CAPÍTULO VII
LAS CÁMARAS DE GAS:
6.000.000 DE GASEADOS O...
Lo primero que hay que decir es que la cuestión ha evolucionado mucho desde la
fecha en que escribí La mentira de Ulises. Esto era en 1949-50. Prestando fe a
cualquier relato, a cualquier deportado, todos los periódicos colocaban cámaras
de gas y de exterminios en masa a lo que saliese la suerte, dondequiera y en
casi todos los campos. Casi todos los deportados las habían visto- con sus
propios ojos -. Y todo el mundo les creía.
Por otra parte, esto sucedía a pesar de Eugen Kogon, que en su libro El infierno
organizado había escrito en 1945: «en los escasos campos donde las hubo...»
Como él no dijo en cuáles, cada uno las colocaba donde quería y terminaba
habiendo de ellas en todas partes.
En Francia yo he destruido la leyenda de la de Buchenwald y de la de Dachau. Hoy
trato de saber qué es lo que fue exactamente de las - pues se habla de cuatro -
de Auschwitz, las únicas sobre las cuales se habla todavía.
Pero comencemos por el principio.
En la actualidad, a pesar de la prohibición que se les impuso, muchos abogados
de los acusados de Nuremberg han publicado los documentos que les sirvieron para
defender a sus clientes y cuyas copias habían quedado entre sus legajos de
documentos. En 1949-50 no era lo mismo.
Me había visto obligado a tratar del problema de las cámaras de gas tomando el
máximo de precauciones de estilo y en una forma tan dubitativa como me era
posible (páginas 187 a 194).
[258]
En aquel entonces, sólo se podia presentir la impostura y yo no tenia nada más
que sospechas.
Posteriormente todo lo que se ha publicado ha venido a confirmar estes sospechas
y frecuentemente lo ha hecho por el absurdo.
En 1958 apareció Der Lagerkommandant van Auschwitz spricht; en el capítulo
precedente se ha leído lo que pienso de ese libro.
En 1953 ya había aparecido también S.S.-Obersturmführer Dr. Mengele, del
comunista húngaro doctor Nyiszli Miklos, y no pude decir lo que pensaba de él
más que en la cuarta edición de esta obra a modo de introducción (páginas 293 y
294).
Esta vez la impostura saltaba a la vista y, por lo demás, incluso lo ha
reconocido parcialmente el autor. (Nota de la página 29).
Se puede comparar ahora la descripción de las cámaras de gas y de exterminio que
hace este doctor Nyiszli Miklos con la que aparece en el capítulo precedente en
el libro atribuido a Rudolf Höss. ¿Qué fe se puede prestar a dos testigos de un
mismo acontecimiento que se contradicen hasta tal punto? ¿Y dónde está la
verdad?
Pero se ha leido anteriormente cómo Eugen Kogon afirmaba que las cámaras de gas
estaban en disposición de funcionar «en marzo de 1942»: pues bien, en marzo de
1942 Höss nos dice a la vez que las cámaras de gas no han funcionado (página
174) y que durante el verano, como no estaban construidas, fue preciso utilizar
el bloque 11 - después depósito de cadáveres - para proceder a los exterminios
con gas (pág. 229). Y mucho antes de la publicación de «su» libro, ya sabíamos
que los hornos crematorios de Auschwitz habían sido «encargados el 3 de agosto
de 1942 a la casa Topf und Sohne de Erfurt por la orden número 11450/42/BI/H»:
¿cómo han podido entonces funcionar estas cámaras antes de que los hornos
crematorios fuesen construidos? Sobre todo si se las presenta como unidas a
ellos. Es la cuestión que ya planteaba en mi estudio crítico de este libro.
Finalmente, he señalado en este estudio crítico dos libros en los cuales se dice
que «los alemanes hicieron saltar las cámaras de gas de Auschwitz al aproximarse
las tropas rusas en noviembre de 1944»; éstas son Histoire de Joël Brand de
Weisberg y Exodo de León Uris.
Eugen Kogon, él por lo menos, tomó sus precauciones para el porvenir diciéndonos
que «a partir de septiembre de 1944
[259] las órdenes habían prohibido el utilizarlas». Y cuando uno lograba llegar
a Auschwitz como turista podía pensar que visitaba auténticas cámaras de gas.
Con Weisberg y Uris todo se desploma. Lo mismo que pasó con Dachau.
* * *
Queda un argumento todavía: la «solución final» del problema judío.
La «solución final» del problema judío no es una expresión propiamente alemana.
Desde hace siglos y siglos - exactamente desde Tito y la Diáspora - ha sida
empleada por todos los constructores de sistemas sociales: en primer lugar por
los Estados del mundo mediterráneo y después por los de la Europa septentrional
y meridional. En Francia, la hicieron célebre la Révolución de 1789 y luego
Napoleón, que creyeron haberla encontrado bajo la forma de un estatuto
equitativo para todos los súbditos judíos que vivían en el territorio nacional.
Nada más terminar la guerra europea, con la Declaración Balfour, tomó a escala
mundial el sentido de la «reconstitución de un hogar nacional judío» al que
Inglaterra se comprometia a ayudar en Palestina. Con el advenimiento del
nacionalsocialismo en Alemania, tomó el de exterminio masivo de los judíos
europeos por medio de las cámaras de gas.
¿Es correcta esta interpretación?
En el proceso de Nuremberg fue esgrimida como una acusación contra todos los
dignatarios del régimen que habían participado de cerca o de lejos en la
deportación de judíos a los campos de concentración aplicando la «Solución
final» y todos respondieron unánimemente que «cuando se hablaba de la solución
final del problema judío ellos no sospechaban que esto quisiese decir las
cámaras de gas». Bajo juramento, algunos testigos llegaron a afirmar ante el
tribunal (sobre todo en el proceso de los médicos), que habían recibido -
verbalmente, es verdad - órdenes para actuar en este sentido y se les creyó. En
aquella época se encontraban testigos para afirmar cualquier cosa con tal que
fuese en el sentido de la verdad de los vencedores. ¿No llegó uno de ellos a
declarar como auténtica la orden de «hacer saltar todos los campos, incluidos
los guardianes, al aproximarse los aliados»,
[260] cuando en realidad se probó después (declaración de Jacques Sabille en Le
Figaro Littéraire en 1951 y libro de Joseph Kessel Las manos del milagro) que
gracias a Kersten, médico de Himmler esta orden no había sido dada nunca? ¿No
llegó a decir otro que la artillería alemana había recibido la orden de echar a
pique tres barcos cargados con deportados (entre ellos el Arcona) que se
dirigían por el mar Báltico hacia Suecia y de los que se ha sabido después que
fueron hundidos equivocadamente por la aviación aliada?
