CUATRO
En "El retorno de los brujos",
Pauwels y Bergier afirman que,
"el
investigador Louis Jacolliot escribió algunas obras proféticas muy
importantes, comparables, sino superiores, a las de Julio Verne.
También dejó varios libros que tratan de secretos de la raza humana.
Muchos y grandes autores ocultistas han tomado prestado de sus
páginas”.
En el primero de los 21 libros que iba a escribir en su
vida, "La Biblia de India" (1868), Jacolliot se refería a la enorme
influencia espiritual del antiguo país, donde él servía como
funcionario consular francés en Calcuta:
“La propia antigüedad tiene
una antigüedad que estudiar, que imitar y copiar, del mismo modo que
nuestros poetas han copiado a Homero y Virgilio, Sófocles y Eurípides, a Plauto y a Terencio; que nuestros filósofos se han
inspirado en Sócrates, Pitágoras, Platón y Aristóteles; que nuestros
historiadores toman como modelo a Tito Livio, Salustio o Tácito; que
nuestros oradores copian a Demóstenes o Cicerón; nuestros médicos
estudian a Hipócrates, y nuestros códigos transcriben el Justiniano.
Eso es lo más lógico y simple.
¿No se proceden y suceden los otros
pueblos unos a otros? ¿El conocimiento dolorosamente adquirido por
una nación se limita a su propio territorio y muere con la
generación que lo produjo? ¿Qué hay de absurdo en la sugerencia de
que la India de hace 6 mil años, brillante, civilizada, sobrante de
población, imprimiera en Egipto, Persia, Judea, Grecia y Roma un
sello tan imborrable, unas impresiones tan profundas, que siguen aún
en nosotros?”.
Creyendo férreamente en sus investigaciones,
Jacolliot recogió y
presentó en sus libros toda una cosmogonía del mundo subterráneo. Es
un enigma el que su obra fuera tristemente despreciada en vida del
escritor; fue ciertamente desde un comienzo muy leído, pero se
cuidaba de decirlo.
La misma Helena Blavatsky tomó, por decirlo así,
“prestada” obra a Jacolliot, sin nombrarlo; en un análisis de "Isis
develada", el orientalista estadounidense William Emmette Coleman
encontró que madame Blavatsky había tomado textualmente 17 pasajes
del primer libro del francés, sobre quien ella escribió:
(Jacolliot)
“en sus 20 o más volúmenes sobre temas orientales entrega realmente
un curioso conglomerado de verdad y ficción. Contienen gran cantidad
de hechos y tradiciones, filosofía y cronología india, junto con
muchas opiniones valerosamente expresadas. Pero parece como si el
filósofo se viera constantemente superado por el romántico. Es como
si dos hombre estuvieran unidos en su autoría: Uno de ellos
cuidadoso, serio, erudito, el otro un novelista francés
sensacionalista y sensual, que juega los hechos no como son sino
como él los imagina. Sus traducciones del Manu son admirables; su
capacidad de controversia, marcada; su opinión de la moral
sacerdotal, injusta, y en el caso de los budistas, decididamente
calumniosa. Pero en toda la serie de volúmenes no hay una línea que
sea aburrida al leer; tiene el ojo del artista y la pluma del
poeta”.
Louis Jacolliot había nacido en Charolles, Saone-et-Loire, en 1837.
Sus breves detalles biográficos indican que fue diplomático durante
el Segundo Imperio francés, agregado en Calcuta y posteriormente en
Tahití; regresó a Francia en 1874 y dedicó el resto de su vida a
escribir, muriendo en 1890. Durante su estancia en India fue testigo
de numerosas ceremonias y rituales, hizo un estudio extensivo de las
facultades místicas de los faquires y desenterró toda una serie de
documentos y registros antiguos que arrojaban luz sobre la
prehistoria de la India.
En su libro "La India Brahmánica", llegó a
confesar:
“Hemos visto cosas tales que uno no describe por miedo a
que los lectores duden de su inteligencia; sin embargo, las hemos
visto”.
Las investigaciones de Jacolliot lo llevaron a varios puntos
de ese país; en Carnatic sostuvo relación con viejos brahmanes que
vivían en los templos de Villenoor y Chelabrum, y se supone que
fueron esos hombres -que él llamaba “maestros reverenciados”-
quienes al parecer le hablaron por primera vez de un reino
subterráneo al que hay un acceso en alguna parte del norte de India.
Partiendo de esa información oral y enlazada con los relatos que con
frecuencia había oído en los bazares de Calcuta, aumentó sus
conocimientos con nuevas informaciones y comenzó a publicar los
primeros escritos modernos importantes que poseemos sobre el mundo
que hay al interior de nuestro planeta.
En "Historia de vírgenes" (1879) narra:
“Una de las más antiguas
leyendas de India, conservada en los templos por tradición oral y
escrita, relata que varios cientos de miles de años antes existió un
continente inmenso que fue destruido por un trastorno geológico.
Según los brahmanes, dicho país había alcanzado una alta
civilización, y la península del Indostaní, ampliada por el
desplazamiento de las aguas en el tiempo del gran cataclismo, no
había hecho más que continuar la cadena de tradiciones primitivas
nacidas en ese lugar. La tradición indohelénica, mantenida por la
población que emigró de las llanuras, se refiere igualmente a la
existencia de un continente y un pueblo perdidos en la antigüedad”.
Con esta base, Jacolliot llega a la siguiente conclusión:
“Sea lo
que sea que pueda haber en esas tradiciones, y sea cual sea el lugar
donde una civilización más antigua que la Roma, Grecia o Egipto e
India se desarrollaran, es seguro que esta civilización existió, y
es de gran importancia para la ciencia recuperar sus restos, por
débiles y fugitivos que puedan ser.”
En "La ciencia oculta de India" (1884) el escritor revela detalles
acerca de un reino subterráneo heredero de la sabiduría de esa
civilización olvidada, y cita algunos relatos específicos de la
antigua India, como el "Agrouchada Pariskshai" que habla de un
paraíso subterráneo que existe desde “tiempos anteriores a nuestra
era”.
Louis Jacolliot se distinguió entre los escritores que han
tratado el tema de Agartha por su “trabajo de campo”, pues sólo al
final se dedicó a la investigación bibliográfica; pasó casi toda su
vida recopilando tradiciones orales y participando él mismo en
algunas excavaciones, que incentivarían su imaginación para rescatar
del sueño la vida del reino interior.
Dos de sus lectores actuales
más distinguidos, Louis Pauwels y Jacques Bergier, dicen que,
“los
textos religiosos más antiguos hablan de mundos situados bajo la
corteza terrestre. Cuando Gilgamesh, el héroe legendario de la
antigua épica sumeria y babilónica, fue a visitar a su antepasado
Utnapishtim, descendió al interior de la Tierra, y fue allí donde
Orfeo fue a buscar el alma de Eurídice. Ulises, habiendo alcanzado
los límites más alejados del mundo occidental, ofreció un sacrificio
para que el espíritu de los antiguos se elevara de las profundidades
de la Tierra y le diera consejo. Se dice que Plutón reina en el
submundo, y los cristianos primitivos solían vivir en las
catacumbas”.
Historias sobre cuevas mágicas son comunes en muchos países. En
Alemania se dice que el cadáver de Tannhâusser está dentro de la
montaña de Venus; y el de Federico Barbarroja en el Unterberg. Las
historias galesas hablan de entradas del rey Arturo al corazón de
las montañas, y muchos héroes legendarios son representados saliendo
de la piedra: Júpiter o Chi había nacido en una cueva y allí se
veneraba; se dice que Dionisios fue alimentado en otra; Hermes había
nacido en la boca de un monte, y es notable que al mismo Jesús se lo
ubica naciendo en una cueva en Belén; San Jerónimo se quejaba de que
en su tiempo los paganos ofrecían sus cultos a Adonis y Thammuz “en
esa misma cueva”.
El arqueólogo Harold Bayley señala:
“Tanto la
etimología como la mitología señalan la probabilidad, sino la
certeza, de que una cueva -natural o artificial- es considerada como
símbolo, y en cierta medida facsímile, del intrincado útero de la
creación o de la Madre Naturaleza”.
Decimos que la Tierra tiene una circunferencia en el Ecuador de más
de 40 mil kilómetros y una zona de superficie de 510 millones de
kilómetros cuadrados, compuesta de un pequeño núcleo interior de
hierro y níquel fundidos (de unos 128 mil kilómetros de amplitud),
un núcleo exterior de hierro y níquel fundidos envueltos en rocas
sólidas (de 28 mil kilómetros de espesor), y cubriendo toda una capa
de corteza exterior de 4 mil ochocientos metros. Quienes creen que
la Tierra alberga una raza interior afirman que dentro de esta capa
de corteza no hay materia sólida, sino otro mundo con océanos y
continentes al que se puede entrar naturalmente por agujeros que
existen en los polos Norte y Sur, o por medio de profundas fallas
geológicas que lo comunican con la superficie.
La creencia universal
es que el camino de estos que se elija para entrar al reino
subterráneo, está plagado de peligros. Se piensa que entrar al lugar
implica enfrentarse a gnomos, ogros, monstruos y toda clase de
demonios que, supuestamente residen entre nosotros y el reino
interior; por lo que, lo más común es que, una vez decidido el
explorador a aventurarse, debe recurrir a algún tipo de protección
física o mágica: no prepararse en alguna manera para enfrentar a
estos seres apocalípticos, es considerado el colmo del desatino. Las
muchas leyendas de exploradores perdidos en túneles confirman esta
idea.
Más antes que ahora, la entrada a un túnel o pasadizo hacia el
interior de la tierra era vista, literalmente, como la entrada al
infierno y, como tal, protegida por guardianes satánicos. Otros han
visto dicha entrada como francamente protegiendo tesoros, lo que la
hace casi infranqueable. En algunas leyendas, como la de "Allí Baba
y los cuarenta ladrones", la puerta mágica sólo se abre al
pronunciar la contraseña apropiada; quizás este uso sea un resto que
nos ha quedado en la memoria histórica de las entradas a las
viviendas de los trogloditas, quienes, cautelosos con los extraños,
sólo franquearían la entrada a sus cuevas a los iguales, quienes
conocían su lenguaje posiblemente gurutal, pero de sonido familiar.
