régimen.

 

Por otro, los nazis podían ensayar y construir su dictadura en torno a estas minorías perseguidas, para luego ir ampliándola, gradualmente, al resto de la sociedad.

 

 

 

4- Las Instituciones están formadas por Personas

 

En los debates sobre el riesgo dictatorial se suele hablar de los contrapesos y de los checks and balances, como si la democracia fuera una estructura eterna, hecha de columnas de mármol blanco y mausoleos donde brilla la llama de la libertad.

 

Una sensación virtuosa, imperecedera, que probablemente querían proyectar en nuestras almas los arquitectos que diseñaron Washington DC.

 

En estos edificios monumentales, sin embargo, trabajan personas de carne y hueso con sus debilidades, sus hipotecas, sus multas de tráfico y sus miedos.

 

Pueden ser seducidas, sobornadas, chantajeadas o apartadas del cargo, episodios de los que nos solemos enterar años después, rebuscando en los archivos.

 

 

 

 

5- La Obediencia Previa

 

Al hilo de la salud de las instituciones, el breve superventas Sobre la tiranía, escrito en 2017 por el historiador de los totalitarismos Timothy Snyder, empieza con esta regla:

"No obedezcas por adelantado".

Porque, si lo haces, es una señal para el autócrata de que no encontrará resistencia, de que puede seguir avanzando.

 

Snyder se refiere a los altos cargos que pueden pensar:

si, total, me van a despedir, ¿por qué no dimitir y ahorrarme el dolor de cabeza?

 

O bien: si me voy, alguien hará ese trabajo sucio por mí y el resultado será el mismo, así que, ¿por qué no lo hago yo y así por lo menos conservo mi empleo y mi salario?

La autocensura funciona de esta manera:

antes de que el autócrata lo denuncie o penalice, el medio de comunicación se deshace de las voces críticas.

Los propios periodistas empiezan a andar sobre cáscaras de huevo, sin necesidad de que les llamen al orden.

 

Los ciudadanos igual: evitan manifestarse, alzar la voz y meterse en política, de manera que sus derechos desaparecen sin hacer ruido.

 

En La Mente Cautiva, Czesław Miłosz detalla las contorsiones mentales que tienen que hacer los artistas en regímenes totalitarios, atrapados entre la necesidad de crear y la necesidad de comer y de no acabar en un gulag.

"Cuando las personas son divididas entre 'fieles' y 'criminales', se otorga una bonificación a cada tipo de conformista, cobarde y secuaz; mientras, entre los 'criminales', uno encuentra un porcentaje particularmente alto de gente que es directa, sincera y fiel a sí misma".

 

 

 

6- Los Castigos Ejemplarizantes

 

Para que las personas obedezcan de antemano, primero hace falta inocular el miedo.

 

Se suele decir que,

"no se puede meter en la cárcel a [toda la población de un país]".

Es cierto, pero también es cierto que no hace falta.

 

Las amenazas, registros o detenciones de figuras de primera línea tienen este propósito, como la cancelación de presentadores conocidos o la propaganda que glorifica la persecución y la violencia.

 

Llevándolo de nuevo al extremo, uno de los mejores documentales sobre el totalitarismo es Protsess (The Trial), de Serguéi Loznitsa, que cuenta, con metraje real cuidadosamente filmado por las mejores cámaras de la época,

el juicio a los miembros del "partido industrial", una serie de pobres ingenieros que fueron falsamente acusados, en 1930, de querer sabotear la economía soviética.

El documental no tiene narrador ni nada.

 

Las escenas, todas reales, hablan por sí mismas.

 

En una diversidad de planos y recursos cinematográficos, vemos a los pálidos y temblorosos encausados desfilar por el tribunal, responder a las preguntas del fiscal Nikolai Krylenko y desvanecerse en la nada.

¿No podrían haberlos juzgado en secreto y ya está?

 

¿Por qué lo grabaron con tanta dedicación?

Probablemente, muchos soviéticos captaron el mensaje, aunque eso no impidió que la represión se recrudeciera y acabara llegando al núcleo del Partido Comunista.

 

El propio Krylenko, que anunciaba las sentencias con la fiereza de un tigre acorralado, fue obligado a confesar y ejecutado de un tiro en la nunca ocho años después.

 

 

 

 

7- El Autócrata cultiva el Caos

 

El autócrata quiere todo el poder, lo cual implica neutralizar los otros poderes del Estado y suspender las libertades civiles, tareas más sencillas de cumplir si cunden el miedo y la sensación de peligro, que el autócrata insiste en sembrar.

