por Andreas Faber-Kaiser
1987
de
AFK Website
Los experimentos orientados hacia la modificación del comportamiento,
o lavado de cerebro, se iniciaron antes de 1939. Más tarde fueron
perfeccionados con la ayuda de sicotrópicos tales como algunos
derivados de la ergotamina. Después de la Guerra las investigaciones
se aceleraron culminando en el proyecto MK-ULTRA realizado cerca de
Palo Alto. Pero los principios del método no son nuevos. Los
ejercicios espirituales de los jesuitas corresponden al mismo tiempo
de modificación del comportamiento. Algunos autores han llegado a
manifestar que el propio Marx sufrió un lavado de cerebro con la
mismas técnicas mientras estudiaba en Berlín.
«Lo malo es que, en última instancia, algunos a
veces ya no saben
para quién están trabajando realmente».
Son palabras graves para ser
pronunciadas por una persona tan puntualmente informada como lo es
Ismael Medina.
«¿Se experimenta sobre las posibilidades de
aplicación del control mental?» preguntan a altos mandos militares
en Melilla (1980), al Jefe del Estado Mayor en Madrid (1983) y a la
Dirección General de la Guardia Civil (1983): «Sí...sí...sí...» es
su respuesta.
El eco es el mismo. Grave. La libertad mental es la
más íntima que nos queda y también esa nos la pueden controlar con
excesiva facilidad. Este reportaje es a la vez una denuncia y un
aviso. Ni Pershing, ni neutrones, ni guerra bacteriológica: la
guerra mental es la más limpia y anónima aún y ya actúa entre
nosotros.
EL PROTOCOLO DE LA MUERTE PROGRAMADA
14 de noviembre de 1978: Leo J. Ryan, 53 años, 5 hijos, miembro
demócrata de la Cámara de Representantes, desembarca en Georgetown,
capital de la Guayana, junto con sus ayudantes, varios periodistas y
unos abogados de la secta de los templarios del pueblo. El número
dos de la embajada norteamericana, Richard Dwyer, los acompaña a
Jonestown. Allí mantienen una entrevista con Jim Jones. Los
testimonios acusadores que recogen son abrumadores y una veintena de
fieles se acogen a la protección de Ryan y le piden ser repatriados
a Estados Unidos.
El sábado 18 de noviembre, el grupo abandona Jonestown y acude al
aeropuerto de Port Kaituma, donde les esperan unos aviones.
Repentinamente se produjo el ataque saltan unos hombres que abren
fuego, matando a cinco personas entre las que se cuenta Leo Ryan, e
hiriendo a otras diez. Dos días más tarde 900 cadáveres conforman el
terrorífico broche final de un ensayo mental de la Inteligencia
norteamericana.
TRAMPA DELIBERADA
Año y medio después, los hijos del diputado decidieron presentar una
denuncia contra el Gobierno norteamericano. De la instancia
presentada ante la Corte del Distrito Norte de California por su
abogado, Marvin E. Lewis, se deduce que el Departamento de Estado
estaba perfectamente al corriente de las actividades oscuras de Jim
Jones en el campo de experimentación de Jonestown.
Retrocedamos al origen de los hechos: en agosto de 1977 la revista
New West de San Francisco publica una investigación de Marshall
Kilduff y Phil Tracy denunciando las prácticas de James Warren
Jones, para los amigos Jim Jones. Diez antiguos miembros de la secta
contaban allí las torturas, las extorsiones de fondos, las amenazas
de muerte. El lugarteniente-gobernador Mervyn-Dymally intenta
obligar a los periodistas a interrumpir su investigación, lo que
contribuirá a su fracaso electoral en noviembre de 1978.
PROYECTO DE SUICIDIO COLECTIVO
Más adelante, reemprende la investigación el San Francisco Examiner
y revela que varios centenares de adeptos han sido obligados a
entregar sus bienes a Jones. Deborah Berkeley logra escapar de
Jonestown y narra a unos reporteros de San Francisco Chronicle las
condiciones de vida en la comunidad de la selva de la Guayana.