Por lo demás, todas las grutas sagradas conocidas tienen en su
historia sus guardianes, sean demoníacos o angélicos, y hay muchos
ejemplos documentados. En Gran Bretaña, hay un túnel en Anstey,
Hertfordshire, del que se cuenta que un ciego violinista entró y
nunca volvió a salir (según los documentos parroquiales), por lo que
se prestó una especial atención sobre él, anotándose con el
transcurso de los años que allí mismo se han perdido otras personas
y animales de los que nunca más se supo, por lo que se comenzó a
nombrarlo comúnmente como “la entrada al infierno”.
El lugar donde
comienza el túnel se llama ahora Cave Gate (Entrada a la cueva),
pero antes de que la sensibilidad victoriana de la Ordenance Survey
pusiera este nombre en el mapa, era conocido como Hell's Gate
(Entrada al infierno). Se creía que los lugares como éste, famosos
por sus desapariciones inexplicables, correspondían al sitio exacto
de algún incidente que anteriormente era conmemorado por la historia
sagrada cristiana, pero luego se consideró apócrifo, hasta nuestros
días.
En el libro “Gospel of Nicodemus” (Evangelio de Nicodemo) hay
un pasaje conocido comúnmente como Harrowing of Hell (Las gradas del
infierno), en el cual el espíritu de Jesucristo, durante el periodo
de la crucifixión y la resurrección, entra al infierno para liberar
las almas de los justos. En la iconografía medieval, por lo general,
la entrada al infierno está representada por la boca de un perro; se
muestra a Cristo manteniendo abiertas las quijadas de ese perro
guardián con su báculo pastoral, mientras Abraham y sus fieles
emergían de las garras del diablo, generalmente representado con
alas, cachos, garras y todo el bagaje conocido que se atribuye al
malo.
Hay quienes derivan este episodio de la famosa tarea final de
Hércules; el griego Apolodorus hace el siguiente relato del tema (
en su libro “La Biblioteca”):
“La decimosegunda tarea impuesta a Hércules era traer a Cerbero
desde el Hades. Este Cerbero tenía tres cabezas de perro, la cola de
dragón, en su espalda las cabezas de todo tipo de serpientes... Al
llegar a Taenarum, en Laconia, donde está la boca para descender al
averno, bajó por allí. Pero cuando las almas lo vieron, huyeron
excepto Meleager y la medusa Gorgona. Y Hércules sacó su espada
contra la Gorgona, como si estuviera viva, pero supo por Hermes que
ella era un fantasma vacío. Y al llegar cerca de la entrada del
Hades, encontró a Teseo y Piritoo, quien cortejaba a Perséfone en
matrimonio y por ello fue amarrado fuertemente. Y cuando ellos
vieron a Hércules, extendieron sus manos como si fueran a elevarse
de la muerte por el poder de él. Y a Teseo, en efecto, él lo tomó de
la mano y lo atrajo hacia arriba, pero cuando iba a rescatar a
Piritoo, la tierra se estremeció y el se soltó...”
Una notable imagen de la versión cristiana de esta leyenda puede
verse en las ventanas de vitrales de la Capilla del King's College,
en Cambridge, donde un demonio se asoma entre las monstruosas fauces
del infierno. Otras representaciones muestran a Cristo guiando las
almas de Noé y otros justos, liberándolos de las garras del guardián
del reino subterráneo. La leyenda de Hércules incorpora el segundo
aspecto de la entrada: el perro guardián. El perro de Gwynn ap Nudd,
Dios céltico del infierno y del reino mágico, se llamaba Dormath,
que significa “la entrada al pesar”.
La montaña considerada sagrada
de Gwynn, Glastonbury Tor, semeja un lugar de iniciación, ya que sus
laderas están talladas en un inmenso laberinto de tierra y la
sabiduría local asegura que existen varias cuevas o túneles cavados
en la roca de la montaña, adentrándose en ella, donde suelen
aparecer y desaparecer perros de siniestro aspecto feroz. En esa
duodécima tarea que se le encomendó a Hércules debía sacar a Cerbero
del Hades, teniendo como condición que él no usará armas para
cumplirla.
Hércules lucho contra el perro-monstruo con sus manos
desnudas, y lo trajo al mundo intermedio solo con su fuerza. En el
folklore británico, el violinista o flautista que, valientemente, se
adentra en algún pasaje subterráneo, generalmente lo hace acompañado
de un perro; un ejemplo es el que se cuenta sobre la cueva de O'Caerlauch, en Galloway, Escocia.
John Mac Taggart, el autor de la
Scottish Gallovidian Encyclopaedia, 1824, dice:
“Cave O'Caerlauch: La tradición dice que ningún ojo humano ha
contemplado nunca su fondo, es decir, la extremidad más lejana de
esta cueva; que un perro entró una vez en ella y salió en Door
O'Cairnsmoor, un lugar aproximado a 10 millas (16 kilómetros) de
allí, y cuando el animal apareció se vio que su piel chamuscada,
como si hubiese pasado a través de una prueba de fuego o algo así.”
Hay varias conexiones entre el perro y el reino subterráneo. Por
decir, hay una conexión síquica, debido a que desde la antigüedad el
perro se conoce por ser guardián y, por lo tanto, se espera de él
que cuide aquellos sitios que deben permanecer secretos. Como las
ruinas arqueológicas de Monte Albán y Mitla, en el estado mexicano
de Oaxaca: de hecho Mitla es considerada una de las entradas al
reino subterráneo, y Monte Albán, donde descansa el gigante que
marca el corazón del reino interior: en ambos sitios al caer la
noche, una jauría de perros salvajes pasa a posesionarse y no deja
entrar a visitante alguno, para volver a sus refugios con el día,
cuando los sitios se llenan de visitantes.
Estas figuras fantasmales
que rondan los senderos de noche en el sitio, cerrando los caminos
son una especie de eslabón entre lo muerto y lo vivo, cumpliendo a
cabalidad lo que se espera de ellos como guardianes (recuérdese que
en el Monte Albán se descubrió la famosa tumba N.7, de donde se
rescató el tesoro prehispánico más rico de América). He tenido
oportunidad de visitar el sitio una vez, y la impresión es de una
fortaleza enterrada en lo más alto del sitio, pura montaña y roca. Mitla, ubicada relativamente cerca, es un punto y aparte en la
historia del reino interior.
Otra conexión se relaciona con la que los perros parecen haber
desempeñado dentro de los ritos religiosos en los tiempos antiguos,
ya que los sacerdotes, los Dioses y Diosas, en muchos sitios han
sido representados en compañía de perros, lo que hace posible que
estos animales hayan cumplido un rol en los rituales de iniciación
tradicionalmente celebrados en la profundidad de la tierra.
En el
sexto libro de La Eneida , Virgilio observa que las primeras cosas
que ve su héroe, mientras es conducido por la sacerdotisa hacia el
río del mundo subterráneo, son varios perros. El historiador griego
Diodoro Siculo señala que los ritos de Isis estaban precedidos por
la presencia de perros. Y Pletho, en su “Comentario sobre los
Oráculos Mágicos de Zoroastro”, observa que, en la iniciación de lo
neófitos, los sacerdotes hacían aparecer perros fantasmas. Según
Lewis Spence en “The Mysteries of Britain”, cuando el iniciado iba
entrando al tenebroso reino subterráneo durante sus pruebas, podía
ser que simbólicamente entraran perros en la ceremonia.
En la
leyenda de perros y músicos adentrándose al mundo interior, a menudo
los perros sobreviven, mientras que el hombre desaparece. Este puede
ser un recuerdo de los perros guardianes que son amigables con las
almas que penetran en el inframundo, pero que no permiten que estas
almas vuelvan a emerger al mundo de los vivos. De ahí la lucha entre
el perro de tres cabezas, Cerbero, y Hércules, cuando quiere salir
del mundo subterráneo.
La cueva o túnel está representando la
apertura, en la superficie de la tierra, por donde los muertos
pueden viajar hacia el inframundo, pero con la posibilidad de un
renacimiento, situación ante la cual el guardián, sea un perro o
adopte cualquier otra forma, pasa a un rol secundario, una vez
cumplida su misión. Este es el sentido en que fueron utilizados
dichos pasadizos en diversos ritos de iniciación: si el postulante
tenía éxito en superar las pruebas, se le permitía renacer en el
esclarecimiento, pero si fracasaba, moría.
También es la razón de
muchos túneles legendarios construidos en la antigüedad, que llevaba
de un lugar destinado a vivienda a otro destinado a la práctica de
adoración a los Dioses que fueran; demarcando explícitamente el
lugar para vivir y el lugar para adorar, lo que pertenece a este
mundo y lo que pertenece al más allá.
El sincretismo religioso “ha confundido muchas fechas”, asegura el
arqueólogo Michael Randall, que colabora con varios Estudios en
Hollywood (a él se debe, por ejemplo, la investigación arqueológica
para cintas como “Los cazadores del arca perdida” y otras rodadas,
especialmente, en Egipto):
“Cuando se filma una película que
transcurre entre las ruinas mayas de Guatemala, por ejemplo, hay una
avanzada de trabajo que confirma fechas para ambientar, vestuario,
escenografía... porque no todo se filma en el sitio, o los costos
hoy serían enormes. Y en este aspecto, personalmente creo que el
cine Hollywoodense ha cometido pocos errores”.
-A usted se debe, por decir así, el “informe técnico” de un túnel
legendario: el de la reina Semíramis de Babilonia...
-Así es, se realizó una reproducción de la boca del túnel y su
salida al otro lado del río. Se dice que conectaba este túnel al
palacio de Semíramis, que se levantaba sobre una orilla del río
Eufrates, con el templo de Marduk, en la orilla opuesta.
-¿Cómo resolvieron los babilónicos la construcción de un túnel
debajo del río?
-Este túnel se hizo legendario justamente por cruzar bajo las aguas
porque la construcción de pasadizos debajo de los ríos no fue
factible antes del siglo XIX, cuando Marc Brunel construyó el Túnel
del Támesis desde Rotherhithe a Wapping, entre 1825 y 1843. Los
ingenieros babilónicos los resolvieron de una manera ingeniosa:
desviaron el escaso caudal de agua que tenía en invierno hacia un
canal alternativo, construido especialmente antes de comenzar la
construcción. Se hizo entonces una zanja en el lecho seco del río y
luego se construyó un arco o bóveda de ladrillo a la manera de ese
tiempo, sellado, y por fin se permitió que el río fluyera nuevamente
por su lecho natural sobre el techo de la bóveda subterránea.
-Diodoro de Sículo pone como fecha de este túnel unos 2000 años
antes de Cristo...