Si hoy en dia ya no se concede importancia a las órdenes de hacer saltar los
campos al aproximarse los aliados, de disparar en el Báltico sobre barcos llenos
de deportados, y de tantas otras aún, no es sólo porque no había documentos para
sostenerlas sino también porque han aparecido escritos que prueban sin discusión
posible que no hubo tales órdenes. Para sostener las órdenes de exterminio de
los judíos con el gas no había tampoco documentos: se ha pretendido qúe los
había, aún se pretende, se les ha mencionado, se les cita todavía.
¿Qué dicen estos escritos?
El más preciso de ellos - par otra parte el único que todavía se suele citar -
es extracto de un documento llamado «Protocolo de Wannsee», que reúne, en una
forma en la que sólo las personas prevenidas y los especialistas pueden
distinguir el comentario y el texto auténtico, los informes presentados y las
decisiones tomadas durante una reunión interministerial que tuvo lugar el 20 de
enero de 1942, y a la cual asistieron los secretarios y los altos funcionarios
de todos los ministerios del III Reich.
He aquí este texto en la traducción que ha sido hacha en Francia por el «Centre
de documentation juive»:
«(...) En el cuadro de la solución final del problema, los judios serán
trasladados con fuerte escolta a los territorios del Este y estarán destinados
allí en el servicio del trabajo. Formados en grandes columnas de trabajadores,
hombres por un lado, mujeres por el otro, serán llevados a estos territorios: no
es preciso señalar que una gran parte de ellos se eliminará por decrecimiento
naturel (...) El resto que subsista al final - y al que hay que considerar como
la parte más resistente - deberá ser tratado en consecuencia. En efecto, la
experiencia de la historia demuestra que una vez liberada esta élite natural
lleva en germen los elementos de un nuevo renacimiento judío.»
[261]
El mismo texto extracto del Protocolo en lengua alemana es el siguiente:
«Unter entsprechender Leitung sollen im Zuge der Endlösung die Juden in
geeigneter Weise im Osten zum Arbeitseinsatz kommen. In grossen Arbeitskolonnen,
unter Trennung der Geschlechter, werden die arbeitsfähigen Juden strassenbauend
in diese Gebiete geführt, wobei zweifellos ein Grossteil durch natürliche
Auslese darstellend, bei Freilassung als Keimzelle eines neuen jüdischen
Aufbaues anzusprechen ist.»
A simple vista se ve que ambas partes de este texto, la que he subrayado y la
que la precede, no están redactadas en el mismo estilo. La primera conclusión
que se impone es ésta: o bien no son del mismo autor, o no han sido redactadas
en la misma ocasión o no figuran en el mismo «documento». La primera,
efectivamente, está redactada en el estilo de la decisión, la segunda en el de
la apreciación, es decir en el del comentario.
Es en este texto en el que se han apoyado muchos para aceptar como verdaderos
los testimonios de las personas que, en Nuremberg y otros lugares, declararon
que habían asistido a exterminios con gas o que habían recibido la orden de
proceder a ellos.
De momento, en la confusión espiritual que siguió inmediatamente al fin de las
hostilidades, se logró el efecto político buscado. A la larga, hay que convenir
forzosamente en que si las personalidades de la República federal alemana que
han tenido bajo Hitler un papel importante - jueces por ejemplo o altos
funcionarios - dicen todavía que «cuando se hablaba de la solución final del
problema judío ellos no sospechaban que esto quisiese decir las cámaras de gas»,
aun después de la lectura de este texto tampoco lo podrían sospechar.
Históricamente, todo parece reducirse a esto que ha resumido admirable aunque
insidiosamente el escritor judío norteamericano León Uris en Exodo:
[262]
«En marzo de 1941, dieciocho meses después de la invasión de Polonia, Adolfo
Hitler optó por la "solución final" del problema judío. Hecho significativo,
concretó sus instrucciones en forma de orden verbal (14)... Seis semanas más
tarde, Heydrich, gran maestro de los organismos de seguridad, reunió a cierto
número de dignatarios nazis en conferencia secreta ( 14) a fin de participarles
las decisiones del Führer... (pág. 192 de la edición francesa). Eichmann,
Himmler, Streicher, y una docena de jefes de menor importancia pusieron manos a
la obra para realizar un plan tan vasto como importante...» (Página 193.)
Las órdenes de Hitler son verbales... Un año después tiene lugar la reunión
ministerial conocida con el nombre de «Protocolo de Wannsee» para decidir, y en
lo que ha sido publicado de lo que se dijo; y se decidió ern ella, se buscan
desde hace veinte años textos susceptibles de permitir afirmar que allí y en ese
día nacieron las cámaras de gas.
Se ha encontrado uno: ya se ha visto lo que valía.
* * *
En el proceso de Nuremberg, lo he dicho frecuentemente, se encontraron sin
embargo muchos testigos para confirmar que la «solución final del problema
judío» consistía en «el exterminio por medio de las cámaras de gas». No quisiera
molestar al lector con un censo de todos estes testigos y de sus declaraciones.
Uno sólo bastará para desmontar el mecanismo de esta extrapolación: el más
importante de todos, el Hauptsturmführer (capitán, según creo) Dieter van
Wisliceny, adjunto inmediato de Adolf Eichmann, jefe del departamento encargado
de la «solución final» en la fase de su ejecución.
Este Dieter van Wisliceny fue interrogado en Nuremberg, el de enero de 1946, por
el teniente coronel Broockhardt, y el pasaje principal de este interrogatorio
fue el siguiente:
Teniente coronel Broockhardt.-- ¿En sus relaciones oficiales con la sección IVA4
(cuyo jefe era Eichmann) ha tenido usted
[263] conocimiento de alguna orden que prescribiese el exterminio de todos los
judíos?
Wisliceny.-- Sí, por Eichmann me enteré por vez primera durante el verano de
1942 de la existencia de tal orden (...) Le pregunté quién había dado esta
orden; me explicó que era una orden de Himmler. Le rogué entonces que me
enseñase esta orden, pues no podía creer que realmente existiese por escrito
(...) Eichmann me dijo que me enseñaría esta orden escrita, si ello podía
tranquilizar mi conciencia. Sacó de su caja fuerte un pequeño legajo que hojeó y
me ofreció una carta de Himmler dirigida al jefe de la Sipo y del S.D. Lo
esencial de esta carta era poco más o menos lo siguiente:
-- el Führer había ordenado la solución definitiva del problema judío.
-- la ejecución de esta solución llamada definitiva estaba confiada al jefe de
la Sipo y del S.D. y al inspector de los campos de concentración. Todos los
judíos que estuviesen en condiciones de trabajar, del sexo femenino o del
masculino, debían ser empleados provisionalmente para trabajar en los campos de
concentración. Esta carta estaba firmada personalmente por Himmler. No había
ningún error posible, pues yo conocía perfectamente la firma de Himmler.
