CUATRO

En "El retorno de los brujos", Pauwels y Bergier afirman que,

"el investigador Louis Jacolliot escribió algunas obras proféticas muy importantes, comparables, sino superiores, a las de Julio Verne. También dejó varios libros que tratan de secretos de la raza humana. Muchos y grandes autores ocultistas han tomado prestado de sus páginas”.

En el primero de los 21 libros que iba a escribir en su vida, "La Biblia de India" (1868), Jacolliot se refería a la enorme influencia espiritual del antiguo país, donde él servía como funcionario consular francés en Calcuta:

“La propia antigüedad tiene una antigüedad que estudiar, que imitar y copiar, del mismo modo que nuestros poetas han copiado a Homero y Virgilio, Sófocles y Eurípides, a Plauto y a Terencio; que nuestros filósofos se han inspirado en Sócrates, Pitágoras, Platón y Aristóteles; que nuestros historiadores toman como modelo a Tito Livio, Salustio o Tácito; que nuestros oradores copian a Demóstenes o Cicerón; nuestros médicos estudian a Hipócrates, y nuestros códigos transcriben el Justiniano. Eso es lo más lógico y simple.

 

¿No se proceden y suceden los otros pueblos unos a otros? ¿El conocimiento dolorosamente adquirido por una nación se limita a su propio territorio y muere con la generación que lo produjo? ¿Qué hay de absurdo en la sugerencia de que la India de hace 6 mil años, brillante, civilizada, sobrante de población, imprimiera en Egipto, Persia, Judea, Grecia y Roma un sello tan imborrable, unas impresiones tan profundas, que siguen aún en nosotros?”.

Creyendo férreamente en sus investigaciones, Jacolliot recogió y presentó en sus libros toda una cosmogonía del mundo subterráneo. Es un enigma el que su obra fuera tristemente despreciada en vida del escritor; fue ciertamente desde un comienzo muy leído, pero se cuidaba de decirlo.

 

La misma Helena Blavatsky tomó, por decirlo así, “prestada” obra a Jacolliot, sin nombrarlo; en un análisis de "Isis develada", el orientalista estadounidense William Emmette Coleman encontró que madame Blavatsky había tomado textualmente 17 pasajes del primer libro del francés, sobre quien ella escribió:

(Jacolliot) “en sus 20 o más volúmenes sobre temas orientales entrega realmente un curioso conglomerado de verdad y ficción. Contienen gran cantidad de hechos y tradiciones, filosofía y cronología india, junto con muchas opiniones valerosamente expresadas. Pero parece como si el filósofo se viera constantemente superado por el romántico. Es como si dos hombre estuvieran unidos en su autoría: Uno de ellos cuidadoso, serio, erudito, el otro un novelista francés sensacionalista y sensual, que juega los hechos no como son sino como él los imagina. Sus traducciones del Manu son admirables; su capacidad de controversia, marcada; su opinión de la moral sacerdotal, injusta, y en el caso de los budistas, decididamente calumniosa. Pero en toda la serie de volúmenes no hay una línea que sea aburrida al leer; tiene el ojo del artista y la pluma del poeta”.

Louis Jacolliot había nacido en Charolles, Saone-et-Loire, en 1837. Sus breves detalles biográficos indican que fue diplomático durante el Segundo Imperio francés, agregado en Calcuta y posteriormente en Tahití; regresó a Francia en 1874 y dedicó el resto de su vida a escribir, muriendo en 1890. Durante su estancia en India fue testigo de numerosas ceremonias y rituales, hizo un estudio extensivo de las facultades místicas de los faquires y desenterró toda una serie de documentos y registros antiguos que arrojaban luz sobre la prehistoria de la India.

 

En su libro "La India Brahmánica", llegó a confesar:

“Hemos visto cosas tales que uno no describe por miedo a que los lectores duden de su inteligencia; sin embargo, las hemos visto”.

Las investigaciones de Jacolliot lo llevaron a varios puntos de ese país; en Carnatic sostuvo relación con viejos brahmanes que vivían en los templos de Villenoor y Chelabrum, y se supone que fueron esos hombres -que él llamaba “maestros reverenciados”- quienes al parecer le hablaron por primera vez de un reino subterráneo al que hay un acceso en alguna parte del norte de India.

 

Partiendo de esa información oral y enlazada con los relatos que con frecuencia había oído en los bazares de Calcuta, aumentó sus conocimientos con nuevas informaciones y comenzó a publicar los primeros escritos modernos importantes que poseemos sobre el mundo que hay al interior de nuestro planeta.


En "Historia de vírgenes" (1879) narra:

“Una de las más antiguas leyendas de India, conservada en los templos por tradición oral y escrita, relata que varios cientos de miles de años antes existió un continente inmenso que fue destruido por un trastorno geológico. Según los brahmanes, dicho país había alcanzado una alta civilización, y la península del Indostaní, ampliada por el desplazamiento de las aguas en el tiempo del gran cataclismo, no había hecho más que continuar la cadena de tradiciones primitivas nacidas en ese lugar. La tradición indohelénica, mantenida por la población que emigró de las llanuras, se refiere igualmente a la existencia de un continente y un pueblo perdidos en la antigüedad”.

Con esta base, Jacolliot llega a la siguiente conclusión:

“Sea lo que sea que pueda haber en esas tradiciones, y sea cual sea el lugar donde una civilización más antigua que la Roma, Grecia o Egipto e India se desarrollaran, es seguro que esta civilización existió, y es de gran importancia para la ciencia recuperar sus restos, por débiles y fugitivos que puedan ser.”

En "La ciencia oculta de India" (1884) el escritor revela detalles acerca de un reino subterráneo heredero de la sabiduría de esa civilización olvidada, y cita algunos relatos específicos de la antigua India, como el "Agrouchada Pariskshai" que habla de un paraíso subterráneo que existe desde “tiempos anteriores a nuestra era”.

 

Louis Jacolliot se distinguió entre los escritores que han tratado el tema de Agartha por su “trabajo de campo”, pues sólo al final se dedicó a la investigación bibliográfica; pasó casi toda su vida recopilando tradiciones orales y participando él mismo en algunas excavaciones, que incentivarían su imaginación para rescatar del sueño la vida del reino interior.

 

Dos de sus lectores actuales más distinguidos, Louis Pauwels y Jacques Bergier, dicen que,

“los textos religiosos más antiguos hablan de mundos situados bajo la corteza terrestre. Cuando Gilgamesh, el héroe legendario de la antigua épica sumeria y babilónica, fue a visitar a su antepasado Utnapishtim, descendió al interior de la Tierra, y fue allí donde Orfeo fue a buscar el alma de Eurídice. Ulises, habiendo alcanzado los límites más alejados del mundo occidental, ofreció un sacrificio para que el espíritu de los antiguos se elevara de las profundidades de la Tierra y le diera consejo. Se dice que Plutón reina en el submundo, y los cristianos primitivos solían vivir en las catacumbas”.

Historias sobre cuevas mágicas son comunes en muchos países. En Alemania se dice que el cadáver de Tannhâusser está dentro de la montaña de Venus; y el de Federico Barbarroja en el Unterberg. Las historias galesas hablan de entradas del rey Arturo al corazón de las montañas, y muchos héroes legendarios son representados saliendo de la piedra: Júpiter o Chi había nacido en una cueva y allí se veneraba; se dice que Dionisios fue alimentado en otra; Hermes había nacido en la boca de un monte, y es notable que al mismo Jesús se lo ubica naciendo en una cueva en Belén; San Jerónimo se quejaba de que en su tiempo los paganos ofrecían sus cultos a Adonis y Thammuz “en esa misma cueva”.

 

El arqueólogo Harold Bayley señala:

“Tanto la etimología como la mitología señalan la probabilidad, sino la certeza, de que una cueva -natural o artificial- es considerada como símbolo, y en cierta medida facsímile, del intrincado útero de la creación o de la Madre Naturaleza”.

Decimos que la Tierra tiene una circunferencia en el Ecuador de más de 40 mil kilómetros y una zona de superficie de 510 millones de kilómetros cuadrados, compuesta de un pequeño núcleo interior de hierro y níquel fundidos (de unos 128 mil kilómetros de amplitud), un núcleo exterior de hierro y níquel fundidos envueltos en rocas sólidas (de 28 mil kilómetros de espesor), y cubriendo toda una capa de corteza exterior de 4 mil ochocientos metros. Quienes creen que la Tierra alberga una raza interior afirman que dentro de esta capa de corteza no hay materia sólida, sino otro mundo con océanos y continentes al que se puede entrar naturalmente por agujeros que existen en los polos Norte y Sur, o por medio de profundas fallas geológicas que lo comunican con la superficie.

 

La creencia universal es que el camino de estos que se elija para entrar al reino subterráneo, está plagado de peligros. Se piensa que entrar al lugar implica enfrentarse a gnomos, ogros, monstruos y toda clase de demonios que, supuestamente residen entre nosotros y el reino interior; por lo que, lo más común es que, una vez decidido el explorador a aventurarse, debe recurrir a algún tipo de protección física o mágica: no prepararse en alguna manera para enfrentar a estos seres apocalípticos, es considerado el colmo del desatino. Las muchas leyendas de exploradores perdidos en túneles confirman esta idea.


Más antes que ahora, la entrada a un túnel o pasadizo hacia el interior de la tierra era vista, literalmente, como la entrada al infierno y, como tal, protegida por guardianes satánicos. Otros han visto dicha entrada como francamente protegiendo tesoros, lo que la hace casi infranqueable. En algunas leyendas, como la de "Allí Baba y los cuarenta ladrones", la puerta mágica sólo se abre al pronunciar la contraseña apropiada; quizás este uso sea un resto que nos ha quedado en la memoria histórica de las entradas a las viviendas de los trogloditas, quienes, cautelosos con los extraños, sólo franquearían la entrada a sus cuevas a los iguales, quienes conocían su lenguaje posiblemente gurutal, pero de sonido familiar.