-Exactamente. Pero la Semíramis conocida en la historia fue una
reina asiria que vivió en el siglo VIII antes de Cristo, así es que
deduje que los hechos estaban un tanto confundidos. Finalmente se
optó por esta opción, tal como se hizo al filmar “Los Jardines
Colgantes de Babilonia”, porque la referencia era la reina Semíramis, que mandó construir los jardines y el famoso túnel
subterráneo. Además, concluí, la técnica no sobrepasaba a la
utilizada por los ingenieros civiles 2000 años antes de Cristo.
-Para “Los cazadores del arca perdida”, usted realizó la
investigación de un templo subterráneo...
-Así es, era un lugar de tormentos ubicado bajo tierra, un sitio
ritual que anunciaba la mina. Yo había estudiado la situación en
Egipto. Y la construcción de estos templos subterráneos fue similar
en todo el mundo antiguo. Las construcciones de este tipo se inician
por el auge de la minería. Unos 1.300 años antes de Cristo había más
de cien minas de oro en Nubia, de las cuales la más famosa estaba
situada en Wadi Hammamet, que descendía hasta 88 metros y se
extendía más de 500 a lo largo de una veta.
Como en India, la
minería en Egipto se hizo utilizando el trabajo de esclavos. El
mismo Diodoro Sículo, que vivió en Egipto unos 50 años antes de
Cristo, narraba que los reyes recogían a prisioneros condenados,
prisioneros de guerra y otros que, acusados en un acceso de cólera o
falsamente, caían en prisión; éstos, a veces solos, a veces con sus
familias enteras, eran enviados a las minas de oro; en parte para
imponer una venganza, en parte para asegurarse una buena renta con
el trabajo de ellos... se los mantenía constantemente trabajando de
día y de noche, sin descanso, y se los vigilaba para que no tuvieran
oportunidades de escapar.
Como sus guardias eran soldados
extranjeros que hablaban diferentes lenguas, los esclavos no podían
corromperlos para quedar libres mediante la conversación o ruegos
amistosos. A un grupo de estos condenados es que debía dejar libres
“Indiana Jones”, dejándolos escapar por la salida al exterior desde
el Templo en que ocurren las peripecias, inmediatamente bajo tierra.
-Este panorama tan desolado de tiranía se diría que proyecto una
sombra funesta sobre las labores mineras por milenios.
-Es natural, porque, históricamente, las minas han sido explotadas
por esclavos. Aún hoy en día, las casi míticas minas de sal de Rusia
conjuran imágenes macabras de hombres sin esperanza, usados para
extraer el mineral de un lugar oscuro y peligroso. En la antigua
Gran Bretaña los romanos abrieron muchas minas de plomo, y todas
explotadas mediante el trabajo de esclavos. La mayoría de los
mineros vivían encadenados en la oscuridad subterránea sin esperanza
de vida larga.
No es extraño, entonces, que surgieran conceptos de
que el legendario reino subterráneo era un lugar de tormentos
infernales. Porque, antes, trabajar en una mina era un tormento que
sólo acababa con la muerte. Por supuesto que, además de las minas,
tumbas, acueductos, túneles para tránsito de personas y minas
militares, los ingenieros excavadores de los tiempos antiguos
excavaban para construir lugares sagrados de culto e iniciación”.
Los Oráculos y grutas ofrendatorias construidos bajo tierra,
entonces, son muchos. La Gruta de la Sibila de Cunas fue descrita
por Virgilio, quien narra que fue excavada en el Monte de Cuma,
cerca del Lago Averno, durante el siglo V o VI antes de Jesucristo.
En La Eneida describe:
“Entonces Eneas escaló el monte rocoso
donde, en la cima el Templo de Apolo está y allí se encuentra la temible caverna de la aterradora Sibila
de donde surgen sus profecías Inspiradas por el gran Delio mismo.”
En 1932, Amadeo Maiuri, siguiendo la narración de Virgilio, excavó
donde se indicaba, y halló que la caverna tenía 135 metros de largo,
orientada realmente de norte a sur con la cella, el recinto cuadrado
rectangular reservado a la divinidad común en los templos griegos,
romanos y etruscos; aquí dedicado a la Sibila. Cuando se excavó, se
encontró otra galería romana de 180 metros de largo, que penetraba
en el Monte de Cuma por su base de este a oeste.
Esta era parte de
una ruina militar construida por el maestro excavador Cocceius y
conectada con un túnel similar que corría debajo del Monte Grillo.
La excavación de un túnel funcional y profano a través de una
montaña considerada sagrada en esas latitudes, ha hecho pensar a los
investigadores que la gruta de la Sibila fue cerrada en los tiempos
de Augusto, en la época en que nació Jesucristo.
Por su parte, los Oráculos en la antigüedad estaban casi
invariablemente asociados con estructuras subterráneas. El de
Delfos, en la vertiente suroeste del Parnaso de Atenas, estaba
asentado en una grieta sobre el suelo, y se le consideraba vínculo
descendente a las regiones interiores. El Oráculo de los Muertos en Baiae, cerca del anterior, por cierto había sido cerrado en los
tiempos de Cocceius, ya que los santuarios de Apolo en el Averno y
Baiae habían sido suprimidos por el almirante Agrippa por el año 35
antes de que naciera Jesús, durante la guerra civil romana.
Agrippa
decidió que la religión de Apolo debía ser erradicada y comenzó por
cortar la arboleda considerada sagrada que estaba en las orillas del
lago Averno; con la madera santificada construyó barcos para su
marina, siendo los templos arrasados y reemplazados por los
astilleros navales. Se dice que la profanación levantó tremendas
tempestades en la bahía de Nápoles, y los vientos se arrastraron a
toda la región causando muerte y desolación.
Aterrorizado por estas
manifestaciones, Agrippa en vez de arrasar con el resto del
santuario, ordenó que el amplio sistema de pasajes subterráneos
fuese rellenado y que las salas construidas en la superficie fueran
convertidas en baños termales: así, la ciudad de peregrinaje
subterráneo se transformó en un lugar de reunión para la salud, y
los túneles del oráculo nunca más se pudieron volver a usar. Se
anota que los obreros de Agrippa clausuraron los túneles con más de
500 metros cúbicos de tierra - “unas 30.000 cestadas”.
El Oráculo de
los Muertos tenía la forma de una red de pasajes hechos por el
hombre, cuyo plano coincidía con la legendaria geografía del Reino
de los Muertos. Ya se sabía de su existencia desde los tiempos de
Homero, alrededor del año 1000 antes de Cristo. Estrabón,
escribiendo pocos años después de la clausura final, se refiere así
a Homero:
“La gente anterior a mi tiempo estaba acostumbrada a
considerar el Averno como el lugar donde se desarrolla la fabulosa
historia de La Odisea; y más aún los escritores nos dicen que allí
había realmente un oráculo de los muertos, y que Odiseo lo visitó”.
El oráculo era atendido por sacerdotes,
“se afirma, trogloditas, que
vivían de lo que podían extraer excavando y de aquellos que
consultaban el Oráculo, que está situado en lo profundo de la
tierra. Y los que vivían cerca del Oráculo tenían la costumbre
tradicional de no permitirse ver el sol; solamente podían salir de
las cavernas por la noche”.
La entrada a este inframundo estaba en
el ángulo noroeste del Templo de Apolo, un cuadrante del cosmos que
estaba geománticamente dedicado a las Parcas y a los habitantes del
Infierno:
“El santuario interno está orientado hacia el ocaso del
solsticio de verano, simbolizando la muerte anual de la naturaleza.
Desde la entrada hasta el sanctum interior del túnel tenía 180
metros de largo, de modo que entrar por allí resultaba una prueba”.
El poder de tales lugares era tan grande que nunca podía morir su
influencia, naturalmente asentada: los que deseaban acabar con su
uso se veían forzados a tomar medidas drásticas, como Agrippa,
rellenándolo.
Sin embargo, a pesar de que los mineros esclavos de Egipto y de Roma
y otros puntos importantes de la antigüedad, eran obligados a vivir
comúnmente bajo tierra, mucha gente, por su preferencia, ha elegido
transformarse en troglodita. Los cimerios, sacerdotes que atendían
los oráculos subterráneos del mundo clásico, efectivamente, afirma
hoy la ciencia, hicieron sus habitaciones en las profundidades de
los túneles, según lo registra Eforo (hacia el año 500 antes de
Cristo):
“Habitaban en viviendas subterráneas a las que llamaban
arquillae, y se visitaban unos a otros a través de túneles que iban
de uno a otro lado”.
Los cimerios, como muchas otras órdenes
monásticas antes y después, vivían en celdas cavadas en la roca, de
las que salían únicamente para celebrar el oficio para los
peregrinos que visitaban el santuario. En Baiae, las arguillae de
los cimerios rodeaban las cavernas del Oráculo de los Muertos, y
ellos no se dejaban ver de día, practicando una forma de vida que
hoy se atribuye a los ogros y a los vampiros.
También alguna vez,
los hoyos o pozos con entradas verticales fueron una forma popular
de vivienda. Los habitantes indígenas de Crimea (los Satarches)
vivían en este tipo de hoyos, y Jenofonte indicó que los armenios
también vivían antes en casas semejantes a pozos. Existían lugares
semejantes en Gran Bretaña, como las ruinas de construcciones
subterráneas prehistóricas encontradas en los valles del Ander y
Avon. El científico Boyd Dawkins (en su libro Early Man) consideraba
estas estructuras como de la época neolítica, otros investigadores
las han ubicado en la Edad de Bronce.
En Highfield, a 1,6 kilómetros
del sur de Salisbury, se han encontrado sitios similares, que son
peculiares porque tienen coberturas hechas de arcilla sobre una
armazón entrelazada que estaba apoyada sobre bordes (una especie de
bastidos) a una altura de 30 centímetros sobre el fondo del pozo.
Bajo tierra, las cámaras estaban conectadas unas con las otras por
pequeñas aberturas con la altura suficiente para que pasara una
persona. Hay gentes, en partes del Himalaya, que hasta hace poco
vivía en aberturas semejantes, de una antigüedad que se pierde en el
pasado desde que estaban en uso.
En Highfield, en los hoyos, entre
los restos de huesos quebrados y desechos humanos, había trozos de
esqueletos marcados exactamente de la misma manera que los animales
de engorda, demostrando que los trogloditas prehistóricos de la
región eran caníbales. Quizás estos grupos humanos que habitaban
bajo tierra con estas costumbres sociales, son el prototipo en el
que se basó H.G. Wells para escribir “La máquina del tiempo”.