Revela además, por vez primera, la existencia de un proyecto de
suicidio colectivo.
Es entonces cuando interviene Leo J. Ryan. En Washington pide
repetidas veces al Departamento de Estado informaciones sobre el People's Temple de la
Guayana. Le responden que la colonia de Jonestown no ha sido objeto de ninguna investigación, y que las
altas esferas no disponen de ninguna noticia al respecto.
Ryan decide actuar entonces en el marco de la Cámara de
Representantes. A petición propia, es nombrado jefe de una,
«Misión
del Gobierno de los Estados Unidos encargada de investigar las
alegaciones de malos tratos inflingidos a ciudadanos norteamericanos
en la colonia de Jonestown, en Guayana».
Misión oficial, a cuyo
título todos los servicios gubernamentales estaban obligados a
aportarle su ayuda, a transmitirle sus informaciones y a asegurarle
su seguridad.
SENTENCIADO POR LA CIA
En la documentación aportada por los hijos de Ryan se acusa
nominalmente a John Brushnel, que era entonces adjunto a la
subsecretaría de Estado para los Asuntos Interamericanos; a Richard McCoy, en aquella época cónsul general de los Estados Unidos en
Georgetown; y a John Burke, agente consular. De Richard McCoy diría
en su día Hoding Carter, portavoz del Departamento de Estado,
refiriéndose a los días de la matanza, que «había desempeñado su
tarea conforme a las más severas exigencias profesionales y
morales». De la denuncia de los hijos de Ryan se desprende que McCoy
estaba informado de lo que estaba sucediendo en el campo de Jim
Jones, y de que además del Departamento de Estado, también la CIA
estaba perfectamente al corriente de lo que hacía el People's
Temple.
Uno de sus agentes, Philip Blakley, vivía en Jonestown,
donde se había convertido en uno de los hombres de confianza de Jim
Jones, mientras que Richard Dwyer, el mismo que acogió a Ryan y lo
acompañó a Jonestown, era un agente de la central de inteligencia
norteamericana. En el documento judicial de Marvin E. Lewis puede
leerse textualmente que la acusación de los hijos de Ryan se funda
en,
«el hecho de que los agentes citados trabajaban por cuenta del
Departamento de Estado y de la CIA con el fin de utilizar la colonia
de Jonestown como campo de experimentación del control mental en el
marco de las investigaciones emprendidas por la CIA en el programa MK-Ultra».
MK-ULTRA
El escándalo del control mental estalló en los Estados Unidos en
1975, tras el suicidio de Frank Olson, quien dos años antes se había
defenestrado desde el décimo piso de un edificio de Manhattan,
aparentemente a consecuencia de un ataque de locura. Sorprendió en
aquel entonces que el Consejo General de la CIA declarara que
Olson
había muerto «en acto de servicio». El suicidado era químico al
servicio del ejército y estaba participando en investigaciones
secretas sobre los efectos del LSD en el cerebro humano, para
conocer el modo de empleo de alucinógenos durante los
interrogatorios.
Una comisión del Congreso ante la que fue obligado a declarar el
almirante Stansfield Turner, director entonces de la CIA y amigo
personal de Jimmy Carter, reveló que estos experimentos habían
formado parte de un programa secreto sobre el control mental,
bautizado como MK-Ultra. El caso del People's Temple indica que
Jim
Jones habría participado en dicho programa.
DE LOS PANTERAS NEGRAS AL FASCISMO
Así, sorprendieron algunos aspectos en lo que se refería a las
implicaciones políticas. Es evidente que allí no se experimentó
solamente con la comunidad del Templo del Pueblo, sino que
previamente se operó también con éxito un cambio de personalidad en
la figura de su líder.
A finales de los años 50, Jim todavía alimentaba y procuraba empleo
y ropa a quienes nada tenían. Luego fundó una colonia de protección
contra la guerra nuclear en California. En 1970 montó en San
Francisco una iglesia que ofrecía trabajo y ayuda a los necesitados;
instalaciones hospitalarias, una guardería, una carpintería, una
imprenta. Contactó con Angela Davis, con los Panteras Negras que
vieron como su ídolo George Jackson era asesinado por un guardián de
la prisión de San Quintín, con el jefe indio Dennis Banks. Luego
puso todo su entusiasmo al servicio de la campaña electoral de Jimmy
Carter, pero no convenía, naturalmente, y saltó.
