Enero 23, 2013
del Sitio Web
Erraticario
Aunque hoy en día David Icke es conocido por ser una celebridad de las teorías de la conspiración, su viaje parte de los movimientos ecologistas y las tendencias espiritualistas típicas de los años 70 y 80.
Según Michael Barkun, profesor de Ciencias Políticas y autor del libro A culture of Conspiracy, su trayectoria es similar a la de muchos miembros de la contracultura de la época que se reconvirtieron a la conspiranoia como método de escape al sentimiento de frustración surgido tras las promesas de transformación espiritual en que se vivía y que, al contrario de lo esperado, degeneraron en una espiritualidad hedonista al servicio de los promotores del consumismo.
Esto haría crecer el número de quienes pensaban que los poderes en la sombra estaban impidiendo el cambio de conciencia por todos los medios posibles.
En 1994, su libro The Robots’ Rebellion todavía describe un pensamiento similar al de cualquier otro predicador contemporáneo comprometido con la liberación espiritual de la humanidad, haciendo uso de los tópicos de la tradición de raíces teosóficas - lo que se ha dado en llamar New Age - que habían ido evolucionado a lo largo del siglo XX para explicar la historia de la humanidad desde los tiempos de Lemuria, primero, y Atlantis, después, con el añadido de las aportaciones como el cinturón de fotones y cosmogonías similares sobre transformaciones energéticas.
En este libro, aún se adscribe a la teoría de los antiguos astronautas tal y como se venía concibiendo desde los años 70:
En este sentido, y sin que sirva de precedente, Icke concede facilitar la fuente de donde extrae su discurso - además de las canalizaciones, claro - Los dioses del Edén de William Bramley, cuya historia de dioses-reyes alienígenas que han estado al frente de todas las civilizaciones terrestres sigue al pie de la letra, mostrándose partidario de la interpretación simbólica de la "serpiente":
Esta aceptación del simbolismo cambia radicalmente en su libro de 1999 y gran éxito internacional, El Mayor Secreto, donde adopta otro tipo de narrativa más belicosa, la cual comienza por la renuncia al citado simbolismo en todos sus aspectos, hasta el extremo de hacer propia y considerar real una de las denominadas "leyendas urbanas" típicas de los fanzines americanos:
La raza de lagartos a que se refiere entra en la leyenda popular tras llevar al extremo la analogía semántica. Según dicen, la versión reptiloide aparece en un número de la revista Amazing Stories del año 1947:
La noticia original está transcrita por John Rhodes, otro de los grandes divulgadores de la agenda reptiliana desde los años 90, donde el tal Shufelt habla de la leyenda de la tribu de los lagartos, "The Lizard People".
Y quien busque la leyenda hopi, sabrá que habla del viaje del clan de los lagartos, como suele ser costumbre de los pueblos con tradición totémica el identificarse con algún animal sagrado.
Las asociaciones mentales dependen siempre de la narrativa interior con que cada uno evoluciona en la vida, y este caso de asociar la tradición totémica con una transfiguración real - del "clan del lagarto" a la "raza de lagartos" - es lo que le abre a un discurso que conecta, más allá de la tendencia new age, con el público "fanzinero" y al esplendor conspiranoico de los años 90:
La Hermandad de la Serpiente de que hablaba Bramley se transforma, por arte de la analogía, en un grupo literalmente formado por saurópsidos antropoformes.
Pero nada de lo expuesto en el libro es nuevo.
El lector, en realidad, se está sumergiendo en el fascinante mundo bizarro de la subcultura estadounidense, porque las investigaciones y/o canalizaciones contenidas en El mayor secreto eran vox populi desde muchísimo tiempo atrás entre los aficionados al fanzine.
Así, Revelations Awareness, un revista "casera" surgida en la década de los 70, publicaba desde 1990 todo lo que había que saber sobre reptilianos, reptoides y/o draconianos.