Es cierto que el reino subterráneo pareciera un invento de la
literatura por el enorme interés que muestran en él los autores.
Alicia entra en el País de las Maravillas al caerse en un pozo: el
libro de Lewis Carroll, de hecho, siempre se ha considerado como una
especie de manual de iniciación. Otro mundo semejante aparece en la
novela de Julio Verne “Viaje al centro de la Tierra”, y en la misma
obra de H.G. Wells citada los caníbales “Morlocks” habitan en medio
de maquinarias con vida, en una basta red de túneles conectados a la
superficie por agujeros verticales.
El tema es recurrente en muchos
escritos de ciencia-ficción: los rasgos comunes se encuentran en
“Etidorhpa, or The End of the Earth” (“Etidorhpa o El Fin de la
Tierra”), de John Uri Lloyd, publicado en 1896. Aquí, el héroe,
Johannes Llewellyn Llongollyn Drury, hijo de un ocultista mítico, es
conducido a través de un reino subterráneo. Un extraño forastero,
calvo y sin ojos, pero con una fuerza enorme, guía al héroe hacia el
mundo de abajo donde, después de pasar por el obligatorio túnel
oscuro, llega a una zona “de luz interior”.
En esta zona hay hongos
venenosos gigantes, pterodáctilos y otros reptiles monstruosos; en
otros lugares, a medida que va pasando de caverna en caverna, se le
muestran otros misterios a Drury. Esta zona de “luz interior” es
común a las narraciones que hablan del Reino Interior; muchas veces
se dice que es un extraño resplandor verde que favorece el
crecimiento desmesurado de las plantas en el sitio.
Es la misma
iluminación mencionada por Verne y, curiosamente, es la que
comúnmente se utiliza hasta en las tiras cómicas de la televisión en
que sus personajes viven bajo tierra (como “Ruperto, el oso”). Los
autores que tienen una inclinación más mística, citan esta luz
arrancando de los mismos habitantes subterráneos, quizás rememorando
al gran Buda sentado en su caverna, rodeado por la luz que sale de
su propio cuerpo.
Por supuesto que las estructuras bajo tierra han cumplido también
una finalidad, como la de ser útiles refugios en tiempo de guerra. A
lo largo de toda la historia conocida los hombre han descendido bajo
tierra para escapar de sus enemigos. Durante la invasión de los
tártaros a Crimea, la gente se retrajo hacia estructuras
subterráneas y se mantuvo a salvo de sus depredadores. Los sajones
se supone que escaparon de los daneses ocultándose bajo la corteza
terrestre, anunciada por las casas en la tierra construidas en
Escocia y Ulster.
Mientras que los refugios subterráneos se han
convertido en un aspecto importante de las guerras modernas.
En 1793
durante el levantamiento de los monárquicos contra los republicanos
de Francia, hubo un uso extensivo de las estructuras subterráneas;
Ann Pennick escribe (en “Deneholes and Subterránea”):
“En las
guerras de La Vendèe del siglo XVIII, en los bosques de Meulac en
Morbihan, ocho mil hombre se escondieron en un laberinto
subterráneo. Había también un laberinto similar en la Selva de
Misdon, también en Bretaña, donde una sociedad secreta llamada La
gran ciudad se escondió del ejército francés."
Estos lugares son refugios excelentes, mientras no se los detecta;
porque, una vez descubiertos, se vuelven trampas mortales. En las
grandes guerras, los bunkers bajo tierra a menudo se transformaron
en tumbas, cuando se les arrojaba un gas venenoso o petróleo
encendido a través de una entrada descubierta. Pero, lo cierto es
que cualquier estructura subterránea, construida o no para ese
propósito, ha sido utilizada en tiempos de guerra.
El film polaco
“Kanal” narra una historia de heroica resistencia contra los nazis
en 1944, cuando los guerrilleros urbanos hacían uso extensivo del
sistema de alcantarillado de Varsovia. Cloacas, sótanos, cuevas
naturales y túneles de minas sirvieron en las guerras modernas como
refugios de los bombardeos aéreos, pero durante la Segunda Guerra
Mundial estos refugios se construyeron especialmente profundos, o se
aumentaron los ya existentes cavando más hondo. Los más notables son
los hechos en varias ciudades inglesas, las conocidas New Tube
Shelters.
En la revista “The Engineer” (Londres, diciembre de 1942), hay una
nota sobre estos interesantes New Tube Shelters; el 3 de noviembre
de 1940, en un mensaje oficial transmitido por la BBC, el entonces
secretario de Estado había anunciado que se iba a construir,
“un
nuevo sistema de túneles que se eslabonarían a los subterráneos de
Londres. Y se autorizaría la excavación de túneles en las provincias
donde, con la ayuda de características naturales, esto podía hacerse
económicamente."
En respuesta a esto, "Transportes de Londres
recibiría financiamiento para construir refugios profundos en diez
lugares. Dos de ellos no se realizaron por problemas técnicos, y
finalmente se construyeron refugios en Clapham South, Clapham
Common, Claphan North, Stockwell, Goodge Street, Camden Town y
Belsize Park en la Línea Central. Con unos 360 a 420 metros de
longitud, los refugios eran dos subterráneos gemelos de casi cinco
metros de diámetro cavados debajo de las plataformas de las
estaciones subterráneas ya existentes.
Tendidos entre 22.5 y 39
metros debajo de las calles de la ciudad, los accesos a los refugios
eran pozos con escaleras de caracol. Los sitios elegidos fueron
instalados de manera que los refugios pudieran conectarse después de
la guerra para formar un nuevo ferrocarril subterráneo: se
publicaron planos en 1946 y 1949, incorporando a los New Tube
Shelters a este propósito, cada refugio estaba dividido en dos
niveles y provistos de literas para dormir (ochocientas en cada
refugio).
Una ingeniosa escalera de doble espiral daba acceso cerca
de cada extremo del refugio: una llegaba al refugio superior y la
otra al inferior. Diseñado para acomodar a 2.000 personas, cada
refugio contenía ocho túneles con baños, cantinas, instalaciones
médicas, sistema automático de protección en el suministro de
energía y no menos de tres sistemas alternativos de teléfonos para
funcionarios.
Esta verdadera ciudadela subterránea bajo Londres fue terminada en
1942, pero no se abrió al público hasta 1944, cuando comenzaron los
ataques con bombas sobre la ciudad. Tres de los refugios nunca
fueron abiertos al público, quedando en manos del gobierno para
funcionarios especiales. El de Goodge Street fue reservado para el
general Eisenhower y su estado mayor. Después de la guerra, los New
Tube Shelters fueron utilizados para varios propósitos, pero para
uso del ferrocarril subterráneo nunca se materializó.
Por el año
1951, el refugio debajo de la estación Chancery Lane, originalmente
pensado como parte de un subterráneo de Camberwell a Euston, fue
convertido en una central telefónica llamada Kingsway, que se
mantuvo en secreto hasta 1972, cuando, para asombro hasta de los
propios londinenses, se publicaron detalles en The Post Office
Courier. La mayoría de los refugios de New Tube Shelters parecen
estar hoy abandonados o en uso reservado, aunque se sabe que se
guardan archivos de seguridad secretos en el de Belsize Park, y el
de Camden Town lo usa regularmente la BBC para armar sets
futurísticos de televisión, que hemos podido apreciar, una y otra
vez redecorados, en otras tantas series de ciencia-ficción.
Vemos como las estructuras subterráneas naturales o fabricadas han
cumplido un fin determinado, y están estrechamente ligadas a nuestra
civilización y su avance tecnológico. También debemos recordar aquí
otro aspecto: una relación marcada con un costado muy delicado de
nuestro ser humano, porque el interior de la Tierra muy bien es
también el centro de nosotros mismos. Hay varios indicios al
respecto.
Conocida la más antigua narración conocida del viaje de los míticos
Reyes Magos, "La caverna de los Tesoros", centra su narración en una
entrada básica "al corazón de la Tierra": el Gólgota, "el sitio en
que se reúnen las fuerzas de la creación", según cuenta este relato
tradicional hebreo.
Según refiere esta historia, Adán, el primer
hombre, después de haber sido expulsado del Paraíso, oye a Dios
hablarle:
"Aquél que te sobreviva, tomará tu cadáver, lo transportará y lo
depositará en el centro de la Tierra, en donde Yo le señalaré; pues
allí tendrá lugar la salvación tuya y de todos tus hijos."
Pero antes de que Adán después de muerto fuera trasladado a ese
centro de la Tierra, debería ser depositado su cuerpo en tránsito en
La Caverna de los tesoros:
"Pero di a tus hijos que después de tu muerte deberán ungir tu
cuerpo con mirra y depositarlo en la Caverna, en la cual os dejaré
vivir desde hoy y hasta el tiempo en que acontezca vuestra salida de
los alrededores del paraíso a la Tierra situada en el exterior."
Se narra que cuando Adán decidió unirse a Eva, tomó de los límites
del Paraíso oro, mirra e incienso, y los colocó en la caverna; luego
bendijo y santificó la Caverna, de forma que sería el santuario suyo
y de sus hijos.
En la hora de su muerte, Adán le revela a Seth las
instrucciones que le diera Dios con respecto a lo que debía hacer
con su cadáver, siempre con la intención puesta en reunir los
orígenes de la especie humana en un solo punto: el mismo centro del
mundo:
"Cuando yo haya muerto, se deberá depositar mi cuerpo en la Caverna
de los Tesoros. Y aquel que sobreviva de todos nuestros
descendientes, deberá, en el día que se produzca nuestra salida de
estas inmediaciones del Paraíso, llevarse consigo mi cadáver; y
deberá transportarlo y depositarlo en el centro de la Tierra. Porque
allí me será concedida la salvación a mí y a todos mis
descendientes..."
La narración continúa diciendo que tras la primera rebelión de los
hijos de Seth, que bajaron desde la montaña sagrada en las
inmediaciones del Paraíso al campamento de los descendientes de
Caín, el asesino, para disfrutar de los placeres de las mujeres de
la llanura maldita, entonces acaeció el gran diluvio. En la montaña
sagrada entonces sólo quedaban Noé, sus hijos y sus mujeres. Para
salvarse recibieron instrucciones de cómo construir una embarcación
sólida, en la que además debían albergar "el cadáver de nuestro
padre Adán, y oro, incienso y mirra rituales."