 

Por lo demás, todas las grutas sagradas conocidas tienen en su historia sus guardianes, sean demoníacos o angélicos, y hay muchos ejemplos documentados. En Gran Bretaña, hay un túnel en Anstey, Hertfordshire, del que se cuenta que un ciego violinista entró y nunca volvió a salir (según los documentos parroquiales), por lo que se prestó una especial atención sobre él, anotándose con el transcurso de los años que allí mismo se han perdido otras personas y animales de los que nunca más se supo, por lo que se comenzó a nombrarlo comúnmente como “la entrada al infierno”.

 

El lugar donde comienza el túnel se llama ahora Cave Gate (Entrada a la cueva), pero antes de que la sensibilidad victoriana de la Ordenance Survey pusiera este nombre en el mapa, era conocido como Hell's Gate (Entrada al infierno). Se creía que los lugares como éste, famosos por sus desapariciones inexplicables, correspondían al sitio exacto de algún incidente que anteriormente era conmemorado por la historia sagrada cristiana, pero luego se consideró apócrifo, hasta nuestros días.

 

En el libro “Gospel of Nicodemus” (Evangelio de Nicodemo) hay un pasaje conocido comúnmente como Harrowing of Hell (Las gradas del infierno), en el cual el espíritu de Jesucristo, durante el periodo de la crucifixión y la resurrección, entra al infierno para liberar las almas de los justos. En la iconografía medieval, por lo general, la entrada al infierno está representada por la boca de un perro; se muestra a Cristo manteniendo abiertas las quijadas de ese perro guardián con su báculo pastoral, mientras Abraham y sus fieles emergían de las garras del diablo, generalmente representado con alas, cachos, garras y todo el bagaje conocido que se atribuye al malo.

 

Hay quienes derivan este episodio de la famosa tarea final de Hércules; el griego Apolodorus hace el siguiente relato del tema ( en su libro “La Biblioteca”):

“La decimosegunda tarea impuesta a Hércules era traer a Cerbero desde el Hades. Este Cerbero tenía tres cabezas de perro, la cola de dragón, en su espalda las cabezas de todo tipo de serpientes... Al llegar a Taenarum, en Laconia, donde está la boca para descender al averno, bajó por allí. Pero cuando las almas lo vieron, huyeron excepto Meleager y la medusa Gorgona. Y Hércules sacó su espada contra la Gorgona, como si estuviera viva, pero supo por Hermes que ella era un fantasma vacío. Y al llegar cerca de la entrada del Hades, encontró a Teseo y Piritoo, quien cortejaba a Perséfone en matrimonio y por ello fue amarrado fuertemente. Y cuando ellos vieron a Hércules, extendieron sus manos como si fueran a elevarse de la muerte por el poder de él. Y a Teseo, en efecto, él lo tomó de la mano y lo atrajo hacia arriba, pero cuando iba a rescatar a Piritoo, la tierra se estremeció y el se soltó...”

Una notable imagen de la versión cristiana de esta leyenda puede verse en las ventanas de vitrales de la Capilla del King's College, en Cambridge, donde un demonio se asoma entre las monstruosas fauces del infierno. Otras representaciones muestran a Cristo guiando las almas de Noé y otros justos, liberándolos de las garras del guardián del reino subterráneo. La leyenda de Hércules incorpora el segundo aspecto de la entrada: el perro guardián. El perro de Gwynn ap Nudd, Dios céltico del infierno y del reino mágico, se llamaba Dormath, que significa “la entrada al pesar”.

 

La montaña considerada sagrada de Gwynn, Glastonbury Tor, semeja un lugar de iniciación, ya que sus laderas están talladas en un inmenso laberinto de tierra y la sabiduría local asegura que existen varias cuevas o túneles cavados en la roca de la montaña, adentrándose en ella, donde suelen aparecer y desaparecer perros de siniestro aspecto feroz. En esa duodécima tarea que se le encomendó a Hércules debía sacar a Cerbero del Hades, teniendo como condición que él no usará armas para cumplirla.

 

Hércules lucho contra el perro-monstruo con sus manos desnudas, y lo trajo al mundo intermedio solo con su fuerza. En el folklore británico, el violinista o flautista que, valientemente, se adentra en algún pasaje subterráneo, generalmente lo hace acompañado de un perro; un ejemplo es el que se cuenta sobre la cueva de O'Caerlauch, en Galloway, Escocia.

 

John Mac Taggart, el autor de la Scottish Gallovidian Encyclopaedia, 1824, dice:

“Cave O'Caerlauch: La tradición dice que ningún ojo humano ha contemplado nunca su fondo, es decir, la extremidad más lejana de esta cueva; que un perro entró una vez en ella y salió en Door O'Cairnsmoor, un lugar aproximado a 10 millas (16 kilómetros) de allí, y cuando el animal apareció se vio que su piel chamuscada, como si hubiese pasado a través de una prueba de fuego o algo así.”

Hay varias conexiones entre el perro y el reino subterráneo. Por decir, hay una conexión síquica, debido a que desde la antigüedad el perro se conoce por ser guardián y, por lo tanto, se espera de él que cuide aquellos sitios que deben permanecer secretos. Como las ruinas arqueológicas de Monte Albán y Mitla, en el estado mexicano de Oaxaca: de hecho Mitla es considerada una de las entradas al reino subterráneo, y Monte Albán, donde descansa el gigante que marca el corazón del reino interior: en ambos sitios al caer la noche, una jauría de perros salvajes pasa a posesionarse y no deja entrar a visitante alguno, para volver a sus refugios con el día, cuando los sitios se llenan de visitantes.

 

Estas figuras fantasmales que rondan los senderos de noche en el sitio, cerrando los caminos son una especie de eslabón entre lo muerto y lo vivo, cumpliendo a cabalidad lo que se espera de ellos como guardianes (recuérdese que en el Monte Albán se descubrió la famosa tumba N.7, de donde se rescató el tesoro prehispánico más rico de América). He tenido oportunidad de visitar el sitio una vez, y la impresión es de una fortaleza enterrada en lo más alto del sitio, pura montaña y roca. Mitla, ubicada relativamente cerca, es un punto y aparte en la historia del reino interior.

Otra conexión se relaciona con la que los perros parecen haber desempeñado dentro de los ritos religiosos en los tiempos antiguos, ya que los sacerdotes, los Dioses y Diosas, en muchos sitios han sido representados en compañía de perros, lo que hace posible que estos animales hayan cumplido un rol en los rituales de iniciación tradicionalmente celebrados en la profundidad de la tierra.

 

En el sexto libro de La Eneida , Virgilio observa que las primeras cosas que ve su héroe, mientras es conducido por la sacerdotisa hacia el río del mundo subterráneo, son varios perros. El historiador griego Diodoro Siculo señala que los ritos de Isis estaban precedidos por la presencia de perros. Y Pletho, en su “Comentario sobre los Oráculos Mágicos de Zoroastro”, observa que, en la iniciación de lo neófitos, los sacerdotes hacían aparecer perros fantasmas. Según Lewis Spence en “The Mysteries of Britain”, cuando el iniciado iba entrando al tenebroso reino subterráneo durante sus pruebas, podía ser que simbólicamente entraran perros en la ceremonia.

 

En la leyenda de perros y músicos adentrándose al mundo interior, a menudo los perros sobreviven, mientras que el hombre desaparece. Este puede ser un recuerdo de los perros guardianes que son amigables con las almas que penetran en el inframundo, pero que no permiten que estas almas vuelvan a emerger al mundo de los vivos. De ahí la lucha entre el perro de tres cabezas, Cerbero, y Hércules, cuando quiere salir del mundo subterráneo.

 

La cueva o túnel está representando la apertura, en la superficie de la tierra, por donde los muertos pueden viajar hacia el inframundo, pero con la posibilidad de un renacimiento, situación ante la cual el guardián, sea un perro o adopte cualquier otra forma, pasa a un rol secundario, una vez cumplida su misión. Este es el sentido en que fueron utilizados dichos pasadizos en diversos ritos de iniciación: si el postulante tenía éxito en superar las pruebas, se le permitía renacer en el esclarecimiento, pero si fracasaba, moría.

 

También es la razón de muchos túneles legendarios construidos en la antigüedad, que llevaba de un lugar destinado a vivienda a otro destinado a la práctica de adoración a los Dioses que fueran; demarcando explícitamente el lugar para vivir y el lugar para adorar, lo que pertenece a este mundo y lo que pertenece al más allá.


El sincretismo religioso “ha confundido muchas fechas”, asegura el arqueólogo Michael Randall, que colabora con varios Estudios en Hollywood (a él se debe, por ejemplo, la investigación arqueológica para cintas como “Los cazadores del arca perdida” y otras rodadas, especialmente, en Egipto):

“Cuando se filma una película que transcurre entre las ruinas mayas de Guatemala, por ejemplo, hay una avanzada de trabajo que confirma fechas para ambientar, vestuario, escenografía... porque no todo se filma en el sitio, o los costos hoy serían enormes. Y en este aspecto, personalmente creo que el cine Hollywoodense ha cometido pocos errores”.


-A usted se debe, por decir así, el “informe técnico” de un túnel legendario: el de la reina Semíramis de Babilonia...


-Así es, se realizó una reproducción de la boca del túnel y su salida al otro lado del río. Se dice que conectaba este túnel al palacio de Semíramis, que se levantaba sobre una orilla del río Eufrates, con el templo de Marduk, en la orilla opuesta.


-¿Cómo resolvieron los babilónicos la construcción de un túnel debajo del río?


-Este túnel se hizo legendario justamente por cruzar bajo las aguas porque la construcción de pasadizos debajo de los ríos no fue factible antes del siglo XIX, cuando Marc Brunel construyó el Túnel del Támesis desde Rotherhithe a Wapping, entre 1825 y 1843. Los ingenieros babilónicos los resolvieron de una manera ingeniosa: desviaron el escaso caudal de agua que tenía en invierno hacia un canal alternativo, construido especialmente antes de comenzar la construcción. Se hizo entonces una zanja en el lecho seco del río y luego se construyó un arco o bóveda de ladrillo a la manera de ese tiempo, sellado, y por fin se permitió que el río fluyera nuevamente por su lecho natural sobre el techo de la bóveda subterránea.


-Diodoro de Sículo pone como fecha de este túnel unos 2000 años antes de Cristo...


