1 - Mi Búsqueda de Los Mayas Durante 33 Años
Como lo he conocido a través de mi vida, la experiencia maya con su riqueza de sabiduría artística y científica, no es tan ajena o diferente como extrañamente familiar, igual que las numerosas coincidencias de la palabra Maya y los términos análogos a ella, que se encuentran esparcidos a través del mundo civilizado.
Y sin embargo, al mismo
tiempo, la experiencia Maya o el Factor Maya como lo he llamado, es
vasto, indudablemente vasto, y con implicaciones que se extienden en
gran parte más allá de los dominios de nuestra imaginación.
El hecho de que el apartamento de mis padres estuviese
localizado en el número 100 de la calle Tula, Ciudad de Méjico, me
conmovió más tarde como una curiosa
sincronicidad, ya que el nombre
Tula es la forma tolteca de Tulan o Tollan, nombre del centro o
lugar donde los mayas tuvieron su origen.
Yo no había estado en Méjico desde que lo abandoné a los cinco años de edad, pero la Ciudad de Méjico aún era como mi recuerdo infantil de una capital colonial. Aunque no fuimos más allá de Cuernavaca, muy cerca aún de la Ciudad de Méjico, en el Museo Nacional de Antropología recibí una impresión lo suficientemente fuerte como para agitar sentimientos profundos y antiguos.
Pero el
museo, con su fantástica ostentación de objetos artísticos,
incluyendo el gran Calendario en Piedra de los Aztecas, no fue, nada
comparado a mi experiencia en la ciudad de la gran pirámide de
Teotihuacan, “Lugar Donde los Dioses Tocan la Tierra”.
Mientras descendí las escalas,
dominado por el respeto y lleno de admiración hacia la
monumentalidad armónica de la ciudad de
Teotihuacán, me hice una
promesa. Y la promesa fue esta: que sea lo que fuere lo que hubiese
ocurrido aquí, yo habría de saberlo, no precisamente como un
observador exterior o como un arqueólogo, sino como un verdadero
conocedor, como un vidente.
Yo archivaba libros, empleo que disfrutaba grandemente por la oportunidad que me brindaba para encontrar ideas nuevas y diferentes. Y entre todos los libros que me atraían, y que llevaban mi mente más allá de ella misma, había dos en particular:
El primer libro, con vertiginosas descripciones de las posibilidades de un infinito número de mundos paralelos, fue suficiente para enviar mí imaginación hasta una condición de apacible transcendencia, ¿o era un recuerdo?.
Realmente no podría decirlo.
Por una u otra razón, el libro de Morley, que trataba sobre los
mayas, me produjo el mismo efecto. O más bien, mientras me abría
perspectivas hacia una experiencia cultural de dimensiones
superiores, el libro de Morley me proporcionó una descripción sobre
las probabilidades terrestres para cimentar las experiencias
cósmicas que Ouspensky relató en el Tertium Organum.
Las fotografías de los mayas vivientes, las singulares descripciones antropológicas de los mayas en relación con los demás miembros de la raza mongólica, los diagramas de los lugares donde están los antiguos templos, y las reproducciones de la escultura en piedra, la cual posee un misterio, una armonía, y una delicadeza extraordinarias, todo eso me había cautivado por completo.
Pero nada me fascinó más que el sistema numérico y matemático de los mayas.
Rápidamente lo aprendí: Un punto es igual a uno o a una
unidad de un múltiplo de veinte; una barra es cinco o un múltiplo de
cinco veces veinte; y una concha es cero o la conclusión.
Durante largas horas, me maravillé de la maestría que dicho sistema representaba, y del misterio que pudo haber sido su verdadero propósito. Evidentemente, Morley no lo supo.
Tan grande como era su aprecio por los remanentes que aún quedan de los mayas, él, como casi la totalidad de los arqueólogos (como lo descubrí más adelante), juzgó a los mayas según los parámetros de la tecnología materialista.
Además Morley consideró que los mayas estaban en la edad de piedra. No conocieron la metalurgia ni usaron la rueda. Y sin embargo, en la opinión de Morley, y en gran manera para su asombro, sin estos artefactos materiales, se las ingeniaron para crear una ciencia y una arquitectura de una belleza armónica, proporcionalmente igual a las más grandes civilizaciones del mundo antiguo.
Para Morley, que
escribió en 1947, los mayas constituían una “excepción
intratable”... Pocas son las culturas, si es que las hay, con rasgos
primitivos comparables... que se han centrado en un grado tal de
adelanto intelectual.