En esta carta no se habla hasta ahora de exterminio ni de cámaras de gas. El
interrogatorio prosigue, pues naturalmente no se ha encontrado la carta.
Teniente coronel Broockhardt.-- ¿Llevaba la orden alguna indicación con miras a
conservar el secreto? (15).
Wisliceny.-- Llevaba la indicación de "muy secreto"...
Teniente coronet Broockhardt.-- ¿Se ha planteado usted la cuestión del
significado de las palabras «solución definitiva» empleadas en esta orden?
Wisliceny.-- Eichmann terminó por explicarme lo que se entendía por ello. Me
dijo que la expresión «solución definitiva» ocultaba el exterminio biológico y
total de los judíos en los territorios del Este.
Wisliceny sabía que Eichmann había logrado escapar a la
[264] policía aliada y que él no saldría seguramente de su escondrijo para ir a
desmentirle. ¿Por qué molestarse entonces? Conviene decir que hubo no pocos
Wisliceny en el proceso de Nuremberg... Este que pensaba salvarse reconociendo
el crimen y trasladándolo sobre otro, no por elle dejó de ser ahorcado. Pero el
procedimiento les salió bien a algunos de ellos.
Así nació la tesis del exterminio. En los primeros momentos que siguieron al fin
de la guerra, se comenzó a hablar primeramente de la «solución final», asiguando
a la expresión una nota marginal al pie de página en la que se explicaba que se
refería al exterminio en cámaras de gas. Pues también se habían encontrado
testigos de este género de exterminio que traían la prueba «según personas
dignas de fe» muertas o desaparecidas.
Solamente en 1954, en el en que apareció el libro del comunista húngaro Nyiszli
Miklos se descubrió que su testimonio no concordaba con los que habían recogido
Eugen Kogon y David Rousset de personas, también ellas, «dignas de fe» pero a
las que no se volvió a encontrar nunca. Con El comandante de Auschwitz habla...
de Rudolf Höss, publicado en 1958, vino el desastre de la tesis, pues él también
daba una versión del crimen en total contradicción con todas aquellas que la
habían precedido en este camino.
En cuanto al testimonio de Wisliceny, pieza esencial de todos los que le han
seguido, ya se ha visto hasta qué punto era preciso forzar las palabras para
concluir en un exterminio con las cámaras de gas.
Pero el teniente coronel Broockhardt ha preguntado todavía otra cosa a
Wisliceny:
Teniente coronel Broockhardt.-- ¿Sabe usted si esta orden continuó siendo observada por los servicios de Eichmann?
Wisliceny.-- Sí.
Teniente coronel Broockhardt.-- ¿Durante cuánto tiempo?
Wisliceny.-- Esta orden tuvo validez hasta octubre de 1944. Entonces Himmler dio una contraorden prohibiendo el exterminio de los judíos.
Así pues, he aquí una carta de Himmler de la cual tuvo conocimiento Wisliceny en
el verano de 1942 sin otra precisión sobre la fecha, lo cual permite pensar que
es anterior. No solamente no se ha encontrado esta carta, sino que se le hace
decir lo que con toda evidencia ella no dice, y para acabar se determina que lo
[265] que ella no dice ha sido objeto de una contraorden en octubre de 1944.
Naturalmente tampoco se ha encontrado nunca esta contraorden.
Por el contrario, hoy se sabe que durante una visita que hizo Himmler a
Auschwitz en marzo de 1941, participó al comandante del campo su decisión de
transformarlo en una potente central de armamento, ocupando en sus talleres a
todos los presos judíos o no aptos para el trabajo. Esta decisión fue objeto de
una carta a Pohl, con fecha del 5 de octubre de 1941 (16).
Y no hay manera posible de hacer concordar las instrucciones dadas por Himmler a
Pohl en octubre de 1941 y las que según el testimonio de Wisliceny había dado a
Eichmann casi al mismo tiempo.
* * *
¿Qué era entonces esta célebre "solución final" del problema judío?
No se sabe bien.
En los años 1934-35, Julio Streicher ya hablaba de ella en sus escritos.
Diversos periodistas alemanes le hacian eco y sugerían la reagrupación de los
judíos en una colonia francesa, por ejemplo el Africa occidental, ya que los
ingleses no querian en Palestina. Al mismo tiempo, la derecha facciosa francesa
se quejaba en todos sus periódicos de que era imposible a cualquier gobierno que
fuese el sacar provecho de Madagascar, por consiguiente el de conservar la isla
en el imperio colonial, si no se decidía a hacer de ella una colonia para poblar
(17
). El nacionalsocialismo aprovechó la ocasión: ¿por qué no reagrupar allí a los
judíos que los alemanes no querían por más tiempo? Pero Francia no los quería
más que Inglaterra...
Al declararse la guerra, no se había encontrado ninguna solución de alcance
mundial.
¿Qué pasó hasta entonces? :
[266]
Aún es necesario aquí consultar los documentos. Veamos pues dos de ellos:
«Antes de la guerra, Eichmann (que dirigía en Berlín la sección principal NB del
servicio central de seguridad encargado de la cuestión judía) había dispuesto la
emigración masiva de judíos... Haciéndoles emigrar, creía depurar Alemania
llevando la peste judía a los países enemigos. Había tenido negociaciones con
los jefes sionistas para acelerar la evacuación en masa hacia Palestina.»
(Histoire de Joël Brand, por el escritor judío A. Weisberg, página 93.)
«Le interesará pues el saber que durante el último trimestre he puesto en
ejecución una idea de la cual ya hablamos un día. Dos trenes han transportado a
Suiza 2.700 hombres, mujeres y niños judíos. Así ha sido emprendido de nuevo el
método que mis colaboradores y yo mismo habíamos aplicado durante largos años,
hasta que la guerra y la locura que ella ha desencadenado en el mundo hizo
imposible la aplicación. Usted sabe bien que de 1936 a 1940, de acuerdo con las
organizaciones judías americanas, yo había creado una sociedad de emigración de
tipo benéfico.» (18).
Heinrich Himmler. (Carta al doctor Kersten, 21 de marzo de 1945.)
Y el mismo texto en alemán:
«Es wird Sie interessieren, daß ich im Laufe des letzten Vierteljahres einen
Gedankens, über den wir einmal sprachen, zur Verwirklichung gebracht habe. Es
wurden nämlich in zwei Zügen rund 2.700 jüdische Maänner, Frauen und Kinder in
die Schweiz verbracht. Es ist dies praktisch die Fortsetzung des Weges gewesen,
den meine Mitarbeiter und ich lange Jahre hindurch konsequent verfolgten, bis
der Krieg und die mit ihm einsetzende Unvernunft in der Welt seine
[267]
Durchführung unmöglich machten. Sie wissen ja, daß ich in den Jahren 1936, 37,
38, 39 und 40 zusammen mit jüdischen amerikanischen Vereinigungen eine
Auswander-Organisation ins Leben gerufen habe, die sehr segenreich gewirkt hat.»
