CINCO

Una de las sedes subterráneas prehistóricas más interesantes de Europa está en Inglaterra, muy cerca de la montaña Great Whernside, en Lea Green, donde están los restos de un pueblo de la Edad de Hierro que existió entre los años 200 antes de nuestra era y 400 de nuestra era. En esa región de Yorkshire hubo minería de plomo durante siglos y algunos de sus túneles pertenecen al mesolítico, neolítico y períodos del bronce y del hierro.

 

En su libro "Reliquias diluvianas", Buckland, que exploró el sitio en 1882, asegura que los restos que él halló “pertenecieron a hombres que habían sido barridos por el diluvio”. El escritor Daniel Defoe, que vivió allí en los primeros años del siglo XVIII, escribió luego que “el sitio es terrible.”


En la década de 1970, el escritor Alec Maclellan narró una extraña experiencia que tuvo en el lugar:

“Me encontraba en un punto donde los escarpados bordes de la colina cercan el valle, cuando vislumbré fugazmente una entrada en la ladera de la colina. Al acercarme me di cuenta de que no me había equivocado, aunque la entrada era muy pequeña y estrecha. Saqué la linterna que llevaba e iluminé con su haz de luz a través de la pequeña abertura. En cuanto entré, percibí una corriente de aire frío. Me abotoné el saco y el cuello de la camisa y me puse en movimiento siguiendo el poderoso haz de luz blanca de la linterna.

 

Las paredes de la cueva parecían descender gradualmente y luego tomar una forma de túnel regular. Sólo el sonido de mi respiración y mis pasos rompían el silencio. Me volví una vez para mirar a mis espaldas, pero sólo comprobé la oscuridad impenetrable. Pensé que había encontrado y explorado uno de los extraños túneles subterráneos del West Riding. No soy espeleólogo, y por tanto de nada servia que siguiera más allá. Investigué con la linterna a mi alrededor. Y el sentido común me hizo volver sobre mis pasos, pero algo me detuvo. Con la linterna había captado un débil brillo lejos, delante de mi en el túnel. Escudriñé más para asegurarme de que no estaba equivocado. No, había claramente un brillo apagado, que pareció crecer en intensidad, se hizo verdoso.

 

“Poco a poco comencé a discernir con claridad un suave zumbido que gradualmente iba creciendo; bajo mis pies, el suelo comenzaba a vibrar. El zumbido iba convirtiéndose en un retumbar y simultáneamente la luz verde parecía titilar con mayor fuerza. Tenía la impresión de que algo venía hacia mí. El sentido común y la sensación de inquietud que me invadía no impidieron que mis sentidos me insinuaran que había entrado en un lugar mucho más extraordinario. Luego el ruido se hizo tan intenso y la luz tan fuerte, que creí que todo caería sobre mí.

 

Ese pensamiento deshizo el sentimiento de asombro que me había sobrecogido y sin pensarlo más, me di la vuelta y corrí hacía atrás por el pasadizo.

 

"- Me han sugerido -confiesa Maclellan- que la luz verde pudo haber sido causada por un extraño fenómeno conocido como “fuego fatuo”, que es el resultado del gas pantanoso en la tierra putrefacta, y que produce pequeñas llamas; y que el ruido se debía simplemente al movimiento repentino de algunas rocas subterráneas. Aunque es innegable que ambas explicaciones son posibles, no acaban de convencerme."

Otro escritor inglés, Charles J. Cutcliffe-Hyne, hoy casi olvidado, vivió en esa región de Inglaterra a principios de 1900. Ganó cierta fama como explorador y estaba obsesionado con la leyenda de la Atlántida (es autor de una buena novela sobre el tema: "El continente perdido"); escribió en 1889 un extenso texto sobre un reino subterráneo, basado, según él, en hechos que había conocido realmente.

 

Cuando el narrador de su obra recobra el sentido luego de caer en cierto túnel, descubre que ha caído en poder de una raza subterránea que ha vivido en armonía y paz desde tiempos prehistóricos. No eran partidarios de la guerra y tuvieron que buscar abrigo en el suelo pues en la superficie se estaba produciendo una carnicería.

 

El narrador pregunta a sus huéspedes:

-¿He de entender que hay una colonia haciendo vida normal en esta cueva?


-Bien, sí, en parte, pero en vez de colonia hay que hablar de nación, y en vez de cueva de un laberinto casi interminable. Nuestras habitaciones y los túneles que las conectan se ramifican bajo la totalidad de las islas británicas, y en muchos lugares debajo de los mares.

Luego le explicaron que estaban gobernados por alguien supremo, tanto en las cosas temporales como en las espirituales, que es al mismo tiempo gobernante y deidad. Y le dicen que se aprovecharon de la estructura de la tierra para crear su mundo subterráneo:

“En primer lugar, la corteza terrestre es vesicular, es decir, está llena de agujeros formados por convulsiones titánicas o por la erosión irresistible del agua; y en segundo lugar, todas estas cavidades están ventiladas por invisibles pozos de aire.”

La creencia de una entrada al reino subterráneo es común en esa parte de Gran Bretaña. Joseph O'Neill, que fue secretario permanente del Departamento de Educación del Estado Libre irlandés, desde 1923 a 1944, describe en una novela que publicó en esa época, a una antigua sociedad totalitaria de gentes que vivían bajo el suelo inglés, en cuevas y pasadizos, y que utilizaban la telepatía para comunicarse.


El sabio Nicholas Roerich declaró:

“entre las innumerables leyendas y relatos de hadas de diversos países pueden encontrarse cuentos de tribus perdidas o habitantes de subsuelos. En amplias y diversas direcciones, los pueblos hablan de hechos idénticos. Pero al correlacionarlos, se ve rápidamente que no son más que capítulos de la misma historia. Al principio parece imposible que existía alguna conexión entre estos rumores distorsionados, pero después se empieza a captar una coincidencia peculiar en estas múltiples leyendas de pueblos que son incluso ignorantes de los nombres de los otros.

 

Se reconoce la misma relación en el folklore del Tíbet, Mongolia, China, Turkestán, Kashmir, Persia, Altai, Siberia, los Urales, Caucasia, las estepas rusas, Lituania, Polonia, Hungría, Francia, Alemania… desde las más altas montañas hasta los océanos más profundos cuentan cómo una tribu sagrada fue perseguida por un tirano y cómo el pueblo, no deseando someterse a la violencia, se encerró en el interior de las montañas. Incluso te preguntan si quieres ver la entrada por la que huyeron…”

La idea de un paraíso terrestre, donde subsisten los más altos ideales de la humanidad, es tradicional. Esta zona sagrada la hemos preservado en nuestra memoria histórica: en Grecia era el monte Olimpo y los campos Elíseos en los misterios de Eleusis. En los primeros tiempos védicos recibió hermosos nombres: Ratnasanu (cima de la piedra preciosa), Hermadri (montaña de oro) y Monte Neru (hogar de los Dioses).

 

Simbólicamente la cima de la montaña está en el cielo, su parte central en la tierra y su base en el reino subterráneo, llamado también tierra de Azar entre los pueblos de Mesopotamia; tierra de Amenti, según el libro sagrado de los muertos de Egipto; el Erdemi, de los antiguos mogoles; la ciudad de los siete pétalos de Fishnú, o el Edén de la tradición judaica.

 

Los persas la llamaban Alberdi o Aryana; los hebreos, Canaán; entre los celtas se conocían como tierra de misterios, Dust o Dananda. Los chinos hablaban de un mundo subterráneo que esta en las raíces del cielo, y la nombraban Chivin. Es la mitológica Cólquida que buscaban los argonautas que salieron tras el vellocinio de oro.


En los cuentos de hadas se la nombra como Ciudad Celeste y en la Edad Media la llamaban Isla de Avalón, hacia donde el Rey Arturo y los caballeros de la mesa redonda, guiados por Merlín el mago, fueron a buscar el Santo Grial, símbolo de justicia. Luego a Sir Bedibere le fue encargado devolver la espada mágica del rey “a la tierra en que nadie muere”. Es el Vahalla de los alemanes; el Monte Salvat de los caballeros del santo Grial; la Utopía de Thomas More; el Shangri-la de los tibetanos. En México se la conoce como Tula o Tulán, también se la ha identificado como Maya-Pan. Es la fabulosa El Dorado que buscaron los españoles en América.


El Dorado, Paititi o Manaos, como se la nombra, es una ciudad cerca del lago Parima, rodeada de montañas de oro, edificios y calles del mismo metal, así como ostentosas construcciones de oro blanco y piedras preciosas. El cronista Gonzalo Fernández de Oviedo ubica la primera mención de esta ciudad en 1534. Sin embargo, casi junto con la llegada de Cristóbal Colón en 1492, los españoles escucharon rumores sobre este reino, situado en algún lugar “de las inmensas y extrañas tierras que la providencia había deparado para el pueblo elegido de Castilla”.

 

El primero en lanzarse a la búsqueda de El Dorado es un hombre cruel: el alemán Ambroise Alfinger. Financió sus expediciones, entre 1529 y 1538, vendiendo indios marcados con fuego como esclavos en Santo Domingo. Al salir de Coro, capital entonces de Venezuela, sube por el río Magdalena masacrando a su paso a varias tribus indígenas. Finalmente, extraviado y con sus tropa dispersa, Alfinger debe abandonar su búsqueda después de varios intentos fallidos: durante su última incursión, durante un enfrentamiento con los indios, recibe en el cuello un flechazo envenenado y muere al poco tiempo.

 

Esto no disuade a los demás conquistadores. Otro de ellos, Gonzalo Jiménez de Quezada, un abogado fascinado por la aventura, después de una larga y difícil búsqueda con sus hombres, durante la cual son acosados por los indios y consumidos por las fiebres tropicales, logra penetrar en la selva en enero de 1537 y conquista Bogotá: encuentra oro, diamantes y minas de esmeraldas, pero concluye que no es el soñado El Dorado.