A medida que me introducía en la tradición matemática, astronómica y calendárica, tal como había sido descifrada por arqueólogos iguales a Morley y sus colegas, encontraba un velo más allá del cual mi experiencia no podía penetrar. Aquí, yo me refugiaría en los ensueños o en la fantasía.
Y una fantasía siempre volvería a
presentarse: la de un viaje a la jungla, a las tierras cálidas de Mesoamérica en donde, por medio de alguna experiencia catártica y
transfigurativa, yo saldría pero no como yo había sido, sino como
portador de conocimiento, como vidente. Este ensueño, esta
comunicación tan frecuente, me guió en mi búsqueda de los mayas.
Al aplicar los conocimientos prácticos y la disciplina que estaba aprendiendo en el estudio formal de la historia del arte, avancé rápidamente en mi propio estudio del arte Maya y pre-colombino en general, En su mayor parte, este fue un curso satisfactorio. Yo tenía libertad para sumergirme en lo que realmente era mi área favorita en la historia del arte.
Y sin embargo, a medida que la, estudiaba, y observaba,
se hizo claro que había algo erróneo. Nadie parecía llegar al grano.
Todos los arqueólogos trataban a la civilización Maya como si fuera
una feliz aberración de la edad de piedra. Sospeché que la razón por
la cual los arqueólogos estudiaron a los mayas, fue precisamente
porque sus mentes autocomplacientes nunca lograrían llegar a ella, y
en cambio, pensarían que los mayas tenían la culpa de que ellos no
lo hubieran logrado.
Admirable compilador de dos tomos monumentales, La Escritura Jeroglífica de los Mayas y Un Catálogo de Jeroglíficos Mayas, lo mismo que de otros textos más generales como El Ascenso y la Caída de la Civilización Maya, Thompson, más que otro cualquiera, escribió sobre los mayas como si ellos hubieran sido sabios idiotas; expertos, sabrá Dios porqué motivo, en una incomprensible matemática astronómica, que va hasta el extremo de la obsesión diabólica, pero no hacia ningún fin racional.
Aún más que Morley, Thompson juzgó a los mayas según la medida y los valores de la civilización europea del renacimiento.
Las discusiones de Thompson sobre el arte Maya revelan una intolerancia condescendiente. Debido a que los arqueólogos como Thompson ni sospechan lo que fueron los mayas, generalmente imputan lo peor, proyectándose penosamente con sus hábitos modernos en un sistema extraño y fatalista.
Así pues, cuando afronta lo que realmente es el rasgo más enigmático de la civilización Maya, es decir, su repentina decadencia en el siglo IX, Thompson prefiere ver en ello una revuelta de esclavos contra gobernantes despóticos.
Sin embargo como lo explica Morley,
Durante, el verano de 1964, como estos rumores poco satisfactorios atravesaban mi cabeza de parte a parte, preparé mi próximo viaje a Méjico.
La fascinación romántica ”del luga” era siempre muy fuerte en todo tiempo. El viajar en carro, como lo había hecho con mi padre diez años antes, me, dio el tiempo suficiente par contemplar los paisajes infinitos de las montañas y el cielo.
Para mí, aquella
región era mística, viviente, y poseía grandes secretos. Mí actitud
de apertura al misterio del lugar y de la geografía, fue
complementada por el descubrimiento de otros puntos de vista, puntos
de vista más amplios que los de los arqueólogos materialmente
obcecados. El principal entre ellos era el de la escritora Laurette
Sejourné.
En la introducción a este libro, el eminente historiador de la religión Mircea Eliade escribió sobre el acercamiento de Sejourné, que para ella,
QUETZALCOATL, LA SERPIENTE EMPLUMADA
XOCHICALCO, SIGLO X D.C. Esta perspectiva vibró profundamente, acorde con mis propios sentimientos.
Comencé a
percibir que el problema para llegar a un acuerdo con los mayas y
con la antigua civilización mejicana en general, era realmente el
problema de nuestra propia civilización. Sea lo que fuere lo que yo
había empezado a sentir en 1953, ahora se me introdujo aún más
profundamente.
Xochicalco está elevado y distante en el enclave
montañoso del estado de Guerrero.
Fechada hacia los siglos IX y X, Xochicalco, “el lugar de la casa de las flores”, representa una fusión del estilo de Teotihuacán propio de las tierras montañosas mejicanas, con el modelo clásico de los mayas.
Fue aquí en Xochicalco donde se
refugió y se reunió lo más selecto de los mayas y de Teotihuacán,
luego de la “repentina” decadencia del periodo clásico de las
civilizaciones Maya y Mejicana. Y fue aquí donde el Quetzalcóatl
“histórico”, del periodo 1 Caña, nació en el año 947 D.C. El
misterio se intensificaba para mí: y simultáneamente había comenzado
una nueva etapa de aclaraciones.