De ambos textos, que se confirman el uno por el otro, y de los cuales uno al
menos no puede ser sospechoso, resulta indiscutiblemente que hubo una
«emigración en masa» de los judíos amenazados por el nacionalsocialismo, y
organizada por el propio nacionalsocialismo. Parece incluso que si esta
emigración no fue tan masiva como hubiera podido serlo, se debe sobre todo a la
mala voluntad de los otros países que se negaban a recibir a los judíos que
Alemania no quería. Basta con leer el «Libro Blanco» inglés, publicado en 1939,
después de la anexión de Austria y cuando el Foreign Office sentía la amenaza de
invasión de Polonia, país en el que había 3.100.000 judíos: se decía en él que
«la potencia mandataria en Palestina sólo aceptaría allí a 75.000 inmigrantes en
total». En Francia, cada vez que un judío lograba entrar en el país se sentía
tan mal acogido que se dirigía a Italia. De 1935 a 1940, Italia, donde
convergían todos los judíos que huían del nacionalsocialismo tomando la ruta del
Oeste, fue el teatro de un verdadero mercado negro de plazas para los barcos con
destino a Palestina, la mayoría de los cuales eran fantásticos.
Si se cree en el Bericht (1942-1945) des Komittee zur Rettung des ungarischen
Juden, del doctor Reszo Kasztner, que la Histoire de Joël Brand de A. Weisberg
no hace más que resumir en lo esencial, esta emigración continuó bajo otra forma
durante toda la guerra .
En la primera de estas dos obras, se puede leer efectivamente en la primera
página:
«Bis zum 19 März 1944 galt unsere Arbeit hauptsächlich der Rettung und Betreuung
polnischer, slovakischer, jugoslavischer Flüchtlinge. Mit der deutschen
Besetzung Ungars erstreckten sich unsere Anstrengungen auf die Verteidigung der
ungarischen Juden... Die Besetzung brachte dus Todesurteil für die nahezu
800.000 Seelen Zählende ungarische Judenheit.»
[268]
En español:
«Hasta el 19 de marzo de 1944, nuestra actividad principal consistió en la
asistencia y protección de los refugiados polacos, eslovacos y yugoeslavos. Con
la ocupación alemana de Hungría, nuestros esfuerzos se concentraron en la
protección de los judíos húngaros... La ocupación provocó la condena a muerte de
cerca de 800.000 personas de la judería húngara.»
Un poco más adelante (página 8 de su informe) habla incluso de los «1.500.000
judíos húngaros» que «entre el 15 de mayo y principios de julio de 1944» habían
sido deportados por la línea Raschau-Oderberg.
Ahora bien, en Hungría, viejo país de tradición cristiana, consagrado desde
tiempo inmemorial al culto de la corona de San Esteban, antes del advenimiento
del nacionalsocialismo eran tan poco numerosos los judíos que, como se verá en
un instante, ni siquiera figuraba el país en las estadísticas publicadas por los
judíos antes de la guerra . He aquí entonces que hasta el 19 de marzo de 1944,
Hungría no es ocupada por las tropas alemanas, y que el 19 de marzo de 1944 se
encuentran allí 800.000 judíos, nos dice el doctor Kasztner: procedentes de
Polonia, Eslovaquia y Yugoeslavia, señala en la primera frase, pero
bautizándoles como húngaros en la segunda...
Veamos ahora lo que se puede leer en la Histoire de Joël Brand de A. Weisberg
sobre este asunto:
«En su precipitación por desembarazarse de los judíos, poco importaba a los
alemanes que desapareciesen en el extranjero o en los hornos crematorios... Los
pasaportes extranjeros constituían la protección más segura... En algunas
semanas, hubo más súbditos de la república de San Salvador que de todos los
otros juntos... Después de una intervención del Papa y del presidente Roosevelt,
los gobiernos sueco y suizo entregaron millares de pasaportes y nosotros
añadimos a ellos de treinta a cuarenta mil falsos. Los poseedores de este
salvoconducto estaban inmunizados contra la deportación.» (Páginas 55 y 56 de la
edición francesa.)
[269]
Inmunizados contra la deportación, los possedores de estos pasaportes, después
de habérseles distribuido al llegar a Hungría, donde se les continuó
distribuyendo bajo la ocupación alemana después del 19 de marzo de 1944,
pudieron ser dirigidos a Constanza donde eran embarcados para Palestina y de
donde, dada la hostilidad inglesa, «eran dirigidos en su mayoría a los Estados
Unidos», nos dice aún A. Weisberg. (Página 93.)
Hasta el 19 de marzo de 1944, la emigración de los judíos que habían logrado
huir de su país de origan antes de la ocupación por las tropas alemanas y entrar
en Hungría, se hizo por Constanza bajo los auspicios de la "Waada" de Budapest.
Después del 19 de marzo de 1944, habiendo ocupado también Hungría los alemanes,
se hizo en condiciones más difíciles; encontrándola los alemanes demasiado lenta
decidieron enviar también a los campos de concentración a los judíos que se
encontraban en territorio húngaro, y que la «Waada» no lograba enviar a
Constanza al ritmo compatible con sus exigencias. Hubo entonces contactos,
después de algunos regateos que están todavía sin esclarecer, entre los
servicios alemanes encargados del problema judío en Hungría, dirigidos por
Eichmann, Krumey, Becher, etc., y los miembros del Comité director de la
«Waada». Al marchar a Israel en 1947, el presidente de la «Waada», doctor
Kasztner, fue acusado allí por sus correligionarios de haber colaborado con el
nacionalsocialismo en Hungría: un gran proceso en el que figuraba como acusado
por este «crimen» se abrió en Jerusalén. En 1955 presentó él el informe conocido
con el nombre de Bericht (1942-45) der Komitee zur Rettung der ungarischen Juden
von Budapest, que había redactado en Suiza en 1945-46, del cual había depositado
el original ante el tribunal de Nuremberg y en el cual cierto número de acusados
encontraron argumentos de descargo y fueron absueltos (Becher, Krumey...) Un
día, fue matado durante el proceso por un fanático israelí a la salida del
tribunal: condenado post mortem, fue rehabilitado en el mismo Israel, sólo el 16
de enero de 1958, tras un proceso de revisión de la primera sentencia.