En la antiquísima narración aparecen luego signos tecnológicos,
cuyos detalles no encajan en el mundo primitivo de entonces. Leemos
así que cuando el Arca de Noé estuvo cerrada y sellada, el Angel del
Señor se ubicó en su techo como timonel y entonces el arca,
"voló con
las alas del viento por encima de la corriente, de este a oeste, y
describió una cruz sobre las aguas. Y el arca voló por encima del
agua durante 150 días y llegó a un lugar de reposo en el séptimo
mes."
Cuando Noé, después de haber salido ya del arca y de haber vivido
aún trescientos cincuenta años, sintió próxima la hora de su muerte,
llamó a su primogénito Sem y le dijo en secreto que cuando él
hubiera muerto, entrara en la barca en la cual habían sido salvados
y sacara de ella el cadáver de Adán.
"- Ningún hombre debe observarte durante esta acción -le dijo-. Debes
llevarte a Melquisedek, y depositar el cadáver de Adán en el centro
de la Tierra. Para llegar a este punto central, observa que el ángel
del Señor os precederá y os mostrará el camino que debéis hacer, y
también el lugar en el que debe ser depositado el cadáver de adán, o
sea, el punto central de la Tierra; allí se reúnen cuatro cabos;
pues cuando Dios creó la Tierra, su fuerza corría delante de ella, y
la tierra, procedente de cuatro lados, corría detrás de ella como
los vientos y las suaves brisas; y allí se detuvo y descansó su
fuerza.
Allí se consumará la liberación para Adán y para todos sus
hijos. Desde Adán hasta nosotros ha sido transmitida esta historia a
través de todas las generaciones. Piensa que esta historia ya no
volverá a ser explicada entre ninguno de todos vuestros
descendientes; pero tú sube y tómalo y deposítalo secretamente allí
en donde Dios te lo mostrará, hasta el día de la salvación."
Muerto Noé, Sem se dispuso a cumplir las palabras de su padre. Se
despidió de los suyos sin revelarles el motivo ni el destino real de
su viaje, y salió por la noche de su pueblo con Melquisedec,
apareciendo, según la narración, el Ángel envuelto en una atmósfera
que no deja de parecer tecnológica:
"Y el ángel del Señor se les
apareció y les precedió en su camino: y su camino fue muy fácil
porque el ángel del Señor los fortificaba, hasta que llegaron al
lugar señalado. Y cuando arribaron al Gólgota, que es el punto
central de la Tierra, el ángel le mostró a Sem este lugar. Y cuando
Sem hubo depositado el cadáver de Adán en la parte superior de este
lugar, se separaron cuatro partes, y la tierra interior se abrió en
forma de una cruz, y Sem y Melquisedek depositaron el cadáver de
Adán en el interior. Y en cuanto le hubieron depositado allí dentro,
se movieron los cuatro lados y encerraron el cadáver de nuestro
padre Adán y se cerró la puerta de la tierra externa."
Una vez depositado el cadáver de Adán bajo estas compuertas
automáticas, Sem regresó a su lugar de origen, ordenándole a
Melquisedek que jamás se moviera del emplazamiento. El Gólgota
pronto fue llamado "lugar del cráneo", simbolizando que allí fue
sepultada la cabeza de todos los hombres; Orígenes en sus
Comentarios al Evangelio de San Mateo afirma que al Gólgota se le
llamaba así por estar enterrado Adán. A partir de este enclave se
construye posteriormente la ciudad de Jerusalén.
Finalmente, sabido
es que el nombre del primer hombre es Adán, y los textos bíblicos
hablan de Jesús Hijo de María como el segundo hombre o último Adán.
Cuando en el Gólgota se erigió la cruz para Jesús, y cuando
crucificado el Mesías hieren su costado con la lanza, como narra La
Biblia, de su costado fluyeron sangre y agua, que penetraron la
tierra y llegaron más abajo a tocar a Adán, sirviendo de bautismo
para él, y por consiguiente, para sus descendientes.
Entonces se
abrió la puerta del centro del mundo, y, por Jesucristo, permanece
hasta ahora abierta.
CORRESPONDENCIA CUATRO
V.M., México, D.F.:
“Los lugares más importantes de la cristiandad primitiva eran
subterráneos. El legendario establo interior en que nació Jesús, en
Belén, es histórico, y el sitio en que recibió sepultura, en
Jerusalén, fue una tumba cavada en la roca. Estos dos lugares, junto
a la cripta de Eleona, en Jerusalén, que fue el primer santuario
dedicado a la Ascensión, conforman las tres “grutas sagradas” de
Tierra Santa. Sobre cada uno de los tres se erigieron iglesias
suntuosas y muy trabajadas en la época de los emperadores
bizantinos.
Sobre la cueva que también era establo fue construida la
Iglesia de la Natividad; sobre la tumba de Jesús se erigió la
iglesia circular del Santo Sepulcro, que se consideró el centro del
mundo; y sobre la gruta de Eleona, Santa Elena mandó construir un
sólido santuario. Además de estas tres, los cristianos reverenciaban
otra importante gruta de Jerusalén: la Capilla de la Invención de la
Santa Cruz. Allí, de acuerdo con la tradición, Santa Elena recibió
la divina revelación del lugar en donde se ocultaba la verdadera
cruz de Cristo. La cruz, que había sido enterrada intacta, fue
excavada de una estructura subterránea, fue santificada y se
convirtió en la cuarta gran gruta.
La cruz más tarde, fue
desmembrada y dividida en partes que se repartieron por las iglesias
de la cristiandad. Con una tradición tan fuerte de celebrar el culto
subterráneo, reforzada por las extensas catacumbas romanas, no es
extraño que los lugares de devoción bajo tierra siempre hayan jugado
un papel muy importante dentro de los espacios santos cristianos.
Desde la Gruta de la Natividad hasta la Gruta de Lourdes, los
devotos han descendido dentro de la tierra para reverenciar los
sagrados personajes de la historia cristiana”.
A.J., Los Angeles, California:
“No carece de riesgo entrar a un lugar subterráneo. Las leyendas de
Orfeo y otros que penetraron en el reino interior tienen cierto
paralelo con las prácticas rituales que se realizan en estructuras y
cuevas naturales, en que se perciben las cualidades numinosas de la
tierra. Efectivamente, a menudo recintos subterráneos fueron refugio
de oráculos, como ocurría con la Gruta de la Sibila en la antigua
colonia griega de Cumas en Italia o la cueva de Ramahavaly en
Andringitra, Madagascar.
Muchas estructuras subterráneas legendarias
fueron vinculadas con el mundo superior tanto como con el mundo
inferior (con el Paraíso como con el Infierno). Aunque generalmente
se las ubicaba en el punto donde se creía que los tres mundos: el
superior, el medio y el inferior, se conectaban por medio del eje
del mundo, el omphalos central que vincula todo el tiempo y el
espacio en un solo punto.
Desde siempre la idea de un eje en el Universo, la existencia de un
Ser Único Primordial, ha inflamado la memoria ancestral. Y esta idea
de ofrenda al Punto único ha inspirado incontables templos
subterráneos; de hecho algunas corrientes sostienen que Agharthi es,
en sí, la idealización de una ciudad-eje-madre, acunadora como el
corazón mismo de la Tierra. Preservadora de lo mejor. Así, en la
práctica fueron excavados amplios espacios en la roca viva de un
estilo que reproducía hasta en el mínimo detalle a los templos que
se construían en la superficie.
Todos y cada uno de los rasgos
arquitectónicos fue labrado directamente en la roca, sin que se
hiciera ningún tipo de construcción. Algunas estructuras se han
hecho de vastas dimensiones, como en Ellora, India, donde un
yacimiento arqueológico cuenta 34 templos budistas, brahmánicos y
jainies en un túnel de casi diez kilómetros de largo. El templo
Kylas es quizás el más hermoso porque está ricamente tallado,
imitando la más bella arquitectura hindú. En Bihar, al sur de Nepal,
hay bellísimas construcciones sagradas subterráneas, conocidas como
“chaitya”, como la ubicada en la cueva de Nigope, construida
alrededor del año 200 antes de nosotros.
Este chaitya tiene la forma
de los vestíbulos, uno rectangular de 9.9 metros por 5,7 metros y el
interno, circular de 5,7 metros de diámetro. Otros chaityas
posteriores tenían una forma más madura, similar en su planta a las
basílicas cristianas. Un chaitya cerca de Poona, estado de Bombay,
tiene un primer atrio anterior detrás del cual hay un espacio,
dividido por columnas, que forma una nave principal y dos naves
laterales y termina en un ábside semicircular que contiene el
verdadero santuario.
Este templo penetra en la roca en una longitud
de más de 37 metros. Los llamados “viharas” o monasterios viejos
también estaban tallados en la roca, y divididos en celdas o
cámaras: podían elevarse varios pisos dentro de la roca, con pasajes
que los interconectaban.
Sin embargo, superando aún a los templos y monasterios de India,
están los restos de tumbas y templos subterráneos de los nabateos en
Petra, Jordania. Son notables como estructuras cavadas en la roca;
hay fachadas clásicas complejas y sofisticadas esculpidas en la
piedra viva, y detrás de ellas, extensas excavaciones que penetran
en las montañas de piedra arenisca. De los muchos monumentos
tallados, el más notable es el del faraón Khazneh, también llamado
el Tesoro del Faraón; se cree que puede ser o la tumba de un rey
nabateo o un santuario a la Madre Diosa Allat. Su fachada corintia
surge como un palacio fantasmal en medio de la superficie tosca y
sin pulir del farellón.
Las divinidades que adoraban los nabateos
(una de las tres grandes civilizaciones árabes pre-islámicas)
estaban íntimamente ligados con la Tierra. Sus principales deidades
eran Dushara y Allat; el primero, que era un Dios, estaba
simbolizado por un bloque de piedra o un obelisco, mientras que la
segunda, una Diosa, estaba asociada con los manantiales y el agua.
Dushara era el Dios tutelar de las montañas en que fue cavada Petra.
Su culto estaba íntimamente sujeto al culto solar de los lugares
altos y de las piedras erguidas o megalíticas y, en el siglo
tercero, el templo de Ed-Deir, también cavado en la roca, era un
nicho que contenía una cuenca para recoger la piedra en bruto que
simbolizaba a Dushara.
La adoración a las piedras en bruto u obeliscos en los santuarios
subterráneos está relacionado paralelamente con los ritos
misteriosos de los heréticos Caballeros Templarios. Cuando la
cristiandad se extendió hasta Petra, borraron mucho de la antigua
religión: en Petra, como en Grecia, Roma y Egipto, los templos
antiguos fueron convertidos en iglesias. Cerca del santuario de
Ed-Deir dedicado a Dushara, se encuentran los restos de ermitas
cristianas cavadas en la roca, y en la parte subterránea del propio
templo están talladas unas pocas cruces pequeñas que anotan su
propia historia de la cristianización.