En su archivo online, la etiqueta "reptilian" ofrece información capaz de saciar al más inquieto, desde las relaciones con los gobiernos terrícolas y el "Nuevo Orden Mundial" hasta los elementos más "íntimos" , como un monográfico sobre sus hábitos, estilo de vida y las más vulgares costumbres diarias como, por ejemplo, si preferían comerse a los humanos "sangrantes" o "muy hechos".
Por las mismas fechas, un tal Val Valerian, famoso en el mundillo por una larguísima compilación de textos que, bajo el título Matrix, ofrecían información sobre lo humano y lo divino, incluía alusiones al ambiente reptiliano en el volumen II de su obra.
Unos pocos años antes del boom reptil de los 90, hacia 1987, se daban a conocer los llamados "Documentos de Dulce".
De acuerdo a las historias surgidas a comienzos de los 80, la base militar de Dulce es una instalación secreta subterránea en los límites que separan Colorado y Nuevo México donde extraterrestres y humanos trabajaban conjuntamente.
Barkun cuenta en su libro que el primero en hablar de Dulce fue Paul Bennewitz, un hombre de negocios de Albuquerque que en 1979 dijo haber interceptado la señal de comunicaciones de las naves alienígenas que entraban en la base.
Durante los años siguientes, la comunidad ufológica estadounidense tomó cartas en el asunto y, a finales de 1987, se "confirmaron" los rumores sobre experimentos horribles con seres humanos. Luego vendrían historias sobre un asalto de la Delta Force para acabar con las malas artes de los alienígenas, que debían estar liándola parda allí abajo, pero eso no nos incumbe aquí.
A lo que viene esta historia es a que los malos de Dulce eran reptiloides.
Si nos vamos un poco más atrás, a 1983, nos encontramos con la aplicación televisiva de la agenda reptiliana: V.
En España, sólo nombrar la serie daba miedo… claro que eran otros tiempos.
La estética neonazi de los reptiles no era casualidad:
Y si la pista de los humanoides con forma de reptil y actitudes poco benignas empeñados en someter al homo sapiens es rastreable a través de los oscuros pasadizos de las series B hasta la década de 1940, en 1933 nos topamos con La guerra de las salamandras (War with the Newts), del checo Karel Capek, a quien se atribuye el uso moderno del término "robot".
La novela es una sátira de ciencia ficción que relata el descubrimiento en el océano Pacífico de una una colonia de salamandras inteligentes.
Al principio, son esclavizadas, pero pronto los bichos superan el conocimiento humano, se rebelan y organizan una revuelta que termina en una guerra global por el control del mundo.
Nada de lo que aparece en Icke es estrictamente nuevo, pero su éxito quizás radique en haber sabido unir tendencias dispares, previamente consolidadas en sus respectivos ambientes, en una misma línea argumental donde la conspiranoia sociopolítica se abraza a la espiritualidad de corte new age dentro de un marco atractivo que incluya a los amantes del misterio y la ufología:
La identificación del mal con ciertas formas antropomorfas de animales, especialmente insectos y reptiles, responde a la necesidad de exteriorizar los miedos atávicos de la especie humana.
Ese Otro sobre el que tomamos distancia para representar todo lo maligno de la existencia y dejar claro que forma parte de una naturaleza ajena, como si quisiéramos evitar cualquier parecido que nos pudiera hacer pensar que también nosotros podríamos llegar a representar ese mal absoluto, se reconoce como tal por su identificación con aquellos animales que alguna vez supusieron un peligro mortal para el homo sapiens y que hoy siguen causando fobia en multitud de personas.
Los reptilianos representan a una raza con una conciencia espiritual poco evolucionada, y no faltan en la obra de Icke las alusiones al funcionamiento primitivo del cerebro reptil humano para dejar clara cuál es la situación de esas criaturas en el proceso de evolución.
De esta forma, su comportamiento es fácilmente asociado por la audiencia con tendencias fascistas y tiránicas, por un lado, y con el pensamiento tecnocrático y excesivamente racional, por otro.
Las primeras son el objetivo a destruir por parte de las teóricos de una conspiración que somete a la humanidad; las segundas, el aspecto a superar para cumplir los requisitos del cambio anunciado por la Nueva Era.