Su informe lleva la indicación de «confidencial» sobre la cubierta y de él he
tenido entre las manos un ejemplar mecanografiado por él mismo y después copiado
en un número extremadamente limitado de ejemplares. Nunca ha sido publicado más
que por pequeños trozos cuidadosamente escogidos por el Centro
[270] mundial de documentación judía. Aunque el doctor Kasztner habla en
numeroso pasajes «de los molinos de Auschwitz» (expresión atribuida a Eichmann)
y de las cámaras de gas, su publicación íntegra - si algún día se procede a ello
- establecerá también, por numerosos detalles que en su mayor parte ha dado el
autor sin darse cuenta de su importancia, que «la solución final del problema
judío» apenas tiene nada que ver con la interpretación que se ha dado de ella y
hasta ahora ha sida comúnmente admitida.
* * *
Si ahora se examinan las estadísticas dadas a conocer en cuanto al número de
víctimas de los exterminios con gas, no puede uno dejar de impresionarse por
ciertas anomalías de las cuales lo menos que se puede decir es que invitan a
mucha circunspección. Aquí no quiero hablar de las estadísticas de los
fracasados del periodismo o de los políticos, sino solamente de aquéllas que por
su carácter oficial o formal no pueden ser discutidas para compararlas con las
que han sido elaboradas en el «Centro de documentación judía».
Veamos primeramente la que ha sido hecha por el Centro de documentación judía y
que contrapone - en los países ocupados por Alemania durante la última guerra -
la población judía antes de la subida de Hitler al poder, al número de muertos y
desaparecidos por países:
de Hitler |
desaparecidos en 46 |
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[271]
Antes de la guerra, un estadístico judío de reputación universal, trabajó
durante largos años sobre la población judía en el mundo, y, precisando que sus
cifras eran aproximadas, la clasificó por profesiones y por países. De sus
trabajos, un periódico publicado en Nueva York, el Menorah Journal, tomó en su
número 2 del año 1932 las cifras que se leerán a continuación, y que fueron
reproducidas en Francia en Le Caprouillot, número de septiembre de 1936.
I.--Por profesiones.
Comercio...............................6.100.000 o sea el 38,6 %
Industria y artesanado..............5.750.000 " 36,4 %
Profesiones liberales.......... 1.000.000 " 6,3 %
Agricultura...............................625.000 " 4 %
Servicios domésticos..................325.000 " 2 %
Rentistas................................2.000.000 " 12,7 %
Totales.................................15.000.000 .... +100 %II.--Por países.
Estados Unidos.................................4.500.000
Polonia..............................................3.100.000
Rusia.................................................3.000.000
Rumania..............................................900.000
Alemania.............................................500.000
Inglaterra...........................................330.000
Francia................................................250.000
Palestina.............................................250.000
Argentina............................................240.000
Austria................................................230.000
Canada...............................................170.000
Lituania...............................................160.000
Holanda..............................................120.000
Marrueco francès................................120.000
Irak.....................................................100.000
Resto del mundo (19).......................1.830.000
TOTAL..............................................15.800.000
Esto representa del 7 al 8 % de la población mundial de entonces, especifica A.
Ruppin, y de los cuales cerca de 11.500.000 están inscritos en los registros de
las sinagogas, dice el escritor judío Arthur Koestler.
Estas cifras coinciden con las que han sido publicadas en el World Almanac 1947
del American Jewish Committee: este almanaque señala que en 1938 había
15.688.259 judíos en el mundo entero.
Respecto a la Europa ocupada por las tropas alemanas desde
[273] 1939 hasta 1945, he aquí, según los trabajos de Arthur Ruppin cuál era en
1932 la población judía:
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Comparando las cifras de Arthur Ruppin, del American Jewish Committee y del
Menorah Journal con las del Centro de documentación judía, dan lugar a las
siguientes observaciones:
1./ Respecto a los países ocupados por las tropas alemanas desde 1939 a 1945, el Centro de documentación judía encuentra una población de 8.294.500 judíos y Arthur Ruppin de 8.710.000, estando incluida Rusia en ambos casos. La diferencia no es sensible. Se trata solamente de saber cuál puede ser el número de desaparecidos en uno y otro caso.
2./ En lo que a Rusia se refiere, las cifras dadas a conocer por el Centro de documentación judía en las tres columnas, son manifiestamente falsas en la primera y en la tercera: de acuerdo
[274] en esto con todos los historiadores y estadísticos del mundo, Arthur Ruppin evaluaba la población judía de este país en 3.000.000 antes de Hitler y, en cuanto a los que quedaban en 1946, todos aquellos que han acusado al régimen bolchevique de antisemitismo lo han estimado en cerca de dos millones (22) después de la guerra, y en 1.200.000 en lugar de 300.000 en la Rusia asiática antes de la guerra.
3./ Ya he dicho lo que hay que pensar de las cifras del Centro de documentación judía relativas a Hungría y Checoeslovaquia.
Y es ahora cuando interviene el argumento más terrible contra la estadística del
Centro de documentación judía: el movimiento emigratorio de la población judía
europea desde 1933 a 1945.
Está, por ejemplo, admitido por todo el mundo, que la población judía de los
Estados Unidos que se situaba en cerca de 4.500.000 personas antes de Hitler,
había pasado a unos 6.000.000 en 1946; que en el mismo período la de Palestina
había pasado de 250.000 a cerca de 1.000.000; y que la de Sudamérica había
aumentado en 700.000, la del Africa del Norte en 200.000 y otro tanto la del
Africa del Sur. Contando Rusia y la Rusia asiática, tenemos pues unos 5.500.000
judíos, que, con toda evidencia, no han muerto ni han desaparecido.
Este número de muertos y desaparecidos se encontraría pues reducido a: 6.000.400
- 5.500.000 = 500.400 si se toma por referencia la estadística del Centro de
documentación judía, o sea un
[275] millón como máximo si uno se remite a la de Arthur Ruppin.
¡Y ya es una cifra impresionante!
Si este total obtenido por rigurosa deducción es exacto, quien conozca por poco
que sea lo que fue la vida de los campos de concentración, no tendrá necesidad
de las cámaras de gas para explicarlo: en Buchenwald no las había, y el 25 por
100 de los individuos que fueron deportados allí no regresaron.
Como se ve, los errores estadísticos cometidos por el Centro mundial de
documentación judía provienen de las cifras que ha dado a conocer después de la
guerra en lo que se refiere a Polonia y Rusia. Al dar cuenta de lo que pasó en
Budapest, el doctor Kasztner nos dice que en 1943 hubo hasta 1.500.000 judíos en
Hungría, y el periodista David Bergelson nos explica que en 1942 hubo hasta
5.000.000 en Rusia. Esta emigración ante el avance de las tropas alemanas no es
tenida en cuenta por el Centro de documentación judía.