-Exactamente. Pero la Semíramis conocida en la historia fue una reina asiria que vivió en el siglo VIII antes de Cristo, así es que deduje que los hechos estaban un tanto confundidos. Finalmente se optó por esta opción, tal como se hizo al filmar “Los Jardines Colgantes de Babilonia”, porque la referencia era la reina Semíramis, que mandó construir los jardines y el famoso túnel subterráneo. Además, concluí, la técnica no sobrepasaba a la utilizada por los ingenieros civiles 2000 años antes de Cristo.


-Para “Los cazadores del arca perdida”, usted realizó la investigación de un templo subterráneo...


-Así es, era un lugar de tormentos ubicado bajo tierra, un sitio ritual que anunciaba la mina. Yo había estudiado la situación en Egipto. Y la construcción de estos templos subterráneos fue similar en todo el mundo antiguo. Las construcciones de este tipo se inician por el auge de la minería. Unos 1.300 años antes de Cristo había más de cien minas de oro en Nubia, de las cuales la más famosa estaba situada en Wadi Hammamet, que descendía hasta 88 metros y se extendía más de 500 a lo largo de una veta.

 

Como en India, la minería en Egipto se hizo utilizando el trabajo de esclavos. El mismo Diodoro Sículo, que vivió en Egipto unos 50 años antes de Cristo, narraba que los reyes recogían a prisioneros condenados, prisioneros de guerra y otros que, acusados en un acceso de cólera o falsamente, caían en prisión; éstos, a veces solos, a veces con sus familias enteras, eran enviados a las minas de oro; en parte para imponer una venganza, en parte para asegurarse una buena renta con el trabajo de ellos... se los mantenía constantemente trabajando de día y de noche, sin descanso, y se los vigilaba para que no tuvieran oportunidades de escapar.

 

Como sus guardias eran soldados extranjeros que hablaban diferentes lenguas, los esclavos no podían corromperlos para quedar libres mediante la conversación o ruegos amistosos. A un grupo de estos condenados es que debía dejar libres “Indiana Jones”, dejándolos escapar por la salida al exterior desde el Templo en que ocurren las peripecias, inmediatamente bajo tierra.


-Este panorama tan desolado de tiranía se diría que proyecto una sombra funesta sobre las labores mineras por milenios.


-Es natural, porque, históricamente, las minas han sido explotadas por esclavos. Aún hoy en día, las casi míticas minas de sal de Rusia conjuran imágenes macabras de hombres sin esperanza, usados para extraer el mineral de un lugar oscuro y peligroso. En la antigua Gran Bretaña los romanos abrieron muchas minas de plomo, y todas explotadas mediante el trabajo de esclavos. La mayoría de los mineros vivían encadenados en la oscuridad subterránea sin esperanza de vida larga.

 

No es extraño, entonces, que surgieran conceptos de que el legendario reino subterráneo era un lugar de tormentos infernales. Porque, antes, trabajar en una mina era un tormento que sólo acababa con la muerte. Por supuesto que, además de las minas, tumbas, acueductos, túneles para tránsito de personas y minas militares, los ingenieros excavadores de los tiempos antiguos excavaban para construir lugares sagrados de culto e iniciación”.

Los Oráculos y grutas ofrendatorias construidos bajo tierra, entonces, son muchos. La Gruta de la Sibila de Cunas fue descrita por Virgilio, quien narra que fue excavada en el Monte de Cuma, cerca del Lago Averno, durante el siglo V o VI antes de Jesucristo.

 

En La Eneida describe:

“Entonces Eneas escaló el monte rocoso
donde, en la cima el Templo de Apolo está
y allí se encuentra la temible caverna de la aterradora Sibila
de donde surgen sus profecías
Inspiradas por el gran Delio mismo.”

En 1932, Amadeo Maiuri, siguiendo la narración de Virgilio, excavó donde se indicaba, y halló que la caverna tenía 135 metros de largo, orientada realmente de norte a sur con la cella, el recinto cuadrado rectangular reservado a la divinidad común en los templos griegos, romanos y etruscos; aquí dedicado a la Sibila. Cuando se excavó, se encontró otra galería romana de 180 metros de largo, que penetraba en el Monte de Cuma por su base de este a oeste.

 

Esta era parte de una ruina militar construida por el maestro excavador Cocceius y conectada con un túnel similar que corría debajo del Monte Grillo. La excavación de un túnel funcional y profano a través de una montaña considerada sagrada en esas latitudes, ha hecho pensar a los investigadores que la gruta de la Sibila fue cerrada en los tiempos de Augusto, en la época en que nació Jesucristo.


Por su parte, los Oráculos en la antigüedad estaban casi invariablemente asociados con estructuras subterráneas. El de Delfos, en la vertiente suroeste del Parnaso de Atenas, estaba asentado en una grieta sobre el suelo, y se le consideraba vínculo descendente a las regiones interiores. El Oráculo de los Muertos en Baiae, cerca del anterior, por cierto había sido cerrado en los tiempos de Cocceius, ya que los santuarios de Apolo en el Averno y Baiae habían sido suprimidos por el almirante Agrippa por el año 35 antes de que naciera Jesús, durante la guerra civil romana.

 

Agrippa decidió que la religión de Apolo debía ser erradicada y comenzó por cortar la arboleda considerada sagrada que estaba en las orillas del lago Averno; con la madera santificada construyó barcos para su marina, siendo los templos arrasados y reemplazados por los astilleros navales. Se dice que la profanación levantó tremendas tempestades en la bahía de Nápoles, y los vientos se arrastraron a toda la región causando muerte y desolación.

 

Aterrorizado por estas manifestaciones, Agrippa en vez de arrasar con el resto del santuario, ordenó que el amplio sistema de pasajes subterráneos fuese rellenado y que las salas construidas en la superficie fueran convertidas en baños termales: así, la ciudad de peregrinaje subterráneo se transformó en un lugar de reunión para la salud, y los túneles del oráculo nunca más se pudieron volver a usar. Se anota que los obreros de Agrippa clausuraron los túneles con más de 500 metros cúbicos de tierra - “unas 30.000 cestadas”.

 

El Oráculo de los Muertos tenía la forma de una red de pasajes hechos por el hombre, cuyo plano coincidía con la legendaria geografía del Reino de los Muertos. Ya se sabía de su existencia desde los tiempos de Homero, alrededor del año 1000 antes de Cristo. Estrabón, escribiendo pocos años después de la clausura final, se refiere así a Homero:

“La gente anterior a mi tiempo estaba acostumbrada a considerar el Averno como el lugar donde se desarrolla la fabulosa historia de La Odisea; y más aún los escritores nos dicen que allí había realmente un oráculo de los muertos, y que Odiseo lo visitó”.

El oráculo era atendido por sacerdotes,

“se afirma, trogloditas, que vivían de lo que podían extraer excavando y de aquellos que consultaban el Oráculo, que está situado en lo profundo de la tierra. Y los que vivían cerca del Oráculo tenían la costumbre tradicional de no permitirse ver el sol; solamente podían salir de las cavernas por la noche”.

La entrada a este inframundo estaba en el ángulo noroeste del Templo de Apolo, un cuadrante del cosmos que estaba geománticamente dedicado a las Parcas y a los habitantes del Infierno:

“El santuario interno está orientado hacia el ocaso del solsticio de verano, simbolizando la muerte anual de la naturaleza. Desde la entrada hasta el sanctum interior del túnel tenía 180 metros de largo, de modo que entrar por allí resultaba una prueba”.

El poder de tales lugares era tan grande que nunca podía morir su influencia, naturalmente asentada: los que deseaban acabar con su uso se veían forzados a tomar medidas drásticas, como Agrippa, rellenándolo.

Sin embargo, a pesar de que los mineros esclavos de Egipto y de Roma y otros puntos importantes de la antigüedad, eran obligados a vivir comúnmente bajo tierra, mucha gente, por su preferencia, ha elegido transformarse en troglodita. Los cimerios, sacerdotes que atendían los oráculos subterráneos del mundo clásico, efectivamente, afirma hoy la ciencia, hicieron sus habitaciones en las profundidades de los túneles, según lo registra Eforo (hacia el año 500 antes de Cristo):

“Habitaban en viviendas subterráneas a las que llamaban arquillae, y se visitaban unos a otros a través de túneles que iban de uno a otro lado”.

Los cimerios, como muchas otras órdenes monásticas antes y después, vivían en celdas cavadas en la roca, de las que salían únicamente para celebrar el oficio para los peregrinos que visitaban el santuario. En Baiae, las arguillae de los cimerios rodeaban las cavernas del Oráculo de los Muertos, y ellos no se dejaban ver de día, practicando una forma de vida que hoy se atribuye a los ogros y a los vampiros.

 

También alguna vez, los hoyos o pozos con entradas verticales fueron una forma popular de vivienda. Los habitantes indígenas de Crimea (los Satarches) vivían en este tipo de hoyos, y Jenofonte indicó que los armenios también vivían antes en casas semejantes a pozos. Existían lugares semejantes en Gran Bretaña, como las ruinas de construcciones subterráneas prehistóricas encontradas en los valles del Ander y Avon. El científico Boyd Dawkins (en su libro Early Man) consideraba estas estructuras como de la época neolítica, otros investigadores las han ubicado en la Edad de Bronce.

 

En Highfield, a 1,6 kilómetros del sur de Salisbury, se han encontrado sitios similares, que son peculiares porque tienen coberturas hechas de arcilla sobre una armazón entrelazada que estaba apoyada sobre bordes (una especie de bastidos) a una altura de 30 centímetros sobre el fondo del pozo. Bajo tierra, las cámaras estaban conectadas unas con las otras por pequeñas aberturas con la altura suficiente para que pasara una persona. Hay gentes, en partes del Himalaya, que hasta hace poco vivía en aberturas semejantes, de una antigüedad que se pierde en el pasado desde que estaban en uso.

 

En Highfield, en los hoyos, entre los restos de huesos quebrados y desechos humanos, había trozos de esqueletos marcados exactamente de la misma manera que los animales de engorda, demostrando que los trogloditas prehistóricos de la región eran caníbales. Quizás estos grupos humanos que habitaban bajo tierra con estas costumbres sociales, son el prototipo en el que se basó H.G. Wells para escribir “La máquina del tiempo”.

