TRES
El escritor Lord Bulwer Lytton describe el vril como el mejor
atributo de la raza subterránea, y para los hindúes, en forma muy
simple, el Kundalini es descrito como una fuerza inicial de gran
poder que está en el hombre; lo simbolizan con una pequeña serpiente
enroscada que puede ser muy útil si se la emplea bien, pero
extremadamente peligroso si se despierta sin los debidos cuidados y
atenciones.
El más cercano paralelo, en términos actuales, es lo que
los científicos conductistas denominan el vacío “entre nuestro ser
potencial y nuestro ser real”. Las investigaciones de Mookerjee y
Khanna han demostrado que, en término medio, utilizamos sólo el 10
por ciento de nuestra capacidad, potencialidades, talento y
habilidades. El uso de este vril o kundalini permite "despertar" ese
90 por ciento dormido.
Para los hindúes todo lo que existe en el universo exterior existe
también dentro de él.
Dice John Woodroffe:
“…dividen el cuerpo en
dos partes principales: el tronco y la cabeza, por una parte, y las
piernas por la otra. El centro del cuerpo está entre esas dos partes
en la base de la columna vertebral, donde comienzan las piernas.
Apoyando el tronco, y en todo el cuerpo, se halla la médula espinal.
Es el eje del cuerpo, así como el monte Meru es el eje de la Tierra.
De ahí que la médula del hombre reciba el nombre de Merudanda, el
Meru o eje”.
Relacionada con esta médula espinal existe una serie de
finísimas venas que la esparcen al cuerpo espiritual, que en
determinados puntos, llamados ruedas o chakras, la conectan con el
cuerpo físico. Estas estaciones de energía se dice que son siete:
una cerca de la base de la columna; una cerca de los órganos
sexuales; otra en la región del plexo solar; la siguiente junto al
corazón; la quinta en la garganta; la sexta en la frente, sobre el
puente de la nariz, y la última en la corona de la cabeza. Todos
estos puntos están dispuestos alrededor de un eje imaginario que va
desde la base de la columna, en que se cierra el eje, donde está la
pequeña serpiente dormida.
Cuando despierta “trasciende nuestras
limitaciones”, de acuerdo con Mookerjee y Khanna:
“Cuando Kundalini
duerme, el hombre es conciente tan sólo de sus circunstancias
inmediatas. Cuando despierta a un plano espiritual superior, el
individuo no está limitado a su propia percepción, sino que
participa de la fuente de la luz. Por tanto, en su ascenso,
Kundalini absorbe toda la energía cinética con que están cargados
los diferentes centros síquicos. Al despertar la fuerza dormida en
el inconsciente, y dirigirla, la energía así liberada es
transformada y posible de utilizar realmente”.
Ni siquiera intentaré citar aquí algunas descripciones conocidas
para despertar esta serpiente enrollada, pues existe, y es de fácil
acceso, una amplia bibliografía sobre Tantrismo, inicialmente.
Sin
embargo, es necesario citar algunos nombres que se han utilizado
para simbolizar la misma cosa:
-
el Antuabyrum de Perseo
-
el fuego
sagrado de Zoroastro
-
el rayo de Cibeles
-
la antorcha ardiente de
Apolo
-
el fuego sobre el altar de Pan
-
la llama de Acrópolis y
Vesta
-
la llama del casco de Plutón
-
la vara de Mercurio
-
el Phtha
egipcio, o Ra
-
el Zeus Cataibates griego
-
las lenguas de fuego de
Pentecostés
-
el matorral ardiente de Moisés
-
la columna de fuego del Exodo
-
el vapor de aromas del Oráculo de Delfos
-
la luz de los
Rosacruces
-
la lámpara ardiente de Abraham
-
el rayo
láser, ya magníficamente utilizado como instrumento quirúrgico en
primera instancia.
La emigrada rusa y teósofa conocida como
Madame Blavatsky, dice que,
“los descendientes de los antiguos teúrgos le dieron el nombre de
ánima mundi, el alma del universo; en el medioevo la nombraban como
luz sideral, el Magnes. Pero ahora no se acepta ni reconocen
apelaciones mágicas, pues la magia es una lamentable superstición,
por lo tanto se le nombre electricidad”.
En un texto titulado “La
fuerza que viene” (1888), escribe ella:
“Hay una terrible fuerza
sideral que conocían los Atlantes con el nombre de Mashmak, y los
rishis arios en su Ashtar vidya con un nombre que no nos gusta dar.
Es el vril que nombre Bulwer Lytton como poder de la raza
subterránea y de las próximas razas de la humanidad. Esta fuerza
vibratoria, que cuando apunta a un ejército desde agni rath fijado
sobre un vaso volante, desde un globo, de acuerdo con las
instrucciones encontradas en el Ashtar vidya, reduce a cenizas a 100
mil hombres y elefantes con la misma facilidad con que mataría a una
rata.