El cronista Pedro Cieza de León, que narra incomparablemente los acontecimientos de la conquista de Perú, en la que era soldado, convence a Gonzalo de Pizarro, hermano de Francisco, a organizar un viaje a El Dorado. Dicho lugar se encontraba, según ellos, en las montañas situadas al oriente de Quito. Y parte Pizarro con su expedición a explorar El Dorado; ese mismo año de 1541, Hernán Pérez de Quezada consigue un permiso semejante en Bogotá para emprender igual exploración.

 

Durante la búsqueda, Pizarro se encuentra acosado en medio de la selva amazónica, después de diez meses de vagar, y decide concederle permiso a uno de sus lugartenientes: Francisco de Orellana, para navegar el Amazonas; Orellana parte desde Guayaquil junto a Fray Gaspar de Carbajal, quien escribe una interesante relación del viaje, que los llevaría al Océano Atlántico y al virtual abandono de los hombres de Pizarro. Orellana desde entonces, afirmó haber ubicado la Isla de las Amazonas.

 

Por su parte, el viaje emprendido por Quezada entró casi en el olvido, cuando regresan a Bogotá, más de un año después, los sobrevivientes dijeron no haber llegado pero sí estuvieran muy cerca; como prueba traían la información correcta de la geografía de la región de Mocoa y Pasto. Hay informe de otras expediciones fracasadas en búsqueda de El Dorado, en dirección del río Orinoco y las Guyanas (en 1559 y 1569), que, sin embargo, abren rutas nuevas.


Un aventurero paranoico que salió en búsqueda de El Dorado fue Lope de Aguirre, quien asesina, en un lapso de cinco meses, al organizador de la expedición: Fernando de Guzmán y a su colaborador inmediato Pedro de Urzúa, tomando el mando en un vertiginoso viaje a través de la selva. La odisea de este hombre ha quedado en la historia como Aguirre o La Ira de Dios.


Un explorador soberbio en búsqueda de la ciudad magnifica en plena selva fue Sir Walter Raleigh. Siempre estuvo poseído por la quimera de esta ciudad, que pensaba existía en algún lugar de la Guayana americana. Explorador de los territorios de Virginia y conquistador de tierras americanas, emprendió al Orinoco dos viajes en busca de El Dorado, en 1595 y 1617.

 

En el relato del viaje que publicó hablaba de cosas tan sorprendentes y de riquezas tan enormes que incentivó el auge de la piratería en América. Cuando Antonio de Berrio, gobernador oficial de los territorios de El Dorado, fundó en la isla de Trinidad, la ciudad de San José de Oruña, y en los márgenes del río Orinoco, Santo Tomé, lo normal era decir que la ciudad de Manaos, capital de El Dorado, estaba a orillas del lago Parima, cuyo fondo era un cerro resplandeciente de oro. La fábula fue muy popular en la España de la época, y muchos querían venir a buscar El Dorado, ¿acaso no fue el propio don Cristóbal el primero en vislumbrar la entrada al Jardín del Eden al explorar, durante su tercer viaje (1498-1502) la desembocadura del Orinoco, creyéndolo el Ganges, uno de los cuatro ríos que nacen en el Paraíso Terrenal?

 

En esa época más de dos mil personas se embarcaron hacia Trinidad y la Guayana. Sólo los guiaba la posibilidad de encontrar El Dorado. El fracaso fue total: el terrible clima, indios hostiles, las alimañas y la selva impenetrable han impedido descubrirla. Los intentos por llegar a El Dorado han sido innumerables. Sólo anotaremos el último anunciado este año 2000 a realizarse por un grupo de científicos liderados por el explorador y geógrafo Jacek Palkiewicz para octubre de 2001.

 

En su primera excursión antes recorrió parte inexplorada del territorio peruano de la selva de Amazonas, intentando seguir el camino que siguieron para refugiarse los Incas con los tesoros de su imperio huyendo de los conquistadores españoles en 1532, cuando, de acuerdo a las crónicas, buscaron refugio en Paititi, como nombran en Perú a la mítica ciudad perdida. El objetivo del primer viaje ha sido comprobar por tierra y aire la exactitud de los datos obtenidos a partir de imágenes satelitales, informes de especialistas y testimonios de habitantes de la zona. En la expedición programada para los próximos meses participan más de cincuenta personas que esperan ayudados por la técnica encontrar al fin El Dorado.


En Chile hay una antigua leyenda que habla de una civilización que vive en el corazón de Los Andes, cuya ciudad tiene varios puntos de entrada; uno de ellos en Arikha, la ciudad oculta bajo las doradas arenas del desierto más árido del mundo, el que marca una enorme roca, casi perpendicular, que tapa la entrada a un túnel inmenso que se extiende bajo los áridos desiertos del norte chileno y se pierde al interior de la cordillera; una bifurcación hacia el Sur acaba donde termina Chile continental, punto cruzado por dos bloques enormes de metal que giran sobre pivotes; al ser traspasados a modo de puertas, se descubre dos túneles: uno que se pierde bajo la Antártica y otro que enfila bajo el mar en dirección a China: marcando rumbo Este hay en la mitad del océano otra conexión al exterior: Rapa Nui, la isla de Pascua en la Polinesia chilena.

 

Singularmente en todos estos sitios, tradicionalmente, se rinde tributo ceremonial a ciertas fuerza subterráneas desconocidas, que nuestro imaginario colectivo identifica con el poder de la Madretierra.


Rapa Nui, la Isla de Pascua es el más rico y complejo museo al aire libre que existe en la Polinesia, y es geográficamente el sitio habitado más lejano de tierra; ubicada en el sector oriental del océano Pacífico, rodeada por las distancias del gran mar que la oculta al mismo tiempo que baña sus costas volcánicas, fue descubierta el 5 de abril de 1722, en Pascua de Resurrección de Nuestro Señor Jesús, cuando una expedición holandesa a cargo del almirante Jacobo Roggeveen, que recorría los archipiélagos del Pacífico Sur, con tres barcos de flota, desde el "Thienhoven" avista una porción de tierra solitaria de forma triangular y como flotando en la inmensidad de las olas.


Los holandeses creen estar frente a la Terra Australis Incognita de que hablan los corsarios ingleses. Sin embargo, no hay aquellos puertos naturales que comentan ni la abundante vegetación y no se ve más tierra en la distancia ; sólo hay dos pequeñas playas de arena rosada, formada por el desgaste de la extensa zona de corales que envuelve a la isla. Todo lo demás son volcanes oscuros cubiertos de nubes grises, acantilados profundos y la costa dispareja sembrada de rocas puntiagudas.

 

Fue entonces que, entre todos, asombrados, comienzan a ver figuras de hombres enormes; parece habitada por gigantes que, ocultos tras enormes murallas, asoman sus toscas cabezas por sobre los muros.

 

Está cayendo el sol y un marinero distingue a media milla una columna de humo y otros signos de presencia humana. Deciden bajar al despuntar el alba. Y así lo hacen. Una gran multitud los espera en la playa de Anakena, un sitio hermoso de suaves arenas y aguas cristalinas, con un clima cálido protegido por cerros altos. Al desembarcar, los expedicionarios comprueban con alivio que los gigantes no son sino grandes monumentos colocados sobre altas plataformas. Dominando la costa y las cosas, se ven las colosales estatuas de piedra, algunas coronadas con enormes sombreros rojos.

 

Roggeveen anota en su bitácora que,

"llaman a estas estatuas Moai y a sus sombreros rojos Pukao... no podemos comprender cómo esta gente sin buenas cuerdas y maderos han sido capaces de levantarlas... la mayoría de los hombres llevan barba, visten con escasas prendas y plumas y tienen el cuerpo cubierto de polvillo rojizo sobre el que lucen admirables tatuajes en blanco y azul. Las mujeres están desnudas o cubiertas por un modesto taparrabos. Hay varios con su pelo semejante al color rojo del sombrero de las estatuas y la mayoría tiene la piel tan blanca que pueden ser los descendientes de alguna raza europea..."

Escribe entonces en su "Relación de Isla de Pascua" el expedicionario Carlos Federico Behrens:

"Las enormes estatuas tienen la figura de un hombre cortado a la altura de las caderas, orejas largas, y muchos sostienen en sus cabezas aplanadas una corona o sombrero de piedra rojiza. Parece obra de gigantes."

Y el navegante pionero se hace las preguntas que continúan intrigando al mundo de hoy:

"¿A quiénes representan esas estatuas? ¿Para qué las hicieron? Cuando preguntamos cómo ubicaron los monumentos, con qué herramientas, los nativos respondieron: "Se ubicaron ellos mismos, volando".

Aunque en los mapas actuales figura como Isla de Pascua, Easter Island o Paasch Eyland (como la bautizó Roggeveen) las gentes de la Polinesia la nombran Rapa Nui, que en lenguaje tahitiano significa Isla Grande. También se la conoce como Matakiterani ("Ojos que miran a las estrellas")

 

El título nativo que le dan sus habitantes y que se repite en cantos y poemas es Te Pito o Te Henúa (el Ombligo del Mundo o Centro de la Tierra), igual que como la designaban los habitantes antiguos del lugar. En igual forma, los soberanos que rigieron la vida remota de la isla llevaron el título de Ariki Hanúa o Rey de la Tierra. Se dice que no existe otro lugar habitado tan diferente a otras comunidades humanas.