Y aunque parezca contradictorio, el marco de referencia ideológico, por otra parte, también permite atraer a corrientes de la ultraderecha que llevan al extremo la conspiración y la atribuyen a un complot de la raza judía para gobernar el mundo, algo que le ha valido a Icke ser acusado de antisemita, al considerarse que usa el término "reptil" en alusión exclusiva a los judíos.
Sea como sea, se trata de un discurso capaz de reunir a los grupos más dispares gracias a que cada cual encuentra en él lo que quiere o necesita escuchar.
Al día de hoy, Icke se ha forjado una "superconspiración" sobre la que sustentar sus discursos, de manera que es completamente autorreferente, pues las fuentes originales se han ido desvaneciendo con el tiempo y apenas cita a otros en su narrativa, en lo que muchos recién llegados acabarán considerando, irremediablemente, un universo propio surgido de cierta voz interior que, según afirma el británico, fue la que le inició y le guió.
Esta superconspiración constituye, en palabras de Richard Kahn, un mapa cognitivo que sirve de guía a la cultura pop contemporánea siempre y cuando no se tome literalmente.
Bajo esta idea, Icke ha extendido el rostro arquetípico del mal y proporcionado a un público popular ciertas herramientas de la narrativa mítica para explicar los procesos sociales, políticos y económicos de la globalización, volcando "viejas 'leyendas' de Sumeria" sobre la sociedad capitalista postmoderna.
En este sentido, Kahn contempla que la hipótesis reptiliana tiene muchos ingredientes de la tradición satírica al estilo de Jonathan Swift, al representar el escenario político y económico mundial como una reunión de lagartos que organizan rituales donde se practica la pedofilia y se realizan sacrificios sangrientos de humanos.
Desde la perspectiva cognitiva, si tales rasgos se toman únicamente como imágenes y no de forma literal, lo cual nos situaría en un marco de paranoia clínica, resultan en una "paranoia benigna" que ejerce de filtro crítico sobre la situación del mundo, y provocan en el individuo un ejercicio reflexivo ante la realidad que le puede alejar de la apatía creativa propia de estos tiempos.
Sin embargo, las intenciones simbólicas y procesos psicoanáliticos no parecen estar entre las prioridades del espectáculo masivo de las conferencias de Icke…
Tras varios años de ataque feroz al sistema y de destape de las fuerzas demoniacas que lo controlan, Icke ha regresado a su punto de partida espiritual, centrándose nuevamente en la divulgación del "amor multidimensional".
Este amor es, por otra parte, una "habilidad" propia del ser humano, pero resulta ajeno a la conciencia reptiliana, como se ha dicho antes.
Y aunque son muchas las contradicciones respecto a este asunto y no forma parte de mi intención entrar en ellas, el mensaje más sencillo y que por tanto más se extiende es que deja claro quiénes son "los buenos" y quiénes "los malos".
Deshumanizar a los líderes globales y situar el mal en criaturas ajenas es un recurso útil en los mitos y leyendas iniciáticas, pero al presentarse como una realidad rotunda y completamente externa pierde su contenido transformativo, dejando poco lugar para la autocrítica y para emprender el necesario ejercicio de reconocimiento de las sombras internas en el espejo que es ese Otro.
Reflexión que permite acabar citando a Carl Sagan quien, en Los dragones del Edén (Dragons of Eden), libro por el que ganó el Pulitzer en 1978, se preguntaba:
Parte de nosotros mismos… o realidad exterior…
Quién sabe.
Más allá de series B, la existencia de inteligencias superiores, incluso reptiloides, es algo contemplado por ciertos científicos en una posible evolución de los dinosaurios.
En mayo de 2012, la American Chemical Society publicó un estudio que sugería la posibilidad de que existan formas de vida "dinosauroide" en algún lugar de la galaxia…
Los primeros planetas pudieron haberse formado hace 8.000 millones de años cuando menos o, extendiendo el margen a su límite, incluso hace 12.000 millones de años.
Cuántas civilizaciones avanzadas nos llevarían miles de millones de años de ventaja…
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