 

En su novela de ficción de 1939 Sobre los acantilados de mármol, Ernst Jünger narra la inestabilidad incitada por un oscuro villano llamado Guardabosque Mayor:

"Diseminaba el miedo en pequeñas dosis, que luego aumentaba gradualmente, con la intención de paralizar la resistencia.

 

El rol que jugaba en esta perturbación, planeada con todo detalle en sus bosques, era el de una fuerza de orden, porque, mientras sus agentes más bajos, miembros del clan de los pastores, extendían la anarquía, sus adeptos se infiltraban en los ministerios y en las cortes, e incluso en los monasterios, y eran vistos como las figuras poderosas que pondrían orden entre el populacho.

 

El Guardabosque Mayor era como un doctor maligno que infligía dolencias con la intención de someter al paciente a su planeada cirugía".

Las alertas sobre el crimen fuera de control, el terrorismo, el declive de la civilización o la violencia política pueden no corresponderse, necesariamente, con los hechos, pero da igual.

 

Su mera percepción abre la puerta a la represión, y a que los ciudadanos renuncien a sus libertades a cambio de la promesa de seguridad.

 

La versión más potente de este punto, el sueño de cualquier Guardabosque Mayor, es el "incendio del Reichstag":

la emergencia nacional que el autócrata capitaliza para destruir las salvaguardas democráticas y atrincherarse en el puesto.

 

 

 

8- El Precio de Protestar siempre sube

 

Masha Gessen, periodista ruso-estadounidense, afirmaba que en Rusia solían lamentarse de lo mal que estaban las cosas y de lo grato que sería volver un año atrás en el tiempo, cuando había más libertad.

 

Un año después de tener esta conversación, sin embargo, descubrían que les encantaría regresar al momento en el que se estaban quejando, porque, desde entonces, todo había ido a peor.

 

 

 

 

9- A la Mayoría de la Gente le irá normal en una Dictadura

 

Esta es otra reflexión de Masha Gessen.

 

Recientemente, admitió que le irritaba el famoso poema del predicador alemán Martin Niemöller, que tanta gente adjudica apócrifamente al Che Guevara, Bertold Brecht u otros iconos de la izquierda del siglo XX, y que empieza así:

"Cuando los nazis vinieron a llevarse a los comunistas, guardé silencio, ya que no era comunista.

 

Cuando encarcelaron a los socialdemócratas, guardé silencio, ya que no era socialdemócrata...", etc.

Gessen dice (cito de memoria porque lo escuché en un pódcast que ahora no soy capaz de encontrar) que la mayoría de las personas estarán bien.

 

Nadie irá a detenerlas a sus casas a las cuatro de la madrugada. Se levantarán, irán al trabajo, verán películas, saldrán de fiesta y, siempre que no toquen la política ni con un palo, podrán vivir tranquilamente, creando su propio "Estado dual" en sus cabezas.

 

Los que tienden a pagarlo y a notar una gran diferencia en sus vidas, por expresarse y por estar al frente, son los opositores, los activistas y los periodistas. Siempre que no hayan decidido obedecer de antemano.

 

 

 

 

10- Nada es Inevitable

 

Hay fracasos y también éxitos, aunque sea provisionales.

 

La periodista Anne Applebaum y el profesor de filosofía Jason Stanley resaltan el caso de Polonia, que estaba sumida en una deriva autoritaria similar a la de la Hungría de Víktor Orbán.

"A diferencia de en Rusia, o en Hungría, los medios de comunicación de Polonia siguieron siendo un lugar en el que se podía criticar al régimen", dice Stanley en referencia a la amplia movilización política de 2023.

 

"Y, como consecuencia, la democracia retornó. La moraleja de Polonia es que nuestras instituciones democráticas, la universidad y los tribunales, son esenciales".

También hay que prestar atención al complejo escenario de Serbia.

 

Los jóvenes, esas criaturas supuestamente adocenadas con el pienso de la vida digital, mantienen en jaque al Gobierno del presidente, Aleksandar Vučić, acusado de corrupción y de emprender medidas represivas.

 

La movilización ha ganado un carácter transversal no muy distinto al de las protestas ucranianas de 2013 y 2014.

 

Pero esta es otra historia.

 

La existencia no tan antigua de regímenes dictatoriales en Europa, incluido en nuestro país, y la proliferación de nuevas autocracias en los últimos años, puede hacernos creer que este tipo de sistema nos resulta familiar.

 

Que sin duda seríamos capaces de verlo venir y que, además, reaccionaríamos con la serenidad y los principios de un ciudadano digno de tal nombre:

de un "demócrata"...