Rapa Nui es en su totalidad de origen volcánico, y empezó a aflorar desde el fondo del océano hace aproximadamente 3 millones de años, manteniendo intermitentemente su actividad volcánica hasta hace 2 mil a 3 mil años atrás, fecha de la ultima erupción calculada. La isla es un triángulo de tierra formada por las laderas encontradas de tres volcanes: el Ranu Raraku, el Rano Aroi y el volcán Rano Kau, que albergan en su interior una importante reserva de agua, flora y fauna para los lugareños, y en cuyo cráter se encuentran varias cuevas-entradas a las profundidades secretas pascuenses.

 

La ubicación de éstas ha sido celosamente transmitidas y guardadas de padres a hijos. Porque a pesar de su pequeñez y abismante lejanía, en ese milagro del mar floreció y se desarrolló una cultura de alta complejidad que aún hoy día provoca asombro. La Rapa Nui constituye el ejemplo mejor ilustrado de una cultura que se ha desarrollado al margen del resto del mundo, careciendo prácticamente por completo del aporte de ideas nuevas, que tanta importancia ha tenido en la historia de todas las naciones conocidas.


En la mitología del Reino Interior se cree que desde siempre ha sido utilizada como salida-entrada de las gentes que viven al interior de la Tierra. Hoy día se cree que los primeros pobladores fueron grupos de navegantes extraviados que llegaron hasta el ombligo del mundo y fueron incapaces de regresar a sus lugares de origen. La principal razón para afirmar esto es que no se conoce ningún poblado, ni polinésico ni americano, capaz de navegar precisa y sistemáticamente entre Rapa Nui y otras tierras, de manera tal que la única posibilidad son las llegadas fortuitas de navegantes que se convirtieron en realidad en prisioneros de la tierra que los había salvado.

 

Estos primeros colonos involuntarios debieron adaptar sus valores culturales y su manera de vivir a un medio radicalmente diferente que ayudó a gestar en la isla un proceso que reproducía a escala reducida todas las diversas etapas a través de las cuales el hombre pobló progresivamente el planeta.

 

Cabe decir que los primeros habitantes del lugar desarrollaron en un lapso reducido, una cultura que llegó a muy altos niveles de complejidad, incluyendo un sistema de escritura aún sin descifrar por completo y que se encuentra en su mayor parte en las famosas "tablillas parlantes", la escritura rongorongo, que encontraron en la isla los primeros descubridores del lugar; estos trozos de madera endurecida por los siglos, tallada íntegramente con signos pictográficos de fascinante estilística, que trasmiten una cosmogonía coherente de principio a fin.

 

Originalmente llamadas entre los pascuenses Kohau rongorongo, su enigma comienza con la propia traducción del nombre, que algunos traducen como "líneas para su recitación" y otros "tablillas de transmisión". Se habla de 600 de ellas desaparecidas.


La narración de la Tablilla de Aruku-kurenga o Ki-Te Erua ("El loco período del sol"), una de las pocas que se conservan, traducida a la lengua Rapa Nui moderna por el obispo Tepano Jaussen y M.E. Ahnne, cuenta un terrible momento que vivieron los primitivos habitantes de la isla en tiempos prehistóricos:

"El calor del sol, que da vida y fecunda, hoy aumentó su calor. La atmósfera es una caldera. El aire está pesado y asfixiante. Algunas mujeres y niños están cayendo secos a la tierra. Hay preocupación por salvar a Manua Iru y su alteza Koia, la reina y sus servidores. Y a los hombres Moa, que estaban viviendo acá junto a nosotros. Es Koia quien toma la decisión de partir. Embarcándonos para algún lugar y poniéndonos a salvo"

La tablilla concluye el relato antes de indicar cuál es el sitio elegido para emigrar. El repentino cataclismo solar que afectó a Rapa Nui en tiempos remotos tiene ciertos grados de relación con lo que dice la tradición en pueblos de otras regiones de la tierra: en la teogonía egipcia se describe el despedazamiento del sol; las inscripciones de Medinet-Habu, hablan de lenguas de fuego que descendieron de los cielos y quemaron pueblos enteros, ardieron las ciudades y desapareció todo signo de vida en algunas zonas. En la Biblia se señala la ocasión el día de Pentecostés.

 

Los investigadores señalan que el repentino cataclismo solar que afectó a la isla no dio tiempo a nadie para preocuparse de sus labores; de un momento a otro se abandonaron los trabajos; se descubren estatuas dejadas a medio camino del sitio en que iban a ser colocadas; originando un cataclismo de esta naturaleza alteraciones de todo orden, terremotos y maremotos, que justificarían los desplazamientos de tierra que ubicaron a las estatuas semienterradas o hundidas y aún ocultas. De esta serie existen otras seis tablillas transcritas por el obispo Jaussen, cuya ubicación hoy no se sabe.

 

Louis Pauwels y Jacques Bergier en "El Retorno de los Brujos", aseguran que existen otras series de tablillas parlantes en el museo del Vaticano, Roma. Y Louis Castex en su libro "Los secretos de Isla de Pascua" hace saber que tres tablillas que se encontraban en el Museo Braine-Le-Comte, en Bélgica, están ahora en el museo del Vaticano, en el archivo de los Sagrados Corazones.


En estos trozos de madera tallados con letra rongorongo está supuestamente la historia de la isla, que a nosotros nos llegó en parte gracias a la tradición oral desde los primeros pascuenses, que tienen un pasado que es rara mezcla de sangre y poesía.


Hace unos años viajar a la isla de Pascua era más difícil que ir de safari. Actualmente existe una extensa información turística y facilidades para llegar al sitio, que está plenamente integrada a la sociedad contemporánea. Hay casi todas las comodidades materiales que puede disfrutar cualquier ciudadano del mundo. La partida desde el aeropuerto internacional de Santiago de Chile, es el inicio de cinco horas de vuelo sobre el mar, siguiendo la ruta del Pacifico Sur. La penúltima escala es la isla, que se ve reposando como un gran animal marino entre las olas.

 

Desde el avión se distinguen sus tres volcanes, las suaves colinas donde corren las manadas de caballos y sus costas oscuras bañadas por el agua maravillosamente azul. Roqueríos y mar, incipiente vegetación y una sola aldea: Hanga Roa. Se aterriza en el aeropuerto de Mataveri entre música autóctona y sonrisas expectantes. Casi toda la población se reúne allí para ver este acontecimiento que ocurre tres veces por semana. Los que van al lugar esperando extensas playas, palmeras y cocoteros, probablemente se desilusionarán porque el paisaje es de costas que se precipitan al mar en abismos insondables y viento.

 

Aunque encontrarán tres playas de ensueño, con aguas transparentes y templadas, con posibilidad de practicar el buceo, el yatching y el surf, o dorarse en una de las arenas más finas que hay en toda Polinesia. Pero si no es su caso, puede estar seguro de que deseará no abandonar jamás la isla, porque el color del mar es único y las luces de los crepúsculos de la tarde y de la mañana son inolvidables. Es sabido de todos que las brújulas allí no funcionan por un fenómeno de gravedad que dota a la isla de una extraña energía que uno siente cuando pisa sobre ella; la sensación es única. Se está en un animal vivo.


Hay hoteles internacionales, pero la mayoría de los turistas prefieren vivir en pensiones pascuenses: muchas casas de los isleños están acondicionadas para recibir huéspedes en excelentes condiciones, y por una parte de la oferta hotelera. En general, en todo el sitio reina una limpieza absoluta pues son gentes muy organizadas y armónicas en su trabajo diario. Las construcciones son de alegres colores y siempre están rodeadas de jardines con plátanos, flores y plantas exóticas. La comida es excelente, y si ha decidido vivir en una pensión durante su estadía, podrá conocer la impagable experiencia de adentrarse un poco en la vida auténtica de los isleños.


Me he hospedado en casa de la familia Pakarati, que están desde siempre en el lugar. Las mujeres de la familia son sonrientes y bellas, y los hombres jóvenes del clan son en su mayoría talladores: de sus manos salen esas figuras de moais con cuerpos flacos y largas orejas y manos. El dueño de casa es don Cristóbal, reconocido como uno de los mejores talladores de la isla y como uno de los sabios consultores del Consejo de Ancianos.

 

A él todo el mundo le consulta todo. Aunque jamás sale de su casa, sabe todo lo que sucede porque durante el día desfila por su patio al menos la mitad de los lugareños. Don Cristóbal Pakarati es como un viejo patriarca, y allí nadie duda que es uno de los hombres del sitio que preserva la sabiduría de Te Pito o Te Henúa.

 

El es capaz de transmitir la maravillosa leyenda perdida de la isla y de su gente.

"Había una vez un continente llamado Hiva, donde un terrible cataclismo sumergió sus vastos territorios en el mar. Para salvar parte de su raza, un rey llamado Hotu Matu'a se embarcó y navegó hasta dar con este lugar que nombró Te Pito o Te Henúa, el Ombligo del Mundo. Llevaba consigo a sus guerreros, mujeres semillas, plantas y animales, desembarcando en la única playa de la isla: Anakena.

 

Como los isleños de hoy, ellos eran individuos de elevada estatura, de complexión vigorosa y aspecto fuerte con rasgos de corte fino, que recorren la isla montando su caballo, un símbolo de respeto vigente; con sus mujeres, las más bellas de Polinesia, de exótica belleza, cuerpo delgado y flexible y un inquietante quiebre de cadera al caminar, de carácter enérgico pero dulcísima; trajeron su idioma, con inflexiones polinésicas pero absolutamente incomprensible.

 

Es posible que antes de la llegada de Hotu Matu'a la isla ya tuviera algunos habitantes, en todo caso los recién llegados implantaron su propia sociedad constituida en numerosas tribus. Vivían de la pesca y de la agricultura y tenían ingeniosas costumbres para dominar la naturaleza.