Y también estaba claro que este conjunto de rasgos, esta
presencia múltiple, informó a casi cada aspecto del antiguo Méjico y
aun de la civilización Maya. No solamente las artes, sino también la
astronomía y el calendario fueron afectados por Quetzalcóatl, quien
estaba estrechamente relacionado con el planeta Venus, la estrella
matutina y vespertina.
Este solo hecho parece haber sido suficiente
para trastornar al ya nervioso Montezuma II, emperador del
infortunado imperio Azteca.
Los arqueólogos pudieron exhumar las piedras y catalogar, dando a sus hallazgos nombres como “dios D”, u “objeto ritual”, pero esto no dice nada respecto al aspecto vivificante de las antiguas civilizaciones. Para mí era obvio que uno tiene que desarrollar una forma mental, intuitiva, como también entrar en los estados mentales que produjeron los objetos. Y además, los objetos no son sino residuos.
La realidad
estaba en la cualidad mental y emotiva que iba dentro de los
objetos.
De acuerdo a Sejourné, la religión de Quetzalcóatl, como tono fundamental de toda la antigua civilización mejicana, era esencialmente un proceso que conducía a la unificación mística.
Ante una contemplación de los objetos más armoniosos
pertenecientes a estas civilizaciones antiguas, en mi mente no había
ninguna duda de que el caso era algo parecido a esto.
Con seguridad, entre
mis inspiraciones en el ciclo de pintura en el que yo mismo me
sumergí, estaban los murales de Teotihuacán, las obras de cerámica,
y los jeroglíficos de los mayas. El brillo del color, la capacidad
para informar a través de estructuras simbólicas densificadas, el
diseño total que reunía muchos rasgos y formas en una exposición
geométrica simple, y sin embargo vibrante en ondulaciones, fueron
aspectos del antiguo arte maya y mejicano que me inspiraron.
Para mí, lo más significativo fue el proceso de hacer estas pinturas; porque en verdad, ellas me habían proporcionado una oportunidad para entrar en aquellos lugares donde conversé con Tlacuilo, el antiguo pintor y creador de los arquetipos. Mi corazón se abrió, y los recuerdos inundaron mi ser. No puedo decir si ellos eran o no recuerdos de una vida pasada, sino que ellos eran recuerdos colectivos de la comente mental de los antiguos.
Empecé a conocer desde adentro.
Si bien la visión de los antiguos pintores mayas y mejicanos fue la que me guió durante la pintura de estas puertas de percepción, fue el estudio del I Ching el que me dio una percepción de la estructura original del cambio, que fue también la estructura básica de cada uno de los seis bastidores.
Los bastidores estaban divididos en tres partes.
Mientras que el tercio superior y el inferior eran estructuralmente espejos el uno del otro, la zona media representaba la zona de cambio o transformación. Esta estructura transformadora también poseía una completa simetría bilateral.
Muchos años más tarde, descubrí que la estructura básica
de estas puertas de percepción, era la misma de la triple
configuración binaria, la imagen clave que estaba insertada en el
sagrado calendario matriz de los mayas, código clave de mi libro La
Tierra en Ascenso.
Monte Albán, que data por lo menos del año 600 A.C., representa una fusión de las influencias Maya y mejicana en su propio y único estilo cultural.
Aquí están las esculturas de los Danzantes, sacerdotes-chamanes danzarines en estado de arrobamiento, y con cabezas de animales, y cuyos cuerpos están marcados en su interior con jeroglíficos. Además, al lado de ellos encontramos los caracteres del sistema matemático de los mayas, es decir, los signos del Calendario Sagrado.
También aquí, en la gran plaza del centro ceremonial en la cima de la montaña, se encuentran el Observatorio de peculiar angulación. Al ascender por los alrededores, y al examinar la identidad de los danzantes y el significado de los signos del calendario recibí avises indirectos de una presencia, de seres estelares o guardianes.
¿Quiénes eran ellos?
. Como su carta de triunfo, él sacó dos tejidos del mismo diseño, uno en rojo y negro, y otro en azul y anaranjado.
El diseño de estos tejidos era digno de atención porque estaba constituido por una sola línea; sin embargo, la línea era una espiral y se proyectaba de tal manera que al dividir el paño en dos partes iguales, creaba la imagen de un mandala óctuplo.