Es cierto que el reino subterráneo pareciera un invento de la literatura por el enorme interés que muestran en él los autores. Alicia entra en el País de las Maravillas al caerse en un pozo: el libro de Lewis Carroll, de hecho, siempre se ha considerado como una especie de manual de iniciación. Otro mundo semejante aparece en la novela de Julio Verne “Viaje al centro de la Tierra”, y en la misma obra de H.G. Wells citada los caníbales “Morlocks” habitan en medio de maquinarias con vida, en una basta red de túneles conectados a la superficie por agujeros verticales.

 

El tema es recurrente en muchos escritos de ciencia-ficción: los rasgos comunes se encuentran en “Etidorhpa, or The End of the Earth” (“Etidorhpa o El Fin de la Tierra”), de John Uri Lloyd, publicado en 1896. Aquí, el héroe, Johannes Llewellyn Llongollyn Drury, hijo de un ocultista mítico, es conducido a través de un reino subterráneo. Un extraño forastero, calvo y sin ojos, pero con una fuerza enorme, guía al héroe hacia el mundo de abajo donde, después de pasar por el obligatorio túnel oscuro, llega a una zona “de luz interior”.

 

En esta zona hay hongos venenosos gigantes, pterodáctilos y otros reptiles monstruosos; en otros lugares, a medida que va pasando de caverna en caverna, se le muestran otros misterios a Drury. Esta zona de “luz interior” es común a las narraciones que hablan del Reino Interior; muchas veces se dice que es un extraño resplandor verde que favorece el crecimiento desmesurado de las plantas en el sitio.

 

Es la misma iluminación mencionada por Verne y, curiosamente, es la que comúnmente se utiliza hasta en las tiras cómicas de la televisión en que sus personajes viven bajo tierra (como “Ruperto, el oso”). Los autores que tienen una inclinación más mística, citan esta luz arrancando de los mismos habitantes subterráneos, quizás rememorando al gran Buda sentado en su caverna, rodeado por la luz que sale de su propio cuerpo.


Por supuesto que las estructuras bajo tierra han cumplido también una finalidad, como la de ser útiles refugios en tiempo de guerra. A lo largo de toda la historia conocida los hombre han descendido bajo tierra para escapar de sus enemigos. Durante la invasión de los tártaros a Crimea, la gente se retrajo hacia estructuras subterráneas y se mantuvo a salvo de sus depredadores. Los sajones se supone que escaparon de los daneses ocultándose bajo la corteza terrestre, anunciada por las casas en la tierra construidas en Escocia y Ulster.

 

Mientras que los refugios subterráneos se han convertido en un aspecto importante de las guerras modernas.

 

En 1793 durante el levantamiento de los monárquicos contra los republicanos de Francia, hubo un uso extensivo de las estructuras subterráneas; Ann Pennick escribe (en “Deneholes and Subterránea”):

“En las guerras de La Vendèe del siglo XVIII, en los bosques de Meulac en Morbihan, ocho mil hombre se escondieron en un laberinto subterráneo. Había también un laberinto similar en la Selva de Misdon, también en Bretaña, donde una sociedad secreta llamada La gran ciudad se escondió del ejército francés."

Estos lugares son refugios excelentes, mientras no se los detecta; porque, una vez descubiertos, se vuelven trampas mortales. En las grandes guerras, los bunkers bajo tierra a menudo se transformaron en tumbas, cuando se les arrojaba un gas venenoso o petróleo encendido a través de una entrada descubierta. Pero, lo cierto es que cualquier estructura subterránea, construida o no para ese propósito, ha sido utilizada en tiempos de guerra.

 

El film polaco “Kanal” narra una historia de heroica resistencia contra los nazis en 1944, cuando los guerrilleros urbanos hacían uso extensivo del sistema de alcantarillado de Varsovia. Cloacas, sótanos, cuevas naturales y túneles de minas sirvieron en las guerras modernas como refugios de los bombardeos aéreos, pero durante la Segunda Guerra Mundial estos refugios se construyeron especialmente profundos, o se aumentaron los ya existentes cavando más hondo. Los más notables son los hechos en varias ciudades inglesas, las conocidas New Tube Shelters.


En la revista “The Engineer” (Londres, diciembre de 1942), hay una nota sobre estos interesantes New Tube Shelters; el 3 de noviembre de 1940, en un mensaje oficial transmitido por la BBC, el entonces secretario de Estado había anunciado que se iba a construir,

“un nuevo sistema de túneles que se eslabonarían a los subterráneos de Londres. Y se autorizaría la excavación de túneles en las provincias donde, con la ayuda de características naturales, esto podía hacerse económicamente."

En respuesta a esto, "Transportes de Londres recibiría financiamiento para construir refugios profundos en diez lugares. Dos de ellos no se realizaron por problemas técnicos, y finalmente se construyeron refugios en Clapham South, Clapham Common, Claphan North, Stockwell, Goodge Street, Camden Town y Belsize Park en la Línea Central. Con unos 360 a 420 metros de longitud, los refugios eran dos subterráneos gemelos de casi cinco metros de diámetro cavados debajo de las plataformas de las estaciones subterráneas ya existentes.

 

Tendidos entre 22.5 y 39 metros debajo de las calles de la ciudad, los accesos a los refugios eran pozos con escaleras de caracol. Los sitios elegidos fueron instalados de manera que los refugios pudieran conectarse después de la guerra para formar un nuevo ferrocarril subterráneo: se publicaron planos en 1946 y 1949, incorporando a los New Tube Shelters a este propósito, cada refugio estaba dividido en dos niveles y provistos de literas para dormir (ochocientas en cada refugio).

 

Una ingeniosa escalera de doble espiral daba acceso cerca de cada extremo del refugio: una llegaba al refugio superior y la otra al inferior. Diseñado para acomodar a 2.000 personas, cada refugio contenía ocho túneles con baños, cantinas, instalaciones médicas, sistema automático de protección en el suministro de energía y no menos de tres sistemas alternativos de teléfonos para funcionarios.


Esta verdadera ciudadela subterránea bajo Londres fue terminada en 1942, pero no se abrió al público hasta 1944, cuando comenzaron los ataques con bombas sobre la ciudad. Tres de los refugios nunca fueron abiertos al público, quedando en manos del gobierno para funcionarios especiales. El de Goodge Street fue reservado para el general Eisenhower y su estado mayor. Después de la guerra, los New Tube Shelters fueron utilizados para varios propósitos, pero para uso del ferrocarril subterráneo nunca se materializó.

 

Por el año 1951, el refugio debajo de la estación Chancery Lane, originalmente pensado como parte de un subterráneo de Camberwell a Euston, fue convertido en una central telefónica llamada Kingsway, que se mantuvo en secreto hasta 1972, cuando, para asombro hasta de los propios londinenses, se publicaron detalles en The Post Office Courier. La mayoría de los refugios de New Tube Shelters parecen estar hoy abandonados o en uso reservado, aunque se sabe que se guardan archivos de seguridad secretos en el de Belsize Park, y el de Camden Town lo usa regularmente la BBC para armar sets futurísticos de televisión, que hemos podido apreciar, una y otra vez redecorados, en otras tantas series de ciencia-ficción.


Vemos como las estructuras subterráneas naturales o fabricadas han cumplido un fin determinado, y están estrechamente ligadas a nuestra civilización y su avance tecnológico. También debemos recordar aquí otro aspecto: una relación marcada con un costado muy delicado de nuestro ser humano, porque el interior de la Tierra muy bien es también el centro de nosotros mismos. Hay varios indicios al respecto.


Conocida la más antigua narración conocida del viaje de los míticos Reyes Magos, "La caverna de los Tesoros", centra su narración en una entrada básica "al corazón de la Tierra": el Gólgota, "el sitio en que se reúnen las fuerzas de la creación", según cuenta este relato tradicional hebreo.

 

Según refiere esta historia, Adán, el primer hombre, después de haber sido expulsado del Paraíso, oye a Dios hablarle:

"Aquél que te sobreviva, tomará tu cadáver, lo transportará y lo depositará en el centro de la Tierra, en donde Yo le señalaré; pues allí tendrá lugar la salvación tuya y de todos tus hijos."

Pero antes de que Adán después de muerto fuera trasladado a ese centro de la Tierra, debería ser depositado su cuerpo en tránsito en La Caverna de los tesoros:

"Pero di a tus hijos que después de tu muerte deberán ungir tu cuerpo con mirra y depositarlo en la Caverna, en la cual os dejaré vivir desde hoy y hasta el tiempo en que acontezca vuestra salida de los alrededores del paraíso a la Tierra situada en el exterior."

Se narra que cuando Adán decidió unirse a Eva, tomó de los límites del Paraíso oro, mirra e incienso, y los colocó en la caverna; luego bendijo y santificó la Caverna, de forma que sería el santuario suyo y de sus hijos.

 

En la hora de su muerte, Adán le revela a Seth las instrucciones que le diera Dios con respecto a lo que debía hacer con su cadáver, siempre con la intención puesta en reunir los orígenes de la especie humana en un solo punto: el mismo centro del mundo:

"Cuando yo haya muerto, se deberá depositar mi cuerpo en la Caverna de los Tesoros. Y aquel que sobreviva de todos nuestros descendientes, deberá, en el día que se produzca nuestra salida de estas inmediaciones del Paraíso, llevarse consigo mi cadáver; y deberá transportarlo y depositarlo en el centro de la Tierra. Porque allí me será concedida la salvación a mí y a todos mis descendientes..."

La narración continúa diciendo que tras la primera rebelión de los hijos de Seth, que bajaron desde la montaña sagrada en las inmediaciones del Paraíso al campamento de los descendientes de Caín, el asesino, para disfrutar de los placeres de las mujeres de la llanura maldita, entonces acaeció el gran diluvio. En la montaña sagrada entonces sólo quedaban Noé, sus hijos y sus mujeres. Para salvarse recibieron instrucciones de cómo construir una embarcación sólida, en la que además debían albergar "el cadáver de nuestro padre Adán, y oro, incienso y mirra rituales."