 

"Posteriormente llegó una segunda emigración. Algunos dicen que salieron desde las cavernas de la isla, que se abren a caminos que unen bajo tierra todos los continentes. Eran una raza más baja y ancha que los altos y delgados descendientes de Hotu Matu'a. Estos fueron probablemente iniciadores en la fabricación de las fabulosas estatuas de piedra esparcidas por toda la isla. Aunque otros dicen que ya estaban desde antes.

 

Tenían la costumbre de estirarse los lóbulos de las orejas y de allí su apodo de orejas largas. Los moais no eran divinidades sino algo así como retratos de personajes importantes. Estas figuras enormes de piedra, algunas de más de 90 toneladas de peso, tenían una extraña y descomunal fuerza energética. Todas fueron talladas en la ladera del volcán Rano Raraku, sin más instrumentos que trozos de piedra, puesto que sus autores desconocían el metal.

 

Su fabricación requería miles de horas-hombre y su traslado es tan incomprensible como la técnica de construcción de las pirámides de Egipto, con la diferencia de que en el caso de la isla de Pascua nunca hubo millares de esclavos dedicados exclusivamente a hacer moais, ya que su población nunca pasó de los 5 mil habitantes. Por eso a pesar de todas las investigaciones que se han hecho, todavía no se sabe cómo los isleños bajaban esas moles de piedra desde las alturas del volcán, y cómo las trasladaban por toda la isla y cómo las ponían de pie. Y encima le colocaban un sombrero de piedra que pesaba otras varias toneladas."

Los Rapa Nuis, desde que los primeros extranjeros los interrogaron hasta hoy día, responden que los moais se movían con mana: un poder de la mente que los arikis practicaban comúnmente en beneficio del pueblo. Ese mismo poder, que movía toneladas de piedra a través del aire, atraía el pescado hacia sus costas y ayudaba en la germinación de las semillas.

 

Investigadores modernos no han podido explicar a ciencia cierta qué tipo de fuerzas utilizaron para trasladar los enormes trozos de piedra, pues sin duda la tracción animal es imposible en este raro sitio magnético en que las gallinas vuelan y ponen sus huevos escondidos en la incipiente vegetación. De todas maneras, las fotos en que vemos reproducciones de estas fantásticas estatuas no tienen nada que ver con las de su lugar de origen, que parecen ser simplemente seres escapados de un país de gigantes.

 

Las zonas de Vaihu y Akahanga eran sus puntos más densos de población; ahora pueden verse en el lugar numerosos ahus, sus altares a los Dioses de piedra, varios semidestruidos. Frente a los ahus se construían ordenadamente las casas de piedra de no menos de un metro de alto por cuatro de largo, unidas una junta a otra para depositar los restos de los muertos ilustres y muchos otros objetos del poblado.

 

Luego les colocaban encimas los moais, estos gigantes de piedra con esa forma de hombre de orejas y nariz sumamente largas, como las caras mismas, de labios finos que parecen apretados y ojos que semejan un mirar lejano, como oteando el cielo, con el cuerpo cortado a la altura de la cintura y los brazos formando parte, en bajorrelieve, del tórax; a los que encima plantaban su tocado o pukao, de otras varias toneladas de peso esculpido en piedra volcánica de color rojizo, que en la actualidad pocos conservan, especialmente porque casi todas las esculturas de los ahus terminaron de ser derribadas de sus podios por los evangelizadores católicos que pasaron por la isla hasta finales del siglo XIX.

 

Un ahu, el llamado Heki'i tiene siete metros de altura. En Tahai, lugar cercano al puerto de Hanga Roa, donde se celebran exposiciones permanentes de arte nativo, se desenterró de un ahu una cabeza esculpida de extraña forma, de tipo redondeado y ojos hundidos. Cabezas del mismo estilo quedaron al descubierto en Tongariki, otra zona de la isla, con el maremoto que azotó a Chile en 1960.

 

Los ahus, entonces, representan una época secreta y esplendorosa de Pascua, porque eran una forma de agradecer a sus Dioses por el agua, las frutas, el sol, la luna, el trueno y el relámpago del mar, la buena pesca y la simple unidad de las tribus, cuando todos aportaban lo suyo, porque si los orejas chicas tenían la escritura y un orden social, los orejas largas tenían toda la fuerza necesaria para moldear la piedra a imagen y semejanza de sus sueños.


La isla carecía de minerales, contaban sólo con roca y se dedicaron a ella, fueron también competentes arquitectos además de hábiles escultores; por ejemplo, las casas de la aldea sagrada de Orongo fueron construidas con un singular sistema de superposición y contrapeso de lajas que es único en el mundo. Con ese mismo estilo construyeron sus templos y monumentos hasta de 14 metros de altura, utilizando piedras de unos 40 kilos de peso. Desafiando la gravedad mediante el recurso del contrapeso y el abovedamiento daban variadas formas a estas construcciones; vemos una de ellas en forma de pez.

 

En cierta época cobra una gran importancia el extraño culto a un hombre-pájaro, el Tangata Manu (o Manutara), cuya ceremonia tenía lugar en el sitio ceremonial de la ciudad sagrada, en torno del volcán Rano Kau, en el extremo sur de la isla; del hombre-pájaro existen numerosos petroglifos en la zona, en todos se muestra semejando una cara humana detrás de una escafandra que toma forma de pico de ave, o simplemente es esférica; sépase que hay figuras en la piedra en que se ve a este hombre-pájaro cubierto por extraños artefactos y lleva ¡botas!

 

Pero Orongo era también ciudad levítica (residencia sacerdotal), astillero y centro de observaciones astronómicas, por eso se encuentra casi todo el sitio plagado de dibujos y tallados. A la llegada de las primeras expediciones, Orongo era receptáculo de construcciones que resguardaban especialmente las tablillas de madera endurecida con escritura rongorongo, mucha de la cual, afortunadamente, quedó también grabada en la piedra, sin descifrar aún, o todavía ocultas en alguna cavidad de las 46 cuevas que hay allí, colgadas sobre el acantilado.


Según el sistema de medición con carbono, se ha fijado hacia el año 1680 el momento en que los Rapa Nuis sufren un síncope en su cultura, posiblemente por guerras internas entre las comunidades isleñas aunadas al colapso que produjo la llegada de los navegantes pioneros desde el mar. A la llegada de los primeros visitantes europeos, su sociedad ya estaba deteriorada y no pudieron presentar oposición a los despojos y las rapiñas cada vez más frecuentes, que terminaron por decapitar la cultura local.

 

Llegó un momento en que sólo se censaron 111 nativos (entre ellos los miembros de la familia Pakarati), que habían sobrevivido a las expediciones que buscaban esclavos. Hoy, esto es historia. Cuando el gobierno de Chile tomó posesión de la isla, lenta pero segura la curva decreciente se niveló y empieza a crecer nuevamente hasta el momento actual, en que nos encontramos con una sociedad pujante y vigorosa.

 

Estos últimos años, los trabajos de investigación arqueológica han sido llevados a cabo en forma programada y con regularidad, de modo que hoy día podemos presenciar casi exactamente y a pesar del tiempo, cómo lucían algunos imponentes altares y lugares ceremoniales que constructores orgullosos de su condición de hombres religiosos y con seguridad en sus propios medios, hicieron aparecer en el centro del mundo. Hombres y mujeres de casta fuerte en que la sensibilidad, además de ser presente inmediato en su expresión escrita en las tablillas parlantes y jeroglíficos, conservan un rico patrimonio de danza y música.


Es interesante la literatura que ha inspirado Rapa Nui desde que fue descubierta. La Relación de sus observaciones que hace en la isla el inglés James Cook cuando la visitó en 1774, es un clásico de las narraciones de expedicionarios, porque aquí Cook contó con el aporte de los científicos alemanes Reihold y George Forster, que iban en su tripulación, al igual que el ilustrador de la Relación: el dibujante escocés Hodges.

 

En ocho días recorren la isla y escriben una Relación de sus observaciones: ellos definen el contraste entre los grandiosos vestigios de una poderosa y enigmática cultura y la pequeña porción de tierra volcánica habitada por una población numerosa y empobrecida. En 1786 el entonces Abate Juan Ignacio Molina considera a Rapa Nui posesión chilena en su obra "Historia Natural de Chile". En 1872 el escritor francés Pierre Loti, que viaja a bordo de la corbeta "La Flore", se lleva el Moai que hoy está en el Museo del Hombre en París.

 

Como tiene dificultades para transportarlo entero al barco, decide cortarlo con un serrucho para madera y se lleva solo la cabeza, de la cual se caen sus ojos y no logra ubicarlos (porque inicialmente, todos los moais tenían ojos blancos de conchaperla y pupilas negras posiblemente de obsidiana). Son interesantes las descripciones que Loti hizo de la isla, tanto literarias como gráficas (hizo varios dibujos de lo que vio). Afirma que durante su estancia todavía se utilizaban las casas-bote como vivienda, y describe detalles de dichos habitáculos, adornos y objetos. Asimismo señala la existencia de los hare-moa, que eran gallineros de piedra, en una época en que las gallinas fueron utilizadas como moneda entre los isleños.

 

En 1914 se inscribe la estadía de la investigadora inglesa Miss Katherine Coresby Routledge. Realiza un valioso aporte con sus inventarios de aves y plantas nativas, y escribe cuando vuelve a Inglaterra su libro "El misterio de la Isla de Pascua", publicado en 1917. En 1935 se anota la estadía del investigador francés Alfred Metraux, quien de vuelta en París publica "La isla de Pascua" (1941, Ed Gallimard), un estudio etnológico de gran valor para estudios posteriores. En 1955 y 1959 la visitan Thor Heyerdahl y William Mulloy.