Es alegorizado en el "Vishny purana", en el "Ramayana" y otras
obras, en la fábula sobre el sabio Kapilla, cuya mirada convirtió en
un montón de cenizas a los 60 mil hijos del rey Sagara, y es esta
fuerza la que va a convertirse en la propiedad común de todos los
hombres”.
Esta madame Helena Petrovna Blavatsky (1831-1891) era hija de un
coronel ruso, nada de fea, iniciada en los caminos mágicos del
intelecto: a los 17 años contrajo matrimonio con el vicegobernador
de la provincia de Eivan, en Ucrania, Nikifor Blavatsky, para huir
después de la boda a Europa, donde llevó una existencia rica en
anécdotas, vestía estrafalariamente y fumaba hachís en público.
Luego se hizo viajera, viviendo no poco tiempo en Egipto, India, Tíbet y Sudamérica, especialmente en Perú y Bolivia. En 1873 vivía
en Nueva York, y junto al coronel Henry Steel Alcott, célebre
investigador de fenómenos síquicos, formó la Sociedad Teosófica
(cuna del ocultismo moderno) y acometió la tarea de recopilar
conocimientos y ordenarlos, ya fueran de primera mano o surgidos en
la investigación, para redactar un libro: "Isis develada", que
aunque fue ridiculizado en su época, hoy es muy leído.
Allí, madame Blavatsky menciona el mundo secreto de Agartha: afirma que el reino
subterráneo está vinculado con el resto del mundo por medio de
pasadizos y dice haber visto personalmente en Sudamérica uno de esos
túneles:
"Tenemos en nuestro poder un plano preciso del túnel, un
sepulcro antecediendo una gran cámara y las puertas de roca pivoteadas y escondidas. Para seguirlo se necesita la colaboración
en gran escala del gobierno peruano y boliviano unidos. La simple
tarea de purificar el aire del túnel en el que durante siglos no se
ha entrado resulta bastante difícil. Allí hay una entrada, y dice la
tradición que seguirá sellada hasta que el último vestigio del
dominio hispánico desaparezca de América… Los sacerdotes incas dicen
que los túneles estaban allí cuando sus pueblos llegaron por primera
vez en América”.
En 1879, madame Blavatsky y el coronel Steel abandonan Estados
Unidos y deciden instalarse en India, donde compraron una mansión a
orillas del río Adyar, cerca de Madrás, estableciendo allí los
cuarteles generales de su sociedad: aún sigue en el lugar y entre
sus documentos tienen aquel antiguo mapa que guarda la entrada a
Agartha.
Los últimos años de su vida los vivió ella en Londres,
donde terminó otra obra: "La doctrina secreta", en la que
refiriéndose al reino subterráneo y su gobernante, dice:
“El es el
misterioso y, sin embargo, siempre presente personaje del que las
leyendas abundan. El es el iniciador. Sentado en el umbral de la
luz, la mira desde dentro del circulo de oscuridad que él no
cruzará; ni tampoco abandonará su puesto hasta el último día de su
ciclo de vida. Bajo su guía, todos los instructores de la humanidad
se convirtieron, desde el primer despertar de la conciencia de la
humanidad, en los guías de la primera civilización.
Gracias a esos
hijos de los Dioses, la humanidad infante obtuvo sus primeras
nociones de todas las artes y las ciencias, así como del
conocimiento espiritual; ellos pusieron las primeras piedras de esas
antiguas civilizaciones que tanto asombran a nuestra generación… Que
los que dudan de esta afirmación expliquen el misterio del
extraordinario conocimiento poseído por los antiguos (suponiendo que
nos hayamos desarrollado desde salvajes inferiores).
Veamos obras
como las de Vitruvius Pollio de la era Augustea, sobre arquitectura,
en las que todas las normas de proporción son aquellas enseñadas
antiguamente en las iniciaciones; si él no hubiera estado
relacionado con el arte y no hubiese conocido el profundo
significado de la ley de proporción, ni remotamente conocería el
arte de construir. Ningún hombre descendido de un cavernícola
paleolítico podría haber desarrollado tal ciencia.
Y debido a esa
perfección rescatada de las proporciones de la materia, ellos
pudieron construir las maravillas que ahora admiramos; sus
pirámides, templos subterráneos en cuevas y túneles, cromlechs,
altares, ciudades perfectamente armónicas utilizando un poderío
mecánico ante el cual la habilidad moderna es un juego de niños.
Ellos son los que saben usar esa materia maravillosa llamada vril
que está en nosotros, logrando recrearla como energía común en su
mundo interior, donde existen máquinas que trabajan con esta
propulsión, desconocida en el exterior.”