Como yo mirara asombrado, el propietario me hizo un guiño y dijo:
A causa de la cintilación de los colores complementarios, azul y anaranjado, compré la manta, y al tomar una cerveza ceremonial con el propietario, sentí que había pasado a otra intersección de las zonas del tiempo. Pero era 1968, una época de desasosiego y violencia en todas partes.
Mientras salía de Ciudad de Méjico, escuché por la radio las noticias sobre los motines de Tlaltelolco, en los cuales murieron cerca de 400 estudiantes.
HUNAB KU
Mis pensamientos se dirigían más no sólo hacia las injusticias del mundo, sino a la visión distorsionada que prevalecía en todas partes respecto al mundo no Occidental, o Tercer Mundo.
Esta ocupación
comenzó a informar a mi enseñanza de historia del arte, y en Davis,
donde yo enseñaba en la Universidad de California, me involucré en
los esfuerzos iniciales para la fundación de una universidad nativa
americana - la Universidad Deganawicla - Quetzalcóatl.
Un libro posterior suyo, Sobre la
Luna y Debajo del Sol, también describe al Calendario Sagrado, e
incluye la imagen a la cual yo llamo la triple configuración
binaria, el diseño mágico de las 52 unidades, dentro del Calendario
Sagrado matriz de 260 unidades. Por inspiración de Tony me interesé
más en los estudios del Calendario Sagrado, o sea el Tzolkin, como
lo han llamado. Además, fue Tony quien me enseñó lo tocante al
significado de la fecha 1987 en relación con las profecías
concernientes al regreso de Quetzalcóatl.
Fue allí, y en el invierno de 1972, cuando también me encontré con el tradicional vocero Hopi, Thomas Banyaca, quien comunicó las profecías Hopi.
Siempre recordé que Thomas decía:
Entiendo entonces que esa época está
estrechamente relacionada con la fecha 1987, que Tony había
compartido conmigo.
Este libro es en esencia una critica a la civilización occidental, empleando la metáfora de los hemisferios derecho e izquierdo del cerebro, y utilicé “el Gran Ciclo Maya” de 5.125 años, el cual empezó en el año 3113 A.C., y finalizará en el año 2012, junto con el concepto hindú de las cuatro eras o Yugas y el concepto de Yeats sobre los conos y tinturas, como encuadre para observar la moderna “tiranía del hemisferio izquierdo”.
Sin embargo, el único comentario de La Visión transformadora que apareció en un conocido periódico artístico, invalidó mis esfuerzos, porque yo había tenido la audacia de evaluar el Renacimiento y la moderna civilización Occidental, desde la perspectiva de cosmologías “extrañas” como la Hindú y la Maya. EL TZOLKIN CALENDARIO SAGRADO DE LOS MAYAS
En el verano de 1974, mientras estaba dando una clase sobre el arte nativo americano y precolombino, en el instituto Naropa, completé una amplia versión del Calendario Sagrado, utilizando el sistema de notación Maya.
Una versión similar de este calendario aparece como
el mapa número 9 en La Tierra en Ascenso. lo que me impresionó con
respecto a esta versión del Calendario Sagrado, fue el efecto
rítmico de las veinte repeticiones de los signos que van del uno al
trece. Este fue el primer aviso oculto de que el calendario podía
ser algo más que eso. ¿Era una especie de Código?.
Mientras Shambhala se refería al reino mítico y místico del Asia central, tan fundamental para las enseñanzas y la ciencia profética del budismo tibetano, Tollan (Tulan) representaba la ciudad mítica, y la fuente de las sabias enseñanzas de los mayas y antiguos mejicanos.
Según mi intuición, entre los dos reinos legendarios existió alguna conexión aún desconocida, una conexión no tanto en el plano terrestre, sino en el cuerpo etérico del planeta.
Mientras la visión de la fundación Shambhala-Tollan sobrepasó mi capacidad para hacer algo práctico con ella, encontré en las enseñanzas del budismo tibetano una base para mi mente.
Al arrojarme intensamente en las prácticas meditativas que me ofreció mi profesor, Chogyam Trungpa Rinpoche, encontré en las enseñanzas Vajrayana un vasto contexto para continuar mis investigaciones sobre las cosas de los mayas. En particular, las enseñanzas exclusivamente mentales fueron más útiles para posteriores consideraciones sobre el calendario maya, sus orígenes y, especialmente, sus bases filosóficas o científicas.
Al igual que las cosmologías budista e Hindú, los mayas describen un universo con ciclos infinitos de tiempo y de existencia. Si hay alguna diferencia, ésta consiste en que los mayas son aún más exactos en sus cómputos de estos ciclos. En cualquier caso, la contemplación de los ciclos más distantes, y que todo lo abarcan, condujo inevitablemente a una reflexión sobre el hecho de que no estamos solos, y de que existen infinitos otros sistemas de mundos que están más evolucionados que nuestro propio sistema.