 

En la antiquísima narración aparecen luego signos tecnológicos, cuyos detalles no encajan en el mundo primitivo de entonces. Leemos así que cuando el Arca de Noé estuvo cerrada y sellada, el Angel del Señor se ubicó en su techo como timonel y entonces el arca,

"voló con las alas del viento por encima de la corriente, de este a oeste, y describió una cruz sobre las aguas. Y el arca voló por encima del agua durante 150 días y llegó a un lugar de reposo en el séptimo mes."

Cuando Noé, después de haber salido ya del arca y de haber vivido aún trescientos cincuenta años, sintió próxima la hora de su muerte, llamó a su primogénito Sem y le dijo en secreto que cuando él hubiera muerto, entrara en la barca en la cual habían sido salvados y sacara de ella el cadáver de Adán.

"- Ningún hombre debe observarte durante esta acción -le dijo-. Debes llevarte a Melquisedek, y depositar el cadáver de Adán en el centro de la Tierra. Para llegar a este punto central, observa que el ángel del Señor os precederá y os mostrará el camino que debéis hacer, y también el lugar en el que debe ser depositado el cadáver de adán, o sea, el punto central de la Tierra; allí se reúnen cuatro cabos; pues cuando Dios creó la Tierra, su fuerza corría delante de ella, y la tierra, procedente de cuatro lados, corría detrás de ella como los vientos y las suaves brisas; y allí se detuvo y descansó su fuerza.

 

Allí se consumará la liberación para Adán y para todos sus hijos. Desde Adán hasta nosotros ha sido transmitida esta historia a través de todas las generaciones. Piensa que esta historia ya no volverá a ser explicada entre ninguno de todos vuestros descendientes; pero tú sube y tómalo y deposítalo secretamente allí en donde Dios te lo mostrará, hasta el día de la salvación."

Muerto Noé, Sem se dispuso a cumplir las palabras de su padre. Se despidió de los suyos sin revelarles el motivo ni el destino real de su viaje, y salió por la noche de su pueblo con Melquisedec, apareciendo, según la narración, el Ángel envuelto en una atmósfera que no deja de parecer tecnológica:

"Y el ángel del Señor se les apareció y les precedió en su camino: y su camino fue muy fácil porque el ángel del Señor los fortificaba, hasta que llegaron al lugar señalado. Y cuando arribaron al Gólgota, que es el punto central de la Tierra, el ángel le mostró a Sem este lugar. Y cuando Sem hubo depositado el cadáver de Adán en la parte superior de este lugar, se separaron cuatro partes, y la tierra interior se abrió en forma de una cruz, y Sem y Melquisedek depositaron el cadáver de Adán en el interior. Y en cuanto le hubieron depositado allí dentro, se movieron los cuatro lados y encerraron el cadáver de nuestro padre Adán y se cerró la puerta de la tierra externa."

Una vez depositado el cadáver de Adán bajo estas compuertas automáticas, Sem regresó a su lugar de origen, ordenándole a Melquisedek que jamás se moviera del emplazamiento. El Gólgota pronto fue llamado "lugar del cráneo", simbolizando que allí fue sepultada la cabeza de todos los hombres; Orígenes en sus Comentarios al Evangelio de San Mateo afirma que al Gólgota se le llamaba así por estar enterrado Adán. A partir de este enclave se construye posteriormente la ciudad de Jerusalén.

 

Finalmente, sabido es que el nombre del primer hombre es Adán, y los textos bíblicos hablan de Jesús Hijo de María como el segundo hombre o último Adán. Cuando en el Gólgota se erigió la cruz para Jesús, y cuando crucificado el Mesías hieren su costado con la lanza, como narra La Biblia, de su costado fluyeron sangre y agua, que penetraron la tierra y llegaron más abajo a tocar a Adán, sirviendo de bautismo para él, y por consiguiente, para sus descendientes.

 

Entonces se abrió la puerta del centro del mundo, y, por Jesucristo, permanece hasta ahora abierta.



CORRESPONDENCIA CUATRO

V.M., México, D.F.:

“Los lugares más importantes de la cristiandad primitiva eran subterráneos. El legendario establo interior en que nació Jesús, en Belén, es histórico, y el sitio en que recibió sepultura, en Jerusalén, fue una tumba cavada en la roca. Estos dos lugares, junto a la cripta de Eleona, en Jerusalén, que fue el primer santuario dedicado a la Ascensión, conforman las tres “grutas sagradas” de Tierra Santa. Sobre cada uno de los tres se erigieron iglesias suntuosas y muy trabajadas en la época de los emperadores bizantinos.

 

Sobre la cueva que también era establo fue construida la Iglesia de la Natividad; sobre la tumba de Jesús se erigió la iglesia circular del Santo Sepulcro, que se consideró el centro del mundo; y sobre la gruta de Eleona, Santa Elena mandó construir un sólido santuario. Además de estas tres, los cristianos reverenciaban otra importante gruta de Jerusalén: la Capilla de la Invención de la Santa Cruz. Allí, de acuerdo con la tradición, Santa Elena recibió la divina revelación del lugar en donde se ocultaba la verdadera cruz de Cristo. La cruz, que había sido enterrada intacta, fue excavada de una estructura subterránea, fue santificada y se convirtió en la cuarta gran gruta.

 

La cruz más tarde, fue desmembrada y dividida en partes que se repartieron por las iglesias de la cristiandad. Con una tradición tan fuerte de celebrar el culto subterráneo, reforzada por las extensas catacumbas romanas, no es extraño que los lugares de devoción bajo tierra siempre hayan jugado un papel muy importante dentro de los espacios santos cristianos. Desde la Gruta de la Natividad hasta la Gruta de Lourdes, los devotos han descendido dentro de la tierra para reverenciar los sagrados personajes de la historia cristiana”.
 

A.J., Los Angeles, California:

“No carece de riesgo entrar a un lugar subterráneo. Las leyendas de Orfeo y otros que penetraron en el reino interior tienen cierto paralelo con las prácticas rituales que se realizan en estructuras y cuevas naturales, en que se perciben las cualidades numinosas de la tierra. Efectivamente, a menudo recintos subterráneos fueron refugio de oráculos, como ocurría con la Gruta de la Sibila en la antigua colonia griega de Cumas en Italia o la cueva de Ramahavaly en Andringitra, Madagascar.

 

Muchas estructuras subterráneas legendarias fueron vinculadas con el mundo superior tanto como con el mundo inferior (con el Paraíso como con el Infierno). Aunque generalmente se las ubicaba en el punto donde se creía que los tres mundos: el superior, el medio y el inferior, se conectaban por medio del eje del mundo, el omphalos central que vincula todo el tiempo y el espacio en un solo punto.


Desde siempre la idea de un eje en el Universo, la existencia de un Ser Único Primordial, ha inflamado la memoria ancestral. Y esta idea de ofrenda al Punto único ha inspirado incontables templos subterráneos; de hecho algunas corrientes sostienen que Agharthi es, en sí, la idealización de una ciudad-eje-madre, acunadora como el corazón mismo de la Tierra. Preservadora de lo mejor. Así, en la práctica fueron excavados amplios espacios en la roca viva de un estilo que reproducía hasta en el mínimo detalle a los templos que se construían en la superficie.

 

Todos y cada uno de los rasgos arquitectónicos fue labrado directamente en la roca, sin que se hiciera ningún tipo de construcción. Algunas estructuras se han hecho de vastas dimensiones, como en Ellora, India, donde un yacimiento arqueológico cuenta 34 templos budistas, brahmánicos y jainies en un túnel de casi diez kilómetros de largo. El templo Kylas es quizás el más hermoso porque está ricamente tallado, imitando la más bella arquitectura hindú. En Bihar, al sur de Nepal, hay bellísimas construcciones sagradas subterráneas, conocidas como “chaitya”, como la ubicada en la cueva de Nigope, construida alrededor del año 200 antes de nosotros.

 

Este chaitya tiene la forma de los vestíbulos, uno rectangular de 9.9 metros por 5,7 metros y el interno, circular de 5,7 metros de diámetro. Otros chaityas posteriores tenían una forma más madura, similar en su planta a las basílicas cristianas. Un chaitya cerca de Poona, estado de Bombay, tiene un primer atrio anterior detrás del cual hay un espacio, dividido por columnas, que forma una nave principal y dos naves laterales y termina en un ábside semicircular que contiene el verdadero santuario.

 

Este templo penetra en la roca en una longitud de más de 37 metros. Los llamados “viharas” o monasterios viejos también estaban tallados en la roca, y divididos en celdas o cámaras: podían elevarse varios pisos dentro de la roca, con pasajes que los interconectaban.


Sin embargo, superando aún a los templos y monasterios de India, están los restos de tumbas y templos subterráneos de los nabateos en Petra, Jordania. Son notables como estructuras cavadas en la roca; hay fachadas clásicas complejas y sofisticadas esculpidas en la piedra viva, y detrás de ellas, extensas excavaciones que penetran en las montañas de piedra arenisca. De los muchos monumentos tallados, el más notable es el del faraón Khazneh, también llamado el Tesoro del Faraón; se cree que puede ser o la tumba de un rey nabateo o un santuario a la Madre Diosa Allat. Su fachada corintia surge como un palacio fantasmal en medio de la superficie tosca y sin pulir del farellón.

 

Las divinidades que adoraban los nabateos (una de las tres grandes civilizaciones árabes pre-islámicas) estaban íntimamente ligados con la Tierra. Sus principales deidades eran Dushara y Allat; el primero, que era un Dios, estaba simbolizado por un bloque de piedra o un obelisco, mientras que la segunda, una Diosa, estaba asociada con los manantiales y el agua. Dushara era el Dios tutelar de las montañas en que fue cavada Petra. Su culto estaba íntimamente sujeto al culto solar de los lugares altos y de las piedras erguidas o megalíticas y, en el siglo tercero, el templo de Ed-Deir, también cavado en la roca, era un nicho que contenía una cuenca para recoger la piedra en bruto que simbolizaba a Dushara.


La adoración a las piedras en bruto u obeliscos en los santuarios subterráneos está relacionado paralelamente con los ritos misteriosos de los heréticos Caballeros Templarios. Cuando la cristiandad se extendió hasta Petra, borraron mucho de la antigua religión: en Petra, como en Grecia, Roma y Egipto, los templos antiguos fueron convertidos en iglesias. Cerca del santuario de Ed-Deir dedicado a Dushara, se encuentran los restos de ermitas cristianas cavadas en la roca, y en la parte subterránea del propio templo están talladas unas pocas cruces pequeñas que anotan su propia historia de la cristianización.