La ciencia mágica moderna identifica a esta materia maravillosa con
el nombre de Energeocom, que se traduce como todo nuestro cuerpo
humano, su energía, materia y conciencia. La ciencia hermética lo
llama Eter, el "aire de los magos". Considerado desde la perspectiva
alquímica, el Eter es la sustancia imponderable de que estaría lleno
el vacío universal.
Se le describía hasta finales del siglo XIX como
una sustancia tan sutil que no opone la menor resistencia a la
propagación de las ondas y de las partículas de energía, o bien como
elemento que auspicia que lo manifestado surja de lo no-manifestado.
Pero cayó en el olvido cuando la física abandonó su estudio por
imposible, aunque sin atreverse a declarar su inexistencia. A partir
de la segunda mitad del siglo XX, la ciencia vuelve a considerar
"eso" como materia de estudio y análisis, definiéndose en principio
que hay "algo" que propaga las ondas del pensamiento. Lo que, de
descubrirse, sería abrir la posibilidad de manejar una energía tan
importante como la electricidad, y, posiblemente, con insospechadas
utilizaciones.
Esta fuerza, el energeocom, entonces, sería cierta energía que
manejan en el reino interior, y sería la materia que usaría esta
gente para hacer funcionar sus ingenios volantes. El investigador
Brinsley Le Poer Trench ha sido uno de los que sostiene
enfáticamente que estos objetos voladores desconocidos vienen desde
el centro de nuestro propio planeta, negando contundentemente la
posibilidad de vida en planetas fuera del nuestro; al respecto,
incluso, ha escrito un libro: “El secreto de los tiempos”, que tiene
un subtítulo explícito: "Los Platillos Voladores No Identificados
que Vienen de Adentro de la Tierra."
Le Poer (sin precisar de dónde
ha sacado su información) asegura que esta civilización interior
está tramando derrocar el mundo de la superficie. Por su parte, Roy
Palmer, editor de la revista norteamericana “Flying Saucers”,
también propone desde hace tiempo la conexión entre la tierra hueca
y estos objetos sin identificar. Palmer ha publicado en su revista
una serie de libros y narraciones orales que hablan de este mundo
oculto bajo nosotros. Entre ellas, publicó el libro más notable que
trata este tema: “The Smoky God” ("El Dios
Humeante"), de Willis
George Emerson, un cuento de un viejo marino escandinavo, Olaf
Jansen, que navega más allá del límite e ingresa al nuevo mundo de
la tierra hueca.
La narración del célebre Emerson dice que un día Olaf Jansen y su
padre iban en un bote pesquero con el fin de llegar a la tierra que
estaba más allá del viento del norte. Sin embargo, una
extraordinaria tormenta los llevó muy lejos, a través de una
apertura polar que conduce al interior de la tierra, que es hueca.
Allí alcanzaron a estar dos años hasta alcanzar la concavidad del
Polo Sur.
En el regreso, su padre perdió la vida al chocar la
embarcación con un témpano de hielo, quedando su bote destruido. Olaf Jansen se salvó para posteriormente pasar veinticuatro años en
un manicomio por haber contado la historia de su experiencia. Al
salir del manicomio guardó su secreto. Empezó a trabajar como
pescador y logró ahorrar lo suficiente para trasladarse a Estados
Unidos, estableciéndose primero en Illinois y después en California.
Próximo a cumplir 90 años, Olaf conoce a Willis G. Emerson, con
quien hace amistad y le relata su aventura.
A la muerte del anciano, Emerson recibe no sólo los mapas del interior de la Tierra que
Jansen había dibujado, sino también el manuscrito donde el noruego
describió su experiencia y que, en vida, no mostró a ninguna persona
por el temor de ser tomado nuevamente por un loco y ser detenido.
Emerson (que publicó la obra en 1908) rescata en sus páginas el
extraordinario viaje de Olaf; en sus páginas se habla de las gentes
que el marino vio en las entrañas del planeta, y cuya lengua nativa
dice haber aprendido junto a su padre.
Jansen afirma que los
habitantes subterráneos viven de cuatrocientos a ochocientos años y
poseen un altísimo nivel científico; están en condiciones de
transmitirse el pensamiento unos a otros, utilizando “un tipo
especial de radiaciones que nosotros aún no conocemos en el mundo
exterior”.
Tienen además de fuentes de energía absolutamente más
potentes que la electricidad, máquinas en forma de disco,
“similares
a un plato, con una propulsión basada en el electromagnetismo que
proviene de la atmósfera. Son naves áreas muy grandes, porque la
estatura media de estas personas subterráneas es superior a los tres
metros”.