Y, si hemos de establecer gran conocimiento y comunicación, ¿cómo podría ser sí no a través del desarrollo de la mente, de la claridad y expansión de la conciencia?.
Durante la mitad de la década de los 70, fueron publicados otros dos libros que estimularon mis pensamientos cosmológicos sobre los mayas y su calendario, El Tiempo y la Realidad en el Pensamiento de los Mayas, escrito por el filósofo mejicano Miguel León Portilla, y Méjico Místico, de Frank Waters. Al tiempo que expresa simpatía por la poesía de la imaginación Maya, y se amplía a una comparación del pensamiento Maya con el taoísmo chino; el estudio de León Portilla no es capaz de penetrar en la ciencia que hay detrás del calendario y la “obsesión” de los mayas por el tiempo.
Por otra parte, el estudio de Frank Waters, tiene la virtud de presentar las tradiciones proféticas de los mayas y antiguos mejicanos, en un contexto algo contemporáneo.
En particular, él se centra en la fecha final del gran ciclo, que él ubica el 24 de Diciembre del año 2011, como el momento para un gran cambio en la conciencia planetaria:
Y en 1976 viajé a Méjico otra vez.
En esta ocasión me aventuré
finalmente en el territorio Maya, y visité la antigua localidad de
Palenque. Cuando mi familia y yo llegamos a Palenque, una tormenta
tropical cayó desde los cielos. Al trepar los nueve niveles de la
Pirámide de las Inscripciones, encontramos refugio en el templo que
estaba en la cima. Mirando desde el templo hacia afuera, fuimos
saludados por un doble arco iris que parecía brotar del Templo de
los Vientos, no lejos de nosotros.
Sin embargo, lo que más me atrajo fueron
los remanentes de las pinturas al fresco en el Templo del Viento.
Sí, yo las había visto antes. Ellas habían llenado el canal de mi
mente, cuando me dediqué a pintar las Puertas de la Percepción diez
años antes.
Como una edificación de los grandes centros clásicos de los mayas, que fueron desocupados en su punto de apogeo, Palenque merece una pregunta:
No más que a cien millas de Palenque, pero en lo alto de la sierra de Chiapas, cerca a la frontera guatemalteca, está la villa de San Cristóbal.
San Cristóbal, que una vez fuera un importante centro colonial, ahora parece estar levemente desolado y distante. Sin embargo, en las calles uno ve a los mayas Lacandones de vez en cuando. Su larga cabellera negra que baja hasta más allá de sus rodillas, vestidos con simples túnicas blancas, los Lacandones han decidido quedarse con su propia gente, llevando una vida sencilla y sedentaria en las tierras bajas de la jungla, donde ellos conservan el calendario, y viven una vida rica en sueños.
Entregando muy pocos
secretos, ellos vienen a San Cristóbal para hacer comercio menor, y
luego marchar de nuevo hacia sus parajes.
Un domingo, al tomar un coche fuera de San Cristóbal, visitamos una aldea lejana.
En la vieja iglesia, la cual era una iglesia solo en apariencia, los indios dirigían su culto. El olor del incienso hecho con goma de copal, era rico y denso. Las voces que cantaban alcanzaron periódicamente un armónico extraño, y luego regresaron a una suave cacofonía.
Afuera, los jefes, los líderes locales se
pasaban el uno al otro una vara montada en plata, resolviendo las
decisiones concebidas por sus electores. Observando todo esto, yo me
preguntaba -¿Quién habla por esta gente?. - o ¿es qué ellos hablan
de la tierra y por la tierra, y es eso todo lo que cuenta?.
En esta leyenda
referente a las migraciones hacia las tierras cálidas del Sur, se
construye la ciudad del cuádruple templo de Palat-Kwapi, siendo el
objetivo de la construcción el de adquirir y consolidar un sistema
de conocimiento. El mandato consiste en que después de su
construcción, los constructores han de abandonar la ciudad,
dejándola como un monumento al conocimiento. Por olvidar este
mandato, los habitantes empiezan a caer en decadencia, pero una
tribu rival los despierta. Al recordar su misión, la gente abandona
finalmente a Palat-Kwapi, la misteriosa Ciudad Roja del Sur.
La civilización como la conocemos, una fábrica para la producción de armas destructivas, una formación comercial de comodidades para las criaturas, de ninguna manera se adaptaría a este propósito ni a este sistema de conocimiento.