 

Pero la gran era de las magníficas construcciones en la roca había terminado para entonces en la región.


En nuestra época, las construcciones subterráneas también se han hecho espléndidas como excusa de ofrenda al misterio de la muerte. Muchos personajes de la realeza y dinastías enteras están enterradas en catedrales y mausoleos construidos bajo tierra. Entre las más notables criptas sepulcrales esta el Panteón de los Reyes en el monasterio de El Escorial, en España.

 

Construido directamente debajo del altar mayor de la basílica, el Panteón de los Reyes es una cripta octogonal de algo más de 10 metros de diámetro, pródigamente decorada con mármol y jaspe de Tortosa y Toledo. Construido para contener los cuerpos de los reyes españoles, mantiene su vigencia hasta ahora; su fundador, Felipe II, falleció antes de que pudiera comenzar la obra; su hijo, Felipe III, comenzó los trabajos en 1617, bajo la dirección del maestro arquitecto Juan Gómez de Mora, que completó la obra en menos de dos años, pero en 1621, al fallecer Felipe III afloró un manantial de agua en la cripta, directamente debajo del altar mayor, inundando completamente el recinto.

 

El Panteón no pudo ser drenado hasta 1645, y consagrado finalmente por Felipe IV en 1654. El afloramiento de un manantial debajo del altar mayor demuestra su ubicación geomántica: muchas construcciones bajo tierra están ubicadas sobre poderosos manantiales ciegos, y en El Escorial esta tradición está comprobada.”
 

R.V., Simi Valley, California:

“Se sabe perfectamente que el hombre primitivo, en una época, vivía en las cavernas naturales, pero existen también algunos rasgos desconocidos de perforaciones, que han quedado en un pasado olvidado. Norteamérica tiene evidencia de algunas de las más tempranas excavaciones conocidas; sus orígenes no se saben, pero respecto a su antigüedad hay bastante certeza. En la revista “Coal Age” (febrero de 1954) apareció un informe sobre un descubrimiento hecho durante excavaciones en la mina de hulla Lion, en Wattis, Utah.

 

Allí los mineros irrumpieron en un sistema de excavación preexistente que es tan antiguo que los residuos de carbón que quedaban se habían oxidado, al punto de quedar inutilizada la dotación de carbono 14. En agosto de1953, John E. Wilson y Jesse D. Jennings, de la Universidad de Utah, comenzaron la exploración de esta antigua ruta subterránea, que se mantiene hasta ahora: los túneles tienen por término medio dos metros de altura y siguen el filón de la hulla exactamente como se hace en las minas actuales: cada ciertos tramos hay cámaras para depositar el mineral antes de transportarlo a la superficie; se han excavado túneles excepcionalmente amplios, de tres metros de altura, a más de 2.500 metros de profundidad.

 

La identidad de estos antiquísimos exploradores se mantiene aún en el misterio, porque ninguna tribu americana local conocía el uso del carbón, ni existían recuerdos tribales de él. Las minas como muchos antiguos artefactos en Norteamérica, se mantienen como enigmáticas reliquias de antes que nuestros “pieles rojas” se hicieran nómadas. Antiguas construcciones subterráneas se han recreado a medida de las fortalezas, como para época de guerra, inexplorados más allá de la profundidad de los búnkers, que culmina en aquella que puede resistir ataques nucleares.

 

Probablemente el más extenso de estos últimos es el bajo Cheyenne Mountain, en Colorado, donde está una terminal de las computadoras y un centro de control de las armas de USA, a más de 800 metros bajo tierra. Los alojamientos son similares en todos lo búnkers: edificios subterráneos de concreto, de varios pisos, apoyados sobre resortes que les permite recibir el impacto directo de un arma nuclear.”
 

E.J., San Diego, California:

“A diferencia de otras personas que dicen haber penetrado al reino subterráneo, la exploradora Helena Blavatsky retornó sana y salva. De los más naturalmente, nunca más se supo. Porque lo normal es asociar a un posible mundo bajo nosotros con el lugar donde mora la muerte, que nos recibe al partir del reino exterior éste en que vivimos. En el período arcaico, las cavernas estaban habitadas, pero, como en todas las esferas del comportamiento humano, el hombre comenzó a mejorar la naturaleza.

 

En este aspecto, la muerte se incuba con temor a cierta memoria ancestral del inconsciente; de aquí es que podría surgir el mito de Agharthi, como un lugar de sombras, del que no cualquier explorador regresa, pero al que puede convenir visitar por un posible tesoro oculto (debido a que el hombre, por una naturaleza que le es propia, aún en la mayor oscuridad aspira a ver la luz, un poco). La construcción de caminos para llegar al interior escondido fue en principio, y hasta ahora, una búsqueda de utilidad. Las cavernas fueron alteradas o extendidas según la conveniencia de sus habitantes. No todas las cavernas naturales están en el lugar adecuado, así tuvieron que hacerse estructuras totalmente artificiales, y continúan haciéndose, desde simples cavidades en una ladera hasta el más complejo sistema del tren subterráneo.

 

El cavar en la tierra produce, secundariamente, el material de la excavación, que puede tener un valor intrínseco en sí mismo. La minería se originó cuando se siguió un valioso filón, que llevó al afortunado excavador a usar una sofisticada tecnología de extracción que ha continuado desarrollándose hasta el presente. En los primeros tiempos, las técnicas eran básicas, pero de enorme significado. En Grimes Graves, las primeras minas de pedernal de Gran Bretaña, los pozos y túneles se excavaron a través de la greda valiéndose de picos confeccionados con astas de ciervos.

 

El simbolismo de la cornamenta como emblema del principio masculino es ampliamente conocido, y por ello quizás haya sido apropiado que fueran las primeras herramientas que hayan penetrado en el cuerpo terráqueo. El simbolismo es obvio, y aún ahora, en ciertas regiones, los mineros practican muchos rituales y supersticiones. Desde siempre la técnica de excavación ha sido apreciada y el minero visto con respeto, como un temerario explorador dentro del reino subterráneo, enfrentado a los poderes ocultos de la Tierra, tanto los físicos como los inmateriales.

 

Tradicionalmente se supone que toda clase de seres habitan los caminos minerales interiores, gnomos, duendes y presencias desconocidas que convierten las minas en lugares de gran peligro espiritual, además del inminente del derrumbamiento. En Europa abundan historias repetidas en diferentes lugares: el niño que toca el violín, el tambor o la flauta y entra a través del peligroso paraje hacia el interior de la caverna y no vuelve jamás; el animal que entra por un extremo del túnel y aparece, sorpresivamente, a varios kilómetros de distancia, algunos días después; los tesoros enterrados y los espíritus guardianes de esos tesoros, que, en Inglaterra, se convierten en el mismo ejército durmiente de los caballeros del Rey Arturo esperando ser despertados.


A menudo aparecen túneles insospechados que hunden calles enteras o edificaciones, que no pocas veces están acompañados de tragedias. En 1961, toda una calle en el distrito Clamart de París se hundió, con quienes lo habitaban; la causa del desastre fue un túnel desconocido que pasaba a través de la calle, cuyo techo se había desintegrado. Se sabe que París es una especie de panal con una vasta red de túneles, algunos de los cuales datan del período galo.

 

Algunos son minas abandonadas de donde se extrajo la mayor parte de las piedras con las que se fue construyendo la ciudad. Las más antiguas exploraciones subterráneas europeas son, probablemente, las más viejas del mundo. Ya existían fundiciones de cobre en los Balcanes hace 6.000 años, y en Austria abundan restos de minas anteriores a nuestra era. En Inglaterra, como las citadas de Grimes Graves, algunas minas eran comúnmente explotadas 2.000 años antes de nosotros.


Muchos túneles subterráneos han sido descubiertos al hacerse las excavaciones para el tren subterráneo. En París, la construcción de una línea del metro debajo de Buttes Chaumont dejó al descubierto una mina de yeso, con galerías que se extendían unos 40 metros debajo de la superficie.

 

Los constructores del tren subterráneo de Roma han tenido que lidiar con infinidad de construcciones bajo la Tierra, especialmente en el distrito entre San Pietro in Vincolo y la Via Cavour. La construcción de la segunda línea del metro en Roma se atrasó no menos de 13 años, debido a los túneles que no estaban registrados.

 

Otros túneles fueron descubiertos recientemente, pero no se sabía de ellos: en Nueva York y Londres, los trabajadores del metro se encontraron repentinamente frente a túneles experimentales para la instalación de trenes bajo la superficie, que datan de mediados del siglo XIX. Otras veces han ido saliendo a la luz construcciones subterráneas legendarias: en 1902, la Sociedad Arqueológica de Moscú se opuso al proyecto de construcción del metro sosteniendo que una construcción subterránea violaría el terreno consagrado de los antiguos monasterios; cuando finalmente, durante el gobierno de Stalin, se comenzó a excavar para el metro surgió una verdadera conejera de túneles, que correspondían a la buscada Ciudad Secreta de Iván el Terrible.

 

En la Ciudad de México se hacen corrientemente nuevos descubrimientos de construcciones bajo tierra, incluso algunas que la tierra misma se había tragado, como el fabuloso Templo Mayor de los aztecas, una compleja ciudadela sagrada enterrada en pleno centro de la ciudad. Bajo las modernas ciudades del siglo XX vemos como se fusionan los antiguos y modernos caminos subterráneos, unos tropezando con los otros, evocando una encarnación posible del reino bajo la tierra.”
 

P.Q., San Isidro, California:

“La entrada al reino subterráneo necesita un guardián únicamente porque existe gente valiente al extremo de querer penetrar en él. En Gran Bretaña, el que se enfrenta a lo desconocido generalmente es un violinista que, a veces, es ciego. En Escocia, el que se atreve es un gaitero. La leyenda conocida como la historia de la Cueva del Gaitero O'Gowend en Galloway, fue registrada en 1800 por el ministro de la parroquia A. MacCulloch, y repetida en el Statistical Account publicado en Wigtown en 1841.