Otro relato similar se encuentra en “La Tierra Hueca”, de
Raymond
Bernard. El autor cita al doctor Nephi Cottom de Los Angeles (que
contaba entre sus pacientes a varias estrellas de Hollywood), quien
se entera, justamente, por uno de sus pacientes, de la siguiente
experiencia:
“Vivía en Noruega, no lejos del Círculo Polar
Ártico.
Un verano, uno de mis amigos y yo decidimos hacer un viaje en barco
para llegar tan lejos como pudiéramos en dirección al Norte. Nos
abastecimos de alimentos para un mes y nos embarcamos en un pequeño
barco pesquero provisto de vela, también llevamos un buen motor… Al
cabo de un mes habíamos llegado muy al Norte, más allá del Polo, a
una extraña tierra que nos sorprendió muchísimo por su temperatura.
A veces de noche el clima era tan cálido que no podíamos conciliar
el sueño.
Posteriormente vimos algo tan extraño que nos dejó
estupefactos… Delante de nosotros, en pleno mar, se erguía una
montaña dentro de la cual parecía volcarse el mar. Desorientados
continuamos en esa dirección y nos dimos cuenta de que navegábamos
por un gran cañón que conducía al interior de nuestro globo.
Continuamos navegando y para nuestra sorpresa, ¡descubrimos un Sol
que brillaba en el interior de la Tierra! El océano que nos había
conducido al hueco terrestre se transformaba gradualmente en río.
Ese río, como descubrimos después, atravesaba de un extremo a otro
la superficie interna, de tal manera que si uno sigue su curso desde
el Polo Norte sería posible llegar al Polo Sur… Pudimos comprobar
que la superficie interna, al igual que la externa, se dividía en
extensiones de tierra y en cursos de agua. Había allí un Sol
resplandeciente. La vida animal y vegetal se desarrollaba en forma
natural… En la medida que continuamos avanzando descubrimos un
paisaje fantástico, ya que todo era de proporciones gigantescas, las
plantas eran increíblemente grandes. Y hasta encontramos seres
parecidos a los humanos, pero gigantes…
Dichos seres habitaban en
casas y ciudades semejantes a las existentes en la superficie
terrestre. Utilizaban como medio de transporte vehículos terrestres
eléctricos de una sola rueda que recorrían las orillas del río,
entre una ciudad y otra… Algunos habitantes subterráneos de la
Tierra, esos enormes gigantes, divisaron nuestro barco que avanzaba
por el río y se quedaron estupefactos. De todos modos nos acogieron
amistosamente, invitándonos a comer en su compañía; mi compañero fue
a la casa de un gigante y yo a la de otro… Mi gigantesco amigo me
llevó a conocer a su familia.
Quedé asombrado al ver las enormes
dimensiones de todos los objetos que había en la casa. La mesa era
colosal; el plato en el que me sirvieron era tan grande y nutritivo
que me hubiera bastado para una semana... El gigante me ofreció un
racimo de uvas. Cada uva era tan grande como uno de nuestros
duraznos. Probé aquella uva y me pareció más deliciosa que todas las
que había saboreado en el exterior. En el interior de la Tierra, los
frutos y los vegetales en general tienen un sabor que superan
ampliamente al de los que crecen en la superficie del planeta…
Permanecimos con los gigantes todo un año, disfrutando de su
compañía; ellos por su parte, también estaban contentos por habernos
conocido.
En el transcurso de nuestra visita observamos gran número
de cosas extraordinarias e insólitas y a cada momento nos veíamos
sorprendidos por el grado de conocimiento y progreso científico de
ese pueblo. Durante todo el tiempo que duró nuestra estadía, los
gigantes jamás nos demostraron hostilidad; tampoco se opusieron
cuando decidimos regresar; por el contrario, nos ofrecieron
amigablemente su protección en caso de que nos fuera necesaria”.
Desgraciadamente, ni el doctor Cottom o Bernard dan la fecha de
cuándo este enigmático hombre de Noruega vivió tal experiencia. A
partir de la década de 1970, diversas expediciones fotográficas al
espacio han enviado vistas de los polos de la tierra casi siempre
envueltos en nubes, algunas pocas fotos, sin embargo, muestran lo
que parece ser un círculo de energía justo al centro.
Una entrada a los dominios posibles del reino subterráneo por los
polos de la Tierra es recurrente en la literatura. En 1906, William Reed publicó “The Phantom of the poles” (“El fantasma de los
polos”), en donde asegura que “la Tierra no solo es hueca, sino que
todos, o casi todos los exploradores han pasado mucho tiempo más
allá del punto decisivo, y han echado una ojeada al interior de
nuestro planeta."
El creía que en cada polo, o muy cerca de ellos,
había un gran orificio en el que habían entrado inadvertidamente
muchos exploradores polares:
“Los polos buscados durante tanto
tiempo son espectros… en el interior hay vastos continentes,
océanos, montañas y ríos. Es evidente que hay vida animal y vegetal
en este nuevo mundo y probablemente está poblado por razas todavía
desconocidas entre los habitantes del exterior de la tierra”.
