por Ociel Alí López
31 Octubre 2024
del Sitio Web
RTEspanol
Los votantes hacen
fila
para solicitar sus
boletas por correo
en el último día de
votación anticipada.
29 Octubre 2024
Jeff Swensen /
Gettyimages.ru
Las relaciones entre EE.UU. y América Latina se han caracterizado
durante el siglo en curso por mayor independencia de esta última, en
comparación con pasadas centurias.
Muchos gobiernos de izquierda han ascendido al poder político
durante las últimas dos décadas, algo impensado en épocas anteriores
y lo que ha permitido el ingreso a la región de grandes inversiones
de países "adversarios" de EE.UU., como China.
Esto también ha propiciado la creación de
mecanismos multilaterales como la Unión de Naciones Suramericanas
(Unasur) y la Comunidad de Estados Latinoamericanos y del Caribe
(Celac), donde no participa Washington.
A estas alturas del siglo XXI, ya Latinoamérica no es el mismo
"patio trasero" y es probable que la poca sensibilidad que se ha
instalado tanto en demócratas como en republicanos sobre los
principales problemas de la región permita, paradójicamente, una
mayor maniobrabilidad autónoma, algo que podría proyectarse
independientemente del ganador del 5 de noviembre.
Es probable que la poca sensibilidad que se ha instalado tanto en
demócratas como en republicanos sobre los principales problemas de
la región permita, paradójicamente, una mayor maniobrabilidad
autónoma, algo que podría proyectarse independientemente del ganador
del 5 de noviembre.
Sin embargo, no todos en América Latina tienen las mismas
expectativas sobre lo que podría ocurrir en las presidenciales del
próximo martes.
Por un lado, los sectores conservadores
anhelan una vuelta del trumpismo, mientras que parte de la
izquierda teme su regreso, ya que el republicano se mostró muy
agresivo durante su primera administración (2017-2021).
Además, los migrantes latinos (existentes y
potenciales), así como los receptores de las consecuentes remesas,
tienen sus propias perspectivas al respecto:
pueden sentirse amenazados por la oferta
electoral "antimigrantes" que ha blandido el ex-presidente
Donald Trump.
La migración (o la única
preocupación de Washington)
La creciente migración que llega a EE.UU., especialmente por tierra
desde América Latina, se ha convertido en una de las principales
preocupaciones del elector estadounidense.
Este tema ha llegado al paroxismo durante la
actual campaña electoral, que no ha repetido esquemas anteriores
sobre enemigos externos como
Cuba,
Venezuela o el "auge del
comunismo" en la región, sino que se ha concentrado en rechazar,
denunciar o realizar propuestas sobre las formas de detener lo que
consideran un flagelo, porque aseguran - sin pruebas que lo
sustenten - que elimina fuentes de empleo y propicia altos niveles
de inseguridad.
Aunque el enfoque de los demócratas y los republicanos no se separan
tanto en cada una de sus gestiones,
-
la amenaza de las "deportaciones masivas"
de extranjeros sin papeles
-
las denuncias falsas sobre haitianos que
"comen mascotas"
-
la supuesta "procedencia carcelaria" de
algunos migrantes,
...hacen que Trump se convierta en una amenaza no
solo para esa comunidad, sino para la porción de ciudadanos que
recibe remesas en diferentes países de América Latina.
El candidato republicano
a la
presidencia de EE.UU.,
Donald Trump
Gettyimages.ru
Ciertamente, cuando comenzó su campaña, todavía compitiendo contra
el actual presidente
Joe Biden, Trump trató de matizar su
perspectiva sobre los migrantes, estableciendo diferencias entre los
que se graduaban en universidades estadounidenses (a quienes les
ofreció ciudadanía automática) y quienes entraban sin documentos por
la frontera.
No obstante, a pocos días del evento comicial,
tanto él como su equipo han radicalizado su discurso contra los
migrantes, con algunos matices en las últimas horas.
Puerto Rico, nuevo protagonista
Trump plantea una dificultad: la incertidumbre para comprender qué
podría suceder si resulta ganador.
La cuestión se puso de manifiesto en su último
acto en el Times Square Garden, donde el candidato entró al
evento escuchando reguetón puertorriqueño, pero, minutos antes, el
comediante Tony Hinchcliffe no solo se burló de los
migrantes, sino que se mofó de Puerto Rico y llamó a ese territorio
"isla de basura".
Aunque el comando de campaña se distanció de lo que dijo Hinchcliffe,
Trump no se ha disculpado.
De hecho, solo se atrevió a prometerle a los
latinos una vida futura llena de bienestar y a decir que el acto del
Madison fue un "festival de amor".
Esas contradicciones, inherentes al
trumpismo, parecen ser el sino de una política signada por su
efusividad ideológica pero, a la vez, por un pragmatismo que le
permite contener visiones antagónicas.
Pareciera que, si gana la actual vicepresidenta Kamala Harris,
no habrá muchos cambios en la política de EE.UU. hacia América
Latina.