 

Dice:

“Cuevas: Hay un buen número de ellas en las playas salvajes de Colvend. La principal de todas se conoce como Piper's Cove, debido a una leyenda sobre un gaitero que intentó explorarla. Entró tocando su gaita y continuo tocando bajo tierra hasta que llegó a Barnbarrach, a más de seis kilómetros de distancia de la boca de la cueva. Allí el sonido cesó y nunca más se tuvieron noticias sobre el desafortunado trovador.”

John MacTaggart describe la misma cueva en la Scottish Gallovidian Encyclopaedia:

“Está situada en una playa solitaria y frecuentemente se escucha el sonido de gaitas en su interior; algunos piensan que el gaitero es un diablo, otros fantásticos relatos dicen que el músico es una especie de fantasma que reverencia la memoria de los exploradores fallecidos, que antiguamente fueron perdiéndose en el olvido, tragados por los caminos subterráneos”.

Cuando se estaban haciendo las excavaciones para construir el sistema de aguas corrientes y de drenaje en Portpatrick, alrededor del año 1900, los trabajadores “dieron con un gran espacio en forma de caverna, exactamente en el lugar donde se decía que se escuchaban los sonidos de la gaita tocada por el fantasma” (J. Maxwell Wood, en Witchcraft and Superstitious Record in the Southwestern District of Scotland, 1911).

 

Hoy se sabe que hay un túnel que corre por más de un kilómetro y medio desde el castillo hasta el edificio de District Nurse, en el puerto de Portpatrick. Muchas veces se ha sugerido que las leyendas escocesas sobre los gaiteros podrían haberse originado en los misteriosos sonidos provocados por las ráfagas de aire comprimido en las cuevas, cuando el aire se ve forzado a escapar a través de las fisuras de la roca, y al salir produce sonidos fantasmales semejantes a gemidos.


Los ascetas misioneros de la primitiva Iglesia eligieron a menudo cuevas naturales, especialmente en Escocia, donde algunas llevan aún nombres que atestiguan el uso religioso que le dieron en otro tiempo; cerca del lago Kilkerran está St Kieran's Cave, en Wigtown está St Ninian's, y en Holy Island in the Clyde (la iglesia santa) está la cueva de St Moloe llena de inscripciones rúnicas y cruces talladas.

 

San Adrián y su grupo de monjes vivieron en una cueva en Caplawchy in Fife, y la famosa cueva de St Rule en St Andrews fue inmortalizada por Sir Walter Scott en “Marmion” (Canto I, 29) donde describe a un peregrino que profesaba culto allí:

To fair St Andrews Bound / Within the Ocean cave to pray,/ Where good St Rule his holy lay / From midnight to the dawn of day / Sung to the billows / sound. (Partiendo hacia el bello San Andrés / a orar dentro de la cueva del Océano,/ donde el buen San Rule su santa canción / desde medianoche hasta el amanecer del día / cantaba al sonido de las olas.)

En la playa, a pocos kilómetros del monasterio de Whithorn, en la costa agreste escocesa de Galloway, a cien kilómetros al oeste de Carlisle, está la cueva de Physgyll; los lugareños la asocian con San Ninian, que la usaba como retiro, y fue descrita en un poema de Whithorn en el siglo VIII como un “horrendum atreum”, es decir, una caverna aterradora: Physgyll es la típica estructura subterránea sagrada por servir de cobijo a santos ascetas de la iglesia céltica primitiva, antes de que se estableciera cabalmente como un brazo del Estado, y las ermitas públicas pudieron construirse sin temor.

 

Sin embargo, a diferencia de las iglesias, las ermitas subterráneas generalmente no estaban dedicadas a un santo especial, eran más bien una manera de ofrenda a la tierra en su fortaleza, así, cuando la estructura subterránea ha cobijado a varias gentes ilustres, perdiéndose su nombre en el pasado, simplemente se le llama San Pedro (“La Roca”).

 

La conexión con Pedro no viene únicamente del significado de este nombre: piedra, roca; también el atributo de San Pedro como poseedor de las llaves que abren a lo oculto, es apropiado conectarlo con el reino subterráneo. Este otro nombre que se da al guardián de la entrada a Agharthi, es la cristianización del mito, y surge en diversos sitios de Europa en un periodo similar, alrededor del siglo X, principalmente en Gran Bretaña y Alemania”.
 

G.Ch., Guadalajara, Jalisco:

“Explorar una caverna no es cosa fácil. Menos aún si ésta no ha sido visitada en siglos, cuando existe franco riesgo bacteriológico para las personas. La flora que vive en los caminos subterráneos está compuesta principalmente por bacterias perjudiciales a nosotros, pero importantes en la degradación de detritos orgánicos y que al mismo tiempo son fuente alimenticia para otros organismos.

 

El extendido hongo que surge del guano de murciélago, entre muchos, el Histoplasma capsulatum, despide unas esporas que si se introducen en nuestras vías respiratorias y llega a los pulmones produce la llamada histoplasmosis, enfermedad sin cura conocida y de consecuencia terminal rapidísima. Sin embargo, en su propio medio subterráneo sirve de alimento a otras formas animales que viven en el mundo sin sol; en que los vegetales verdes se encuentran, a veces, en sitios de penumbra, pero siempre cerca de la entrada de las cuevas.


En la sierra de El Abra que corre de norte a sur en los estados de Tamaulipas y San Luis Potosí, se encuentra la legendaria cueva de Los Sabinos, donde existe una fauna muy interesante. Entre algunos de los organismos que la habitan están las crustáceos Speocirolana pelaezi, Spherarmadillo cavernicola y Brackenridgia bridgesi.

 

En la clase de los arácnidos hay un buen número de ejemplares, como el Hoplobunus boneti. Dentro de los insectos se encuentra una gran cantidad de coleópteros, dípteros y grillos de la especie Paracophus apterus, troglófilo común en varias otras cuevas de la región (como La Cueva Chica, la cueva El Pachón y las grutas de Quintero). Los mamíferos se hallan representados por murciélagos y vampiros.


Allí también habita el pez ciego (Astyanax hubbsi), con su sentido de la visión perdido en el proceso evolutivo por falta de uso, del cual le envío una foto. El establecimiento de los peces ciegos mexicanos en algunas de las cuevas de San Luis Potosí y Tamaulipas, según la opinión de la mayoría de los científicos que los han estudiado, se debe a una mutación que provocó la reducción de los ojos de una manera muy notable en el Astyanax fasciatus que vive en los ríos de la superficie y que es el ancestro de las especies ciegas.

 

Esta reducción ocular que fue originada por una variación genética, es desfavorable en el ambiente natural en que habita este pez, pero alcanza un valor de supervivencia en las aguas subterráneas de una caverna. Aunada a la carencia de visión, se produjeron otros cambios como lo son, una fina percepción sensorial de tipo táctil y vibratorio, agudeza en el olfato y magnífica capacidad de orientación. En las cavernas no tienen depredadores y su continuidad está casi asegurada.

 

Muchos seres troglobios, o sea residentes permanentes de las cavernas, son testimonios de antiguas poblaciones habitantes de la superficie hoy desaparecidas, por lo que se les considera “fósiles vivientes”.


Por lo tanto, explorar cualquier caverna sin la debida preparación, implica no sólo riesgo para el buscador, sino también para las especies que la habitan. Implica información y recursos. Así, se comprende que muchos exploradores hayan desistido, aunque sea, generalmente, por falta de medios que impide el conocimiento científico y frena el seguimiento.

 

Si uno lee, por ejemplo, a Madame Blavatsky, percibe que era alguien que manejaba relativa información, aunque, en verdad, nunca tuvo fortuna personal que le permitiera realmente explorar Agharthi, donde fuera que estuviera una puerta de entrada. Sin embargo, la tradición dice que ella, realmente, estuvo en el reino subterráneo, entró en varias cavernas y se perdió un tiempo en la boca oscura de una de ellas.

 

Solía contar el coronel Olcott, compañero de viajes de Helena Blavatsky, que habían entrado a una capilla o santuario cavado en la roca, cuando quedó absorbido,

“por la vista imponente de la boca de la cueva. Al reaccionar, percibí que Blavatsky había desaparecido. Escuché el estrépito lejano de una puerta pesada al cerrarse, aunque no pude distinguir dónde estaba esa puerta. Era tal la oscuridad. ¡Cómo añoré, entonces, un buen equipo de luz portátil más moderno que mi linterna! Registré la capilla, pero no vi ningún lugar donde Helena pudiera haber ido. Media hora más tarde, ella apareció súbitamente y dijo que había atravesado una puerta, donde conversó, con uno de los maestros guardianes, que anuncian a la profunda Agharthi, dentro de la roca”.

Si aceptamos esta historia en lo que dice, o si la descartamos como una fantasía, de todas maneras, su parte de contenido simbólico concuerda con otras narraciones que hablan de vida más debajo de nosotros. La ciencia, al fin, jamás ha negado la existencia de vida interior, de hecho, la estudia. En verdad, no es dudoso pensar que la verdad quizás descansa en el fondo de un pozo.”
 

Ch. G., Phoenix, Arizona:

"Los enanos de la mitología nórdica vivían en un mundo subterráneo, gobernados por su propio rey: Alberico. A ellos la luz del día los convertía en piedras, por lo que solamente salían de sus construcciones interiores cuando era de noche. Es la razón de que, aún ahora, lo normal es que estos seres pequeñitos, gnomos, duendes, se vean sólo de noche. Aunque no pueden alejarse demasiado del sitio en que está la entrada a su mundo, menos de una media noche, cuando deben regresar antes de la luz del día.

 

Se dice que son grandes mineros y artesanos que trabajan metales y, naturalmente, tienen un conocimiento secreto sobre el tesoro subterráneo, como la ubicación de vetas preciosas. Se sabe que el minero que cree en ellos, encuentra su veta, aunque nadie asegura haberlos visto alguna vez. Recuerdos de ellos han quedado en innumerables poblaciones construidas bajo tierra, que son un testimonio de la pequeñez de sus habitantes. El tamaño tan reducido de las casas encontradas durante hallazgos arqueológicos realizados a partir del siglo XIX, los confirman.