Se supone que varios exploradores de las regiones polares han ido
“más allá del borde” y han entrado en este mundo interior. El
contraalmirante
Richard E. Byrd, de la Marina de Estados Unidos,
sobrevoló ambos polos a unos 2.700 kilómetros y nunca volvió a
territorio conocido. En sus informes (hoy clásicos), abundan las
historias de bosques habitados por faunas exóticas en medio de los
hielos.
Byrd, que gozó de enorme popularidad en el mundo de su
época, pensaba que la Tierra era hueca y que en el Polo Sur existía
una tierra virgen por descubrir, donde la temperatura era agradable
y cálida. Byrd no era un mitómano, de hecho es el primer hombre que
sobrevoló el Polo Norte (en 1926) y el Polo Sur (en 1929). En
febrero de 1947, realizó un vuelo a lo largo de 1.700 millas a
través del Polo Sur, y reportó por radio a su base de operaciones
que había visto “nuevamente” un lugar con montañas, bosques,
vegetación, lagos y ríos donde no había hielo ni nieve.
Agregó que
entre el follaje pudo observar un animal muy parecido al mamut
prehistórico. En enero de 1956, Byrd encabezó otra expedición a la
Antártica, penetrando 2.300 millas más del Polo Sur. En una
transmisión de radio que se conserva (como todos sus informes), se
oye:
”Este 13 de enero, miembros de la expedición de Estados Unidos
incursionaron en una tierra nueva y desconocida, que se extiende más
allá de lo que fue posible ver. El vuelo fue hecho por George
Duffek, de la Unidad de Aire Naval, aquí al mando del
contralmirante Richard Evelyn Byrd”, quien declararía a su regreso
de la Antártica (el 13 de marzo de 1956):
“La presente expedición ha
descubierto una vasta tierra, informe de la cual ya habíamos
anunciado”.
Byrd murió pocos meses después y sus afirmaciones, hasta
ahora, reposan en un inquietante silencio. A Richard E. Byrd se le
recuerda también como autor de "Alone", una narración maravillosa de
la soledad de un hombre en la Antártica.
Es cierto que, además de estos informes, no hay pruebas concretas.
Cosmonautas desde el espacio han estado fotografiando los Polos
desde entonces, pero siempre se encuentran cubiertos de nubes,
excepto una fotografía tomada por el satélite norteamericano ESSA-7
el 23 de noviembre de 1968, en la que se aprecia perfectamente el
Polo Norte sin ninguna nube.
Donde debiera haber hielo y nieve,
aparece un gran orificio; se ha insinuado que además de esta foto
(la única que ha visto la opinión pública) hay otras similares
tomadas posteriormente, pero que al no existir explicación posible,
no se han hecho públicas. Un hecho es claro: si las investigaciones
continuaron, esto nunca hasta ahora ha sido revelado.
Es
significativo que los aviones comerciales que sobrevuelan los polos
no los cruzan sino que los rodean. ¿Por qué? Si la dirección en
línea recta es la más rápida para llegar de un punto a otro, ¿por
qué los aviones hacen rodeos cuando se trata de los polos?
Se
argumenta por parte de las autoridades que los aviones no
sobrevuelan estas zonas pues sufrirían alteraciones en el
funcionamiento de los instrumentos y motores, debido a los campos
magnéticos existentes. Es posible que esto suceda, pero no debe ser
un obstáculo insalvable, de lo contrario el avión del legendario Byrd se hubiera estrellado el 13 de enero de 1956, cuando cruzó el
Polo Sur en línea recta por última vez y aseguró que la existencia
allí de una tierra nueva era la pura verdad.
Hoy se dice que, si
bien Cristóbal Colón descubrió un continente, Richard E. Byrd
encontró un nuevo mundo, un planeta dentro de nuestro planeta.
CORRESPONDENCIA TRES
O.B., San Diego, California:
“La idea de lo que es la fuerza vril es semejante a lo que
imaginamos del corazón en nuestro cuerpo; el vril semeja la cavidad
del corazón, su fuerza oculta, considerada como centro del ser, como
lo interior del “huevo del mundo”. Y tiene, por supuesto, una
relación muy directa con el culto de las cavernas de los antiguos
habitantes de América. Y, en este sentido, el símbolo de Agartha y
el del corazón están bastante próximos el uno del otro.
En nuestra
civilización las cavernas y subterráneos se han relacionado a
ciertos centros iniciáticos desde hace siglos (de hecho, los
cristianos comenzaron en cavernas); hay, es cierto, un simbolismo
que no es difícil de deducir, incluso es posible creer que son estas
razones de orden simbólico las que han determinado la existencia del
legendario reino subterráneo. Al fin que las palabras que designan
al cielo y la caverna tienen similar significado en su contrariedad:
normalmente se compara coelum del griego koilon, “cóncavo” (Varron
indica esta comparación de estos términos: a cavo caelum).