Hay además una parte fantástica en las cifras presentadas. En primer lugar, los
600.000 judíos solamente que encuentra el Centro en la Rusia de 1946. Pero hay
más aún: de los 1.500.000 judíos que vivían en Hungría en 1943, el doctor
Kasztner pretende que 434.000 han sido deportados, y el ingeniero André Biss
dice que él ha «evitado la deportación de 300.000 de ellos» (La terre retrouvée,
1 de julio de 1960) pero cuando el Centro de documentación judía va a Budapest
para contar a los supervivientes en 1946, sólo encuentra a !200.000!
!Esta matemática tiene, decididamente, sorprendentes virtudes!
* * *
Pero quiero ser objetivo hasta el último extremo...
Una estadística publicada el 31 de diciembre de 1951 por el periodista alemán
Erwin F. Neubert en la revista Der Weg, con ayuda de informaciones publicadas en
1949 por el «American Jewish Committee» en el New York Times y diversas
publicaciones judías como Aufbau, Unité dans la dispersion, etc., da sobre el
número de víctimas judías del nacionalsocialismo una cifra del mismo orden de
importancia, por simple comparación con las cifras. del Menorah Journal y de
Arthur Ruppin. Veamos esta estadística:
[276]
EUROPA
Gran Bretaña .........................................450.000
Francia...................................................350.000
Italia........................................................75.000
Alemania y Austria....................................55.000
Bélgica y Holanda......................................55.000
Escandinavia.............................................23.000
Suiza........................................................22.000
URSS (incluida la zona asiática).............2.500.000
Polonia...................................................500.000
Rumania.................................................350.000
Hungría..................................................170.000
Checoeslovaquia........................................17.000
Yugoeslavia y Grecia.................................25.000
Bulgaria.....................................................8.000
Otros países de Europa.................................8.000
Total : .................................................4.608.000AMÉRICA
Estados Unidos......................................7.200.000
Canadá....................................................250.000
América latina..........................................900.000
Total:....................................................8.350.000
ASIA
Israel1.....................................................300.000
Persia y Afganistán...................................120.000
Países de la Liga Arabe .............................35.000
India.........................................................25.000
China y Japón..............................................5.000
Otros países de Asia....................................10.000
Total:....................................................1.495.000
Australia y Nueva Zelanda...........................60.000ÁFRICA
África del Norte........................................430.000
Abisinia.....................................................15.000
Colonias......................................................5.000
Africa del Sur...........................................350.000
Total........................................................800.000
RECAPITULACIÓN
Europa...................................................4.608.000
Asia.......................................................1.495.000
Australia.....................................................60.000
América.................................................8.350.000
África.......................................................800.000
Total:...................................................15.313.000
Comparada con la de Arthur Ruppin, esta estadística da cuenta además de la
emigración de los judíos de Europa desde 1933 a 1951, en particular hacia los
Estados Unidos, América latina e Israel.
No se trata, ciertamente, más que de una estadística de periodista, y sólo la
recojo aquí porque me parece que expresa una verdad de conjunto, y si tiene
errores sólo pueden ser de detalle y muy insignificantes.
Se advertirá que no he recurrido al argumento biológico, cuyo valor, no
obstante, es innegable, como demuestra una última estadística: el 28 de febrero
de 1948, otro especialista en cuestiones de población, Hanson W. Baldwin,
escribía en el New York Times que había en aquel entonces entre 15.600.000 y
18.700.000 judíos en el mundo, es decir, tantos como habían enumerado A. Ruppin
y el Menorah Journal en 1932 y el «American Jewish Committee» en 1938. Si se
admite que de ellos han sido exterminados 6.000.000 entre 1939 y 1945, hay que
admitir también... ¡que la población judía del mundo se duplica cada tres años!
¿Y quién pretenderá esto?
* * *
La última cuestión que se plantea es la siguiente: ¿cómo se ha
[278] podido llegar a estimar en 6.000.000 el número de judíos exterminados por
los nazis?
La respuesta es sencilla: con el mismo procedimiento por medio del cual se ha
dado como cierta la existencia de las cámaras de gas. Y, también aquí, se ha
recurrido en primer lugar al aludido Dieter von Wisliceny. En este asunto, por
otra parte, el teniente coronel Broockhardt que le interrogaba parece haber sido
también un hombre de la mejor voluntad. He aquí la parte del interrogatorio -
del 3 de enero de 1946 - relativa a esta cuestión, según los documentos
publicados después del proceso de Nuremberg:
Teniente: coronel Broockhardt. -- En sus conferencias con los otros especialistas del problema judío y con Eichmann, ¿ha tenido usted conocimiento o ha sido informado del número total de judíos muertos por la aplicación de este programa?
Wisliceny. -- El mismo Eichmann hablaba siempre de cuatro e incluso de cinco millones de judíos. Según mi apreciación personal, han debido ser perjudicados (23) por la solución definitiva al menos cuatro millones. De hecho no puedo decir cuántos han salvado la vida.
Teniente coronel Broockhardt. -- ¿Cuándo ha visto usted a Eichmann por última vez?
Wisliceny. -- En febrero de 1945 he visto a Eichmann por última vez en Berlín. Decía entonces que si se perdía la guerra él se suicidaría.
Teniente coronel Broockhardt.-- ¿Dijo algo en aquel entonces sobre el número de judíos que habían sido exterminados?
Wisliceny. -- Sí, y habló de ello de una manera particularmente cínica. Dijo que saltaría riendo a su tumba, pues la impresión de tener a cinco millones de personas sobre la conciencia sería para él motivo de una extraordinaria satisfacción.
A partir de esta declaración, se buscaron otros testigos, y, que yo sepa, no se
encontró más que a uno solo: el doctor Wilhelm Hoettl, jefe de batallón de la
S.S. y relator al mismo tiempo que adjunto del jefe de departamento en la
Sección VI de la Oficina central de Seguridad del Reich. Este testigo declaró
ante el tribunal de Nuremberg lo siguiente:
[279]
«En abril de 1944, tuve una conversación con el Obersturmbannführer Eichmann de
la S.S., al que conocía desde 1938. Este coloquio tuvo lugar en m i apartamento
de Budapest (... ) Él sabía que estaba considerado por las Naciones Unidas como
uno de los principales criminales de guerra, ya que tenía millones de vidas
judías sobre su conciencia. Le pregunté cuántas eran y me respondió que aunque
el número fuese un gran secreto, me lo diría porque en mi calidad de historiador
debía estar interesado en ello (... ) En razón de los informes que poseía había
llegado a la siguiente conclusión: en los diferentes campos de exterminio habían
sido matados cerca de cuatro millones de judíos, mientras que dos millones
habían encontrado la muerte de otra manera.»
Para dar mayor fuerza a su testimonio, este doctor Hoettl añadió que Eichmann
había enviado a Himmler un informe que concluía en esta cifra - ¡otro documento
más que no ha sido encontrado! - y que Himmler no había quedado satisfecho
porque «según su opinión, el número de judíos muertos debía ser superior a los
seis millones».