 

Por ejemplo, en tierras de Escocia y de Ulster, James Farrer encontró una de estas construcciones en la isleta conocida como Holm of Eday, en las Orcadas, en 1855, y señaló:

“Mientras que el tamaño de las piedras usadas en las construcciones evidencian una gran fuerza física de parte de los constructores, las habitaciones tan pequeñas y angostas parecen indicar una raza diminuta”.

Otro arqueólogo, J.R. Tudor, en su informe “The Orkneys and Shetland”, 1883, se preguntaba:

“¿Qué tamaño puede haber tenido la gente que ha gateado a través de los túneles que parecen para conejos, como son los pasajes que llevan a sus construcciones bajo la tierra?”.

Una arqueóloga de Ulster, Mary Hobson, en 1907, leyó en una reunión de la Asociación Británica en Leicester su informe “an Account of Some Souterrains in Ulster”, en que dice:

“Las entradas son pequeñas, pero las aberturas para pasar de una cámara a la otra son todavía de menores dimensiones: son demasiado pequeñas para dejar pasar a un hombre de estatura mediana; una persona tendría que tenderse para poder atravesarlas, y aún así, el ancho no permitiría que pasaran más que los hombros de una mujer o un niño.


Es obvio que nadie construiría edificios donde no pudiera entrar él mismo, así que debemos deducir que las proporciones de los constructores estaban de acuerdo con las de las construcciones. Y se han encontrado numerosos vestigios de haber sido habitadas por humanos, así que la sugerencia de que han sido construidas como receptáculo para los espíritus tampoco funciona”.

Parece ser que la antigua raza de habitantes de Escocia y de Ulster era comparable, en características y estatura física, con los esquimales modernos. El antropólogo Charles H. Chambers, escribió en 1864 en la Anthropological Review:

“Pienso que la raza que habitaba las costas septentrionales de Europa era semejante a los lapones, finlandeses y esquimales, de bajo tamaño físico, lo que ha dado pie a muchas de las historias de enanos, gnomos y hadas que existen en las sagas escandinavas.”

En 1863 se hizo el descubrimiento de veintisiete calaveras humanas en la isla de Burray, Orcadas, que quedó registrado en el número de ese año de The Prehistoric Annals of Scotland, en que se dice que estas calaveras “son de seres humanos extremadamente pequeños, del tipo esquimal, de cabeza corta y ancha.”


Lo cierto es que la mitología del reino subterráneo suma muy diversos tipos antropomorfos, así como cosmogonías diversas. Por ejemplo, el mundo subterráneo de los griegos tiene una estructura compleja y jerárquica, y está dividido en dos áreas: Erebo, donde se enviaba a las almas de los muertos para que esperasen, y el Tártaro, una parte más profunda e impenetrable. Varios ríos dividían estas zonas del mundo de los vivos.

 

El primero era aqueronte, a través del cual el barquero Corante transportaba las almas de los difuntos a cambio de una retribución: la moneda que tradicionalmente se coloca en la boca o sobre los ojos de los muertos. Si no podían pagar al barquero, el alma estaba perdida y quedaba para siempre en el limbo sobre las orillas de Aqueronte.

 

Otros ríos del mundo subterráneo eran Leteo, el río del olvido; el Estigia, junto a cuyas aguas los Dioses hacían juramentos de terrible poder; Cocito, el río de los quejidos, y Flegetonte, el río del fuego. Una vez en el Erebo, las almas de los muertos eran juzgadas por tres magistrados: las malditas eran enviadas más abajo, al Tártaro, y las almas salvadas iban al paraíso de los Campos Elíseos. Esta estructura está muy cercana a la exégesis de la estructura del infierno en la religión cristiana, lo mismo que la primitiva concepción cristiana que derivaba de ella, que sobrevive en los mitos de todo el mundo, que habla de que ciertos héroes pueden haber penetrado en aquel reino.

 

El descenso de Orfeo (en búsqueda de Eurídice), de Hércules (cumpliendo su prueba de valor) o del mismo Jesús al inframundo, para rescatar a los justos, resuena en múltiples narraciones. Una vieja historia folklórica escocesa, “La leyenda de Childe Rawland”, data del siglo XVIII formalmente, pero, con certeza, es muy anterior.

 

De hecho, una parte de ella aparece en los delirios de Edgardo, “El Rey Lear” de Shakespeare, que fue publicada en 1604. Hoy la historia se narra así:

“Erase un rey que tenia cuatro hijas: una mujer, Burd Ellen, y tres varones, el menor de los cuales era Childe Rowland. Ocurrió que mientras estaban jugando a la pelota, en el techo, ésta fue arrojada fuera por sobre el tejado, y Ellen fue enviada a buscarla. Como ella no volvía, fue a buscarla por turno cada uno de sus hermanos, hasta que fue enviado Childe Rowland. Sucedió que Ellen había sido capturada por el monarca del Reino de los Elfos, y la habían llevado prisionera dentro de un monte verde.

 

Childe Rowland caminó alrededor del monte tres veces en dirección contraria a las agujas de un reloj, luego dijo: “¡Abrete puerta!”, y entonces milagrosamente apareció la abertura de una oscura caverna. Al entrar se dirigió a la ante-cámara del rey de los Elfos, donde encontró a su hermana viva, pero a sus hermanos muertos. Cansado por la larga caminata, le pidió a su hermana algún alimento y ella, influida por el Rey de los Elfos, se lo trajo. Justamente cuando estaba a punto de comerlo, Rowland recordó que comer en el inframundo era quedarse atrapado allí, y arrojó la comida al piso.

 

Al haber fallado la magia, el propio rey entró precipitadamente portando armas y gritando:

“¡With Fie and Foe and Fum,/ I smell the blood of a Christian man,/ Be he dear, be he living, with my brand,/ Íll dash out his harns (brains) frae his harn-pan!"

(¡Con Fie y Foe y Fum,/ yo huelo la sangre de un cristiano./ Esté muerto o este vivo, con mi espada / le arrancaré el cerebro del cráneo!).

Pelearon, y Rowland venció al Rey de los Elfos, quien permitió liberar a Burd Ellen y volver a la vida a sus hermanos muertos. Una vez que esto se cumplió, Rowland le perdonó la vida al rey, y los cuatro se alejaron del reino dentro de la piedra y volvieron a casa sanos y salvo. El caso es que a pesar de que las leyendas del reino subterráneo son complejas y misteriosas, preservan ciertos hechos históricos.

 

El origen de algunas de estas historias puede estar en la memoria popular de una época anterior, mientras que otras pueden provenir de experiencias mágicas o chamánicas en un plano psíquico. Otro tipo de leyenda puede tener su origen en visiones fugaces de ritos practicados debajo de la tierra, que desde siempre han producido en los vecinos cierto espanto.

 

Hoy en día, el tren fantasma de los parques de diversiones es el último resto que queda de los terrones subterráneos de los neófitos. Porque la mayoría de las sociedades religiosas en nuestros días no pueden darse el lujo de tener cámaras iniciatorias construidas bajo tierra; así los modernos francmasones encuentran que vendar los ojos durante un rito determinado es un sustituto aceptable.


Como lugares de iniciación ciertas construcciones subterráneas deben de haber sido lugares de poder sagrado. Este poder puede ser que exista allí naturalmente, o que haya sido generado especialmente mediante actos mágicos y geománticos. Las cuevas sagradas de los oráculos, como la de Ramahavaly en Madagascar, eran ejemplos de centros de poder natural, mientras que las grutas de la Virgen María, como la de Lourdes, parecen haber adquirido poder por meDios sobrenaturales.

 

El poder de estas estructuras subterráneas se ha mantenido y aumentado mediante la observancia religiosa y los sentimientos piadosos, como lo demuestran las numerosas curas que ocurren todavía diariamente en Lourdes. Como toda energía, el poder existente en esos lugares puede ser canalizada para propósitos buenos o malos. A las energías benevolentes o positivas de la Virgen se oponen las siniestras maquinaciones del imperio del mal.

 

De acuerdo con el “Libro de Enoch”, la victoria de San Miguel sobre el diablo dio como resultado que los ángeles caídos fueran desterrados al mundo subterráneo. Paracelso creía que la morada del imperio del demonio estaba debajo de la Tierra, y varias manifestaciones psíquicas están asociadas con las estructuras subterráneas.


Las investigaciones modernas sobre la relación entre las manifestaciones psíquicas y las energías de la tierra indican que el sonido puede jugar un papel importante en la creación o dispersión de estos fenómenos y de hecho encontramos una específica relación entre el sonido y las leyendas del reino subterráneo.

 

Tradicionalmente, los exploradores de túneles son músicos que van tocando a medida que caminan; los caballeros del Rey Arturo se despiertan por el sonido de una campana; el famoso flautista de Hamelin encanta primero a las ratas y luego a los niños y los lleva al reino subterráneo con su flauta. Y existe una superstición universal de no silbar dentro de las minas para no provocar a los seres que allí viven y que pueden hacer que caiga el techo de la mina o haya una explosión.

 

Está bien documentada la supresión del imperio subterráneo cuando es demoníaco mediante el sonido. Gongos, matracas, silbatos, campanas, fuegos artificiales silbantes, mantras, cantos e himnos han sido usados en varias partes del mundo para destruir la interferencia demoníaca durante los rituales sagrados. Los santos de la antigua iglesia céltica acostumbraban llevar campanitas de mano adonde fuera que se dirigieran, con el fin de mantener un contorno psíquico correcto para sus actividades y para exorcizar los demonios del infierno de sus monasterios subterráneos.

 

Asimismo, desde siempre se ha sabido que las campanas de la Iglesia Católica son, además de un llamado a los fieles, una manera de exorcizar a quienes las oyen. El sonido de violinistas, tambores y gaiteros también puede suprimir la acción de los espíritus malos o las energías negativas de la tierra que circulan en los túneles desconocidos. De hecho, el posible hechizo negativo que puede circular en estos sitios también puede ser roto por la simple voz humana, de aquí que, por instinto, cuando una persona debe cruzar un paraje solitario, no es raro que cante para acallar los miedos.

 

Otra forma de sonido humano que permite entrar sin peligro alguno al mundo interior, es la simple oración, la repetición de los rezos que uno aprende desde niño, sea del lugar de la Tierra que sea.”

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