Un factor posterior entra en escena: Puesto que el sistema de conocimiento y la ciencia de los mayas estaban tan relacionados con los ciclos de tiempo, entendiendo que el tiempo es un conductor cualitativo de las condiciones propias de las estaciones cósmicas o galácticas, ellos vieron un período en el que se acumularían las tinieblas en el horizonte, y por esta razón supieron también que era el momento de retirarse.
Dada la condición del mundo hoy, ¿quién
dice que ellos no estaban en lo correcto?.
Sin embargo, mi sensación interior era la de que el empuje
repentino de la civilización moderna estaba llevando las cosas a un
punto en el que, o interviene lo divino, o la extinción será nuestro
legado. Para mí, la situación significaba dar un salto, hundirse en
el abismo, en el territorio mental que ha sido declarado
inexistente, o como un tabú, por las normas culturales prevalentes.
Había llegado el momento de aceptar seriamente el concepto de la mente planetaria, o conciencia planetaria.
Pacal Votan Tapa del "sarcófago" Palenque, año 683 DC
Por mis estudios de historia del arte, y por mis propias investigaciones, había surgido en mí la convicción de que no solamente la tierra era un ser viviente, sino la de que el modelo de su vida realmente informa, desde el todo a la parte, sobre todos los aspectos de su evolución, inclusive del proceso que llamamos civilización.
El “arte planetario” describe la totalidad de la interacción entre la gran vida de la tierra y la respuesta individual y grupal a esa más vasta vida.
En este gran proceso, percibí vagamente a los mayas como navegantes o cartógrafos de las aguas de la sincronización galáctica. Por otro lado, unos 3000 años antes, al valerse de la gran pirámide, los egipcios fueron los responsables de haber anclado y ubicado el rumbo de la tierra en el océano de la vida galáctica. El hecho de pensar, percibir, y sentir de esta manera amplia, condujo a una extraña serie de exploraciones, encuentros, y coincidencias.
En el otoño de 1981 después de encontrarme con Lloydine Bums bailarina compañera de visiones y de hacer amistad escribí un documento de “ciencia-ficción” nominado Las Crónicas del Arte Planetario - La Elaboración del Quinto Anillo.
La perspectiva real de este cuento imaginativo del “arte planetario”, ubicada en el futuro, pertenecía al sistema estelar de Arcturus. Cualesquiera que sean los méritos de esta historia inédita, parecía imperativo desarrollar una conciencia que mirase nuestros asuntos planetarios desde lejos, de modo que de la confusión ocasionada por los periódicos de cada día y por el terrorismo nuclear, pudiese surgir algo coherente.
Yo estaba por descubrir que esta actitud también era esencial para penetrar por completo el misterio de los mayas.
¿Podría ser el sistema de los mayas un código matriz, que,
sincronizado con un conocimiento básico y evolucionado galácticamente, sería adoptado por las idiosincrasias de este
planeta?.
Para mí, el descubrimiento
relacionado, sincrónicamente, de que cada una de las columnas, tanto
horizontales como verticales del cuadrado mágico de 8 de Ben
Franklin, que consta de 8 unidades, suma 260; me llevó a considerar
la relación que existe entre el Tzolkin de 260 unidades del
Calendario Sagrado matriz de los mayas; y el I Ching. Lo que siguió
fue el flujo espontáneo de “mapas” o matrices que constituyen la
Tierra en Ascenso, siendo la figura del código clave, la “triple
configuración binaria”, cuya base es el Calendario Sagrado de los
mayas.
Eso no es una sorpresa, como no lo fue para mí mismo el hecho que el entendimiento real de los mapas, no vino hasta después de la publicación del libro en 1984. Lo que yo empecé a comprender lentamente, fue que los mapas, al igual que el mismo sistema de los mayas, procedían de muy lejos. Ahora, hasta un poco avanzada la década de los 80, verdaderamente yo no había considerado la naturaleza de los ovnis o inteligencias extraterrestres.
Pero con el fenómeno de haber canalizado el material en La Tierra en Ascenso, yo había llegado a un nuevo nivel de posibilidad. La obra de ciencia-ficción que había precedido a La Tierra en Ascenso, con su perspectiva arcturiana, ¿fue una pista tanto para el origen de la información como para el misterio de los mayas?.
De ser así, también
estaba claro para mí que la transmisión de información desde
diferentes lugares de la galaxia no dependía de las variantes
tiempo-espacio, sino que, en vez de ello, señalaba hacia una
principio de difusión resonante.
Hoagland había estado comprometido en las pruebas de las naves Viking en Marte, que se efectuaron en 1976.