La
palabra caelum recuerda a caelere (“ocultar”), “lo cóncavo oculto”.
Por consiguiente, lo que cubre, lo que oculta, también es lo que
está oculto: el mundo celestial se vuelve mundo subterráneo. Y en
este sentido, la fuerza vril, es lo que está oculto a los sentidos
del cuerpo, lo suprasensible. Y a la vez es, en este período cíclico
de ocultamiento que acaba con el siglo XX, la tradición misma sin
manifestarse exterior y abiertamente a partir de esta última época,
en pleno cambio de milenio, cuando el depósito del conocimiento
iniciático efectivo no está guardado por ninguna organización en
particular.
Es cierto que Swedenborg declaró que es entre los sabios
del Tíbet y de Tartaria donde hay que buscar la palabra perdida.
Otros, como Anna Caterina Emerich, tienen visiones de un lugar
misterioso, que ella nombra Montaña de los Profetas. Por lo demás,
no se sabe de dónde nació en Madame Blavatsky la idea de una Gran
Logia Blanca poseedora de la verdad. Todos los exploradores, es
cierto, llegan a Agartha, porque al final saben que ni importa dónde
se encuentra, sólo se trata de hallarla en alguna parte, que
generalmente es donde sea que nos encontremos.
Según Fray Diego de Durán (en “Historia de las Indias de Nueva
España), en la mitología mexicana la gruta del nacimiento de los
grupos humanos se llamaba con más frecuencia Chicomóztoc (de
chicome=siete y óztot=cueva), las Siete Cuevas citadas, que
equivalen,
“a las siete tribus que salieron de allí para venir a
buscar esta tierra… sus padres nacieron de unas cuevas… el lugar de
donde salieron sus antepasados, se llamaba Chicomoztoc.”
En varios
códices pictóricos encontramos a la cueva como lugar de origen, por
ejemplo, en el Atlas de Durán (Láminas 1 y 2); Códice Selden I;
Códice Ramírez; Códice Antonio de León; Historia Tolteca-Chichimeca
(Láminas II y VI; Figura 2). Remi Simeón en su “Diccionario de la
lengua Hahuatl” explica la palabra Colhuacan para designar las
cuevas de surgimiento, el “lugar de ancestros”.
Envío a usted
fragmento del Códice Xólolt (plantilla 1), publicado en el Boletín
del Instituto de Antropología e Historia de México: se ven los 7
Jefes Chichimecas, cada uno frente a su cueva, acompañando al
tlatoan Xólot."
R.F., Mexicali, B.C.N.:
“Existen innumerables casos documentados de visitas a la superficie
que han realizado gentes del reino subterráneo. Yo sé de un suceso
ocurrido en España, desde donde llegaron mis padres a vivir a Baja
California a comienzos del siglo. Según documentos que conservo, y
pongo a su disposición, una tarde de mediados de agosto de 1887,
cerca de la población de Banjos (de donde ellos eran), unos
trabajadores del campo (Juan Marcial, Elías Guerrero y José Godoy)
vieron salir de una gruta a un niño y a una niña con la piel del
mismo color que las plantas, con vestidos de un tejido raro,
desconocido.
Los muchachos se expresaban en un idioma muy extraño.
Especialistas llegados desde Barcelona trataron en vano de
identificar este idioma y de analizar el tejido de los vestidos.
Entre ellos había venido un sacerdote políglota (Bernabé Sánchez),
que tampoco identificó a los chicos, pero intentó llevarlos con él a
Barcelona. Sin embargo, el juez de paz local de Banjos, Ricardo del Calno se opuso a que fueran trasladados, y los llevó a vivir a su
casa.
Se sabe que trató de quitarles el color verde de sus caras y
cuerpo, pensando que era un maquillaje, pero fracasó en su intento
comprobando que esa era la pigmentación real de los muchachos. Sus
caras tenían rasgos negroides y los ojos eran de tipo almendrado. Se
les ofrecieron durante cinco días los más distintos alimentos, pero
los rehusaron todos, hasta que mi madre les dio judías verdes, que
aceptaron comer. El muchacho muy debilitado, murió. La muchacha
sobrevivió, pero el color verde de su piel fue atenuándose hasta
llegar a ser parecido al de la raza blanca.
Aprendió un poco de
español, y cuando se le pudo interrogar más realmente, sus
declaraciones acentuaron el misterio. Narró que mientras caminaba
con su hermanito, súbitamente se produjo un remolino de viento
acompañado de un ruido inmenso, que los arrastró hasta dejarlos en
la gruta donde fueron hallados por los campesinos.