Pero la gran era de las
magníficas construcciones en la roca había terminado para entonces
en la región.
En nuestra época, las construcciones subterráneas también se han
hecho espléndidas como excusa de ofrenda al misterio de la muerte.
Muchos personajes de la realeza y dinastías enteras están enterradas
en catedrales y mausoleos construidos bajo tierra. Entre las más
notables criptas sepulcrales esta el Panteón de los Reyes en el
monasterio de El Escorial, en España.
Construido directamente debajo
del altar mayor de la basílica, el Panteón de los Reyes es una
cripta octogonal de algo más de 10 metros de diámetro, pródigamente
decorada con mármol y jaspe de Tortosa y Toledo. Construido para
contener los cuerpos de los reyes españoles, mantiene su vigencia
hasta ahora; su fundador, Felipe II, falleció antes de que pudiera
comenzar la obra; su hijo, Felipe III, comenzó los trabajos en 1617,
bajo la dirección del maestro arquitecto Juan Gómez de Mora, que
completó la obra en menos de dos años, pero en 1621, al fallecer
Felipe III afloró un manantial de agua en la cripta, directamente
debajo del altar mayor, inundando completamente el recinto.
El
Panteón no pudo ser drenado hasta 1645, y consagrado finalmente por
Felipe IV en 1654. El afloramiento de un manantial debajo del altar
mayor demuestra su ubicación geomántica: muchas construcciones bajo
tierra están ubicadas sobre poderosos manantiales ciegos, y en El
Escorial esta tradición está comprobada.”
R.V., Simi Valley, California:
“Se sabe perfectamente que el hombre primitivo, en una época, vivía
en las cavernas naturales, pero existen también algunos rasgos
desconocidos de perforaciones, que han quedado en un pasado
olvidado. Norteamérica tiene evidencia de algunas de las más
tempranas excavaciones conocidas; sus orígenes no se saben, pero
respecto a su antigüedad hay bastante certeza. En la revista “Coal Age” (febrero de 1954) apareció un informe sobre un descubrimiento
hecho durante excavaciones en la mina de hulla Lion, en Wattis,
Utah.
Allí los mineros irrumpieron en un sistema de excavación
preexistente que es tan antiguo que los residuos de carbón que
quedaban se habían oxidado, al punto de quedar inutilizada la
dotación de carbono 14. En agosto de1953, John E. Wilson y Jesse D.
Jennings, de la Universidad de Utah, comenzaron la exploración de
esta antigua ruta subterránea, que se mantiene hasta ahora: los
túneles tienen por término medio dos metros de altura y siguen el
filón de la hulla exactamente como se hace en las minas actuales:
cada ciertos tramos hay cámaras para depositar el mineral antes de
transportarlo a la superficie; se han excavado túneles
excepcionalmente amplios, de tres metros de altura, a más de 2.500
metros de profundidad.
La identidad de estos antiquísimos
exploradores se mantiene aún en el misterio, porque ninguna tribu
americana local conocía el uso del carbón, ni existían recuerdos
tribales de él. Las minas como muchos antiguos artefactos en
Norteamérica, se mantienen como enigmáticas reliquias de antes que
nuestros “pieles rojas” se hicieran nómadas. Antiguas construcciones
subterráneas se han recreado a medida de las fortalezas, como para
época de guerra, inexplorados más allá de la profundidad de los
búnkers, que culmina en aquella que puede resistir ataques
nucleares.
Probablemente el más extenso de estos últimos es el bajo Cheyenne Mountain, en Colorado, donde está una terminal de las
computadoras y un centro de control de las armas de USA, a más de
800 metros bajo tierra. Los alojamientos son similares en todos lo
búnkers: edificios subterráneos de concreto, de varios pisos,
apoyados sobre resortes que les permite recibir el impacto directo
de un arma nuclear.”
E.J., San Diego, California:
“A diferencia de otras personas que dicen haber penetrado al reino
subterráneo, la exploradora Helena Blavatsky retornó sana y salva.
De los más naturalmente, nunca más se supo. Porque lo normal es
asociar a un posible mundo bajo nosotros con el lugar donde mora la
muerte, que nos recibe al partir del reino exterior éste en que
vivimos. En el período arcaico, las cavernas estaban habitadas,
pero, como en todas las esferas del comportamiento humano, el hombre
comenzó a mejorar la naturaleza.
En este aspecto, la muerte se
incuba con temor a cierta memoria ancestral del inconsciente; de
aquí es que podría surgir el mito de Agharthi, como un lugar de
sombras, del que no cualquier explorador regresa, pero al que puede
convenir visitar por un posible tesoro oculto (debido a que el
hombre, por una naturaleza que le es propia, aún en la mayor
oscuridad aspira a ver la luz, un poco). La construcción de caminos
para llegar al interior escondido fue en principio, y hasta ahora,
una búsqueda de utilidad. Las cavernas fueron alteradas o extendidas
según la conveniencia de sus habitantes. No todas las cavernas
naturales están en el lugar adecuado, así tuvieron que hacerse
estructuras totalmente artificiales, y continúan haciéndose, desde
simples cavidades en una ladera hasta el más complejo sistema del
tren subterráneo.
El cavar en la tierra produce, secundariamente, el
material de la excavación, que puede tener un valor intrínseco en sí
mismo. La minería se originó cuando se siguió un valioso filón, que
llevó al afortunado excavador a usar una sofisticada tecnología de
extracción que ha continuado desarrollándose hasta el presente. En
los primeros tiempos, las técnicas eran básicas, pero de enorme
significado. En Grimes Graves, las primeras minas de pedernal de
Gran Bretaña, los pozos y túneles se excavaron a través de la greda
valiéndose de picos confeccionados con astas de ciervos.
El
simbolismo de la cornamenta como emblema del principio masculino es
ampliamente conocido, y por ello quizás haya sido apropiado que
fueran las primeras herramientas que hayan penetrado en el cuerpo
terráqueo. El simbolismo es obvio, y aún ahora, en ciertas regiones,
los mineros practican muchos rituales y supersticiones. Desde
siempre la técnica de excavación ha sido apreciada y el minero visto
con respeto, como un temerario explorador dentro del reino
subterráneo, enfrentado a los poderes ocultos de la Tierra, tanto
los físicos como los inmateriales.
Tradicionalmente se supone que
toda clase de seres habitan los caminos minerales interiores,
gnomos, duendes y presencias desconocidas que convierten las minas
en lugares de gran peligro espiritual, además del inminente del
derrumbamiento. En Europa abundan historias repetidas en diferentes
lugares: el niño que toca el violín, el tambor o la flauta y entra a
través del peligroso paraje hacia el interior de la caverna y no
vuelve jamás; el animal que entra por un extremo del túnel y
aparece, sorpresivamente, a varios kilómetros de distancia, algunos
días después; los tesoros enterrados y los espíritus guardianes de
esos tesoros, que, en Inglaterra, se convierten en el mismo ejército
durmiente de los caballeros del Rey Arturo esperando ser
despertados.
A menudo aparecen túneles insospechados que hunden calles enteras o
edificaciones, que no pocas veces están acompañados de tragedias. En
1961, toda una calle en el distrito Clamart de París se hundió, con
quienes lo habitaban; la causa del desastre fue un túnel desconocido
que pasaba a través de la calle, cuyo techo se había desintegrado.
Se sabe que París es una especie de panal con una vasta red de
túneles, algunos de los cuales datan del período galo.
Algunos son
minas abandonadas de donde se extrajo la mayor parte de las piedras
con las que se fue construyendo la ciudad. Las más antiguas
exploraciones subterráneas europeas son, probablemente, las más
viejas del mundo. Ya existían fundiciones de cobre en los Balcanes
hace 6.000 años, y en Austria abundan restos de minas anteriores a
nuestra era. En Inglaterra, como las citadas de Grimes Graves,
algunas minas eran comúnmente explotadas 2.000 años antes de
nosotros.
Muchos túneles subterráneos han sido descubiertos al hacerse las
excavaciones para el tren subterráneo. En París, la construcción de
una línea del metro debajo de Buttes Chaumont dejó al descubierto
una mina de yeso, con galerías que se extendían unos 40 metros
debajo de la superficie.
Los constructores del tren subterráneo de
Roma han tenido que lidiar con infinidad de construcciones bajo la
Tierra, especialmente en el distrito entre San Pietro in Vincolo y
la Via Cavour. La construcción de la segunda línea del metro en Roma
se atrasó no menos de 13 años, debido a los túneles que no estaban
registrados.
Otros túneles fueron descubiertos recientemente, pero
no se sabía de ellos: en Nueva York y Londres, los trabajadores del
metro se encontraron repentinamente frente a túneles experimentales
para la instalación de trenes bajo la superficie, que datan de
mediados del siglo XIX. Otras veces han ido saliendo a la luz
construcciones subterráneas legendarias: en 1902, la Sociedad
Arqueológica de Moscú se opuso al proyecto de construcción del metro
sosteniendo que una construcción subterránea violaría el terreno
consagrado de los antiguos monasterios; cuando finalmente, durante
el gobierno de Stalin, se comenzó a excavar para el metro surgió una
verdadera conejera de túneles, que correspondían a la buscada Ciudad
Secreta de Iván el Terrible.
En la Ciudad de México se hacen
corrientemente nuevos descubrimientos de construcciones bajo tierra,
incluso algunas que la tierra misma se había tragado, como el
fabuloso Templo Mayor de los aztecas, una compleja ciudadela sagrada
enterrada en pleno centro de la ciudad. Bajo las modernas ciudades
del siglo XX vemos como se fusionan los antiguos y modernos caminos
subterráneos, unos tropezando con los otros, evocando una
encarnación posible del reino bajo la tierra.”
P.Q., San Isidro, California:
“La entrada al reino subterráneo necesita un guardián únicamente
porque existe gente valiente al extremo de querer penetrar en él. En
Gran Bretaña, el que se enfrenta a lo desconocido generalmente es un
violinista que, a veces, es ciego. En Escocia, el que se atreve es
un gaitero. La leyenda conocida como la historia de la Cueva del
Gaitero O'Gowend en Galloway, fue registrada en 1800 por el ministro
de la parroquia A. MacCulloch, y repetida en el Statistical Account
publicado en Wigtown en 1841.