Tales son, todo el mundo está de acuerdo en ello, los dos únicos testimonios en
los cuales se apoyan - ¡por otra parte ignorándolos! - los batallones de
periodistas que han propagado por el mundo esta tesis de los seis millones.
Pertenecen al tipo del «Se me ha dicho...» En este caso el «se» es Eichmann.
Dada la situación de sus autores, no hay probabilidades de que ningún
historiador les tome nunca en serio. Sin embargo el tribunal de Nuremberg se ha
dado por satisfecho. Habiendo sido detenido posteriormente Eichmann, nos
encontramos pues ante la siguiente alternativa:
-- o bien niega, y se podrá decir que es natural, ya que su vida está en juego;
-- o bien asiente, y lo que se podrá decir es que tal es su sistema de defensa -
el mismo que el de los acusados del proceso de Moscú - para intentar obtener la
clemencia del tribunal.
Por lo cual se ve que el único medio de obtener la verdad de la boca del único
ser vivo que la conoce, sería colocarle en tales condiciones que no hablase bajo
la amenaza de una sanción. Como
[280] esto no se hará, se trata entonces de una controversia destinada a durar
todavía cierto tiempo entre los partidarios de los seis millones y aquellos que
no admiten esta cifra: en tanto que no se descubra un documento indiscutible
sobre este asunto - apenas creo que tal documento exista - la vida política
estará envenenada en el mundo entero.
Se ha visto que yo soy de aquellos que no creen ni que seis millones de judíos
hayan muerto con el nazismo, ni que hayan perecido en las cámaras de gas. Mi
convicción se funda en las estadísticas y en los documentos dados a conocer por
los propios partidarios de los seis millones, y en la debilidad de sus
razonamientos.
Que yo sepa, el hombre que ha desplegado los mayores esfuerzos para demostrar la
autenticidad de esta cifra es un tal L. Poliakov. Sus conclusiones sobre el
número total de víctirnas judías en las persecuciones raciales durante la última
guerra mundial, han sido publicadas en la Revue d'histoire de la deuxiéme guerre
mondiale (Núm. 24, octubre de 1956, página 88). Merecen que uno se detenga en
ellas.
Primeramente, este L. Poliakov indica sus fuentes: los consabidos testimonios de
Wisliceny y Hoett1, de los que confiesa que son los únicos. Buen jugador, añade
aún:
«Por consiguiente, sería posible objetar que una cifra sostenida tan
imperfectamente debe ser considerada como sospechosa.»
No hay ni que decírselo...
Pero él no cree que lo sea, porque ha encontrado un escrito que, a su parecer,
lo corrobora: un informe dirigido a Himmler, con fecha 17 de abril de 1943, por
un tal Korherr, jefe de la inspección estadística del III Reich y que se remite
al estado de la cuestión el 31 de diciembre de 1942.
La conclusión de este informe es la siguiente:
«El decrecimiento del judaísmo en Europa debe elevarse ya por lo tanto a cuatro
millones de cabezas. Ya sólo deben quedar colonias importantes en el continente
(al lado de la de Rusia con unos cuatro millones) en Hungría (750. 000), Rumania
(300.000) y quizá
[281]
también en Francia. Si se tiene en cuenta la emigración judía, la enorme
mortalidad, así como por otra parte los inevitables errores debidos a la
fluctuación de la población judía, se debe fijar en cuatro millones y medio el
decrecimiento de la población judía en Europa entre 1937 y 1943. Esta cifra sólo
engloba parcialmente las defunciones de los judíos en las regiones ocupadas del
Este, mientras que los fallecimientos sobrev enidos en el resto de Rusia no
están incluidos en ella en absoluto. Hay que añadir a esto las emigraciones de
los judíos, sea en Rusia hacia su parte asiática, sea en los países de Europa no
sometidos a la influencia alemana hacia ultramar.
»En total, desde 1933, es decir durante el primer decenio del poder
nacionalsocialista, el judaísmo europeo ha perdido aproximadamente la mitad de
sus efectivos. Poco más o menos la mitad de esta parte, es decir un cuarto de la
población judía total del mundo en 1937, se ha desplazado a los otros
continentes.»
Esta conclusión se infiere de largas columnas de cifras, de las que hago gracia
al lector, y que establecen que la otra mitad ha sido «evacuada» a los campos de
concentración. Para toda persona de buen sentido, y a pesar de las
imperfecciones de una traducción que hace aparecer una contradicción entre la
tercera y la última frase (24), esto significa que en la fecha del 31 de
diciembre de 1942, han emigrado cuatro millones de súbditos judíos fuera de los
países ocupados por Alemania o bien han sido enviados a los campos de
concentración, y a ello hay que añadir 500.000 muertes debidas a la mortalidad
natural o a la causada por la guerra.
Pretendiendo que las palabras o expresiones «evacuaciones... emigración...
decrecimiento del judaísmo europeo» significan
[282] «exterminios», Poliakov formula la conclusión de que «si el día 31 de
diciembre de 1942, ya habían sido exterminados cuatro millones de judíos...
creyendo sólo en este documento, se puede decir con una certidumbre casi
absoluta que el número total de judíos exterminados (hasta 1945) debe estar
comprendido entre cinco y siete millones, subsistiendo la cifra de seis millones
como la más probable.»
Ya está dicho: bastaba con pensar en ello...
Pero Poliakov no se contenta con eso: hay un segundo método de evaluación.
Veamos en qué consiste:
« El segundo método aplicado por los especialistas de la demografía judía y en
especial por el economista y estadístico de Nueva York Jacob Leschlinsky - nos
dice - consiste en comparar los datos respectivos sobre la población judía de
los diferentes países europeos (25) antes y después de la guerra. Es de esta
manera como ciertas organizaciones judías internacionales, tales como el
Congreso mundial judío, han llegado en 1945 a la cifra, siempre idéntica, de
seis millones.»
Lo que basta para pensar hasta aquí, que no era necesario hacer el mismo trabajo
para los países no europeos, donde la población judía aumentó en las
proporciones señaladas por las estadísticas que yo he presentado. Se ha visto,
por lo demás, que aún había que tener los cálculos sobre una población judía
mundial - antes de la toma del poder por el nacionalsocialismo - de 20 millones
como mínimo, de ellos 11.945.000 en Europa.
Se nos ha asegurado que Poliakov es investigador en el Centro Nacional de
Investigaciones Científicas. Es posible. Pero si es verdad, ¡bien les escogen en
esta institución!