Al describir el
lugar de donde venían dijo que reinaba ahí un crepúsculo permanente
pues no había sol. El lugar, dijo, estaba separado por un ancho río
que venía de otro país luminoso alumbrado por el sol. La niña poco
más reveló y luego de cinco años murió.”
A.O.M., México, Distrito Federal:
“La posibilidad de que los
Objetos Volantes no Identificados
representen la expresión tecnológica de una comunidad terrestre no
es remota, aunque ello implique la existencia de una cultura
desconocida. Prueba positiva de la realidad de esta tesis no existe,
sólo rumores, como la aparición de 1986 del llamado Rey del Mundo.
Por lo demás los OVNIS, su existencia, verificaría más allá de toda
duda la realidad de fenómenos controlados por una inteligencia más
evolucionada, capaz de modificar en cualquier instante leyes
naturales, que trasunta un grado de desarrollo científico superior
al adquirido por el hombre en lo presente; con recursos adecuados
para enmascarar el acercamiento a nuestra propia civilización,
eludiendo su detección a fin de preservar la incógnita con respecto
a su procedencia.
Aunque se infiere que en tanto se ignore a ciencia
cierta la dimensión real del desnivel que existe entre ambas
culturas, la nuestra y la extraña, no podemos responder
categóricamente si nuestros actuales instrumentos mecánicos permiten
o no descubrir e identificar, con certeza, cualquier artefacto
producido por una sociedad tecnológica desconocida, que se aproxima
a nosotros con el propósito deliberado de escapar a la detección.
Un aspecto que a menudo se esgrime como crítica contra la
interpretación extraterrestre de los OVNIS, es la dedicada falta de
contacto intelectual con sus operadores. Si se trata de habitantes
de otro mundo, ¿cómo es que no intentan comunicarse en forma abierta
con nosotros, cuando según las evidencias, el comienzo de sus
apariciones se remonta a varios cientos de años? Aunque esta
objeción no reviste la gravedad que algunos le asignan.
Admitiendo
que las motivaciones de esta comunidad extraña fuesen análogas a los
de los hombres -lo que no es seguro-, hay explicaciones plausibles
para su evasivo comportamiento. Tomemos como ejemplo el informe
elevado a la NASA, por los científicos de la Rand Corporation, en la
década de 1980, sugiriendo la conducta a seguir por los astronautas
en el caso eventual de que debieran explorar un mundo donde se
hubiera desarrollado alguna forma de vida inteligente.
Dicho informe
(según J.G. Fuller, en "Incident at Exeter", p. 95) expresa:
“Cualquier indicación de que un planeta esté ya habitado por
criaturas inteligentes señalaría la necesidad de proceder con la
máxima cautela… Antes de efectuar un aterrizaje tripulado, sería
deseable estudiar el planeta exhaustivamente… durante un discreto
período de tiempo; enviar cápsulas recolectoras de muestras a su
atmósfera e instrumentos de investigación a su superficie. El
contacto con las inteligencias extrañas debería hacerse con la mayor
circunspección, no sólo como seguridad contra factores desconocidos
sino también para evitar cualquier efecto disruptivo sobre la
población local producido por el encuentro con un sistema cultural
grandemente distinto. Después de prolongado estudio, tendría que
tomarse una decisión, ya sea la de establecer contacto abierto o la
de partir sin dar a los habitantes ninguna evidencia de la visita.”
En relación a la posibilidad de que los OVNIS vengan del propio
interior de nuestro planeta hay a favor algo significativo: el
desplazamiento de estas navíos es de quien no trata de ocultar su
presencia en nuestra atmósfera; más todavía, en algunos casos
pareciera incluso comportarse con el propósito deliberado de atraer
la atención de la gente: ciertos episodios ampliamente difundidos
semejan verdaderas exhibiciones, desplegadas ante cientos y hasta
miles de espectadores (como los famosos casos de corte de energía
eléctrica en ciudades como Nueva York, en que se desplazaron a vista
de todos a manera de luces cortando la noche).
Tal circunstancia
resulta muy integrante, y de cualquier manera abre cause a las más
variadas conjeturas con respecto a los designios que impulsan esa
actividad insólita sobre nuestro planeta. Debemos recordar,
asimismo, que la finalidad esencial de toda forma de contacto
intelectual consiste en el mutuo intercambio de información entre
las partes en juego.
Cuando las diferencias mentales se hacen
excesivas, dicho intercambio no es ya posible, pues las formas de
psiquismo inferior no se encuentran entonces capacitadas para
asimilar el nivel superior; y, por otro lado, la especie más
inteligente, sin necesidad de establecer contacto directo, puede
obtener toda la información que desee mediante procedimientos de
registro y observación que para los individuos de la otra especie
quizá resulten incomprensibles.