El no había quedado satisfecho con la forma como la NASA había manejado el descubrimiento de ciertos fenómenos en Marte, incluyendo un “rostro” grande que parecía esculpido, y que estaba en la cima de una meseta. Y quedé anonadado al mirar las fotos ampliadas por el ordenador, con las que Hoagland estaba trabajando.
Algo parecido a un recuerdo se estaba agitando en mí, pero esto era más grandioso, más profundo, e infinitamente más acechante que cualquier otro recuerdo que yo hubiera conocido. Mi impresión inicial fue de que una civilización - o vida evolucionada - se había desarrollado en Marte, y que esta civilización había terminado en un final trágico y funesto.
Con el reconocimiento
instantáneo de este acontecimiento como consecuencia de haber mirado
las fotos, también comprendí que el registro de este acontecimiento
de alguna manera aún estaba presente y activo en el campo de la
conciencia terrestre.
Entonces, debido a que las cubiertas eran similares, tomé una copia de la portada hecha por Lucy Lippard, que describía La Influencia del Arte Primitivo Sobre el Arte Contemporáneo, el cual adquirí en Los Ángeles, como obsequio, el día anterior a mi encuentro con Hoagland.
Abriendo al azar el texto de Lucy Lippard en la página 144, me conmoví por causa de la foto que aparecía en al esquina izquierda superior:
Si la información de la NASA había evocado la realidad de la vida en otros mundos, el descubrimiento de la obra de Noguchi, que habría tenido el mismo tamaño del rostro marciano, de haber sido terminada me recordó con asombrosa precisión, la transmisión de información con base en la difusión resonante, un proceso que describí entonces como radiogénesis, que quiere decir, la transmisión universal de información a través de, o como luz o energía radiante.
Y por supuesto, surgieron nuevas preguntas.
¿Cuál es la relación que
existe entre conocimiento y recuerdo?. ¿Puede también el futuro ser
nuestro pasado?. Lo que está sucediendo ahora sobre nuestro planeta,
¿puede ser, de alguna manera, la nueva presentación de un drama que
ya ha ocurrido en otros mundos?, y suponiendo que así sea. ¿Cómo
podemos evitar el peligro latente de la extinción?.
“La Tierra de Cristal”, que es la imagen de la tierra presentada en Tierra Chaman, se debe en gran parte a mi encuentro con la portadora del linaje de los indios Cherokee, la extraordinaria Dhyani Ywahoo, a quien encontré en la primavera de 1984.
Fue ella quien, dirigiéndonos una mirada a Lloydine y a mí, declaró:
Inmediatamente comenzamos a hacerlo así, y encontramos en los cristales una herramienta muy singular para la armonización personal y para reunir información.
Intuyendo que la misma Tierra es de naturaleza cristalina, encontré investigaciones que confirman esta posibilidad, tanto en la Unión Soviética, como en los cartógrafos Elizabeth Hagens y William Becker.
De algún modo, la
imagen de la Tierra como un cristal parecía proseguir junto con la
noción de la transmisión galáctica, de información a través del
principio de la difusión galáctica siendo ésta una clave para una
aproximación al origen y a la naturaleza de la matriz Maya.
Mi nombre le fue dado a Humbatz por Toby Campion, miembro de una organización llamada la Gran Fraternidad Universal, cuya actividad está ampliamente centrada en Méjico y en América del Sur. A través de una serie de alegres llamadas telefónicas nocturnas, sostenidas en un español chapurrado, supe que Humbatz estaba trabajando con 17 de los “calendarios” mayas.
La mayoría de
los arqueólogos consideran la posibilidad de que existe sólo una
medía docena de dichos calendarios. Humbatz también había escrito un
pequeño texto cuyo título era Tzol'Ek, Astrología Maya. Por medio de
la perseverancia y la magia, Humbatz apareció finalmente en Boulder
en marzo de 1985, cuando dio una presentación titulada la "Astrología
Maya”.
No hay duda de que mi encuentro con Humbatz fue el evento más crucial en mi larga historia de trabajo con el material maya.
Discusiones posteriores con Dhyani Ywahoo, como también un encuentro con Harley Swiftdeer, me confirmaron que Humbatz me había dejado la pista más importante hasta ahora para comprender la naturaleza del sistema de pensamiento maya. Realmente, la información de los mayas fue transmitida desde muy lejos.
Pero
¿exactamente cómo y con qué fin?
Cuando lo miramos de nuevo, puede verse que el Factor Maya es la presencia de una medida galáctica, un medio exacto para ubicarnos en relación con la comunidad de inteligencia galáctica. Al mirarlo aún más íntimamente, aún microscópicamente, el Factor Maya es la consideración de que estamos en un punto en el cual nos faltan sólo 26 años para una sincronización galáctica mayor.