* * *
Reconozco desde luego que en el campo de la moral esta discusión sobre los
medios del crimen y el número de víctimas no se puede continuar: basta con que
un solo judío haya sido
[283] condenado a muerte, por el hecho de ser judío, bien sea en las cámaras de
gas, ahorcado de una cuerda, bajo el hacha o el látigo, para que el crimen quede
establecido. El número de víctimas y los medios del crimen no entran en su
definición: sólo determinan el grado de horror, y, si bien choca a la
sensibilidad popular, el grado de horror es un elemento de apreciación de los
juristas que le unen abusivamente al grado de responsabilidad no para definir el
crimen sino las circunstancias agravantes o atenuantes en el momento de la
aplicación de la pena. No pertenece a la moral sino a la moda, y varía con la
época y el lugar. Las circunstancias atenuantes o agravantes tampoco pertenecen
por otra parte a la moral, y, el grado de responsabilidad, limitado a la persona
del criminal, sólo puede entrar en su dominio por las condiciones en las cuales
ha sido cometido el crimen. Aun esto sólo vale dentro de la moral tradicional:
en el pasado siglo, el filósofo francés Jean-Marie Guyau, concibió Una moral sin
obligaciones ni sanción, que es seguramente la del futuro, y, en todo caso, la
mía.
Habiendo concretado así hasta qué punto, en el terreno de la materialidad del
crimen, esta discusión carecía de objeto en mi espíritu, me encuentro con mayor
libertad para decir que no lo es tampoco en el campo de la historia, ni en el de
la sociología, ni siquiera en el del sentido común, del que con demasiada
frecuencia se tiene la equivocación de creerlo insignificante.
La Historia es el libro de a bordo de la humanidad. Por esta razón es un
inventario, y todo inventario debe ser exacto. Extender el de todas las acciones
de los hombres, es la misión de los historiadores, y esta misión se limita a
eso. Por consiguiente, ellos no se preocupan de ninguno de los imperativos de la
moral, excepto de uno solo: la búsqueda de la verdad. Con mayor razón son
totalmente ajenos a los de la política, y esto es lo que explica el afán de
objetividad que ha presidido todo lo que he escrito sobre la deportación.
La sociología tiene necesidad de saber si se trata no de un genocidio - por otra
parte, también la historia, pero solamente para registrarlo - y por este motivo
se impone a ella esta discusión en función del número de víctimas y de los
medios del crimen.
Respecto al sentido común, se me permitirá abandonar el campo de la historia, de
la moral y de la sociología, y descender a la
[284] psicología de las masas. Partiré para ello de la respuesta que una
personalidad alemana, cuyo nombre no se menciona, dio el pasado 5 de junio al
enviado especial de Le Monde, encargado de una encuesta en Alemania sobre el
efecto que había producido la captura de Adolf Eichmann por los servicios
secretos israelíes:
«Los alemanes no queremos que se nos sirva en cada desayuno algunos millares de
judíos exterminados en los campos de concentración. No queremos oír hablar más
de todo esto.»
La personalidad alemana en cuestión, es muy modesta: desde hace quince años no
son solamente «algunos millares de judíos exterminados en los campos de
concentración» los que se sirven «todas las mañanas en el desayuno» del mundo
entero, sino seis míllones y a veces nueve millones (26), como sucedió en
Francia en el momento de aparecer el film Nacht und Nebel.
Y no son sólo los alemanes los que están cansados: lo está el mundo entero.
Incluso está irritado, pues sabe que eso no es verdad, y, cada vez que encuentra
esta cifra en su periódico habitual, la reacción del mundo entero es
automáticamente: «Estos judíos, siempre igual...», subrayado por la sonrisa de
menosprecio o de indignación que es de rigor.
Es así como en el año de gracia de 1960, nace el antisemitismo en la opinión
pública, y es sabido que desde hace siglos el antisemitismo es una de las peores
plagas de la humanidad porque lleva muy fácilmente al racismo. Ahora bien, en
tanto que se pretenda hacer admitir a la opinión pública que seis millones de
judíos han sido exterminados en las cámaras de gas, no habrá ninguna
probabilidad de impedir que periódicamente rompan sobre el mundo oleadas de
antisemitismo. Todo sucede pues como si aquellos que se aferran
irreductiblemente en estas cifras, y les dan una publicidad tan escandalosa, no
tuviesen otro afán que el de provocar o mantener campañas antisemitas. El
sentido común impone el denunciarles implacablemente como seres peIigrosos que
preparan el camino al racismo.
El sentido común se une sin embargo a los imperativos le la moral, cuando se
sabe que esta cifra de 6.000.000 de judíos
[285] exterminados en las cámaras de gas, ha sido tenida en cuenta en el cálculo
del importe de las reparaciones que Alemania ha sido condenada a pagar al Estado
de Israel. Entonces, uno puede extrañarse, al menos, de que el gobierno alemán
no haya mostrado mayor preocupación en comprobarlo, aunque sólo fuese para
quitar un argumento a los agitadores antisemitas.
Para concluir, diré solamente que no me hago ninguna ilusión: el viejo
socialista que soy, será acusado una vez más de haber tratado de reducir al
mínimolos crímenes del nazismo, y, como discute una afirmación sin base seria de
las autoridades judías, será acusado igualmente de antisemitismo, hasta de
racismo. Incluso quizá no se deje de añadir que mis escritos sirven a una
política condenada para siempre por los principios fundamentales del humanismo
tradicional. Ninguno de mis detractores verá nunca que, en la forma misma que se
les ha dado, las acusaciones dirigidas contra el nazismo no solamente le hacen
el juego a él en la medida en que no corresponden a la verdad, sino que incluso
recaen en definitiva sobre el pueblo alemán. Ninguno verá tampoco que, en estas
condiciones, lo que yo defiendo es al pueblo alemán y no al nazismo, al cual,
por corolario, sólo la verdad pura y simple - ¡esto ya basta, Dios! - puede
impedir el renacimiento. Y todos continuarán defendiendo esta infamia, afianzada
por la literatura sobre los campos de concentración, que consiste, por ejemplo,
en inscribir sobre todos los monumentos erigidos a la memoria de la resistencia
en toda Francia, esta odiosa frase: «A las víctimas de la barbarie alemana», en
lugar de «A las víctimas de la barbarie nazi», o de la que sería la única
razonable: «A las víctimas de la barbarie guerrera».
Me resignaré a esto: es el destino de los que buscan la verdad el resultar
sospechosos de segundas intenciones, y siempre habrá por lo menos un necio para
pedir al Papa la condena de Galileo.
Por otra parte, siempre me será fácil responder que esta política condenada
efectivamente por los principios fundamentales del humanismo tradicional, hoy
sólo encuentra razones para renacer y prosperar en las exageraciones a ultranza
de demasiada gente cuyo único móvil es el resentimiento o la venganza, y cuya
política, en consecuencia, no es mucho mejor.
Tras lo cual, me bastará con mencionar a Sócrates, que nunca se preocupó de
saber si su filosofía servía o no a la política de los Treinta Tiranos.
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