Si bien Biden cortejó a la región al organizar,
en noviembre de 2023, la Alianza para la Prosperidad Económica de
las Américas y la propia Harris, en 2021, protagonizó la
estrategia de "causas profundas", con el propósito de ofrecer una
gran inversión en los países del llamado Triángulo Norte,
-
El Salvador
-
Honduras
-
Guatemala,
...para frenar la migración, dichas políticas no
han tenido mucho impacto en la región y tampoco han sido
promocionadas en la presente campaña, lo que parece indicar que no
serán privilegiadas durante una hipotética nueva gestión demócrata.
Sí habría que reconocer que la actual administración demócrata
relajó las sanciones contra Venezuela, aunque luego revirtió
parcialmente su decisión, y apoyó el triunfo del actual presidente
Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil cuando el ex-presidente
Jair Bolsonaro se negaba a aceptar el resultado electoral,
algo similar a lo que ocurrió con la toma de posesión de Bernardo
Arévalo en Guatemala, cuyo ascenso había sido bloqueado por
sectores enquistados en el poder.
Lo que más inquieta a estos sectores 'progres' de la propuesta de
Trump es,
la imprevisibilidad de sus acciones, que
pueden pasar a ser muy ofensivas contra la región, así como una
radicalización de los esquemas de sanciones, siempre agenciados
por los halcones del partido republicano.
Por lo tanto, resulta lógico que el "progresismo
latinoamericano" sienta cierta tranquilidad ante un posible triunfo
demócrata aunque, más que solidaridad, las gestiones de ese partido
se limiten a una "normalización pasiva" de las relaciones.
Esa inercia contrasta con los "sobresaltos
agresivos" que podría traer una nueva gestión de Trump.
Recordemos que, durante su gestión, Trump estableció fuertes
alianzas con sectores de extrema derecha en Latinoamérica, como el
bolsonarismo, y luego ha elogiado al presidente argentino,
Javier
Milei.
Además, fue implacable con Venezuela y Cuba, al
punto de sugerir la posibilidad de invadir el primero.
Bajo su administración también se consolidó el
Grupo de Lima,
que conllevó un posicionamiento conservador en toda la región.
Hasta ahora, sus propuestas de campaña se han
basado en plantear la necesidad de abrir una trinchera o muro hacia
América Latina, a la que ve fundamentalmente como productora de
flagelos.
La candidata demócrata a
la presidencia
de EE.UU., Kamala Harris
Gettyimages.ru
Importantes sectores conservadores del subcontinente esperan con
ansias la vuelta de Trump porque eso les permitiría enfilarse hacia
la toma del poder político en lugares donde las fuerzas
izquierdistas se lo han arrebatado.
El bolsonarismo brasileño, el uribismo
colombiano, la derecha chilena y, en resumen, casi toda la derecha
latinoamericana, desean volver a una era republicana en EE.UU. que
les permita actuar con mayor comodidad y disolver el actual "ciclo
progresista".
Una de las principales obsesiones de Trump se ubica en la frontera
sur, en el límite con el gobierno izquierdista de la presidenta de
México, Claudia Sheinbaum.
En 2025, el acuerdo de libre comercio entre México, EE.UU. y
Canadá (T-MEC) debe renegociarse y es muy posible que el
ex-presidente quiera apretar duro el brazo tanto en materia
económica, debido a su enfoque proteccionista, como en temas
migratorios.
Con respecto al "cambio climático", la diferencia es más evidente
entre Harris y Trump.
Este último reniega del propio concepto, lo que
tendría especial peso para agrietar las relaciones, sobre todo con
Colombia y Brasil, que son francos defensores, mientras que Harris
podría convertirse en aliada de estos, así sea de forma declarativa.
De diferente manera le podría ocurrir al presidente de El Salvador,
Nayib Bukele, quien se acercó bastante a Trump y que, una vez
ascendió Biden, comenzó a confrontar a este con fuerza.
Parte de los gobiernos más moderados o progresistas tendrían
esperanzas, aunque tímidas, de que el triunfo de Harris permita,
-
que se desmonten o al menos se relajen
algunos de los esquemas de sanciones
-
que haya una relación más igualitaria con
América Latina
-
que no se cuestione la voluntad popular
cuando las naciones eligen un gobernante de izquierda
-
que sencillamente continúe este
"desinterés mutuo",
...que permite abrir las inversiones hacia otros
países, fortalecer otros mecanismos de integración y, a fin de
cuentas, tener mayor libertad de acción que las que permitiría el
gobierno Trump, quien por lo general sabe rodearse de funcionarios
con una historia guerrerista contra Latinoamérica.
Mientras tanto, la derecha, tanto la moderada como radical, más bien
espera lo contrario:
el triunfo de Trump para alinearse en torno a
propuestas que les permitan barrer del mapa a las tendencias
izquierdistas que se han posicionado los últimos años.
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