 

El explorador Heyerdahl, jefe la famosa travesía a bordo de la Kon-Tiki, salió en septiembre de 1955 de Noruega a Rapa Nui, al frente de una expedición de 20 hombres, patrocinada por el príncipe Olaf, y dedicó un año a sistemáticas excavaciones arqueológicas, que narra en su libro clásico del género: "Aku-aku". En 1960 Jordi Fuentes publica su "Diccionario y gramática de la lengua de la Isla de Pascua" (Ed. Andrés Bello, Chile). En 1966 Francis Mazière publica "Fantástica Isla de Pascua" (Ed. Plaza & Janés, España).

 

En 1968 y 1969 reside nuevamente en la isla el arqueólogo William Mulloy. Su informe de restauración de sitios a base de la arquitectura y medios originales que confeccionó para la UNESCO, es un clásico del género. En 1970, Juan G. Atienza publica "Los supervivientes de la Atlántida" (España, Ed. Martínez Roca), en que plantea una tesis que involucra a los habitantes de la isla con los restos del mítico continente perdido.

 

Ese mismo año Jacques Bergier publica "Los extraterrestres en la Historia" (España, Ed Plaza & Janés), en que relaciona a la isla con visitantes del espacio que habrían construido las gigantescas estatuas. También en 1970 el investigador chileno Ramón Campbell publica "La Herencia musical de Rapa Nui", en que afirma una similitud notable entre la música de ciertas regiones de Oriente y el estudio de los textos y melodías de la música antigua de la isla.

 

En 1974 Andreas Faber Kaiser publica "¿Sacerdotes o cosmonautas?" (Ed. Plaza & Janés), que se suma a la inspiración insólita que ha despertado la isla en los escritores internacionales.

 

En 1975 llama la atención que se esté creando una imagen absolutamente fantástica de Rapa Nui, en que se la asocia con extraterrestres y se afirma que desde sus entrañas surgen túneles que llevan a la cordillera de Los Andes y los montes Pirineos... como el español Antonio Ribera, quien afirma, entre otras cosas, haber descubierto un origen egipcio de los primitivos habitantes en su libro "Operación Rapa Nui", 1976 (Ed. Pomaire)... soslayar solamente aspectos que da cada uno de estos investigadores acerca del lugar requiere el espacio de un libro entero, pero, digamos, en algo están de acuerdo: el sitio es uno de los más fascinantes de visitar.


La energía que envuelve Rapa Nui hoy día se siente en toda su enorme intensidad. A los pocos días de estar aquí comienzo a vivir esa extraña sensación de embrujamiento de la que tanto se ha hablado y escrito. Es verdad. Absolutamente real. Visitar el cráter de Rano Kau, estar en Orongo, la aldea ceremonial del hombre pájaro, ver el Ahu Tongarika, que está reconstruido pero tenia más moais y era uno de los sitios más bellos hasta que la enorme ola que vino del mar barrió con todo y dejó el lugar convertido en un cementerio de estatuas; o visitar las cavernas sembradas con flores de luz y gotas de agua, que indican las rutas en los caminos secretos que llevan a la ciudad sagrada en el interior de la Tierra, todo el sitio es un espectáculo maravilloso.

 

En noche de luna llena visitando el cráter del Rano Raraku, la cantera que aprovisionó a los pascuenses de la piedra necesaria para sus estatuas, uno entra en un enorme escenario con actores de piedra listos para iniciar su acto; abundan las hachas líticas con que canteaban; se ven numerosas esculturas a medio construir, unidas todavía algunas a la cantera del cerro.

 

Existe allí un moai inacabado de 24 metros de alto y unas 100 toneladas de peso. Todo irradia la terrible fuerza de la isla, y cada persona que la pisa piensa en algún momento en no dejarla nunca más, en quedarse para siempre. Porque estar allí es cierto que es como estar parado en el lomo de un ser vivo, una bestia del mar cuyo cuerpo son las extrañas e inexploradas cavernas que se extienden bajo tierra. La ubicación exacta de la Isla de Pascua, Rapa Nui, es al Este del sol y al Oeste de la luna. Y sus cuevas son un enigma permanente en las relaciones del mundo interior.


Diversos antropólogos, sociólogos y psicólogos han estudiado las ceremonias de diversa índole que, desde tiempos antiguos a nuestra época, se practican a manera de ofrenda especialmente en cuevas naturales o construidas artificialmente para estos ritos. Se deduce que las ceremonias que se practican bajo la tierra, generalmente acompañan las crisis de la vida, cada cambio de lugar, estado, posición social y edad en manera individual o colectiva. Universalmente, la cueva simboliza el vientre de la Diosa Madre, la tierra de la que brota agua: de la leche de la naturaleza.

 

Aquí es cuando se hace más frecuente esta clase de rito formalmente llamado “de paso”, de “pasaje” o de “transición”, por enmarcar un aspecto determinado de la vida del o los oficiantes. Los ritos del paso subterráneo también se practican en el cambio de las estaciones o en el fin de un año. Por lo general representan la expulsión del pasado, la muerte del invierno, el año malo. También asocian al siglo de vida del individuo, o sea al nacimiento; la iniciación al mundo de los adultos; el compromiso matrimonial; el mantenimiento de la promesa matrimonial entre los esposos, y al final, la muerte misma.

 

En manera general, estos ritos han sido sintetizados en “cíclicos” y “permanentes”. Los cíclicos garantizan la función de los eventos que son esenciales a la existencia; por lo general se practican en épocas fijas. Los permanentes garantizan la buena vida, y su práctica depende del individuo y no del grupo, como el cíclico. En general son ritos de paz porque tienen como virtud amortiguar la transición del individuo o la comunidad de un estado a otro.

La mitología prehispánica en nuestras regiones de América conserva una rica tradición de ritos subterráneos, que, en ciertos sitios, aún se practican envueltos en extraordinario sincretismo con las conclusiones posteriores. Afortunadamente las fuentes bibliográficas no son pocas, especialmente en México, donde, particularmente, se han identificado primariamente varias de estas manifestaciones religiosas en las cuevas o grutas subterráneas. Por ejemplo, el rito enlazado con el nacimiento toma una dimensión cosmogónica; en “Historia General de los Hechos de los Castellanos”, Antonio de Herrera escucha decir que “el Sol y la Luna nacieron en una cueva”.

 

Fray Gerónimo de Mendieta (en “Historia Eclesiástica Indiana”) explica cómo, al ser creado el Quinto Sol en Teotihuacán, se hizo la Luna:

 “De la creación de la Luna dicen, que cuando aquel que se lanzó al fuego y salió el sol, otro se metió en una cueva y salió luna…”

Cuando llegan los españoles a México, comúnmente escuchan decir que el cielo mismo fue creado en una gruta; en “Teogonía de los Mexicanos” (versión de Angel Ma. Garibay) se lee:

“Había una Diosa llamada Tlalteutl, que es la misma tierra… por boca de la cual entró un Dios Tezcatlipoca y su compañero llamado Ehécatl, entró por el ombligo, y ambos se juntaron en el corazón de la Diosa que es el centro de la tierra, y habiéndose juntado, formaron el cielo muy abajo”.

A partir del siglo XVI en que se recogen estas tradiciones son innumerables los datos hasta hoy día.

 

En “Ritual Chamula” (1972) Gary H. Gossen afirma que entre los Chamulas, el Sol vivía en el centro de la Tierra antes de subir al cielo.

“El Sol representó el extremo más distante y más sagrado en un continuo de categorías sociales que empiezan en el ombligo de la tierra… el centro del universo moral; la tierra debajo Chamula tiene una red de cuevas que empiezan en este ombligo y llegan de las orillas del mundo; en las cuevas habitan los Dioses de la tierra también.”

Fray Bernardino de Sahagún (en “Historia General de las Cosas de la Nueva España"), dice que el Dios del fuego, Huehueteotl-Xiuhtecuhtli, el más antiguo de las deidades, residía en medio del agua azul en el ombligo de la tierra (“el centro de la tierra equivale a la cueva”).

 

Según Elulalio Guzmán, Teotihuacan quiere decir “Lugar donde nacían los Dioses o señores”. Y Doris Heyden, del Departamento de Etnología del Instituto de Antropología de México, propone que la cueva debajo de la Pirámide del Sol teotihuacana fuera una especie de Génesis, que por marcar un sitio preciso de la Tierra adquiere carácter sagrado desde tiempos de los que no se sabe.

 

Probablemente sólo tenemos su localización señalada por la Pirámide de Teotihuacán, precisamente por la del sol, cuya gruta constituiría un lugar de nacimiento de los Dioses:

“Los Dioses descendieron todos a una caverna, donde un Dios llamado Piltzintecutli estaba acostado con una Diosa llamada Xochipilli, de la cual nació un Dios llamado Cintéotl, el maíz”; (en “Teogonía de los mexicanos”).

Parece lo común en el México antiguo que el nacimiento se produjera en una cueva; Mendieta dice que 1.600 Dioses nacieron en Chicomóztoc (siete cuevas) cuando un “navajón o pedernal cayó del cielo”. El lugar de nacimiento del Dios de la Tierra -y probablemente su morada- en Chiapas, es bajo tierra, en la cueva, y por ella se comunican con esta deidad en Zinacantán; según afirma Evon Z. Vogt en “Zinacantán”.

 

“En Poder Sobrenatural y Control Social”, Esther Hermitte afirma que en la región tzeltal, los guardianes sobrenaturales y los ancestros de los hombres salieron de una cueva llamada Muk'Na:

“En las cuevas que rodean el pueblo (de Pinola) viven muchos seres poderosos, Rayo, Meteoro, Torbellino, el Sombrerón…”

En el “Códice Boturini” o Tira de la Peregrinación, el Dios Huitzilopochtli está representado dentro de una cueva, que a su vez está dentro de un cerro torcido o Colhuacan.