Dice:
“Cuevas: Hay un buen número de ellas en las playas salvajes de
Colvend. La principal de todas se conoce como Piper's Cove,
debido a una leyenda sobre un gaitero que intentó explorarla. Entró
tocando su gaita y continuo tocando bajo tierra hasta que llegó a
Barnbarrach, a más de seis kilómetros de distancia de la boca de la
cueva. Allí el sonido cesó y nunca más se tuvieron noticias sobre el
desafortunado trovador.”
John MacTaggart describe la misma cueva en
la Scottish Gallovidian Encyclopaedia:
“Está situada en una playa
solitaria y frecuentemente se escucha el sonido de gaitas en su
interior; algunos piensan que el gaitero es un diablo, otros
fantásticos relatos dicen que el músico es una especie de fantasma
que reverencia la memoria de los exploradores fallecidos, que
antiguamente fueron perdiéndose en el olvido, tragados por los
caminos subterráneos”.
Cuando se estaban haciendo las excavaciones
para construir el sistema de aguas corrientes y de drenaje en Portpatrick, alrededor del año 1900, los trabajadores “dieron con un
gran espacio en forma de caverna, exactamente en el lugar donde se
decía que se escuchaban los sonidos de la gaita tocada por el
fantasma” (J. Maxwell Wood, en Witchcraft and Superstitious Record
in the Southwestern District of Scotland, 1911).
Hoy se sabe que hay
un túnel que corre por más de un kilómetro y medio desde el castillo
hasta el edificio de District Nurse, en el puerto de Portpatrick.
Muchas veces se ha sugerido que las leyendas escocesas sobre los
gaiteros podrían haberse originado en los misteriosos sonidos
provocados por las ráfagas de aire comprimido en las cuevas, cuando
el aire se ve forzado a escapar a través de las fisuras de la roca,
y al salir produce sonidos fantasmales semejantes a gemidos.
Los ascetas misioneros de la primitiva Iglesia eligieron a menudo
cuevas naturales, especialmente en Escocia, donde algunas llevan aún
nombres que atestiguan el uso religioso que le dieron en otro
tiempo; cerca del lago Kilkerran está St Kieran's Cave, en Wigtown
está St Ninian's, y en Holy Island in the Clyde (la iglesia
santa) está la cueva de St Moloe llena de inscripciones rúnicas y
cruces talladas.
San Adrián y su grupo de monjes vivieron en una
cueva en Caplawchy in Fife, y la famosa cueva de St Rule en St
Andrews fue inmortalizada por Sir Walter Scott en “Marmion” (Canto
I, 29) donde describe a un peregrino que profesaba culto allí:
To fair St Andrews Bound / Within the Ocean cave to pray,/ Where
good St Rule his holy lay / From midnight to the dawn of day / Sung
to the billows / sound. (Partiendo hacia el bello San Andrés / a
orar dentro de la cueva del Océano,/ donde el buen San Rule su santa
canción / desde medianoche hasta el amanecer del día / cantaba al
sonido de las olas.)
En la playa, a pocos kilómetros del monasterio de Whithorn, en la
costa agreste escocesa de Galloway, a cien kilómetros al oeste de
Carlisle, está la cueva de Physgyll; los lugareños la asocian con
San Ninian, que la usaba como retiro, y fue descrita en un poema de
Whithorn en el siglo VIII como un “horrendum atreum”, es decir, una
caverna aterradora: Physgyll es la típica estructura subterránea
sagrada por servir de cobijo a santos ascetas de la iglesia céltica
primitiva, antes de que se estableciera cabalmente como un brazo del
Estado, y las ermitas públicas pudieron construirse sin temor.
Sin
embargo, a diferencia de las iglesias, las ermitas subterráneas
generalmente no estaban dedicadas a un santo especial, eran más bien
una manera de ofrenda a la tierra en su fortaleza, así, cuando la
estructura subterránea ha cobijado a varias gentes ilustres,
perdiéndose su nombre en el pasado, simplemente se le llama San
Pedro (“La Roca”).
La conexión con Pedro no viene únicamente del
significado de este nombre: piedra, roca; también el atributo de San
Pedro como poseedor de las llaves que abren a lo oculto, es
apropiado conectarlo con el reino subterráneo. Este otro nombre que
se da al guardián de la entrada a Agharthi, es la cristianización
del mito, y surge en diversos sitios de Europa en un periodo
similar, alrededor del siglo X, principalmente en Gran Bretaña y
Alemania”.
G.Ch., Guadalajara, Jalisco:
“Explorar una caverna no es cosa fácil. Menos aún si ésta no ha sido
visitada en siglos, cuando existe franco riesgo bacteriológico para
las personas. La flora que vive en los caminos subterráneos está
compuesta principalmente por bacterias perjudiciales a nosotros,
pero importantes en la degradación de detritos orgánicos y que al
mismo tiempo son fuente alimenticia para otros organismos.
El
extendido hongo que surge del guano de murciélago, entre muchos, el
Histoplasma capsulatum, despide unas esporas que si se introducen en
nuestras vías respiratorias y llega a los pulmones produce la
llamada histoplasmosis, enfermedad sin cura conocida y de
consecuencia terminal rapidísima. Sin embargo, en su propio medio
subterráneo sirve de alimento a otras formas animales que viven en
el mundo sin sol; en que los vegetales verdes se encuentran, a
veces, en sitios de penumbra, pero siempre cerca de la entrada de
las cuevas.
En la sierra de El Abra que corre de norte a sur en los estados de
Tamaulipas y San Luis Potosí, se encuentra la legendaria cueva de
Los Sabinos, donde existe una fauna muy interesante. Entre algunos
de los organismos que la habitan están las crustáceos Speocirolana
pelaezi, Spherarmadillo cavernicola y Brackenridgia bridgesi.
En la
clase de los arácnidos hay un buen número de ejemplares, como el Hoplobunus boneti. Dentro de los insectos se encuentra una gran
cantidad de coleópteros, dípteros y grillos de la especie Paracophus
apterus, troglófilo común en varias otras cuevas de la región (como
La Cueva Chica, la cueva El Pachón y las grutas de Quintero). Los
mamíferos se hallan representados por murciélagos y vampiros.
Allí también habita el pez ciego (Astyanax hubbsi), con su sentido
de la visión perdido en el proceso evolutivo por falta de uso, del
cual le envío una foto. El establecimiento de los peces ciegos
mexicanos en algunas de las cuevas de San Luis Potosí y Tamaulipas,
según la opinión de la mayoría de los científicos que los han
estudiado, se debe a una mutación que provocó la reducción de los
ojos de una manera muy notable en el Astyanax fasciatus que vive en
los ríos de la superficie y que es el ancestro de las especies
ciegas.
Esta reducción ocular que fue originada por una variación
genética, es desfavorable en el ambiente natural en que habita este
pez, pero alcanza un valor de supervivencia en las aguas
subterráneas de una caverna. Aunada a la carencia de visión, se
produjeron otros cambios como lo son, una fina percepción sensorial
de tipo táctil y vibratorio, agudeza en el olfato y magnífica
capacidad de orientación. En las cavernas no tienen depredadores y
su continuidad está casi asegurada.
Muchos seres troglobios, o sea
residentes permanentes de las cavernas, son testimonios de antiguas
poblaciones habitantes de la superficie hoy desaparecidas, por lo
que se les considera “fósiles vivientes”.
Por lo tanto, explorar cualquier caverna sin la debida preparación,
implica no sólo riesgo para el buscador, sino también para las
especies que la habitan. Implica información y recursos. Así, se
comprende que muchos exploradores hayan desistido, aunque sea,
generalmente, por falta de medios que impide el conocimiento
científico y frena el seguimiento.
Si uno lee, por ejemplo, a Madame Blavatsky, percibe que era alguien que manejaba relativa
información, aunque, en verdad, nunca tuvo fortuna personal que le
permitiera realmente explorar Agharthi, donde fuera que estuviera
una puerta de entrada. Sin embargo, la tradición dice que ella,
realmente, estuvo en el reino subterráneo, entró en varias cavernas
y se perdió un tiempo en la boca oscura de una de ellas.
Solía
contar el coronel Olcott, compañero de viajes de Helena Blavatsky,
que habían entrado a una capilla o santuario cavado en la roca,
cuando quedó absorbido,
“por la vista imponente de la boca de la
cueva. Al reaccionar, percibí que Blavatsky había desaparecido.
Escuché el estrépito lejano de una puerta pesada al cerrarse, aunque
no pude distinguir dónde estaba esa puerta. Era tal la oscuridad.
¡Cómo añoré, entonces, un buen equipo de luz portátil más moderno
que mi linterna! Registré la capilla, pero no vi ningún lugar donde
Helena pudiera haber ido. Media hora más tarde, ella apareció
súbitamente y dijo que había atravesado una puerta, donde conversó,
con uno de los maestros guardianes, que anuncian a la profunda
Agharthi, dentro de la roca”.
Si aceptamos esta historia en lo que dice, o si la descartamos como
una fantasía, de todas maneras, su parte de contenido simbólico
concuerda con otras narraciones que hablan de vida más debajo de
nosotros. La ciencia, al fin, jamás ha negado la existencia de vida
interior, de hecho, la estudia. En verdad, no es dudoso pensar que
la verdad quizás descansa en el fondo de un pozo.”
Ch. G., Phoenix, Arizona:
"Los enanos de la mitología nórdica vivían en un mundo subterráneo,
gobernados por su propio rey: Alberico. A ellos la luz del día los
convertía en piedras, por lo que solamente salían de sus
construcciones interiores cuando era de noche. Es la razón de que,
aún ahora, lo normal es que estos seres pequeñitos, gnomos, duendes,
se vean sólo de noche. Aunque no pueden alejarse demasiado del sitio
en que está la entrada a su mundo, menos de una media noche, cuando
deben regresar antes de la luz del día.
Se dice que son grandes
mineros y artesanos que trabajan metales y, naturalmente, tienen un
conocimiento secreto sobre el tesoro subterráneo, como la ubicación
de vetas preciosas. Se sabe que el minero que cree en ellos,
encuentra su veta, aunque nadie asegura haberlos visto alguna vez.
Recuerdos de ellos han quedado en innumerables poblaciones
construidas bajo tierra, que son un testimonio de la pequeñez de sus
habitantes. El tamaño tan reducido de las casas encontradas durante
hallazgos arqueológicos realizados a partir del siglo XIX, los
confirman.