De cualquier manera en el estado
actual de las investigaciones es evidente que no puede aportarse
ninguna prueba científica aceptable de que los OVNIS sean cosmonaves
extraterrestres. En este sentido la posición de los que rehúsan
admitir la realidad de tal hipótesis se halla plenamente
justificada.
No obstante, los argumentos que obran en favor de tal
presunción no dejan de ser válidos:
-
La evidente imposibilidad de nuestra tecnología para producir una
máquina equiparable funcionalmente a un OVNI. Varios científicos han
ensayado la formulación de un modelo teórico que resuma las
características observadas en estos aparatos, pero ninguno de estos
intentos se encuentra libre de críticas acerca de problemas hasta
ahora insolubles para el nivel humano a la luz de nuestro
conocimiento científico presente.
Aimé Michel (en su libro “A
propósito de los Platillos Voladores”, p. 17) dice:
-
“Lejos,
entonces, de constituir una objeción contra la realidad de estos
objetos, su absurdo aparente concuerda con lo que estamos obligados
a conjeturar de ellos, si es que ellos son verdaderos… Lo que en
cambio resulta no sólo inverosímil sino imposible, es que se vea un
día a los extraterrestres descender del cielo a bordo de máquinas
construidas como las conocidas por nosotros”.
-
La consolidación del soporte racional y teórico, que se acentúa
año tras año, indicando que la comunidad científica examina
seriamente la posibilidad de que haya sociedades ultraterrestres de
alto nivel tecnológico.
-
La circunstancia de que ante la indiscutible “pobreza de
hipótesis”, según la expresión del Dr. Allen Hynek, existente hoy
con referencia al problema de los OVNIS, la procedencia de los
mismos de una cultura desconocida parece ser la única salida que
subsiste en el campo de las posibilidades racionales. Y, de alguna
manera, la posibilidad de que tal ingenio volante provenga de la
misma tierra, aunque sea desconocida para nosotros, es más lógico
que atribuirlos a una civilización allende los cielos.
Digamos que
está menos loco el que se cree Tarzán que el que se cree un árbol.
Se le cuestionó al Rey del Mundo la razón de que no existieran lazos
intelectuales visibles entre Agartha y nosotros, y él habría
respondido que estos lazos, en verdad, siempre han existido desde
los tiempos remotos; que su silencio a propósito es la manera de
sobrevivir de un pueblo esencialmente pacífico, más preocupado de
crecer “hacia adentro”, sin necesidades de subsistencia ni
agresiones externas hasta que fueron seriamente amenazados a partir
de nuestras pruebas nucleares.
Para ellos el dominio del átomo ya es
historia, y de allí provendría su conocimiento que les permite
usarlo a destajo en forma de lo que se llama vril, que no sería otra
cosa que energía atómica conducida, efectivamente, en la manera que
lo desean, como, por ejemplo, combustible de sus ingenios volantes.
Habría dicho el Rey del Mundo que varias de sus ciudades estarían
siendo afectadas por nuestras pruebas nucleares, especialmente las
ubicadas más debajo de las aguas del Pacífico Sur. Aseguró que los
ensayos nucleares provocan siempre miles de temblores: una onda
sísmica que desemboca en conmociones telúricas en sus ciudades,
algunas distante 1.800 kilómetros del sitio del estallido, y a veces
recién un mes después de la explosión. La atención sobre los
temblores que provocan las pruebas nucleares es algo a lo cual
nuestros científicos le han restado importancia; recuérdese lo
ocurrido en 1969 al doctor Frank Mckeown, que fue ridiculizado
cuando hablando ante la Asamblea Anual de la Asociación Geofísica
Norteamericana, y llamó la atención sobre este punto.
Mckeown,
entonces, aseguró que a medida que las explosiones se van haciendo
más potentes, desencadenan una actividad sísmica cada vez más lejos
del sitio del estallido. El indicó que la prueba denominada “Boxcar”
efectuada en Nevada en 1968 había provocado la fractura de rocas
sumamente duras a unos mil metros del sitio, dando lugar a una falla
geológica de casi cinco kilómetros de longitud. La misma detonación
(con una potencia de 1,3 megatón, equivalente a 1 millón 200.000
toneladas de TNT), produjo temblores en un área de siete kilómetros.
Sin embargo, hasta ahora, los científicos interesados en que se
sigan realizando estos ensayos, siguen asegurando que las pruebas
nucleares subterráneas no ocasionan daño sísmico, no producen fallas
en las rocas en torno al campo de prueba. El Rey del Mundo sostiene
una posición absolutamente opuesta.
De hecho, se dice, es ésta y no
la otra razón que llevará a su pueblo a salir a la superficie del
planeta.”
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