Otro nombre para las cuevas, “Tamoanchan”, es descrito por Diego Muñoz Camargo (en “Historia de Tlaxcala) como “el paraíso de la Diosa Madre, la madre de todos los seres”. Eduard Seler (en “Comentario al Códice Borgia”) se refiere a Tamoanchan como “el lugar de descender, la casa del nacimiento, del maíz…” Antes, Fray Diego de Durán ya había definido al lugar del nacimiento de maíz, el Cincalli, el Cincalco, la caverna que es la casa original del maíz, como “el lugar de la vida humana, su origen”. También según otro fraile, Ramón Pané, en “Relación acerca de las Antigüedades de las Indias”, “…salió el género humano de dos cuevas”.


Como se afirma comúnmente, la cueva -tanto como la flor- es el símbolo de la matriz materna. Dice una de las informantes de Sahagún:

"…Dentro de nosotras es una cueva, una caverna… cuya función es recibir… (para dar, a su vez, la vida)”.

En que el bautismo o ritos equivalentes en cuevas se incorporan, naturalmente, al reino subterráneo. Dice Hermitte, acerca de las creencias del espíritu de la persona entre los tzeltales de Pinola, Chiapas:

“…cada cual posee un espíritu. El espíritu está en el corazón o en la garganta y al mismo tiempo mora en las cuevas. Tan pronto como un niño comienza a moverse en el vientre de su madre (simbólicamente la cueva), tiene ya un espíritu. Es muy delicado y se lo pueden robar los monos…Cuando un espíritu está guardado en lo alto de los cerros, ya no pueden alcanzarlos los brujos.”

Así, después de que nace el niño, se realiza el rito que le incorpora a la sociedad. Cuando, por ejemplo, un niño nacía en el Valle de Teotihuacán, lo llevaban a una cueva cercana a las pirámides y lo colocaban encima de una roca. Se decía que un animal salía de las entrañas de la gruta y lamía la cara del bebé, que pasaba, en espíritu, a quedar a su cuidado, creyéndose que cada alma humana tenía una alma animal que le cuidaba. Si el niño lloraba, era un ser común, pero pasaba a tomar su lugar dentro de la comunidad.

 

Si no lloraba, desde ese momento se le consideraba un tecihuero o granicero, según ha rescatado de la tradición oral Apolinar Martel (en “Los Tecihueros”) los graniceros hacen ceremonia de curación o de atraer el agua, dentro de las cuevas, y en el caso del recién nacido “sin temor” en la gruta se le inicia en un grupo religioso-político, de prácticas antiguas como la piedra.

En Apoala, Oaxaca, Gregorio García, en 1970, narra:

“una mujer dio a luz y llevó su criatura a la cueva de la Peña del Diablo para el bautismo. Ya en la gruta, recordó que tenía que regresar al río. Para poder identificar a su propio niño, le amarró un hilo; al regresar la madre, vio que su hijo había desaparecido y que el hilo estaba colgando en la cueva. Obviamente, la cueva había robado al niño. La madre buscó un sacerdote, quien subió hasta la cueva, donde colocó una cruz a la entrada. Desde ese día, la cueva no ha vuelto a robar un niño”.

Doris Heyden rescata esta información oral sobre las cuevas en Chalma:

“Se dejan los cordones umbilicales de los niños en 2 cuevas, la que está en la parte baja del cerro y la que está en la parte alta. También los dejan en un árbol ahuehuete; esto asegura la buena suerte al principiar la vida. Al recibir su primera comunión, los niños de la región van a la iglesia de Chalma y de aquí a la cueva superior, llamada la de San Miguel. De la cueva pasan al cementerio a saludar a los mayores y después van junto al ahuehuete para bailar”.

El efecto curativo de las cuevas es legendario en México, como en el resto de la América precolombina. Son comunes los ritos de petición de sanidad física y de agradecimiento de incorporación a la vida normal.

 

La tradición antigua de Chile, por ejemplo, precisa que todas las cuevas a cuya entrada crecen eucaliptus y araucarias, han sido utilizadas para ritos curativos, como el de colocar el enfermo exactamente en la boca de la cueva, donde se une la claridad y la negrura. Inés de Suárez, la primera mujer española que llegó a vivir a Chile, varios años sola entra los conquistadores y los naturales del país, probó más de una vez su facultad de encontrar agua sólo por el contacto de sus pies desnudos, ella tomó por costumbre amadrinar a cada niño que nacía de su vasta servidumbre, bañándolo de propia mano en el agua que brota de las fuentes naturales del cerro que anuncia la planicie del valle. Ya entonces las entradas a las grutas naturales que enfilaban a Los Andes estaban clausuradas en una época olvidada.


En general los Dioses de la Tierra en América pasada son beneficiosos.

 

En México normalmente se escucha la voz Anhel: la deidad de la lluvia, dueño de la vida natural de las montañas y su entraña, del tabaco silvestre y las plantas que curan, el protector del hombre, el padre de la Doncella del Maíz. En zona zapoteca, es tradicional la ceremonia de Yagalag cuando alguno va a partir: un huehuetero (hombre viejo) toca su huehuetl o tambor zapoteca, para acompañar el canto de vocablos sagrados del mayordomo frente a la cueva donde todos llegan a pedir protección para el caminante; al frente, un bracerillo con incienso arde votivamente, y sus cenizas se esparcen a los cuatro vientos.

 

Una vela encendida en la boca de la cueva ayudará al caminante. En la zona Mixe de Oaxaca la cueva es también depositaria de “todo bien”; los curanderos las visitan para curar todas las enfermedades y también la pérdida del deseo del corazón. Para recuperar el deseo perdido del corazón, el curandero lo apresa en una prenda de la persona que lo ha perdido, y lo atrae arrastrando desde la cueva hasta la casa del enfermo.


La investidura de los señores, la transición de hombres comunes en soberanos, era uno de los ritos de paso en cuevas más importantes en el México antiguo. Por ejemplo, las pequeñas vasijas recuperadas en la cueva de la Pirámide del Sol, contenían restos del aceite para la unción en la investidura; en el Mapa de Tepechpan una figura sentada en la boca de una cueva es un personaje investido, lo mismo que Xolotl, sentado en una gruta en Tenayuca, en el Códice Xolot (Plancha III): donde alrededor del personaje aparecen sentados los jefes que le -acompañaron al valle, que son siete, cada uno de ellos sentado frente a su cueva (Plancha I-II bis).

 

Los siete hombres se han interpretado como 7 grupos que salieron de chicomóztoc, 7 divisiones políticas o 7 tribus que migraban, en todo caso representan un cambio, una transición sociopolítica.

 

De acuerdo a la organización social también, en Pinola, Chiapas, el pueblo piensa que los primeros “guardianes” hace mucho que están muertos, “pero sus espíritus desde la cueva en el monte de Sohktik ciudad al pueblo, es donde está el gobierno”, según Hérmitte:

“tienen secretario, policías y un juez para decidir sobre el destino de sus súbditos y espantar el mal que viene de afuera”.

El rito de paso por excelencia subterráneo, el final de la muerte, simboliza a la cueva sólo como una puerta, entrada a Zagúan. Que se debe cruzar hacia donde nadie sabe, pero que ofrece continuidad, por ello la costumbre general de despedir a quien parte acompañado de ofrendas que incluían códices, joyas, comida y las cosas que el muerto amaba. Dicen Fray Diego de Landa (en “Leyenda de los soles”) y Antonio de Herrera (en “Historia General…”) que, en la zona maya, si las ofrendas al muerto incluían sus “libros”, sus “lienzos de pinturas”, era sacerdote.

En la pintura mural de Tepantitla, Teotihuacan, se ve que la entrada al mundo más allá es por una cueva, que forma la parte inferior de la deidad. Un rito de paso final en cavernas podría abrazar al mundo entero, si creemos lo que escribió Muñoz Camargo hace cuatrocientos años, que otro diluvio vendría al “salir y manar ríos caudalosos de agua por debajo de las pirámides y por las bocas de la tierra, para los anegar cuanto es visible.”

La tradición del Reino Interior es en México tan antigua como la piedra. He conversado en el Distrito Federal con el investigador Leopoldo Enríquez Salcedo, quien afirma que "la Tierra es hueca", publicando desde la década de 1960 una serie de escritos que suma una serie de conceptos y puntos de vista a través de los cuales el autor apoya su afirmación de que nuestro planeta es una esfera hueca que tiene en su interior otra civilización como la nuestra, aparentemente más adelantada, y que ha vivido en forma subterránea hace miles de años.

"-Todo es esférico, la vida es una esfera dentro de otra", -afirma el profesor Enríquez-. "Caer a esfera es la tendencia de las masas a la esfericidad. Cuando en el espacio las masas no esféricas, por los efectos de su propia gravedad o por otra fuerza ajena, se ven obligadas a romper su forma, la gravedad de dichas materias actúa libremente y la materia tiende naturalmente a cohesionarse en una forma esférica. Como ejemplo, podemos suponer un cubo de hielo expuesto al espacio sin movimiento alguno, al ser licuado por los efectos del calor solar, la masa de agua que lo compone termina siempre diluida en forma esférica.

 

Así, nuestro planeta asentado en sus polos magnéticos "respira" armónicamente con la gravedad, para estructurar su forma hueca y así permitir la vida tanto en su interior como afuera. El movimiento rotatorio afirma esta "respiración". Las masas de la pared que separa ambos mundos, cuya gravedad actúa hacia el centro de la Tierra, son las que determinan en el conjunto, el diámetro de la oquedad, cuyo espesor va disminuyendo progresivamente hacia los polos magnéticos originales de la Tierra, llegando a ser nula en los polos.