O cambiamos
los engranajes ahora, o perdemos la oportunidad.
En particular, los fractales calendáricos de su I Ching, lo habían llevado a la conclusión de que estamos implicados en un ciclo de tiempo “final”, cuyo lapso de 67 años desde Hiroshima, en 1945, hasta la fecha de sincronización maya en el año 2012 D.C., terminación del llamado Gran Ciclo que comenzó en el año 3113 A.C..
En el verano de 1985, yo
estaba seguro de que el código que se encontraba detrás del Gran
Ciclo, era una clave para revelar el significado de nuestra propia
historia, y un dilema común. Así fue como me arrojé con renovada
entrega dentro del Factor Maya.
La exposición de los estudios analógicos de
R.
A. Schewaller de Lubicz, sobre la antigua simbología egipcia, me
había dado un punto de partida para renovar mis estudios sobre los
glifos mayas. Fue algo profundamente revelador el haberme sumergido
en los glifos, y el haber hecho dibujos y varios arreglos de ellos.
Me encontré que por medio de los glifos realmente yo estaba teniendo
acceso a información. Esto me demostró que el Factor Maya no era una
cosa muerta o del pasado, sino que es un sistema viviente.
Aún cubiertas
por la jungla, las pirámides que se elevan hacia lo alto y las
plazas ceremoniales, proporcionan las áncoras para el punto céntrico
de un vasto sistema de carreteras rectas y planas, llamadas sacbeob,
que están marcadas y definidas por grandes esculturas jeroglíficas,
algunas de las cuales contienen fechas, o, ¿son estas fechas números
armónicos?, que se refieren a eventos de momentos críticos en el
pasado distante, o en algún otro sistema.
Una vez que
regresamos a Yucatán, salimos con nuestros amigos del grupo Cristaux, Francis Huxley, Adele Getty, Colleen Kelly, y Robert Ott,
a un viaje por Yucatán que incluía visitas prolongadas a Uxmal y
Chichen ltza, como también a los fantásticos lugares donde están las
cuevas de Llotun y Balankanche, para volver finalmente a la costa
del Caribe y a Coba.
Un año antes, o un poco menos tuve la oportunidad de escuchar al curandero Lakota, Gerald Red Elk, hablar de la relación y en verdad identificación entre Cristo y Quetzalcóatl.
Examinando con madurez el antiguo emplazamiento de Chichen Itza, el templo de Kukulkan, exquisitamente ordenado, y las
numerosas representaciones simbólicas relacionadas con Kukulkan, se
me ocurrió que Kukulkan-Quetzalcóatl quien, en el año 999 D.C.
profetizó la llegada de Cortés y la venida del cristianismo a
Méjico, era, él mismo, una encarnación del Cristo.
Mi descubrimiento del filósofo de los mayas, Domingo Paredez, cuyo libro síntesis, La Parapsicología Maya, leí con ávido interés, estimuló mi ulterior percepción de los mayas como seres dotados con aptitudes psíquicas, como también intelectuales y espirituales altamente evolucionadas. A pesar de eso quedaba la pregunta, ¿de dónde vinieron?.
O al menos, ¿de dónde provenía su información?, y,
¿exactamente cómo fue transmitida aquí?.
En verdad, el sol
no sólo es literalmente la fuente y sustentación de la vida, sino
que también es el mediador de la información transmitida hacia y a
través de él, desde otros sistemas estelares.
El Tzolkin, o sea el Calendario Sagrado, es un medio para rastrear la información mediante el conocimiento de los ciclos correspondientes a las manchas solares. El Tzolkin es también la matriz de información que es transmitida al menos por dos sistemas estelares, creando un campo binario de comunicación a través de las manchas solares.
En cuanto a
las fuentes de información, parece claro que Las Pléyades es una
fuente; y muy probablemente Arcturus es la otra.
En el sonido del viento, en el sonido del oleaje, viendo la deslumbrante magnificencia de las estrellas, un conocimiento profundo y maravilloso se extendió tocando cada célula de mi cuerpo. Los mayas estaban regresando, pero no en la forma que podríamos pensar de ellos. Finalmente su ser, al igual que el nuestro, trasciende la forma corpórea.
Y precisamente
por esa razón, su regreso puede suceder ahora dentro de nosotros, y
a través de nosotros.
Esta vez regresé más como yo mismo que en otras ocasiones, y al mismo tiempo como si fuera otro. El Factor Maya había sido recuperado.
Quizás el ciclo mundial se pondría en concordancia con el destino galáctico.
|