Ya fuera, en la Guayana, se operó su cambio subliminal. Una
creciente manía persecutoria se adueñó de él. temía que su Jonestown
fuera desmantelado por la fuerza, encarcelados los negros y
aniquilados por la CIA los blancos. Para no caer en esas garras se
imponía en último extremo el autoaniquilamiento. A ese fin encaminó
a sus seguidores y ese fin de ensayo llegó inexorablemente.
Antirracista, antifascista, Jim Jones acabó aplicando las más
rigurosas reglas dictatoriales en su campo de concentración y
finalmente el exterminio. Una labor exquisita en dos niveles —el
individual y el colectivo— de los especialistas de la inteligencia
mental norteamericana, desarrollada a partir del proyecto MK-Ultra.
LA HISTORIA EMPIEZA EN BUDAPEST
Esta primera operación de control mental, de la que derivan las
actuales investigaciones en este campo, duró de 1952 a 1965, costó
mil quinientos millones de pesetas e involucró a 185 sabios que en
estricto secreto llevaron a cabo 149 experimentos diferentes en 44
universidades e institutos, 15 fundaciones y laboratorios, 12
hospitales y 3 penitenciarías.
Comenzó en 1949, cuando el cardenal Midszenty, ante la sorpresa
general, reconoció los cargos que le fueron imputados por los jueces
de Budapest. El primado de Hungría había sido sometido a un lavado
de cerebro.
«Al principio —declaró el director de la
CIA Stanley
Turner el 3 de agosto de 1977 ante el Congreso— el proyecto MK-Ultra
fue un programa defensivo para saber cómo habían conseguido los
soviéticos y sus aliados controlar el cerebro humano mediante drogas
o el lavado de cerebro. Pero ya en los años 50 los objetivos
convirtieron el proyecto en ofensivo».
Un psiquiatra de la Cornell
University, amigo del entonces director de la CIA Allen Dulles, creó
la Society for Investigation of Human Ecology (Sociedad para la
Investigación de la Ecología Humana), tapadera de la CIA y en cuyo
marco se experimentaron todas las técnicas posibles del programa MK-Ultra.
SUPRIMIR LA MEMORIA
Se buscaba ahora la provocación de la amnesia a voluntad, para
conseguir interrogar a un espía enemigo sin que él ni sus superiores
advirtieran que había revelado sus secretos, al tiempo que se
lograría suprimir datos comprometedores de la memoria de los agentes
propios antes de enviarlos a misiones en países enemigos. Lo mismo
valdría para borrar la información acumulada cuando cesaran en el
servicio activo.
Entre los documentos que se dieron a conocer en 1977 figura la
contratación de un mentalista profesional, John Mulholland,
fallecido en 1970.
Un portavoz de la CIA declaró que,
«recurríamos a él cada vez que un
acontecimiento rebasaba los límites de nuestro entendimiento y podía
tratarse e un recurso de magia».
Mulholland lograba desviar la
atención de un sujeto, obligándole a mirar en la dirección que él
deseaba, gracias a sus poderes hipnóticos. En 1953 se le pagaron
3.000 dólares por redactar un manual de manipulación para la CIA. De
acuerdo con los términos del contrato de este Subproyecto n° 4 o
MK-Ultra, el manual serviría para,
«administrar inadvertidamente a
cualquier individuo no importa que sustancia sólida, líquida o
gaseosa».