 

Estas fuerzas vivas naturales de nuestro planeta, cuando es necesario pugnan con tendencias contrarias para equilibrar sus fuerzas, y cuando es necesario se apoyan para lograr el fenómeno que tiende a la esfericidad de las cosas, y que parece meditado con precisión. Por este ritmo natural es que se sabe que la Tierra es un enorme animal vivo, con un sistema que le permite un ser exterior que conocemos y uno interior desconocido, igual que el ser humano: tenemos un cuerpo pero no sabemos quien es aquel que habla dentro de nosotros."

Afirma este investigador mexicano:

"-Cuando nació la Tierra: majestuosamente como un anillo circundaba al sol con su materia aún ardiente. Una atmósfera la envolvía, y en su recién transformado movimiento de rotación ya existía el ritmo y la seguridad que la gravitación entrega a las masas en el espacio. Es lógico concebir, humanizando a la materia, que en un sentimiento pleno de admiración llegó ella a sentirse algo nuevo en el Universo, animada por un Yo en el que palpitaba su gravedad obediente a la forma esférica de las cosas. Quizás en esa fracción de sentido nuestro planeta pasó de adolescente a adulto: este día de su transfiguración llegó porque en la Tierra ya existía el mandato y la causa para estar suspendida en el espacio, fue cuando "sintió" que no hay efecto sin causa, causa sin razón, ni razón sin Dios."


"-Olvidando a la materia para hundirnos en su espíritu, encontramos que el anillo primigenio, antes de convertirse en esfera, fue una porción de pequeñas gravedades, los asteroides que circundaban al Sol, atrayéndose mutuamente, y que al unirse se definieron en una faja de órbitas en torno al Sol, pero cohesionadas por su propia influencia de atracción. Unas entre otras de estas pequeñas gravedades definieron los cambios de sus velocidades, alternaron los diámetros de sus órbitas por una natural ausencia de rotación, las que fueron creando las formas delanteras, al ser atraídas por las traseras, disminuyeron velocidad y diámetro orbital, invirtiendo sus posiciones originales con respecto a las formas posteriores que aumentaron velocidad al diámetro orbital, creando este proceso un remolino de masas gravitando entre sí, que, al caer a esfera, tomaron la forma de un planeta, sin perder su oquedad a la manera primigenia de su forma de anillo rotando sobre sí mismo."

Afirma el profesor Henríquez Salcedo, que,

"se piensa que en el interior del planeta existe un foco de calor de enormes proporciones. Si así lo suponemos, esta masa candente no habría podido permanecer allí dentro por miles y miles de años en continua combustión, sin manifestarse con estrépito. La Tierra no soportaría la combustión inacabable de gases que siglo tras siglo hubiera acumulado hasta destruir por completo la corteza, convirtiendo nuestro planeta en una estrella nueva. Sabemos por la física que todo gas comprimido tiene en su interior una fuerza constante de expansión multilateral; se dice que esta bomba se atenúa de explotar gracias a los volcanes, pero si tenemos en cuenta la dimensión de la superficie terrestre comparada con un posible centro ígneo, los volcanes que existen son semejantes al grueso de un cabello. Los fuegos volcánicos no proceden desde el centro de nuestro planeta, sino de sus estratos más próximos a la superficie."

 

"- Las corrientes marinas que se atribuyen a la rotación de nuestro planeta, son motivadas por la gravitación de las aguas interiores y exteriores. El elemento líquido, buscando el nivel esférico de las cosas, se precipita a los polos cubriéndolos con una delgada capa de agua, la que es atraída por las superficies interiores de la gran pared que forma la oquedad terrestre, debido a que, en este punto, no tiene la evidente fuerza centrífuga como factor antagónico al acercamiento de las masas hacia el centro geométrico de la Tierra.

 

El desplazamiento de las aguas de los mares polares hacia el interior del planeta, causa un desnivel de las aguas exteriores, las que por la fuerza centrífuga -manifestándose ésta en forma continua- va arrojando los excedentes hacia fuera y a través de grietas localizadas en las profundidades marinas ecuatoriales de nuestra superficie. Ahora bien, los mares en el interior de la Tierra, al aumentar su nivel reducen el diámetro de la oquedad, compensando, con el aumento de velocidad que se origina, la velocidad que la Tierra pierde al bajar el nivel de las aguas exteriores; razón por la cual, la gravitación de las aguas encuentra mecánicamente el punto nervioso de su diámetro gravitacional.

 

Así, desde tiempos pretéritos, las corrientes marinas movieron los mares del exterior de la Tierra a interior, originándose la líquida materia en el cronómetro de la rotación."

Afirma este investigador que la similitud de las atmósferas interior y exterior de la Tierra,

"es causada por las corrientes marinas y tiene su razón en el poder que el agua posee para asimilar atmósfera cuando ésta presiona sobre ella, o liberarla cuando la presión de ésta es inferior. Por tal razón, el agua, como un incansable obrero, va del interior al exterior y viceversa, manteniéndose ambas atmósferas en iguales condiciones."

El profesor Henríquez Salcedo declara su preocupación por la permanencia de esta fluidez de las corrientes marinas amenazadas por los constantes derramamientos de tóxicos en las aguas de nuestros mares. Expresa su especial preocupación por la vida de las especies marinas, que considera que son verdaderos mensajeros entre nosotros y los habitantes del mundo interior.

 

Dice:

"Hay seres de los mares que naturalmente recorren los caminos que unen en las aguas nuestro mundo con el que vive en el interior de la Tierra. No obstante que la matanza indiscriminada de la ballena se ha venido efectuando desde hace siglos, entre los misterios que rodean a este cetáceo, desde la antigüedad es relacionado con el reino interior. A su morfología excepcional que le permite almacenar aire en sus pulmones con el que puede cruzar los fondos marinos por espacio de varias semanas, se desconocen finalmente con precisión sus tendencias reproductivas, sus caminos en los fondos del mar, y el término de su existencia.

 

Se dice que siguiendo la ruta de las ballenas algún día el hombre verá el camino para cruzar al interior de la Tierra a través de los cráteres del mar, ese mundo inexplorado en que hay puertas para atravesar la aparentemente angosta faja de agua que delimita el interior del exterior del mundo."

Después de haber publicado esta entrevista con el profesor Leopoldo Henríquez Salcedo, recibí una carta suya que, en sus partes centrales, dice:

"Según la concepción del Reino Interior que vive en la oquedad de la Tierra alberga continentes, mares y vida civilizada como nosotros la concebimos. El espesor de la capa de tierra que separa a las dos superficies es alrededor de 500 kilómetros a la altura del Ecuador y de menos de 70 kilómetros a la altura de los polos Norte y Sur."

 

"Los objetos voladores no identificados deben existir, pero no son necesariamente extraterrestres. La corriente lógica de pensamiento ha insinuado que imaginar que un OVNI viene del fondo de la Tierra es más creíble que darle un origen en el espacio exterior. La Tierra como Centro del Mundo es una corriente de pensamiento que sufrió un renacimiento en el siglo XX. Yo creo que sin ser necesariamente la Tierra el centro del Universo, puede ser la raíz-madre de quienes han de poblar en el futuro los mundos habitables en otras estrellas.

 

Técnicamente, a excepción de los enormes costos de dinero, sabemos que poblar otra estrella no nos presenta límites infranqueables. La técnica que se manejaría en el Reino Interior, aparentemente más adelantada que la nuestra, sin embargo, la utilizan más para hacer que para destruir; esta raza subterránea nos respeta y lo seguirá haciendo mientras nosotros no signifiquemos un peligro inmediato para ellos. Se piensa que estos habitantes subterráneos serían quienes construyeron la Luna, que, como se sabe ahora, es hueca.

 

Que la Luna es hueca se supo a partir de 1979, en marzo 18, cuando lo informó George E. Mueller, que ha sido jefe de los proyectos espaciales norteamericanos "Gemini" y "Apolo", quien indicó que "el análisis de todas las mediciones sobre la densidad de la superficie de la Luna, indican que la corteza exterior es más pesada que la interior. Creo que la Luna está hueca por dentro y, ent odo caso, estaría llena de gases, pero siempre hueca.

 

Expreso mi confianza porque en el Sistema Solar encontraremos alguna forma de vida, que no se trate, tal vez, de vida multicelular, como nosotros la entendemos y conocemos, pero sí vida monocelular, muy primitiva. Se me ha consultado si la Luna puede ser, entonces, un artefacto mecánico, y digo que sí, puede ser una máquina construida inteligentemente. Por supuesto, nadie debería saber quién o quiénes la construyeron, pero sí será posible comprobar en el futuro, o negar, su origen artificial. Hoy no sabemos."



CORRESPONDENCIA CINCO

R.M., México D.F.

"Quisiera recordar que Howard Philips Lovecraft fue un precursor en indagar de las formas de vida que hay en el interior de la Tierra. En su obra "La llamada de Cthulhu", 1927, menciona una raza primigenia que reinaba oculta en las profundidades del planeta. Dice Lovedraft:

"Dijeron los grandes primordiales que eran muy anteriores a la aparición del hombre y habían llegado al joven mundo desde el cielo. Estos Primordiales se habían retirado ahora al interior de la Tierra y bajo el mar... hasta el tiempo en que el gran sacerdote Cthulhu saliese de su tenebrosa morada en la poderosa ciudad sumergida de "Rlyeh" y sometiese a la Tierra una vez más a su poder."
 

R.F., San Diego, California:

“El influjo de este fantástico reino subterráneo ha sido tan poderoso que durante la Edad Media se difunde por Europa un mensaje procedente de un llamado reino del Preste Juan, muy al oriente, lugar que coincide con las descripciones modernas del reino interior. Los reyes cristianos de la época estaban inmersos en las guerras desencadenadas para contrarrestar el poderío musulmán y recuperar los santos lugares de Palestina.