Por ejemplo, en tierras de Escocia y de Ulster,
James Farrer encontró una de estas construcciones en la isleta conocida
como Holm of Eday, en las Orcadas, en 1855, y señaló:
“Mientras que el tamaño de las piedras usadas en las construcciones
evidencian una gran fuerza física de parte de los constructores, las
habitaciones tan pequeñas y angostas parecen indicar una raza
diminuta”.
Otro arqueólogo, J.R. Tudor, en su informe “The Orkneys
and Shetland”, 1883, se preguntaba:
“¿Qué tamaño puede haber tenido
la gente que ha gateado a través de los túneles que parecen para
conejos, como son los pasajes que llevan a sus construcciones bajo
la tierra?”.
Una arqueóloga de Ulster, Mary Hobson, en 1907, leyó en
una reunión de la Asociación Británica en Leicester su informe “an Account of Some Souterrains in Ulster”, en que dice:
“Las entradas
son pequeñas, pero las aberturas para pasar de una cámara a la otra
son todavía de menores dimensiones: son demasiado pequeñas para
dejar pasar a un hombre de estatura mediana; una persona tendría que
tenderse para poder atravesarlas, y aún así, el ancho no permitiría
que pasaran más que los hombros de una mujer o un niño.
Es obvio que nadie construiría edificios donde no pudiera entrar él
mismo, así que debemos deducir que las proporciones de los
constructores estaban de acuerdo con las de las construcciones. Y se
han encontrado numerosos vestigios de haber sido habitadas por
humanos, así que la sugerencia de que han sido construidas como
receptáculo para los espíritus tampoco funciona”.
Parece ser que la antigua raza de habitantes de Escocia y de Ulster
era comparable, en características y estatura física, con los
esquimales modernos. El antropólogo Charles H. Chambers, escribió en
1864 en la Anthropological Review:
“Pienso que la raza que habitaba
las costas septentrionales de Europa era semejante a los lapones,
finlandeses y esquimales, de bajo tamaño físico, lo que ha dado pie
a muchas de las historias de enanos, gnomos y hadas que existen en
las sagas escandinavas.”
En 1863 se hizo el descubrimiento de
veintisiete calaveras humanas en la isla de Burray, Orcadas, que
quedó registrado en el número de ese año de The Prehistoric Annals
of Scotland, en que se dice que estas calaveras “son de seres
humanos extremadamente pequeños, del tipo esquimal, de cabeza corta
y ancha.”
Lo cierto es que la mitología del reino subterráneo suma muy
diversos tipos antropomorfos, así como cosmogonías diversas. Por
ejemplo, el mundo subterráneo de los griegos tiene una estructura
compleja y jerárquica, y está dividido en dos áreas: Erebo, donde se
enviaba a las almas de los muertos para que esperasen, y el Tártaro,
una parte más profunda e impenetrable. Varios ríos dividían estas
zonas del mundo de los vivos.
El primero era aqueronte, a través del
cual el barquero Corante transportaba las almas de los difuntos a
cambio de una retribución: la moneda que tradicionalmente se coloca
en la boca o sobre los ojos de los muertos. Si no podían pagar al
barquero, el alma estaba perdida y quedaba para siempre en el limbo
sobre las orillas de Aqueronte.
Otros ríos del mundo subterráneo
eran Leteo, el río del olvido; el Estigia, junto a cuyas aguas los
Dioses hacían juramentos de terrible poder; Cocito, el río de los
quejidos, y Flegetonte, el río del fuego. Una vez en el Erebo, las
almas de los muertos eran juzgadas por tres magistrados: las
malditas eran enviadas más abajo, al Tártaro, y las almas salvadas
iban al paraíso de los Campos Elíseos. Esta estructura está muy
cercana a la exégesis de la estructura del infierno en la religión
cristiana, lo mismo que la primitiva concepción cristiana que
derivaba de ella, que sobrevive en los mitos de todo el mundo, que
habla de que ciertos héroes pueden haber penetrado en aquel reino.
El descenso de Orfeo (en búsqueda de Eurídice), de Hércules
(cumpliendo su prueba de valor) o del mismo Jesús al inframundo,
para rescatar a los justos, resuena en múltiples narraciones. Una
vieja historia folklórica escocesa, “La leyenda de Childe Rawland”,
data del siglo XVIII formalmente, pero, con certeza, es muy
anterior.
De hecho, una parte de ella aparece en los delirios de
Edgardo, “El Rey Lear” de Shakespeare, que fue publicada en 1604.
Hoy la historia se narra así:
“Erase un rey que tenia cuatro hijas: una mujer, Burd Ellen, y tres
varones, el menor de los cuales era Childe Rowland. Ocurrió que
mientras estaban jugando a la pelota, en el techo, ésta fue arrojada
fuera por sobre el tejado, y Ellen fue enviada a buscarla. Como ella
no volvía, fue a buscarla por turno cada uno de sus hermanos, hasta
que fue enviado Childe Rowland. Sucedió que Ellen había sido
capturada por el monarca del Reino de los Elfos, y la habían llevado
prisionera dentro de un monte verde.
Childe Rowland caminó alrededor
del monte tres veces en dirección contraria a las agujas de un
reloj, luego dijo: “¡Abrete puerta!”, y entonces milagrosamente
apareció la abertura de una oscura caverna. Al entrar se dirigió a
la ante-cámara del rey de los Elfos, donde encontró a su hermana
viva, pero a sus hermanos muertos. Cansado por la larga caminata, le
pidió a su hermana algún alimento y ella, influida por el Rey de los
Elfos, se lo trajo. Justamente cuando estaba a punto de comerlo,
Rowland recordó que comer en el inframundo era quedarse atrapado
allí, y arrojó la comida al piso.
Al haber fallado la magia, el
propio rey entró precipitadamente portando armas y gritando:
“¡With Fie and Foe and Fum,/ I smell the blood of a Christian man,/ Be he
dear, be he living, with my brand,/ Íll dash out his harns
(brains) frae his harn-pan!"
(¡Con Fie y Foe y Fum,/ yo huelo la
sangre de un cristiano./ Esté muerto o este vivo, con mi espada / le
arrancaré el cerebro del cráneo!).
Pelearon, y Rowland venció al Rey de los Elfos, quien permitió
liberar a Burd Ellen y volver a la vida a sus hermanos muertos. Una
vez que esto se cumplió, Rowland le perdonó la vida al rey, y los
cuatro se alejaron del reino dentro de la piedra y volvieron a casa
sanos y salvo. El caso es que a pesar de que las leyendas del reino
subterráneo son complejas y misteriosas, preservan ciertos hechos
históricos.
El origen de algunas de estas historias puede estar en
la memoria popular de una época anterior, mientras que otras pueden
provenir de experiencias mágicas o chamánicas en un plano psíquico.
Otro tipo de leyenda puede tener su origen en visiones fugaces de
ritos practicados debajo de la tierra, que desde siempre han
producido en los vecinos cierto espanto.
Hoy en día, el tren
fantasma de los parques de diversiones es el último resto que queda
de los terrones subterráneos de los neófitos. Porque la mayoría de
las sociedades religiosas en nuestros días no pueden darse el lujo
de tener cámaras iniciatorias construidas bajo tierra; así los
modernos francmasones encuentran que vendar los ojos durante un rito
determinado es un sustituto aceptable.
Como lugares de iniciación ciertas construcciones subterráneas deben
de haber sido lugares de poder sagrado. Este poder puede ser que
exista allí naturalmente, o que haya sido generado especialmente
mediante actos mágicos y geománticos. Las cuevas sagradas de los
oráculos, como la de Ramahavaly en Madagascar, eran ejemplos de
centros de poder natural, mientras que las grutas de la Virgen
María, como la de Lourdes, parecen haber adquirido poder por meDios
sobrenaturales.
El poder de estas estructuras subterráneas se ha
mantenido y aumentado mediante la observancia religiosa y los
sentimientos piadosos, como lo demuestran las numerosas curas que
ocurren todavía diariamente en Lourdes. Como toda energía, el poder
existente en esos lugares puede ser canalizada para propósitos
buenos o malos. A las energías benevolentes o positivas de la Virgen
se oponen las siniestras maquinaciones del imperio del mal.
De
acuerdo con el “Libro de Enoch”, la victoria de San Miguel sobre el
diablo dio como resultado que los ángeles caídos fueran desterrados
al mundo subterráneo. Paracelso creía que la morada del imperio del
demonio estaba debajo de la Tierra, y varias manifestaciones
psíquicas están asociadas con las estructuras subterráneas.
Las investigaciones modernas sobre la relación entre las
manifestaciones psíquicas y las energías de la tierra indican que el
sonido puede jugar un papel importante en la creación o dispersión
de estos fenómenos y de hecho encontramos una específica relación
entre el sonido y las leyendas del reino subterráneo.
Tradicionalmente, los exploradores de túneles son músicos que van
tocando a medida que caminan; los caballeros del Rey Arturo se
despiertan por el sonido de una campana; el famoso flautista de Hamelin encanta primero a las ratas y luego a los niños y los lleva
al reino subterráneo con su flauta. Y existe una superstición
universal de no silbar dentro de las minas para no provocar a los
seres que allí viven y que pueden hacer que caiga el techo de la
mina o haya una explosión.
Está bien documentada la supresión del
imperio subterráneo cuando es demoníaco mediante el sonido. Gongos,
matracas, silbatos, campanas, fuegos artificiales silbantes, mantras, cantos e himnos han sido usados en varias partes del mundo
para destruir la interferencia demoníaca durante los rituales
sagrados. Los santos de la antigua iglesia céltica acostumbraban
llevar campanitas de mano adonde fuera que se dirigieran, con el fin
de mantener un contorno psíquico correcto para sus actividades y
para exorcizar los demonios del infierno de sus monasterios
subterráneos.
Asimismo, desde siempre se ha sabido que las campanas
de la Iglesia Católica son, además de un llamado a los fieles, una
manera de exorcizar a quienes las oyen. El sonido de violinistas,
tambores y gaiteros también puede suprimir la acción de los
espíritus malos o las energías negativas de la tierra que circulan
en los túneles desconocidos. De hecho, el posible hechizo negativo
que puede circular en estos sitios también puede ser roto por la
simple voz humana, de aquí que, por instinto, cuando una persona
debe cruzar un paraje solitario, no es raro que cante para acallar
los miedos.
Otra forma de sonido humano que permite entrar sin
peligro alguno al mundo interior, es la simple oración, la
repetición de los rezos que uno aprende desde niño, sea del lugar de
la Tierra que sea.”
Regresar
al Índice
|