LOS COREANOS LAVAN MEJOR
En cuanto al lavado de cerebro, alcanzó poco antes su éxito
definitivo en manos de los especialistas de Corea del Norte, que
marcaron la pauta para el resto de equipos que en todo el mundo
practican este sistema de despersonalización. Se siguen diez fases
básicas:
-
Destrucción de la identidad del individuo
-
Insinuación de su culpabilidad general
-
Incitación a la denuncia de sí mismo
-
Instauración de un clima de inseguridad
-
Clemencia aparente y proposición de perdón
-
Incitación a confesarse
-
Insinuación de su culpabilidad
-
Autocrítica por deducción lógica de su culpabilidad
-
Armonización de los puntos de vista entre las dos posiciones
-
Acabado del cambio del sujeto
De esta forma, se le lleva a condenarse
a sí mismo sin que se ejerza verdadera violencia sobre él,
obligándolo a analizar de forma lógica a partir de un punto de vista
erróneo.
Si analizamos bien este sistema, cabría imputarles semejante
práctica igualmente a las sectas dominantes y hasta convendríamos en
que los coreanos bebieron en cálices sagrados: los conceptos de la
culpabilidad y de la autoanulación como premisas para la
purificación y el cambio de personalidad que deben conducir a la
pretendida liberación o sublimación espiritual del individuo,
subyacen en toda doctrina religiosa importante.
INFILTRACIÓN MENTAL
En lo que respecta a los rusos, maestros en la investigación de las
posibilidades que ofrece la mente humana, para lo cual están en
estos momentos logrando vertiginosos avances en el conocimiento de
la composición de la sustancia de nuestra memoria, cabe decir que el
Estado Mayor soviético dispone de una central de informaciones que
opera bajo las siglas GRU y cuenta con una red de 30.000 agentes
diseminados por los países occidentales y del Tercer Mundo.
Los objetivos de esta red consisten en la preparación de la
injerencia rusa en los asuntos occidentales a escala planetaria,
mediante la manipulación de la opinión por una parte, y por otra en
el intento de apropiación de los progresos de la investigación de
los países occidentales, especialmente en las áreas de aeronáutica,
comunicaciones, informática avanzada e ingeniería militar. El
procedimiento se basa en la grabación en la memoria subliminal de la
documentación que se pretende obtener, en el marco de una
programación hipnótica cuyas claves de reconversión solamente
conocen los inductores del agente programado. Director de este grupo
de control y condicionamiento mental es el general Piotr Ivanovitch
Ivashutine, quien dirige un grupo que llega a aplicar auténticas
técnicas de influencia mágica en la población.
Las tentativas por convertir al ser humano en muñeco que responda
inadvertidamente a determinados impulsos, seguirán siendo objetivo
prioritario de cuantos pretenden dominarnos. Ahí están, en esa línea
de condicionamiento mental, los de otra forma inexplicables
suicidios simultáneos de varios componentes de la fracción del
Ejército Rojo (RAF) en la prisión de Stuttgart/Stammheim.
El individuo humano, desde el momento en que se integra en una
comunidad armónica de congéneres, puede llegar a perder fácilmente
sus convicciones individuales, y pasar a asimilar el sentir global
del grupo armónico del que forma parte y del que pasa a ser una
célula más sin personalidad propia. Esta célula puede, en cualquier
momento, cuando concurran en el preciso instante las circunstancias
óptimas, transformarse en brazo ejecutor de una acción tremendamente
nefasta, con el agravante además de estar íntimamente convencido de
estar haciendo el bien.
Otro ejemplo, a menor escala, sería acaso el del grupo de Charles Manson en su cruzada contra
Sharon Tate. En aras de la
investigación, yo mismo me ví involucrado en 1982 en Florida en una
espiral de condicionamiento mental que me demostró, el insospechado
grado de efectividad que podría llegar a generar un encauzamiento
subliminal correctamente dirigido, a un grupo homogéneo de personas.
En tales circunstancias, lo de la Guayana es perfectamente
comprensible y realizable. Y recientemente estábamos asistiendo a la
inconcebible integración de Shannon Jo Ryan, una de las hijas del
diputado sacrificado en la Guayana, a la secta del hindú Bhagwan
Shree Rajnesh, que está cobrando auge inusitado en el Oregón. Se
sigue experimentando con seres humanos. El precio en vidas no
importa. Luche cada cual, en su parcela personal, por no perder su
última libertad: la mental.
|