 

Al llegar noticias de un lugar desconocido, aparentemente gobernado por un rey-sacerdote que recibía los tributos y fidelidad de los países circundantes, se produjo una gran conmoción. Para unos, el Preste Juan era sólo una leyenda producida para alentar las campañas en el Medio oriente, mientras que otros afirmaban convencidos la existencia del mismo más allá de Persia y armenia. El hecho confirmado por un mensaje manuscrito dirigido al Papa Alejandro III en el que se dice descendiente de Melquisedec y “Todopoderoso de todos los reyes de la Tierra”, haciendo hincapié en determinadas creencias religiosas que incluyen la trinidad cristiana en los confines de la tierra conocida en la época.

 

El propio Preste Juan describe en su comunicación la capital del reino, al que llama Orionda la Grande, que sería “la más hermosa ciudad del mundo protegida por uno de nuestros reyes y que recibe el tributo del Gran Rey de Israel…” El lugar, ubicado en una región subterránea, estaría oculto a los ojos de los mortales. Estas noticias, igual que fueron acogidas con esperanza, dieron paso a la duda y nunca después serían confirmadas.” Otra supuesta entrada al reino subterráneo era a través del gran remolino conocido como Maelstrom.

 

El cartógrafo Gerardus Mercator ubicó a este legendario abismo como un lugar geográfico en el punto en que se juntan las corrientes de los cuatro océanos. El científico místico del siglo XVII Athanasius Kircher afirmaba que se entraba al mundo subterráneo por el punto en que descendían todas las aguas, que volvían a la superficie en el golfo de Bothnia, al extremo norte del Mar Báltico, entre Suecia y Finlandia.”
 

L.M., Cabo San Lucas, B.C.N.:

“Al desarrollar la Espeleología en los precisos instantes en que registra los espacios, el hombre no hace sino rendir homenaje a su origen, como sea que esto se interprete. En la historia primitiva, al ocultarse para sobrevivir, recurrió a la cueva o gruta, la cual se le hizo familiar. Sólo cuando hubo condiciones seguras emergió a la luz: es lo que bastó a Platón para elaborar su filosofía. Sabemos que las causas fundamentales de la formación de las cavernas suele ser la acción erosiva del agua, y las rupturas de la roca caliza, motivada por acciones externas e internas. La espeleología investiga las profundidades, estudia las cavernas, abismos, grutas y simas.

 

Observa, anota, comprueba, siempre con rigor científico. Su paso está encaminado al estudio del comienzo de la existencia del hombre. Las cavernas son patrimonio de la humanidad, son como libros que ofrecen la historia del mundo en capítulos. Es un trabajo nada fácil, que requiere cierto estado físico unido a la técnica científica; exigen un espíritu parejo entre admiración, respeto y curiosidad. El que desciende y explora ha de intentar, por todos los medios, no borrar huellas o vestigios antiguos, no deshacer o destruir nada que pueda ser objeto de la atención especializada.

 

El lema que alienta a los miembros de las Sociedades Espelológicas es:

“Nunca tomes nada, excepto fotografías. Nunca dejes nada, excepto las huellas de tus pisadas. Nunca mates nada, excepto tu sed”.

Solamente en Puerto Rico, lugar de donde provengo, se han documentado una doscientas veinte cavernas, se cree que existen alrededor de dos mil, vírgenes de pisada humana.


La más pequeña de las Grandes Antillas en su belleza extraordinaria esconde un mundo subterráneo ignorado para todos los legos. La vida bajo tierra allí es variada y atrayente. Conocerla y analizar sus secretos es como apoderarse de documentos y testimonios de un tiempo celosamente oculto. Cuando el sumidero comienza a agrandarse, se ven en el suelo grandes bloques, conocidos como “de colapso”, cuando las entradas han ido aumentando al desprenderse el techo, hasta que finalmente, la cueva termina convertida en un cañón, hacia quién sabe dónde.

 

La más importante cueva de Puerto rico que continúa estudiándose, no está constituida por una sola caverna, sino por todo un sistema: el Sistema de Cavernas del Río Camuy. Entre sus características están sus entradas espectaculares, de valor científico y recreativo, sus pasillos de grandes dimensiones (se han estudiado unos trece kilómetros) y el caudaloso río que corre por sus túneles; hay salones de más de 180 metros de largo, con una altura de más de 76 metros. También importante en Puerto Rico es la Cueva Matos, que sirve de albergue a millones de murciélagos, que la han convertido en “criadero”.

 

Estos mamíferos contribuyeron a la primera mención de las cuevas de Puerto Rico, a pesar de que la explotación del guano de murciélago, por ejemplo, no comenzó antes de 1956, cuando no existía mención alguna del fenómeno; la exploración formal la inició el llamado grupo de “La Gruta trogloditas de Puerto Rico”, el grupo antecesor de la actual Sociedad Espelológica de la isla. La Sociedad Espelológica tiene cuidado de no monopolizar la exploración de las cuevas, y presta toda la colaboración y ayuda para tal fin.

 

Lo más difícil es el levantamiento topográfico de las cuevas, labor prioritaria para mantener un archivo de planos que incluyen verdaderos tesoros naturales. Llegar a ellos no es empresa fácil, merece un detenido planteamiento porque allí en la hondura hay un mensaje eterno, a manera de música petrificada.”
 

B.S., Guanuajuato:

“Aquí en Guanajuato hay túneles y cámaras subterráneas naturales inexploradas, con formaciones pétreas y sendas insospechadas, como las Grutas de Bermejo o las Grutas de Bernalejo, en que la naturaleza se comporta, digamos, de una manera extraña. Es bien sabido por todos que en las grutas se forman estalactitas y estalagmitas, las filtraciones de agua que deposita en la gruta carbonato de cal que desprende las gotas de la estalagmita que toma su forma natural apuntando al suelo o ya integrada a lo bajo.

 

Sin embargo, en las grutas de Guanajuato, si bien las estalactitas comenzaron su caída natural, no terminaron de la misma manera, ya que sus puntas “se vuelven hacia arriba”. Es decir, no llegaron al suelo de la gruta y no se formaron las estalagmitas. No se sabe cuál es la razón del fenómeno, porque es como si dejara de funcionar en el punto la fuerza de gravedad; se dice que lo que sucedió, tal vez, es que fuertes ráfagas de viento provenientes del interior de la Tierra, o alguna clase de energía que no conocemos, impulsaron las gotas hacia un lado, por lo que se interrumpió su caída.

 

Es probable que una fuerza magnética atraiga a las gotas… por lo demás, en Tehuacán se encuentra la caverna conocida más profunda del mundo, que en el pueblo de Coyomapa requiere preparar antes cuidadosamente cada expedición, que generalmente no desciende más allá de los tres kilómetros iniciales. No ha sido explorada en su totalidad.”
 

G.S., Tijuana, B.C.N.:

“Soy arqueólogo, de Perú, actualmente trabajo aquí en Baja California en el Proyecto Ruta de las Misiones. A propósito de su mención a las posibles ciudades subterráneas en Perú, según Harold Wilkins en “Los misterios de la antigua Sudamérica”, el Sur está atravesado en todo su largo por un túnel macizo, que se supone que corre desde el desierto de Atacama, en Chile, entra hacia el norte en Perú y eslabona varios sitios incas importantes con Lima: desde aquí, una rama del túnel, o “Socavón del Inca”, se dice que se extiende hasta la antigua capital inca de Cuzco.

 

Al este de Cuzco, el mapa de Wilkins muestra una misteriosa extensión, identificada con la que utilizaron los refugiados que huyeron respondiendo al líder Tupac Amaru, que eran perseguidos por las gentes de Pizarro, y que alcanzaron una ciudad perdida de brasil o del noroeste de Bolivia. Al parecer es común en América precolombina la idea de un reino subterráneo que se utiliza a manera de refugio, cuya existencia se profundizó luego de la Conquista, y la imagen de los incas trasladándose a ese sitio protector es clara.

 

Recientemente, en Perú, a 380 kilómetros del Este de Lima, en un sector bajo la ciudad de Huancayo, los derrumbes causados por las persistentes lluvias permitió descubrir una ciudadela enterrada, sin precisión de antigüedad por estar en etapa incipiente de limpieza arqueológica. El desprendimiento dejó a la vista canales, galerías, tumbas y estructuras arquitectónicas.

 

Los lugareños afirman desde siempre que en el sitio vivían “unos antiguos que desaparecieron”. Los arqueólogos David Motta y Cesar Martínez, que en conjunto con arquitectos y otros especialistas del Colegio Salesiano Santa Rosa de Huancayo y el Instituto Nacional de Cultura de Perú, inician los trabajos de exploración incipientes cada vez que lo permiten las lluvias.


"A propósito de eventuales visitantes de un espacio habitable oculto en el interior, especialmente en los altiplanos de Perú, Bolivia y Chile, los más altos del mundo, existen imágenes gráficas, como esta que envío a usted. En ella se ve uno de los legendarios gigantes de Paruro, unos hombres andinos que viven en algún lugar de las tierras altas de estos países, cuya altura es de un término medio de dos metros y medio.

 

Estos hombres fuertes suelen aparecer y regresar al mismo sitio desconocido de donde proceden, cargados de mercadería que compran sin regatear. De aspecto bonachón no hay queja alguna del comportamiento de estos gigantes andinos, sólo les hace llamativos su gentileza y, de inmediato, su altura extravagante. Se sabe que en las costas del norte de Chile, especialmente frente al antiquísimo puerto de Caldera, se han encontrado cementerios indígenas con restos arqueológicos de cuerpos humanos gigantescos que vivieron alguna vez en la región, después del año 1200 de nuestra Era.

 

En Perú y Bolivia, cuando se les ha preguntado el sitio de dónde proceden, generalmente responden que vienen del interior de los Andes sureños. Esta foto de uno de ellos, que medía dos metros sesenta centímetros, fue captada por el fotógrafo de Cuzco Martín Chamb, en el año 1929".

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